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5 de octubre de 2024

Yo creo en un mundo mejor: amor, espiritualidad y utopías


El otro día me preguntaron cuál era mi relación con lo sagrado y con la espiritualidad. Yo no pertenezco a ninguna religión, pero es en la naturaleza donde me siento conectada con la maravilla de la existencia y la inmensidad del Universo. Rodeada de seres vivos es donde yo me siento sobrecogida y conmovida por el milagro de la vida: árboles, plantas, agua, animales, sol, nubes, viento… caminar es mi forma de elevarme y de gozar sintiendo un profundo amor por todo lo que me rodea. 

También me gusta pensar, leer y ver documentales sobre el Cosmos, sobre el principio y el fin del Universo, sobre la formación de las estrellas y los planetas, sobre el surgimiento de vida en la Tierra, y la búsqueda de formas de vida fuera de ella. Aún no hemos encontrado ni rastro, por eso la aparición de vida en este rincón de la galaxia me parece un milagro.

No creo en las reencarnaciones ni en otras dimensiones de la vida fuera del cuerpo, pero creo que aquí mismo podemos transformar la realidad. 

Mi única religión son las utopías sociales, y solo profeso devoción hacia la gente que sueña con un mundo mejor. 

Si hay algo sagrado para mí son los derechos humanos y los valores y principios que contienen: dignidad, igualdad, paz, libertad, empatía, solidaridad y justicia social.

Creo en el Bien Común, y en la capacidad de los seres humanos para resolver nuestros conflictos sin violencia, para organizarnos de otras maneras, para cuidarnos unos a otros y para vivir en paz con los demás seres vivos.

Creo en la fuerza del amor, de la bondad y en la ética, en la cooperación, el apoyo mutuo, los buenos tratos, el trabajo en equipo, los cuidados y la ternura radical.

Creo firmemente que todos y todas tenemos derecho a vivir una vida libre de pobreza, explotación, sufrimiento y violencia. 

Creo que nadie va a venir a salvarnos: la salvación está en nuestras manos y es una responsabilidad colectiva. 

El único paraíso en el que creo es aquel que podemos construir entre todas y todos. Hay días en los que pierdo la fe y me invade la desolación, pero lo que mantiene encendida mi esperanza es conectarme con la gente que también cree en lo mismo que yo. 

Para mí juntarme con utópicas y utópicos es como ir a misa: yo me conecto con lo sagrado en las protestas, en las manifestaciones, en las reuniones de la comunidad, y en los espacios que comparto con mujeres que sueñan y luchan por la utopía de un mundo mejor.

Coral Herrera Gómez


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6 de septiembre de 2024

El abismo entre hombres y mujeres es cada vez más grande



El abismo entre hombres y mujeres es cada vez más grande: ya no hablamos el mismo idioma.

La brecha emocional e intelectual entre hombres y mujeres es abismal, y se ensancha cada día más. Las mujeres estamos estudiando muchísimo, y nos apuntamos a todo tipo de formaciones: cursos, talleres, másters, diplomados, doctorados. No paramos de devorar libros, documentales, podcast, etc sobre la Historia de la teoría y la práctica feminista. Estudiamos la obra de grandes pensadoras e investigamos sobre la vida de las activistas y las políticas que desobedecieron al patriarcado y se volcaron en la lucha feminista. 

Las mujeres además hacemos terapia individual y en grupo para aprender a cuidar nuestras emociones, para hablar de lo que nos duele y nos oprime, para aprender a cuidarnos y a cuidar las relaciones, y para sanar las heridas de la infancia y la adolescencia. 

Vamos de lo personal a lo político, tratando de entender el mundo en el que vivimos para poder transformarlo, y tratando de comprendernos a nosotras mismas para luchar por una vida mejor para todas. 

Nosotras soñamos y creamos un mundo nuevo, y estamos trabajando por la justicia social, la igualdad, la libertad y los derechos humanos fundamentales. Hemos puesto los cuidados en el centro, para que sean compartidos y colectivos. Hemos puesto nombre a todas y cada una de las violencias que sufrimos. 

Y mientras, ellos se aferran al antiguo sistema con desesperación. No leen, no estudian, no escuchan y no entienden nuestro idioma: quieren una vuelta al orden patriarcal en el que ellos mandaban como reyes. 

No se les ocurre siquiera imaginar su propia utopía, lo que quieren es derribar la nuestra. Tampoco quieren unirse a la revolución: si no la lideran, si no pueden ser los protagonistas, no les interesa. La gran mayoría de hombres no quiere oír hablar de cambios ni de transformaciones: ellos quieren que todo siga igual, y se enfadan con las mujeres que soñamos con otras formas de relacionarnos y de organizarnos. 

Por eso la prensa anda tan preocupada: ellos votan a la derecha cada vez más, y siguen a partidos que provienen del fascismo y la dictadura, porque no soportan la idea de que otro mundo es posible. Y no asumen que para que haya justicia social tienen que dejar de tratarnos como mercancía y como sirvientas. 

Además son cada vez más anti-feministas: el cambio social implica un cambio personal radical, y les resulta demasiado grande, porque no quieren renunciar a sus privilegios. 

Este es el motivo por el cual a las mujeres nos cuesta tanto encontrar pareja: la mayoría de los hombres no soportan a las mujeres que toman conciencia de su poder y exigen ser tratadas como compañeras. Les sigue dando mucho miedo juntarse con mujeres que estudian y que luchan por una vida mejor. 

No saben cómo hacerlo, no saben manejar sus miedos e inseguridades, y sólo se sienten poderosos relacionándose en las estructuras tradicionales de dominación y sumisión. 

Las mujeres ya no queremos amar de rodillas, ni creemos en los milagros, ni estamos sentadas esperando a que los hombres abran sus mentes y sus corazones, así que preferimos estar solteras. Nosotras no vamos a dar ni un paso atrás, ni vamos a renunciar a la utopía. 

Coral Herrera Gómez 


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30 de agosto de 2024

Las heroínas del siglo XXI




Las heroínas del siglo XXI no llevan armas ni llevan capas. No están solas, luchan en grupo. No usan la violencia ni visten trajes sexys, no son mujeres atléticas, y no usan su fuerza física, sino su inteligencia, su sensibilidad, sus conocimientos, sus habilidades sociales, y su capacidad para trabajar en equipo. 

Son mujeres muy valientes que luchan por el territorio de sus comunidades, por el agua, por los derechos humanos, por la paz y la libertad. Son mujeres que se juntan para realizar diagnósticos sobre la realidad, para identificar los problemas y proponer soluciones. 

Son mujeres de todas las edades y etnias que protestan contra las injusticias, y creen que otro mundo es posible. Son mujeres generosas, solidarias, con unos valores y unos principios muy sólidos, y no se venden por unas monedas. Son mujeres honradas, y alegres que se organizan contra el narco, contra los ejércitos y los paramilitares, contra las multinacionales, contra los gobernantes tiranos que trabajan para los Señores de la Guerra y de las Farmacéuticas. 

Mujeres que se unen para erradicar la destrucción de la naturaleza, la pobreza, el hambre, la esclavitud y la trata. Juntas piden el fin de los femicidios y la violencia sexual, y luchan contra la explotación doméstica, laboral, sexual y reproductiva de las mujeres. Todas están volcadas en la tarea de acabar con las guerras y la violencia, pero muchas de ellas sufren represión , cárcel, torturas, y asesinatos. 

Porque aunque no lleven armas, tienen la capacidad de sacar a mucha gente a la calle, y de movilizar a amplios sectores de la población. Se enfrentan a los amos del mundo que están destruyendo el planeta y contaminando el aire que respiramos, los alimentos que comemos y el agua que bebemos. Ellas defienden nuestros ríos, bosques, pueblos, animales y seres vivos. Defienden a sus comunidades, pero también al ecosistema entero, y muchas pierden la vida.

