6 de noviembre de 2025

Crianza y salud mental: que no nos separen



Las mujeres de culturas no occidentales alucinan cuando les contamos que en nuestros países las mamás no podemos criar a nuestros propios hijos e hijas y nos obligan a separarnos a las pocas semanas de nacer. Para muchas de ellas es inconcebible que tengamos que irnos al trabajo con las tetas llenas de leche y dejar a nuestros bebés en manos de otras mujeres que tampoco pueden criar a sus bebés porque tienen que cuidar de los nuestros para que nosotras podamos volver al trabajo.

Tenemos nunerosos estudios que demuestran lo importantes que son los mil primeros días de vida en los seres humanos, y en el impacto que tiene en el desarrollo cognitivo y en la salud mental la separación del bebé de su madre. Y aún así, nos siguen obligando a separarnos de nuestras crías.

Dejar a nuestros bebés con personas desconocidas que no tienen ningun tipo de vinculo afectivo con ellos no solo es ir contra nuestra naturaleza de mamíferas, sino que también es una forma de violencia contra la infancia.

Cada año en el mes de septiembre miles de madres salen llorando de las guarderias cuando dejan a sus bebés con cuidadoras que tendrán que atender a otros diez o quince bebés, y que debido a la sobrecarga de trabajo no podrán cuidar debidamente a ninguno de ellos. Con suerte podrán cambiar pañales, atender cólicos y dar biberones, pero los bebes tendrán que llorar solos la ausencia de su madre y de su padre. Porque harian falta veinte brazos para poder darles amor a todos.

Ibone Olza, una prestigiosa psquiatra infantil experta en salud perinatal, se dedica a escribir y a impartir conferencias para sensibilizar a la sociedad sobre la importancia de fomentar y proteger el vinculo entre las madres y los bebés. Ella afirma que las mujeres, hasta el siglo XX, nunca han criado solas. A muchas de nosotras nos ha tocado vivir el posparto solas en una casa, sin ningún tipo de compañía, en un momento en que necesitamos al compañero y al entorno familiar cocinando, yendo a la compra, haciendo lavadoras, doblando y colocando ropa limpia, barriendo y fregando los suelos, limpiando los baños, y ayudándonos con el bebé para que podamos dormir unas pocas horas seguidas. 

Si no hay compañero, o el compañero pasa miles de horas trabajando cada día, necesitamos igualmente los cuidados de nuestra gente querida. Pero todo el mundo alrededor está trabajando. Así que nos toca recuperarnos del parto, llevar la casa y cuidar al bebe solas. Completamente solas, sobre todo en grandes ciudades.

Muchas mujeres están deseando que llegue el momento de dejar al bebé en la guardería para dejar atras ese inmenso sentimiento de soledad y agotamiento que implica una crianza sin redes. En cambio las que tienen la suerte de tener red de crianza, disfrutan mucho más de su maternidad porque no se sienten solas y porque no están tan agotadas.

Las madres necesitamos tiempo, energía e ingresos dignos para criar. Y apoyo. Mucho apoyo. Sobre todo las madres que están criando solas: la población más pobre y vulnerable en todo los pais son las mujeres con hijos. Los hogares monomarentales necesitan protección y cuidados.

¿Y qué necesitan los bebés? Amor, nutrición y estimulación. Necesitan una relación con su entorno basado en el apego seguro, el vínculo que se crea cuando un bebé confía en sus cuidadores principales y sabe que no le van a abandonar. 

Los bebés necesitan sentirse amados y protegidos para poder explorar el mundo en el que viven: cuando los dejas en una guardería no saben si vas a regresar a por ellos o no. Para ellos una hora es una eternidad, porque solo viven el presente, no conocen el futuro, ni el concepto “minutos”, “después”, “en un rato”, “vuelvo en ocho horas”

El trauma de la separación deja una huella muy profunda en el bebé: el sufrimiento les genera estrés, lo que eleva sus niveles de cortisol, que tiene un impacto enorme en su sistema neuronal, en su sistema nervioso y por tanto en sus emociones y en su comportamiento.

La herida primal es el trauma que experimentan muchos bebés cuando son sometidos a la separación con su madre o sus cuidadores principales, y la Ciencia ha demostrado que puede originar síndrome de estrés postraumático. Contrariamente a lo que mucha gente cree, los bebés recuerdan el sufrimiento que han vivido en sus primeras semanas o meses de vida y que se revela años más tarde en forma de síndromes, trastornos del desarrollo, y enfermedades mentales. 

Muchos problemas de conducta tienen que ver con el dolor, el miedo y la ansiedad que sintieron en los dos primeros años de su vida.

Y a pesar de que ahora tenemos unos conocimientos que antes no teníamos, a las madres y a los bebés nos siguen separando, incluso en el momento del parto. Tenemos estudios que demuestran que separar a los recién nacidos de sus madres les genera un sufrimiento terrible e innecesario, pero aún se sigue haciendo en muchos hospitales del mundo.

Las madres hemos comprendido que la crianza es un asunto politico, estamos organizadas y estamos luchando por nuestros derechos y los de los bebés, y como resultado se están humanizando los partos y  alargando los permisos de maternidad. Pero no es suficiente.

