26 de agosto de 2015
18 de agosto de 2015
Desmontando el mito del amor romántico
El amor (no)
es para siempre: dura lo
que dura. Algunos amores duran veinte años, otros dos meses, otros dos días…
por eso hay que saborear el presente, y no trasladar tu mente al futuro
incierto: la plenitud está en el momento que estamos viviendo, amar es estar
presente, parar los relojes, disfrutar del aquí y del ahora.
El amor (no)
lo puede todo: no
puede con la violencia y los malos tratos, no puede con la desigualdad y el
machismo, no puede con el egoísmo ni con las relaciones que no funcionan. El
amor no transforma a las personas violentas en personas pacíficas, ni a los
promiscuos en monógamos, ni cura a la gente celosa, ni resiste vivo si ha de
soportar demasiado dolor durante demasiado tiempo. El amor no puede ser
incondicional: si no hay respeto y buen trato, por ejemplo, no hay condiciones
para el amor.
Las mujeres
(no) nacimos para esperar: aunque las heroínas de nuestros cuentos infantiles son chicas que esperan
a que un tipo apuesto les solucione sus problemas o les rescate de las
catástrofes, nosotras no tenemos toda la vida para esperar. No tenemos la
paciencia de Penélope, que estuvo 50 años esperando a que Ulises volviera de
sus batallas: nosotras vivimos el amor aquí y ahora. No nos vemos ya como el
descanso del guerrero, sino como protagonistas del cuento. No hay otra
posibilidad que vivir el amor en el puro presente: el futuro está demasiado
lejano.
“Los que más
se pelean, (no) son los que más se desean”: hay gente que disfruta mucho peleando y
sumergiéndose en la violencia pasional, pero es un desperdicio estar mal años
de tu vida, con lo corta que es, entre llantos, conflictos, gritos, escenas de
celos, insultos, palabras que hieren… . Tenemos que dejar atrás las guerras
románticas, apostar por la alegría y el disfrute en el amor, y cambiar la
perspectiva. Por ejemplo: los que comparten orgasmos y risas son los que más se
desean. No rima, pero suena infinitamente mejor.
(No) estamos
condenadas a sufrir por amor: podemos tomar decisiones, tomarnos descansos emocionales,
distanciarnos cuando nos duele. Podemos desenamorarnos de quien no nos
conviene, olvidarnos de las personas que no nos corresponden o no nos aman,
elegir buenos y buenas compañeras para compartir la vida. Podemos cerrar
puertas y convertir el presente en pasado, podemos abrir otras y convertir el
futuro en presente. El amor no nos ata, ni nos limita, ni nos obliga a tropezar
mil veces con la misma piedra: somos nosotras las que tenemos que hacernos
responsables de nuestras emociones, y trabajarnos los obstáculos externos e
internos que nos impiden disfrutar del amor.
Del amor al
odio (no) hay un paso: el
amor y el odio no son lo mismo. No me creo que alguien pueda amar loca y
devotamente a una persona, y un buen día pasar a despreciarlo, a desear que le
pasen las peores catástrofes, o ponerse a maquinar para que sucedan. Si quieres
a alguien, lo lógico es que desees su felicidad y bienestar: junto a ti, a
solas, o con otras personas. Creo que, entonces, el odio no es consecuencia del
amor: es falta de amor, es ansia de destrucción, es un monstruo grande que
siembra dolor en nosotras y en la gente que tenemos alrededor.
Sin pareja
(no) estás sola: no
es cierto, hay mucha gente a tu alrededor que te quiere, que te aprecia, que te
adora, o que se preocupa por ti. Hay mucha gente estupenda, también, por
conocer: júntate con tu vecindario para celebrar, aprender, protestar,
construir, cultivar, bailar. El mundo está lleno de buenas personas con ganas
de compartir: no te quedes llorando en casa, sal a las calles, toma las plazas
y disfruta de la gente.
