31 de julio de 2021

Día 2: Las tetas liberadas. En la Playa del Patriarcado



Hoy hemos bajado a la playa con mi amiga María, que ha hecho una parada en su viaje de Cádiz a Granada para visitarnos junto con su compañero y su hija, Malena. Cuando me quito la ropa y me siento en la toalla, noto que mi amiga me mira extrañada y cuando le pregunto que qué pasa, me dice, asombrada:

-Nada, que estaba esperando a ver si te quitas la parte de arriba del bikini, pa' ponernos las dos en tetas. ¿Ya no tomas el sol en tetas o qué?

Yo me quedé unos segundos sin saber qué decir. 

-Pues no sé si te lo podrás creer, pero como me he pasado nueve años en Costa Rica sin desnudarme en las playas, he perdido la costumbre. Me da no sé qué, Mari. 

- Jajja, Kori, pero si cuando fui a verte a Costa Rica estabas todo el día dando teta al niño en todos lados. 

-Sí, pero fíjate que no hacía top-less en la playa. Una vez vi a una gringa que se atrevió a hacerlo y todo el mundo la miraba mal, y al final se puso la parte de arriba del bikini. Yo ni cuando estábamos en playas sin gente me destetaba, me daba miedo que me montasen una escena o que viniera la poli. 

Es cierto que las tetas nutricias también molestan, y que yo defendí a capa y espada mi derechos a amamantar, y el derecho de mi bebé a comer siempre que lo necesitase. Fue una postura política frente a las miradas de desprecio y a la proliferación de salas de maternidad en los edificios públicos. Eran espacios asfixiantes, y me parecía que lo que intentaba no era tanto facilitar a las mamás la tarea, sino apartarnos del espacio público para no escandalizar a las mentes puritanas. 

Porque ya sabemos que las tetas para excitar a los hombres y para vender todo tipo de artilugios están bien vistas, pero las tetas para nutrir a nuestras crías no se aceptan porque les resultan "obscenas". 

Así que yo me pasé los cuatro años y medio de lactancia mostrando mis tetas nutricias y obscenas en los parques, en el bus, en la sala de espera de inmigración, en el banco, en las tiendas, en las reuniones familiares, en las fiestas, en las manifestaciones, en todos lados. 

Había gente que miraba para otro lado, gente que me miraba escandalizada, y mujeres que me sonreían con complicidad. 

Ahora que mis tetas ya no son nutricias, vuelven a ser tetas de mujer, pero ya no son tetas de adolescente, como antes. Crecieron muchísimo, dieron litros y litros de leche, y luego se desinflaron. Son unas tetas nuevas y no sé qué hacer con ellas. 

Mi amiga se quita el bikini y se mete en el agua. Yo de pronto escucho mi voz interior patriarcal: "Coral, ya no son tetas bonitas, ya las tienes ya un poco caídas, ¿no? Además la panza postparto que no se te ha quitado nunca, este año no estás tú muy para lucirte, ¿no?"

Aviso a los compañeros que me voy a dar un paseo, agarro mi sombrero y mis gafas violetas, y empiezo a caminar, mientras mi patriarcado interior me va dando argumentos para que abandone la idea de quitarme el bañador. 

Mientras, me fijo en las mujeres que sí se atreven, y hago un pequeño análisis sobre mis observaciones. 

La mayor parte de ellas son de cuarenta años para arriba. Unas tienen las tetas operadas y otras no, y todas están tan a gusto. 

Las adolescentes, ninguna se atreve. Todas tienen bikinis muy sexys que permiten activar la imaginación, pero están constantemente ajustándose el bikini para no enseñar más de lo que pueden enseñar.  

Unas arquean mucho la espalda, sacando el culo para destacar su pecho, otras en cambio hacen el arqueo al revés, haciendo joroba, para no destacar nada. 

Tienen unos cuerpos bellísimos, pero se sienten avergonzadas, especialmente las que están en grupos mixtos. Noto que las chavalas en grupos de mujeres se mueven de una forma más libre y no están tan pendientes de lo que enseñan, ni arquean tanto la espalda para destacar o para ocultar su fisonomía. 

Veo a las de 70 y 80 pasear tan a gusto con sus tetas liberadas, y me dan ganas de quitarme inmediatamente el bikini. Se las ve tan empoderadas y seguras de sí mismas, y vuelvo a ver otro grupo de adolescentes tapadas, y pienso, "madre mía, con lo que podrían disfrutar las de 20 si supieran ya lo que saben las de 70"

Y me pongo a pensar en cómo el patriarcado se nos mete dentro para que vivamos en guerra contra nosotras mismas durante los años en los que tenemos salud, alegría y energía para disfrutar de la vida. 