Ahora mismo maternar es una odisea. Muy pocas mujeres pueden criar a sus propios bebés, y las que lo hacemos sacrificamos nuestro trabajo remunerado y nuestra carrera profesional, y pasamos a depender economicamente de nuestros compañeros. Muy pocas se pueden permitir “el lujo”de dejar de trabajar o de trabajar menos: la gran mayoría tiene que seguir siendo igual de productiva que antes de parir. Y acudir al trabajo puntual aunque no haya dormido en toda la noche. Y hacer como que no pasa nada cuando enferman tus dos hijos a la vez y no puedas con tu alma. 

Las madres estamos pidiendo a gritos que no nos penalicen por ser madres y que los hombres se impliquen al cien por cien en los cuidados. Los bebés tienen derecho a ser cuidados no solo po su madres, sino también por personas que les quieren a ambos. Madres y bebés necesitamos que nos cuiden en los tres primeros años, a todos los niveles: emocional, económico y logístico. Y para eso es preciso que los padres, pero también el resto de nuestra red afectiva, tengan tiempo para cuidarnos. 

Criar requiere de una extraordinaria energía, y es agotador porque nuestras crías dependen por completo de nuestros cuidados. Para adquirir autonomía necesitan vivir rodeadas de amor en un entorno seguro, y estos primeros años determinan cómo va a ser el resto de sus vidas. 

Porque aunque la herida primal puede trabajarse en terapia, lo cierto es que pocos pueden tener acceso a ella, porque nuestros sistemas de salud obligan a la gente a pagarse los tratamientos en salud mental y emocional.

El sistema nos separa, y nadie se preocupa por la depresión postparto de las mamás, ni los efectos del trauma de la separación en los niños y las niñas. 

Luego los “expertos” se preguntan por qué baja tanto la natalidad, por qué hay tantos niños y niñas con trastornos y síndromes, por qué tanta medicación infantil, y por qué aumentan los índices de violencia y suicidio en la infancia y la adolescencia. 

Si pudiésemos parir y criar a nuestros hijos e hijas en un entorno amoroso, con ingresos dignos y una red de apoyo, el mundo seria mucho mejor. Si después de los tres primeros años pudiésemos conciliar nuestro desarrollo profesional con nuestra vida familiar, el mundo sería mucho mejor y los niños y niñas no necesitarían medicinas para soportarlo.

Nosotras las madres vamos a seguir luchando para protestar contra la violencia que sufrimos madres e infancia, y para defender nuestros derechos y los de nuestras criaturas. Porque sabemos que la maternidad es política, y que si pudiéramos erradicar el sufrimiento y la violencia, nuestras vidas serían mejores y nuestra sociedad también.

Sólo es preciso que la sociedad entera tome conciencia, que tome medidas y haga cambios radicales en su sistema productivo. Solo hace falta papás dispuestos a asumir sus responsabilidades y a disfrutar de sus paternidades. Y una sociedad con gente que tenga tiempo libre para participar en el sistema de cuidados.

Nosotras tenemos derecho a disfrutar de la maternidad, los hombres tienen derecho a disfrutar de su paternidad, y todas y todos tenemos derecho a ser cuidados con mucho amor por toda la comunidad.


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1 de noviembre de 2025

Se salvarían muchas vidas

 



Muchas de las personas que se suicidan cada día en el planeta son víctimas de algún tipo de violencia: niñas y niños que sufren violencia escolar, maltrato en el hogar o abuso sexual infantil, mujeres que sufren violencia machista, mujeres y hombres que sufren acoso laboral. Estas víctimas de la violencia no cuentan en las estadísticas, y sus agresores no cuentan como asesinos, pero son una demostración del fracaso de nuestra civilización. 

Pocas se atreven a pedir ayuda, y es poque sufrir violencia nos avergüenza , pero también porque nadie quiere creer a las víctimas y micha gente mira para otro lado . No es fácil denunciar al jefe que te machaca, al bullie que te agrede a diario, al cura que te viola, al marido que te destroza por dentro, al padre o al padrastro que te da palizas. En nuestra sociedad a las victimas se les culpabiliza, y muchas acaban creyendo que hay algo mal en ellas. 

La mayoria no saben que no son las únicas: hay miles de niños y niñas sufriendo violencia en casa y en el colegio. Hay millones de mujeres sufriendo violencia machista en todo el mundo. Creen que solo les pasa a ellas, se sienten muy solos, muy solas, y llegan a pensar en la muerte como una forma de liberación porque no ven otra salida.

Podríamos evitar muchas muertes cada día si las personas que sufren violencia pudieran pedir ayuda a alguien en su centro escolar o en su centro de trabajo, si las instituciones y gobiernos crearan espacios seguros en los que pedir auxilio. 

Si los niños y adultos violentos viesen que sus víctimas no están solas y que la sociedad entera les protege, no actuarían con la impunidad con la que actúan ahora. 

Si hubiese grupos de cuidados en todos lados, si nuestra sociedad estuviera centrada en los cuidados, si recibiesen una educación nasada en la Ética del Amor y la Filosofía de los Cuidados, no disfrutarían tanto haciendo daño. 

Si unas niñas le dicen a otra niña que lleva aguantando violencia durante meses que mejor se suicide, es porque han perdido su humanidad, pero también porque se sienten protegidas por la indiferencia de sus progenitores, de los y las trabajadoras del colegio, y las instituciones encargadss de velar por su seguridad. 

