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8 de noviembre de 2024

¿Cómo proteger a las niñas de la adicción romántica y de la violencia machista?




El mito del amor romántico tiene un impacto enorme en las niñas y las adolescentes, que son las más vulnerables porque son más fáciles de manipular. Mientras los niños varones se hacen adictos al porno, ellas se hacen adictas al amor romántico, y esto les afecta a todos los niveles: a su salud mental y emocional, a la relación que tienen con su cuerpo y con su salud física, a las relaciones que tienen con otras chicas, a su rendimiento académico, y a la forma en que diseñan su proyecto de vida.

Desde pequeñitas nuestra cultura patriarcal fomenta en ellas el narcisismo: los relatos que consumen les ofrecen modelos femeninos a seguir de chicas obsesionadas con la tiranía de la belleza: la moda, los cosméticos, los quirófanos, los tratamientos, las cremas, las dietas y las sesiones para machacarse en el gimnasio… 

Es una estrategia perfecta para que las niñas aprendan a ser mujeres patriarcales y consumistas, y para que obedezcan los mandatos de género, además de una fuente de negocios inagotable. La publicidad les bombardea a diario para que gasten dinero en estar guapas, corregir sus imperfecciones, odiar su cuerpo, y empezar una guerra contra sí mismas. Lo hacen mediante amenazas: “nadie te va a querer si estás gorda”, “eres fea y por eso nadie te elige como novia”, “te vas a quedar sola si no disciplinas tu cuerpo”

En la adolescencia la necesidad de sentirse aceptada por el grupo es fortísima, pero además también las enseñan a aspirar a ser las mejores en todo, a complacer a todo el mundo, a vivir para agradar y encantar a los hombres. Su autoestima depende de si son o no atractivas para ellos: no se valoran si ellos no las valoran. Desde pequeñas las enseñan que las demás mujeres son una amenaza, y que tienen que competir entre ellas para ver quién es la más guapa, la más sexy y la más popular.

La vía para alcanzar status dentro de la jerarquía social es ser elegida por el macho o por los machos alfa del barrio o del instituto. Por si solas no lo logran: es a través de la validación y el deseo de los hombres que adquieren su rango. Para seducirle y enamorarle, tienen que competir con las demás, y parecer más mayores de lo que son.

El objetivo de encontrar al príncipe azul es casi la única meta de las niñas que sufren adicción romántica. Y como muchas están presas de su ego, buscan desesperadamente validarse a través de los machos más patriarcales y poderosos. Quieren un hombre que se desviva por ellas y se ponga de rodillas, pero las que acaban arrodilladas son ellas

Las niñas que caen en la trampa romántica luchan por estar a la moda y por parecer “modernas” y “transgresoras” como los machos alfa, que parecen muy rebeldes pero en realidad también viven sometidos a los mandatos de género del patriarcado.

Las novelas románticas actuales son iguales que las del siglo XIX: les meten toneladas de sadomasoquismo en vena para que crean que amar es sufrir, y que cuanto más sufran, y más se sacrifiquen “por amor”, más grande será el premio. Su deseo sexual no importa: todo en el sexo debe girar en torno al placer del macho. Aprenden muy pronto a someterse en la cama, y también fuera de ella: se sienten esclavas del amor y sirvientas de su macho, creyendo que atravesando el valle de Lágrimas llegarán pronto al Paraíso romántico.

Las adolescentes pronto se dan cuenta de que el patriarcado solo les ofrece dos posibilidades: o convertirse en la Diosa Venus  (una mujer sexy que se acuesta con quien quiere), o la Diosa Hera (la esposa perfecta)

No tienen mucho margen: o eligen ser mujeres buenas (discretas, sacrificadas, sumisas al macho patriarcal) o mujeres malas (putas, zorras, guarras, etc que están disponibles para todos los hombres porque nunca serán elegidas como novias)

Para ellas es muy difícil escapar, porque los machos lo tienen muy claro: las buenas pueden alcanzar el trono del matrimonio (y comprometerse a no tener relaciones con otros hombres), y las malas son para follar, objetos de usar y tirar.

Para seducirlas, el patriarcado las hace creer que es posible actuar como una Afrodita para enamorar al macho, y luego convertirse en Hera, para poder ser la novia oficial de Zeus, el marido de Hera, el dios de todos los dioses.

Pero es una trampa: si los machos logran acostarse contigo a la primera, nunca te eligirán como esposa, siempre serás la amante. Y al revés: si intentas comportarte como una mujer buena, tendrás que renunciar a tener relaciones con chicos hasta que llegue tu príncipe azul, que te quieren virgen e inmaculada.

Los machos patriarcales no quieren tener novias, pero el patriarcado les seduce con la idea de que si tienen novia pueden también tener las amantes que quieran, y que es más emocionante hacerlo clandestinamente. 

Los machos patriarcales dominan el escenario, mientras que los demás les aplauden y les admiran. Son muy pocos los chavales que desobedecen los mandatos de género y son capaces de relacionarse con las mujeres como compañeras. Los estudios nos muestran que los chicos cada vez son más conservadores, machistas, racistas, homofóbicos y de derechas. 

Para las adolescentes es muy difícil encontrar chicos que no sufran misoginia con los que poder vivir una relación basada en la igualdad, la libertad, los derechos humanos, el disfrute y el placer, la ternura y los buenos tratos.

Muchas de ellas se pasan años soñando con el día de su boda, invirtiendo mucha energía, mucho tiempo y mucho dinero en este sueño. Viven en guerra contra sí mismas, desarrollan una fuerte dependencia emocional, desarrollan depresiones y trastornos alimentarios, se hunden psicológicamente si no son elegidas por los más guapos de la comunidad. 

Nadie les cuenta lo que pasa después de la boda, cuando acaba la luna de miel. No saben que cuando entren en palacio no van a ser las reinas, sino las sirvientas. Y cuando se den cuenta ya será muy tarde, y la mayoría aprenderá a resignarse. Porque nuestra cultura sigue romantizando la violencia y haciéndoles creer que “quien bien te quiere te hará llorar”, o que “los que más se pelean, son los que más se desean”

El mayor peligro que corren nuestras adolescentes con el amor romántico es sufrir violencia emocional y psicológica, violencia sexual, malos tratos y agresiones. Las estadísticas nos muestran que cada vez hay más niñas y adolescentes con protección policial por el riesgo que corren de ser agredidas o asesinadas por sus novios y ex novios. Esta violencia machista va es proporcional al aumento de la misoginia en nuestra cultura, y cada vez es más difícil protegerlas, porque el mito del amor romántico sigue siendo uno de los métodos de control y sometimiento más eficaces del patriarcado.

En mi libro 100 preguntas sobre el amor, les explico todo esto a las chicas, y desmonto todos los mitos del romanticismo patriarcal para que no caigan en la trampa, para que se liberen de la adicción y de la dependencia emocional, y para que aprendan a defender su libertad y sus derechos humanos fundamentales. Espero que te sea útil y te ayude mucho a trabajar el tema de las emociones y de las relaciones con tus hijas, sobrinas, alumnas, y vecinas.

Coral Herrera Gómez 




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18 de octubre de 2024

Malestares: ¿qué puedes hacer para sentirte mejor?




¿Por qué te sientes a veces tan mal? 

¿Qué puedes hacer para sentirte mejor? 

Todos y todas nos lo preguntamos en algún momento: no nos sentimos bien, pero no nos ha sucedido nada malo, ni parece que tengamos motivos para estar mal. Nuestra vida no se ha visto sacudida por ninguna desgracia, pero tú por dentro no te sientes bien del todo, no sabes muy bien por qué. Hay días mejores y peores, y no sabes de dónde vienen esos malestares.

Aquí te cuento qué es lo que te está haciendo sentir mal, porque aunque creas que lo tuyo es un asunto personal, en realidad es un asunto colectivo. Y las soluciones son colectivas. 