Pienso en todas las mujeres a las que no le gustan sus propios pechos, ni su barriga, ni sus muslos, ni sus michelines, ni sus arrugas.  Pienso en las 16 mil mujeres que se operan los pechos cada año en España para agrandarlos, reducirlos o elevarlos, las 20 millones de mujeres que se someten en el mundo cada año a intervenciones quirúrgicas por motivos estéticos, y las cientos o miles de mujeres que mueren durante o después de la intervención. 

Pienso en ese 43% de las mujeres que declaran haberse sentido incómodas por practicar la lactancia materna en público en España, y en el 14% de las madres que opta por abandonar esta práctica por este motivo, según la 'Encuesta Nacional sobre Hábitos de Lactancia', un estudio impulsado por la Iniciativa Mundial de la Lactancia Materna.

Pienso que es increíble que en pleno siglo XXI siga existiendo un rechazo tan fuerte al desnudo, con lo placentero que es y la sensación de libertad que te entra cuando tu piel entra en contacto con los rayos de sol, el viento y el agua del mar. 

La obscenidad sólo está en la mirada de la persona que se siente incómoda o excitada ante unas tetas femeninas que toman el sol o que dan leche. 

Y entonces aparece la voz de la feminista que hay en mí, y me pregunto a mi misma: ¿pero tú alguna vez has querido mostrar tus tetas para lucirlas?, ¿no, verdad?, tú te desnudas porque te encanta estar en la naturaleza sin ropa. Pues entonces lo mismo te da enseñar las tetas cuando tienes 20 años que cuando estás a punto de cumplir 44. Sigues siendo la misma mujer todo el tiempo. 

Cuando regreso a mi sombrilla, después de ver tetas de todos los tamaños, colores y formas, y tetas de todas las edades y diversos tonos de piel, y después de reflexionar sobre cómo el patriarcado y el capitalismo utilizan las tetas para someternos a todas, aún no me he decidido. Tengo claro el tema a nivel intelectual, pero,  cómo cuesta ponerlo en práctica.  

Mientras bebo agua fresquita del termo, me doy cuenta de que Malena está agarrada a su libro y no se ha quitado la camiseta de manga larga, con el calor que hace.

Malena está a punto de cumplir 11 años, pero tiene desarrollo precoz y se siente super avergonzada. Me siento junto a ella, aprovechando que los demás se están bañando en el Mar Patriarcal, y le cuento lo que me está pasando. 

- ¿Te puedes creer que yo siempre he tomado el sol con las tetas al aire libre, y que ahora me da vergüenza porque soy más mayor y las tengo un poco caídas? 

Malena aparta la vista del libro y me sonríe. 

- ¿Cuando te empezaron a salir también te daba vergüenza?

- También, sí. Al principio, en la piscina, pero como mi madre y sus amigas tomaban el sol en tetas en el pantano, me di cuenta de que se vive mejor cuando te sientes tan libre y tan tranquila. 

- Mi madre me ha contado que antes siempre ibais a playas nudistas. 

-Es que es donde mejor se está. En la naturaleza, desnuda, sintiéndote libre. No como en esta playa patriarcal, que no nos dejan desnudarnos. 

- Bueno mi madre se ha quedado en tetas, mírala. Y hay más mujeres un poco más allá: yo creo que las que son feministas van todas en tetas. Tú también eres feminista, ¿no, Kori?  

- Si, mi amor. Pero es que no veas, el patriarcado se te mete dentro, y es bien difícil no hacerle caso. No importa que seas o no feminista: es que lo llevamos aquí dentro, y por eso nos cuesta tanto hacer cosas que nos gustan.  

- ¿Y a ti qué te dice el patriarcado? .- Malena se ríe pensando que soy una tía muy graciosa. 

- Que no me quede con las tetas al aire, porque no son tetas como las de las modelos o las actrices, no son tetas para vender un producto, no son tetas para que disfruten los hombres. 

- ¿Y para qué te dice eso el patriarcado? 

- Para que me de vergüenza y me tape. Pero mira una cosa, Malena, al patriarcado hay que  desobedecerle y hay que sacarle de aquí. -le digo señalando mi cabeza. 

