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6 de octubre de 2024

Diana y Las Sabinas: Madres Autónomas en lucha




Diana Luz Vázquez: "Salvavidas para madres solteras autónomas. Un manual de respuestas para maternar en solitario", Editorial Planeta, México, 2024.

 Prólogo de Coral Herrera 


Solas no podemos. Juntas sí.

Un día de verano, Diana Luz se detuvo en medio de la calle, miró hacia las copas de los árboles y se dio cuenta, de pronto, que el calvario por el que estaba pasando y el dolor que sentía, no solo era suyo. Lo compartía con más de 4 millones de mujeres en México, y con cientos de millones de mujeres en el mundo. 

Diana había leído mucho sobre feminismo, y por eso sabía que nuestros problemas no son solo personales, son colectivos, porque afectan a millones de mujeres. 

Y sabía también que las soluciones no son solo individuales, son ante todo sociales. 

Por eso mientras estaba luchando por los derechos de su hija, comenzó a ayudar a otras madres y juntas comenzaron a pedir justicia para todas las niñas y niños de México que sufren el abandono de sus padres. 

Un día las sabinas tomaron conciencia de que en realidad eran millones, y que sólo tenían que juntarse y organizarse:  gracias al movimiento YoSíTeCreo y al Movimiento YoTambién - MeeToo, se dieron cuenta de que el pacto de silencio que protegía a los hombres se había roto para siempre. 

Ahora muchos hombres tienen miedo de ser acusados por todos los abusos y las violencias que han cometido, porque saben que las víctimas han comenzado a hablar y ya no gozan de la protección de antes. 

Lo mismo les está pasando ahora a los padres ausentes y a los deudores alimentarios: las mujeres están rompiendo su silencio, y están organizadas: los padres abandónicos ya no disfrutan de la impunidad de antaño. 

Durante siglos, los hombres han abandonado a sus hijos e hijas, han reconocido a unos y han repudiado a otros, han ejercido las paternidades desde la ausencia, y han podido hacerlo porque las leyes, el poder judicial, y la sociedad entera, se lo han permitido. 

Hasta ahora. 

Porque después de muchos años de lucha, Diana Luz, la autora de este libro, ha conseguido que se apruebe la Ley Sabina a nivel federal en México. El objetivo de esta ley es crear un registro nacional de deudores alimentarios abiertos al público, que el Estado asuma el costo de la prueba de ADN, que los padres deudores no puedan salir del país, y que el poder judicial deje de ampararlos y protegerlos, y apliquen la ley.    

Cuando conoces a Diana en persona te quedas fascinada: tiene una luz extraordinaria. Es una mujer muy valiente y generosa que ha sufrido mucho en su propio proceso, y que ha luchado con todas sus fuerzas para que se haga justicia. 

Empezó exponiendo sola al padre de su hija, se unieron más madres a ella, y hoy ya tenemos una red de mujeres inmensa que no para de crecer: ya ha desbordado las fronteras de México y han creado una Coordinadora Internacional de Madres Autónomas en las que participan activistas de Argentina,Uruguay, Colombia, Venezuela, Perú, Ecuador, Guatemala, Paraguay, y recientemente, España. 

Diana Luz Vázquez es una mujer muy inteligente, muy trabajadora y muy comprometida que está ayudando a miles de mujeres en el mundo a abrir los ojos y a luchar por sus derechos: gracias a ella y a sus compañeras, muchas infancias van a poder tener su pensión alimenticia, y los hombres van a ir perdiendo sus privilegios.

Algunos están furiosos porque para ellos la pensión es un arma de guerra: les sirve para hundir a la madre de sus hijos en la pobreza o en la precariedad, y lo hacen por puro odio.

Muchos se dedican a humillarlas con pensiones de 2.000 o 3.000 pesos, y la mayoría tiene dinero para pagar buenos abogados. No pagan la pensión porque no tengan dinero: lo hacen porque son machistas y han sido educados bajo la idea de que las mujeres somos malvadas y nos embarazamos adrede para sacarles la plata y romperles el corazón. 

En el imaginario colectivo del patriarcado persiste la idea de que las mujeres malas son mujeres desobedientes, libres, odiosas, manipuladoras, y que los hombres deben defenderse de ellas, y tratarlas como se trata a tu peor enemigo. 

El odio contra las mujeres se llama misoginia, y parte del miedo y la desconfianza que sienten los hombres contra todas las mujeres. Es un miedo que les lleva a domesticarnos cuando estamos en pareja, o a castigarnos cuando ya no lo somos. 

Piensan que todo lo que hacen (ocultar sus bienes, vaciar sus cuentas bancarias, mentir ante el juez, hacer acusaciones falsas contra la madre de sus hijos) lo hacen en defensa propia, pero además es que disfrutan haciéndolo: viven en guerra permanente contra sus hijos e hijas, y contra la madre. 

El mayor placer es hundir a la mujer en la pobreza o la precariedad, por eso no pagan la pensión. Es una forma de castigo y de venganza, contra ella y contra sus propias criaturas. Se vengan de ellas haciéndole daño a sus propios hijos e hijas, atentando contra los derechos fundamentales de la infancia, y haciéndoles sufrir, pues saben que no hay nada más doloroso para los niños que un padre que no les quiere, y que vive obsesionado con hacerles daño. 

Estos hombres actúan así porque saben que las madres apenas cuentan con recursos para hacer frente al proceso, y que los jueces están de su lado. Saben que la sociedad está de su lado. 

Hasta ahora, porque gracias a este libro vamos a saber cuales son sus estrategias, qué armas tienen, y cómo hacer para protegernos entre nosotras, y lograr que nos proteja la ley. 

El Estado debería promover las paternidades corresponsables, y la industria cultural poner de relieve el papel de los hombres capaces de cuidarse a sí mismos, y de cuidar a sus seres queridos. 

Necesitamos referentes de masculinidades positivas, de padres amorosos que se vuelcan en la crianza al mismo nivel que las madres, sean o no pareja. 

Muchos adultos viven traumados por el dolor que les causó un padre que no solo no les quería sino que además pasó años intentando hacerles la vida imposible y usando su poder para destrozarles la existencia, a ellos y a su madre. Se preguntan de dónde viene tanto odio, y resulta que está en toda nuestra cultura: canciones, telenovelas, series de televisión, películas… también en redes sociales encontramos miles de discursos de odio contra las mujeres. 

Este odio es el que sienten los proxenetas, los violadores, los femicidas, solo que en este caso también niñas y niños indefensos son víctimas del machismo. 

Ellas y ellos son los más vulnerables, y por ellos luchan las madres autónomas y las madres protectoras. 

En este libro Diana nos demuestra que cuando las mujeres nos juntamos, estudiamos e investigamos juntas, y adquirimos conocimientos sobre las leyes, podemos cambiarlas y mejorarlas, podemos ampliarlas, podemos presionar al poder judicial y al ejecutivo, podemos concienciar a la sociedad, podemos sensibilizar a los medios de comunicación y formar a las instituciones.

Hasta ahora las mamás autónomas estaban solas, pero la ley Sabina es una demostración de que sí se puede cuando nos juntamos. 


Diana Luz estuvo años luchando para que su hija Sabina tuviera su pensión, y se dio cuenta de que la mejor manera era exponer a los padres públicamente. Y resulta que suele ser más efectiva esta estrategia que confiar en el buen hacer de los jueces. 

No es sólo que la denuncia pública es una medida de presión para los hombres, además es una herramienta muy útil porque todas las mujeres pueden acudir a las listas para saber si sus parejas son padres abandónicos: cada vez hay menos hombres protegidos por el silencio. 

La autora se convirtió en una experta en el laberinto administrativo y judicial, y en este libro detalla de una forma muy amena todo el proceso que tiene que atravesar una madre para demandar la pensión alimenticia al padre abandónico. Los saberes que comparte en esta obra son muy útiles tanto para las madres como para las profesionales que trabajan en el área social: abogadas, psicólogas, orientadoras, trabajadoras sociales, educadoras, terapeutas, y expertas en leyes. 

En este libro Vázquez nos enseña a manejar los conceptos más básicos del proceso judicial, nos cuenta los obstáculos que nos vamos a enfrentar en el camino, y cómo podemos hacerle frente. Nos proporciona cientos de buenos consejos, y nos orienta para ahorrar tiempo y dinero. 