Las heroínas del siglo XXI no salen en los cuentos, ni en las películas, ni en los telediarios, ni en los libros de texto. No protagonizan los cómics, ni los titulares de prensa, ni los libros de Historia. No tienen miles de seguidoras en redes sociales, no tienen dinero ni representación política. Muchas son mujeres pobres y sin estudios universitarios, muchas son indígenas, son negras, son campesinas, son madres, son lesbianas. 

Lo mismo se enfrentan a una hidroeléctrica internacional que excavan con sus manos buscando a sus hijas e hijos desaparecidos. Liberan a víctimas de la trata, ayudan a las personas migrantes, luchan por la Educación y la Sanidad, buscan a los nietos y a las nietas secuestradas, lideran los acuerdos de paz. Luchan en el campo, pero también en la ciudad, en las fronteras, en la selva, en los manglares, en el desierto, y la mayoría viven en América Latina (desde 2012 se han contabilizado cerca de 2.000 asesinatos de defensoras medioambientales y de derechos humanos en América Latina, y la mayor tasa de muertes la tiene Colombia)

Cada vez que viajo a México, Chile, Colombia… conozco a algunas de estas mujeres que luchan contra el sufrimiento de la población, y me vuelvo a España sobrecogida y llena de admiración. Sus historias me acompañan todo el tiempo, y cuando pierdo la fe en la Humanidad, acudo a ellas para volver a creer en la posibilidad de construir un mundo mejor. 

Porque ellas lo tienen todo en contra, ocupan la escala más baja de la pirámide social, no tienen derechos humanos, sufren todo tipo de abusos, explotación y violencia del capitalismo y del patriarcado, pero no se rinden porque no pueden: no dejan de luchar porque les va la vida en ello. 

Cuando se me baja el ánimo y me invade la desesperanza y la desolación, pienso en todo lo que están consiguiendo las heroínas del siglo XXI, en sus pequeñas y grandes victorias, y me siento muy afortunada por poder visitar sus países y poder aprender de ellas. Son nuestro modelo a seguir, son el ejemplo que necesitan las nuevas generaciones de niñas y adolescentes para sobrevivir en un mundo tan injusto y desigual. 

Con sus historias lo que una aprende todo el tiempo es que lo personal es político y que para construir un mundo mejor necesitamos aprender a pensar en el Bien Común y a organizarnos con otras mujeres para luchar juntas para transformar la realidad.

Las heroínas del siglo XXI nos guían como las estrellas en el firmamento: ellas caminan adelante para que todas podamos soñar con un mundo mejor.

Coral Herrera Gómez 


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4 de noviembre de 2023

Más utopías: nos merecemos un mundo mejor



Yo quiero utopías, ya no quiero más historias de distopías y apocalipsis. 

¿Os habéis dado cuenta de que la industria cultural solo nos ofrece catástrofes, guerras e historias enmarcadas en escenario futuristas terribles?. En las carteleras de nuestros cines no hay ni una sola película basada en utopías. Ni una sola productora en los grupos de poder nos ofrece relatos basados en la posibilidad de transformar nuestra sociedad para construir un mundo mejor.

No nos ofrecen horizontes de posibilidades, los señores de traje y corbata solo quieren muertes y destrucción. El objetivo es que vivamos presos y presas del odio y del miedo, encerrados en casa.

Porque, ¿que ocurriría si nos ofrecieran relatos que dispararan nuestra imaginación y nos motivaran a soñar con un futuro mejor? 

Imaginaos si las pantallas se inundaran de utopías, y pudiéramos ver historias sobre el día en que la Humanidad supera el individualismo y abraza el Bien Común. Ese día en el que tomamos conciencia masivamente de la necesidad de cuidar el planeta, y aprender a convivir con los demás seres vivos de la Tierra. 

Nadie se atreve a ofrecernos la historia de un futuro en el que los seres humanos hemos aprendido a convivir en paz, a resolver nuestros conflictos sin violencia, y a cooperar para que nos vaya bien a todos y a todas. Un mundo en la que la Humanidad ha dejado de producir y de consumir a lo bestia, ha empezado a respetar a la naturaleza y a vivir en armonía con ella, y ha aprendido a usar la tecnología para dejar de contaminar y de envenenar nuestro aire, nuestros ríos, nuestros mares, nuestra tierra y nuestros alimentos. 

Un futuro en el que la Humanidad ha dejado de elegir como líderes a los más ignorantes y a los más malvados, y ha empezado a funcionar en redes horizontales de colaboración, y apoyo mutuo. Una sociedad que ha repartido las riquezas entre toda la población humana, que repudia la violencia y vive sin guerras, sin religiones y sin banderas. Una sociedad que permita a todas y a todos vivir una Buena Vida, en la que no se nos vaya el día entero en trabajar, en la que todos y todas tengamos nuestra libertad y derechos humanos garantizados. 

¿Sabéis porque no quieren que soñemos con utopías? Porque si pudiésemos imaginar un mundo mejor, nos pondríamos a construirlo. Nos ofrecen relatos apocalípticos porque nos quieren anestesiados, resignados, sin esperanza, creyendo que la autodestrucción es inevitable, que los seres humanos somos así, que no podemos cambiar. 

Nos quieren sumidos en la desolación, desconectados de la realidad, convencidos de que estamos condenados para siempre a vivir en un mundo violento y cruel, y que no nos merecemos un mundo mejor.

No solo nos manipulan a través de la ficción: en los relatos sobre la realidad, las utopías sociales también se nos muestran como imposibles. Las propuestas para organizarnos social, política y económicamente de otras maneras quedaron atrás, muy lejos, allá en el siglo XX. Ahora impera la ley del "sálvese quien pueda", y ya no soñamos con repartir la riqueza, sino con que nos toque la lotería. 

La gente que sigue creyendo en las utopías es tachada de optimista, de inocente, de ingenua. El desprecio y las burlas son el pan de cada día para todos aquellos que trabajan por mejorar nuestras vidas y por cuidar el planeta. 

En el imaginario colectivo ha calado la idea de que lo único que podemos hacer es luchar por la supervivencia a solas o en pareja, preocuparnos cada cual de lo nuestro, y así estamos todos, compitiendo y luchando contra los demás. 

Creemos que solo hay un camino, la autopista al infierno, que nos lleva a todos y a todas al suicidio colectivo. No vemos otros caminos en las pantallas, pero en la realidad del día a día hay mucha gente abriendo nuevas sendas y haciendo camino al andar.

Soñar utopías es tan revolucionario porque la clave del poder que tienen los hombres de traje y corbata reside en la cantidad de gente que ha perdido la esperanza de que las cosas puedan cambiar o puedan ir a mejor, y que vive presa del miedo.

Estamos todos ahogados por la impotencia, la sensación de que no tenemos ningún poder, aunque somos millones de personas y ellos son solo unos pocos. 

Estamos acostumbrados a ver historias en las que el futuro de la Humanidad depende de un solo protagonista que lucha por salvarnos a todos, cuando en realidad sabemos que la única salvación reside en la lucha social y la transformación colectiva. No necesitamos un Mesías, necesitamos asumir nuestra responsabilidad y volver a creer en el poder de la gente.

Si ellos no nos quieren ofrecer utopías, entonces tendremos que crearlas, inundar nuestros relatos y nuestros corazones, y atrevernos a contarnos otras historias, con otras tramas, otros protagonistas y otros finales felices. 


¿Cómo inspirarnos? No tenemos más que mirar a nuestro alrededor: el mundo está lleno de gente protestando contra las injusticias, luchando y haciendo propuestas para crear un mundo mejor. Estas semanas hemos inundado las calles y las plazas, y hemos salido en los telediarios exigiendo a nuestros gobernantes el fin de la violencia. 

Viendo las imágenes es fácil darse cuenta de que ellos son unos pocos, y nosotros somos muchos más.