Se salvarían muchas vidas si lográsemos que el miedo y la vergüenza cambien de bando, si pudieramos obligar a los femicidas y maltratadores a abandonar sus hogares, si pudieramos crear espacios colectivos libres de violencia, 

¿se imaginan como sería si este fuese uno de los objetivos más importantes en centros escolares, institutos, universidades, instituciones, organismos y centros de trabajo? 

¿A qué estamos esperando? 

Se salvarían muchas vidas.

Coral Herrera Gómez 

30 de octubre de 2025

Ya sé qué es lo importante



Una de las cosas que más me cuesta a veces es dimensionar en su justa medida la importancia y la gravedad de mis problemas. Nos pasa a muchas personas durante la adolescencia, una etapa de la vida en que las emociones son demasiado intensas y todo nos parece una tragedia. Cuando vas madurando aprendes a aceptar la realidad, a relativizar y a ponerte manos a la obra para afrontar con valentía los problemas. 

Cuando tienes las necesidades básicas cubiertas y algunos derechos garantizados, es más fácil sumirse en la tristeza y la desolación. Pero cuando estás luchando por tu supervivencia, no hay tiempo para llorar: hay que poner la energía en resolver. Buscar agua, comida, refugio, abrigo, espacios seguros: les pasa a las supervivientes de la violencia machista, de las guerras, el hambre o las catástrofes climáticas.

Cuando no te toca vivir estas situaciones, los pequeños problemas parecen más grandes. Y por eso es tan importante poder distinguir qué es lo verdaderamente importante. En mi caso aprendo siempre en la interacción con los demás, en los viajes y en las situaciones que me voy encontrando en la vida.

El otro día por ejemplo andaba yo angustiada por mis problemas y bastó pasar una tarde con una mujer maravillosa, superviviente de cáncer de mama, para darme cuenta de que lo realmente importante es tener buena salud, y el acceso a un sistema sanitario que actúe con rapidez y te salve la vida. 

Cuando conoces a gente con problemas importantes, es cuando adquieres la sensibilidad para valorar las cosas buenas de la vida y la fortaleza para enfrentarte a la realidad de los hechos. 

Viajar y emigrar te ayuda a distinguir los pequeños problemas de los grandes problemas. Yo cuando emigré a Centroamérica fue cuando realmente tomé conciencia de lo feliz que había sido mi infancia, de todos los derechos que tuve en mi vida y de lo importante que es defenderlos.

En mis viajes he conocido una realidad que en Europa antes nos parecía lejana: en muchos países hay gente que se muere porque no tiene dinero para ir al médico, ni para acceder a tratamientos y medicinas. Millones de personas tienen que trabajar hasta el último día de su vida o hasta que ya no pueden caminar porque no hay pensiones de jubilación o son una miseria. Miles de mujeres mueren en abortos clandestinos porque no tienen acceso a la educación sexual ni a los anticonceptivos, ni a interrumpir sus embarazos, y muchas acaban en la cárcel cuando lo intentan. Millones de personas en el mundo no pueden estudiar en la Universidad pública como yo hice. 

Cada vez que viajo fuera de España vuelvo a tomar conciencia de la suerte que tengo de poder caminar por la calle sin miedo, y de poder criar a mi hijo en un entorno seguro. Antes eran cosas que daba por supuestas, pero ahora no dejo de repetirle a la gente lo importante que es defender la Sanidad y la Educación, y nuestros derechos fundamentales, porque en España los estamos perdiendo poco a poco. En otros países el ritmo de destrucción es brutal, en España lo hacen más despacito para que nos vayamos acostumbrando. Pero nos vamos a quedar sin ello si no luchamos para defenderlo. 

También las relaciones con los demás nos hacen sufrir mucho, por eso ahora valoro mucho más a la gente que me quiere, que me cuida y me trata bien. Antes me quedaba en relaciones donde sufría y ahora ya no. 

Ahora sé que lo importante en la vida es tener salud física, mental y emocional, ingresos dignos, necesidades básicas cubiertas. Ahora sé lo fundamental que es tener derecho a tener derechos, y tener una buena red amorosa con relaciones de reciprocidad y apoyo mutuo.

Esto es lo verdaderamente importante: libertad, derechos, salud, amor y dinero (o acceso a los recursos básicos).

De vez en cuando tengo que recordármelo a mi misma para que no se me olvide. Y os lo recuerdo a vosotras también: nos viene bien a todas tomar conciencia sobre lo que de verdad importa.

Coral Herrera Gómez

Cuidados en Organizaciones




Cuidados en organizaciones, empresas, instituciones y colectivos: son muchísimas las horas de nuestra vida que pasamos en el trabajo, y desafortunadamente mucha gente sufre y ejerce malos tratos y violencia en su espacio laboral. Cuanto más jerárquico y competitivo es un centro de trabajo, más sufrimos, y más hacemos sufrir a los demás.

Este sufrimiento (ansiedad, miedo, angustia) tiene un impacto enorme en nuestra salud mental y emocional. Así que tenemos un reto enorme como sociedad: erradicar la violencia psicológica y emocional de nuestros centros de estudio y de trabajo para que los días laborales no sean un infierno para nadie.

