Vivimos en un mundo marcado por la desigualdad y las jerarquías. En Occidente, el capitalismo, la democracia y el patriarcado han impuesto la división del mundo en grupos y subgrupos con diferentes grados de poder que se diferencian entre sí por categorías abstractas como el género, el idioma, la raza, la clase socioeconómica, la religión, etc. A base de etiquetas, los humanos nos clasificamos para diferenciarnos unos de otros y establecer posiciones de superioridad e inferioridad en forma piramidal, por eso en el libro “Más allá de las etiquetas” defiendo la idea de que el futuro no consistiría en anular las diferencias, sino tomar conciencia de que éstas nos enriquecen, integrarlas como elemento de conexión, unión e igualdad.
“Ir más allá del género puede salvarnos no sólo de las
jerarquías de género, sino también de otro tipo de categorías que, más que
unirnos, nos desunen”
Creo que el futuro es queer, y creo que su propuesta teórica
y política de transgenerizar la realidad, ir más allá del género, puede
salvarnos no sólo de las jerarquías de género, sino también de otro tipo de
categorías que, más que unirnos, nos desunen. En la actualidad posmoderna se
nos han venido abajo muchos esquemas que antaño parecían estructuras sólidas y
que hoy no se sostienen por sí solas. No sé si algún día todos los estereotipos
y roles patriarcales se vendrán abajo (tanto a nivel sociopolítico como a nivel
simbólico), una vez deconstruidos teóricamente, pero sí creo que el patriarcado
está diluyéndose lentamente, al menos en las estructuras sociopolíticas.
Poco a poco, la gente está escogiendo unos caminos más
abiertos, plurales y móviles para ser y para relacionarse. Las identidades
posmodernas son cada vez más cambiantes; pese a la americanización de la
cultura (término que utiliza Romá Gubern para hablar de la globalización), creo
que estamos viviendo procesos de resistencia contracultural que permiten la
fusión y la hibridación de formatos, de estilos de música, de corrientes
artísticas, de teorías y de géneros. Por esto creo que en el futuro las
diferencias tendrán más que ver con el status socioeconómico y factores como la
personalidad, los gustos y aficiones, las costumbres o la profesión.
Estamos hablando de los países desarrollados y democráticos,
obviamente. Y dentro de ellos, me refiero concretamente a la pluralidad de
identidades de los habitantes de las capitales del mundo, que viven en islas de
posmodernidad individualista y consumistas donde el anonimato y la libertad de
movimientos es mucho mayor que en el mundo rural, en el que aún prevalecen
códigos de la tradición patriarcal más misógina.
Creo que sólo cuando el código negativo deje de ser lo
femenino, los hombres podrán adquirir cualidades, gestos, maneras y formas de
relacionarse más “femeninas” sin miedo a perder su identidad personal, pues
ésta ya no estará basada tanto en la virilidad como en otros factores. Las
mujeres también podremos situarnos en el estar frente al ser, es decir, cambiar
nuestra orientación sexual o performatividad de género y adoptar otros roles,
otras actitudes vitales intermedias, moviéndonos en ellas a nuestro antojo.
Esto liberará enormemente nuestras relaciones porque
dejaremos de ser unos y otras, para fusionarnos en una especie de arroba
simbólica que incluya todas las identidades en sus diferentes etapas, todas las
sexualidades sean normativas o no, todas las posibilidades de ser, de darse y
de relacionarse.
“En lugar de buscar nuevas formas de clasificación, tenemos
que lograr deshacernos de las etiquetas y buscar en la indefinición todas las
posibilidades que se nos ofrecen cuando salimos del mundo bicolor pensado en
dos dimensiones”
Hasta entonces, hacer el camino consistirá en derribar todos
los supuestos patriarcales que refuerzan las categorías de género y la división
del mundo en dos polos opuestos. Para ello tendremos que seguir analizando los
mitos de nuestra cultura patriarcal, y será necesario deconstruir los
estereotipos, destripar la clave de los roles, cuestionar las ideas y los
hechos dados por supuestos, y explicar la forma en que los condicionamientos
patriarcales influyen en nuestra identidad, nuestra sexualidad y nuestras
emociones.