Si tienes
éxito, tendrás amor: la admiración
de la gente no te va a hacer más feliz, y el deseo y la envidia de los demás no
te va a traer necesariamente amor… Lo que te hace mejor persona no es tu
aspecto físico o tu cuenta bancaria, sino tu capacidad para relacionarte con el
mundo, y para ser generosa, empática, solidaria, sincera, creativa, o
buena persona. Si somos gente estupenda, lo vamos a seguir siendo aunque nadie
se empareje con nosotras: nuestra valía personal no tiene nada que ver con
tener o no pareja, con que se enamoren o no de nosotras.
El amor no se
exige, ni se mendiga: si
no te aman, acéptalo. Si te amaron y ya no te aman, asúmelo. No le pidas a
nadie que cargue con tu dolor, no obligues a nadie a permanecer a tu lado o a
renunciar a su libertad para no hacerte daño: todxs somos libres para unirnos y
separarnos, para ir y venir, para intentarlo y para dejar de intentarlo. Y no
hay malos ni buenos: lo del desamor nos ha pasado a todas, y a todos: sólo hay
que cuidar mucho a la otra persona, portarse bien, y hacer las cosas con
sensatez y cariño. Es posible, separarse con amor, romper con cariño, y mirar
hacia delante con optimismo: es cuestión de ponerle amor.
“Quien bien te
quiere, (no) te hará llorar”: no es cierto que cuando alguien te hace daño es porque te quiere
mucho y le importas, no es cierto que quien te trata mal es por tu bien. Si
alguien te quiere y te hace llorar es porque no sabe quererte bien ni tiene
herramientas para disfrutarte sin dominarte. Es hora de romper la unión entre
amor y sufrimiento: es posible (y aconsejable) disfrutar de la vida sin
tragedias ni melodramas.
(No) se te
escapa el tren si no encuentras pareja, ni se te pasa el arroz: hoy en día la gente se une a todas las
edades posibles, cada vez hay más personas sin pareja, y cada vez pasan más
trenes, te puedes montar en el que te apetezca. Además, ahora el arroz ya no se
pasa, nadie te obliga a casarte a una edad, y encontrar a un hombre no es
obligatorio para ser madre. Lo importante para tu maternidad es la red de gente
a tu alrededor que puede ayudarte a criar hijos/as sin necesidad de ponerse a
buscar a toda prisa al príncipe azul. Necesitamos redes de ayuda muta y crianza
en equipo, compañeros y compañeras de vida, no sementales que nos adoren
y nos mantengan económicamente.
“Sin ti no soy
nada”, o “Haz conmigo lo que quieras”: el sadismo y el masoquismo son unas herramientas muy divertidas
para el placer en el juego sexual, pero no deberían ser usadas como armas para
la vida real. En el día a día no tenemos necesidad ninguna de renunciar a
nuestro poder para dárselo a otra persona como prueba de amor infinito. Someterse
o dominar a la persona amada supone construir relaciones desiguales,
dependientes, violentas y dolorosas, y resulta muy difícil salir de los círculos
de la violencia (agresión-reconciliación, infierno-luna de miel) porque nos
suelen tocar mucho la autoestima. Además, las relaciones sadomaso te
aíslan de tu gente querida: no es fácil, para la gente que te quiere, verte en
una relación destructiva o funcionando con la lógica del amo y el esclavo.
Se está mejor
sola que mal acompañada: Hay
millones de mujeres con pareja o casadas, inmersas en infiernos conyugales o en
aburrimientos perpetuos que envidian la libertad y el bienestar de las
solteras. El matrimonio no es sinónimo de felicidad, echa unas ojeadas a los
índices de divorcio en todo el mundo y a las altas tasas de soltería: cada vez
son más las personas que no desean “aguantar” infiernos, porque lo que quieren
es disfrutar de la vida, y del amor.
El amor es infinito, abierto, diverso y colorido: no se puede reducir sólo a la pareja. El
patriarcado nos hace creer que es el Gran Amor de nuestras vidas, que los demás
afectos no son tan importantes, que ninguna experiencia amorosa se puede
comparar a la del romanticismo. Y no es cierto: somos seres sociales que
necesitamos a los demás para sobrevivir y para ser felices. Nuestras redes de
afecto, cooperación y ayuda mutua son imprescindibles para obtener los cuidos
que necesitamos en la infancia, en la vejez, en la enfermedad, y en momentos
importantes de nuestras vidas. Cuidar a los demás también forma parte de esas
redes de amor en las que damos y recibimos, en las que aprendemos, batallamos,
crecemos y celebramos la vida.
