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6 de junio de 2024

¿Qué es "lo normal"?, ¿Quién es "normal"?







"Cuando un juicio no puede enunciarse en términos de bien y de mal se lo expresa en términos de normal y de anormal. Y cuando se trata de justificar esta última distinción, se hacen consideraciones sobre lo que es bueno o nocivo para el individuo. Son expresiones de un dualismo constitutivo de la conciencia occidental". 
Michel Foucault




Lo normal, la normalidad, lo normativo, son conceptos que hemos creado para tratar de definir el conjunto de normas que regulan nuestra convivencia. Tiene que ver, según la RAE, con la costumbre, lo habitual, lo corriente, lo común, lo frecuente, lo acostumbrado, lo razonable y lo lógico. En su lado opuesto, está lo anormal, asociado con la rareza y lo insólito. 


El concepto "normal" nos sirve para distinguir entre lo correcto y lo incorrecto, lo que está bien y mal. Pero la normalidad sirve, además, para discriminar a todas las personas y grupos humanos que no se ajustan a los patrones y modelos que sigue la mayoría. 


Aquellos que son diferentes se etiquetan como anormales, inadaptados, raros, desviados.

Los que no obedecen los mandatos sociales y de género son también considerados locos, chalados, marcianos, dementes.


Las personas que más rechazo generan son aquellos que resultan inclasificables: por mucho que lo intentemos no podemos etiquetarles ni definirles según los estereotipos. 


¿Qué son los estereotipos? Son imágenes agrupadas en categorías que se usan para simplificar la realidad mediante la generalización. Por ejemplo: “los andaluces son fiesteros”, “los latinos son apasionados”, “los pobres son vagos”, “las madrastras son malas”, “las niñas son cursis y débiles”


¿Para qué sirven los estereotipos? Para que todo siga como está, para que el orden social se mantenga intacto, y para perpetuar la jerarquía social y los valores del capitalismo y del patriarcado: la acumulación de poder, el abuso y la explotación, el acaparamiento, el individualismo y el consumismo, las relaciones basadas en la estructura de la dominación y la sumisión. 


Los estereotipos, además, sirven para reforzar el machismo, el clasismo, el racismo, la xenofobia, la aporofobia, la lesbofobia, la homofobia, la misoginia, y demás enfermedades de transmisión social. 


La “normalidad” es un dispositivo de control social que nos somete a las leyes de un grupo. En ellas se nos dice cómo debemos vestirnos, cómo debemos movernos, cómo debemos pensar y actuar, cuáles deben ser nuestras metas y aspiraciones, cuáles deben ser nuestras emociones y cómo deben ser nuestras relaciones con los demás. 


¿Cómo consigue el poder que obedezcamos la norma? 


Asociando lo “normal” a lo “natural”, es decir, asociando lo “normal” a la naturaleza, la biología, y la realidad material. Un ejemplo es la idea de que las mujeres nacemos con un don natural para cuidar a servir a los demás, y que no necesitamos nada a cambio. Nosotras, por naturaleza, somos sacrificadas y entregadas, y nuestro papel en el mundo es servir a los hombres para que vivan como reyes. 


También se nos asigna el rol de sirvientas con la excusa de que así nos han tratado siempre. Cuando nos dicen que “la vida es así”, en realidad nos quieren hacer creer que no hay nada que podamos hacer para cambiar las cosas: son así desde el principio de los tiempos. Este es el argumento que usan para defender las tradiciones culturales en las que se ejerce violencia contra las mujeres o los animales: atentan contra los derechos humanos, pero “es su cultura y hay que respetarla” 


Los mandatos del orden social no están escritos en ninguna parte, pero todos los seres humanos los aprendemos desde pequeños en casa, en el colegio y a través de la cultura y los medios de comunicación. Aprendemos que los niños no lloran y  las niñas no se enfadan, aprendemos a obedecer a los más fuertes y a abusar de los más débiles, aprendemos rápidamente quienes mandan y quienes merecen mayor respeto, y cuál es nuestro lugar dentro de la jerarquía social.  


¿Cuál es el castigo para todos y todas aquellas que se desvíen de la norma, o la desobedezcan? 