No perdamos la esperanza, multipliquemos los caminos hacia la utopía, que no nos roben nuestros sueños, que nos merecemos Un mundo mejor 


Coral Herrera Gómez 


#utopías #otromundoesposible #somosmuchosmás #unmundomejor

14 de octubre de 2023

Infancia y adolescencia: libres de violencia




¿Tú también tienes miedo de que tu hijo se convierta en un monstruo?

Cada vez que vemos las noticias sobre chavales que machacan a sus compañeros hasta empujarles al suicidio, o que violan en manada a sus compañeras, pensamos, "mi hijo nunca haría eso". 

Pero en lugar de negar la realidad, es más práctico asumirla e intentar transformarla, por ejemplo si nos hacemos esta pregunta colectivamente: ¿qué podemos hacer ante la violencia que están sufriendo y ejerciendo niñas y niños?

Lo primero es tomar conciencia de que la violencia la aprenden en casa, y que exponer a los niños y a las niñas a la violencia, es violencia. 

Es decir, darle a un menor un dispositivo en el que pueda acceder libremente a buscadores, y en el que pueda ver cualquier tipo de película, serie de televisión, videojuego, etc es violencia, porque supone exponer a tus hijos a relatos basados en la glorificación del macho violento que siembra el terror y destruye todo lo que tiene a su alrededor. 

Los niños y las niñas, a través de las pantallas, aprenden a disfrutar viendo como otros seres humanos y otros animales sufren (golpes, humillaciones, torturas, palizas, tiroteos, empalamientos, descuartizamientos, etc), y con el porno aprenden a excitarse sexualmente viendo vídeos de violaciones a mujeres , adolescentes y niñas.

Se insensibilizan completamente con el sufrimiento ajeno, naturalizan y normalizan la violencia, y necesitan dosis cada vez más fuertes y brutales de odio y destrucción para poder seguir divirtiéndose. Muchos se hacen adictos a la violencia, y muchos otros al porno más bestial e inhumano.

Algunos niños ven porno por primera vez con ocho años. Les sale con solo teclear la palabra "niñas", "culo", "sexo" en Google o en Youtube. Haced la prueba vosotros mismos.

También les salen anuncios de porno en los videojuegos en línea. Lo tienen al alcance de sus manos, les bombardean a diario por todos lados. Muchos de los niños que están ahora en la cárcel de menores quisieron grabar su propio vídeo, muchos de ellos ni siquiera sabían que violar a solas o en manada es delito: "era mi novia y a ella parecía que le gustaba, ¿cuál es el problema?"

Las madres y los padres somos los que les ofrecemos los dispositivos, y luego nos quedamos horrorizados cuando la policía nos llama para decirnos que nuestro hijo y sus amigos se han meado encima de un compañero para humillarlo, o que han violado a una niña para divertirse en grupo. 

La mayoría de las madres y los padres se preguntan en qué momento su hijo se convirtió en un monstruo y en un terrorista machista, si parecía un niño normal.

Las madres y padres de niños violentos y niños violadores no saben donde aprendió su hijo a odiar a las mujeres, ni cómo aprendió a someterlas. Pero lo cierto es que sus hijos se han pasado toda la infancia consumiendo todo tipo de violencia, y la que más engancha a los machos es la violencia sexual. No buscan placer, buscan sentir que tienen el poder.

Es una irresponsabilidad total dejar a los niños y a las niñas con una pantalla sin ningún tipo de protección ni restricción, y es hora de que entendamos que es violencia, y que estamos poniendo en peligro su vida y su salud mental y emocional. 

Lo demuestran los datos: 

- el aumento de casos de violencia en las aulas

- el aumento de niños adictos al porno

- el aumento de violaciones de manadas de niños contra niñas

- el aumento de niños y niñas con problemas para concentrarse, para aprender, para relacionarse con los demás desde el respeto y la igualdad 

- el deterioro de la salud mental y emocional de la infancia y la adolescencia, y el aumento en el número de suicidios de niños y niñas que sufren violencia psicológica, emocional, física y sexual. 


Aunque cada vez más padres y madres están tomando conciencia del peligro, su mayor miedo no es que sus hijos e hijas hagan daño a los demás. Su preocupación es que sus criaturas no sufran violencia, y ni siquiera se preguntan si su hijo podría estar haciendo daño a alguien en la escuela. 

No podemos seguir mirando para otro lado. Somos nosotras, las madres y los padres, quienes debemos educar a la nuevas generaciones para que aprendan a divertirse sin someter y sin hacer sufrir a nadie. 

Somos nosotras las que debemos pedirle al gobierno que prohíba el acceso al porno a menores, y quienes debemos pedirle a las industrias culturales que dejen de ensalzar constantemente al macho violento, y empiecen a tomar conciencia de los valores que están transmitiendo en sus producciones. 

Todos sus contenidos están cargados de estereotipos, mitos y mandatos de género, toda la ideología que subyace a esos contenidos está basada en el machismo, el odio, la tiranía, el acaparamiento y la acumulación de riqueza, la dominación y el poder, el dinero, la supremacía del macho blanco.

Frente a los principios del capitalismo y el patriarcado, tenemos que ofrecerles, tanto en casa como en las aulas, los principios de la ética del amor y la filosofía de los cuidados: la solidaridad, la comunidad, el bien común, la cooperación, la ternura, el compromiso, el apoyo mutuo. 

La comunidad educativa debería volcarse en enseñar a niñas y a niños a identificar las enfermedades de transmisión social que promueven (racismo, clasismo, machismo, misoginia, homofobia, gordofobia...)

Necesitan herramientas para defenderse de la exposición a la violencia, y para tomar conciencia de las violencias que sufren y ejercen contra los demás.

El Estado debe prohibir en las escuelas los dispositivos con los que enseñan porno a los niños y niñas más pequeñas en los ratos de descanso. También los usan para insultar, castigar y torturar a los y las compañeras. 

El Estado debe aprobar ya una ley para erradicar la violencia de inmediato en los centros educativos, y acompañar esa ley de medidas educativas, como una asignatura en la que aprendan los valores de la Ética del amor y la Filosofía de los Cuidados.

Todos y todas somos responsables de la violencia que ejercen nuestros hijos contra otros niños y niñas, y contra el profesorado. 

En nuestra mano está la clave del cambio que necesitamos para acabar con la violencia que sufren y ejercen nuestros hijos. Nosotras, madres y padres, somos su primer ejemplo: ellos aprenden el maltrato viendo cómo nos relacionamos entre nosotros y con ellos. Demos ejemplo, empecemos por las violencias que sufrimos y ejercemos en el hogar.

Además, necesitamos el apoyo de la industria cultural, de la comunidad educativa, y el Estado. Sin una transformación de nuestra Cultura y nuestra Educación, no podremos educar a nuestros hijos e hijas para que sean buenas personas y para que aprendan a relacionarse desde el respeto, el amor y el compañerismo.

Tu hija puede estar destrozando psicológicamente a otra niña, tu hijo puede estar machacando a su profesora, porque aunque tú le hayas intentado educar en el respeto, lo cierto es que tú criatura está rodeada de violencia y es probable que no sepa divertirse de otra manera. 

Es urgente que dejemos de mirar para otro lado y de pensar que nuestro hijo o hija jamás haría daño a los demás. Empecemos ya a tomar medidas y a proteger a nuestras criaturas de la exposición a la violencia, desde su más tierna infancia. Las pantallas les están destrozando el cerebro, y el corazón: cuidemos los contenidos que consumen igual que cuidamos su alimentación. Igual que te preocupas por su salud física, debes cuidar también su salud mental y emocional. 

Nuestros hijos tienen derecho a vivir una infancia libre de violencia, se merecen una vida mejor y un mundo mejor.


#Educación #Crianza #madres #padres

 #infancia #adolescencia 

#cuidados #etica


Coral Herrera Gómez 

11 de octubre de 2023

Un mundo mejor para las niñas

 



¿Por qué el 11 de octubre es el Día Internacional de las Niñas?