- ¿Y qué es el patriarcado? 

- Es esa voz interior que te hace avergonzarte de tu cuerpo, que te dice que tu cuerpo es pecado, y que eres fea, gorda, vieja, y no vales. Es esa voz que te vigila constantemente y te obliga a estar sexy, a seguir los estereotipos y las normas, a ser la mejor en todo, y que te hace la guerra a ti misma todo el día. Es una voz que te somete a la opinión de los demás, no te deja disfrutar y te fastidia todos los momentos hermosos de tu vida. 

- Yo creo que tengo ya esa voz del patriarcado dentro, tía Kori. Yo también siento vergüenza porque me están saliendo las tetas. Y es que yo aún soy una niña, pero mira lo que me está pasando. Hasta pelos me están saliendo. 

- Pues Malena, no le escuches al patriarcado, no le des poder sobre ti. Estás en un momento de transición bien bonito. Nuestros cuerpos cambian, nuestras tetas cambian, todo va cambiando en nosotras... nuestros cuerpos son nuestra casa. Hay que sacarlo fuera de nosotras para que no nos torture y no nos haga la vida imposible. Si le hiciésemos caso, las mujeres nunca haríamos nada. 

- Pero, ¿cómo se saca al patriarcado de aquí?

- Hablando con él, y llevándole la contraria todo el rato. El patriarcado nos quiere inseguras, sumisas, acomplejadas, tristes, aburridas, dependientes y miedosas. 

- Es un señor amargado, el patriarcado.

- Muy amargado, jajaj, es verdad. Yo lo que quiero en realidad es ser libre, y que todas podamos elegir si queremos o no sacar las tetas al viento. Pero para poder ser libres, tenemos que rebelarnos y ser valientes. Mis abuelas no pudieron tomar sol con las tetas al aire, pero gracias a que muchas mujeres se atrevieron a romper con las normas, hoy nosotras podemos quitarnos la parte de arriba del bikini. 

Me quité la parte de arriba del bikini. 

Malena me miró asombrada.

-Ahora me siento mucho mejor, ¿ves? -sonrío y sigo diciendo -mis tetas son mías y les encanta tomar el sol. 

- No sé por qué te da vergüenza, yo te las veo muy bonitas. 

- Gracias, cariño. 

- Yo también las voy a poner al sol. 

Malena se quitó la camiseta y yo le pasé el bote de crema: "Hay que cuidar nuestras tetas liberadas"

Cuando su madre regresó me miró con una alegría inmensa y me preguntó con la mirada: ¿cómo lo has conseguido?

- Mira, María, a las dos nos daba vergüenza, pero nuestras tetas se han liberado por fin. 

-¡Me alegro mucho, chicas! 

-¿Le damos un bañito a las tetas, Kori?

-¡Vamos!

Las dos nos metimos en el agua dando gritos de alegría por la victoria contra el patriarcado interior. 

- Ser rebelde, es ser libre, ¡nosotras somos libres! -gritaba Malena feliz

- ¡Ya no nos da más vergüenza, que vivan las tetas liberadas!- gritaba yo, eufórica.  


Yo creo que no se nos va a olvidar este acontecimiento a ninguna de las dos. Nos hemos hecho una foto para conmemorar el día en que nos atrevimos a liberar nuestras tetas en la Playa del Patriarcado. 

Pero no la subo aquí porque las tetas cuanto más libres son, más obscenas resultan a la censura: los pezones libres de las mujeres están prohibidos en las redes sociales del Patriarcado.

¿Y qué hay de vosotras, cómo hacéis con vuestras tetas en la playa?, 

¿cómo mandáis callar a la voz del patriarcado?, ¿lográis mantenerlo a  raya?

¡Mañana más!

Coral Herrera Gómez 


Mis vacaciones en la Playa del Patriarcado

Día 1: Las mujeres sin vacaciones, y los manolos, en La Playa Del Patriarcado

Día 2: Las tetas liberadas, en la Playa del Patriarcado 

Día 3: La tormenta en el Mediterráneo, en la Playa del Patriarcado. 

