22 de septiembre de 2020

Cuidarnos entre nosotras




A las mujeres nos educan para que no nos enamoremos unas de otras, y nos convierten en rivales, porque no nos quieren unidas en pareja, ni en grupo. Nos quieren solas, divididas, enfrentadas y enemigas. Por eso el mayor acto de rebeldía es cuidarnos y querernos mucho entre nosotras.

Si el patriarcado nos quiere amargadas, tristes, ansiosas, deprimidas, de rodillas y solas, hay que desobedecer, juntarnos y reivindicar la alegría de vivir. 

La cuestión es: ¿cómo liberamos al amor del patriarcado?, ¿cómo hacer para querernos más, para cuidarnos mejor?, ¿cómo hacer de nuestras relaciones una fuente de disfrute, placer y amor del bueno?


Cuidarnos a nosotras mismas y a las demás es un acto de resistencia 

La mayor revolución que estamos haciendo en nuestro día a día, no es sólo aprender a cuidarnos a nosotras mismas, sino también aprender a cuidar a las hermanas, madres, abuelas, amigas, primas, tías, compañeras de estudios y trabajo, compañeras de lucha, novias, ex novias, amantes, vecinas, y también, a las mujeres desconocidas. 

En la medida en que nos apoyamos unas a otras, vamos destrozando el patriarcado, que nos quiere miedosas, acomplejadas, insatisfechas, frustradas, y muertas de envidia. Nos enseñaron a competir entre nosotras para que nos destruyamos entre nosotras: el reto es que las nuevas generaciones aprendan a  cuidarse, y a hacerse la vida más fácil y más bonita las unas a las otras. 


Cuidarnos es dedicarnos tiempo

Es parte de los cuidados hacia una misma, pasar tiempo contigo y con más mujeres. 

Todas necesitamos tiempo de atención plena y amorosa, necesitamos que nos escuchen y escuchar a las demás, necesitamos parar los relojes cuando estamos juntas. Hoy apenas tenemos tiempo para el amor y los cuidados, y nos invitan a dedicar el poco que tenemos a un hombre. Si estamos criando, la cosa se complica aún más: tenemos que apoyarnos las que somos mamás y las que no, para que la falta de tiempo a solas no nos separe. El amor hay que repartirlo entre tu gente querida, y las mujeres de tu vida, porque las redes son nuestro principal sostén para poder sobrevivir en un mundo terrible. 

Dedicar tu tiempo a una mujer a la que quieres es una de las mayores demostraciones de amor que puedes hacerle.  


Cuidarnos es disfrutar 

Las mujeres no sólo tenemos a las amigas y a las primas para llorar cuando las cosas nos van mal. 
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Las redes de mujeres son el mejor lugar para celebrar la vida y para disfrutar de nuestro poco tiempo libre. Son lugares seguros, libres de violencia, en el que podemos ser nosotras mismas y en el que olvidarnos por un rato del mundo ahí afuera. 

Todas necesitamos tener tiempo libre, y sentirnos libres para gozar y para disfrutar. No resulta fácil reivindicar nuestro derecho al placer, porque ahí está la culpa para hacernos creer que sólo podemos ocuparnos del bienestar de los demás, pero disfrutar es un acto político que nos libera a todas. 

Cuando las mujeres nos juntamos para festejar, para divertirnos, para jugar y aprender cosas nuevas, para compartir secretos, para viajar y conocer nuevos sitios, para sacar adelante nuevos proyectos, para disfrutar y para luchar por lo nuestro, somos imparables: dedicarle tiempo a las mujeres de tu vida es fuente de energía y de alegría.


Cuidarnos entre nosotras es subversivo 

En todo el planeta, las mujeres forman redes de resistencia y de apoyo para sobrevivir: en situaciones de catástrofe como las guerras, es la única forma de no morir de hambre o bajo las bombas. También en las crisis económicas las mujeres se ayudan: aportan comida a la olla común, se apoyan en el cuidado de menores y mayores, y practican el trueque para tirar hacia delante. 

El ejemplo más cercano lo tenemos en nuestras abuelas: en los pueblos cooperaban entre ellas para sobrevivir, tejían redes de resistencia al hambre, al frío, a la miseria, a la guerra, y al patriarcado. Como ellas viven millones de mujeres en el mundo, especialmente en zonas rurales.

Las mujeres feministas y las no feministas tejemos redes en todo el mundo y formamos comunidades para protegernos, para ser solidarias, para luchar por nuestras causas, y para avanzar hacia la construcción de un mundo mejor. Hay que fortalecer y multiplicar esas redes para cuidarnos entre nosotras, para que ninguna mujer tenga que luchar sola. 


Cuidarnos es resistir 

La única forma de resistir la violencia del patriarcado es mediante la solidaridad y el compañerismo entre nosotras. La sororidad, que es la capacidad de las mujeres para respetarnos, comunicarnos, ayudarnos entre nosotras, y cuidarnos, salva vidas a diario a muchas mujeres que están batallando para sobrevivir.  