El rechazo y el ostracismo. No hay nada que nos duela más que nos critiquen y que nos condenen a la soledad. Cuando no existían las cárceles, las personas que causaban daño a algún miembro del clan eran expulsadas del grupo, y el tener que marcharse y dejar de contar con la protección de la comunidad significaba la muerte. 


Y es que los seres humanos no podemos sobrevivir sin los demás: somos animales gregarios. Las especies que viven en manadas sobreviven más tiempo, y la Humanidad es una especie muy vulnerable que ha podido sobrevivir gracias a su inteligencia colectiva, y a su capacidad para trabajar en equipo y para cooperar. 

Hoy en día castigamos a las personas que son diferentes o que se desvían de nuestro concepto de “normalidad” mediante la expulsión hacia los márgenes y la periferia. 


Nadie desea caer en la exclusión social, por eso tendemos hacia la homogeneización: la diferencia nos asusta, y todo aquello que nos rompe los esquemas mentales y las creencias, nos da miedo. Por eso nos esforzamos por cumplir con los mandatos sociales y por hacer “lo que todo el mundo hace”, aunque para ello tengamos que traicionarnos a nosotros mismos. 


La normalidad también tiene que ver con la hegemonía, es decir, el grupo de poder que decide lo que es normal y lo que no lo es, y por tanto, quién es normal y quién no lo es. 


A través de la cultura estos grupos nos imponen su ideología y su visión de mundo como si fuera la única posible. Por eso podemos afirmar que la normalidad es un concepto arbitrario que sirve como mecanismo para crear sentido y para imponerlo como si fuera producto de la naturaleza o la ley divina. 


Sin embargo, el concepto de normalidad cambia según las culturas y las generaciones. Lo que es "normal" para mí, no lo es para mi abuela. Las normas son diferentes según donde hayas nacido: por eso lo que es “normal” para una mujer europea, puede no serlo para una niña saharaui o para una anciana japonesa. 


Cada comunidad tiene sus costumbres, cosmovisiones, tradiciones, creencias y supersticiones, cada religión tiene sus mandamientos, cada pueblo establece sus propias normas.


La normalidad varía no sólo según las zonas geográficas, sino también según las épocas históricas, la clase social, la etnia, el género.... y las circunstancias personales. Cada uno de nosotros tiene una idea particular de cosas que son "normales" y cosas que no lo son. 


Nos obligan a “normalizarnos” para que nos reprimamos y nos disciplinemos, y sigamos la senda marcada: el coste de ser uno mismo o una misma en esta sociedad es demasiado alto. Por eso todos y todas llevamos una máscara social y simulamos que estamos completamente adaptados a la norma, aunque la realidad es que nadie se adapta de un modo total y absoluto. 


Prueba de ello es que, como nos contaba Foucault, el sistema tiene que vigilar, controlar y castigar a la población constantemente para que no nos desviemos de la norma. 


En general, nos cuesta más asumir normas que nos han sido impuestas, y nos cuesta menos aceptarlas cuando participamos en su elaboración y aprobación. Por eso al poder le cuesta tanto imponer las suyas, y por eso invierte tanto dinero y energía en los sistemas represivos y de control. 


En la posmodernidad sólo se nos permite la transgresión a un nivel estético. Nuestras jerarquías son una gran fuente de violencia y sufrimiento, pero solo nos atrevemos a innovar en el ámbito de la imagen, la moda y del consumo. 


Otras normas son posibles, otra normalidad es posible: ¿cómo podríamos cambiarla? 


En primer lugar, desalojando al policía patriarcal que llevas dentro de ti y con el que te juzgas a ti mismo/a, y a los demás. Cuando dejas de preocuparte por encajar en la sociedad, entonces te liberas a ti y también liberas a los demás, para que puedan ser ellos mismos y ellas mismas.


El limite a la libertad ya sabemos cuál es: tu puedes ser como quieras, siempre y cuando no abuses del resto, y no hagas daño a los demás.


En segundo lugar, tenemos que asumir colectivamente que la normalidad es un asunto político, que solas y solos no podemos, y que necesitamos a los demás para cambiar las normas y para cambiar nuestra realidad. 


