A algunos feminismos les sobra un poquito de patriarcado, y
les hace falta más diversidad. Hoy es un buen día, como otro cualquiera, para hacer
autocrítica y hablar de las estructuras patriarcales con las que construimos un
colectivo feminista, un departamento de género en una universidad, una sección de un partido político, una
asociación de mujeres, un instituto de estudios de género, una ONG de mujeres,
un grupo de investigación feminista, etc.
Con algunas de mis compañeras llevo años hablando sobre este
tema y no me he atrevido hasta ahora a lanzar las preguntas en los foros
sociales, pero me parece fundamental que empecemos por preguntarnos por qué
algunos feminismos están tan enfrentados o divididos, por qué las mujeres nos
hacen fotos cuando salimos a manifestarnos como si fuéramos bichos raros, por
qué nuestras reivindicaciones no tienen el impacto que desearíamos en la
opinión pública, o por qué no logramos sensibilizar a la mayoría de la
población sobre el tema de la violencia de género. Urge un debate profundo para
reflexionar colectivamente en torno a los estereotipos negativos del feminismo,
analizar el modo en cómo estamos comunicando y visibilizando nuestro trabajo,
debatir acerca de nuestras debilidades y nuestras fortalezas, y re-plantearnos
el modo en el que podríamos contagiar a más gente para que se unan a la lucha feminista
por los derechos humanos de las mujeres.
Un primer paso podría
ser trabajar en la despatriarcalización de nuestras estructuras, y analizar la
forma que tenemos de relacionarnos y organizarnos. Existen muchas
organizaciones que practican el feminismo patriarcal: me refiero a esos
colectivos que funcionan de manera similar a otros colectivos sociales o
políticos construidos sobre bases patriarcales. Bases que preferimos no ver
porque creemos que nos hemos liberado de todas las opresiones, y que al ser
feministas no reproducimos la misma estructura que el resto de los movimientos
sociales.
El patriarcado dentro
de nuestros movimientos feministas se expresa fundamentalmente a partir de las
jerarquías que establecemos entre nosotras, y a partir del pensamiento binario
que nos obliga a definirnos en oposición a las otras. Estas dicotomías nos
dividen en pequeños grupos separados por diferencias ideológicas o intereses
particulares: feminismo islámico, feminismo católico, feminismo decolonial,
feminismo campesino, ecofeminismo, feminismo anarquista, feminismo lesbiano, feminismo
queer, etc.
Al definirnos con etiquetas identitarias, nos diferenciamos
unas de otras en base al pensamiento binario que nos hace creer que somos una
cosa y no somos otra: feministas/no feministas, mujeres cisexuales/mujeres transexuales,
lesbianas/heteros, académicas/activistas, blancas/negras, ricas/pobres, etc. En
medio se quedan todas aquellas que no encajan en estas etiquetas, y son
categorizadas con otros términos que las discriminan todavía más (transgénero,
bisexuales, mestizas, indias claras, precarias, travestis, trabajadoras
sexuales, etc.).
Otra característica
del feminismo patriarcal es que se construye sobre la dicotomía entre
“nosotras” y “las otras”, de modo que cerramos las puertas a otros
colectivos y personas que no son “nosotras”, o que no son como “nosotras”. Pese
a que dentro de los feminismos tenemos unos objetivos básicos comunes (derechos
humanos de las mujeres y las niñas), se nos olvidan cuando nos aferramos a estas
etiquetas para diferenciarnos unas de otras. Y si bien es cierto que los
recursos en nuestra área son limitados, deberíamos poder compartirlos para hacerlos más grandes. Además, las
diferencias son enriquecedoras y deberíamos aprovecharlas para construir
feminismos inclusivos, no para crear oposiciones irreconciliables entre
nosotras.
Yo estoy convencida de que para lograr la igualdad y para
que todas podamos disfrutar de nuestros derechos básicos fundamentales, es necesario despatriarcalizar el
feminismo, abrirlo a todo el mundo, y aplicarle un enfoque basado en los
valores de la inclusión y la diversidad. El feminismo, creo, no es solo
cosa de mujeres, y por eso tenemos que liberarlo de las etiquetas de género, nacionalidad,
etnia, edad, clase socioeconómica, orientación sexual, religión, edad, etc. que
nos diferencian y nos discriminan.
Estas son algunas propuestas que he elaborado para el
análisis del patriarcado en los feminismos desde una perspectiva autocrítica.