Rivera Garreta, María Milagros: “La diferencia sexual en la Historia”, Universidad de Valencia, 2005.
"En la historia de Europa y de Occidente, en especial desde el Humanismo y el Renacimiento, se nota mucho una tendencia a cancelar los hombres tanto la dependencia como la asimetría originarias. Para cancelar la dependencia de la relación materna, inventaron la subjetividad llamada moderna, basada en la autonomía y en el individualismo. Para borrar la asimetría, inventaron el principio de igualdad de los sexos, desfigurando lo evidente. Por ello, la diferencia sexual está ausente de la mayor parte de la historiografía occidental moderna y contemporánea. Y sin embargo la diferencia sexual es una fuente extraordinariamente rica de sentido para las mujeres y para los hombres. (...)
El hecho de nacer mujer u hombre es susceptible de historia, porque los cuerpos femeninos y los cuerpos masculinos, aunque compartan muchas facultades, son distintos y generan, por tanto, historias distintas: y porque el sentido de ser mujer u hombre cambia con la realidad que cambia: no se es niña de la misma manera hoy que ayer, no se es hombre de la misma manera en el siglo XII y en el siglo XX; y se es ambas cosas de manera distinta en las diversas comunidades de hablantes y parcialmente, en las distintas clases social. (...) La diferencia sexual, no es pues, un dato fijo “biológico” se solía decir antiguamente, sino un dato interpretable, siempre en movimiento (...) Es un dato que impregna la relación de cada ser humano con la realidad, sexuándola. (...) Y sin embargo, este hecho fundamental y fundador del cuerpo humano se ha quedado fuera de la cultura universitaria y de la política con poder del Occidente. (...) Los libros de historia, de filosofía, o de política pasan de lo que se puede llamar el régimen del dos, que es el que explica y expresa la vida corriente, al régimen del uno, que es propio del pensamiento abstracto de la cultura universitaria occidental. Lo que el pensamiento abstracto abstrae en primer lugar esta diferencia sexual doble. (...) En la enseñanza reglada, se van perdiendo los recursos que señalan la diferencia sexual, hasta tal punto de que se podría decir que la lengua materna y el lenguaje universitario son dos lenguas distintas. (...)
El proceso de transformación de la criatura humana sexuada en sujeto neutro pretendidamente universal es un proceso propio, en Occidente, de la Edad Moderna y la Edad contemporánea. En la Europa medieval hubo una sensibilidad bastante grande hacia la diferencia humana primera. La cosmogonía feudal se formó en torno a dos principios creadores, cada uno de los cuales era percibido y entendido como de alcance cósmico: estos dos principios creadores eran el principio creador masculino y el principio creador femenino. Es la doctrina o enseñanza que en los siglos XII y XIII fue puesta en palabras con la expresión los dos infinitos: uno era Dios (principio creador masculino) y otro era la materia (principio creador femenino).
La teoría más antigua de las relaciones ente los sexos documentada en la Europa feudal es la que la filósofa del siglo XX , Prudence Allen ha llamado “teoría de la complementariedad de los sexos”. Decía esta teoría que las mujeres y los hombres somos sustancialmente diferentes y somos iguales. Decía que somos diferentes en sustancia, e iguales en valor, siendo por tanto la mujer un entero y el hombre un entero. “Complementariedad” es una palabra que hoy molesta un poco, porque ha sido convertida por hombres con poder en vehículo de misoginia, pero quería decir que las mujeres y los hombres complementamos el ser humano, o sea, pertenecientes a la misma especie. Un ejemplo histórico de la vigencia de esta teoría fue la doctrina de los “dos infinitos”. (...) La teoría de la complementariedad de los sexos fue defendida por dos grandes autoras, políticas y maestras del siglo XII: Hildegarda de Bingen (1098-1179) y Herralda de Honenbourg (abadesa desde 1176).