Y en tercer lugar, trascendiendo lo estético y llevando a cabo una revolución ética que realmente sea transformadora, y a partir de la cual podamos inventar nuevas normas.


La revolución no está en la imagen que ofrecemos ni en nuestro aspecto físico, sino en los cambios personales que haces para intentar ser mejor persona, y en los cambios sociales que hacemos juntas para transformar nuestras formas de relacionarnos y de organizarnos económica, sexual y afectivamente. 


Que no se nos olvide que las mejores normas son las que elegimos y establecemos nosotros y nosotras en comunidad, no las que vienen impuestas por los grupos de hombres con poder. 

Otras normas son posibles, otras realidades son posibles.

Coral Herrera Gómez



Este artículo fue publicado en la Revista Valors, número 226

con el título:

“La normalitat, un assumpte polític”



Según el Diccionario de María Moliner: Norma

"Regla sobre la manera como se debe hacer o está establecido que se haga cierta cosa: "La provisión de cargos está sujeta a ciertas normas". 

Norma general. Norma de conducta. 

Uso, costumbre: "Las normas sociales varían de un país a otro". Conjunto de las reglas de fabricación de un producto destinadas a estandarizar y a garantizar su funcionamiento, seguridad, evitar efectos nocivos, etc."

Según la RAE, Normal es:

1. adj. Dicho de una cosa: Que se halla en su estado natural.
2. adj. Que sirve de norma o regla.
3. adj. Dicho de una cosa: Que, por su naturaleza, forma o magnitud, se ajusta a ciertas normas fijadas de antemano.


Normalizar es: 
1. tr. Regularizar o poner en orden lo que no lo estaba.
2. tr. Hacer que algo se estabilice en la normalidad. Normalizar políticamente.
3. tr. tipificar (‖ ajustar a un tipo o norma).





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8 de agosto de 2013

Defensa del enfoque queer como herramienta de análisis e instrumento de transformación social



Defensa del enfoque queer como herramienta de análisis e instrumento 
de lucha social: oda a las ventajas y utilidades del queer.


Soy una gran defensora del Queer por muchas razones. Siempre me ha costado mucho arraigarme o adherirme con fidelidad a un determinado grupo/corriente/perspectiva, 
tanto en el ámbito social como en el intelectual. El Queer en cambio me gusta porque 
se puede entrar o salir con libertad, y yo asocio el término queer a diversidad, porque 
en ella cabe todo: lo “normal” y lo “raro”. Su afán inclusivo  me hace sentir queer 
porque existe ahora, porque los que no hablan inglés lo pronuncian "cuer", porque yo 
puedo escribirlo "kuir" o puedo cambiarle el nombre, y no pasa nada. 

No importa mucho la etiqueta, lo interesante es el trabajo común y transnacional 
en la ruptura contra las catalogaciones que nos dividen, nos separan, nos clasifican
y nos discriminan.

El Queer no es una metodología ni posee pretensiones de universalidad, no se nos 
impone como una “nueva forma de pensar”, ni tampoco como una guía para seguir 
paso a paso. Tampoco tiene un modelo ideal de realidad ni una propuesta política 
determinada, cerrada en sí misma, lista para ser obedecida. La Teoría Queer es un 
proceso siempre inacabado, no nos regala metas ni certezas, sino que más bien 
es generosa en ofrecer preguntas y crear más dudas. Para mí es esencial como
herramienta de análisis y de activismo sociopolítico precisamente porque no ofrece
paraísos ni salvaciones individualistas, sino que desde lo colectivo multiplica 
las propuestas de transformación y da cabida a todas ellas.

Además, me gusta lo queer porque no se instala cómodamente en el activismo o en el academicismo, sino que transita libre entre las calles y las aulas, los museos y las 
discotecas, los congresos y los centros sociales okupados, las verbenas populares y 
las revistas académicas. El mundo Queer heredó todo el cuestionamiento foucaultiano 
acerca de la normalidad, la naturalidad, lo correcto y lo incorrecto. Las queers, al no 
creer en el concepto de “verdad”, no ofrecen soluciones totalizantes ni mapas para 
reconducir el sistema hacia un punto determinado.