Día 4: Las familias felices, en la Playa del Patriarcado

Día 5: Una cita romántica, en la Playa del Patriarcado 

Día 6: Hombres que quieren ser libres: el Juanfran y sus amigos en la Playa del Patriarcado



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30 de julio de 2021

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29 de julio de 2021

Día 1. Los manolos y las cármenes, en la Playa del Patriarcado


Empiezan mis vacaciones: llego a la playa, extiendo mi toalla en la arena, me pongo la crema solar, abro mi libro para disimular, y cuando estoy sacando del estuche las gafas violetas, mi chico me dice que intente relajarme un poco, y que deje de analizar la realidad por unos días, que me va a venir bien descansar. Dejo las violetas en su funda y me pongo las de sol, pero no hay manera, no lo puedo evitar. 

Llega una familia formada por un señor llamado Manolo, su esposa Carmen, dos hijas treintañeras, cinco nietas y un nieto. Nada más llegar, Manolo mira el horizonte, toma aire, tensa sus músculos, y se dispone a realizar uno de los trabajos más duros y más valorados en época estival: hace un pequeño agujero en la arena para colocar la bandera, en este caso, una sombrilla de color verde, y la clava con la misma valentía y la solemnidad con la que el astronauta clavó la bandera en la luna en 1969. 

Desplega el artefacto protector, es decir, la sombrilla, y abre él solo, sin ningún tipo de ayuda, una de las sillas. Se quita él solo su camiseta, se descalza, se sienta en la silla, y se enciende un cigarro, mirando al horizonte patriarcal con cara de orgullo y satisfacción por la hazaña realizada.  

Carmen le pasa el cenicero playero, saca de la nevera una cerveza fresquita para darsela a Manolo. Para que no tenga que mover un dedo, ella misma la abre y se la pasa. Él ni la mira, ni le da las gracias, anda siguiendo con la vista a dos mujeres que caminan por la orilla haciendo topless, mientras se relame el sudor del bigote pensando en lo que les haría si se dejasen. 

Carmen tiene ganas de estamparle una silla a su marido en la cabeza, pero se pone a trabajar. 

Abre las demás sillas y la mesa, 

coloca las neveras, 

 abre la bolsa con los juguetes del playa. 

Su hija mayor empieza a dar crema solar a cada niña mientas su hija menor cambia los pañales del bebé. 

Entre las tres hinchan manguitos y flotadores, y después se ponen crema en sus propios cuerpos. 

La hija menor se pone al bebé en la teta, y la mayor, llena de esperanza, saca un libro. Pero no tiene éxito: las niñas se están peleando por el delfín de plástico y se acaba metiendo con ellas en el agua. 

Mientras, Carmen acuna a la bebé, y le canta canciones. Manolo se rasca la panza. 

Carmen aprovecha que el bebé se ha quedado dormido para llamar a su hermana: lleva todo el día buscando un hueco para preguntarle por su brazo escayolado, y por los resultados del análisis de su hijo. Cuando termina de charlar, se remoja un poco en la orilla y empieza con los preparativos para la comida. 

Al ver el menú me di cuenta del trabajo que habían estado haciendo las mujeres bien temprano: 

fueron a la compra 

y cocinaron tortilla de patatas, 

ensalada campera, 

boquerones en vinagre, 

filetes empanados, 

y bizcocho casero de postre. 

Cerveza para las adultas, agua y zumos para las niñas. 

Después de comer, Manolo enciende otro cigarro y las mujeres lo recogen todo. Carmen se lleva la basura al contenedor, Manolo echa para atrás su tumbona y se pone a dormir la siesta, mientras sus hijas recogen y limpian. 

Carmen juega con sus nietas, y su hija mayor contesta unos mensajes en el teléfono mientras la otra hija habla con su amiga Pili, que parece que se quiere separar del marido. Ella le anima: "si, Pili, sí, te tienes que separar de ese desgraciado, hazlo ya, de verdad que no te imaginas lo bien que se vive sin marido", mientras su hermana asiente con la cabeza. 

Manolo se despierta de su siesta playera y se va a bañar. Cuando vuelve, le pide a Carmen una bolsa de patatas y una cerveza. Carmen le sirve y luego se pone a dar crema a las niñas, que están discutiendo entre ellas porque unas quieren jugar a la oca y otras al parchís. 

Carmen se levanta y le dice a su hija que se va a dar un paseo sola por la orilla Manolo la mira con cara de fastidio, pero sabe que si necesita algo sus hijas correrán a complacerle. Para eso es el rey de su hogar, el puto amo de su casa, el pilar fundamental de su familia. 