El amor es una
energía y no hay jerarquías: todos los amores importan, todos los afectos nos
nutren y nos hacen la vida más bonita y más fácil. Hay que desmitificar el amor
romántico como la única vía para ser feliz: hay mucha gente que nos quiere y
nos aprecia, hay muchas formas de relacionarse y de convivir, muchas maneras de
construir vínculos hermosos con la gente. Es cuestión de liberarnos de la
dependencia romántica para tejer redes afectivas que llenen nuestras vidas de
gente hermosa, para multiplicar y
expandir el amor, y utilizarlo como motor para transformar y mejorar el mundo
en el que habitamos.
Coral Herrera
Gómez
Publicado por
Coral Herrera Gómez
17 de agosto de 2015
La masculinidad patriarcal y la violencia de género
El 90% de los hombres son asesinados por hombres, el 95% de las mujeres, también. De cada 3 mujeres en el mundo, 1 sufre o ha sufrido violencia por parte de un hombre. Los feminicidios son consencuencia de la cultura patriarcal en la que vivimos, aquí unas claves para entender cómo educamos a los hombres en la cultura del machismo y la violencia, cómo podemos hacer para desaprender lo aprendido, y cómo adquirir herramientas para acabar con la desigualdad, y construir un mundo más pacífico e igualitario.
¿Por qué matan los hombres a las mujeres?
Los hombres matan a las mujeres en todo el mundo porque han sido educados, y están siendo educados, para que resuelvan sus conflictos mediante la violencia, por eso la mayoría de ellos la usan a lo largo de toda su vida para obtener lo que desean, o para arreglar sus problemas.
Los hombres matan a las mujeres porque creen que son dueños de sus compañeras, sus hijas e hijos, su casa, su coche y su perro. Se sienten muy superiores a ellos, y como propietarios, hacen lo que les da la gana con ellos.
Los hombres matan a las mujeres porque han sido educados desde niños para ser los reyes absolutos de la familia, y los dictadores en su hogar. Los niños aprenden que los hombres de verdad son siempre respetados, obedecidos y adorados, y que solo por ser varones gozan del amor incondicional y perpetuo de los suyos, especialmente si dependen de sus recursos económicos.
Los hombres matan a las mujeres porque en la televisión aparecemos representadas como objetos de posesión que pueden ser comprados y vendidos, que pueden ser violados y abusados, que suelen sentir placer obedeciendo y sometiéndose, y que están ahí para satisfacer los deseos de cualquier varón que tenga algo de dinero. Y como cualquier objeto, si no servimos o no obedecemos, pueden destrozarnos con impunidad, porque la prensa lo llamará "crímen pasional" y explicara "sus motivos" (como si hubiese motivos para justificar el asesinato de una persona).
Los hombres matan a las mujeres porque la gran mayoría no sabe gestionar sus emociones y viven presos de su sufrimiento, sus miedos, su dolor, sus traumas, sus inseguridades, sus malos recuerdos, sus carencias afectivas y sus problemas más íntimos. Cuanto más miedo y dolor acumulan, más dramáticos se ponen. Cuanto más inseguros se sienten, más violentos son.
Los hombres matan a las mujeres porque son machistas: creen que en el mundo unas personas valen más que otras, y nada más nacer se les coloca en la cúspide de la jerarquía socioeconómica y se les regala una serie de privilegios: mejores salarios, los puestos políticos y empresariales más altos, la propiedad de todas las tierras del planeta son de ellos (más de un 80%). Ellos gobiernan en mayor medida que las mujeres, ellos son los dueños de los bancos, las empresas, y los medios de comunicación.... ellos tienen los bienes y los recursos, lo que les da poder sobre los demás, y especialmente, sobre las mujeres. Nosotras somos, para los machistas fundamentalistas, como los animales: un objeto que se vende, se compra, se alquila, se intercambia por ganado, se disfruta, se explota, se mutila y se maltrata.