El Queer está descentralizado, y se parece a Internet. Cualquiera de nosotras 
podemos hacer queer y aportar al debate con vídeos, textos, ilustraciones, foros, 
imágenes, reflexiones, deconstrucciones,  preguntas o performances. El cuestionamiento
 crítico de nuestra sociedad viene de todas partes, se multiplica solo: todo el mundo 
puede quejarse, dudar de las verdades dadas por supuesto, adquirir otra perspectiva 
sobre determinado tema, aportar desde donde está, elaborar críticas constructivas, 
proponer nuevas ideas y ponerlas en marcha. Aunque no se autodenominen queer, 
las críticas y las propuestas sirven para hacer queer. Vengan de donde vengan.

El mismo hecho de que la gente o los grupos o las mareas no quieran ser etiquetadas constituye en sí un acto de resistencia política que es queer, porque se niegan a ser encajonadas. En lugar de dedicarse a definirse, pasan el tiempo transitando,
transmutando, re-convirtiéndose, inventándose.  Pasan de ser innombrables a ser 
invisibles, y vienen más formas de protesta original para luchar por los derechos 
humanos, porque estamos en tiempos en que es preciso agudizar el ingenio y el 
humor para abrir el debate social y legislativo en el ámbito de los derechos humanos.

El queer es muy útil para llevar a cabo un análisis multidisciplinar en torno a nuestras construcciones culturales y sociales, porque no habla desde una sola disciplina, porque
no se detiene en una sola categoría de análisis: las autoras queer han incorporado 
múltiples categorías de análisis como la identidad, el género, la orientación sexual, 
el origen de  procedencia, la religión, la etnia o la nacionalidad, el idioma, la edad, 
el cuerpo y  la sexualidad, el deseo y los afectos, las emociones y los sentimientos.

El queer, entonces, nos puede servir para seguir aportando a la deconstrucción del pensamiento binario, para entender por qué pensamos en sistemas de pares de 
opuestos, y para visibilizar el modo en el que empobrece nuestra percepción y 
pensamiento. Sirve también para la sacar a la luz nuevas formas de pensar, de 
percibir, de relacionarnos con la realidad. Nos muestra otras ideologías alternativas 
que sostienen otros discursos, que crean otras performances, que nos cuentan 
otros cuentos.

El Queer reivindica la complejidad de la realidad, la visibilización de lo invisible, 
la necesidad de defender  la diversidad frente a los procesos de homogeneización y globalización cultural. El Queer entona un “nosotros/nosotras” frente al individualismo 
del “sálvese quien pueda” y del miedo atroz al otro, a los otros, a las diferentes, 
a los extraños, a las extranjeras, a los negros, a los rojos, a las mujeres transexuales, 
a los maricas, a las indefinidas, a las raras. Los y las queers reniegan de los 
estereotipos y roles de género, subvierten el concepto de “normalidad”, hacen gala de 
sus rarezas, exaltan el valor de la diversidad, y claman contra toda forma de
pensamiento autoritaria y rígida.

De este modo, el queer no solo rompe con el pensamiento binario, sino también con toda la producción asociada a este pensamiento binario y jerárquico: el patriarcado
la globalización, las democracias actuales, el fascismo y el capitalismo. Pero también 
con toda forma de hegemonía que al imponerse discrimina: la heterosexualización de la realidad, el racismo, el sexismo, la homofobia, la lesbofobia y la transfobia, la misoginia
y el machismo. Su lema no es “todos somos iguales”, sino “todas somos diferentes, 
y en la diversidad reside nuestra riqueza”.

El Queer no es una ciencia nueva ni una corriente, ni es solo un movimiento marica
o una moda pasajera. Es una herramienta para deconstruir, para proponer, para 
reflexionar sobre como construimos la realidad y cómo podríamos cambiar esa 
construcción, para ir más allá de las etiquetas que nos diferencian y nos oprimen. 

El queer  trabaja en red, de un modo simultáneo y horizontal, como en la nube: 
hay mucha gente trabajando en su comunidad o su barrio, desde las asambleas. 
Son gente que entiende que el bienestar o la felicidad no son posibles si no son 
colectivas. Eso para mí es ser gente queer…  gente generosa, comprometida, 
con ganas de mejorar el mundo en el que vive.  Las y los queer trabajan en la 
lucha por los derechos humanos de la población LGBT, de las mujeres, de las 
poblaciones indígenas, los refugiados, las inmigrantes, los desplazados, las marginadas.  