Carmen vuelve al cabo de un rato del paseo, para decepción mía. Yo estaba soñando con que Carmen se fuese para siempre, y Manolo se quedase solo. Pero claro, al ver a las hijas ya supe a quienes les tocaría hacer el papel de sirvienta, de enfermera, de cocinera, de limpiadora, de secretaria, de psicóloga y de cuidadora. Así que Carmen vuelve después de un paseo de apenas 20 minutos.

Manolo ni la saluda, se va a bañar de nuevo, y después se toma su tercera cerveza y fuma su quinto cigarro, disfrutando de la fiesta de los cuerpos en la playa, y mirando a las jovencitas con cara de viejo verde.  

Cuando la sombra de los edificios les alcanza, Carmen empieza a levantar el campamento. 

Lo primero, la bolsa de la basura, donde va metiendo las latas de cerveza, las bolsas de patatas, las servilletas usadas, el pañal del bebé, 

después le quita la arena a los juguetes de las niñas y los guarda en la bolsa, 

recoge los bañadores humedos y dobla las toallas tendidas en la sombrilla y las sillas, 

mete las cremas y las toallas en la bolsa, 

vacía de agua la nevera,

ordena las bolsas de la comida y empaca los restos,

y luego ayuda a sus hijas que están desinflando los flotadores y los manguitos. 

Manolo se espera sentado en su silla a que las sirvientas terminen de hacerlo todo. 


Cuando Carmen le dice: "Vamos ya, Manolo", 

él se levanta, 

saca la parte de arriba de la sombrilla, 

la cierra, 

y saca el palo principal del agujero. 

Manolo mira a su alrededor como esperando aplausos y resopla, es demasiado esfuerzo, su panza demasiado grande, la gesta demasiado heroica. Se seca el sudor de la frente y se pone la camisa.

Carmen cierra la silla de Manolo y le pasa la nevera. Manolo la agarra con determinación y valentía, y camina hasta las duchas con la familia. 

Mientras las mujeres se dedican a quitarse la arena y quitársela a los niños y a los juguetes de los niños bajo la ducha de la playa, él revisa su móvil, ajeno a la dinámica familiar.  

Cuando le toca a él, Carmen le invita a acercarse al grifo y se agacha para quitarle la arena de los pies y las piernas. A Manolo no le da ninguna vergüenza, pero a las hijas sí, porque miran para otro lado. 

Cuando ya le han lavado los pies, se encamina hacia su coche tan feliz. Mientras las mujeres meten los bártulos en el maletero, él sostiene la tapa, y yo me pregunto qué sería de esa familia sin un hombre tan imprescindible y necesario. 

Manolo entra en el coche, dispuesto a llevar a su familia al apartamento, sabiendo que sin él, no irían a ninguna parte (aunque Carmen y sus hijas tienen carnet de conducir y conducen mucho mejor que él)

Lo que viene después no lo veo, pero me lo imagino: 

Manolo llega al apartamento, 

pone el televisor, 

y enciende el ventilador. 

Le pide una birra a Carmen, 

enciende un cigarro, 

y le grita a las nietas que no molesten que está viendo el fútbol. 

Carmen y sus hijas siguen trabajando: 

tienden las toallas y los bañadores mojados, 

duchan a las niñas, 

cambian los pañales al bebé, 

ponen una lavadora, 

doblan la ropa de la lavadora anterior, 

limpian los tappers de la playa, 

median en una pelea de las niñas, 

Empiezan a hacer la cena, 

ponen la mesa, 

la sirven, 

recogen todo después de cenar, 

tienden la lavadora, 

y cuando han terminado y las hijas se van a dormir a las nietas, Carmen empieza a preparar la comida del día siguiente:

un gazpacho, 

una ensalada con aceitunas, huevo, atún, tomate, lechuga, cebolla, espárragos, pimientos y maíz, 

unos calamares rebozados, 

y un arroz tres delicias para acompañar.   

Carmen se sienta por primera vez en todo el día, son las doce y media de la noche y abre su abanico. Está agotada y hace mucho calor aún a esta hora. Mira su teléfono un ratito, hasta que Manolo con un gesto le invita a ir a la cama. 

Carmen aún no ha terminado de trabajar, ahora le toca cumplir en la cama con Manolo. Se levanta y suspira, resignada. No le apetece, no le ha apetecido nunca, pero es lo que hay.

La Playa del Patriarcado está llena de Carmenes y de Manolos. Las cármenes no tienen días libres, 

ni vacaciones, 

ni baja por enfermedad, 

ni días de descanso, 

ni siquiera un salario,

jamás cobrarán pensión. 