Esta teoría fue, a un tiempo, efecto y causa de mucha libertad en la vida de las mujeres: son los siglos de expansión de movimientos políticos y sociales más de mujeres que de hombres como las beguinas y las beatas; son, también los siglos de la herejía amalriciana, de la cultura trovadoresca, de Leonor de Aquitania (1122-1204), reina de Castilla, fundadora de las Huelgas de Burgos. Es el tiempo de eclosión de la gran mística beguina, de la herejía guillermita, del Movimiento del Libre Espíritu… Fue asimismo la época en que Europa recuperó la llamada tradición hermética, que consideraba el amor entre los sexos como un misterio, que es reflejo de la eternidad de la creación, entendiendo que la sexualidad es sagrada. En la Europa feudal, bastantes mujeres se dedicaron a explorar el sentido de su ser en su mundo y a experimentar en la práctica formas de vida fieles a sus exploraciones y al sentido femenino de la libertad. Pertenecieron a todas las clases sociales y formaron movimientos a veces muy grandes y duraderos en el tiempo. A veces fueron perseguidas por jerarcas laicos y eclesiásticos, o quemadas en la plaza pública porque fueron tan fieles a sí mismas que provocaban en sus jueces un error de epistemología, o fueron desautorizadas por hombres inteligentes que temieron o no entendieron su libertad. Ellas, sin embargo, persistieron en sus prácticas y en sus relaciones, componiendo textos y otras creaciones cuya memoria ha resistido a la violencia y al paso del tiempo. Distingue las formas libres de vida femenina de estos siglos la fe en el amor. Tanto las trovadoras y las cátaras como las beguinas/beatas y místicas nutrieron las relaciones en las que se reconocieron las mujeres y los hombres que se denominaron fidelis Amoris, fieles al Amor. (...) Una parte del pensamiento de la Europa feudal entendió que el amor es un intelecto; uno de los dos intelectos con los que nace cada criatura humana; el intellectus rationis (de la razón) y el intellectus amoris. (...) Las beguinas y beatas tuvieron la genialidad de encontrar las mediaciones válidas para combinar el amor y la razón sin contraponerlos ni jerarquizarlos sino de manera que la Razón “fuera iluminada por Amor”. (...) Entendieron el amor como algo divino; entienden el amor como trascendencia, tanto las mujeres que fueron castas como las que no lo fueron. En realidad, ni las trovadoras ni las cátaras separaron la sexualidad del amor. Es esto lo que desbordó los límites de la tolerancia de la jerarquía eclesiástica.
Las trovadoras fueron poetisas del amor cortés. Vivieron en Provenza y Cataluña en los siglos XII y XIII. Escribieron en su lengua materna, que la lengua provenzal y la lengua de Oc. Pertenecieron a la nobleza y fueron el centro de un núcleo político y literario; fueron Beatriz de Día, María de Ventadorn, Azalais de Altier, Alais, Iselda, Carenza… (...) Sus poesías tratan siempre el asunto delicado de la relación amorosa. De la relación amorosa viva, con su pasión, su felicidad, sus conflictos y sus problemas concretos. Ellas domaron la lengua materna hasta llevarla a expresar exquisitamente tanto el placer del amor como el dolor de corazón que tren consigo los sentimientos contradictorios que el amor conlleva, tanto el amor entre mujeres como el amor entre hombres y mujeres. (...) La cultura trovadoresca fue perseguida a través de la cruzada contra los y las albigenses. Por la misma época, la doctrina de los dos infinitos fue declarada herejía y condenada.
Las cátaras: el modo de vida cátaro o albigense fue un movimiento espiritual que se dio en lo que hoy es Cataluña, en el Languedoc, en e Norte de Italia, en Bulgaria, en Bosnia… Fue una verdadera religión, practicada entre la nobleza, el proletariado de las ciudades, el artesanado y la burguesía urbana. Participaron muchas mujeres, sobre todo trabajadoras del textil. (...) En los textos que conservamos se les acusa de promiscuidad sexual, de compartir las parejas, de que las mujeres eran muy libres y defendían abiertamente la orientación de su deseo. Casi un 32% de las personas interrogadas por la Inquisición eran mujeres; el 45% de los perfectos son perfectas. Ellas participaron libremente en todos los niveles: bendijeron el pan, entonaron las palabras del ceremonial de la confesión, administraron el consolamentum a los moribundos… también predicaron, y participaron en los concilios de su iglesia y en los debates públicos que enfrentaron a cátaros y católicos… Estas dos civilizaciones, la cátara y la trovadoresca, fueron destruidas por una cruzada. Se trató de una guerra ente dos civilizaciones, la nórdica y la mediterránea; y ganó la violencia frente a la lengua materna y el amor.