El jueves impartí un taller en Mexico sobre los Cuidados en Organizaciones y Comunidades desde la Etica del amor y la Filosofía de los Cuidados. Fue con la Red Nacional de Refugios de Supervivientes y trabajamos en las herramientas que necesitamos para convertir los centros de trabajo en espacios seguros y libres de violencia, para aprender a usar nuestro poder, a pensar en el Bien Común, a trabajar en equipo, a practicar la Comunicación No Violenta y a resolver conflictos sin hacernos daño.

Si crees que tu organización, empresa, institución o colectivo necesita este tipo de formación para mejorar el clima y el bienestar de la comunidad, contacta conmigo. 

En mi web podéis ver mi oferta formativa 

26 de octubre de 2025

Los sueños a veces se cumplen



Los sueños se cumplen a veces. Hoy compartí escenario con una de las Maestras más importantes del mundo, Marcela Lagarde y de los Ríos, que con casi 80 años sigue activa y trabajando. Estuvimos juntas en el Foro Nacional de Refugios de Mujeres en México hablando de justicia, derechos, amor y ternura. Cuando era una joven estudiante de doctorado y devoraba sus libros jamás imaginé que iba a conversar en público con una de las mujeres más importantes del feminismo, muchísimas gracias Figueroa Morales Wendy y Red Nacional de Refugios A.C. por la invitación 💜💜💜💜



23 de octubre de 2025

Trabajadoras autónomas: quejas y reivindicaciones



 ¿Tú también eres trabajadora autónoma? Hoy voy a escribir sobre las condiciones en las que trabajamos y qué derechos estamos reivindicando: 

👉🏽 queremos trabajar ocho horas laborales, como los asalariados, y tener uno o dos días libres a la semana,

👉🏽 que se nos cubran las bajas por enfermedad, 

 subsidio de desempleo, 

  vacaciones pagadas, 

👉🏽 queremos protección cuando tenemos que dedicarnos al cuidado de niños y familiares adultos. 

👉🏽 queremos justicia fiscal 

👉🏽 queremos pensiones dignas (la gran mayoría están situadas por debajo del umbral de la pobreza) 


Los y las trabajadoras autónomas en España somos 3 millones y medio de personas, de ellas, 1 millón y pico somos mujeres.


Ser autónoma consiste básicamente en pagar todos los meses 300 euros al Estado, tengas o no tengas ingresos, y al final de año tributar entre el 30-40% por ciento de tus ingresos. 

Para que entendáis cómo funciona el asunto, las grandes empresas sólo pagan entre un 5 y un 7 %, excepto las 26 multinacionales más grandes que solo pagan un 2, 5%  

Además los trabajadores de la Agencia Tributaria han denunciado en varias ocasiones que la gran mayoría de ellos se dedican a vigilar a autónomos y pequeños empresarios. Mientras, las grandes empresas se dedican a la evasión fiscal y las cifras son brutales: más de 8 mil millones de euros evaden cada año.

La riqueza española en paraísos fiscales se sitúa cerca de 140 mil millones de euros. Esto quiere decir que los que sostenemos el país somos las personas trabajadoras asalariadas y las autónomas. Sin embargo son las empresas grandes las que se llevan todo el dinero del Estado.

Las profesionales autónomas sufrimos enfermedades debido al estrés que nos provoca la inestabilidad financiera. Es angustiante no tener ingresos fijos y tener que resistir ante las épocas de poco trabajo. 

Con la pandemia nos dimos cuenta de lo vulnerables que somos: si no vendemos, si no nos contratan, no comemos. Estamos indefensos con respecto a las crisis económicas y las catástrofes medioambientales: la mayor parte de las ayudas en España se las llevan las grandes empresas. 

Os dejo todos los datos que estoy aportando en comentarios. 

Yo pertenezco al mundo de la cultura y la formación, el sector más precario en todos los países. No tenemos derecho a tener vacaciones, ni tenemos permisos de maternidad y paternidad, ni tampoco tenemos subsidio de desempleo (apenas se conceden ayudas por cese de actividad) Las pensiones de jubilación están por debajo del umbral de la pobreza, aunque nos pasemos toda la vida cotizando. 

Pero lo peor de ser autónoma es que no podemos conciliar y no tenemos derecho a enfermar. Si enfermas sencillamente no ingresas. Así que las trabajadoras autónomas tenemos que trabajar enfermas, con dolor, con fiebre, recién operadas.

Yo pedí una baja por enfermedad cuando me operaron de los oídos y me dieron 300 euros, que nunca tuve en mano porque se lo tuve que dar al Estado para pagar la cuota mensual de trabajadora autónoma. No sé cuantas horas perdí haciendo papeles. 

La doctora me advirtió claramente que no podía viajar en avión ni en tren en seis meses, y no pude obedecerla, porque estar tantísimo tiempo sin trabajar es sencillamente un lujo que no puedo permitirme. El primer vuelo me dejó un zumbido en los oídos que no se me ha quitado y me acompañará hasta el día en que me muera. 

El Estado no me cuida pese a todo lo que contribuyo cada año. Cuando fui madre hace 9 años tampoco pude dejar de trabajar, pero como no podía viajar por la cesárea y la lactancia, mi hijo y yo dependimos completamente de mi compañero durante mucho tiempo. 