Como ellas, hay millones de mujeres trabajando gratis y sirviendo a sus maridos. Resoplo pensando en la estafa romántica, y me revuelvo pensando en lo felices que serían todas las cármenes sin los manolos. 

Yo siempre que veo a los manolos fantaseo con la idea de que se queden todos solos. No es justo que reciban tantos cuidados y que ellos no cuiden a nadie en toda su vida. 

Sé que Manolo, cuando ya no pueda poner la sombrilla por sí solo, cuando ya no pueda conducir el coche para llevar a su familia a la playa, se va a deprimir y va a cargar su frustración contra Carmen, que será la que, con mucha paciencia, le de sus medicinas, le de de comer, le duche, le lleve al médico, le tenga la ropa limpia y le haga absolutamente todo. 

Me pregunto si las nietas de Carmen serán también las sirvientas de sus maridos. Me pregunto si el nieto heredará la corona y los privilegios de su abuelo, o si querrá trabajar en equipo junto a sus compañeras, compartiendo las tareas por igual. 

Ya se ha puesto el sol y la playa se va vaciando poco a poco de manolos. Mañana será otro día en la Playa del Patriarcado....


Coral Herrera Gómez 


Mis vacaciones en la Playa del Patriarcado

Día 1: Los manolos y las cármenes en La Playa Del Patriarcado

Día 2: Las tetas liberadas, en la Playa del Patriarcado 

Día 3: La tormenta en el Mediterráneo, en la Playa del Patriarcado. 

Día 4: Las familias felices, en la Playa del Patriarcado

Día 5: Una cita romántica, en la Playa del Patriarcado 

Día 6: El Juanfran y sus amigos en la Playa del Patriarcado

Día 7: Las Mujeres que ya no sufren por amor, en la Playa del Patriarcado



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22 de julio de 2021

Que circule la información, compañeras



Si tu nueva pareja te confiesa que está casado o emparejado, díselo a su pareja oficial. 

Si has visto al marido de tu tía salir del burdel, díselo a tú tía.

Si ves al novio de tu mejor amiga en una app para ligar, díselo a tú mejor amiga. 

Si ves a tu cuñado saliendo del hotel con su amante, díselo a tu hermana. 

Si el marido de tu compañera del trabajo intenta ligar contigo, díselo a tu compañera. 

La información tiene que circular entre nosotras porque la información es poder, y porque el amor romántico es una estafa. 

Millones de mujeres viven encerradas en una falsa monogamia, y millones de hombres hacen lo que les da la gana protegidos por el pacto de silencio entre ellos. 

Nosotras no podemos colaborar más con el patriarcado: el silencio protege a los hombres mentirosos para que puedan tener a su disposición todas las mujeres que quieran. 

No es justo que todo el mundo pueda ver tus cuernos menos tú: nos tenemos que mostrar unas a otras las cornamentas que adornan nuestras cabezas, para no vivir en una realidad paralela como hemos hecho hasta ahora. 

Con información cada cual puede decidir si quiere llevar su cornamenta o liberarse de ella. Hay que estar abiertas a recibir información y ser agradecidas con las mujeres que nos la brindan,  y protegerlas frente a nuestra pareja.

Hay que atreverse aún sabiendo que muchas mujeres se enfadan con la persona mensajera y no con su pareja, es una cuestión de justicia social.

Cuando tenemos información podemos evitar que se rían de nosotras y nos traten mal, y podemos tomar decisiones. Solo acabaremos con los privilegios masculinos y con su violencia cuando nos quitemos la venda y dejemos de ser cómplices de la doble vida que llevan tantos hombres. 

Sé que hay mujeres que prefieren vivir en la estafa romántica, pero no se nos olvide que poder vivir en la realidad es un derecho que tenemos todas, y que hay muchas mujeres atrapadas en jaulas que, en secreto, sueñan con poder volar algún día. 

La información abre puertas y ventanas, el silencio nos hace cómplices de las violencias masculinas. 

Que circule la información, compañeras, con generosidad y alegría, ¡si entre nosotras no hay secretos, el patriarcado se hunde! 

#sororidad #LaInformacionEsPoder #conlospiesenlatierra #laestafaromántica #ElSilencioNosHaceCómplices #YaNoNosEngañanMás

19 de julio de 2021

Cambia tu mundo, y cambias el mundo: la terapia es colectiva


Una de las medicinas más potentes que conozco para aliviar  la soledad, el aburrimiento, el vacío existencial, la angustia vital, o el sufrimiento romántico, es unirte a la gente que lucha por un mundo mejor.