Denunciar a los padres que abandonan a sus hijos e hijas es un proceso complejo pero Diana nos muestra por dónde empezar, y cómo llegar hasta el final de forma tan clara y sencilla. No solo resuelve dudas técnicas y nos explica las diferentes estrategias a seguir, sino que además nos cuenta su historia y otras historias de mujeres que lo lograron

A lo largo de toda la obra, mezcla su experiencia con el contexto en el que vive: nos da muchos datos sobre México y el contexto internacional para que podamos comprender la magnitud del problema, y para que podamos conocer nuestros derechos. 

Además, también nos cuenta cómo cuidarnos, cómo protegernos, como cuidar a nuestras criaturas, cómo hablar con ellas del tema, cómo explicárselo a la familia y a los amigos, y cómo cuidar los grupos de apoyo mutuo entre mujeres. 

Vázquez nos ofrece una mirada del problema desde todas sus dimensiones: política, económica, legislativa, cultural, social y emocional.

Nos cuenta por qué los hombres abandonan a sus criaturas, por qué las personas más pobres del mundo son las mujeres que encabezan los hogares monomarentales, por qué las leyes han permitido a los hombres desentenderse de sus obligaciones como padre, y por qué es tan importante pedir justicia para nuestras criaturas. 

También nos cuenta cómo cuidar nuestra salud mental y emocional durante todo el camino, cuáles son los sentimientos que experimentan las madres cuando sus parejas abandonan a las crías que tienen en común, y con su propia experiencia nos cuenta de dónde sacó fuerza ella para la batalla personal y colectiva que emprendió hace unos años. 


¿Sabéis lo más hermoso de Diana Luz? Que ella cree en un mundo mejor, y que sabe que su sueño puede hacerse realidad si lucha día a día: esta batalla por los derechos de la infancia y de las madres autónomas es su forma de aportar a la construcción de un mundo más justo y amoroso. 

Su energía es contagiosa, su sabiduría y generosidad es admirable: en este libro ha volcado todos sus saberes, y ha dado voz a las madres protectoras que están luchando contra todo un sistema que las penaliza y las culpabiliza de los abusos y las violencias que sufren ellas y sus criaturas. 

Cada mujer que gana un juicio y logra la pensión para sus crías, está abriendo el camino a todas las que vienen detrás. No es un proceso fácil, pero cuantas más mujeres luchen por sus derechos, más cambios tendrán que hacer las autoridades para facilitar el proceso, y para obligar a los padres a cumplir con sus obligaciones. 

Se acabó el silencio. 

Se acabó la impunidad.

Cuando Diana logró que su hija tuviera sus derechos garantizados, siguió luchando para convertir su batalla en un movimiento social. Gracias a su determinación y su compromiso, hoy hay grupos de sabinas en todas las ciudades y en muchos pueblos de México sacando sus tenderetes con las fotos de los deudores alimentarios, con sus nombres y apellidos. 

Queda mucho trabajo por hacer para transformar al poder judicial que protege a los deudores, para concienciar a una sociedad que mira para otro lado, para señalar a los  medios que justifican a estos señores y lavan su imagen. 

Pero esta ola es ya imparable, porque las madres saben que tienen razón, y les ampara la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y la Declaración de los Derechos del Niño y la Niña.

Diana y las sabinas quieren construir un mundo libre de violencias en el que los niños y las niñas tengan sus derechos garantizados. Reivindican unas maternidades dignas: todos los seres humanos tenemos derecho a tener derechos, y en nuestro sistema patriarcal, el colectivo de personas que menos derechos tienen son las madres que lideran los hogares monomarentales, porque ellas son las que sufren más pobreza y explotación. 

La autora nos ayuda a tomar conciencia de lo duro que es ser madre en esta sociedad, y la odisea que supone hacerlo en solitario. Las madres que crían solas están obligadas a trabajar dos jornadas laborales, una dentro y otra fuera de casa, y al mismo tiempo deben criar y educar a sus hijos e hijas sin ningún tipo de apoyo. 

Un solo salario no alcanza: las madres que crían solas no tienen tiempo libre, no tienen días de descanso ni vacaciones, no tienen apoyos para conciliar la vida laboral y los cuidados, no encuentran más que trabas para poder sobrevivir en un mundo que les pide a las mujeres que no sean egoístas y tengan más descendencia, pero luego cuando son madres, las abandona. 

Son las que más problemas de salud tienen debido a la sobrecarga de trabajo, pero la sociedad lo único que hace es darle pastillas contra la depresión. A nadie le preocupa el agotamiento y la angustia que les causa la precariedad económica, ni la violencia que ejercen los padres obligándolas a gastar dinero en abogados y abogadas. 

A nadie le preocupa que las madres con bebés no puedan ir a trabajar: el mundo entero asume que tendrán el apoyo de otras mujeres de su familia, y que entre todas saldrán adelante. Porque ha sido así desde siempre: las mujeres nos hemos cuidado y apoyado entre nosotras. 


¿Y qué es lo que les pasa a los hombres? Que sienten un profundo rechazo con todo lo que tiene que ver con el amor, los cuidados, la ternura. Los hombres tienen un miedo tremendo al amor, y también a la vida. Se resisten a cambiar y se aferran a sus privilegios intentando frenar los avances de las mujeres. 

Esta resistencia es feroz para algunos hombres que no soportan que las mujeres vayan conquistando derecho a derecho, porque sienten que se está acabando su mundo, y patalean porque no quieren que nada cambie. Antes ellos podían tener miles de hijos por el mundo sin preocuparse lo más mínimo, y ahora ya no. Y por eso están tan rabiosos: porque no pueden hacer nada parar el feminismo y para que nada cambie.  

Es cierto que algunos hombres sí se están adaptando a los nuevos tiempos y están empezando a disfrutar de su paternidad, y a asumir plenamente toda su responsabilidad en la crianza y educación de sus descendientes. Pero aún son muy pocos. 

Nosotras no podemos seguir esperando a que los hombres cambien: si ellos no quieren cuidar a sus crías, el Estado tendrá que obligarles a cumplir sus obligaciones y a mantenerlas económicamente. 

La lucha de las sabinas es mundial, porque en todos los países los jueces protegen a los padres abandónicos: si ellos deciden ejercer su paternidad, les otorga privilegios de padre. Si ellos deciden no ejercerla, les otorga impunidad total. 


Los padres abandónicos, además, están organizados: se ayudan entre ellos a eludir el pago de la pensión, comparten información y estrategias para evadir la justicia. Antes contaban con apoyo social: ahora ya la sociedad no puede seguir mirando para otro lado, porque el mundo se está llenando de madres que buscan a sus hijos e hijas desaparecidas, de madres que luchan contra el abuso y la violencia sexual contra la infancia, madres que luchan contra la violencia escolar, madres que luchan contra la explotación sexual y contra la violencia vicaria. 

Diana ha abierto el camino de las madres autónomas en México y América Latina, y sabe que hoy la información es poder: por eso comparte sus experiencias y saberes con todas las madres autónomas, porque sabe que cuantos más conocimientos tengamos, y más apoyos reunamos, más recursos y más fuerza tendremos para luchar. 


El 8 de marzo desfié con las sabinas en Ciudad de México y fue una experiencia inolvidable. Sentí un orgullo enorme al verlas con su tenderete denunciando a sus deudores en público, y una tremenda ternura al ver a sus crías marchar orgullosas junto a sus mamás. Antes cada una de esas mamás estaba sola, y desesperada, ahora están unidas, y se dan apoyo mutuo, y siguen presionando para que el Gobierno y el poder judicial pongan en marcha la ley y apliquen las medidas necesarias para acabar con la impunidad masculina.

Cuando me despedí de ellas pensé, ojalá el mundo se llene de sabinas y ojalá los hombres tomen pronto conciencia de lo importante que es la paternidad. El mundo está lleno de mujeres y hombres heridos por culpa de la ausencia o el abandono del padre, algunos tan traumados que pasan la vida sufriendo emocional y psíquicamente, y lo podemos ver en muchos relatos de nuestra cultura: novelas, películas, cuentos, series de televisión…

Es uno de los grandes temas de la Humanidad: el abandono parental y las huellas profundas que deja en nuestro corazón y nuestra psique. 

Muchos de los padres que abandonan fueron abandonados. Ya es hora de romper esa cadena de padres abandónicos que se suceden generación tras generación. Ahora les toca a los hombres usar anticonceptivos si no quieren tener hijos, o volcarse en la crianza si quieren tenerlos. 

