11 de abril de 2025

Paremos la guerra: las mujeres queremos la Paz



Ya no podemos más. Queremos un alto el fuego y un plan para el proceso de paz. 

Las mujeres no somos las enemigas: somos la mitad de la Humanidad. 

Queremos que dejen de matarnos: la guerra contra las mujeres deja cerca de 85 mil víctimas asesinadas cada año. Una cada diez minutos. 

Queremos una tregua indefinida, que los hombres bajen las armas, que las pongan sobre la mesa, y se sienten a negociar. 

¿En qué consiste la guerra contra las mujeres?, ¿cómo podemos comenzar a elaborar los acuerdos de paz?

Lo primero es conocer los orígenes de esta guerra, lo segundo es tomar conciencia de cómo sufrimos y ejercemos explotación y violencia. 

La guerra contra las mujeres empezó cuando dio comienzo el patriarcado, hace unos 8 o 9 mil años. La resistencia feminista comenzó en el mismo momento en que empezó la opresión y la dominación. Cuando los hombres quisieron encerrarnos en casa y usarnos como sirvientas domésticas, sexuales y reproductivas, las mujeres se resistieron y comenzaron su lucha por la liberación. 

Después de tantos miles de años, las mujeres desobedientes que no cumplen con los mandatos de género y se rebelan contra la misoginia y la violencia siguen siendo castigadas en todo el mundo con malos tratos, torturas sexuales, explotación, esclavitud, y también con la muerte. 

El enemigo número uno del patriarcado son las mujeres feministas, y todas aquellas mujeres que luchan por la igualdad y los derechos humanos de todas las mujeres. Por eso nos odian tanto los hombres machistas y sus aliadas, las mujeres patriarcales. 

Gracias al feminismo ahora contamos con datos estadísticos para explicar cómo se desarrolla la guerra contra las mujeres en todo el mundo. Sin embargo, cuantos más datos tenemos, más aumenta el negacionismo y el odio contra las que se atreven a protestar. 

La mayoría de los hombres no sienten ninguna empatia por nuestra lucha, no se solidarizan y no asumen la parte que les toca. Nosotras estamos cambiando a pasos agigantados, los hombres no quieren cambiar. Quieren seguir gozando de los privilegios que gozaban sus abuelos. 

¿Cuáles son esos privilegios? 

- Los hombres tienen el doble de tiempo libre que las mujeres en todo el mundo. Es cierto que la gran mayoría sufre explotación laboral, pero muchos de ellos tienen criadas a su servicio, sirvientas que sufren explotación emocional, doméstica, sexual y reproductiva. Unos pagan y otros lo disfrutan gratis, pero la inmensa mayoría se beneficia de la energía y del tiempo de las mujeres. 

- Explotación doméstica: millones de mujeres trabajamos para nuestro marido y descendientes sin derechos laborales: sin cobrar salario, sin días de descanso ni vacaciones, sin cotizar a la seguridad social, sin permisos por enfermedad ni derecho a la jubilación. Nosotras somos las que gestamos y parimos bebés, los cuidamos y los educamos, y además cuidamos el hogar, cuidamos a las personas mayores y a las personas dependientes de la familia, a las mascotas y animales domésticos, al ganado, el jardín y el huerto familiar. Son toneladas de horas de trabajo cada año, un trabajo del que se benefician los hombres. 

- Explotación laboral: los dueños de las tierras, las fábricas, los medios de producción y comunicación, los bancos y las empresas son en su mayoría de los hombres. La gran mayoría de las mujeres del planeta sufre, del mismo modo que los hombres, la explotación laboral, pero nuestras condiciones de trabajo son mucho peores: nos salarios son mucho más bajos, las condiciones laborales mucho más precarias, y sufrimos mucho más el desempleo. Nuestras pensiones de jubilación son más bajas, nos echan del trabajo si nos quedamos embarazadas, y además sufrimos acoso sexual de iguales y superiores en nuestros centros de trabajo. Lo mismo las secretarias que las campesinas, las abogadas, las azafatas, las ingenieras, las cocineras, las profesoras, las ganaderas, las investigadoras, las peluqueras, las artistas, las camareras, las atletas, las obreras, las enfermeras… las que más explotación y abusos sufren son las mujeres que trabajan en el sector de los cuidados (empleadas de la limpieza, trabajadoras sociales, internas domésticas, cuidadoras de personas mayores) 

- Acoso en los espacios públicos: los hombres nos castigan si salimos solas a la calle. Nos acosan en el bus, en el tren, en el metro, en las plazas, en los espacios de ocio, en fiestas populares, en los bares, las discotecas y en los conciertos, en las competiciones deportivas... solo nos dejan en paz cuando vamos acompañadas de otros hombres. 