En el mundo de la cultura se sufre mucho más que en otros sectores, porque todo el trabajo se concentra en unos pocos meses. Y porque la gente que tiene que pagarte se retrasa semanas y meses. Es decir, no sabes cuándo vas a cobrar, y a veces tampoco sabes si vas a cobrar. Porque hay gente que sabe que por tan poco dinero no vas a denunciarles por impago. 

En el mundo de la cultura los únicos que ganan dinero son los productores, no los trabajadores. La mayoría no vivimos de los derechos de autoría y además nuestras obras (libros, canciones, cortometrajes etc) son pirateadas y circulan por Internet. Así que muchas vivimos impartiendo formaciones, conferencias y talleres. 

La única forma de poder dedicarse a escribir, cantar, bailar, componer música, hacer teatro, cine, circo, pintar cuadros o crear esculturas es teniendo una familia con dinero que pueda apoyarte, 

o tener un colchón de ahorro que te permita también aguantar en los meses que estás esperando a que te paguen, o esos meses en los que nadie llama y no hay trabajo.

O bien buscarte un trabajo asalariado y compaginar como puedas tus dos trabajos. 

¿Qué reivindicamos los y las trabajadoras autónomas? 

Derechos laborales y justicia social. 

¿Qué soluciones hay? Pues muchas y muy variadas, pero por alguna extraña razón no hay gobiernos que quieran proteger a los y las trabajadoras autónomas: no toman medidas ni los de derechas ni los progres. 

No tenemos apenas sindicatos porque somos muchos gremios diferentes, y las diferencias en el sector son enormes: hay autónomos que tienen muchos ingresos y muchos empleados. Pero otros no tenemos nada más que nuestra salud, nuestra energía, nuestro tiempo, nuestra creatividad, y nuestra fuerza de trabajo. 

Ahora que el debate sobre el trabajo de profesionales autónomas está abierto, es un buen momento para debatir, reivindicar nuestros derechos y trabajar colectivamente en la mejora de nuestras condiciones laborales y económicas. 

Coral Herrera Gómez 

21 de octubre de 2025

Coral Herrera en Navarra





Voy a Iruña dentro de dos semanas a impartir un taller y una conferencia en la Casa de las Mujeres  el día 31 de octubre, invitada por la colectiva Lunes Lilas Navarra. Colaboran el Ayuntamiento de Pamplona y el INAI (Instituto de Igualdad de Navarra), ¡os espero a todas! 💜💜💜💜


Bi aste barru Iruñera joango naiz tailer bat eta hitzaldi bat ematera Urriaren 31n Emakumeen Etxean, Nafarroako Astelehen Lila kolektiboak gonbidatuta.

Iruñeko Udalak eta NAIk (Nafarroako Berdintasunerako Institutua) ere laguntzen dute. Denok espero zaituztet!

12 de octubre de 2025

Dopamina de la buena: redes sociales y bienestar en comunidad


La dopamina es una de las drogas más potentes que usa el poder para controlarnos. Todos tenemos un dispositivo personalizado para obtener chutes de dopamina, que se genera en nuestro cerebro cada vez que nos dan un like o ganamos un nuevo seguidor, o cuando recibimos piropos, halagos y demostraciones de cariño. Es un subidón de placer maravilloso que nos proporciona sensaciones momentáneas de “felicidad”.

Sin embargo,  los niveles de dopamina se multiplican por cien cuando nos metemos en una de las múltiples guerras que se libran en redes sociales cada día. Cada vez que dejamos un comentario cargado de desprecio o de odio en el muro de alguien, nuestro cerebro obtiene su anhelada recompensa. Cada zasca que metemos a nuestros enemigos y enemigas genera un chute doble, cada insulto, burla cruel, o amenaza que escribimos nos va generando más y más placer. 

Y por extraño que te parezca, también te dan subidones cuando recibes tú los zascas y los insultos. 

Los algoritmos lo saben y le dan más visibilidad a las publicaciones donde la gente empieza a elevar el tono, a hacer críticas destructivas, a discutir y a gritar. Enseguida se viralizan para que vayamos todos y todas como moscas a la miel. 

La dopamina alimenta nuestro ego, por eso nos encanta opinar de todos los temas aunque no tengamos ni idea. Escribimos sentencias contundentes, sentando cátedra como si fuéramos expertos o expertas. Si la persona a la que estás desafiando tiene relevancia política, social, cultural o es una influencer, más placer sientes repartiendo hostias en su muro. El ego necesita ejercer su poder y demostrar su superioridad.

Más y más dopamina: los poderosos quieren que nos peleemos entre nosotros para que no salgamos a las calles a quemarlo todo. Por eso los medios generan polémicas para que los jóvenes odien a los pensionistas, los nacionales a los inmigrantes, los hombres a las mujeres, los de clase media a los más humildes. Porque así estamos entretenidos agrediendonos entre nosotros y se nos olvida que son ellos los que pagan bajos salarios, los que nos roban nuestro tiempo y energía, y los que se llevan el dinero que ponemos entre todos y todas cada año a través de nuestros impuestos cada año.

Yo he sentido ese enganche de la dopamina, sobre todo cuando nacieron las redes sociales. Y la siento cada día. Y lucho para que no me invadan la vida. 

Desde que empecé a sufrir la violencia en redes, empecé a desear la vida que lleva la gente que no se expone públicamente y la gente que no está enganchada a sus pantallas. Exponerse es una esclavitud porque a la vez que recibes toneladas de amor, también recibes toneladas de odio. 