La mayoría de los hombres no se responsabilizan porque creen que cuidar es cosa de mujeres, y que nosotras debemos ser las que saquemos adelante a las criaturas mientras ellos siguen su vida como si nada. 

Las leyes han apoyado a estos hombres durante muchos años, hasta el punto de que les permite desentenderse de sus criaturas y luego en la vejez exigirles cuidados y dinero. Los que no pagan pensión alimenticia cuando son jóvenes, la piden cuando envejecen y ya no pueden valerse por sí mismos. Es una tremenda injusticia que los hombres sigan manteniendo el privilegio de recibir cuidados sin darlos. 

Del mismo modo que las mujeres nos incorporamos masivamente al mundo laboral, los hombres tienen que incorporarse masivamente al sistema de cuidados. No vamos a lograr la igualdad hasta que los hombres aprendan a cuidarse a sí mismos, a cuidar a sus padres y madres, a sus bebés, a sus familiares enfermos o con discapacidad, y tienen que aprender a cuidar también los espacios que habitan y el planeta en el que viven. 

Los gobiernos aún no están implicados a fondo en el cambio que necesitamos para construir una sociedad más justa e igualitaria, basada en la Ética del Amor y la Filosofía de los Cuidados, pero las personas que trabajamos por un mundo mejor sabemos que la herramienta fundamental es la pedagogía. 

Nosotras, las mujeres feministas, estamos educando a nuestros hijos e hijas para que entiendan que sin cuidados no hay vida, y que no es justo que las mujeres sean las únicas que cuiden. 

Nosotras estamos tomando conciencia de que no hemos nacido para servir, ni para sufrir, ni para sacrificarnos: no somos las criadas de los hombres, y no tenemos por qué asumir sus obligaciones. Nosotras tenemos derecho a tener derechos, y nuestras criaturas se merecen una vida buena con todas sus necesidades cubiertas, y sus derechos garantizados. 

Mientras los hombres siguen resistiéndose a cuidar y a asumir sus paternidades, nosotras tenemos que seguir luchando para que el Estado se haga cargo del problema y obligue a los deudores a realizar sus pagos mensuales y los gastos extraordinarios que necesitan sus hijos e hijas.

Nosotras no tenemos por qué estar todos los meses pidiendo a los padres de nuestras criaturas que depositen la plata, ni tenemos por qué encargarnos de perseguirlos para que no se atrasen: es el Estado el que debe exigirles el pago cada primero de mes. 

Es el Estado el que debe vigilar que las leyes se cumplan y que los niños y las niñas tengan el dinero necesario para poder tener una vida digna. 

Es el Estado el que debe proteger a las madres y a las infancias, y para ello necesitamos que la sociedad entienda la problemática, tome conciencia, y apoye nuestras reivindicaciones. 

Adquirir este libro es una forma de apoyar la lucha de las sabinas, pero también es un salvavidas y un manual de supervivencia que ayudará a las madres y a las profesionales que trabajan con mujeres e infancia a denunciar individual y colectivamente a los padres abandónicos. 


Lo más importante es que todas nosotras tengamos una red de apoyo para poder desahogarnos, para sentirnos escuchadas y acompañadas, para protegernos entre nosotras, para compartir información, para comprender el sistema judicial, para obtener recursos, para compartir los momentos duros y para celebrar las victorias. Cuando las mujeres compartimos nuestros saberes y nuestras herramientas, vamos dando pasos, y vamos avanzando todas juntas. 

Me llena de esperanza pensar que este libro va a ayudar a miles de mujeres, niñas y niños, y de que la red que está tejiendo Diana de madres que luchan por todo el mundo va a ser cada vez más gigantesca. 

La suya es una lucha histórica: algún día cuando echemos la vista atrás, nos parecerá una monstruosidad los datos sobre la cantidad de niños y niñas abandonadas por sus padres en la actualidad. Nos preguntaremos, ¿cómo la sociedad pudo permitir tanta violencia contra las infancias?, ¿cómo el Estado pudo permitir a los padres abandonar a sus hijos e hijas?, ¿cómo fue posible que tantos hombres huyeran de sus responsabilidades parentales, sumiendo a sus hijos e hijas en la pobreza?

Aún nos queda mucho camino que recorrer, pero hay que ir celebrando todas las victorias, una a una, y hay que conseguir que la lucha de las sabinas llegue poco a poco a más países y se convierta en una de las principales reivindicaciones del feminismo. 

Vamos a lograr que la sociedad tome conciencia del problema, que proteja a las infancias, que ponga los cuidados en el centro, y que apoye a las madres que crían solas. 


Juntas sí podemos.


Coral Herrera Gómez

Aquí para saber más sobre la Ley Sabina 

Aquí puedes seguir a Diana Luz Váquez

Ya puedes leer  en papel o escuchar el audiolibro de Diana Luz Vázquez: "Salvavidas para madres solteras autónomas. Un manual de respuestas para maternar en solitario", Editorial Grijalbo, México, 2024.





6 de septiembre de 2024

El abismo entre hombres y mujeres es cada vez más grande



El abismo entre hombres y mujeres es cada vez más grande: ya no hablamos el mismo idioma.

La brecha emocional e intelectual entre hombres y mujeres es abismal, y se ensancha cada día más. Las mujeres estamos estudiando muchísimo, y nos apuntamos a todo tipo de formaciones: cursos, talleres, másters, diplomados, doctorados. No paramos de devorar libros, documentales, podcast, etc sobre la Historia de la teoría y la práctica feminista. Estudiamos la obra de grandes pensadoras e investigamos sobre la vida de las activistas y las políticas que desobedecieron al patriarcado y se volcaron en la lucha feminista. 

Las mujeres además hacemos terapia individual y en grupo para aprender a cuidar nuestras emociones, para hablar de lo que nos duele y nos oprime, para aprender a cuidarnos y a cuidar las relaciones, y para sanar las heridas de la infancia y la adolescencia. 

Vamos de lo personal a lo político, tratando de entender el mundo en el que vivimos para poder transformarlo, y tratando de comprendernos a nosotras mismas para luchar por una vida mejor para todas. 

Nosotras soñamos y creamos un mundo nuevo, y estamos trabajando por la justicia social, la igualdad, la libertad y los derechos humanos fundamentales. Hemos puesto los cuidados en el centro, para que sean compartidos y colectivos. Hemos puesto nombre a todas y cada una de las violencias que sufrimos. 

Y mientras, ellos se aferran al antiguo sistema con desesperación. No leen, no estudian, no escuchan y no entienden nuestro idioma: quieren una vuelta al orden patriarcal en el que ellos mandaban como reyes. 

No se les ocurre siquiera imaginar su propia utopía, lo que quieren es derribar la nuestra. Tampoco quieren unirse a la revolución: si no la lideran, si no pueden ser los protagonistas, no les interesa. La gran mayoría de hombres no quiere oír hablar de cambios ni de transformaciones: ellos quieren que todo siga igual, y se enfadan con las mujeres que soñamos con otras formas de relacionarnos y de organizarnos. 

Por eso la prensa anda tan preocupada: ellos votan a la derecha cada vez más, y siguen a partidos que provienen del fascismo y la dictadura, porque no soportan la idea de que otro mundo es posible. Y no asumen que para que haya justicia social tienen que dejar de tratarnos como mercancía y como sirvientas. 

Además son cada vez más anti-feministas: el cambio social implica un cambio personal radical, y les resulta demasiado grande, porque no quieren renunciar a sus privilegios. 

Este es el motivo por el cual a las mujeres nos cuesta tanto encontrar pareja: la mayoría de los hombres no soportan a las mujeres que toman conciencia de su poder y exigen ser tratadas como compañeras. Les sigue dando mucho miedo juntarse con mujeres que estudian y que luchan por una vida mejor. 

No saben cómo hacerlo, no saben manejar sus miedos e inseguridades, y sólo se sienten poderosos relacionándose en las estructuras tradicionales de dominación y sumisión. 

Las mujeres ya no queremos amar de rodillas, ni creemos en los milagros, ni estamos sentadas esperando a que los hombres abran sus mentes y sus corazones, así que preferimos estar solteras. Nosotras no vamos a dar ni un paso atrás, ni vamos a renunciar a la utopía. 

Coral Herrera Gómez 


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30 de agosto de 2024

Las heroínas del siglo XXI




Las heroínas del siglo XXI no llevan armas ni llevan capas. No están solas, luchan en grupo. No usan la violencia ni visten trajes sexys, no son mujeres atléticas, y no usan su fuerza física, sino su inteligencia, su sensibilidad, sus conocimientos, sus habilidades sociales, y su capacidad para trabajar en equipo. 

