Ilustración de Señora Milton |
19 de noviembre de 2021
¿Cómo enamorar a una mujer para que te cuide toda la vida?
7 de noviembre de 2021
Révolution Amoureuse, de Coral Herrera Gómez
Les femmes du monde entier souffrent par amour, en rêvant d'un modèle d'homme qui n'existe pas, d'un partenaire idéal qui viendrait les sauver. Ce mythe de l'amour romantique, que la société nous présente comme le seul possible, bien aidée par la religion et l'industrie du divertissement, est toxique.
Individuellement et collectivement. Alors, le seul moyen de se désintoxiquer, c'est de faire la révolution !
Comment ? En interrogeant nos façons de s'aimer, pour nous libérer des normes, de l'éducation et des représentations qui enferment nos émotions ; en imaginant d'autres relations amoureuses et affectives dans un monde différent, et en osant les faire advenir.
En 23 courts chapitres précis et percutants, Coral Herrera Gómez nous donne des pistes très concrètes pour changer nos pratiques individuelles et collectives, afin de faire changer le monde. Car l'amour est un puissant outil de transformation : quand il dépasse les frontières du couple pour gagner le collectif, il est un moteur pour construire une société où l'exploitation, la violence et les hiérarchies n'ont pas droit de cité.
Puedes adquirirlo en Fnac y en más de 160 librerías de Francia.
6 de noviembre de 2021
Las bromas para hacer sufrir a los demás
¿Quién no lo ha hecho alguna vez? Agarras a un amigo, a tu sobrina, a tu pareja, a tu compañera de la oficina, y le conviertes en el centro de atención para que todo el mundo se ría de ella. Usas la información que tienes sobre su vida para hacer bromas y atacarla con indirectas y comentarios sarcásticos. Todos ríen y te aplauden, porque eres muy graciosa o muy gracioso, y porque no quieren que les hagas a ellos lo mismo. Tu ego se infla y a veces no mides el daño que estás haciendo a tu víctima porque todo el mundo se esta divirtiendo mucho. Cuando la víctima o alguien intenta pararte los pies, tú te escudas en el humor, y le reprochas a tu víctima que sea tan sensible o que no sepa reírse de sí misma. Todos te aplauden y tú te sientes muy poderosa, no malgastas ni un segundo en pensar en tu víctima, en cómo tiene la autoestima, y como se está sintiendo, porque lo importante para ti es recibir los aplausos de los demás. No te das cuenta de que tu forma de someter a los demás es violencia, porque haces daño y te estás aprovechando del sufrimiento de otra persona para sentirte una diosa. O un Dios.
Cuando hacemos daño a los demás entre risas, no parece violencia. Pero a través de las burlas podemos humillar en público a una persona y disfrutar viendo lo incómodo, herido o dolido que se siente. Cuanto peor lo pasa, más se ríen los demás: para nosotros lo importante es que todo el mundo (menos tu víctima) se divierta y pase un buen rato.
En realidad es una más de las estrategias que usamos para someter a los demás y para imponer nuestro poder. Y muchas veces se nos va la mano, pero pocos se atreven a señalar la crueldad porque se presupone que lo haces para alegrar la fiesta.
Pero lo cierto es que utilizar las bromas para imponerte, y aprovecharte del sufrimiento de alguien para recibir aplausos de los demás, es violencia.
Nos han enseñado desde pequeños a divertirnos viendo pasarlo mal la gente más débil. Sin embargo, nadie quiere ser la víctima: nos gusta más ser el Gracioso y recibir los aplausos del público que ser el blanco de las humillaciones del Gracioso.
¿Hasta qué punto punto pasa mal la víctima? Hay gente que sabe defenderse y contraatacar cuando la utilizas para hacerte el gracioso y para sentirte importante. Pero hay gente que no puede defenderse y se siente profundamente herida por tus burlas y comentarios. Su sufrimiento nos infla el ego, a ellos les destroza la autoestima.
Es una violencia que hemos normalizado, nos toca soportarla en la infancia, y la ejercemos cuando somos adultos: nos encanta reírnos de sus torpezas y su falta de habilidades, y más gracia nos hace si el pequeño se siente humillado.
Lo hacemos también entre nosotros, constantemente, en nuestro grupo de amigos, en el trabajo, en la escuela y aquí en redes sociales.
