Mostrando entradas con la etiqueta MUJERES. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta MUJERES. Mostrar todas las entradas

7 de junio de 2025

La violencia entre mujeres es también patriarcado


Las mujeres no solo sufrimos la violencia, también la ejercemos. Pero no contra los hombres: nuestra violencia solo va dirigida contra otras mujeres y contra nosotras mismas. 

Nosotras no matamos a los hombres, pese a que cada diez minutos una de nosotras es asesinada por el marido o el ex marido. Nosotras no nos vengamos ni pagamos con la misma moneda, y cuando una mujer muere asesinada nuestra reacción no es salir a matar hombres, sino salir a las calles a pedir pacíficamente a los hombres que por favor dejen de matarnos. 

¿Por qué? Porque el feminismo es un movimiento que lucha contra la violencia. Es un movimiento pacifista.

Las mujeres feministas nos trabajamos los patriarcados que nos habitan, estamos muy comprometidas en la lucha contra el abuso y la explotación, y en erradicar tanto la violencia que sufrimos como la que ejercemos. 

Pero somos minoría. 

Las mujeres feministas somos minoría.

La mayoría de las mujeres del mundo viven en guerra contra otras mujeres y contra sí mismas. 

Nunca contra los hombres. 

¿Qué tipos de violencia ejercemos?  Explotación laboral, doméstica y reproductiva, violencia psicológica y emocional, y ciberviolencia. 

 ¿Quienes son las mujeres que más explotación y violencia sufren? Las mujeres más pobres del planeta. Ellas no solo tienen que soportar la violencia de los hombres, también la de las mujeres que están por encima de ellas en la jerarquía patriarcal. 

Por ejemplo, las mujeres empresarias que explotan a sus trabajadoras, 

Las mujeres ricas que explotan a mujeres de alquiler para comprarles sus bebés, 

mujeres que maltratan a sus empleadas domésticas, niñeras y cuidadoras, 

mujeres que maltratan a sus hijas y a sus nueras, 

jefas que ejercen violencia contra sus empleadas,

Y compañeras de trabajo. 

Mujeres en el poder

También hay muchas mujeres malvadas en el poder político y económico que hacen daño a miles o millones de personas, y aprovechan su puesto para atentar contra el patrimonio colectivo y los derechos humanos fundamentales de la población. 

Son esas mujeres que lo primero que hacen al llegar al poder es destruir la Sanidad pública y la Educación. Gastan nuestro dinero en enriquecer a la elite mundial (señores de la industria militar, farmacéutica, etc) y recortan en derechos sabiendo que a quien más afecta esta violencia contra la población es a las mujeres y las niñas. 

Son poquísimas las que han llegado al poder pensando en el Bien Común, y en mejorar la sociedad en la que viven: podemos contarlas una a una, porque la gran mayoría buscan el beneficio propio y se dedican a imitar a los hombres: reparten dinero y puestos de poder entre sus amigos y amigas, y gobiernan para las élites de su país y las mundiales. 

La mayorías de las mujeres poderosas han interiorizado la misoginia y carecen de la más mínima pizca de agradecimiento por las que lucharon para que ellas pudieran estudiar y trabajar. Tampoco sienten ni una pizca de solidaridad con las de su mismo sexo. Muchas padecen el síndrome de la abeja reina, que consiste en creer que una no es como las demás mujeres, y que si ellas están en el poder "es porque ellas lo valen", es decir, porque son “especiales”. Batallan por el poder igual que los hombres y lo ejercen para su propio beneficio, no en pro del Bien Común. 

Algunas son de derechas y otras son progres, pero todas son aliadas del patriarcado porque se benefician de su posición y porque no han llegado al poder para cambiar nada.

Sin embargo, estas mujeres patriarcales con poder son una minoría. 

La gran mayoría de las mujeres ejercemos violencia solo en el entorno más cercano. Vivimos en guerra contra las madres, las hijas, las suegras, las hermanas, las compañeras de trabajo y contra nosotras mismas. 

Algunas mujeres maltratan a sus compañeros, pero generalmente a quien peor tratamos es a nosotras mismas, y a otras mujeres.

El patriarcado nos necesita aisladas, divididas, enfrentadas y entretenidas en guerras. Nos enseñan desde pequeñas a compararnos y a rivalizar entre nosotras. Nos enseñan a competir, a construir enemigas y a volcar toda nuestra violencia contra nosotras mismas y entre nosotras. 