Son mujeres muy valientes que luchan por el territorio de sus comunidades, por el agua, por los derechos humanos, por la paz y la libertad. Son mujeres que se juntan para realizar diagnósticos sobre la realidad, para identificar los problemas y proponer soluciones. 

Son mujeres de todas las edades y etnias que protestan contra las injusticias, y creen que otro mundo es posible. Son mujeres generosas, solidarias, con unos valores y unos principios muy sólidos, y no se venden por unas monedas. Son mujeres honradas, y alegres que se organizan contra el narco, contra los ejércitos y los paramilitares, contra las multinacionales, contra los gobernantes tiranos que trabajan para los Señores de la Guerra y de las Farmacéuticas. 

Mujeres que se unen para erradicar la destrucción de la naturaleza, la pobreza, el hambre, la esclavitud y la trata. Juntas piden el fin de los femicidios y la violencia sexual, y luchan contra la explotación doméstica, laboral, sexual y reproductiva de las mujeres. Todas están volcadas en la tarea de acabar con las guerras y la violencia, pero muchas de ellas sufren represión , cárcel, torturas, y asesinatos. 

Porque aunque no lleven armas, tienen la capacidad de sacar a mucha gente a la calle, y de movilizar a amplios sectores de la población. Se enfrentan a los amos del mundo que están destruyendo el planeta y contaminando el aire que respiramos, los alimentos que comemos y el agua que bebemos. Ellas defienden nuestros ríos, bosques, pueblos, animales y seres vivos. Defienden a sus comunidades, pero también al ecosistema entero, y muchas pierden la vida.

Las heroínas del siglo XXI no salen en los cuentos, ni en las películas, ni en los telediarios, ni en los libros de texto. No protagonizan los cómics, ni los titulares de prensa, ni los libros de Historia. No tienen miles de seguidoras en redes sociales, no tienen dinero ni representación política. Muchas son mujeres pobres y sin estudios universitarios, muchas son indígenas, son negras, son campesinas, son madres, son lesbianas. 

Lo mismo se enfrentan a una hidroeléctrica internacional que excavan con sus manos buscando a sus hijas e hijos desaparecidos. Liberan a víctimas de la trata, ayudan a las personas migrantes, luchan por la Educación y la Sanidad, buscan a los nietos y a las nietas secuestradas, lideran los acuerdos de paz. Luchan en el campo, pero también en la ciudad, en las fronteras, en la selva, en los manglares, en el desierto, y la mayoría viven en América Latina (desde 2012 se han contabilizado cerca de 2.000 asesinatos de defensoras medioambientales y de derechos humanos en América Latina, y la mayor tasa de muertes la tiene Colombia)

Cada vez que viajo a México, Chile, Colombia… conozco a algunas de estas mujeres que luchan contra el sufrimiento de la población, y me vuelvo a España sobrecogida y llena de admiración. Sus historias me acompañan todo el tiempo, y cuando pierdo la fe en la Humanidad, acudo a ellas para volver a creer en la posibilidad de construir un mundo mejor. 

Porque ellas lo tienen todo en contra, ocupan la escala más baja de la pirámide social, no tienen derechos humanos, sufren todo tipo de abusos, explotación y violencia del capitalismo y del patriarcado, pero no se rinden porque no pueden: no dejan de luchar porque les va la vida en ello. 

Cuando se me baja el ánimo y me invade la desesperanza y la desolación, pienso en todo lo que están consiguiendo las heroínas del siglo XXI, en sus pequeñas y grandes victorias, y me siento muy afortunada por poder visitar sus países y poder aprender de ellas. Son nuestro modelo a seguir, son el ejemplo que necesitan las nuevas generaciones de niñas y adolescentes para sobrevivir en un mundo tan injusto y desigual. 

Con sus historias lo que una aprende todo el tiempo es que lo personal es político y que para construir un mundo mejor necesitamos aprender a pensar en el Bien Común y a organizarnos con otras mujeres para luchar juntas para transformar la realidad.

Las heroínas del siglo XXI nos guían como las estrellas en el firmamento: ellas caminan adelante para que todas podamos soñar con un mundo mejor.

Coral Herrera Gómez 


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28 de julio de 2024

¿Cuánto cuesta ser o tener una esposa perfecta?

 



Ahora que se están poniendo de moda las esposas perfectas o trad wives, vamos a hablar de lo caro que resulta ser o tener una, y del costo que tenemos que pagar hombres y mujeres: 

¿les sale más caro a ellos o a nosotras?


El coste para los hombres 

Tener una esposa perfecta requiere hoy en día de un salario doble. Solo los hombres que sean capaces de generar los ingresos suficientes para mantener a una familia pueden permitirse el lujo de tener una esposa perfecta. Las mujeres perfectas no solo necesitan agua potable, comida, y techo. También necesitan mucho dinero para lucir bellas y jóvenes, y para poder mantener la imagen de esposa y madre perfecta: 

- Moda: ropa, calzado, complementos y accesorios: las esposas perfectas van siempre a la moda, y a través de su imagen le dan prestigio al marido que las mantiene. Así que necesitan estar siempre atentas a las novedades del mercado, a las tendencias y a las influencers que nos dicen que debemos llevar en cada temporada: seguir el ritmo de la moda es muy caro y requiere de mucho tiempo libre. 

- Belleza: las esposas perfectas llevan las uñas perfectas, el cabello perfecto, lucen las tetas y los glúteos perfectos, e invierten mucho tiempo en luchar contra sí mismas: para erradicar kilos, arrugas, pelos, e imperfecciones, hace falta invertir mucho dinero. Algunas necesitan pasar periódicamente por el quirófano, pero lo que necesitan todas siempre es acudir todas las semanas al salón de belleza, donde tienen acceso a tratamientos modernos para combatir la flacidez, la celulitis, las acumulaciones de grasa, el vello corporal, etc. Además, también tienen en casa cosméticos, cremas, y aparatos de todo tipo que las ayudan a lucir siempre bellas y radiantes. 

- Gastos del Hogar: las esposas perfectas gastan mucho dinero en electrodomésticos y robots último modelo, en renovar el mobiliario del hogar y pintar las paredes cada dos o cada cinco años, en mantener la casa perfecta, limpia, confortable y cálida. Las esposas perfectas siempre están al tanto de las novedades en diseño de interiores, y siempre quieren una casa más grande y un auto más moderno. 

- Gastos de personal: cuanto más rico seas, más gente necesitará tu esposa perfecta. Las más humildes tienen empleadas del hogar, cuidadoras de personas mayores, y niñeras. Las más adineradas necesitan chofer, nutricionistas, jardineros, peluqueros, expertos en estética, masajistas, maestros espirituales, entrenadores, coachers motivacionales, asistentes, y paseadores de perros. 

- Ocio: para poder lucirse en redes sociales, las esposas perfectas necesitan viajar para demostrar que su marido tiene dinero, así que tendrás que pagar hoteles, apartamentos, vuelos, comidas y cenas en lugares bonitos. Además, las esposas perfectas presumen de estar en la onda y les gusta acudir a todos los eventos que se organizan para las familias felices: espectáculos teatrales y musicales, conciertos, festivales, exposiciones para el público infantil, etc. 

- Hijos e hijas: las esposas perfectas gastan mucho dinero para construir la familia feliz que necesitas. No sólo hablamos de los gastos normales (comida, ropa, libros, juguetes), también de colegios y universidades, niñeras, psicólogas, terapeutas, profesoras particulares, y clases extraescolares (tenis, piano, inglés...) además de los gastos del tiempo de ocio (parque de diversiones, zoos, acuarios, conciertos, espectáculos infantiles) Cuantos más hijos tengas, más dinero tienes que invertir para poder presumir de tener una familia feliz. 

- Gastos espirituales: las esposas perfectas necesitan dinero para ir al gimnasio, para contratar a un entrenador personal, o para darse masajes relajantes, pero también necesitan invertir en su dimensión espiritual y religiosa. El mercado de la espiritualidad es caro, tanto para las mujeres que practican religiones tradicionales como para las fieles a las nuevas pseudoterapias realizadas por gurús, chamanes e iluminados.  

-Gastos Variados: por ejemplo, gastos en tecnología, para estar siempre en la onda, o dinero para practicar la caridad y dar una buena imagen. Gastos extras siempre va a haber, porque el mercado no para de sacar artefactos, artilugios, complementos, y cacharros que te venden como imprescindibles. 