Estos malestares los compartimos con todos y a todas, vivimos en una sociedad enferma y violenta:

 

- Te sientes mal porque la comida que comes está envenenada: las frutas y las verduras están llenas de veneno: pesticidas y agroquímicos que entran en tu organismo y alteran tu microbiota. La carne que comes proviene de animales que viven encerrados en jaulas y sufren tortura desde que nacen hasta que mueren. Son alimentados con veneno, e hinchados a hormonas, y su vida es un auténtico infierno. Además, muchas personas son adictas al azúcar y/o a la comida basura, que nos genera alteraciones en la producción de insulina, y destrozan nuestra salud. Nuestro estado de ánimo y nuestra salud mental están en gran parte determinados por nuestro intestino: somos lo que comemos. 

 

- Te sientes mal porque el aire que respiras está contaminado, por eso hay tanta gente en las grandes ciudades que se desespera por salir a la naturaleza a respirar aire puro. Según estudios recientes, el aire contaminado constituye una amenaza significativa no solo para la salud física (mayor riesgo o exacerbación de una variedad de enfermedades, incluidas las infecciosas, alérgicas, metabólicas, neoplásicas, respiratorias y cardiovasculares), sino también para la salud mental. 

 

- Te sientes mal porque el ritmo de vida que nos impone el capitalismo es insostenible: vamos con prisa a todo, no llegamos a todo, y la vida se te está pasando demasiado rápido. Pasas la mayor parte del día corriendo de un lado a otro, sin tiempo para respirar, con la sensación de que no haces bien tu trabajo, que no eres buena madre, ni buena hija, ni buena en nada. Por eso tenemos angustia y sufrimos ansiedad permanente, y por eso nos empastillamos para poder relajarnos y para poder activarnos. El estrés nos enferma, tanto física como emocional y mentalmente: los altos niveles de cortisol nos envejecen prematuramente y nos acortan la vida.

 

- Te sientes mal porque no puedes disfrutar de la vida: apenas tienes tiempo para dormir, para disfrutar de tus pasiones, para disfrutar de tu gente querida. No podemos con tres jornadas laborales en un solo día. Nos engañaron a todas diciéndonos que era posible conciliar la vida personal, familiar y laboral: es un mito muy lindo que no se sostiene, porque pasamos la mayor parte del día trabajando, dentro y fuera de casa, más el tiempo que dedicamos al transporte. La falta de tiempo libre para descansar y para disfrutar también nos enferma: cuanto más carga de trabajo tenemos, más estrés y más frustración sientes. Hagas lo que hagas, tu bandeja está siempre llena de correos, y tu pila llena de platos y sartenes para fregar. Es un pozo sin fondo: las tareas no acaban nunca, y en cuanto tachas las que has hecho, tu agenda se vuelve a llenar. No hay forma de pararlo.  

 

- Te sientes mal por las adicciones: ¿quién no tiene una adicción? Hoy en día es muy difícil encontrar personas que no sean adictas a sus teléfonos. Pasamos una cantidad de horas frente a las pantallas brutal. Pero además, también somos adictos y adictas al azúcar, y a todo el veneno que llevan los alimentos ultraprocesados y las bebidas. Adictos a ir de compras, al alcohol, a los tranquilizantes y a los somníferos, al tabaco, la cocaína y otras drogas. Adictos al odio (especialmente en redes sociales), y adictos la violencia: no solo los adultos sufren de esta adicción, también muchos niños pequeños. La gran mayoría de los adictos al porno son varones, adultos y menores incapaces de tener relaciones sexuales sin humillar a mujeres, incapaces de tener una erección haciendo el amor. Todos somos adictos a algo, especialmente a aquellas cosas que usamos para distraernos, para ontener placer instantáneo, para evadirnos de nuestra realidad, para animarnos o para tranquilizarnos. Cuanto mayor es la adicción, mayor es la dependencia y la tiranía: no resulta nada fácil estar constantemente reprimiendo las ganas y midiendo las dosis, por eso siempre buscamos motivos para usar nuestras drogas, medicamentos, pantallas, comida... si no tuvieramos este nivel de ansiedad, de tristeza, de frustración, probablemente nos sentiríamos mucho más libres. 

- Te sientes mal por la angustia que te genera el consumismo: a diario te bombardean por todos lados ofreciendote cosas que no necesitas. El mercado nos seduce con productos y servicios constantemente, y nos hacen creer que vamos a ser más felices consumiendo, pero lo cierto es que como apenas tenemos dinero, tenemos que estar todo el tiempo diciendo que no a todo, y reprimiendo el deseo de adquirir objetos. En cuanto logras comprarte algo que deseas, el mercado te ofrece cien cosas más: el consumismo te genera tanta insatisfacción porque se renueva constantemente, y no es posible adquirir todo lo que deseas. Así que tienes que negarte a ti misma a diario la posibilidad de gastar dinero, porque a duras penas llegas a fin de mes. No eres tú sola: así vivimos el 99% de la población, atadas a ingresos precarios y bombardeadas a diario con anuncios por todas las vías posibles. 

 

- Te sientes mal porque cuando te conviertes en adulta, tienes que ponerte una máscara y una coraza, y disimular para que los demás no vean cómo eres realmente. Medimos mucho la información que le damos a los demás, nos protegemos para que nadie vea nuestro interior, nos avergonzamos a veces de cómo somos, y tratamos de dar una imagen exitosa en nuestras redes sociales para que la gente se crea que somos felices y que nos va muy bien. Hay muy pocos espacios en los que puedes quitarte la armadura y ser realmente tú misma, espacios seguros en los que no tienes miedo a que te hagan daño, espacios en los que te sientes libre para hablar, para expresarte, para decirlo que piensas, lo que sientes, lo que quieres, lo que deseas. Pero no tienes mucho tiempo para disfrutar de esos pocos espacios, ¿verdad? 


- Te sientes mal porque no eres normal, por mucho que lo intentes. Todos y todas tenemos que adaptarnos a lo que la sociedad espera de nosotras y nosotros, y además de obedecer los mandatos sociales, tenemos que obedecer también los mandatos de género. Todos y todas simulamos ser personas “normales”, aunque es un concepto abstracto que nadie cumple al cien por cien porque todos tenemos rarezas, manías, obsesiones, todos nos salimos de la norma en algún momento de nuestras vidas. Todo en ellas está regido por normas no escritas: nuestra forma de vestir, de hablar, de caminar, nuestro comportamiento en espacios públicos, también en nuestros espacios familiares e íntimos. Tienes que simular que “eres como todo el mundo” y haces lo que hace todo el mundo para no parecer rara, loca, desviada.  


- Te sientes mal porque todos los mitos caen, uno tras otro, y te sientes engañada y estafada. Nuestra sociedad se construye con ilusiones colectivas que nos mantienen trabajando para otros a cambio de un salario precario, y nos mantienen atados a un estilo de vida que no es tan bonito como te contaron. Cuanto más te ilusionas, más te decepcionas, y aunque te resignes, tu corazón y tu mente siguen soñando con la salvación. Una salvación que tiene que ser colectiva, pero a tu alrededor todo el mundo está en la rueda, girando sin avanzar, anestesiada y cabreada: la gente sigue porque todos tenemos miedo a pararnos y a pensar. Y estamos esclavizados a la necesidad de generar ingresos, mientras vemos cómo los políticos gastan nuestro dinero en mantener a banqueros, empresarios, obispos, soldados y hombres que viven como auténticos reyes. Un dinero que tendría que ir a parar a la construcción de escuelas, universidades, centros de salud, hospitales, trenes, y protección del medioambiente: es frustrante ver como lo despilfarran en comprar armas que no necesitamos para nada. 

 

- Te sientes mal porque te han hecho creer que si te esfuerzas mucho y tienes suerte, puedes triunfar en la vida. Y no es cierto: las personas que triunfan, en su mayoría, son las que tienen herencia patrimonial o financiera, contactos y apellidos. Nos venden la idea del emprendedor que se hizo a sí mismo desde la nada, pero son muy pocos los que logran salir adelante. Hoy todo el mundo quiere ser famoso y millonario, pero el capitalismo feroz solo permite llegar a la cima a unos cuantos: todos los demás nos quedamos donde estamos, luchando por sobrevivir. Nos hacen creer que si no logramos destacar por encima de los demás, no valemos nada, por eso tu autoestima está por los suelos: cuanto más te crees el cuento de que es posible salir de la pobreza y la precariedad, más fracasada te sientes. Pero no, no es que no te hayas esforzado lo suficiente, es que no hay sitio para todos ahí arriba, y si eres mujer, menos todavía. 

