Cada vez hay más parejas que apuestan por este tipo de relación: cada uno en su casa, tú en la tuya, y yo en la mía.
Es la modalidad favorita de las mujeres mayores adultas que ya han terminado con la crianza y se han liberado de todas las cargas: muchas se niegan a repetir la experiencia de convivir porque han pasado muchos años sirviendo a un hombre y entregadas a su rol de cuidadoras de todo el mundo. Cuando empiezan a pensar en sí mismas, a cuidarse y a disfrutar de su tiempo, su energía y su libertad, ya no les apetece volver a ser la mamá, ni las asistentas de ningún hombre.
También las chicas jóvenes están apostándole a esta forma de quererse y de organizarse, especialmente las que no quieren ser mamás, y las que viven tan felices con sus amigas.
Muchas personas divorciadas que están criando a sus hijos con o sin custodia compartida eligen también esta forma de relacionarse con sus nuevas parejas, especialmente las mujeres que han acabado hartas de la sobrecarga de cuidados.
Como ya han pasado por la modalidad de compartir hogar y saben que el reparto de tareas no suele ser equitativo, prefieren construir su proyecto vital en torno a sus hijos e hijas, y no en torno a sus parejas.
No es fácil elegir un modelo de relación no normativo, porque supone ir a contracorriente: lo que la sociedad espera de nosotras es que nos enamoremos, convivamos y firmemos una hipoteca, y nos reproduzcamos. Parece que si no creemos en el mito de la media naranja, la monogamia, la familia feliz y la conciliación, y no configuramos nuestras vidas en torno a ellos, es porque somos raras, anormales y fracasadas.
Pero algunos estudios indican que las mujeres que no conviven con hombres tienen mejor salud y mayor esperanza de vida. Así que es importante pensarse bien si es mejor convivir o no convivir.
Elegir la no convivencia no implica que tengamos que renunciar a la posibilidad de tener una relación hermosa con un hombre: creo que es posible que sea más fácil quererse bien cuando cada uno está en su hogar.
Vamos a ver algunas de las ventajas de no compartir techo con tu pareja:
- Tienes más tiempo para ti, y no tienes que emplear tu energía en cuidar a un hombre que no sabe cuidarse a sí mismo. La mayor parte de las mujeres que conviven con un hombre en el mundo se ven obligadas a asumir las tareas domésticas y de cuidados que les corresponden a ellos, de modo que en la gran mayoría de los casos, ellos viven como reyes, y nosotras como si fuéramos sus sirvientas. Si cada cual se queda en su casa, nosotras nos libramos de la doble jornada laboral y tenemos mucho más tiempo, y por tanto, mucha mayor calidad de vida.
- Los hombres son más autónomos cuando no tienen una mujer que les haga todo: 2 de cada 3 hombres abandonan las tareas domésticas cuando empiezan a convivir con una mujer, y confunden a sus parejas con sus criadas Si dejan el hogar materno para vivir en su propia casa, podrán hacerse adultos, quitarse la corona, aprender a ser autosuficientes y a vivir como personas normales.
- La convivencia mata la pasión: si no convivís bajo el mismo techo, la pasión puede durar mucho más tiempo, y el aburrimiento llegar mucho más tarde.
-Echarse de menos es bueno: dan muchas más ganas de verse y de compartir tiempo, y es más probable que el tiempo que pasamos juntos sea tiempo de calidad, de plena presencia y atención amorosa.
- No compartir vivienda te permite ir más despacio y conocer mejor a la otra persona. Hay gente que sin saber si son compatibles o afines, se juntan bajo el mismo techo "arrastradas" por la pasión del momento, y después descubren que en realidad no se daban las condiciones necesarias para poder compartir un hogar.
- No convivir bajo el mismo techo te permite estar en tu centro: en las relaciones de pareja muy intensas hay mujeres que modifican radicalmente sus agendas cuando se emparejan, y dejan su propia vida para adaptarse a la vida de la otra persona. Se pierden a sí mismas cuando se entregan al otro en cuerpo y alma, y su autonomía emocional se va erosionando, sobre todo si la relación es muy larga.
- Hay muchas mujeres que no se sienten libres para ser ellas mismas cuando están en pareja, por el deseo de complacer y el miedo a que no las quieran. Al no poner en el centro de tu vida a una persona, te relacionas de una forma mas libre con ella.
- Tener tu propio espacio y tener tiempo para tus pasiones y tus redes afectivas es un verdadero tesoro. También puedes tenerlo si convives con tu pareja, por supuesto, pero resulta mas fácil cuando cada uno tiene su propio hogar.
- Los tiempos y espacios compartidos se disfrutan más, porque son elegidos: no estamos por estar, sino que nos dedicamos tiempo porque nos apetece disfrutar de la compañía de la otra persona, y eso nos permite estar mas presentes.
-Cuando nos apetece convivir, disfrutamos mucho más, por ejemplo, cuando nos juntamos bajo el mismo techo en vacaciones o en momentos en los que necesitamos cuidados especiales.
-Hay menos problemas, menos luchas de poder, y menos conflictos, y por lo tanto, menos desgaste en la pareja. Las negociaciones son mas sencillas porque ambos tenemos que hacer menos cesiones y concesiones.
-Te sientes más libre para irte y para quedarte. Y sabes que tu pareja no se siente atrapada contigo, porque también es mas libre para irse y para quedarse.
-Es más fácil separarse cuando la relación no va bien, y el tiempo de duelo es más corto. Tu vida no se derrumba: sigues en tu casa, con tu trabajo, tu vida social, tu red afectiva, y no hay guerras en torno a la casa y los bienes que tenéis en común. Lo único que tienes que afrontar es el dolor de la pérdida de tu compañero o compañera.
Tú en tu casa, y yo en la mía: ¿cuántas parejas pueden permitirse económicamente esta modalidad? Pocas, si hablamos de gente que vive sola.
Pero si hablamos de la gente que comparte hogar con otra gente, la cosa cambia: vivir en comunidad nos permite elegir qué clase de relación queremos construir. Además, se disfrutan mucho más las relaciones sexuales y sentimentales cuando no estamos condicionadas por la necesidad y no hay dependencia económica.
Es un modelo de relación que puede servirnos también para darnos el tiempo necesario para saber si somos compatibles o no, si hay condiciones para llegar a vivir juntos, o no.
¿Cuáles son las desventajas de esta forma de vivir?, ¿es posible no convivir con la pareja si no tenemos una red afectiva bonita que nos arrope la soledad?, ¿qué ocurre cuando queremos tener crías?, ¿cómo hacer cuando ya las tenemos y queremos probar a vivir cada cual en su casa para transformar la relación?, ¿son los vínculos sentimentales iguales en las parejas que se juntan para convivir y las que no?
Hay que hacerse muchas preguntas, analizar los pros y los contras, y escucharnos a nosotras mismas para saber qué es lo que nos apetece en este momento de nuestras vidas. Es muy importante que en lugar de seguir las sendas marcadas para nosotras, nos pongamos a pensar cómo queremos relacionarnos con el amor y los hombres.
Coral Herrera Gómez
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