El coste para las mujeres

Las mujeres que quieren convertirse en esposas perfectas tienen que hacer una inversión monetaria antes de ser elegidas por un esposo perfecto, para mantenerse bellas y radiantes, hasta que logran subir al trono. 

Pero de ahí en adelante, el costo ya no se paga con dinero: pagas haciendo renuncias y sacrificios. 

Pagas con tu libertad y con tus derechos humanos, con tu dignidad, tus principios, tus ideales y tu lealtad. 

Pagas con tu tiempo y tu energía. 

Pagas con tu cuerpo, para prestar servicios sexuales y reproductivos. 

El coste psicológico y emocional que pagan las mujeres para ser esposas perfectas es enorme. Porque renunciar a ti misma no es gratis, y no es tampoco una buena inversión, ya que corres siempre el riesgo de perderlo todo si él te deja. 

Listado de las principales renuncias que tendrás que hacer para ser una esposa perfecta: 

- Renunciar a ti misma: para ser una esposa ideal tienes que renunciar a ser tú el centro de tu vida, y a desplazarte a ti misma para que lo ocupe tu marido. 

Ni siquiera cuando te conviertas en madre él dejará de estar en el centro de tu vida. Tus hijos serán siempre secundarios: lo primero será siempre él. 

Sus necesidades y sus deseos serán siempre prioridad para ti, por encima siempre de los tuyos. 

Su bienestar, su comodidad, su felicidad estará siempre por delante de la tuya. 

- Renunciar a recibir cuidados: el principal privilegio de los hombres es recibir cuidados sin darlos, así que tendrás que asumir desde el principio que tú no importas, y que no mereces que te cuiden. Él solo está obligado a darte dinero y a hacer algún recado: si enfermas, tendrás que cuidarte tú sola, si te accidentas, lo mismo. Tendrás que salir sola de las crisis y de los problemas, porque tu rol es servir a tu marido, y más vale que te mantengas sana y en forma, y te comportes como una super woman que puede con todo. 

- Renuncia a tu gente querida: olvidaté de tu grupo de amigas y amigos, e incluso a tu propia familia, si no es del agrado de tu marido. Tendrás que aprender a estar sola, porque los maridos perfectos están siempre muy ocupados en sus negocios y en sus reuniones. Tus relaciones con los demás deberán siempre ser superficiales, porque la amistad requiere tiempo y ternura y tú tienes que ponerla toda en tu marido y tu casa, aunque él no esté nunca en casa. 

- Renuncia a tus pasiones: tendrás que adaptarte a las pasiones de él y acompañarlo a sus torneos de surf, de golf, de tenis, de paddle, de ajedrez, y acudir cuando él te lo pida a animarle en maratones, triatlones, partidos de fútbol, y competiciones deportivas de todo tipo. Todo depende de la suerte que tengas, también te puede tocar un esposo aficionado a la música, al arte y a la cultura, o te puede tocar uno de esos que van a los casinos, o pasan todo el día en los bares: cualquiera que sea su pasión, te tiene que gustar a ti también. Cualquiera que sea tu pasión, tendrás que renunciar a ella. 

- Renuncia a tu carrera profesional para que él pueda desarrollar la suya y brillar por todo lo alto. Quizás tu marido te permita tener un negocio de jabones aromáticos, o diseño de ropa de bebés, una línea de perfumes, o cosas que te permitan generar ingresos desde casa. Pero ten cuidado con el éxito: tus ingresos no deben superar los suyos para que él no se sienta inferior a ti. Y nunca deberás robarle tiempo a tus obligaciones en la casa: lo primero es tu marido, tus hijos e hijas y tu hogar. Tendrás que hacerlo en el tiempo que te sobra. 

- Renunciar a tu autonomía y a tus derechos sexuales y reproductivos. Es tu marido el que decidirá cuantos hijos vais a tener, y cada cuánto tiempo debes quedarte embarazada. Puede ocurrir también que tu marido no quiera tener hijos, y te veas obligada a renunciar a tu maternidad. Todo dependerá de la benevolencia de tu marido, y de sus deseos, pero toma nota: los maridos saben que cuantos más hijos tengas, más esclavizada estarás al hogar. 

- Renuncia a tener una relación monógama: tendrás que vivir con miedo permanente a los cuernos, y asumirlos con la misma dignidad que los han asumido siempre las marquesas, las condesas, las princesas y las reinas. Tu misión es vigilar a tu marido sin asfixiarle, y tolerar las noches de pasión ocasionales de tu marido, pero en ocasiones te verás obligada a compartir recursos con amantes que duran meses o años en la vida de tu querido esposo. Puede que te de rabia, pero tendrás que asumirlo con resignación, y sin que se te note demasiado el miedo y la ira que sientes. 

- Renuncia a tu libertad de movimientos: piensa que las esposas perfectas están siempre en el hogar: solo salen de él para ir al súper, al salón de belleza, al gimnasio, a la iglesia y al médico, así que tendrás que renunciar a tu libertad de movimientos y estar siempre localizable y conectada por si tu marido quiere saber dónde y con quién estás. 

- Renuncia a decir que no: las esposas perfectas están siempre dispuestas si sus maridos les necesitan. Da igual que te apetezca o no, tienes que adaptarte a su agenda y estar disponible para ir a una comida, una cena, una fiesta. También tienes que estar dispuesta si él va y no te lleva a ti, porque hay reuniones en las que los hombres no llevan a las esposas, sino a las amantes.

- Renuncia a tu poder: siempre deberás tener presente que quien manda es tu marido, y a veces no te gustarán las decisiones que toma, pero no puedes llevarle la contraria. Él es el jefe, él pone las normas, y tú y los niños obedecéis, como si estuvieras viviendo bajo una monarquía absolutista . Tú puedes proponer algunas cosas, pero siempre han de ser sugerencias o súplicas, nunca imposiciones: "podríamos ir de vacaciones a... ", "podríamos contratar a un profesor de inglés para el niño...", "¿qué te parece si compramos un sofá nuevo?"

- Renuncia a la protesta y a las quejas: a los esposos perfectos no les gustan las mujeres amargadas, frustradas, o enfadadasEllos quieren ver a sus mujeres siempre con una sonrisa, sirviendoles la mesa con dulzura y amabilidad, cocinando de buen humor, y prestando servicios sexuales en la noche con actitud sumisa y complaciente. Ser una esposa perfecta consiste en tragar, soportar, aguantar, y callar. 

- Renuncia a expresarte con libertad: tendrás que aprender a reprimir tus emociones, especialmente el enfado y la ira, pero también la pena. Las esposas perfectas no se enfadan, no se ponen tristes, no se quejan, y no montan broncas cuando están insatisfechas. Debes ser humilde y agradecida, y estar siempre contenta. 

- Renuncia a tus ideales románticos: todos los maridos necesitan hacerse sus escapaditas de vez en cuando: tu papel como carcelera es mirar para otro lado, y relajar la guardia para que él pueda tomar oxígeno y vuelva al hogar contento por haber ejercido su libertad y haber disfrutado de sus privilegios de macho. Lo que sí debes pedirle es discreción para que la imagen de la familia feliz no se vea dañada. 

- Renuncia a tus derechos humanos fundamentales para convertirte en una sirvienta: tu nivel de esclavitud dependerá de la suerte que tengas con tu marido. Hay maridos que se conforman con verte encerrada en casa todo el día, y otros que son auténticos tiranos. 

Son muchas renuncias, ¿verdad? 

Pero además tomar la decisión de invertir en tu papel de esposa perfecta conlleva unos riesgos enormes.

Aquí un listado de los riesgos que corres

- Que tu marido te abandone por otra mujer más joven, sobre todo a partir de los 40. Es un riesgo que tienes que correr, aunque puedes intentar mantener a tu marido junto a ti siendo más complaciente y tratando de luchar contra la edad y los kilos de más. Aunque te esfuerces mucho por mantener la línea, lo cierto es que tienes que asumir que ese riesgo está siempre ahi, y que incluso cuando luces muy bella y muy joven corres el peligro de ser sustituida por otra, como le ocurrió a Shakira, una mujer rica, inteligente, con talento, trabajadora, bella, sexy, buena madre y buena esposa: Piqué abandonó a la diosa y se largó con una mujer más joven, más dulce y más discreta que ella. 