Una de las relaciones más violentas entre mujeres son las relaciones suegra-nuera. Cuando dos mujeres batallan por ejercer su dominio en el corazón de un hombre, puede empezar una guerra que a veces dura toda la vida. Son guerras muy dolorosas para ambas, pero también para el resto de la familia, que se ve obligada a posicionarse en un bando o en otro. Al hombre en cuestión le ponen entre la espada y la pared para que elija a una de ellas y se aleje de la otra. Algunos sufren, pero la gran mayoría se beneficia de esta competición entre mujeres. 

¿Por qué esta guerra entre mujeres? Hay hombres que no adquieren jamás autonomía y no se convierten nunca en adultos: pasen de la tutela de la madre a la de la esposa sin experimentar nunca la responsabilidad sobre su propia vida, y sin tener que cuidarse a sí mismos. Esto es porque siempre tienen una mujer que se encarga de cuidarlos. Son hombres que solo salen de casa para casarse.

Algunos de ellos no han roto el cordón umbilical, y algunas de ellas creen que sus hijos son de su propiedad, y que son el príncipe azul con el que soñaron de pequeñas. No tienen muy claro si son madres o esposas, por eso odian a cualquier mujer que se le acerque porque sienten su poder amenazado. 

También hay nueras que tienen un problema muy grande: creen que ellas tienen que sustituir a la mujer que ha reinado sobre la vida de su marido, destronarla y convertirse en una madre-esposa. La característica que comparten todas ellas es que intentan aislar a sus maridos de sus redes afectivas, tanto familiares como sociales. 

Para comprender esta relación es fundamental entender que esto es una estructura. No es algo que le pasa solo a mujeres inseguras y con autoestima baja: sucede en todos los rincones del planeta, porque es una estructura de poder. 

Cualquier mujer puede sufrir malos tratos de su suegra, y convertirse a su vez en una suegra maltratadora. 

Aunque muchas mujeres con conciencia feminista lo que hacen es ser las suegras que habrían querido tener. Cuando las relaciones entre mujeres son buenas, el patriarcado se desmorona. 

Otras relaciones jerárquicas entre mujeres son la de jefa y empleada, doctora y paciente, policía y ciudadana… la gran mayoría de las mujeres se relacionan desde estas estructuras patriarcales en las que siempre (o casi siempre) las que más rango tienen y las más ricas son las que juegan con ventaja. 

Mujeres que odian a mujeres feministas

Las mujeres aprendemos a odiar a las demás mujeres y a nosotras mismas desde que somos pequeñas. Por eso muchas mujeres odian el feminismo, atacan a las mujeres feministas, y aplauden a los hombres misóginos. 

Les es mucho más fácil empatizar con hombres que se victimizan, que con las victimas de esos hombres. Nos han educado para defender y proteger a los hombres, y para anteponer sus sentimientos, deseos y necesidades a las nuestras. 

Las mujeres estamos siempre más dispuestas a escuchar a los hombres como expertos. Les escuchamos con más respeto y más atención. Su palabra tiene mayor credibilidad. Por eso hay mujeres que creen que las culpables de que exista el patriarcado somos nosotras mismas: nos han convencido de que nosotras somos mucho más machistas y violentas que los hombres, que transmitimos el machismo a nuestras hijas e hijos, y que por lo tanto es un problema que tenemos que resolver nosotras. 

Además de las relaciones interpersonales, las mujeres formamos grupos de afinidad y luchamos entre nosotras por diferencias ideológicas, por los recursos y por el poder. Y en estas luchas, salimos perdiendo todas. Los hombres se aprovechan de la guerra entre mujeres: divididas y aisladas somos más vulnerables.

Esto es lo que ha ocurrido dentro del feminismo: los hombres han entrado a saco en el movimiento con la pretensión de redefinirlo y resignificarlo. A estos hombres les ofende profundamente que usemos la palabra “mujer” y nos denominan “seres menstruantes” o “personas gestantes”

Afirman que las mujeres somos privilegiadas opresoras y que ellos son los oprimidos. La colonización del movimiento ha llegado a tal punto que ahora el enemigo principal de este grupo dominante son las mujeres feministas. 

Las aliadas de los colonizadores no ponen la energía en luchar contra los proxenetas, puteros, pederastas, violadores, maltratadores y femicidas: el prinicipal enemigo para ellas son las mujeres feministas. 

En redes sociales se ve claramente: muchas mujeres apoyan la violencia masculina, los discursos antifeministas, y los ataques a mujeres desobedientes. 