- Matrimonio infantil, mutilación genital, violencia sexual, embarazos forzados: el lugar más peligroso para nosotras no es el espacio publico sino el hogar, donde sufrimos todo tipo de malos tratos, abusos y violencias:  en casa nos mutilan genialmente, nos encierran en burkas, nos casan cuando somos niñas con pedófilos, nos violan y nos obligan a ser madres.

- Violencia obstétrica: es la que sufrimos durante el embarazo, el parto y el posparto en los centros médicos y en los hospitales. El maltrato en momentos de tanta vulnerabilidad deja una huella profunda en nosotras, y además tenemos que hacer frente a la tremenda soledad de los primeros meses de la maternidad. Aún son mayoría los hombres que no cambian pañales ni piden permisos para cuidar de sus criaturas; se asume todavía que toda la responsabilidad de la crianza es de las madres.  

- Explotación sexual y reproductiva: los hombres ganan mucho dinero alquilando y vendiendo mujeres. Nos usan como mercancía: trafican con nuestros cuerpos y nuestras vidas, nos exponen en escaparates y en catálogos, y nos ofrecen como productos. Los hombres hacen negocios con nuestras vaginas, nuestros óvulos y nuestros bebés. Nos usan como incubadoras humanas para satisfacer los deseos y necesidades de los hombres que puedan pagar por ello, y hay precios para todos los bolsillos.  

- Malos tratos y femicidios en el ámbito de la pareja: los hombres casados viven como reyes y nosotras como sirvientas. Accedemos voluntariamente al matrimonio, una cárcel de la que muy pocas mujeres se atreven a salir. Algunas somos asesinadas cuando queremos separarnos o divorciarnos. Seguimos siendo un bien de consumo y una propiedad privada para nuestros maridos, por eso nos castigan cuando queremos escapar. 


Cada vez más países están identificando y cuantificando la violencia y están tomando medidas para proteger a las víctimas, pero los niveles de impunidad son espantosos,  y la misoginia impregna toda nuestra cultura y en nuestra comunicación: 

En los medios de comunicación de masas nos cosifican, nos hipersexualizan y nos invisibilizan. 

- Las industrias culturales nos ofrecen productos fabricados con mitos y estereotipos para perpetuar su sistema de dominación.  

- En las redes sociales nos borran, nos linchan y nos cancelan, tanto los machos de izquierda como los de derechas, tanto los machos hegemónicos como los diversos. Los algoritmos premian la ciberviolencia contra las mujeres, y esa violencia traspasa las pantallas al mundo real. Por eso tantas figuras públicas han tenido que abandonar las redes: el mayor triunfo para el patriarcado es que solo se queden los hombres y sus aliadas más fieles.  

En esta guerra las que más sufren son las mujeres pobres, las mujeres migrantes y refugiadas, las ancianas y las niñas. Cuanto más pobres, más vulnerables somos a la explotación.

Y ya no podemos más.

Queremos una tregua para sentarnos a hablar: las mujeres queremos pedir la Paz. 

Nosotras no tenemos armas. Nos matan con pistolas, cuchillos, martillos, cadenas, machetes, puñales, nos tiran del balcón, nos ahorcan, nos arrojan ácido, nos matan a golpes. Nosotras no respondemos con violencia ante este genocidio, no nos organizamos en grupos para atacar a los hombres violentos.. solo nos organizamos para prestarnos apoyo mutuo, para romper las cadenas que nos atan, para salir de las cárceles en las que vivimos presas, para luchar por nuestros derechos humanos fundamentales. 

El feminismo no mata a los hombres ni pide venganza.

Nosotras lo que queremos es vivir en libertad, en armonía y en igualdad. 

Pedimos un alto el fuego, que se entreguen las armas, que acabe la esclavitud femenina dentro y fuera del hogar. 

Queremos que se nos reconozca como seres humanos, que los países garanticen nuestros derechos sexuales y reproductivos, y queremos poner en el centro de la mesa de negociaciones los cuidados y el amor. 

Nos puedes ver en las calles protestando, exigiendo justicia y pidiendo la Paz mundial. Nos oirás gritar que no nacimos para servir ni para sufrir: todas las mujeres del mundo tenemos derecho a vivir una Buena Vida, libre de sufrimiento, explotación y violencia. 

Nosotras no somos vuestras enemigas ni vuestras sirvientas: somos la mitad de la Humanidad.

Hombres, escuchen nuestro grito mundial: las mujeres queremos vivir en Paz. 

Coral Herrera Gómez 


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