- Que tu marido se muera: ¿qué haces tú sin amigos, sin amigas, sin pasiones, sin dinero, sin profesión, sin red de apoyo? Hay muchas mujeres que creen que sus maridos son inmortales, pero también hay muchas otras que creen que cuando ellos mueran podrán vivir de la herencia. ¿Sabías que muchos maridos perfectos lo que dejan son enormes deudas, y no dinero? 

- Que dejes de ser útil y ya no sirvas para tu función: las esposas perfectas no pueden enfermar, ni envejecer, tienen que estar siempre sanas y dispuestas a complacer a su marido. Si te accidentas, si te ocurre algo grave, te vas a ver completamente sola, porque los maridos perfectos no cuidan. Te pueden comprar bombones o flores, joyas y vestidos, pero no te cuidan. Y si enfermas gravemente lo más probable es que te dejen. Ellos tienen el poder económico: si fallas en tu papel y no eres tan perfecta, corres el peligro de ser abandonada y sustituida por otra mujer más complaciente y más preparada.  

- Que tu marido cambie o se transforme, y pase de ser un tipo alegre y simpático a ser un amargado. O que pase de ser un hombre de negocios exitoso a quedarse en la ruina. O que pase de ser un hombre enamorado a desenamorarse por completo de ti. Pueden pasarle mil cosas a tu marido perfecto: que se quede sin trabajo, que quiebre sus negocios, que se canse de la familia feliz, que se canse de ser hombre. Piensaló, pueden ocurrile mil cosas: que se convierta en un ludópata y se juegue la casa y los ahorros en una sola partida, que se convierta en alcohólico, que se deprima y lo deje todo, o que se vaya de pronto a un país lejano a buscar la iluminación y a encontrarse a sí mismo. 

- Que te maltrate y acabe con tu vida: el mayor riesgo que corres como esposa perfecta es ser víctima de feminicidio. Si te toca un marido maltratador, no te va a ser fácil dejarle si no tienes dinero y gente querida que te apoye.Hay muchas esposas perfectas que sufren violencia psicológica, sexual, emocional, física y económica durante décadas, y su infierno sólo termina cuando él se muere, o cuando mueren ellas. Y es que al convivir con un tipo violento del que dependen económica y emocionalmente se arriesgan a perder la vida: 137 mujeres mueren asesinadas cada día en el planeta a manos de su pareja, ex pareja u otros hombres de la familia. 


Como ves sale muy caro ser una esposa perfecta, y los riesgos son demasiado altos. Las relaciones de dependencia y de sumisión nos hacen muy vulnerables y nos hacen sufrir mucho, y el sufrimiento no es gratis. Nunca es gratis. Sufrir daña tu salud física, mental y emocional, te pone en peligro, te acorta la vida, o te la arrebata de cuajo.

No te olvides: a nosotras las mujeres nos sale mucho más caro ser esposas perfectas que a los hombres tener esposas perfectas. Cuanto más sumisas somos, peor nos tratan los hombres: no nos compensa depender de ellos nunca. 

Coral Herrera Gómez


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9 de abril de 2024

¿Quién limpia la mansión de Barbie?



¿Quien limpia la mansión de Barbie?

Vi el otro día la película de Barbie y estuve todo el tiempo preguntándome quién recolectaba la comida que comen las Barbies, quién confecciona sus modelitos de ropa y calzado, quién limpia los váteres de sus mansiones y sus piscinas. 

El mundo Barbie es un mundo de mujeres ricas y ociosas, eternamente jóvenes y bellas, que viven en la playa y lucen su cuerpo y sus vestidos. Mujeres sin hijos ni hijas, mujeres que no trabajan, no cuidan ni limpian, mujeres que surfean, van de compras, comen helados, y charlan durante horas con sus amigas. 

Cuando aparecieron los kenes, representados como hombres blandengues, me di cuenta de que lo que proponía la peli era invitarnos a imaginar un mundo donde se han invertido los roles: los débiles son los hombres, y las fuertes y las privilegiadas son las mujeres.


                        


Me aburrí mucho hasta que Ken empezó a brillar y a bailar, me gustó el trabajo del actor, y entendí por qué tantos hombres se enfadaron con la ridiculización de los ken. 

Me pareció estupendo que pudiéramos reírnos de la masculinidad, pero no me gustó nada la relación entre Barbie y Ken, tanto a nivel individual como a nivel colectivo. Es una relación marcada por las relaciones de poder.

Al final de la peli me dolió pensar que las niñas que han ido a verla se crean que el feminismo consiste en crear una sociedad de plástico en la que mandan las mujeres y viven todas como reinas, imitando a los hombres blancos y ricos del mundo real.

¿Qué hubiera ocurrido si la directora hubiera sabido que la utopía feminista lo que propone es una sociedad igualitaria de mujeres y hombres que en lugar de organizarse en jerarquías, se organizan horizontalmente y se reparten las tareas colectivamente?. 

Es muy probable que la directora y el equipo de la película no sepan que el movimiento feminista trabaja por un mundo basado en la justicia social, en la igualdad, en la cooperación y el trabajo en equipo, un mundo en el que todos y todas tengan cubiertas sus necesidades básicas y sus derechos fundamentales garantizados, y en el que todas y todos cuidemos a nuestros bebés, infancias, personas mayores y con discapacidad, mascotas y plantas. Un mundo donde todos y todas cuidamos de los espacios que habitamos y del planeta entero. Un mundo donde no sean las mujeres que sufren pobreza las que carguen con todo el peso de las tareas más duras.

¿Y si la película hubiera contado con la asesoría de mujeres expertas en feminismo, y hombres expertos en los estudios sobre masculinidades? Seguramente no estaría basada en la batalla entre sexos (hombres contra mujeres), ni en la idea de que las mujeres queremos venganza y pretendemos tomar el poder para hacer lo mismo que hacen ellos, y para tratarles igual que ellos nos tratan a nosotras.

Se nota mucho que no había feministas en la producción de la película porque el feminismo no es una revolución estétitca, sino ética. Es una propuesta de transformación social, económica y política: sueña con un mundo amoroso y pacifico libre de abuso, explotación, servidumbre, violencia, un mundo sin dominadores ni dominados. Un mundo donde nadie manda sobre los demás, y donde los cuidados son mutuos y recíprocos.

Ninguna mujer nace feminista, de hecho somos muy pocas en el mundo: en la escuela nadie nos habla de feminismo, de la historia de las mujeres, de nuestras luchas y logros. Es normal por tanto que la gente no sepa que para alcanzar esa utopía es necesario que tanto mujeres como hombres trabajemos en los patriarcados que  nos habitan e inventemos nuevas maneras de relacionarnos y de organizarnos. 

El feminismo no es una guerra entre mujeres y hombres: la mayoría de las mujeres somos patriarcales y muy pocas tenemos las herramientas para liberarnos de los mitos, los estereotipos y los mandatos de género. Y por eso las mujeres que dirigen películas necesitan entender qué es el patriarcado, y cuál es la propuesta del feminismo.

El feminismo es un movimiento social revolucionario y en la peli no hay una propuesta de cambio en nuestras estructuras de relación y organización. 

Al terminar me pregunté qué hubiera ocurrido si la película hubiera contado con un equipo de mujeres feministas para asesorar al equipo de guión y dirección. Todas las pelis y series deberían tener uno porque hoy en día casi todas nuestras producciones culturales siguen perpetuando los valores del sistema patriarcal, y esta es una de las causas por las que no avanzamos. 

Si seguimos contando los mismos cuentos usando los mismos mitos y los mismos estereotipos, el patriarcado seguirá transmitiéndose generación tras generación. 

En algún momento la industria cultural tendrá que tomar conciencia de su responsabilidad social, porque si no, los cambios en las leyes no sirven para nada. Es urgente que creadores y productores se sensibilicen y se formen, porque la gran mayoría de la sociedad no sabe qué es el feminismo, y son millones de personas las que siguen creyendo que se trata de una revancha de las mujeres contra los hombres. 

Por eso es tan importante que la gente conozca la historia de la teoría y del movimiento feminista, y entiendan que el objetivo es acabar con la desigualdad y la violencia, reivindicar los derechos humanos de las mujeres, y construir un mundo donde todas y todos podamos disfrutar del derecho a tener una Buena Vida.

Coral Herrera Gómez 


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7 de abril de 2024

Todas sueñan con una vida mejor: Mujeres que sufren pobreza y precariedad



Estos son algunos de los mitos sobre las mujeres que sufren pobreza y precariedad que circulan por nuestro imaginario colectivo: 

👉🏽 Las mujeres pobres son pobres porque quieren: no se esfuerzan por salir de la pobreza.

