Capitalismo, Comunismo y Patriarcado explicado en un minuto: en la Universidad y en la escuela me explicaron el capitalismo y el comunismo sin hablarme del patriarcado, por eso no lograba entender bien el funcionamiento del mundo en el que vivo. Cuando sólo ves diferencias de clase no tienes una visión completa de la realidad.
Me quedé alucinada cuando empecé a leer por mi cuenta y encontré la palabra clave para explicar nuestro sistema económico, y nuestra forma de organizarnos social y políticamente: lla explotación. El capitalismo es la explotación de los pobres por parte de uos pocos ricos, y el patriarcado es la explotación de las mujeres por parte de los hombres.
Me puse a leer sobre economía desde una perspectiva feminista, y me encontré a Silvia Federici explicando que lo que unos llaman amor, en realidad es trabajo gratuito. Descubrí que nuestro sistema económico se sostiene gracias al trabajo que hacen gratis de millones de personas en todo el planeta.
Esos millones de personas somos las mujeres, que dedicamos miles de horas de nuestra vida a organizar, planificar, administrar el hogar, cocinar, limpiar, ordenar, comprar alimentos, procesarlos, lavar, planchar, doblar y colocar ropa, cuidar a las mascotas, dar teta, cambiar pañales, vigilar fiebres, criar y educar a los hijos y las hijas, cuidar a los abuelos y abuelas, a los familiares enfermos o dependientes, a las mascotas, el ganado y el jardín, o el huerto.
Me puse a leer sobre economía desde una perspectiva feminista, y me encontré a Silvia Federici explicando que lo que unos llaman amor, en realidad es trabajo gratuito. Descubrí que nuestro sistema económico se sostiene gracias al trabajo que hacen gratis de millones de personas en todo el planeta.
Esos millones de personas somos las mujeres, que dedicamos miles de horas de nuestra vida a organizar, planificar, administrar el hogar, cocinar, limpiar, ordenar, comprar alimentos, procesarlos, lavar, planchar, doblar y colocar ropa, cuidar a las mascotas, dar teta, cambiar pañales, vigilar fiebres, criar y educar a los hijos y las hijas, cuidar a los abuelos y abuelas, a los familiares enfermos o dependientes, a las mascotas, el ganado y el jardín, o el huerto.
Otro pilar del patriarcado son las mujeres que reciben dinero por ello: son profesiones que se realizan en total precariedad o en condiciones de semi-esclavitud, porque aunque son las tareas más necesarias para el funcionamiento del mundo, son las menos valoradas.
Y por último, el tráfico de esclavas sexuales y reproductivas, uno de los grandes negocios de hombres en el planeta: la prostitución y el alquiler de mujeres para la compraventa de bebés (lo que llaman la gestación por sustitución).
Y por último, el tráfico de esclavas sexuales y reproductivas, uno de los grandes negocios de hombres en el planeta: la prostitución y el alquiler de mujeres para la compraventa de bebés (lo que llaman la gestación por sustitución).
No se puede entender el capitalismo si no se sabe que su base es la explotación femenina, laboral, sexual y reproductiva. Tampoco se puede entender el comunismo si no te explican que la clase obrera está dividida también en dos subclases en las que los hombres son la clase privilegiada y las mujeres la clase dominada. Ellos tienen las tierras, los medios de producción y los medios de comunicación, los recursos naturales, la tecnología, el poder financiero, judicial, legislativo y ejecutivo de las democracias.
Nosotras tenemos doble jornada laboral, fuera y dentro de casa, ellos no. A nosotras nos echan del trabajo por quedarnos embarazadas, a ellos no. Nosotras cobramos menos salario por el mismo trabajo que ellos. Nosotras sufrimos acoso sexual y violaciones en el trabajo o volviendo del trabajo, y ellos no. Nos afecta más el desempleo y la precariedad que a ellos, tenemos techo de cristal y ellos no. No nos sentamos a negociar en los convenios, no lideramos los sindicatos de trabajadores, y todo esto no les importa a los revolucionarios, que repiten una y otra vez que primero lo suyo y luego lo nuestro. Siguen pensando, y luchando, por la igualdad y los derechos humanos de los hombres, pero no los de las mujeres.
Nosotras tenemos doble jornada laboral, fuera y dentro de casa, ellos no. A nosotras nos echan del trabajo por quedarnos embarazadas, a ellos no. Nosotras cobramos menos salario por el mismo trabajo que ellos. Nosotras sufrimos acoso sexual y violaciones en el trabajo o volviendo del trabajo, y ellos no. Nos afecta más el desempleo y la precariedad que a ellos, tenemos techo de cristal y ellos no. No nos sentamos a negociar en los convenios, no lideramos los sindicatos de trabajadores, y todo esto no les importa a los revolucionarios, que repiten una y otra vez que primero lo suyo y luego lo nuestro. Siguen pensando, y luchando, por la igualdad y los derechos humanos de los hombres, pero no los de las mujeres.
Y no es por ignorancia: no hablar del patriarcado en los análisis de la realidad que se hacen en la prensa, en las asambleas populares, en los congresos académicos, en las aulas universitarias, en los libros de texto, los artículos científicos, las reuniones intelectuales y políticas, etc. es una forma de negar el patriarcado y de contribuir a perpetuarlo.
A muchos intelectuales les sobra patriarcado, pero no hablan de él porque lo personal es político, y les da miedo abrir su corazón y hacer autocrítica. Lo que ellos hacen es hablar de los demás, nunca de si mismos.
La gente que habla, piensa, escribe, y da clases sin tener perspectiva de género no abarca la complejidad de nuestras estructuras, no se miran a si mismos como clase privilegiada, no se deconstruyen ni proponen otras formas de organizarse económicamente que no supongan la explotación del trabajo o el cuerpo de las mujeres.
A muchos intelectuales les sobra patriarcado, pero no hablan de él porque lo personal es político, y les da miedo abrir su corazón y hacer autocrítica. Lo que ellos hacen es hablar de los demás, nunca de si mismos.
La gente que habla, piensa, escribe, y da clases sin tener perspectiva de género no abarca la complejidad de nuestras estructuras, no se miran a si mismos como clase privilegiada, no se deconstruyen ni proponen otras formas de organizarse económicamente que no supongan la explotación del trabajo o el cuerpo de las mujeres.
Menos mal que existen las compañeras que hacen Economía feminista y nos explican todo lo que los profesores patriarcales y los líderes sindicales, políticos y de movimientos sociales no ven. Nosotras, con nuestras gafas violetas, cada vez lo vemos más claro: la revolución será feminista o no será