El queer también se atreve a soñar con un mundo diferente, a llenar de propuestas 
los muros vacíos: son nuevas utopías que surgen en todas las mentes soñadoras. 
Desde mi perspectiva, uno de los mayores potenciales de transformación del Queer 
es esta capacidad de incluir a todo tipo de gente en la transformación de nuestras 
sociedades. Otro potencial revolucionario de este concepto es también la posibilidad 
de que dejemos de llamarlo “queer” y se nos ocurra otro término.  

Lo importante, creo, es seguir analizando, cuestionando, hablando, compartiendo, 
debatiendo, aportando y derribando, construyendo otras estructuras más flexibles, 
probando nuevos formatos, creando espacios de trabajo desde la diversidad.




Este artículo pertenece al libro: 












Otros artículos de la autora: 



17 de abril de 2008

Da que pensar... citas variadas




“Es extraño que muchos habitantes de las modernas democracias no sientan escrúpulos en vivir bajo una dictadura astral que puede planear todos sus pensamientos y sus acciones”. John D. Barrow, astrónomo.


“El cerebro es una masa de tres libras que se puede tener en la mano y que puede concebir un universo de diez mil millones de años luz de amplitud”. 
Marian Diamond, profesora de anatomía y neurología.


"El Universo podría no sólo ser más extraño que lo que imaginamos, sino más extraño de lo que podemos imaginar”, J.B.S. Haldane, biólogo.

“Ninguna descripción no poética de la realidad puede ser completa” John Myhill, matemático estadounidense.

“Para poder trazar un límite al pensamiento, deberíamos encontrar los dos lados del límite pensable… deberíamos poder pensar lo que no se puede pensar”. 
Ludwig Wittgenstein, filósofo alemán.

“Nuestro conocimiento es finito, pero nuestra ignorancia es infinita”. George Gore.

“La primera cosa a comprender acerca de los universos paralelos… es que no son paralelos. También es importante comprender que tampoco son, estrictamente hablando, universos, pero resulta más fácil si usted trata de entender esto un poco después, luego de que haya comprendido de que todo lo que usted habría comprendido hasta ese momento no es cierto” Douglas Adams, escritor.

“Descubrir consiste en ver lo que todo el mundo ha visto y pensar lo que nadie ha pensado”. 
Albert von Szent-Györgyi.

“No se puede luchar contra el futuro. El tiempo está de nuestro lado”. 
William Ewart Gladstone.


“Hay una teoría que afirma que si alguien descubre exactamente lo que es el Universo y por qué está aquí, desaparecerá instantáneamente y será reemplazado por algo más grotesco e inexplicable. Hay otra teoría que afirma que esto ya ha ocurrido”. Douglas Adams.




"Yo puedo vivir con duda e incertidumbre. Pienso que es mucho más interesante vivir sin saber que tener respuestas que pudieran ser falsas". Richard P. Feynman,


"Hoy debería estar bien claro que no se podrá explicar el universo en todos sus detalles mediante una sola fórmula o una sola teoría. Y, sin embargo, el cerebro humano tiene tal necesidad de unidad y de coherencia que toda teoría de cierta importancia corre el riesgo de ser utilizada abusivamente y deslizarse hacia el mito". François Jacob

“Hasta ahora no se conoce ningún ser vivo, empresa, ni máquina que haya vivido o funcionado eternamente. La segunda ley de la termodinámica condena a todo sistema a degenerar, decaer, pudrirse y morir. Las aceras se fracturan, las casas envejecen, las estrellas se apagan…” 
Eduardo Punset, divulgador científico.




“El hombre razonable se adapta al mundo: el irrazonable persiste en tratar de adaptar el mundo a sí mismo. Por lo tanto, todo el progreso depende del hombre irrazonable”. George Bernard Shaw, escritora. 

“El supremo triunfo de la razón consiste en arrojar dudas acerca de su propia validez”. Miguel de Unamuno







Otras citas: 


CITAS SOBRE LA MASCULINIDAD



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