Los linchamientos provienen tanto de los hombres hegemónicos como de los hombres diversos, tanto de la izquierda como de la derecha: el odio y la violencia contra las mujeres feministas es cada vez intensa.

Los machos anti feministas no tendrían tanto impacto sin la colaboración de las aliadas que se unen a los linchamientos públicos para destruir a otras mujeres. Ellas señalan a las feminazis y las terfas, y ellos se encargan de amenazarlas de muerte. 

La cancelación es una de las armas más letales del patriarcado, porque sirve no solo para destruir a una mujer, sino también para silenciar a las demás. 

Cuando se castiga a una mujer que tiene relevancia pública, es una forma de amenazar a las demás: “si eres cancelada te quedarás sin trabajo, y desaparecerás como si hubieras muerto”

Es un método muy eficaz para generar miedo, para que la censura se convierta en autocensura, y también para que muchas mujeres opten por salir voluntariamente de las redes sociales. 

Los hombres solo aceptan a las mujeres sumisas y a las colaboradoras: todas las demás son consideradas "rebeldes", y la forma más fácil de aniquilarlas es acusarlas de ser odiantes. 

Imitan la estrategia de Israel, que acusa de discurso de odio antisemita a cualquiera que se atreva a criticar su proceso de colonización y a cancelar a todos los que piden el fin del Genocidio contra el pueblo palestino.

Los hombres alimentan la enemistad entre mujeres porque les conviene, y a los algoritmos también les viene muy bien. Para enganchar a la gente a los linchamientos, se crea un enemigo común, como sucedió durante la caza de brujas. Nos llaman nazis, nos llaman terfas, y se hacen camisetas con mensajes que invitan a matarnos. Cuando protestamos, nos dicen que era broma y que no tenemos sentido del humor.

Las mujeres feministas somos el enemigo número uno de los influencers de la fachosfera y de los woke más reaccionarios. 

Ya lo dijo Simone de Beauvoir: “El opresor no sería tan fuerte si no tuviese cómplices entre los propios oprimidos” Los varones misóginos no tendrían tanta fuerza si no contasen con las aliadas que les aplauden y se unen a los ataques contra las “enemigas” 

Las mujeres patriarcales siempre se solidarizan con los varones y tienden a protegerlos, y además no se fían de ninguna mujer: no son conscientes de su misoginia interiorizada, pero ese odio está ahí, y se mezcla con su rol de cuidadora y protectora. 

Las mujeres que colaboran con el patriarcado y participan en las cancelaciones creen que nunca les va a tocar a ellas.

En las guerras entre mujeres los únicos ganadores son los hombres, que se divierten mucho viendo cómo las mujeres se cancelan unas a otras, y comprobando cómo van abandonando las redes una a una. 

Lo que hacen es premiar a las que contribuyen a la caza de brujas. Les dan visibilidad en los medios de comunicación y puestos en el partido y en el Gobierno. Y castigan a todas las mujeres que no se ponen de rodillas.

Y sin embargo, las mujeres feministas nunca amenazamos de muerte ni llevamos camisetas haciendo apología de la violencia, y es porque las feministas somos pacifistas. Ponemos la energía en resistir a los ataques, en apoyarnos entre nosotras y en defender nuestro derecho al pensamiento crítico.



¿Cómo dejar de guerrear contra nosotras y entre nosotras?

Basta con tomar conciencia de esa misoginia interiorizada, y poner en práctica la sororidad (la solidaridad y el compañerismo entre mujeres), un término acuñado por Marcela Lagarde que a muchas de nosotras nos ha ayudado a comprender que si a los hombres les va tan bien es gracias a la hermandad que construyen entre ellos. Los hombres se apoyan aunque no se conozcan de nada, solo porque son hombres. 

La sororidad no nos convierte en amigas a todas: simplemente se trata de no colaborar con el patriarcado y en lugar de competir y guerrear, apoyarnos mutuamente frente al abuso, la opresión y la violencia machista. 

Las mujeres sabemos muy bien que solas y aisladas no podemos sobrevivir en un mundo tan cruel, y que nos necesitamos las unas a las otras para defender nuestra libertad y nuestros derechos. 

Por eso es tan importante que las nuevas generaciones nos vean haciendo autocrítica amorosa, trabajando la misoginia que llevamos dentro, y vean cómo trabajamos para liberarnos del patriarcado. 