En Internet el odio genera más “engagement” que el amor, porque mientras la dopamina del amor eleva los niveles de oxitocina y serotonina (que nos dan paz y bienestar), la dopamina del odio nos genera adrenalina (nos altera todo el sistema nervioso y también nos genera placer).

Por eso las redes sociales son gratis, y por eso los algoritmos necesitan voluntarios y voluntarias que se expongan públicamente para ser el blanco contra el que la gente estalle su malestar. Les ofrecen visibilidad, dopamina gratis y la posibilidad de ganar dinero a cambio de generar polémicas para que la gente vaya a la guerra. Los linchamientos públicos apenas duran unos días, pero el público va a encontrar siempre guerras en las que puede opinar y dejar toda la basura que llevan dentro. 

Nuestras vidas son muy rutinarias y aburridas. Sentimos un gran vacío y necesitamos emociones intensas que nos hagan sentir vivos. La dopamina dura poco y el ego necesita sentirse poderoso e importante, por eso la mezcla de ambos (dopamina y ego) es una bomba. 

Si estamos aburridos o aburridas, acudimos a las redes sociales en busca de esos chutes de dopamina y adrenalina. La gente disfruta tanto sufriendo y ejerciendo violencia en redes sociales: unos lo hacen de vez en cuando (en determinados temas que les tocan la fibra sensible), otros lo hacen a diario. 

Hacer daño y sufrir genera mucho placer, pero no es gratis. Nuestra salud mental se deteriora con estos niveles de violencia, y ya hay gente que se ha dado cuenta de cómo están usando las élites las redes sociales para mantenernos en guerra entre nosotros,m. Muchos se están alejando de ellas y se están refugiando en comunidades virtuales más pequeñas. 

Hay cientos, miles de comunidades pequeñas formadas por gente estupenda que sabe debatir de forma educada y respetuosa. En los grupos humanos pequeños (tanto reales como virtuales) es más fácil intercambiar información, entenderse, aprender,  construir conocimiento colectivo y generar espacios de acompañamiento, de alianzas y de lucha. 

Yo me siento mucho más feliz en mi comunidad de  mujeres del Laboratorio del amor y en la de mi Patreon que en redes grandes como Facebook o Instagram. Sigo en redes sociales masivas porque aún dependo de ellas para vender mis libros y para que me contraten para impartir conferencias, charlas y formaciones.

Pero me gustaría algún día dejar de exponerme y quedarme solo en mis comunidades, porque son espacios sororarios libres de odio y de violencia. En ellas siento que puedo ser yo misma, y no tengo miedo de ser malinterpretada ni atacada. 

Cuando nos reunimos online los miércoles desde diferentes países para leer juntas, me siento como en una casa grande donde las mujeres convivimos en paz y en armonía. Un espacio seguro en el que se pueden resolver los conflictos sin hacernos daño, y en el que las diferencias no son un motivo de disputa, sino que son ventana y puertas que se abren para que puedas expandir tu mente y hacerte preguntas.

Son un Refugio, cada vez más necesario, y aunque también hay problemas en las comunidades pequeñas, son más fáciles de resolver que en las grandes. La gente que llega buscando pelea, por ejemplo, se acaba marchando por el rechazo que genera en los demás. 

Quizás haya gente que crea que estas comunidades son aburridas, pero yo prefiero poder disfrutar de estos oasis de paz y tranquilidad. Saber que no te van a atacar, que puedes caminar segura, que no hay combate de egos ni bandos de enemigos no tiene precio. 

Me hace muy feliz pensar que el mundo está lleno de pequeñas comunidades de gente que se junta para caminar por el monte, para ver las estrellas, para leer libros en voz alta, para cantar y bailar, para hacer deporte, para resolver un problema colectivo, para luchar por una causa justa, para defender sus derechos, para filosofar y analizar la realidad, para hacer teatro, para ver películas y comentarlas juntos, para aprender cosas nuevas. 

Es una de las claves para cuidar nuestra salud mental y emocional: la pertenencia a pequeñas comunidades donde podamos sentirnos libres y en paz, rodeadas de gente que lo único que quiere es disfrutar en buenas compañías.

Interactuar en estas pequeñas agrupaciones presenciales y virtuales también genera mucha dopamina. Dopamina de la buena.


Coral Herrera Gómez 

9 de octubre de 2025

Coral Herrera en Barcelona

                  




                  Charla: Amor Romántico y Feminismo: ¿dónde estamos y hacia dónde vamos?


Organiza: Feministes Catalunya 

Cuándo: 16 de octubre, jueves 

Hora: 18.30 horas


Ubicación: Carrer de Balmes, 26, L'Eixample, Barcelona

Formato: Presencial, público y gratuito 

Hasta completar aforo



4 de octubre de 2025

Ser feminista es una odisea



Ser feminista es una odisea desde el principio de los tiempos. A las pioneras que se atrevieron a alzar la voz contra la discriminación y la desigualdad les tocó sufrir la censura, las burlas y el silenciamiento. Cuando eran muy pocas las mujeres que sabían leer y escribir, ellas cogieron la pluma para denunciar la violencia que sufrimos las mujeres: Christine de Pizan, Hidelgarda de Bingen, Olympie de Gouges, Mary Wollstonecraft, Flora Tristán, Emma Goldman, Concepción Arenal, Clara Campoamor....