Identificando el modus operandi de esta ideología hegemónica
podremos poner en cuestión qué es la normalidad y qué es la desviación, a quién
le interesan las jerarquías que generan desigualdad, y qué beneficios obtenemos
hombres y mujeres con la eliminación de esta categoría binaria hombre-mujer de
corte esencialista que no es universal, ni eficaz para explicar la complejidad
humana.
En lugar de buscar nuevas formas de clasificación, lo que
tenemos que lograr es deshacernos de las etiquetas y buscar en la indefinición
todas las posibilidades que se nos ofrecen cuando salimos del mundo bicolor
pensado en dos dimensiones. En el área de la sexualidad ocurre lo mismo: es
hora de superar la genitalidad, de dejar de rendir culto al falo, de exigir
eyaculaciones completas y orgasmos contabilizados… es hora de explorar el
cuerpo, de ampliar el erotismo y expandirlo por toda la piel.
“Asumir que lo personal es político es reivindicar la
experimentación con nuestros cuerpos e identidades; es dar paso al poder del
deseo, de la imaginación y del juego, necesarios para lograr una sociedad más
justa, libre e igualitaria.”
Y para ello tenemos que dejar de pensar en lo que deben de
ser los hombres y las mujeres en la cama; es mucho más divertido intercambiar
roles, rebasar los límites impuestos, dejar de diferenciar entre amor y sexo,
incluir la ternura en la aventura ocasional, atrevernos a expresar emociones,
aunque el patriarcado nos diga que unos no lloran y las otras son de lágrima
fácil.
Las identidades y los cuerpos han de poder ser explorados fuera
de las cadenas del mundo bidimensional que contempla la realidad en blanco y
negro.
Atreverse a superar las categorías ontológicas que nos
definen y nos otorgan un papel concreto en la sociedad supone poder
reinventarse las veces que un@ quiera, y ampliar el horizonte mental para poder
abarcar el mundo sin prejuicios y sin miedos, de una manera mucho más
enriquecedora y compleja que hasta ahora.
Si vamos a conseguirlo o si el patriarcado seguirá inscrito
en nuestros cuerpos, manejando nuestras emociones y deseo, coleteando unos
siglos más, es algo que no sabemos; pero tenemos que ponernos ya a la tarea
para dejar atrás el pasado y dar paso a lo nuevo, a través del afán
revolucionario y la alegría de vivir.
Asumir que lo personal es político es reivindicar la
experimentación con nuestros cuerpos e identidades; es dar paso al poder del
deseo, de la imaginación y del juego, necesarios para lograr una sociedad más
justa, libre e igualitaria. Las etiquetas impuestas desde arriba no son sino
expresiones del miedo de la sociedad a lo diferente y al caos; por eso frente a
la rigidez de la definición proponemos la flexibilidad de lo ambiguo, la
aventura de la incertidumbre, y la necesidad del cambio.
El camino es la búsqueda: el ser humano es un ser que busca
la aventura y la novedad, que le encanta hacer frente a los desafíos, que lucha
por mejorar sus condiciones de vida, que necesita escapar de la prisión del
presente a base de multiplicar realidades en una suma enriquecedora y no
excluyente.
Dejémonos, pues, llevar por nuestra naturaleza deseante y
nuestro insaciable afán de aventuras y retos para probar nuevas formas de ser,
de quererse, de estar en acción. Yendo un poco más allá de las normas,
rompiendo verdades dadas por supuesto, explorando nuevos caminos,
deshaciéndonos de las etiquetas…
Coral Herrera Gómez
Artículo publicado en Pikara Magazin el 11 de Abril de 2011: http://www.pikaramagazine.com/?p=2775
Para leerlo en francés: "El futur est queer",
trad. Babeth Genais.
trad. Babeth Genais.