 

- Te sientes mal porque te hicieron creer que encontrar al príncipe azul es la puerta de entrada al paraíso, y no lo has encontrado. O lo has encontrado y nada es como te contaron: el amor romántico te generó unas expectativas tan altas, que la realidad se te antoja demasiado dura. Porque el mito del matrimonio feliz que funda una familia feliz es una estafa: la mayoría de las mujeres trabajan de sirvientas de sus maridos e hijos, y viven en una constante batalla para no ser explotadas. Sin embargo, para muchas es imposible que los miembros de la familia se impliquen en las tareas de cuidados, prefieren vivir como reyes. No hay nada más frustrante que sentir que tus seres queridos abusan de ti y te roban el tiempo libre, y encima ni te reconocen el esfuerzo que haces. Porque da igual cuanto te esfuerces: las labores de cuidados no se valoran nada. Y no hay nada peor que darte cuenta de que no son recíprocos: a ti no te cuida nadie. 

 - Te sientes mal porque siempre te estás comparando con las demás personas, y no hay nada más frustrante en el mundo que vivir en constante competición por ser la más lista, la más guapa, la más joven, la más veloz, la más fuerte, la mejor en todo. ¿Por qué? Porque siempre que te compares vas a ver mujeres más jóvenes, más guapas, más inteligentes, más sexys, más encantadoras, más ricas, más cultas y sabias, y con más títulos y experiencia que tú. Es lindo sentir admiración por las mujeres que te rodean, pero cuando lo que sientes es envidia, entonces es cuando todo se estropea: es un sentimiento muy feo que nos lleva a portarnos mal con las demás. Competir contigo misma también es agotador: intentar superarte constantemente a ti misma, y vivir con tantas exigencias encima, es super frustrante. Porque claro, siempre podrías ser mejor, siempre podrías brillar más, siempre podrías darte por completo, pero mira una cosa: la vida es muy corta y si vives todo el tiempo rivalizando, y comparandote con los demás, no te da tiempo a disfrutar. Para poder disfrutar hay que estar en calma y en paz con una misma y con el mundo que te rodea, sin más afán que sufrir lo menos posible, y vivir lo más a gusto posible. 

- Te sientes mal porque sabes que para aguantar y resistir necesitas hacer ejercicio, comer bien, mantenerte en forma, dormir las horas que necesitas, pero por muy comprometida que estés con tu autocuidado, no logras disciplinarte a ti misma porque no tienes apenas tiempo para hacerlo, así que te sientes culpable porque los demás no te cuidan, pero tú tampoco te cuidas a ti misma. Porque la cuestión es, ¿cuando te cuidas si no tienes tiempo?

 

- Te sientes tan mal porque siendo mujer tienes que estar siempre alerta ante el acoso y las agresiones, tanto en las calles, como en el transporte público, como en los espacios comunes: las mujeres sufrimos violencia en el seno de nuestra propia familia, en nuestros centros de estudio y de trabajo, en los espacios de ocio y tiempo libre. Vivir siempre a la defensiva es agotador, pero lo cierto es que solo podemos relajarnos en espacios seguros en los que sabemos que nadie nos va a hacer daño. Y no abundan esos espacios seguros. 

 

- Te sientes tan mal porque lo que hacen las mujeres no es tan importante como lo que hacen los hombres, por eso tenemos que esforzarnos el doble que ellos, y por eso muchos se apropian de nuestras ideas, de nuestras creaciones, y nuestro trabajo. Sabes que es injusto, pero lo asumes como algo “normal” porque siempre ha sido así, especialmente en las profesiones más masculinizadas, y sabes también que es difícil sobrevivir en entornos competitivos en los que las mujeres luchan entre ellas para sobrevivir. Por eso buscas espacios horizontales en los que las mujeres cooperan y se prestan apoyo mutuo, pero no es fácil encontrarlos. 

 

- Te sientes tan mal porque se te cayó el mito de la familia feliz, y porque no hay condiciones para maternar y para la crianza: la gran mayoría de las mujeres no podemos cuidar a nuestros hijos e hijas, y nos vemos obligadas a dejarlos con personas desconocidas cuando tienen pocas semanas de vida. Apenas tenemos tiempo para disfrutar con ellos: también les imponemos un ritmo de vida brutal, y les drogamos con pastillas, azúcar y pantallas para tenerlos calmados y que no protesten. Mientras, tú tienes que trabajar como si fueras una mujer sin hijos, no importa cuántos tengas: tienes que ser productiva aunque no hayas dormido en toda la noche vigilando la fiebre de tu bebé, tienes que darle tu energía al dueño de tu empresa, y para tus crías solo hay migajas: tienen que conformarse con una madre estresada y agotada. Cuanto más cansancio sufres, más mala madre te sientes. 

 

- Te sientes mal porque tus relaciones con la familia son dolorosas y conflictivas, y apenas tenéis herramientas para poder comunicaros y para resolver los problemas sin haceros daño. También las relaciones en tu centro de trabajo son difíciles porque están atravesadas por las luchas de poder, y lo mismo sucede en los colectivos a los que perteneces: cuánto más competitivo es el entorno, más inhumano y hostil es. Vivimos en un mundo en el que a la gente le cuesta mucho pensar en el Bien Común: la mayoría de las personas van a lo suyo y construyen relaciones basadas en el interés y el egoísmo, por eso pasas gran parte de tu vida poniendo límites al abuso de los demás, y teniendo que aceptar los límites que te ponen a ti. Al final estás todo el día batallando, y es agotador: sabes que necesitas herramientas para cuidar tus emociones y tus relaciones, pero no sabes dónde obtenerlas. 

 

- Te sientes mal porque el futuro está cada vez más negro, y porque tienes miedo a la pobreza y a la exclusión social. Puedes perder tu trabajo y quedarte completamente indefensa ante una crisis económica, y tu gente querida está igual que tú. Somos muy vulnerables frente a las crisis que genera el capitalismo para crear mano de obra barata y desesperada. Y sabes que la salvación individual es casi imposible, pero sigues comprando lotería por si tú tuvieras suerte, aunque sabes que estás condenada de por vida a ser vulnerable y a trabajar como una bestia hasta que te jubiles (en el caso de que vivas en un país en el que haya pensión de jubilación)

 

- Te sientes mal porque tratas de ser leal a ti misma, pero es muy difícil. A veces te has traicionado y te has sentido horrible, porque no has podido actuar según tus principios y tus valores, o porque has tenido que hacer cosas que no querías hacer, en nombre de la empresa o institución en la que trabajas. en nombre del amor, en nombre de la familia, el sindicato o el partido político al que perteneces. Te sientes mal porque tu conciencia te dice una cosa, y la sociedad te pide que hagas otra, y no poder ser leal a ti misma te hace sentir una traidora. Porque a veces has tenido que callarte cuando no estabas de acuerdo, o has tenido que votar algo diferente a lo que tú querías, o te han obligado a mirar a otro lado mientras se estaba fraguando una injusticia. No es fácil ser coherente e íntegra en un mundo en el que todos se venden a sí mismos, y todos practican la hipocresía. Por miedo a las represalias del grupo o del poder, pero también por necesidad, porque no te ha quedado otro remedio. Si alguien a tu alrededor decide ser coherente con sus principios y actúa con lealtad hacia sí mismo/a, te sientes todavía peor, porque te hace ver con claridad que tú a veces te traicionas. 

 

- Te sientes mal porque alguna vez creíste que era posible crear un mundo mejor para todos y todas, pero has perdido la esperanza y la fe en la Humanidad, y a veces la realidad te parece demasiado brutal, especialmente cuando ves noticias, pero también cuando alguien de tu entorno pretende hacerte daño, aprovecharse de ti, o destruirte para ocupar tu lugar. Vivimos bajo la ley del “sálvese quien pueda”, por eso te sientes tan atrapada en la jungla, y por eso a veces sueñas con un mundo más justo, más humano, más amable, y con una vida más fácil y más bonita. Pero no hay mucha gente a tu alrededor que sueñe como tú: la mayoría han perdido la esperanza, se han resignado, y no pueden siquiera imaginar un mundo mejor.  