Si nos ven a nosotras practicando el autocuidado y el apoyo mutuo, y creando comunidad entre mujeres, ellas podrán convivir en paz, apoyarse mutuamente y trabajar juntas para construir un mundo mejor. 

Coral Herrera Gómez


Artículos relacionados: 

Sororidad intergeneracional entre Mujeres


 


29 de mayo de 2025

El poder de las Mujeres Solteras



Una de las cosas que están cambiando a toda velocidad en nuestra sociedad es la imagen de las mujeres solteras, su status social y el espacio que ocupan en nuestra sociedad, que es cada vez más grande. 

Las solteras han sido siempre una amenaza porque son impares en un mundo hecho por y para las parejas felices que van a fundar una familia feliz. En los eventos sociales (bodas, funerales, bautizos, comuniones, día de la Madre, cena de Nochebuena, comida de Navidad, etc) y en las renuniones sociales y familiares van solas.

Y se las ve estupendamente.

Y eso constituye en primer lugar una amenaza para los hombres, que temen que sus compañeras envidien la autonomía, la libertad y la alegría de las mujeres solteras. 

Ya no son unas fracasadas que no han conseguido novio y se sienten avergonzadas, ya no son esas mujeres que buscan emparejarse desesperadamente en las fiestas: ahora son mujeres normales y corrientes que tienen muchos seres queridos a su alrededor.

No las falta novio, no las falta amor: viven rodeadas de amigas, amigos, familia, animales domésticos, y el centro de su vida está ocupado por ellas mismas, no por un hombre. 

No las falta de ná.

Eso es lo que las hace tan peligrosas: una mujer soltera es la prueba de que las mujeres podemos vivir perfectamente sin marido. Y muchos hombres están convencidos de que son un mal ejemplo a seguir para sus parejas.

Además, ellos creen que cuando una mujer no pertenece a uno de ellos, cualquiera puede intentar tener sexo con ellas porque en realidad las mujeres sin pareja son patrimonio colectivo de los hombres. Por eso no soportan que ellas digan que no. Y tampoco soportan pensar en la envidia que sienten sus esposas de la libertad, la autonomía, y la vida sexual y amorosa de las mujeres solteras.

Para las mujeres casadas y emparejadas, también las solteras son una amenaza. Algunas creen que sus maridos podrían querer acostarse con ellas, o que ellas podrían robarle a sus maridos. Las ven como rivales, sobre todo si son guapas, jóvenes y felices.  

Las mujeres estamos dando un salto gigante porque gracias al feminismo hemos tomado conciencia de que las mujeres no deberíamos colaborar con el patriarcado, y el primer paso es no rivalizar ni competir entre nosotras.

Ya no es tan fácil distinguir en en las fiestas y demás eventos sociales a las mujeres que no tienen pareja porque hay muchas mujeres emparejadas que tienen su propia agenda y salen sin sus parejas. Las mujeres hemos conquistado (negociando con el compañero) nuestros propios espacios y nuestro propio tiempo. En las agendas de las mujeres hay tiempo para la pareja, y tiempo para una misma, y para nuestras pasiones y seres queridos.

Antiguamente toda la vida social se hacía con el marido, y luego cuando nos dejaban en casa ellos se escapaban. Ahora ya no: nosotras tenemos nuestros espacios propios con amigas, pasamos fines de semana en retiros con otras mujeres, estudiamos juntas, hacemos activismo social y político, salimos a divertirnos juntas.

Si cada vez hay más mujeres solteras es porque hay pocos hombres con ganas de trabajarse por dentro para crecer y para dedicarse al desarrollo personal. Nosotras somos cada vez más selectivas y exigentes, y no nos conformamos con migajas. Buscamos compañeros que sepan estar a la altura, que no busquen una sirvienta, que den la talla, y hay muy pocos. Así que no perdemos tiempo y energía en relaciones con hombres a los que ya sabemos que no vamos a cambiar. 

Los hombres más misóginos andan cabreadísimos, en especial los incels que declaran públicamente su odio contra las mujeres porque no queremos tener sexo ni relaciones de pareja con ellos.

No se les ocurre que igual no les elegimos porque son unos machistas, porque no saben relacionarse con nosotras como si fueramos seres humanos, porque nos siguen tratando como objetos de usar y tirar. 

Y porque ya sabemos que se está mucho mejor sola que mal acompañadas.