Porque las niñas sufren abuso sexual infantil en todo el mundo y en todas las clases sociales. Según la ONU, los violadores son sus padres, abuelos, hermanos, tíos, padrastros y amigos de la familia. 


Como consecuencia de las violaciones, sufren enfermedades de transmisión sexual, embarazos no deseados y maternidades forzadas, muertes por embarazos de riesgo y aborto.


Las niñas, en todo el mundo, son traficadas bajo el negocio de la gestación subrogada cuando son bebés, sufren matrimonios forzados con hombres adultos mayores, son víctimas de la mutilación genital y la amputación de pechos, y son esclavizadas para la explotación doméstica, laboral, sexual y reproductiva. Son usadas como sirvientas en millones de hogares del planeta. 


Las niñas son víctimas de la pobreza y el hambre las guerras, las sequías, y las catástrofes climáticas. No solo sufren malos tratos en sus hogares y en el colegio, también sufren acoso sexual: en las aulas, en el transporte público, en la calle. Cada año que pasa aumenta el número de violaciones en manada por parte de sus compañeros del colegio. 


Las niñas son las que más pobreza sufren, las que menos tiempo pueden estudiar, las que menos acceso tienen al mercado laboral y a la obtención de ingresos. 


Las cifras sobre el horror y la violencia que sufren las niñas son espantosas, tenemos que pedir a los gobiernos medidas efectivas para protegerlas. 


Hoy todo el mundo habla de "invertir" en las niñas, de empoderamiento y liderazgo, y lo que necesitamos es que dejen de maltratarlas, de violarlas y esclavizarlas. 


Hoy más que nunca hay que poner en primer plano a las niñas afganas, iraníes, ucranianas, sirias, palestinas, yemeníes, tahitianas... todas están sufriendo una niñez espantosa porque sus países están sumidos en la violencia. A ellas les toca la peor parte.


Tenemos que crear un mundo mejor para que todas puedan vivir en paz, libres de explotación y violencia, con sus necesidades básicas cubiertas y sus derechos fundamentales garantizados.


#DíaInternacionalDeLaNiña



29 de agosto de 2023

Los hombres necesitan su propia utopía





Las mujeres también somos patriarcales, en el mundo hay millones de mujeres machistas. La diferencia con los hombres es que nosotras tenemos un movimiento internacional y una propuesta teórica para cambiar la sociedad y mejorarla: el feminismo. 

Con el feminismo, las mujeres hacemos pedagogía y activismo social, luchamos por nuestros derechos, y creamos redes de apoyo mutuo. Gracias a la teoría feminista las mujeres podemos hacer autocrítica amorosa para tomar conciencia y liberarnos de los patriarcados que llevamos dentro, y ayudar a las demás mujeres a que se liberen también. 

Mientras que los hombres no tienen un movimiento propio para luchar contra las jerarquías, los mandatos de género, el abuso, la explotación y la violencia machista. Si los hombres se uniesen para luchar contra el patriarcado y el capitalismo, y tuviesen su propia utopía social, también podrían liberarse, hacer pedagogía y autocrítica, y podríamos trabajar juntos para construir un mundo mejor. 

Este es un pensamiento que me viene siempre que leo a los hombres que protestan porque a ellos los matan más, y es cierto: los hombres no solo nos explotan a nosotras, también se oprimen y se matan entre ellos. Pero la mayoría no logra entender que esta forma de relacionarse desde la dominación y la violencia es una estructura, y siguen creyendo que la lucha feminista es una guerra de sexos. 

Así que a los hombres aún les queda mucho camino hasta que logren comprender cómo usan su poder, cómo sufren y como ejercen el patriarcado. 

El primer paso es que entiendan que lo personal es político, y que la transformación de la sociedad es tanto individual como colectiva. Hay que empezar por uno mismo, y después juntarse con otros que estén en ello, y solo cuando sean muchos, podrán transformar la estructura con la cual nos organizamos y nos relacionamos. 

Y entonces podrán ponerle un nombre propio a su lucha, y podremos crear alianzas y caminar juntos hacia la utopía.

#movimientodeliberación #mujeres #hombres #Utopías  #masculinidades #feminismo

#MujeresEnLucha  #OtroMundoEsPosible


Coral Herrera Gómez


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Todos los libros de Coral Herrera 



21 de agosto de 2023

Mujeres que ganan mundiales: la Victoria es Política



Guillermo Serrano Amat



Gracias a las campeonas del Mundial, hoy mucha gente puede ver con sus propios ojos y en directo cómo resistimos las mujeres, cómo luchamos por nuestros derechos, cómo señalamos y denunciamos las violencias que sufrimos, y cómo, cuando nos unimos, somos más fuertes y podemos lograr la victoria.


El triunfo de este grupo de mujeres jóvenes no es sólo deportivo, también es una victoria social y política. Hoy han ganado un Mundial, pero lo más importante es que han ganado la lucha por sus derechos. Las futbolistas pasaron meses y años protestando ante la Federación para pedir un salario digno. Lucharon por la igualdad en el deporte, y a pesar del escaso apoyo que recibieron, consiguieron mejorar sus condiciones y hoy cobran por su trabajo.


Estas mujeres han roto con los estereotipos y han desobedecido las normas de género desde que son muy pequeñitas. Les han demostrado hoy a todas las niñas que el fútbol no es cosa de chicos, y que las niñas a las que les gusta jugar al fútbol no son niños. Son niñas a las que les gusta jugar al fútbol.


Estas mujeres, junto con muchas otras en otros países, están luchando para liberar al Deporte del machismo. Muchos negacionistas han tenido que ver cómo, ante las cámaras de todo el mundo, estas mujeres han sido tratadas como hombres por la prensa: varios periodistas y trabajadores de la Federación han hablado de ellas en masculino, y han puesto mucho más el foco en los entrenadores que en ellas, como si los hombres fueran los protagonistas de la hazaña.


No solo han sufrido violencia simbólica, también violencia sexual. El presidente de la Federación, Rubiales, ha agarrado a una jugadora para darle un beso en los labios y un azote en el culo, y las redes han estallado contra él pidiendo su dimisión. 


Esto da para hablar y reflexionar durante horas sobre el abuso de poder, la violencia simbólica, la violencia sexual y el machismo en el deporte. 


Gracias, mujeres valientes, por mostrarle al mundo que si nos unimos, no solo podemos ganar mundiales, sino también la batalla feminista por la igualdad, la libertad, la justicia y los derechos humanos de las mujeres. 


#MundialFemenino2023 #mujeres #futbolfemenino #futbol #españa


Coral Herrera Gómez






23 de mayo de 2023

Nuevo libro de Coral Herrera Gómez, este fin de semana en la Feria del Libro de Madrid






¡Ya puedo mostraros la portada de mi nuevo libro! Hoy salió de imprenta y mañana empieza a distribuirse en librerías, aunque la fecha de lanzamiento oficial es el 5 de junio.  

Aquí tenéis mi primer libro para adolescentes y jóvenes sobre el amor, el octavo que publico en España. 

💙💙💙💙💙


El viernes llega a la Feria del Libro de Madrid, estaré firmando ejemplares el sábado y el domingo desde las 12 en la caseta 192 de la editorial Catarata.






En España podéis ver en Todos tus Libros qué librerías son las primeras en tenerlo, y te mandan un mail para avisarte.

Fuera de España, está en preventa en Amazon, en papel y en Kindle.


Aquí podéis verlo en la web de la Editorial Catarata, que más adelante lo publicará en formato ebook.


Y aquí puedes ver todos mis libros,

¡muchas gracias a todas y a todos!




 

22 de abril de 2023

La salvación no está en el príncipe azul, está en las utopías colectivas.



La salvación que andamos buscando todos y todas no esta en una persona, ni en un objeto mágico, ni en un milagro divino. La salvación de la Humanidad está en las utopías colectivas, pero la gente solo cree en dioses que ofrecen soluciones individuales a unos pocos elegidos.