¿Cómo podríamos estar mejor?

Piensa en lo bien que te sientes cuando comes bien, cuando duermes bien, cuando descansas lo que necesitas. Cuando tienes tiempo para disfrutar de tus pasiones y tu gente querida, cuando estás rodeada de verde, al aire libre, mirando hacia el cielo o al mar, con la mirada perdida en el horizonte. Cuando encuentras gente como tú, cuando te juntas con más mujeres, cuando te sientes libre en espacios seguros y amorosos para conversar, para expresarte sin miedo y para ser tú misma. Cuando bailas, cuando cantas, cuando escuchas música o la tocas tú. Cuando haces cosas con tus manos.

¿Verdad que te sientes bien cuando eres útil, y cuando ayudas a que la vida de los demás sea mejor? Cuando te cuidas, cuando haces ejercicio y respiras aire puro, cuando desconectas de tus problemas, cuando te alejas de tu rutina de vida, cuando estás rodeada de naturaleza. Cuando estás tranquila y relajada, cuando tienes tiempo para estar a solas, cuando tienes tiempo para cuidar tus vínculos, cuando eres leal a ti misma, cuando desobedeces normas injustas, cuando abandonas las batallas y las luchas de poder que te están robando la paz interior. 

Haz lo que te hace bien, lo que te da energía. Haz lo que te apetece, lo que te ayuda, lo que te da placer, lo que te sienta bien. Cuidarse por fuera y por dentro para estar bien es un acto político, porque el patriarcado nos quiere a todas aisladas, estresadas, empastilladas, anestesiadas, cabreadas, obedientes y amargadas. 

Lucha para que tú y tu gente podáis comer alimentos sanos, beber agua limpia, respirar aire sin contaminar. Lucha para que las ciudades sean vivibles, para mantener los espacios verdes, para proteger la naturaleza, para redistribuir la riqueza, para que todas y todos podamos disfrutar de nuestros derechos fundamentales.

Para que todos y todas podamos sentirnos mejor, hay que defender el derecho a vivir bien. Necesitamos un mundo de paz, igualdad y justicia social: la felicidad y el bienestar no son problemas individuales, sino asuntos políticos, y por eso requieren soluciones colectivas. 


Coral Herrera Gómez


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3 de octubre de 2024

¿Cuál es el insulto que más te ha dolido en la vida?

 




 

Hoy os invito a tomar conciencia sobre esta forma de violencia psicológica y emocional tan común. 

¿Te has preguntado alguna vez para qué sirven los insultos? Los usamos para expresar nuestra ira, y para iniciar una pelea mediante el ataque personal. El impacto que tiene en la persona que los recibe es brutal: van directos al corazón, destrozan su autoestima, dañan su prestigio y su imagen social. Los que más duelen son los que van acompañados con un tono de desprecio y asco, y están destinados a provocar en la víctima una reacción emocional brutal: ira, tristeza, rabia, vulnerabilidad. 

Es un mecanismo muy eficaz para manipular: si te dicen que eres una inútil, estúpida, retrasada, gorda, fea, histérica, vieja, loca, es para hacerte sentir insegura, para hundirte emocional y psicológicamente, y también para someterte. Por eso los hombres machistas usan tanto los insultos “zorra” y “puta” contra sus parejas: para ellos no hay una categoría social más baja y denigrante. Saben que duele mucho, y que puede que reacciones atacando con otro insulto, o que te quedes paralizada y llorando: lo que pretenden es destrozarte por dentro. Son una forma de castigo, y  aunque luego nos pidan perdón, el daño ya está hecho y permanece dentro de nosotras durante mucho tiempo, a veces toda la vida. 

Los insultos que más duelen son los que recibimos de gente cercana y de gente querida: padres, madres, hijos, pareja… y son la línea roja que jamás deberíamos traspasar.  Cuando le pierdes el respeto a la otra persona, empieza el maltrato. 

Es el momento en el que hay que romper una relación, sin embargo hemos normalizado tanto la violencia psicológica y emocional, que no lo consideramos agresión, sino una forma de expresar libremente nuestro enojo. Creemos que con pedir disculpas después alegando que estábamos enfadados o nerviosos es suficiente. Y nos enfadamos si la otra persona expresa su dolor: “eres muy susceptible”, “qué exagerada, no era para tanto”, “era una broma”, “eres hipersensible, no se te puede decir nada” 

Es muy difícil reparar el daño que nos causa en el corazón, y por eso muchas relaciones se van deteriorando hasta que se rompen. No sucede así en las relaciones de subordinación en las que las víctimas no pueden salir de ella porque son dependientes (de sus padres y madres, de sus maridos, de sus jefes)

Cuando no puedes escapar, no te queda más remedio que aguantar y soportar. Y cuando nos repiten muchas veces que somos tontas, que somos feas, o que no valemos para nada, nos lo acabamos creyendo: el impacto que tiene en nuestra personalidad es enorme. Sin autoestima es muy difícil defenderse a una misma: muchas víctimas de violencia machista acaban creyendo que se merecen el maltrato y los insultos de su pareja, y que ellos las hacen daño porque las quieren de verdad.

¿Cuál es el insulto que más te ha dolido en la vida, y cuánto tiempo te ha acompañado el dolor?

Coral Herrera Gómez


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30 de marzo de 2024

¿Cómo saber si estoy en una relación tóxica?



"Los amores reñidos son los más queridos", "los que más se pelean son los que más se desean", "quien bien te quiere te hará llorar", "del amor al odio hay un paso", "se amaban pero se llevaban como el perro y el gato"... nuestra cultura están plagada de refranes y dichos populares que romantizan las relaciones tóxicas. 

Sabes que estás en una relación tóxica cuando provocas una pelea para llegar al momento de la reconciliación. 

En una relación tóxica te aburres si todo va bien, porque necesitas sentirte invadida y arrasada por emociones fuertes, y porque te gusta que todo sea brutal e intenso. 

No solo disfrutas sufriendo, sino también viendo a tu pareja sufrir. No solo disfrutas llorando en las peleas, también disfrutas viendo llorar a tu pareja. Y cuánto más llora, más importante y poderosa/o te sientes tú.

Las parejas tóxicas viven en un estado de guerra permanente en el que se alternan las peleas con las reconciliaciones, y los períodos de mucho sufrimiento con etapas más pacíficas, pero lo más característico es que los dos miembros se relacionan como si fueran enemigos, y solo se unen si aparece un enemigo externo. 

Una relación tóxica es aquella en el que el proceso de domesticación es mutuo: ambos miembros luchan por dominar al otro y ambos se defienden del poder del otro, cada cual con sus armas y sus estrategias. Ambos son víctimas y victimarios: a veces les toca sufrir, y otras veces hacen sufrir a sus parejas. O las dos cosas a la vez. 

Todas las relaciones humanas son un poco "tóxicas", porque en todas hay luchas de poder, más o menos intensas, más o menos conflictivas. 

De hecho, las relaciones humanas son una de las principales fuentes de sufrimiento para todas y todos nosotros. Una fuente de sufrimiento es la que tiene que ver con el dinero y los derechos humanos: todos sufrimos ante la falta de trabajo, los salarios de miseria, la subida de los precios, las deudas y sobre todo el miedo a la exclusión social. 

Cuando no hay dinero, no hay derechos humanos. Para poder disfrutar del derecho a beber agua potable, a comer tres veces al día, o a dormir bajo techo, necesitamos ingresos dignos, y si no los tenemos, sufrimos mucho. 

La segunda fuente de sufrimiento humano surge de las relaciones entre seres humanos. No sabemos querernos bien, no sabemos tratarnos bien, no sabemos resolver nuestros conflictos sin violencia, por eso gastamos tanto tiempo y energía sufriendo por las relaciones que tenemos (o que no tenemos) con nuestros padres y madres, y familia cercana, con nuestras parejas, hijas e hijos, con compañeros/as de estudios o trabajo, con el vecindario y con la gente que convivimos a diario.