Es necesario reivindicar la importancia de las redes de apoyo mutuo para la seguridad, el bienestar, y la salud mental y emocional de millones de mujeres, porque vivimos unos tiempos en los que la distancia social nos está separando cada vez más. Ya hay millones de mujeres luchando por sobrevivir a las 3 jornadas laborales, salarios precarios, desempleo, teletrabajo y crianza a solas, creyendo que su problema es personal, y no político. Y muchos millones de esas mujeres confinadas en casa, sufren malos tratos a diario y viven con miedo constante a ser asesinadas.

Cuando nos damos cuenta de que no es cuestión de mala suerte, sino un problema colectivo que afecta a la mitad de la población del planeta, es cuando por fin comprendemos que tenemos que necesitamos cambios sociales y políticos, y que unidas tenemos más fuerza. No sólo en la batalla política, sino sobre todo en las batallas que libramos día a día contra el machismo, la violencia, la discriminación, la precariedad y la pobreza, las injusticias y la falta de derechos humanos. Cuanto más solas estamos, más vulnerables somos. 



Cuidarnos es no competir  

Es importante relacionarnos con las demás mujeres con la idea de que no son una amenaza para nosotras, y que hay espacio para que brillemos todas, y para que podamos establecer alianzas. Nos representan siempre a las mujeres exitosas como mujeres solitarias a las que nadie quiere y a las que nadie necesita, para que creamos que triunfar en nuestra carrera tiene un coste muy alto. 

Si los hombres reciben la admiración de los demás, las mujeres solemos sufrir la envidia del resto. Y la envidia es muy dañina: se vuelve en contra nuestra en forma de chismes, rumores, y cotilleos que sirven para tumbar nuestro prestigio, para cuestionar nuestro talento, para dejarnos solas en el trono del éxito, y para bajarnos de él de forma bruca y violenta. 

Por eso es tan importante que las mujeres podamos brillar, y que enseñemos a las niñas la importancia del apoyo mutuo. 


Cuidarnos es aprender a trabajar juntas en lo esencial, sin que nuestras diferencias nos separen. 

No tenemos que pensar igual, ni tenemos las mismas creencias, ni tenemos que estar de acuerdo en todo. No tenemos que estar siempre unidas en todo, pero sí que podríamos aprender algo que nos puede ayudar mucho a todas: a abrazar la enorme diversidad, y a aceptar que nuestras diferencias son una fortaleza, no un obstáculo para entendernos.  

En todo el mundo, la mayor parte de los movimientos sociales fracasan porque los grupos se dividen, compiten entre sí, se atacan, y acaban desintengrándose por el hartazgo y el cansancio de las guerras internas. Los movimientos de izquierdas suelen perder mucho tiempo y energía en luchas de poder, en debates que no llevan a ninguna parte, en luchas de egos, y en guerras ideológicas que les convierten en un objetivo fácil para las derechas. Esta es la lección que hemos aprendido estudiando Historia: que funciona la estrategia del "divide y vencerás", y que para hacernos más fuertes, hay que estar unidas en lo esencial. 


Cuidarnos es despatriarcalizarnos 

Las mujeres no solo sufrimos violencia, también la interiorizamos y la ejercemos sobre los demás. Desde pequeñas nos hacen creer que las mujeres no somos confiables, no somos honestas, y no somos buenas personas. Así es como se nos mete la misoginia dentro y acabamos creyendo que las mujeres somos manipuladoras, retorcidas, caprichosas, egoístas, mentirosas, mezquinas y malvadas, maltratadoras y violentas. Por eso tantas mujeres buscan la amistad de los chicos, a los que siempre representan como seres nobles y transparentes, y por eso muchas mujeres creen que las mujeres somos las peores enemigas.

A todas las niñas nos educan para que reprimamos nuestro afecto y nuestro deseo sexual, y nos veamos como una amenaza unas a otras. Los hombres se benefician de nuestra misoginia: ellos nos necesitan solas, inseguras, llenas de odio y de miedo, y sumidas en guerras con otras mujeres. 

El maltrato, sin darnos cuenta, se nos mete dentro. El ego nos lleva a estar constantemente comparándonos con las demás, y sosteniendo luchas de poder que nos quitan la energía. 

Para parar la guerra mundial contra las mujeres, tenemos que dejar de hacernos la guerra a nosotras mismas, y dejar de hacernos la guerra entre nosotras. 


Cuidarnos es cuidar nuestras palabras, nuestra forma de comunicarnos y de resolver nuestros conflictos

Lo mismo en casa que en la fábrica, lo mismo en la cama que en la oficina, lo mismo en la intimidad que en público: tenemos que cuidar mucho nuestra forma de hablar a las demás, nuestra forma de tratarnos y de relacionarnos. Igual con las mujeres de tu familia y tus tribus, que con las mujeres a las que no conoces de nada. 