Los dioses son incapaces de hacer grandes transformaciones, solo pueden ayudar a unos cuantos privilegiados. Ellos seleccionan a los que podrán vivir una Buena Vida, su poder solo alcanza para ayudar y proteger a un puñado de ricos. 

Mientras, aquí en la Tierra, los señores poderosos producen relatos basados en apocalipsis y distopías para que creamos que estamos todos condenados al infierno. Los creadores y productores culturales saben que las utopías son revolucionarias, y por lo tanto peligrosas, por eso solo nos ofrececen futuros infernales y finales horribles, llenos de sufrimiento, violencia y destrucción. 

Para que no nos pongamos creativos mitifican a los hombres violentos entregados a la autodestrucción (personal y colectiva) Nos venden relatos distópicos para que vivamos con miedo, nos creamos que todo va a peor, y no nos pongamos a soñar con un mundo mejor. 

Esos mismos señores se ríen con desprecio de la gente que se resiste a vivir con miedo. Es gente que tiene aún esperanza, y por eso resultan tan incómodos. 

Nos hacen creer que la utopía es sinónimo de "sueño imposible", que estamos condenados a destrozarnos, a aniquilar todo tipo de vida, a destruir al planeta Tierra, porque "así somos de violentos los humanos". 

Nos engañan con el príncipe azul y con el Salvador celestial, para que no sepamos quiénes son las heroínas y los héroes de carne y hueso que se dejan la piel por el sueño de un mundo mejor. No quieren que sepamos de su lucha ni que nos contagiemos de su energía y su ilusión. No sea que tomemos ejemplo y nos pongamos a revolucionarlo todo.

Nos regalan utopías individuales, pero jamás utopías colectivas. 

En la escuela no nos enseñan a pensar en el Bien Común. Nos enseñan a desconfiar de la especie humana, a competir con los demás, a guerrear entre nosotros, para poder someternos y manipularnos. 

Nos anestesian con distopías para que no nos atrevamos a imaginar un mundo mejor, una sociedad en la que la Humanidad aprenda a cooperar, a comunicarse, a cuidarse y a cuidar el planeta, a convivir con los demás seres vivos en armonía y en paz. 

En las pantallas no nos hablan de la fuerza revolucionaria del amor para que no nos entusiasmemos con la posibilidad de construir otro mundo, y de soñar con el derecho a vivir una Buena Vida. Una vida libre de explotación, de sufrimiento y de violencia. 

Nos ofrecen hombres mutilados y sin esperanza, mujeres cosificadas al servicio de esos hombres, modelos a seguir basados en estereotipos y mitos que perpetúan el sistema. Ellos quieren que vivamos derrotados, sin fe en la Humanidad, sin fe en el futuro, muertos de miedo, y cada uno buscando la manera de salvarse a sí mismo. 

El poder solo nos ofrece ídolos y modelos a seguir que cantan, bailan, posan, hacen películas, hacen deporte y acumulan dinero. No conocemos apenas a la gente que cree en utopías y trabaja por ellas, a la gente que a diario, desde sus trincheras cotidianas, aporta a la creación de un mundo mejor, y hace este un poco más habitable.

Y sin embargo, el mundo está lleno de gente que cree en utopías colectivas y que lucha por el derecho de todos y todas al Buen Vivir. 

Es la gente que protesta contra las injusticias, defiende sus derechos, y le exige a los gobiernos que acabe con la pobreza, el abuso, la desigualdad. 

Es la gente que abolió la esclavitud, el apartheid, las dictaduras, y la que se inventó Declaración de los Derechos del Hombre, una utopía que cambió la Historia. 

Estos seres humanos que sueñan con un mundo mejor inventaron la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que tuvo un impacto monumental, puso límites a la violencia del capitalismo salvaje, y modificó las leyes de muchísimos países. 

La Declaración de los Derechos Humanos de las Mujeres también tuvo un impacto enorme: el movimiento de liberación de las mujeres también ha modificado las leyes de muchos países y sigue hoy, con fuerza, luchando por acabar con las jerarquías, la explotación, la acumulación de poder, y con ellas, acabar con el capitalismo y el patriarcado. 

Las utopías colectivas son caminos hacia la transformación; existen muchas maneras de relacionarnos y de organizarnos a nivel social, político y económico. 

Se trata de soñarlas juntas y juntos, de unirse a la gente que ya está en esos caminos desde hace años, de aprender a trabajar en equipo, de contagiarse de esa fuerza poderosa que nos permite avanzar. 

Si nuestra cultura nos vende apocalipsis y nos hace creer que así somos, que no hay solución, que no hay esperanza, apaguemos las pantallas y salgamos a la calle a bañarnos en las utopías colectivas. 

Salgamos a mojar a los demás para que puedan unirse a la fiesta. 

Inventemos relatos utópicos y demostremos que son posibles. 

Nos quieren amargados, resignados, y muertos de miedo, nos quieren empastillados y metidos en casa, aislados de los demás, buscando desesperados la salvación personal. 

Ojalá un día nos encuentren en las calles, bailando, soñando y luchando con una vida mejor para la Humanidad y demás seres vivos del planeta Tierra.


Coral Herrera Gómez 


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20 de abril de 2023

Grupos de Cuidados contra el abuso y la violencia



Uno de los mecanismos más eficaces para protegerte de la violencia, del abuso, la explotación y el sufrimiento, es pertenecer a un grupo de cuidados en todas las etapas de tu vida. Desde la guardería, hasta la Universidad, lo mismo si trabajas en una oficina que en el campo o en la fábrica, tener un grupo de cuidados es una medida de autodefensa y de ayuda mutua que te puede proteger del acoso y del maltrato durante toda tu existencia. 

Si hubiera grupos de cuidados en los colegios, en los centros de estudio y de trabajo, en los clubes y en las compaticiones deportivas, en los espacios de ocio (conciertos, discotecas, fiestas populares, verbenas, eventos sociales), en las asociaciones y los colectivos, en los movimientos sociales, en los sindicatos y los partidos políticos, y en todas y cada una de las empresas grandes de cada país, podríamos hacer frente en común para parar a las personas que se dedican a hacer daño a los demás. 

Las personas que se dedican a hacer sufrir a otras no se atreven con los grupos. Solo se atreven con sus víctimas, cuanto más aisladas, mejor, porque cuanto más solas están, más vulnerables son. A las personas que maltratan y acosan les protege el silencio y el miedo de los demás: como nadie quiere ser su próxima víctima, nadie se enfrenta a ellos para pararles los pies.

El miedo hace que mucha gente mire para otro lado y no defienda a las victimas de una injusticia o un abuso porque es más fácil pensar que es una pelea, "yo no me meto en problemas, es un asunto entre ellos".  

Otra gente aplaude y les ríe las gracias a los violentos, e incluso se suman a las agresiones para congraciarse con la persona violenta, y no convertirse en el siguiente objetivo.

También es el miedo lo que hace que muchos se atreven incluso a culpar a la víctima de la violencia que está recibiendo, o a usar la estrategia del negacionismo: "era una broma, qué poco sentido del humor", "no es para tanto", "estás exagerando", "haberte defendido, ¿por qué no hiciste nada?"

Un ejemplo de cómo protegemos a los violadores: la prensa no le nombra ni nos enseña su cara, mientras que nos ofrecen el rostro de las víctimas y nos dan todos sus datos personales (dónde trabaja, dónde vive, si tiene o no pareja, si tiene o no hijos) 

Cuando una niña o un niño sufre violencia en el colegio, le animamos a que se defienda y ataque a sus agresores. Lo primero que aprenden al entrar en el colegio es que no hay nada peor en el mundo que ser un chivato, con el objetivo de que crean que nunca deben denunciar la violencia que sufren. 