Cuando las mujeres empezaron a organizarse a nivel social y político para luchar por los derechos civiles, las encarcelaron, las violaron, las asesinaron. No nos hablan del movimiento de liberación de las mujeres en la escuela, pero nosotras seguimos estudiando todas sus hazañas.

Aún hoy las mujeres feministas sufren violencia por parte del Estado: en pleno siglo XXI en muchos países está prohibido que las mujeres se manifiesten por sus derechos y libertades.

 En América Latina asesinan a las defensoras de los derechos humanos y de la Tierra. En muchos países árabes no pueden siquiera reunirse para prestarse apoyo mutuo. 

En Europa las mujeres feministas somos canceladas, silenciadas, y destruidas por diversos sectores de la sociedad. También desde la izquierda se nos cuestiona cuando señalamos que los obreros se comportan en casa como si fueran la patronal, y la incoherencia que supone luchar contra todos los tipos de explotación menos contra la que sufren las mujeres. 

El odio contra las feministas es una constante en la Historia, pero se aminoró un poco cuando el feminismo se puso de moda en el año 2018 y se vendieron muchas camisetas con el lema: “Yo soy feminista” 

Sin embargo, pese a sus esfuerzos, el capitalismo no pudo colonizar ni despolitizar el movimiento, que estaba centrado en luchar contra la explotación y contra la violencia, y las feministas volvimos a las trincheras.

El patriarcado siempre nos ha tenido en el punto de mira: nos acusan de querer dominar y esclavizar a los hombres, de querer hacerles lo que ellos nos hacen a nosotras, de querer romper la familia y destruir las tradiciones, de quitarles el trabajo, de arruinarle la vida a los hombres con denuncias falsas.

Nos odian los fanáticos religiosos, y sus sectas más conservadoras, que están obsesionadas con los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres. Tienen en sus filas a políticos que lo primero que hacen al llegar al poder es arremeter contra el derecho a elegir libremente la maternidad y el derecho al aborto. 

Además también tenemos que hacer frente a todos los hombres que forman parte de la machosfera, que niegan la existencia de la violencia misógina y machista. En sus discursos antifeministas afirman que las mujeres hemos ido demasiado lejos y debemos regresar al espacio doméstico y obedecer a nuestros padres y maridos. 

Pero también tenemos que hacer frente a todas las mujeres que están intentando poner de moda la figura de las tradwives: mujeres que renuncian a su derecho a obtener ingresos y a su carrera profesional para dedicarse por completo a los cuidados del hogar y de la familia. Su discurso antifeminista trata de hacer atractiva la vida entregada al hogar y al marido para que este pueda centrarse en su trabajo. 

También el capitalismo nos persigue, porque nuestra revolución perjudica a todos los hombres que hacen negocios explotando doméstica, laboral, sexual y reproductivamente a las mujeres. Y también perjudica a las mujeres ricas que explotan doméstica y reproductivamente a las mujeres pobres.

¿Cuáles son esos negocios? La industria del sexo (pornografía, prostitución y trata) genera miles de millones de ganancias cada año, y dentro de este lobby hay otro muy poderoso que es el de la explotación sexual y el abuso contra niñas y niños. 

El uso comercial de seres humanos es uno de los negocios más importantes del mundo junto con la explotación de animales, y el tráfico de drogas y armas. 

Hay un sector de la población que apoya la legalización de la explotación comercial de mujeres porque creen que hay una forma ética de explotarlas, y porque creen que quizás se pueden mejorar las condiciones inhumanas que sufren las mujeres explotadas. 

Otro sector que tenemos enfrente es el del movimiento pedófilo que lucha “para que los niños y niñas tengan relaciones sexuales con quien quieran”: no soportan que las feministas protesten cuando a la infancia se les ofrece espectáculos para adultos, ni que señalemos la publicidad que sexualiza a los niños e hipersexualiza a las niñas. Saben que usen la estrategia que usen para intentar abrir la ventana de Overton y rebajar la edad de consentimiento para tener relaciones sexuales, nos van a tener enfrente. 

Enfrente tenemos también a los antipunitivistas: hace unos años comenzaron a pedir rebajas de condena para pederastas, acosadores, violadores y femicidas. Tuvimos que escuchar sus discursos en los medios y en las universidades mientras los jueces misóginos firmaban absoluciones y rebajaban años de condena a los criminales. Las tasas de impunidad son escandalosas en muchísimos países del mundo, en México por ejemplo alcanza el 90%, y aún así estas voces salían en los medios pidiendo cursillos y rebajas de condena. No les oías protestar por las mujeres encarceladas por abortar en América Latina o por defender sus tierras de los inversores: se centraron solamente en pedir leyes antipunitivistas para reforzar la impunidad de los hombres.

Además de los machos hegemónicos también están los hombres diversos: han contado durante muchos años con la colaboración del feminismo en sus luchas, pero para muchos las feministas nos hemos convertido en el enemigo número uno. 

Desde que Judith Butler declaró la guerra a todas las feministas que no siguen sus postulados y nos señaló como feminazis y de ultraderecha, a las feministas nos atacan, nos insultan, nos silencian, nos cancelan y nos amenazan de muerte. Y detrás de todo este aparato represivo también hay una industria poderosa interesada en acabar con el feminismo: la farmacéutica y la industria de la estética, que se está forrando vendiendo hormonas y mutilando a niños y niñas sanas.