Las beguinas fueron mujeres que se especializaron en su espiritualidad: en el Espíritu Libre (libre de la jerarquía eclesiástica y por tanto, de toda regla religiosa). Consistía su espiritualidad en la contemplación y cultivo del Dios/Amor en mí. (...) No se casaron. Eludieron con esta decisión el contrato sexual y la heterosexualidad obligatoria, sin ser mujeres públicas ni privadas y sin hacer voto de castidad. (...) Quisieron ser espirituales pero no religiosas, quisieron vivir entre mujeres pero no ser monjas ni canonesas, quisieron rezar y trabajar pero no en un monasterio, quisieron ser fieles a sí mismas, pero sin votos, quisieron experimentar en su corporeidad pero sin ser canonizadas ni demonizadas. Para hacer viable en su mundo este deseo personal, inventaron la forma de vida beguina, una forma de vida que supo situarse más allá de la ley, no en contra de ella. Nunca pidieron al papado que confirmara su manera de vivir ni ser rebelaron, tampoco, contra Iglesia. Las beguinas pertenecieron sobre todo a la clase media y popular de las ciudades, aunque las hubo aristócratas y campesinas. Vivieron de sus rentas, si las tenían, y sobre todo de su trabajo en la industria y artesanía textil, en hospitales de pobres, en el copiado de manuscritos, en la enseñanza de niñas, en la asistencia a moribundas y moribundos, o de las rentas proporcionadas por las más ricas. Trabajaron para vivir con el propósito de tener tiempo –el más grande de los dones- que dedicar a su espiritualidad. A veces se hicieron pordioseras, pasando por la experiencia fuerte de vivir de la caridad de la gente. Inspiraron, tal vez de este modo, el gran movimiento de pobreza voluntaria expresado como pobreza evangélica que se dio en la Europa del siglo XIII como una forma de resistencia contra los avances de la economía del mercado preburgués y del dinero como significante. Vivieron solas, en relaciones duales o en pequeños grupos de mujeres, a las que con frecuencia legaron sus bienes al morir. Formaron un movimiento internacional que mantuvo muy vivos los contactos entre sí, mediante el viaje y las cartas. Pues las beguinas viajaron mucho, y de sus viajes quedan numerosos testimonios. Algunas se financiaban el viaje mediante la limosna; viajaban solas o en pareja o en grupos pequeños y se alojaban en monasterios. (...) Escribieron en su lengua materna cuando a nadie se le había ocurrido hablar de Dios en una lengua que no fuera el latín; una lengua que llevaba siglos siendo una lengua muerta. Llevar la lengua materna a expresar la experiencia de lo divino fue una manera de reconocerle autoridad a la madre y al orden simbólico que ella enseña, y dejar de reconocer la autoridad de la Iglesia católica y a su jerarquía, presidida por Dios Padre. (...)
Margarita Porter. fue muy famosa en su época. Escribió en lengua francesa uno de los libros más bellos de la mística de todos los tiempos: El espejo de las almas simples. Su experiencia mística fue un largo proceso de autoconocimiento que le llevaría por un camino difícil a lo que ella llama el País de la Libertad. (...) Fue detenida en París en 1308 y condenada y quemada por un tribunal al que ella no se dignó nunca a responder. Su obra, que fue traducida en los siglos XIV y XV al latín, al italiano, al inglés y a un dialecto alemán circuló como anónima después de su muerte. (...)
Poner en relación íntima lo femenino, la trascendencia y la lengua materna fue una gran invención política (...) porque se plantó cara al absolutismo, a su tendencia al Uno. (...) La Iglesia persiguió a estas mujeres desde principios del siglo XIV, se las condenó como sospechosas de herejía pero no acabaron con ellas; a finales del siglo XV se intentó incorporarlas a la Orden de San Jerónimo, pero no lo lograron. En el XVIII, las condenó y prohibió la Revolución Francesa. Su forma de vida ha persistido hasta la actualidad.