¿Por qué son tan complejas y difíciles las relaciones entre nosotros? 

Porque usamos estructuras basadas en la dominación y en la sumisión: nuestras relaciones están basadas en la explotación y el abuso. Los valores bajo los que nos relacionamos son los valores del capitalismo y del patriarcado (individualismo, egoísmo, narcisismo, avaricia, acaparamiento, dominación y sumisión) Cada cual piensa en su propio beneficio, no sabemos pensar en el Bien Común, y funcionamos bajo la filosofía del Salvese quién pueda y bajo la Ley del más fuerte. 

Muchos de nuestros conflictos surgen porque los demás se intentan aprovechar de nosotras y tenemos que poner límites, y al revés: los demás nos ponen límites y no nos sienta nada bien. 

En las relaciones heterosexuales, los hombres se benefician de sus privilegios: reciben cuidados sin darlos, disponen de criada gratis, obligan a su pareja a ser monógamas mientras ellos tienen las relaciones que quieren con otras mujeres, y viven como reyes en su hogar. La mayoría de las mujeres protestan, muchas ejercen de vigilantes y policías de sus maridos, y vivien en una frustración perpetua: es muy doloroso convivir con tipos egoístas, machistas, y mentirosos. Es muy duro que tu pareja se ría en tu cara y que los demás se rían con él. 

El abuso masculino nos produce una tremenda desilusión a las mujeres, y cuanto más hemos idealizado al macho y al amor romántico, más grande es la decepción, la rabia y el rencor. 

Muchas mujeres heterosexuales se pasan la vida intentando que una relación que no funciona, funcione. Algunas son capaces de estar cuarenta o cincuenta años de su vida tratando de que sus maridos se porten bien, sin lograrlo jamás: se nos va mucha energía y mucho tiempo tratando de educar a hombres que se resisten a ser disciplinados. Para ellos es fundamental defender a muerte su libertad, por eso las mujeres que se meten en la jaula del amor romántico lo pasan tan mal intentando que sus parejas se encierren con ellas. 

Generalmente los hombres solo se meten en la jaula al final, cuando llega la disfunción eréctil y se acaba la potencia sexual. Solo cuando envejecen y empiezan a enfermar es cuando quieren encerrarse en el hogar y que sus compañeras se encierren también. Solo en ese momento las mujeres empiezan a sentir el poder que tienen. Cuanta más dependencia sufren ellos, más fuertes se sienten ellas. 

Las relaciones entre mujeres que se aman, y entre hombres que se aman, también pueden ser tóxicas porque están basadas en la misma estructura de dominación y sumisión. A todas y a todos nos gusta tener la razón. Nos gusta imponer nuestras ideas, nuestra manera de hacer las cosas, nuestra forma de organizarnos. Nos cuesta ceder cuando negociamos, porque vivimos en un mundo competitivo que solo nos enseña a soñar con ganar todas las batallas. Todos y todas queremos sentirnos importantes y poderosas, y queremos imponer nuestros deseos, nuestros criterios, nuestras necesidades a los demás. 

En los colegios nos educan para crear enemigos y disfrutar machacandolos: usan el deporte y los juegos para que aprendamos a guerrear contra los demás desde la más tierna infancia. Nos hacen creer que la vida consiste en estar permanentemente luchando contra los demás, por eso es tan dificil relacionarnos desde el amor. 

Las relaciones tóxicas se diferencian de las relaciones de violencia machista en que están basadas en el maltrato mutuo y en la alternancia de posiciones: cada miembro tiene su poder, y lo usa para dominar a la otra persona. Las que se sitúan en posiciones subalternas también aplican los mismos esquemas de dominación que las que ejercen el poder: cada cual con sus armas y sus estrategias intenta lograr lo que desea, lo que quiere y lo que necesita del otro. 

Nunca nos planteamos si esas estrategias son o no son éticas, si perjudican o no a la otra persona, si hacen daño o si son abusivas. Porque lo que nos enseñan bajo la ideología capitalista y patriarcal es que lo que importa son los fines, no los medios. Da igual como lo consigamos, lo importante es ganar.  

La gran mayoría de las personas no son conscientes del dolor que provocan en los demás, y cuando lo son, tratan de justificar sus actos, a menudo usando la victimización, y culpabilizando a la otra persona: "yo no quería hacerlo, pero no me dejó otra alternativa", "me saca tanto de quicio, si hiciera lo que yo le digo no habría problema", "si no razona y no cede, entonces no me queda más remedio que..."

Generalmente las relaciones tóxicas están construidas sobre la dependencia, tanto económica como emocional. Hay muchas parejas que no se soportan pero no se separan porque se sienten atrapadas en la relación, bien porque no tienen dinero para vivir separadas, o bien porque tienen un miedo terrible a la soledad.

Esta dependencia es muy común en personas que no han podido desarrollar su autonomía, y que están convencidas de que no pueden hacer nada por sí mismas. Se ven como inútiles, como eternos niños que necesitan siempre una figura de referencia y apoyo, porque no han madurado lo suficiente como para responsabilizarse de sí mismas. No saben hacer uso de su libertad, no se ven a sí mismas como personas adultas y funcionales: creen que sin la otra persona no son nada, y que están condenadas a depender siempre de esas figuras de referencia. 

Les pasa a todos aquellos y aquellas que permanecen toda la vida viviendo con sus progenitores: cuando les llega el momento de salir del nido y dar el salto, creen que tienen las alas rotas y que no pueden echar a volar solas. No importa que el médico les explique que pueden volar por sí mismas y que no tienen nada roto: están convencidas de que ellas solas no pueden, y que fuera del nido la vida es terrible. 

Muchos creen además que sus madres y padres son inmortales. No quieren pararse a pensar qué van a hacer cuando sus progenitores no estén. Suelen verse a sí mismos como eternos adolescentes, y ni se les pasa por la cabeza formar su propia familia, porque se ven siempre como hijos e hijas, y no como adultos responsables. Es decir, reciben cuidados pero no se sienten capacitados para cuidar a nadie. 

Hay gente que en lugar de echar a volar, salta a otro nido cercano. Es la gente que sale de casa de mamá para irse a la casa de otra mujer que ejerza las mismas funciones que mamá: muchos hombres sustituyen a una por otra, y así no tienen nunca que asumir sus obligaciones como adulto. Algunos de ellos tienen hijos y actúan como si fueran los hermanos mayores de sus propias criaturas. Por eso hay mujeres que bromean presentando a sus maridos como si fueran los hijos mayores. 

¿Cómo saber si mi relación es tóxica? 

Generamente solo tienes que cerrar los ojos y escuchar tu corazón. Si estás sufriendo, si lo estás pasando mal, si sientes angustia y ansiedad y tu pareja siente lo mismo, es porque os estáis haciendo daño. Si estás siempre pensando en cómo poner a tu pareja de rodillas y en como salirte con la tuya, es porque no estás disfrutando de la relación, estás siempre en guerra. 

Hay muy poco amor y mucho maltrato en las relaciones románticas tóxicas. 

Sabes que estás en una relación tóxica cuando en lugar de placer y alegría, sientes emociones intensas como el odio, la envidia, el rencor, la rabia, la frustración, y mucha amargura. Vivir luchando constantemente con un enemigo o enemiga le amarga la vida a cualquiera: hay parejas que son capaces de estar peleando toda la vida, y que no saben relacionarse si no es desde esta estructura de conflicto permanente. 

También hay parejas que cuando se les pasa el enamoramiento inicial se aburren, y se dedican a pelearse porque necesitan emociones intensas. Creen que para amar hay que sufrir y hacer sufrir a la otra persona, y que cuanto mayor sea el sufrimiento, más les van a amar. Creen que el amor de pareja es una tragedia al estilo Romeo y Julieta, con heridos y muertos, con desgarros y sangre, y muchas lágrimas, y creen que cuanto mayor es el drama y la destrucción, más grandioso es el amor romántico. 