La única forma de sobrevivir a la violencia del sistema patriarcal es creando alianzas y redes de apoyo en nuestras tribus de gente querida, y en nuestros barrios y comunidades. 
 
En el feminismo, dado que el objetivo común es avanzar en la lucha por la igualdad, la libertad y los derechos de las mujeres, las mujeres tenemos que abrazar la ética de los cuidados, ponerle mucho amor a la forma en que nos hablamos, y a la forma en que negociamos para establecer alianzas. 


Cuidarnos es ocuparnos y preocuparnos por nuestra salud mental y emocional, y la de las demás

Es fundamental aprender el arte de la comunicación no violenta, y el arte de la gestión de las emociones, lo mismo con las compañeras feministas, que con las mujeres de tu vida. 

Podemos resolver los conflictos sin hacernos daño, podemos aprender a trabajar nuestras emociones para contener nuestros sentimientos negativos, podemos trabajar en los problemas con otras mujeres desde la filosofía de los cuidados, y podemos incluso, romper nuestras relaciones o pausarlas con amor si no van bien, o si nos hacen daño. 

Podemos apoyarnos entre nosotras y tratar de ahorrarnos todo el sufrimiento posible: hay que quererse mucho y muy bien para resistir, para estar sanas, y para poder disfrutar de la vida. 


Cuidarnos es apoyarnos y organizarnos

Sobre todo en los momentos en que las mujeres de nuestras vidas pasan por momentos difíciles y se sienten vulnerables. Las mujeres podemos organizarnos para brindar apoyo emocional y psicológico, logístico, monetario en esos momentos en que necesitamos saber que no estamos solas, que hay gente que nos quiere, y que pertenecemos a una comunidad en la que damos y recibimos a manos llenas.

Es muy importante que nos volquemos las unas en las otras cuando llega el cambio a nuestras vidas: cuando atravesamos dificultades económicas, o cuando se nos muere un ser querido, o cuando recibimos malas noticias sobre nuestra salud o la de nuestros seres queridos, o cuando nos estamos separando de nuestras parejas, o cuando iniciamos la dura travesía de la maternidad... necesitamos sentirnos escuchadas, protegidas, y acuerpadas por las demás. 


Cuidarnos es dejar de explotarnos unas a otras 

Según el lugar que ocupemos en la jerarquía patriarcal, las mujeres no solo sufrimos la explotación, también la ejercemos. Por eso es tan importante buscar soluciones colectivas a la maternidad, los cuidados y las tareas domésticas: no se trata de liberarnos nosotras para que nos sustituyan mujeres más pobres. 

Se trata más bien de luchar para que la conciliación deje de ser un mito y se haga realidad, para que los hombres se incorporen masivamente a las tareas de crianza y del hogar, y para repartir los cuidados entre todas y todos. Organizando nuestro sistema productivo y de consumo podríamos dejar de explotar a mujeres más precarias que nosotras: mujeres que limpian casas y edificios, que cosen calzado y ropa barata, que cuidan niños y mayores, y que sostienen en sus hombros todo el peso del mundo.  


Cuidarnos, también en los conflictos

Podemos debatir y disentir sin insultarnos, sin humillarnos, sin hablarnos con sarcasmo ni desprecio. Podemos resolver los conflictos sin violencia verbal y emocional, podemos tomar descansos para reflexionar y descansar, podemos discutir sin hacernos daño. 

Tienes derecho a que no todas las mujeres te caigan bien, y no quieras trabajar con todas. Pero no despilfarres tu energía en hacer llamados al linchamiento público de otras mujeres, no hagas suposiciones sobre mujeres que apenas conoces, no emitas falsas acusaciones, no juegues sucio en las batallas contra otras mujeres. 

No te apropies del trabajo ni de las ideas de otras mujeres, no le hagas competencia desleal, no trates de hundirla, y acepta que no tienes por qué portarte mal con mujeres que no te gustan o no son de tu agrado.

No sirve de nada, no te hace sentir bien, y no aportas nada a la lucha feminista: la ira hay que trasladarla hacia el enemigo común que nos quiere a todas de rodillas. 

Enfoquemos nuestra atención en renunciar a la estructura patriarcal de relación entre nosotras, para aprender a relacionarnos de otra manera. No podemos utilizar las mismas armas ni las mismas estrategias que utilizan los señores patriarcales: hay que trabajar para acabar con las jerarquías y las luchas de poder, porque suelen ser las raíces de todos los conflictos. 

Y hay que tener bien claro quienes son los que se benefician de nuestro sufrimiento, quiénes ganan cuando nosotras nos enfrentamos, y quiénes pierden (aquellas por las que luchamos). 

¿Y como cuidarnos cuando nos deseamos y nos amamos?, ¿cómo es el cuidado cuando formamos pareja entre nosotras?

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Coral Herrera Gómez 



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