👉🏽 Las mujeres pobres son vagas y no estudian, se conforman con trabajos precarios y mal pagados. Ellas son felices viviendo en condiciones de miseria, no necesitan mucho para vivir.

👉🏽 Las mujeres pobres tienen muchos hijos porque son unas ignorantes y no saben que cuantos más hijos tengan, más pobres son.

👉🏽 Las mujeres pobres son felices sirviendo y viviendo con una familia rica, no echan de menos a sus compañeros, ni a sus hijas e hijos, ni a su madre, ni a sus hermanas y hermanos. No necesitan ver a su gente más que una o dos veces al mes, el resto del tiempo son felices cuidando a los hijos de una mujer rica en lugar de a los suyos propios.

👉🏽 Las mujeres pobres que se dedican a la prostitución lo hacen porque les gusta tener sexo con desconocidos, porque poner el cuerpo al servicio del patriarcado empodera mucho, y porque ganan más que fregando escaleras. 

👉🏽 Las mujeres pobres son felices ayudando a personas desconocidas con dinero a cumplir su sueño de ser madres o padres, y son generosas porque donan sus úteros y sus bebés a quienes más lo necesitan. 

👉🏽 Todas las mujeres pobres tienen vocación de servicio, son humildes y complacientes, y viven felices con lo poco que tienen.


Estos mitos nos sirven para limpiar nuestra conciencia, y para que podamos seguir aprovechándonos de la explotación emocional, doméstica, laboral, sexual y reproductiva de las mujeres empobrecidas.

Y como siempre, los mitos se desmontan con datos y estadísticas. La realidad es que las mujeres pobres y precarias no son perezosas ni vagas: trabajan el doble o el triple que el resto de los trabajadores y trabajadoras en todo el mundo. 

Las mujeres que sufren pobreza y precariedad son las que sostienen todo nuestro sistema económico trabajando gratis o a cambio de salarios que no les permiten salir de donde están. 

Y son los seres humanos que menos tiempo libre tienen. 

Esto no te lo cuentan los prestigiosos economistas en los medios ni en las aulas, pero la realidad es que el capitalismo no podría sobrevivir sin las mujeres que trabajan gratis toneladas de horas cada año. 


¿Te imaginas el dinero que tendrían que gastarse los hombres si no tuvieran sirvientas que lo hacen gratis? 

Las mujeres pobres son las que cuidan a los trabajadores, las que les alimentan y les proporcionan ropa limpia para ir a la fábrica, a la mina, al huerto o a la oficina. Ellas son las que se encargan de cuidarlos cuando enferman, y las que les proporcionan un hogar limpio y confortable. 

Hasta el hombre más pobre del planeta tiene una criada que trabaja gratis para él las 24 horas, los 365 días al año. Sin días de descanso, sin permiso por enfermedad, sin vacaciones, sin cotizar, trabajan hasta el final de sus días para ellos. 




Además, ellas son las que dan a luz a los nuevos trabajadores y trabajadoras, las que les cuidan, les crían y les educan, las que les preparan para integrarse en la sociedad y para ser productivos y productivas.

Además de trabajar en el hogar para toda su familia, también trabajan fuera de casa a cambio de salarios de miseria. Sus trabajos son los más duros, los peor reconocidos, los menos valorados, y los que tienen los salarios más bajos. 

Las más pobres de todas son las madres que están criando solas. Los hombres siguen abandonando a sus criaturas en todo el mundo: ni asumen sus responsabilidades económicas ni la emocionales, ni las de cuidados. Las mujeres jefas de hogares monomarentales son las personas más pobres del planeta. 

No solo en Asía, Africa, y América del Sur. Madres sin pareja hay en todos los continentes y países, también en Europa, Australia y América del Norte. Son miles de millones de mujeres que no solo tienen que trabajar fuera y dentro de casa, también tienen que ejercer de madres y padres a la vez. 

Las mujeres que sufren pobreza limpian nuestra mierda y cuidan a nuestros seres más queridos: su trabajo es esencial. 

Sin ellas no podríamos ir a trabajar.

La única solución para acabar con el abuso, el sufrimiento y la violencia que sufren es acabar con la pobreza y colectivizar los cuidados. Todos y todas deberíamos trabajar cuatro horas fuera y cuatro dentro de casa. Hoy por hoy la conciliación es solo un mito.

Muchas de las mujeres que emigran no tienen papeles, no tienen contratos formales, y por lo tanto no tienen ningún tipo de derechos fundamentales ni derechos laborales, ni en la jornada en casa, ni en la jornada fuera de casa.

Los hombres las tratan a ellas igual que sus patrones les tratan a ellos. Flora Tristán afirmó que hay alguien más oprimido que el obrero, y es la mujer del obrero, que sufren doble explotación y además sufre acoso sexual y violencia sexual en el trabajo, lo mismo de compañeros que de superiores. 

Cuando los obreros y los campesinos salen a la calle a pedir libertad y a defender sus derechos humanos, se refieren siempre a los derechos de los hombres, no de los hombres y las mujeres. 

Es una gran injusticia porque en la mayor parte de las revueltas y las revoluciones campesinas y obreras de la Historia, los hombres han tenido el apoyo de las mujeres. 

Pero nunca sucede al revés. 

Los hombres poseen la gran mayoría de las tierras del planeta, los medios de producción y de comunicación, los bancos, las empresas y los puestos de poder político y económico. Son los reyes de los hogares.

El mundo es de los hombres, y las mujeres pobres son las que están al final de la pirámide social, las que ocupan la base que sostiene a todos los demás. 

Antes los poderosos las usaban como esclavas, y les robaban a sus bebés. Ahora les dan unas monedas a cambio. No solo son mano de obra para los hombres, también son mercancía: a las mujeres pobres las tratan como a los animales: las compran, las venden, las alquilan, y comercian con sus óvulos, úteros, y vaginas. 

Los hombres hacen negocios con sus bebés y con su leche materna, y hasta celebran ferias con hembras humanas para que las parejas elijan a la madre. Primero les agradecen el sacrificio que están haciendo para que ellos cumplan sus sueños, luego les quitan la palabra (las madres son las compradoras, ellas solo son “personas gestantes”). 

Les quitan sus derechos durante el embarazo, y luego les quitan a sus bebés, y por último las borran para que parezca que nunca han existido. El alquiler de mujeres y la compra venta de bebés es un mercado en expansión, que va en aumento conforme aumenta la infertilidad en hombres y mujeres.

De la explotación de mujeres no solo se benefician los hombres: también las mujeres ricas, que imitan a los hombres y se liberan de las tareas de cuidados, de los embarazos y los partos. 

El feminismo quiere acabar con la explotación, mientras el capitalismo quiere regular la explotación para que no parezca tan monstruosa e inhumana. Las voces del régimen neoliberal nos dicen que los demás trabajadores también sufren explotación, y que es mejor que lo hagan legalmente y con controles sanitarios y de seguridad, y no les gusta que les digas que las leyes deben erradicar todo tipo de explotación y también deben combatir la pobreza. 

Lo que quieren es que creas que la pobreza es inevitable y que hay mujeres a las que les gusta dedicarse a ello.

Y nos ofrecen los testimonios de mujeres que sostienen el mito de la puta feliz, qué elige a sus clientes y se pone sus horarios y cobra un pastizal. Da igual que les digas que el 90% de las mujeres en situación de prostitución no querrían estar ahí y no pueden salir porque son pobres.

En los países en los que la explotación es legal, a las mujeres pobres las exhiben en escaparates y en locales donde hay ofertas de dos por una, y días de barra libre en los que por alquilar una mujer te regalan salchichas y cerveza.

Y es que es en los cuerpos de las mujeres pobres donde se libra la gran batalla: el neoliberalismo trata de convencernos de que esos cuerpos pueden ayudarles a salir de la pobreza si ponen sus vidas al servicio del capitalismo y el patriarcado. Pero los únicos que salen de la pobreza con los cuerpos de mujeres son los hombres, los puteros, los proxenetas, los dueños de la industria del porno, de las clínicas reproductivas, y de la industria de la belleza femenina. Todos son hombres.

Dentro de las mujeres pobres, que son millones en el mundo, hay también jerarquías: cuanto más oscura es su piel, más explotación y violencia sufren. Las mujeres inmigrantes, las mujeres indígenas, las mujeres afrodescendientes, las mujeres con discapacidad, las mujeres lesbianas y las mujeres adultas mayores son las más vulnerables del mundo. 