Mucha gente cree que las guerras románticas son como un juego en el que vale todo, y en el que lo importante es ganar. Y es porque no han conocido el amor del bueno: creen que amar es sufrir y hacer sufrir, y no saben disfrutar, ni del sexo, ni del amor, ni de la vida. Solo saben atacar y defenderse, de manera que no tienen ni idea sobre cómo apoyarse mutuamente, cómo cuidarse mutuamente, y cómo construir una relación basada en el placer, el gozo y la alegría de vivir. 

Y suele ser porque nunca han gozado de relaciones de amor, creen que lo "normal" es vivir en una pelea constante, y que no hay otras formas de relacionarse. Y eso es porque en nuestras representaciones culturales, nunca nos ofrecen parejas igualitarias que en lugar de dedicarse a guerrear, se dediquen a apoyarse mutuamente. 

Nos cuesta mucho imaginar la posibilidad de querernos desde la empatía, la solidaridad, la cooperación y el compañerismo porque solo nos ofrecen representaciones de parejas que sufren y no saben arreglar sus problemas sin hacerse daño. 

En nuestro mundo, el pez grande se come al chico, y nadie quiere ser el pez chico. Incluso las mujeres, aunque finjamos ser muy patriarcales y parezca que aceptamos muy felices nuestro papel de seres inferiores y subordinados, en realidad todas luchamos con todas nuestras fuerzas contra el abuso del marido. 

Muchas relaciones lésbicas y gays funcionan con la misma estructura patriarcal. En las relaciones entre mujeres o entre hombres en las que no hay división sexual del trabajo ni reparto desigual de roles, también pueden darse relaciones de dependencia y luchas de poder basadas en la necesidad de imponerse y de dominar a la otra persona. 

Una de las preguntas básicas que debemos hacernos para saber si estamos o no en una relación tóxica es preguntarnos a nosotras mismas cómo conseguimos lo que queremos, lo que necesitamos, y lo que deseamos, qué estrategias utilizamos y cuales de ellas son éticas (y cuáles no): la seducción, la coacción, el chantaje, el soborno, la extorsión, el engaño y las mentiras.... la mayoría de estas estrategias te benefician a ti, y hacen daño a la otra persona.

 Por ejemplo, cuando usamos el chantaje para que la otra persona se sienta responsable de nuestra felicidad y se sienta culpable si estamos tristes. Sin duda la culpa funciona muy bien cuando queremos obligar a alguien a que haga algo que no quiere, y esto lo saben muy bien los grandes manipuladores. 

También el miedo es un gran arma para someter a la pareja, especialmente si es mujer, pues desde pequeñas fabrican en nosotras el miedo a que no nos quiera nadie, y el miedo al abandono y a la soledad. Así que muchas relaciones lésbicas se construyen desde este miedo y es así como surgen las relaciones de dependencia. 

Una de las características de las relaciones tóxicas, es que en ellas los dos miembros de la pareja intentan machacar la autoestima de la otra persona para poder manipularla mejor. Es una de las principales estrategias para que la pareja se sienta atada a nosotras: hacerla creer que no merece amor ni buenos tratos, que nadie va a quererla, que sola no es nadie y no sirve para nada. 

Además, muchas personas destructivas saben usar muy bien ese tono de desprecio que tanto duele cuando proviene de un ser querido. Es la mejor manera de hacer daño: hacerle sentir a tu pareja que te ha decepcionado, y hacerle creer que sientes un profundo desprecio por ella, aunque no sea verdad. 

El tono de desprecio sirve para darle énfasis a nuestro enojo, y para hacerle creer a esa persona que en medio segundo se nos fue todo el amor que sentimos por ella. Y que es culpa de ella, obviamente. 

Para acabar de hundir a tu enemiga o enemigo, también funciona muy bien usar la información que tienes de la otra persona para dar donde más duele, aprovecharse de sus miedos, sus traumas, sus puntos débiles, y usarlos para ganar la batalla. 

En las peleas de las parejas tóxicas no hay voluntad de arreglar los problemas, no se habla de cómo hacemos para que no se repita, o qué podemos mejorar para que no vuelva a suceder. Lo más normal es que nos estanquemos en el pasado y nos enfanguemos en la lluvia de reproches: "es que tú...."

Los reproches sirven para culpar a la otra persona de todo lo que sucede, para que se sienta mal y nos pida perdón. 

No importa si siempre es lo mismo: las parejas tóxicas nunca hacen autocrítica amorosa, ni se sientan a dialogar para reconocer los errores, ni reconocen sus equivocaciones, ni piden disculpas, ni tratan de reparar el daño que han hecho. 

Sus miembros no se paran a preguntarse a sí mismas qué tienen que trabajarse por dentro para ser mejores personas, ni tampoco se sientan a charlar para ver qué tienen que trabajar como pareja para que la relación sea mejor. 

Las parejas tóxicas no se plantean nunca mejorar la relación, sino más bien al revés. 

Prefieren seguir sosteniendo las dinámicas de destrucción y dolor, porque quieren ganar la batalla, y quieren a la otra persona de rodillas frente a ellas. Incluso hay parejas que cuando rompen la relación, siguen haciendose daño y tratando de destruirse toda la vida. En el fondo es porque quieren seguir unidos, quieren seguir siendo importantes para la otra persona, se niegan a romper el vínculo del todo, y creen que si mantienen la guerra podrán estar cerca de la otra persona, incluso cuando los hijos e hijas ya son mayores. 

En la relación tóxica ninguno de los dos miembros se responsabiliza: ambos encuentran que es mucho más fácil culpar a la otra persona y situarse como víctima, para que sea la otra persona la que cambie, la que haga algo, la que se someta a nuestro poder. 

En todas las relaciones tóxicas hay un intento de disciplinar y domesticar a la otra persona, y de cambiarla para que se adapte a nuestro sueño romántico. 

Las mujeres sobre todo nos hemos creído que el ogro gruñón y maltratador puede acabar siendo un príncipe azul. Y muchas se pasan la vida soñando con el milagro romántico y tratando de convencer al ogro de que es mucho más bonito ser un príncipe azul. Obvio el ogro prefiere seguir siendo quien es, sobre todo si le va bien, así que es capaz de resistir durante décadas. 

La batalla termina cuando nos resignamos y nos damos cuenta de que nuestra pareja no va a cambiar jamás. Pero para admitir la realidad es necesario trabajarse mucho la honestidad y la humildad, y la mayoría no tenemos herramientas para ello. No sabemos rendirnos ni aceptar las derrotas, y sobre todo lo que más nos cuesta es darnos cuenta de que el amor no lo puede todo, ni transforma mágicamente a las personas. 

Las personas solo cambian cuando quieren, o cuando lo necesitan.  

Las relaciones tóxicas nos hacen sufrir muchísimo porque están basadas en la contradicción (te amo y te odio, ni contigo ni sin ti, quiero irme pero estoy atrapada), y en la violencia verbal, psicológica y emocional. 

Todo intento de hacer daño a alguien para salir beneficiado/a es violencia, sobre todo cuando sabemos que esa persona nos quiere o nos necesita, o depende de nosotros/as.

¿Cómo trabajar para evitar hacer daño a tu pareja? 

Lo primero es trabajar tu ego, y tomar conciencia de que debemos aceptar a los demás tal y como son, sin intentar cambiarlos. Y asumir que para entendernos, tenemos que escucharnos, dialogar, negociar, ceder, y llegar a acuerdos. 

Una de las cuestiones más importantes para dejar de vivir en guerra permanente es darnos cuenta de que la victimización es una forma de dominación. No sólo dominamos desde el poder, también lo hacemos deede posiciones de sumisión. 

Pensemos por ejemplo en la relación tóxica que existe entre algunas personas dependientes y sus cuidadoras: incluso estando en una cama las personas dependientes ejercen su poder sobre su entorno, y pueden llegar a convertirse en auténticos tiranos y en malvados maltratadores. 

