Hoy mi hijo me felicita por el día de la madre y le pregunto:
- ¿Qué crees que podría hacer yo para ser mejor mamá , Gael?
- Pues creo que dejar de trabajar tanto, mamá.
Y que dejes de viajar tanto, también.
Se me encoge el corazón. Le explico que no puedo, pero que me encantaría pasar más tiempo en casa si pudiera.
Le he explicado un poco cómo funciona el mundo, y no lo comprende. Claro, es bien difícil entender que las mamás tengamos que hacer como si no tuviéramos hijos, y que tengamos dos jornadas laborales, una remunerada y otra sin remunerar.
Es difícil explicarle por qué las madres no tenemos derecho a criar a nuestros propios hijos e hijas, al menos durante los tres primeros años de vida.
No comprende por qué a las pocas semanas de nacer los bebés tienen que quedarse con personas desconocidas que no tienen ningún vínculo emocional con ellos, mientras las madres se sacan la leche en un cuarto pequeño con un aparato infernal para que otra mujer les alimente con biberones.
Una mujer, además, que no puede cuidar a sus propias crías y se ve obligada a cuidar a los de las demás.
Le parece injusto que los niños y las niñas no pueden disfrutar de sus mamás y papás, y que estemos siempre agotadas, muertas de sueño y estresadas mientras nos sentimos culpables porque no llegamos a darlo todo en casa y en el trabajo fuera de casa.
Es demencial pensar que vivimos en una sociedad anti madres que se dedica a medicarnos para que aguantemos, y que nos engaña con el mito de la conciliación. Cuando miras las cifras de tiempo libre y ves que los hombres tienen el doble que las mujeres, te parece completamente injusto, y absurdo, cuando lo normal es que todos y todas tuvieramos tiempo para cuidar, criar, trabajar, descansar, divertirnos y disfrutar.
Ni mi hijo ni nadie puede entender cómo es que las madres que quieren cuidar a sus propios niños y niñas tengan que sumirse en la pobreza o la precariedad, o depender económicamente de sus parejas o familiares, ni que se las penalice cuando quieran incorporarse al mundo laboral. Lo lógico y lo normal es que nos apoyaran para poder criar y educar en las mejores condiciones.
Mi hijo no entiende como es que nuestro sistema de producción no es compatible con la vida y los cuidados. Y no daba crédito cuando le explicado que las personas más pobres del mundo son en su mayoría mamás con uno o varios hijos que no tienen padre, o cuyo padre ha decidido abandonarles. Porque para ellas están los trabajos más duros y con los peores salarios, y por mucho que se esfuercen no van a poder salir de la pobreza.
Y le he contado que hay muchas mujeres que no pueden ser mamás porque los alimentos y la vivienda están muy caras, y con tantas horas de trabajo es imposible para muchas tener bebés. Y le he contado que a partir de los 40 ya se nos empiezan a acabar los óvulos y ya no podemos ser mamás.
Pero no le he contado que hay mamás que tienen que vender a sus crías para alimentar al resto de sus hijos, ni le he hablado de las mamás palestinas que se abrazan a los cadaveres de sus bebés desgarradas por la pena.
Nos hemos quedado los dos en silencio, y como se ha quedado muy serio, le he contado que las madres hemos despertado y que nos estamos organizando para luchar por nuestros derechos y por los derechos de niñas y niños, y que no vamos a parar de batallar para que la sociedad tome conciencia y deje de explotarnos, y de separarnos de nuestros bebés.
Le he dicho que estamos intentando que la gente abra los ojos y que cambien nuestras leyes para que ser mamá no sea tan duro y tan difícil, y que vamos a conseguir más tiempo para criar, porque estamos haciendo una revolución amorosa en la que hemos puesto en el centro los cuidados mutuos y compartidos.
- Es que las mamás también necesitáis que os cuiden y os den amor. - y abriendo mucho los ojos ha dicho:¡Es la revolución de las mamás!
Me derretí por dentro.
Un abrazo para todas las madres que luchan para sobrevivir día a día, un abrazo inmenso desde España ❤️
#DíaDeLaMadre #Mamásqueluchanporsusderechos
#LaRevolucióndelasMamás