Gracias a esta norma no escrita, muchos niños y niñas soportan el abuso, el acoso, y la violencia de los matones del grupo. Prefieren aguantar el dolor a sufrir el rechazo del grupo, por eso no se atreven a pedir ayuda a sus padres, a los profesores o a la dirección del centro

Cuando una mujer sufre violencia machista, se le dice que no se deje, que enfrente al agresor, que salga de ahí sola y que denuncie. Y cuando se atreven a denunciar, no solo tienen que afrontar las represalias, sino tratar de buscar un lugar seguro. Y a muchas las matan antes de que puedan ponerse a salvo. 

Los medios de comunicación señalan y exponen a las víctimas,  dan voz a los que dudan sobre sus testimonios, dan voz a los culpables cuando se defienden de las acusaciones, y denominan "presuntas" las agresiones , las violaciones y los femicidios hasta que los violentos son juzgados y encanrcelados. Además, nos los presentan como "casos aislados", aunque todos los días aparezca en la prensa uno nuevo. 

Es cruel pensar que las víctimas deben defenderse solas de tipos violentos: la realidad es que la gran mayoría no pueden contra sus abusadores, y no es justo dejarlas solas. No es justo porque acaban creyendo que se merecen la violencia que reciben, y creen que es un problema  personal, cuando en realidad es un problema colectivo. 

¿Cómo acabar con la violencia? 

Los humanos educados en los valores del patriarcado y el capitalismo somos gente violenta y egoísta, no sabemos pensar en el bien colectivo, no sabemos resolver nuestros conflictos sin violencia, no sabemos tratarnos bien ni sabemos relacionarnos desde el respeto, los buenos tratos y los cuidados. 

La violencia de nuestra cultura es estructural, y lo mismo que la sufrimos, la ejercemos también sobre los demás. Nuestro sistema económico es violento, porque se basa en la acumulacion y el acaparamiento de recursos y de poder por parte de unos pocos, a costa del sufrimiento de los demás. Abusamos unos de otros y nos aprovechamos de las personas que están por debajo de nosotras en la jerarquía, cuanto más necesitadas e indefensas están, más abusamos de ellas.   

El primer paso para acabar con la violencia es tomar conciencia de la que sufro, y la que ejerzo. Todos empleamos estrategias diferentes para conseguir lo que queremos, lo que necesitamos y lo que deseamos. El problema es que alguna de estas estrategias no son éticas: amenazar, chantajear, sobornar, extorsionar, humillar, abusar, acosar a alguien para que ceda o para que acabe de rodillas... son diferentes formas de ejercer el poder de forma tiránica, abusiva y violenta.

¿Cómo sabes que estás ejerciendo violencia contra alguien? Cuando le haces daño, o le perjudicas en beneficio propio, cuando te aprovechas de su vulnerabilidad o de su necesidad, cuando impones tu poder para someterle. 

¿Cómo saber si estoy sufriendo violencia? Los malos tratos, las burlas crueles, las bromas hirientes, los chismes, los bulos, los rumores, los insultos, los comentarios despreciativos, las falsas acusaciones, las palabras cargadas de odio, los ataques iracundos sobre alguien, son diferentes formas de herir a los demás, y la persona que los usa siempre lo hace en beneficio propio.

 Consiga o no su objetivo,  siempre aumentan su poder y su rango en la jerarquía, porque los demás aprenden a respetarle y a temerle, y con frecuencia le protegen y le encubren.

Así que la solución a la violencia no puede ser individual, sino colectiva. 

La única forma de que el miedo cambie de bando, es crear grupos de cuidados en todas partes.


Grupos de Cuidado de Mujeres

Las mujeres feministas llevamos muchos años organizadas. Tenemos grupos de cuidados en los que nos acompañamos cuando usamos un taxi (compartimos el número de matrícula y el recorrido en tiempo real, avisamos si el taxista hace cosas raras, avisamos cuando llegamos). 

También cuando tenemos una cita con un hombre (compartimos sus datos con las demás, y la ubicación, y avisamos cuando llegamos a casa), y cuando viajamos solas o en grupo. 

También nos cuidamos en los centros de estudio y de trabajo, en el transporte público, en las manifestaciones. En los conciertos y las fiestas vamos juntas al baño para defendernos mutuamente del acoso de los hombres, estamos atentas a la bebida propia y a la de las compañeras, nos vamos en grupo a casa si podemos. 

Los grupos de mamás también son esenciales para nosotras: las mujeres nos cuidamos unas a otras y nos ayudamos con la crianza y la educación de nuestras hijas e hijos, lo mismo en el campo que en la ciudad: solas no podemos con 2 jornadas laborales completas. Y como son tantos los padres que huyen del hogar, y como la gran mayoría de los hombres solo recibe cuidados sin darlos, no podemos contar con ellos para sacar adelante a nuestras crías. 

Quizás algún día los hombres se incorporen al sistema de cuidados, pero de momento, las mujeres para sobrevivir tenemos que pedir ayuda a grupos de mujeres, que a veces son familiares (madre, suegra, hermanas, tías), y otras veces son nuestras compañeras y amigas. 

La sororidad entre mujeres es fundamental, no hay nada más duro en el mundo que criar hijos sola. 

Estos grupos de cuidados sirven para acompañarnos también emocionalmente cuando estamos mal, para prestarnos ayuda, para contar lo que nos está pasando, para compartir información y conocimientos, y para no sentirnos tan solas en la lucha diaria contra el patriarcado.

Nos hemos dado cuenta hace mucho de que solas no podemos, pero organizadas y unidas, sí. Sabemos que solas somos más vulnerables y manipulables, y por eso hemos aprendido a ayudarnos entre todas. 

Estas estrategias de apoyo mutuo y de protección nos han servido para romper el pacto de silencio que perpetúa las violencias. Con el #MeToo hemos salido en masa a contarlas y hemos llevado a juicio a muchos hombres poderosos que se creían impunes. Incluso ahora los hombres gays también empiezan a denunciar el acoso sexual y la violencia que sufren. A los acosadores ya no les protege el silencio, ahora por fin escuchamos y creemos a las víctimas.

Otros espacios en los que son necesarios los grupos de cuidado: 

Grupos de cuidados para niñas y niños: si en el patio del colegio un niño pudiese gritar a su grupo de cuidados cuando otro niño le agrede, y el grupo pudiese ir corriendo a rodear a la víctima, mientras uno de ellos sale corriendo a pedir ayuda a alguna persona adulta, el atacante se vería solo. 

Como en muchos colegios los niños y las niñas no reciben ayuda de las personas adultas, que tratan de quitarle importancia a la violencia argumentando que "son cosas de niños", también las mamás, papás y personas cuidadoras podrían hacer grupos de cuidado para ayudar al grupo de cuidados infantil, y para exigir a la dirección del colegio que proteja a las víctimas e implante un protocolo para acabar con la violencia escolar.

Grupos de cuidados para chicas adolescentes: para hacer frente a las manadas de violadores, es fundamental que las niñas y adolescentes se organicen en grupos de cuidados, tanto en el centro de estudios como en los espacios de ocio. Las violaciones grupales están aumentando de una forma bestial, así que es importante que los agresores sepan que las chicas no están solas, que se cuidan entre ellas, y que la sociedad entera las cree, y las cuida también. Estos grupos de apoyo tendrían que contar con la protección de la comunidad educativa y los de madres y padres, y de la sociedad entera, para que no se sientan solas en su lucha por el derecho a vivir una vida libre de violencia. 

Grupos de cuidado en los centros de estudio y de trabajo: si en una oficina una mujer se dedica a hablar mal de otra, y a burlarse de ella a sus espaldas, y a hacerle la vida imposible, y se encuentra con que nadie quiere escuchar sus chismes, y nadie le ríe las gracias, probablemente se sienta aislada y sin ganas de seguir haciendo daño. Si el grupo de cuidados de la oficina se sentase a hablar con ella y a pedirle que deje de hacer sufrir a la compañera, la mujer podría plantearse que igual no merece la pena hacerle la guerra si no cuenta con el silencio, la complicidad, o el apoyo de los demás.