Las mujeres también tenemos nuestras armas para someter a los privilegiados, para someternos entre nosotras, para dominar a los demás. Solo que en lugar de usar la violencia sexual y la violencia física, usamos la vía del sufrimiento emocional y psicológico. Pensemos en el maltrato entre nueras y suegras, madres e hijas, o incluso en entornos laborales: nuestro ego y nuestra necesidad de dominar nos convierten en seres carentes de empatía, de ética y de bondad. 

¿Cómo hacer para no hacer daño y para que nuestras relaciones no se conviertan en relaciones tóxicas? 

Autoconocimiento: para saber quién eres, cómo eres, qué sientes, y por qué te relacionas así. 

Autodefensa para evitar el abuso,

Autocuidado para evitar el sufrimiento,

Autocrítica amorosa: para trabajar tu ego, para identificar lo que te hace sufrir, y lo que hace sufrir a los demás. 

Autonomía para evitar la dependencia, 

porque cuanto más dependientes somos de alguien, más manipulables y vulnerables somos. 

Pero también cuando alguien depende de nosotras, porque estamos igual de atadas y atrapadas. 

La necesidad (de dinero, de afecto, de compañía) es lo que nos impide construir relaciones basadas en la libertad. No es lo mismo juntarse a alguien porque nos apetece y nos fascina, que juntarse a alguien porque estamos huyendo desesperadamente de la soledad o de la precariedad económica. 

Las relaciones interesadas nos encarcelan y son una trampa, y solo nos damos cuenta cuando querríamos terminarlas y nos encontramos con que no podemos separarnos ni independizarnos. 


¿Cuál es la buena noticia? Que todo se puede trabajar en esta vida, y que de las relaciones tóxicas se puede salir. 

Basta con trabajar a fondo la autonomía para evitar la dependencia, la autocrítica amorosa para aprender a usar nuestro poder, y la autodefensa feminista para protegernos de las relaciones basadas en la dominación, la manipulación y el abuso. 

Se trata de aplicarse a una misma la Ética del Amor y la Filosofía de los Cuidados para aprender a ser mejores personas, y para mejorar nuestras relaciones afectivas, sexuales y sentimentales. 

Si quieres trabajar en ello, o ayudar a otras personas a trabajar en ello, vente con nosotras al curso virtual que empieza el lunes. Puedes apuntarte desde cualquier país y asistir al directo que se celebrará todos los lunes de abril durante dos horas, de 6 a 8 pm hora Española (si no puedes, quedan las sesiones grabadas para que las veas cuando quieras)





Mujeres que se liberan: herramientas feministas para la prevención de las relaciones tóxicas, 
es un curso certificado de 25 horas dirigido a mujeres que quieren trabajar en su autonomía y autocuidado frente a las relaciones basadas en el abuso y el maltrato, y a profesionales que trabajan con mujeres (educadoras sociales, trabajadoras sociales, psicólogas, terapeutas, sexólogas, técnicas de igualdad, profesoras, etc.) 

Coral Herrera Gómez



30 de julio de 2023

Rosalía: consejos para superar el desamor



Rosalía se está separando, ¿qué le diría yo si me pidiese consejo para tener un duelo corto?

Yo le contaría que a mí me ha ayudado mucho el feminismo en mis separaciones, porque gracias al movimiento de liberación de las mujeres, estoy plenamente convencida de que yo no he venido al mundo a sufrir, y que tengo derecho a vivir una Buena Vida, libre de violencia y sufrimiento.

En mis duelos, me he sentido muy conectada a las millones de mujeres que en esos momentos estaban sufriendo por el desamor, y me ha ayudado mucho la rebeldía que llevo dentro: no quiero pasarme la vida sufriendo por la falta de amor. Y gracias al feminismo, hoy sé que el final de una pareja jamás significa que nos quedamos solas: estamos rodeadas de gente que nos quiere y nos cuida.


 ¿Qué más me ha ayudado a recomponer mi corazón roto?


Puedes seguir leyendo el post en el diario Público


7 de abril de 2023

Ser leal a tí misma: una medida de Autocuidado fundamental

Ilustración de Cristina Troufa


Una de las claves para construir una relación bonita contigo es ser leal contigo misma, y poder confiar en tí misma. Saber que puedes contar contigo, que te vas a cuidar, y que no te vas a fallar.

La lealtad hacia ti es una de las claves del autocuidado: nunca puedes poner las necesidades de los demás por encima de las tuyas. Ni tampoco traicionarte a ti misma, ni traicionar tus ideas, tus valores, tus principios, por complacer o agradar a alguien más.

La lealtad es una prueba de tu grado de compromiso, de tu entrega hacia una causa, de tu amor y tu respeto por algo o por alguien.

¿Por qué es tan importante la lealtad?

Porque todo el mundo te la pide. Los publicistas te piden lealtad a un producto, o a una marca. Los grupos religiosos, a una divinidad y a sus mandamientos, pero también a los líderes espirituales. Los partidos políticos te exigen lealtad al grupo que posea el poder en ese momento. Los grupos deportivos, a los colores de la camiseta. Por eso se castiga tan duramente a los fieles que cambian de equipo, de partido o de dios.

El problema es que la mayor parte de los grupos humanos son jerárquicos, y en ellos los que mandan son los líderes (generalmente son hombres). Y esto supone que en algún momento vas a tener que elegir entre la lealtad a los objetivos de esos señores, o la lealtad a tí misma, a tus principios.

Traicionarte a tí misma es una de las cosas mas dolorosas que existen, sobre todo si lo haces para complacer a alguien y te dañas a ti misma, o dañas a otras personas.

Para ser leal contigo, tendrás que desobedecer a cualquier persona que te pida una entrega absoluta, un apoyo incondicional, una fidelidad y una obediencia ciega.

El apoyo no puede ser jamás incondicional: tienen que darse las condiciones, y si no las hay, podemos retirar nuestra lealtad. Lo mismo a tu pareja, que a un hombre o a un grupo: ningún vínculo puede ser incondicional.

Solo el que tienes contigo misma.

La lealtad hacia ti es una prueba de tu compromiso con tu bienestar y tu salud mental y emocional. Ser leal a ti implica no dejarte manipular, y autorregular tus emociones para que la devoción por alguien o la convicción por una causa no te pongan de rodillas.

Esto es importante para las mujeres porque muchas de nosotras somos capaces de traicionarnos y de no respetar los pactos de autocuidado, ya que nos han entrenado para ser sumisas y complacientes, y nos han hecho creer que hemos venido al mundo a cumplir, a servir a los demás, a dar nuestra vida por los demás sin pedir nada a cambio.

Nosotras nos esforzamos siempre por ser tenidas en cuenta, por facilitar las cosas, por resolver problemas, por cuidar a los demás. Unidas sí podemos, pero solas, nos cuesta más enfrentarnos a los poderosos, cuestionar al líder, dar nuestra opinión. Cuesta que se escuche nuestra voz, que se de crédito a nuestros conocimientos y experiencia, y además el precio que pagamos por desobedecer a los hombres con poder es mucho mayor.

Por eso es tan difícil escapar del matrimonio o salir de una secta. Todo el mundo espera que aguantemos y que estemos agradecidas por la protección que nos brinda el Señor (Dios, Marido, Padre, Líder, Cura, Pastor), y los propios compañeros y compañeras nos castigan si osamos contradecir el discurso del líder, o alzar la voz contra una injusticia.

Los seres humanos tenemos un miedo terrible a ser rechazados o expulsados de un grupo, porque antiguamente, cuando éramos nómadas y no teníamos leyes ni cárceles, este era el castigo reservado para las personas que no cumplían las normas o que dañaban a la comunidad. Y ser desterrado significaba la muerte, porque solos no podemos sobrevivir.

Todos y todas necesitamos sentirnos aceptadas, reconocidas, integradas en nuestros círculos de amistad, de familia, trabajo y vecindario. Y nos duele mucho cuando somos "diferentes" o "raras", y nos discriminan, nos invisibilizan o nos excluyen. Por eso tenemos tendencia a someternos a las normas de un grupo o a las normas que impone el líder de un grupo, pero a veces el precio que hay que pagar para ser considerado uno más, es demasiado alto.