Nos sentimos muy poderosos cuando atacamos a alguien y nos crecemos cuando los demás nos apoyan con risas. Las víctimas preferidas son la gente rara y la gente desobediente que se desvía de la norma: la humillación es un método de disciplinamiento social que sirve para que los demás se esfuercen en obedecer los mandatos sociales y de género. Los demás generalmente le reímos la gracia al Gracioso para evitar que nos elija como víctimas.
Pero hay más. Disfrutamos haciendo sufrir al resto no solo porque no toleramos la diversidad y la diferencia, sino porque lo aprendemos desde la más tierna infancia: nos llevan a cárceles de animales los días festivos, nos llevan a la plaza a divertirnos mientras un tipo tortura a un animal, aplaudimos mientras el animal se retuerce de dolor agonizando. Nos divertimos apresando animales pequeños que no nos vamos a comer: lo hacemos para sentirnos fuertes y poderosos.
Nos sentimos muy grandes sabiendo que podemos matar a seres más pequeños, y por eso nos parece divertido torturar a camarones, hormigas, lagartijas e insectos. También torturamos a las mascotas en casa, y en el aula nos divertimos humillando al niño con gafas, y a la niña gorda, y al niño extranjero, y a la niña con aparato en los dientes, y al niño gay. En las cenas de Navidad, los cuñados se divierten molestando al raro o a la rara de la familia con risitas, indirectas, comentarios humillantes, preguntas incómodas.
Cuando la víctima pretende parar el espectáculo y nos señala la violencia, nos defendemos diciendo que nuestra intención no era hacer daño, sino divertir a los demás. Es más, cuando la otra persona protesta, podemos culparle de la violencia que sufre burlandonos de su "extrema sensibilidad", para que parezca que el problema lo tiene ella o él. Así todo el mundo se pone de tu parte: "solo estaba bromeando, no seas exagerada, te falta sentido del humor".
Si te beneficias del dolor que generas en alguien, si recibes aplausos y aprobación de los demás, estás ejerciendo violencia. Y no sólo tú, sino la gente que te ríe las gracias para mostrar sumisión y para que no les ataques a ellos.
Cuando el humor va de arriba a abajo, no tiene gracia: desde el privilegio, el humor sirve sólo para legitimar tu posición de poder. Por eso hay tantos chistes sobre tartamudos, cojos, sordos, gangosos, gente con discapacidades, gente que no es blanca, y gente que pertenece a colectivos sociales discriminados: los chistes sobre maricones, gitanos, negros, etc sirven para perpetuar los estereotipos y los prejuicios racistas, machistas y clasistas. Al reírnos de ellos, nos situamos fuera de ellos y los señalamos como inferiores.
Aprender a identificar al Gracioso que llevas dentro es uno de los principales trabajos que llevo a cabo en mis talleres de Masculinidades No Violentas: los chavales están todo el tiempo reprimiéndose a sí mismos y reprimiendo a los demás utilizando el humor, que parece inofensivo pero que sirve para castigar a los chicos diferentes, y a los sensibles, es decir, a aquellos que no cumplen con el rol de macho.
Las chicas hacen lo mismo, especialmente las que se masculinizan para obtener la aprobación de los machos.
Cuesta mucho hacerles ver que cuando el humor sirve para humillar no tiene gracia, y que hacer daño a los demás no es divertido.
Cuesta porque los adultos lo hacemos todo el tiempo y ellos ven cómo usamos el humor para someter y domesticar a los demás.
La única manera de parar estas violencias cotidianas es que seamos valientes y no le riamos las gracias al Gracioso o la Graciosa.
Si no les tenemos miedo, y no les apoyamos con nuestras risas y aplausos, se quedan sin poder.
Si nos ponemos del lado del que sufre las humillaciones, el Gracioso se queda solo.
Ahora bien, lo más efectivo para parar la violencia es tomar conciencia e identificar cuándo somos nosotros el Gracioso o la Graciosa.
Uno de mis consejos para cuando sientas ganas de recibir aplausos divirtiendo a la gente: ríete de ti mismo, y ponte tú en el blanco de todas las risas. O busca otras formas de divertir a los demás y recibir aplausos que no hagan daño a nadie.
La fórmula es muy sencilla:
Cuando te ríes de ti mismo o de ti misma para que los demás se rían, estás haciendo arte.
Cuando te ríes de otra persona para divertir a los demás y para ejercer tu poder, estás siendo violento.
Hay otras formas de divertirse y de ganarse el respeto que no implican someter ni hacer daño a los demás.