Los grupos de cuidados también actuarían hacia arriba: si un jefe acosa sexualmente a una empleada, si un empresario obliga a un empleado a trabajar más horas, el grupo de cuidados podría proteger a quienes sufren el abuso, y denunciar colectivamente a quienes lo ejercen.

Y en las aulas lo mismo: las personas que sufren más violencia en los centros escolares y en las Universidades son las mujeres, sobre todo las mujeres con discapacidad, las mujeres lesbianas, las mujeres indígenas o pertenecientes a una etnia determinada, y las mujeres inmigrantes. Las instituciones educativas están fallando a la hora de protegerlas de los abusos de sus compañeros y sus profesores. Así que es importante que existan grupos de cuidados en todos estos espacios, en los que las mujeres puedan compartir información y apoyarse mutuamente en cuanto empiece el acoso o la violencia. 


Cuidados en nuestros grupos sociales y familiares 

En torno a una pareja: si tu amiga os presenta a su novio, y al tipo le parece gracioso humillar a tu amiga delante de su grupo, lo más probable es que el grupo no le ría las gracias, y le pare los pies. El grupo de cuidados se forma espontáneamente, y en cuanto actúan, el agresor se da cuenta de que no tiene apoyo, y de que lo más probable es que el grupo entero trate de convencer a su amiga para que le deje. 

Sin embargo, si el chico forma parte del grupo, la cosa cambia, porque la violencia que ejercemos entre risas no parece tan violenta. Y porque los hombres tienen poderosas redes de complicidad entre ellos, redes que sostenemos las mujeres. Si ella se enfada, es muy probable que apoyemos al chico diciendole a ella que qué poco sentido del humor tiene. Y solo las chicas del grupo se preguntarán si en privado la trata igual, o peor. Y alguna puede que se atreva a encararse con él, y a preguntarle a ella cómo es la relación, y si necesita ayuda para salir de ahí. 

El primer paso es romper el silencio y perder el miedo, y crear grupos de cuidados para proteger a las víctimas

Pienso en las mujeres que pasan años soportando palizas de su marido: si las comunidades de vecinos y vecinas se uniesen en grupo para hacer frente al vecino cada vez que llega borracho a casa, y justo antes de que empiecen los golpes se presentasen juntos ante su puerta, el tipo se lo pensaría dos veces antes de empezar, y la víctima no se sentiría sola ni avergonzada. Y si tuviera el apoyo total de la comunidad, aumentarían sus probabilidades de huir de su hogar.  

Las estadísticas nos muestran que las víctimas que logran escapar son aquellas que cuentan con apoyo y protección de su familia, de sus grupos de amigas o de la comunidad de vecinos y vecinas

En el hogar: los niños y las niñas son las más vulnerables a la violencia dentro de su entorno familiar, por eso es tan importante escucharles y creerles cuando se atreven a hablar. Dado que muchos adultos no quieren romper la "armonía familiar" y le piden a las víctimas que guarden silencio y que compartan mesa con sus agresores, es fundamental que las personas adultas que sí tienen conciencia sobre el problema de los malos tratos y el abuso sexual infantil, protejan a las criaturas de los "secretos de familia" y los saquen a la luz. 

Hasta ahora se consideraba que los menores eran "propiedad" del hombre de la casa y que éste podía hacer con ellos lo que quisiera. Ahora sabemos que los niños y las niñas tienen derechos humanos, no son propiedad de nadie, y la violencia que soportan por parte de los hombres de su entorno familiar (pares, abuelos, padrastros, tíos, amigos de la familia) es inhumana. 

Todas las familias deberían contar con un grupo de cuidados en el que las víctimas puedan confiar. 


Grupos de cuidados en nuestros espacios de activismo y lucha 

En todos los espacios sociales hay luchas de poder y guerras internas para derrocar a los líderes y para sustituirles, hay peleas de egos, grupos y reuniones secretas, conspiraciones y batallas sangrientas. Estas guerras son más violentas en grupos verticales con jerarquías, en las que sus miembros batallan por cargos importantes y cuotas de poder. En los grupos horizontales estas batallas se dan en menor medida porque se funciona de manera asamblearia, y en red, de manera que la gente está más centrada en el objetivo que tienen en común, y es más fácil trabajar en equipo. 

Tanto en unos como en otros, los grupos de cuidados velarían por el bienestar, la inclusión y los derechos humanos de todos y todas, se encargarían de ayudar a resolver los conflictos personales, de ayudar a las más vulnerables, y de proteger a las víctimas de las personas que se dediquen a ejercer violencia física, sexual, emocional y psicológica contra alguien del grupo. 


Grupos de cuidados en las redes sociales  

Las redes sociales están llenas de gente que disfruta asistiendo a las peleas, cancelaciones, y  linchamientos públicos, y/o participando en ellos. La guerra en redes es permanente, no cesa jamás, y son muy pocas las personas que logran debatir en los hilos sin sufrir y sin hacer sufrir a los demás: no sabemos practicar la comunicación no violenta, no sabemos discutir sin hacernos daño, no sabemos expresar nuestras opiniones sin machacar al "adversario". 

Y este es precisamente el problema: actuamos como si las redes estuviesen llenas de enemigos, incluso dentro del bando o grupo al que pertenecemos. 

No conversamos para el placer, ni para aprender, ni para construir conocimiento colectivo: participamos en los debates para brillar y para lucirnos, para imponer nuestras ideas, para humillar a los contrincantes, para alimentar nuestros egos, para mostrar lo ingeniosos que somos en el combate verbal. 

Exhibimos nuestro poder, lo ejercemos sin piedad para llevar razón, para recibir megustas y para recibir aplausos, para ganar seguidores, para sentirnos especiales, únicos, importantes. Opinamos de todo aunque no leamos ni nos formemos para poder opinar, y atacamos sin piedad a quienes no piensan como nosotros: así es imposible aprender y disfrutar de las redes sociales. 

Cada vez hay más gente que sale de ellas para evitar sufrir, porque están cargadas de odio, y como siempre las que más abandonamos las redes sociales somos nosotras, las mujeres, que somos las que más ciberviolencia sufrimos. 

Los grupos de cuidados en redes sociales sirven para crear espacios más pequeños, espacios seguros y libres de violencia, en los que las mujeres nos apoyamos, nos damos consejos, intercambiamos información y conocimientos, establecemos alianzas y estrategias comunes, y nos protegemos unas a otras. 

En estos grupos de cuidados no tenemos miedo a ser atacadas, y podemos expresarnos con libertad y confianza, son un refugio frente a la hostilidad de los espacios abiertos. 

A medida que aumenta la violencia contra las mujeres feministas, más nos damos cuenta de lo importante que es apoyarnos unas a otras, y organizarnos para hacer frente a la misoginia y el machismo, vengan de donde vengan. 


Aprender a crear grupos de cuidados 

Si le perdiéramos el miedo a las personas violentas y nos uniéramos para hacerle frente a los abusos, los malos tratos y las injusticias, entonces no se sentirían tan poderosas. 

El miedo lo tendrían ellas, porque generalmente son muy cobardes, y paran cuando no cuentan con el apoyo (o la indiferencia, que también ayuda mucho) de los demás.

Pienso que si todas las comunidades humanas tuvieran grupos de cuidados, todos nos lo pensaríamos mucho a la hora de iniciar un ataque o una guerra contra otra persona. Lo mismo en el espacio público que en nuestro entorno más cercano: si cuando intentamos hacer sufrir a alguien, los demás se indignan contra la injusticia y se enfrentan a nosotros, probablemente desistiríamos. Porque nada nos da más miedo que el rechazo del grupo.

Mi propuesta es empezar por las escuelas: nuestros niños y niñas necesitan herramientas para tomar conciencia de las violencias que sufren y que ejercen, para aprender a cuidarse entre todos, para aprender a usar su poder sin abusar ni hacer daño a nadie. 