Porque ellas no solo tienen que soportar la codicia, la maldad y la crueldad de los empresarios y empresarias, como sus padres y maridos. Además tienen que aguantar el abuso de sus maridos, jefes, chulos, proxenetas y puteros. 

La mayoría de las mujeres pobres tienen dos jefes, uno en casa y otro fuera de casa. Los jefes las violan y las despiden cuando se quedan embarazadas, los jefes del hogar las someten a una vida de servidumbre. 

La gran mayoría de las mujeres pobres no puede estudiar ni puede elegir trabajo, ni puede divorciarse, ni pueden escapar de la explotación doméstica, están atrapadas en sus hogares, y muchas viven confinadas en ellos. 

Las mujeres más precarias del planeta huyen de las hambrunas en sus países de origen. Huyen del abuso sexual infantil, del maltrato, de la sequía, de los desastres naturales, de la pobreza y de las guerras. Las mujeres más pobres del mundo tienen que atravesar varias fronteras y sufren todo tipo de violencias en el camino, pero también al llegar al país de destino.

¿Que las espera en los países desarrollados? Más violencia, más abuso y más explotación: sirven en casas de ricos sin contrato ni seguridad social, sirven en los campos de cultivo y en las fábricas, sirven en los burdeles que hay en todas las carreteras de todos los países. 

Ellas son el botín de guerra, ellas son las que sufren violaciones masivas por parte del bando enemigo, ellas son las que pierden a sus hijos en el frente, ellas son las que pierden la vida en el mar y en la montaña tratando de llegar al primer mundo. 

Cuando denuncian la violencia que sufren, la sociedad se pregunta por qué no huyen de sus hogares, y por qué no buscan otros trabajos mejor pagados, pero a la vez todo el mundo está de acuerdo en que alguien tiene que limpiar la mierda del mundo, y alguien tiene que encargarse de la servidumbre sexual de los hombres, y alguien tiene que cuidar a los bebés y a las personas mayores de la familia para que las mujeres de clase media puedan trabajar. 

Por eso cuando se habla de una renta básica universal para todas, los defensores y defensoras de la alianza criminal entre el capitalismo y el patriarcado ponen el grito en el cielo o se ríen despectivamente para que a todo el mundo le suene a utopía y a disparate. 

Saben que las mujeres con ingresos dignos garantizados no aceptarían servir en ninguna casa ni en ningún burdel a cambio de unas monedas. Ninguna vendería a su bebé si pudiera alimentar a todos sus hijos e hijas.

Por eso no quieren acabar con la pobreza. Se lucran con la necesidad de las mujeres más vulnerables. 

El mercado de los cuerpos de las mujeres es uno de los más importantes del mundo, junto con la industria farmacéutica, las armas y las drogas. Miles de traficantes viven de la trata de personas, que se nutre de mujeres pobres que son engañadas o forzadas a trabajar para ellos durante años hasta que queden destrozadas. 

Las mujeres pobres que sufren explotación doméstica, sexual y reproductiva consumen alcohol y drogas, con y sin receta, para soportar el agotamiento y la violencia de un sistema injusto: cuanto más anestesiadas y empastilladas están, menos energía tienen para organizarse y para luchar por sus derechos. 

Además para ellas se fabrica el veneno del romanticismo, porque sigue siendo muy útil para encerrarlas en la cárcel del matrimonio y que trabajen gratis toda su vida para los hombres de su familia. Esos hombres que reciben cuidados sin darlos.

¿Quien cuida a las cuidadoras? 

Nadie. 

Las mujeres cuidadoras se cuidan y se apoyan entre ellas. Cuidan a sus padres, madres, hermanos y hermanas pequeñas, cuidan a sus abuelas y abuelos, a sus maridos, a sus hijas y nietas, cuidan a los suegros y suegras, a los familiares con discapacidad, con enfermedades o víctimas de accidentes. Cuidan a las mascotas, a los animales domésticos, a las plantas y al jardín, pero nadie las cuida a ellas cuando enferman ni cuando envejecen. 

Muchas no se jubilan jamás, y trabajan hasta el último día de sus vidas. Son imprescindibles para sus familias, pero cuando caen por enfermedad o muerte se buscan sustitutas que las reemplazan a ellas. No hay reciprocidad en las relaciones, excepto cuando tienen a su alrededor redes de apoyo mutuo con otras mujeres. 

Las mujeres que sufren la exclusión social y la precariedad no son más altruistas ni más generosas que las demás: lo primero es su supervivencia y poder dar de comer a sus criaturas. Y hacen lo que sea por conseguirlo, y hay mucha gente que se aprovecha. 

Las mujeres en situación de pobreza no tienen derechos humanos . Y no tienen libertad para elegir qué vida querrían tener porque están sosteniendo un sistema económico injusto y cruel. 

Un sistema que les quita el tiempo, la energía, los hijos y las hijas. Un sistema que les roba sus cuerpos para que los hombres hagan negocio, un sistema que les excluye socialmente y les condena a la marginalidad.

Los ricos viven muy bien porque les roban su energía y su tiempo de vida para poder ganar más dinero y más tiempo. Y se asume como algo natural: los pobres como son vagos tienen que conformarse con los trabajos más duros y tienen que ponerse al servicio de los que mandan. 

Y las pobres que quieran más dinero, que usen sus cuerpos y los pongan al servicio de los hombres y de las mujeres ricas.

Todo el mundo sabe que si un día ellas parasen y dejasen de cuidar y servir, la economía colapsaría. Sin esclavas no es posible la acumulación y el acaparamiento de la riqueza que llevan a cabo unas pocas familias en el mundo.

Su trabajo es esencial y por eso es el peor pagado, y para que ellas se sometan es fundamental que interioricen los mitos del patriarcado y asuman su inferioridad: soy pobre porque quiero, no valgo para nada, no genero riqueza, mi papel es irrelevante, no aporto nada a la sociedad. 

Cuanto más baja es su autoestima, más manipulables son. El poder les ofrece espejismos para que se entretengan: relatos donde el amor de los hombres salva a las mujeres de la pobreza y las convierte en princesas. Cuando entran en el palacio y se dan cuenta de que su papel no es el de la reina sino el de la sirvienta, ya es demasiado tarde. 

Los hombres se aprovechan de la dependencia económica y  emocional de las mujeres, y de su rol de sirvientas, para vivir como reyes. Ellos tienen varias mujeres, pero a ellas no les permiten tener mas parejas. Tienen privilegios que usan para explotar emocionalmente a las mujeres, y abusan más cuanto más pobreza y necesidad sufren ellas.

Estos cuentos funcionan porque contienen la promesa de la salvación, pero son una trampa. Porque sirven para mantener a las mujeres con esperanza: todas sueñan con una vida mejor.

 Y como muchas de ellas han sufrido abusos y violencia en su infancia, van buscando en un hombre el amor que nunca recibieron. 

Cuando las mujeres más pobres del planeta se juntan en grupos, es cuando se dan cuenta de que no es que ellas hayan tenido mala suerte en la vida, es que el mundo se sostiene entero con su trabajo gratis o precario. Y comprenden que el dinero está muy mal repartido y que son una inmensa mayoría, entonces toman conciencia del poder que tendrían si se organizaran para luchar por su libertad y sus derechos. 

Cuando se organizan, las machacan, las invisibilizan, las ridiculizan, las usan para la foto, y revientan sus movimientos sociales desde dentro y desde fuera. 

Porque si ellas dejaran de poner el cuerpo y dejaran de trabajar para los hombres, si dejaran de limpiar nuestras casas y de cuidar a nuestra familia, los demás no podríamos hacer nada. 

Su poder es inmenso, pero los poderosos nos hacen creer que ellas no valen nada. Que son objetos de usar y tirar, que se merecen un castigo por ser pobres, que ellas son felices sirviendo a los demás. Y que la pobreza es inevitable.

Por eso es tan importante derribar los mitos que perpetúan el sistema: la pobreza se puede combatir con una Renta Básica Universal, podemos dejar de derrochar dinero en armamento y en religiones, podemos construir otro tipo de sociedad libre de servidumbre. 

El feminismo lleva siglos reivindicando el derecho de todas las mujeres a disfrutar de una Buena Vida, y rompiendo con el mito de que las mujeres son pobres porque quieren: todas, absolutamente todas sueñan con una vida mejor. 


Coral Herrera Gómez 



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