Es pura terapia social: cuando aportas tu granito de arena en los grupos de gente que pone su energía, su amor y su tiempo a las causas sociales y políticas, te sientes útil y empiezas a sentir la magia del apoyo mutuo y el compañerismo.

Cuidando a los demás y recibiendo cuidados, te cuidas mejor, y empieza a salir lo mejor de ti: toda tu capacidad para la empatía, la generosidad, la solidaridad, y el amor del bueno. Luchar por tus derechos y los de los demás, y ayudar a la gente que más lo necesita, te ensancha los horizontes mentales, y te aumentan los niveles de fe en la Humanidad y la alegría de vivir. 

Además te permite convertir la palabra en acción: el discurso se transforma en realidad.

Hay tanto por hacer: hace falta mucha gente para echar una mano en las asociaciones vecinales que reparten alimentos, que se organizan para ayudar y acompañar a las personas mayores, que se reúnen para parar desahucios, que intentan acabar con las casas de juegos y apuestas y ofrecen alternativas de ocio a la gente joven. 

Hace falta mucha gente para crear redes de crianza, para ayudar a alfabetizar e integrar a la población migrante, para apoyar a las tareas escolares a niñas y a niños en riesgo de exclusión social. 

Hacen falta familias de acogida para menores sin familia, redes para personas que sufren soledad y enfermedades mentales, víctimas de violencia machista. 

Necesitamos gente que crea en el Bien Común para devolverle la vida a los pueblos y a los barrios organizando actividades deportivas, artísticas y culturales, y teniendo redes.

También hay gente que me esita apoyo para cuidar los bosques y limpiar los ríos, para defender el derecho al agua y el aire limpio, para proteger a los animales salvajes, para impedir el cierre de centros de salud y centros de día, y para luchar por los servicios sociales que alivian el sufrimiento de tantas miles de personas.

Hacen falta muchas manos en las protectoras de animales, hay mucho trabajo en los colectivos ecologistas y animalistas, feministas y LGBT, y antirracistas. 

Puedes también aportar en agrupaciones sindicales y políticas y aprender mucho de la gente que está luchando para que todas y todos podamos vivir mejor. 

Este tejido social nos protege de los políticos que gobiernan contra nosotros, y empuja a las administraciones a buscar soluciones para los principales problemas en los barrios, los pueblos y las ciudades. Sentirte parte de este tejido social y político te permite trascender tu yo, dejar de mirarte el ombligo, olvidarte un poco de tus problemas, y mirar el mundo desde otras perspectivas. 

Ayudar, y recibir ayuda, cuidar, y recibir cuidados, es sanador y terapéutico: cuando te comprometes con la justicia social, la libertad, la igualdad, los derechos de todas y todos, es cuando la vida parece tener por fin algo de sentido. Porque sobrevivimos como especie gracias a esta capacidad para cuidarnos y para practicar el apoyo mutuo: los seres humanos no podemos sobrevivir en soledad, somos seres muy vulnerables. 

Cuando te juntas a gente con ideales que mantiene la esperanza y lucha contra las injusticias, contra las guerras, contra la pobreza y el sufrimiento, te contagias, floreces y aparece la mejor versión de ti misma. 

Salir de tu burbuja y conocer otras realidades te ayuda a valorar lo que tienes y a ensanchar tu mundo, tu mente y tu corazón. Te das cuenta de que hay otras formas de vivir, de relacionarse y de organizarse, y de que no eres tan rara ni estás tan sola. 

Da mucha alegría comprobar que hay más gente que sueña, como tú, con un mundo mejor, y que sí se puede cuando somos muchos y muchas. 

Cuidando y recibiendo cuidados aprendes a cuidarte mejor a ti misma. La búsqueda del bienestar y la felicidad no puede ser individual, ha de ser colectiva, porque lo personal es político, y no podemos ser felices si los demás a nuestro alrededor sufren. 

La mejor terapia del mundo es tejer y alimentar las redes de apoyo mutuo, y lo mejor es que no cuesta dinero: lo que aportas es tu energía, tu tiempo y tu amor.  

#lafelicidadespolítica #cuidados #apoyomutuo #solidaridad #amordelbueno #terapiasocial #unmundomejoresposible


Coral Herrera Gomez 


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