Coral Herrera Gómez
Otros artículos:
El desprecio para hacer daño a los demás
5 de noviembre de 2021
Mi contrato amoroso: yo trabajo, él cuida
Muchas me preguntáis cómo puedo con todo. Porque parezco una súper mujer, pero la realidad es que sola no podría. Os voy a contar cómo hago para maternar y para trabajar a este ritmo tan descomunal.
Yo llevo mis redes sociales, mi agenda y sus eventos, los asuntos administrativos y burocracia, los post en mi blog y en medios, la producción de vídeos y podcast, la preparación de mis clases y conferencias, el proceso de escribir libros, y además asumo mi parte en los cuidados del hogar y mi niño. Mi compañero es ahora el que dedica la mayor parte de su tiempo a los cuidados.
En los 4 primeros años de vida de Gael, lo logré durmiendo muy poco y estando todo el día agotada: después de pasar todo el día con los cuidados de casa y el bebé, mi jornada laboral comenzaba a las 7 de la noche, y terminaba muy tarde. Mi compañero traía los ingresos para que yo pudiera escribir mi libro "Mujeres que ya no sufren por amor", y aportaba con su parte de tiempo a los cuidados de la casa y de Gael.
Después, cuando Gael cumplió dos años empecé de nuevo a viajar y nos repartíamos el trabajo de cuidados por igual, aunque yo estuve con la lactancia hasta los cuatro años y medio. Ahora, en España, lo consigo gracias al cambio de roles que he pactado con él. Antes yo ponía más tiempo a los cuidados, ahora los pone él.
Recuerdo el día que le propuse migrar a España (para mí, volver a mi país después de nueve años en Costa rica) Le pedí un cambio de roles para apostarle a mi carrera profesional: él se encargaría de Gael y la casa, y yo sería la principal proveedora de recursos.
También le propuse dos proyectos: que terminara su novela, y hacer entre los dos cuentos con guía didactica para adolescentes.
Firmamos un contrato amoroso, y desde que nos mudamos a Málaga yo hago facturas, él tiende la ropa, yo viajo a dar formaciones, él hace la compra y la comida, yo respondo mil correos y gestiono los eventos, él lleva al niño a la oftalmóloga, yo escribo los cuentos y él los ilustra.
A veces le miro y pienso que he tenido una suerte increíble de encontrar un compañero que apueste por mi carrera y aparque la suya como antropológo, y que priorice los cuidados de Gael (porque obvio no le da tiempo a terminar su novela).
Está siendo un proceso bien apasionante y estamos los dos a tope, con nuestro proyecto de crianza, nuestro proyecto común de cuentos, y trabajando sin parar, él en casa, y yo fuera de casa. Una de las cosas más significativas es que hay gente que no entiende esta forma de organizarnos. Lo que él hace, a ojos de la sociedad no es trabajo, no tiene valor, debería poder hacerlo yo mientras trabajo.
Yo gano el dinero y me llevo los aplausos, atiendo a la prensa, viajo por el mundo, brillo bajo los focos, aoy una súper woman, y su trabajo en cambio es invisible. Dejó su restaurante de pupusas y vive muy lejos de sus hijos mayores, sus hermanas, sus amigas y amigos de toda la vida. Él me dice que vive fuera de su país desde los 14 años y que está acostumbrado a cambiar de roles y a cambiar de escenarios.
Le miro y pienso, esto es amor del bueno, esto es amor compañero. Porque sin él no podría ser madre, escritora, profesora, bloggera, youtuber, instagrammer, administrativa, manager de mí misma, etc. Lo veo tan claro, que a veces me asusto, porque me siento demasiado afortunada.
Formamos un buen equipo: estamos tratando de criar a Gael con amor, de cuidarnos mutuamente, y de poner en práctica las herramientas del Contrato Amoroso para disfrutarlo, y para que nuestro proyecto vital nos dure.
Yo, desde el fondo de mi corazón, no puedo por menos que hacerle una declaración pública de amor: cómo no querer bestialmente a este tipo grandullón, alegre y solidario que me está apoyando y cuidando tanto para que yo pueda cumplir con mi sueño.
Gracias, amor, por estar conmigo haciendo la revolución amorosa del amor compañero.
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¿Quieres leer mi libro El Contrato Amoroso. Herramientas para negociar en la pareja?
Coral Herrera Gómez
Próximos eventos: Noviembre y Diciembre
21 de diciembre, Granada
Presentación del libro en Biblioteca de Andalucía, en Granada
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4 de diciembre, País Vasco
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3 de noviembre de 2021
Video Coral Herrera: Mujeres que dejan de sufrir y Hombres que ¿no? hacen sufrir por amor.