Por ejemplo, si tú eres pacifista y no soportas la violencia, pero tu grupo ha decidido que tiene un enemigo, y que hay que luchar contra ese enemigo. Primero se exponen las razones para odiar a ese enemigo, se canaliza la frustración y el malestar contra ellos, y después te plantean que no hay alternativa: o estás con ellos, o contra ellos. No hay medias tintas, tú eliges en qué bando estás. Al enemigo se le presenta como un peligro del que hay que defenderse, y después, cuando ya están activados el odio y el miedo, se justifica el uso de la violencia contra el enemigo.

Son técnicas muy antiguas que utilizan los poderosos para acumular poder, y que les funcionan muy bien, ya que cuando te obligan a tomar partido, te obligan también a participar en los ataques contra el enemigo, a aplaudir los discursos que exaltan a tu grupo y menosprecian al otro, y por supuesto se espera de ti que mueras matando.

Aunque no te guste manejar las armas, aunque no quieras perder la vida, siempre la causa es superior a ti, y a cualquiera de los integrantes del grupo.

Tu lider y el líder enemigo jamás se manchan las manos de sangre.

Y tu obligacion es aparentar que sientes el mismo odio que los demás, porque el miedo a ser señalado como miembro del bando contrario es tan grande, que te lleva, sin darte cuenta, a dejar a un lado tus principios, y a sacrificarte en nombre de (el Amor, la Patria, la Bandera, el Proyecto, el Movimiento, etc)

A lo largo de la Historia hemos conocido a muchas mujeres y hombres desobedientes que jamás se vendieron, que se atrevieron a contradecir al líder, que se atrevieron a señalar la desnudez del rey, que se atrevieron a pensar por sí mismas, a defender sus ideales, a denunciar las injusticias, y a enfrentarse a la tiranía.

Para la mayor parte de ellos y ellas, el castigo fue el ostracismo o la muerte. Pienso en Hypatia, en Jesucristo, en Juana la Loca, en Olympe de Gouges, en Mandela, y en todos los y las insobornables y rebeldes de la Historia que decidieron ser leales a sus ideas y a sus principios, y que fueron encarcelados, torturados, y asesinados por ello.

A un nivel más cotidiano, ser leal a tí misma te hace libre. Si eres una persona autónoma, tienes que saber que no vas a encajar nunca en grupos jerarquicos ni en el tradicional sistema patriarcal de la dominación y la sumisión. Primero porque no te vas a dejar explotar ni a permitir que te utilicen para sus fines, no te vas a dejar manipular, y no vas a poder obedecer normas injustas, ni directrices impuestas desde arriba.

Lo mismo con una pareja que con un grupo humano: si no puedes disentir, si no puedes expresar tus dudas, si no puedes hacer críticas constructivas, si no puedes decir que no, si te da miedo que la otra persona se enfade, si temes a las represalias, entonces lo mejor es buscar personas, grupos y comunidades en las que puedas participar y sentirte libre.

Vamos a poner un ejemplo. Tú eres católica y tu grupo religioso ha decidido que van a ir a la puerta de las clínicas a señalar a las mujeres que quieren abortar, y a acosarlas para que se sientan mal. Tú en realidad lo que querrías es acudir a la puerta de las iglesias para señalar a los curas violadores de niños y niñas, y te parece más importante defender los derechos de la infancia que acosar a mujeres.

Pero en tu grupo no quieren ni oir hablar de los obispos y los curas violadores, no les importan sus víctimas, y para ellos lo más importante es atacar a mujeres que ejercen su derecho a decidir si quieren o no ser madres.

Así que tienes dos opciones: ir con tu grupo y sentirte mal acosando a mujeres, o no ir, y asumir las consecuencias de no hacer lo que hacen todos y todas. Por ejemplo: que te aparten del grupo, que te oculten información, que te hagan el vacío, que te expulsen, o mejor, que te animen a que te vayas tú voluntariamente.

Puede pasarte lo mismo si eres una mujer feminista, y la lideresa de tu grupo propone señalar y atacar públicamente a otra mujer feminista porque no piensa como ella, o porque le tiene envidia, o porque la ha convertido en su enemiga. Os invita a participar en el linchamiento publico, pero tú piensas que quizás sería mejor poner el foco en ese profesor que violó a no sé cuantas niñas y prostituyó a no se cuantas mujeres. La lideresa prefiere un linchamiento contra esa mujer que le cae tan mal, pero a tí ni te cae mal, ni te parece bien que se linchen a mujeres en las redes sociales.

¿Qué ocurre si todas se unen menos tú?, que el próximo objetivo de la lideresa probablemente seas tú, por díscola, desleal y desobediente.

En las comunidades y en las redes con estructura horizontal, las personas más populares suelen encargarse de los cuidados y de la coordinación del trabajo en equipo. En las verticales, en cambio, los líderes y lideresas imponen sus ideas y sus normas, y ejercen su poder de manera tiránica, siempre de arriba hacia abajo. Son los que exigen lealtad y obediencia a los demás, y los que no aceptan sugerencias, críticas, y posicionamientos contrarios al suyo. Se benefician de su poder, su capacidad para influenciar y para manipular al grupo a su antojo. Se rodean de personas muy leales, y se deshacen de los disidentes y de los rivales. Son personas que quieren limitar la libertad de todos los miembros del grupo, controlar las entradas y las salidas de la gente, y son líderes que te piden esfuerzo, entrega y sacrificio, obediencia ciega, información, y dinero.

Esta es la razón por la cual resulta muy dificil ser autónoma y mantenerte fiel a ti misma: los líderes conducen a sus seguidores como un rebaño. Ellos hablan, los demás escuchan. Ellos proponen, los demás le siguen. Ellos imponen su visión de mundo y sus normas, y tú no puedes participar en la creación de las mismas. Te limitas a aceptarlas, a asumirlas, y a respetarlas. Y a hacer que otros las respeten.

Muy diferente es cuando perteneces a comunidades humanas sin líderes, cuando encuentras grupos que se organizan asambleariamente, y en los que todo el mundo tiene voz y voto. Resulta mucho más fácil comprometerse con la causa cuando sabes que puedes cuestionarlo todo, cuando sabes que tu opinión cuenta, y cuando te sientes libre para decir lo que quieres, lo que opinas y lo que sientes, sin miedo a las represalias.

Cuando tú te comprometes (con una pareja, con un grupo humano, con un proyecto o con una causa), no estás firmando un cheque en blanco. Te comprometes porque crees en el proyecto o en la causa, pero eso no significa que tengas que obedecer a nadie, ni que tengas que pensar y actuar como los demás.

Si eres leal contigo misma, nunca van a poder manipularte ni hacerte daño. Y solo tendrás que obedecerte a tí misma, y regir tu comportamiento según tus valores y principios. Lo mismo en lo que respecta a una pareja que a un grupo: seguir a alguien ciegamente puede ponerte en peligro. Porque entonces dependes de la bondad o la maldad de ese líder, que puede manejar tus emociones para controlar tu comportamiento.

Si eres una mujer feminista, una medida fundamental para el autocuidado es irte de los grupos que atacan a mujeres. No importan los motivos por los que se cancelen y se ataquen a mujeres feministas: en esos colectivos ninguna de nosotras está segura, cualquiera de nosotras puede ser la siguiente víctima.

También hay que desobedecer a los hombres que pretenden someternos aprovechándose del amor. Estamos acostumbradas a complacer a todo el mundo, y en especial a nuestras parejas, aunque ello implique hacer cosas que no queremos hacer. Creemos que amar es servir, obedecer, sacrificarse, someterse, renunciar y traicionarte a tí misma para que el otro viva como un rey. Por eso nos cuesta tanto negociar en pareja, ponerle líneas rojas, y decir que no cuando pretende abusar de nosotras. Por eso anteponemos sus necesidades a las nuestras, por eso tragamos y aguantamos, porque nos han dicho que el amor todo lo soporta y todo lo puede.

La única manera de amar en libertad es ser leal a tí misma, comprometerte contigo misma, y cuidarte mucho para que nadie pueda manipularte, ni usarte en beneficio propio. Es solo ponerse a aprender y a entrenar día a día en el arte de la autodefensa emocional.


Coral Herrera Gómez


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