Además de tener una asignatura específica (Ética del Amor y Filosofía de los Cuidados), en la parte práctica aprenderían a crear grupos de cuidados, como una estrategia de defensa cotidiana contra los malos tratos, el sufrimiento y la violencia. En grupo es más fácil aprender a protegerse, a cuidarse, a apoyarse, a defenderse sus derechos, y a hacer frente común contra los abusos y las injusticias.

En grupo podemos aprender a cuidarnos a nosotros y a nosotras mismas, a cuidar nuestras relaciones, y a cuidar a la gente que sufre discriminación y violencia. 

En grupo perderemos el miedo y podremos enfrentarnos con valentía a todos aquellos que cometen injusticias, abusos y malos tratos a los demás.

Cuantos más grupos de cuidados, más solos se sentirán; es la mejor receta contra la impunidad. 

Los grupos de cuidados podrían hacer frente a emergencias, es decir, esos momentos en los que los agresores no paran de acosar a sus víctimas y les amenazan con hacerles daño. Generalmente cumplen sus amenazas, así que hay que preparar dispositivos de seguridad en torno a las víctimas, y uno de los elementos clave es que todos podamos turnarnos para acompañar a las víctimas y no dejarlas solas jamás. 

También los grupos de cuidados sirven para resistir ante la violencia de un sistema económico tan cruel y violento como el que vivimos. Mucha gente participa en grupos de cuidados y apoyo mutuo para hacer frente al drama de la pobreza, el desempleo, los desahucios, y la exclusión social. En la pandemia estos grupos de cuidado proliferaron por todos los barrios: repartieron comida, ropa y medicinas, organizaron los cuidados a personas mayores y dependientes, informaron y ayudaron a la gente a pedir las ayudas del Estado. Estos grupos de cuidado también ofrecen apoyo emocional y acompañamiento para la gente que está pasando malos momentos personales (crisis emocionales, enfermedades mentales) o simplemente etapas difíciles (la muerte de un ser querido, una separación de pareja, un problema familiar, etc). 


Lo mismo frente al matón que frente a las élites del poder 

La gente con poder nos quiere aislados y enfrentados entre todos, para poder manipular y abusar mejor de nosotros. Por eso es tan importante que nos juntemos y nos organicemos, lo mismo frente al matón del grupo, que frente a las élites del poder. 

Unidos, unidas, somos más fuertes y más grandes, empecemos en pequeños grupos de cuidado, con la gente más cercana, y aprendamos a protegernos y a apoyarnos entre todos. 

No se te olvide, formar parte de un grupo de cuidados es una medida fundamental del Autocuidado.

Y vosotras, ¿tenéis vuestro propio grupo de cuidados?, ¿os gustaría crear uno?, ¿tenéis gente querida alrededor con la que contar?


#GruposDeCuidados

#Violencia #malostratos #abuso

#ViolenciaPsicológica #violenciaemocional 

#ViolenciaEscolar 

#unmundosinviolencia 

#unavidamejor 

#cuidados 


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25 de febrero de 2023

Busca tu causa, busca tu gente, y lucha por ella.



Mira dentro de tí, conecta con la niña que quería cambiar el mundo, mira hacia fuera, busca tu causa, únete a otras personas que tengan tu misma causa, y lucha por ella. 

No puedes cambiar el mundo tú sola, pero sí puedes dedicar el poco tiempo y la poca energía que tienes a aportar a alguna de las miles de causas que existen en el mundo. Para saber cuál es tu causa, empieza por aquello que más te indigna, más te duele, y más te conmueve. 

No te olvides que tus problemas personales son políticos, y que si estás sufriendo por algo, probablemente haya mucha gente sufriendo por lo mismo. El mundo está lleno de gente que lucha contra el machismo, la misoginia, el racismo, la xenofobia, el clasismo, la lesbofobia, el especismo, el capacitismo....

Hay gente luchando por la libertad y los derechos humanos, contra la pobreza y el hambre, la explotación y la violencia.

 Hay gente luchando por sus barrios y sus pueblos, otros contra el cambio climático y la destrucción del planeta.

 Hay gente que encuentra su causa en el arte, en el deporte, en la política, en la ciencia y el conocimiento, en la cultura, en las religiones, en los movimientos sociales y vecinales. 

Unos luchan por los derechos de la infancia, otros por los derechos de las personas mayores, por los derechos de la gente con enfermedades o discapacidades, por los derechos de las mujeres y las niñas, por los derechos de los animales y demás seres vivos. 

Otra gente está defendiendo el agua y el territorio, la biodiversidad, los árboles, los mares, la Educación, la Sanidad, los derechos laborales, la investigación científica, el decrecimiento, la distribución y el reparto equitativo de la riqueza, la subida de salarios, la reducción de horarios de trabajo, y la Renta Básica Universal. 

Hay mucha gente luchando contra la evasión fiscal, el acaparamiento de recursos, la contaminación del aire y la tierra, los abusos policiales y judiciales, la usura desmedida, la manipulación de los medios de comunicación, la ciberviolencia, los desahucios, el tráfico de personas y animales, la corrupción, la exclusión social de los colectivos más empobrecidos...

Hay mucha gente ayudando a los colectivos más invisibles y más vulnerables en todo el mundo, muchos millones de personas que sueñan con un mundo mejor y nos ayudan a tomar conciencia de las injusticias. 

Es gente que nos abre los ojos a realidades que no queremos o no podemos ver, y los necesitamos porque son las únicas que se dedican a visibilizar y erradicar la violencia que sufrimos y ejercemos en las aulas, en los centros de trabajo, en la familia y el entorno social, en los parlamentos y las instituciones, en los hospitales y los centros sanitarios, en las residencias de personas mayores, en los centros deportivos, en los medios de comunicación, en las redes sociales, en el transporte público, y en la calle. 

Cuando encuentras tu causa, encuentras un motivo para estar vivo, o para estar viva, y aunque es muy doloroso vivir despierta y bien informada, y ser tan sensible al sufrimiento ajeno, sin duda tener una causa te hace sentir útil, te conecta con tu comunidad, te enreda con otras personas con las que compartes inquietudes y con las que se comprometen con su tarea. 

Tener una causa es el mejor antidepresivo y el mejor ansiolítico del mundo, porque solas no podemos, pero con el apoyo de la gente como nosotras, todo es más fácil. Si has sufrido mucho en la vida, puedes volcarte para que nadie más tenga que pasar por ello.

 Sentirte buena persona, saber que puedes ayudar a mucha gente, es una de las cosas que mejoran nuestra autoestima, nuestra confianza y nuestra relación con nosotras mismas. 

Tener una causa es un salvavidas en un momento en el que tanta gente no logra encontrarle sentido a sus vidas, es la mejor medicina contra el suicidio.

 Además, luchar por un mundo mejor te saca de tu egocentrismo y te permite mirar el mundo más allá de tu ombligo.

Y te permite entender que tú no puedes ser feliz mientras los demás sufren, y que el bienestar es un asunto colectivo y la felicidad un asunto político. 

Busca dentro de tí qué es lo que más te mueve y te conmueve, y ponle todo el amor del mundo a tu causa: tener un motivo para luchar te hace más generosa y mejor persona. 

¿Qué por dónde empiezas? Solo con investigar, reunir datos, recolectar información y ofrecer a los demás lo que has aprendido, sirve para que los demás puedan saber, abrir los ojos y tomar conciencia. Esta toma de conciencia sirve para que los medios lo visibilicen y los políticos tomen medidas, fíjate en cómo los activistas que protegen a la infancia y los activistas de la salud mental están logrando que los gobiernos empiecen a preocuparse por las altas tasas de suicidios. Pequeños actos de muy poca gente pueden cambiar  la vida a millones de personas en el mundo.

Busca tu causa y busca tu gente, y lucha con ella.

Coral Herrera Gómez


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