En 2018 aparecíamos en todos los medios de comunicación, hoy en cambio sólo le dan visibilidad a las feministas que abrazaron la teoría y el movimiento queer, que a pesar de haber nacido en Estados Unidos ha tenido un fuerte impacto en Europa. Sus fieles no permiten la crítica ni la disidencia: los más fanáticos acuden a las presentaciones de libros a reventar el evento, intentan boicotear nuestras manifestaciones, presionan para que nos echen de los trabajos, nos amenazan de muerte en redes sociales y atacan a las figuras más visibles del feminismo para silenciarlas.

Nos hemos convertido en enemigas de todo un sector que defiende la idea de que los sentimientos y los deseos de los hombres son derechos humanos, y que las mujeres pobres deben satisfacer sus necesidades sexuales y reproductivas. 

Nos exigen que renunciemos a muchos de nuestros logros y espacios propios, atacan a las mujeres lesbianas y las acusan de transfobia, pero no le piden a los hombres que sean inclusivos y renuncien a sus privilegios.

Basta con seguirle la pista al dinero para comprender por qué nos odian tanto.

Somos las enemigas del patriarcado más rancio y del neoliberalismo más posmoderno: nos llaman locas, exageradas, brujas, nazis, feminazis, terfas, y nos acusan de ser blancas privilegiadas. Y no sólo a nosotras: también a las pioneras que pusieron el cuerpo y el rostro para luchar por los derechos de todas las mujeres, las que abrieron el camino a las demás y sufrieron una represión brutal. Las oprimidas son ahora las opresoras para el neoliberalismo posmoderno. Nosotras seguimos investigando, sacando de la oscuridad a las pioneras, reivindicando sus logros y hablando de ellas en las aulas, en los medios de comunicación y en las redes sociales. 

Ser feminista es una odisea: nos quieren de rodillas pidiendo perdón por los derechos que tenemos, nos quieren calladas y enfrentadas entre nosotras, nos piden que dejemos de hablar en femenino y asumamos el masculino genérico o el neutro, mientras nosotras defendemos nuestro derecho a hablar con la a.

Muchos sectores del neoliberalismo se disfrazan de feministas para defender los intereses y los negocios de los hombres en nombre de la “libertad” (libertad para poner el cuerpo al servicio del capitalismo y del patriarcado), usando mitos como el de la libertad de elección, y convirtiendo el género (que es un sistema de opresión basado en mandatos patriarcales) en una identidad. 

El objetivo final es hacer desaparecer el concepto de sexo para que no podamos medir los niveles de violencia, explotación y sufrimiento que sufren las mujeres. Si no hay mujeres o nadie sabe definir qué es ser mujer, tampoco hay violencia contra las mujeres. Por eso afirman que el feminismo es para todo el mundo y usan un neolenguaje: nos nombran como personas con vulva, personas con útero, personas menstruantes o personas gestantes para borrar la palabra “mujer”. 

Para no ofender a no se sabe quién, durante muchos años la palabra “mujeres” ha desaparecido en muchas instituciones, y en muchas de las reivindicaciones feministas: el día del orgasmo femenino, el día a favor del aborto, el día de la erradicación de la violencia contra las mujeres, o el día internacional de la Mujer trabajadora. 

El 8M es hoy un día para reivindicar todas las causas posibles, y todo el mundo quiere tener protagonismo en el evento: nos odian, pero se aprovechan del único día que tenemos las mujeres al año para visibilizar nuestra causa.

Todo el sistema capitalista se sustenta sobre el trabajo que realizamos las mujeres gratuitamente, o en condiciones de pobreza y precariedad. Así que cuando las feministas recordamos a la sociedad que las mujeres no hemos nacido para ser sirvientas de los hombres, y que los cuidados son un trabajo, todo el sistema se nos echa encima, por la derecha y por la izquierda.

El movimiento de liberación de las mujeres resiste y está más vivo que nunca, por eso el odio contra las feministas está también más vivo que nunca. 

Asumimos el miedo que se siente cuando te enfrentas a todo un sistema de opresión, y el coste de ser señaladas como feministas, asumimos el elevado precio que hay que pagar por defender nuestras ideas. Creemos firmemente en nuestra causa y nos apoyamos unas a otras porque sabemos que solas no podemos. 

Las feministas de todo el mundo seguiremos luchando contra la desigualdad, la discriminación, la explotación y la violencia contra las mujeres. 

Seguiremos exigiendo nuestros derechos humanos fundamentales en las calles y en las redes sociales, 

seguiremos protestando en las calles, 

seguiremos haciendo frente a las religiones, 

desmontando estereotipos y mitos, 

haciendo pedagogía entre la población, 

construyendo espacios de lucha y de trabajo entre mujeres, 

criando niños y niñas que se atrevan a desobedecer al patriarcado, 

creando redes y alianzas internacionales entre nosotras. 

Aunque nos silencien y nos cancelen, seguiremos molestando, desobedeciendo los mandatos del patriarcado y liberándonos de la opresión.

En la cama, en la casa y en las calles: seguiremos haciendo la Revolución en todos los rincones del mundo, generación tras generación, hasta que todos y todas podamos vivir en un mundo mejor. 

Coral Herrera Gómez 


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