LAS BRUJAS: “Mediación con la trascendencia” es una invención simbólica que ayuda a explicar algo de la realidad que comparece ante los ojos de una mujer cuando tiene en cuenta el sentido libre de su diferencia sexual. Una parte de esta realidad es la bruja y su mundo: una realidad difícil y enorme, apenas explicada a pesar de lo mucho que se ha escrito sobre ella. La brujería fue y es una práctica más de mujeres que de hombres. Es y ha sido también una práctica cuyo método es en primer lugar la empatía. (...) Edith Stein definió la empatía como “experiencia de la conciencia ajena; experiencia vivida no-originaria que manifiesta una originaria”. Nombró la empatía como acto sensorial cualitativamente no-originario, propio de seres vivientes que situándose al lado del acto originario, hace posible la conciencia de sí y también la comunicación entre las criaturas humanas. La empatía orienta y encauza la receptividad, el dejarse dar, al lado del dar activo; permitiendo a cada mujer u hombre llegar a ser y seguir siendo “unidad de sentido” abierto a lo otro. (..)
La caza de brujas empezó, esporádicamente, a finales del siglo XIV. De 1390 es el primer testimonio documental conservado, la condena en Milán de dos mujeres, Sibila y Pierina, declaradas brujas y creyentes en una divinidad femenina que ellas llaman la “Señora del Juego” (Domina ludi) Esta caza empezó pues, cuando la diferencia sexual estaba siendo reprimida y condenada en Europa. La condenaron todas las iglesias cristianas, excepto la ortodoxa. Condenaron la empatía como método de conocimiento; suele ser nombrado por ellos como “tratos con el diablo”. () Las brujas son condenadas cuando su orden simbólico, que era el orden simbólico de la madre, es aplastado e ignorado por hombres con poder que tomaron literalmente las palabras alegóricas de ellas. En realidad, las madres tienden a usar al alegoría para decir lo fundamental del legado que te quieren dejar, ese legado esencial para la vida cuyo testamento no suele ser explícito sino consistir en una alegoría, o sea, en decir una cosa con otra cosa. Si la alegoría es tomada literalmente, no se entiende su mensaje, quedándose bloqueado e inservible el legado.
Los siglos medievales más propicios para la libertad femenina fueron el XII y el XIII; aunque a mediados del XIII se produjo la “revolución aristotélica”. Un sector conservador de la Europa de entonces arremetió con fuerza contra el prestigio de la teoría de la complementariedad de los sexos. Este sector conservador utilizó para ello el poder que tenía sobre una institución decisiva en la transmisión del conocimiento: la universidad. En 1255, la Universidad de París impuso la lectura obligatoria de las obras de Aristóteles, y a ella le copiaron otras. De Aristóteles se leyó, se comentó y se divulgó sistemáticamente desde entonces la teoría sobre las relaciones de los sexos que él había defendido cuando vivió en el siglo IV antes de la era cristiana; se llamaba la teoría de la polaridad de los sexos que entendía que los hombres y las mujeres somos sustancialmente diferentes, y que los hombres son superiores a las mujeres. Para dar fuerza social a esta teoría y para provocar cambios en lo simbólico, se escribieron en lengua latina y en las lenguas maternas de entonces multitud de textos literarios y científicos misóginos y misógamos, es decir, hostiles a las mujeres y al matrimonio.
Entre el siglo XIII y el XIV se observa un forcejeo entre esas dos maneras de ver el fundamento de la política, o sea, las relaciones de los sexos y entre los sexos. El forcejeo terminó con un retroceso importante de la presencia de la teoría de la complementariedad de los sexos y de la autoridad femenina. De ello se beneficiaron instituciones dotadas de mucho poder social: la Iglesia católica a través de las Universidades y del tribunal de la Inquisición".
Excepto "La Bruja" de Goya, los cuadros expuestos son obra de:
HILDEGARDA DE BINGEN (1098-1179) fue una abadesa, líder monástica, mística, profetisa, pintora, médica, cosmóloga, compositora y escritora alemana, y una de las personalidades intelectuales y místicas más importantes de su tiempo. Debido a sus excepcionales capacidades intelectuales, ingresó a los 8 años en la abadía benedictina. (...) Fundó monasterios y mantuvo correspondencia con monjes, papas, reyes y nobles geográficamente alejados, como Elionor de Aquitania o Tomás Beckett. Viajó gracias a las invitaciones que recibió, y además fue poeta y compositora de canciones a las que puso música. (...) Además fue famosa por sus curas y por su destreza médica. Escribió un libro de nueve volúmenes de historia natural, Physica o Libro de Medicina Simple