Los hombres matan a las mujeres porque nuestra cultura amorosa es patriarcal y está basada en el egoísmo, en el sufrimiento, en la desigualdad, en las relaciones verticales, en las luchas de poder. El capitalismo romántico nos hace egoístas, el romanticismo patriarcal perpetúa los mitos románticos y ensalza el dolor como vía para alcanzar el amor. El romanticismo patriarcal está basado en la doble moral sexual, en el placer del sufrimiento, en la dependencia emocional femenina, en la violencia de género, en el odio como forma de relación, en el esquema de dominación y sumisión, o la estructura del amo y el esclavo. Los hombres se han creído que las mujeres somos buenas o malas, y siguen teniéndole miedo a nuestra libertad y autonomía, a nuestra sexualidad y erotismo, porque no saben cómo relacionarse con nosotras de tú a tú. Han sido educados para sentirse adorados, respetados y necesitados, no para construir relaciones igualitarias.
Los hombres matan a las mujeres porque no soportan las derrotas. No saben gestionar una ruptura sentimental porque no les han enseñado que la gente puede seguir su camino libremente, que nadie nos pertenece, que todos somos libres para unirnos y separarnos. Los niños que son educados patriarcalmente en la competición más despiadada no tienen herramientas para relacionarse en condiciones de igualdad, necesitan sentirse ganadores, y por eso una ruptura sentimental se vive como un fracaso. No tienen herramientas para superar el duelo, no pueden hablarlo con nadie para no sentirse débiles o perdedores, no tienen a quién acudir cuando se sienten desesperados porque les importa más dar una imagen de ser alguien fuerte y poderoso. No pueden desahogarse, no saben pedir ayuda, y en la tele no dejan de enviarles el mensaje de que el uso de la violencia es legítima y normal cuando uno tiene que defenderse o defender sus propiedades.
Los hombres matan porque los héroes masculinos matan y están llenos de gloria. El dios de nuestra época es un dios guerrero, un macho mitificado por su fuerza y su violencia. En la publicidad, en los cómics, en las películas, en los videojuegos se rinde culto a todas horas a los guerreros asesinos, ya sean androides o caballeros medievales. Todos nuestros héroes consiguen sus objetivos a través de la violencia, por eso las películas se desarrollan entre balazos, bombazos, flechazos, navajazos, puñetazos, machetazos, y escenas de tortura y dolor. La mayor parte de las películas que emiten en cines y televisión tienen machos alfa, armas y sangre, gritos y violencia. En todos ellos el héroe exhibe su fuerza, su valentía, y su capacidad para aniquilar a quien se le ponga en el camino... los efectos especiales y la música de la ficción espectacular aumentan su poder de seducción sobre los espectadores y las espectadoras, que admiran la sensualidad de la violencia patriarcal y la poesía del sacrificio varonil.
Publicado por
Coral Herrera Gómez
15 de agosto de 2015
Los hombres y la violencia de género
El 90% de los hombres son asesinados por hombres, el 95% de las mujeres, también. De cada 3 mujeres en el mundo, 1 sufre o ha sufrido violencia por parte de un hombre. Los feminicidios son consencuencia de la cultura patriarcal en la que vivimos, aquí unas claves para entender cómo educamos a los hombres en la cultura del machismo y la violencia, cómo podemos hacer para desaprender lo aprendido, y cómo adquirir herramientas para construir un mundo más pacífico e igualitario.
Publicado por
Coral Herrera Gómez
5 de agosto de 2015
Conferencia: La construcción sociocultural del amor romántico. Coral Herrera Gómez
Esta charla tuvo lugar en el Centro Cultural de España el 11 de junio de 2015 en Costa Rica.
La actividad fue organizada por The Goodbye Project, un proyecto de investigación teatral del grupo costarricense Teatro Abya Yala.
En esta conferencia se habla del amor, las bienvenidas y las despedidas. Primero pueden ver el vídeo promocional realizado por AECID España, y después la conferencia completa en mi canal de youtube:
Publicado por
Coral Herrera Gómez
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