Mientras ellos siguen rabiando, las mujeres seguimos avanzando. Nos hemos quitado el miedo a que no nos quiera nadie, porque ahora sabemos que el amor está en todas partes. Aspiramos a juntarnos con alguien capaz de renunciar a sus privilegios, de respetar nuestros derechos humanos fundamentales, de hablar de sus emociones y sentimientos, de hacer terapia, de hablar sobre la relación. Hombres que sepan cuidarse a sí mismos y sepan cuidar sus vínculos afectivos y sentimentales. 

Y si no hay (porque los hombres capaces de hacer autocrítica amorosa no abundan), nuestras vidas siguen su curso. Nuestros proyectos, nuestra carrera profesional, nuestra red de amor y de apoyo mutuo, nuestras aficiones: nosotras disfrutamos de la vida, con y sin pareja. Y si llega alguien especial en nuestras vidas, ya sabemos cuidarnos a nosotras mismas para evitar relaciones de abuso y de maltrato. 

Como hemos tomado conciencia de que las relaciones tienen que ser recíprocas y que el amor es un trabajo de cuidados, no nos conformamos con menos.

El poder de las solteras es cada vez más grande, porque estamos trabajando mucho en nuestra autonomía, y porque cada vez se separan más mujeres de sus novios, amantes y maridos. Ya no aguantamos, no toleramos, no soportamos: tenemos cada vez más claro cómo queremos vivir las relaciones, y cómo negociar para que sean relaciones igualitarias, sanas y bonitas. 

Y este poder de las solteras no va a parar de crecer, porque ya nos hemos dado cuenta de que si no tenemos pareja no estamos solas: estamos rodeadas de gente que nos quiere y nos cuida. 

Y que no nos falta de ná si no tenemos un hombre a nuestro lado.

Una vez que saboreamos la libertad, ya no tenemos ganas de volver a depender de nadie nunca más.

Coral Herrera Gómez


Artículos relacionados: 





1 de mayo de 2025

“Explotaos las unas a las otras”, dijo el Patriarcado.




 “Explotaos las unas a las otras”, dijo el Patriarcado.

“Si no podéis con dos jornadas laborales y los hombres no se incorporan al sistema de cuidados, 
Si os parece una injusticia que vuestros maridos tengan el doble de tiempo libre que vosotras, 
si en casa estáis batallando porque vuestros maridos abusan de vosotras, haced como ellos: buscad a una mujer más pobre que vosotras para que os sustituya en todas las tareas. Así volverá La Paz al hogar y tendrás más tiempo para tu Autocuidado.”

Esta es la fórmula mágica para escapar de la explotación doméstica que nos han ofrecido el patriarcado y el capitalismo: explotaos las unas a las otras. 

Esta es la respuesta del feminismo: 

Mujeres, exijamos que los cuidados sean una responsabilidad social compartida, 

que todos y todas tengamos tiempo para cuidar,

que todos y todas tengamos tiempo para descansar y para divertirnos

Que la explotación en todas sus formas (laboral, doméstica, sexual, reproductiva) sea abolida para siempre. 

Que las mujeres que viven en las casas de los ricos sean liberadas y vuelvan con su familia. 

Que la pobreza sea erradicada para que todas las mujeres tengan autonomía económica y por tanto tengan los mismos derechos humanos en todos los rincones del planeta. 

Que todas las mujeres tengamos ingresos dignos para poder elegir libremente 

Que los hombres se quiten la corona y que acabemos con la monarquía masculina y con sus privilegios

Que los hogares sean espacios seguros en los que la familia entera trabaje en equipo y todos tengan la misma cantidad de tiempo libre. 

Hoy es un buen día para exigir la abolición de la explotación en todas sus formas. 

Feliz 1 de Mayo a todos y a todas.

Coral Herrera Gómez 

27 de abril de 2025

Sororidad intergeneracional entre Mujeres


Hoy mientras paseaba he estado pensando en la cantidad de mujeres mayores que me han escuchado con amor y me han dado buenos consejos. En la infancia fueron las mujeres de mi familia y las profesoras, ahora también recibo buenos consejos de mujeres desconocidas que voy encontrando en el camino.

Gracias a mi trabajo he conocido mujeres de muchos países diferentes (México, Colombia, Chile, Argentina…) y me siento muy afortunada porque a lo largo de mi vida he recibido mucho apoyo, amor y cuidados de mujeres sabias y generosas que han iluminado mi camino como si fueran faros en la costa en medio de la noche.

Algunas me han enseñado técnicas de supervivencia, han compartido sus saberes conmigo, me han contado sus historias de vida, han abierto su corazón y me han enseñado muchas cosas que aprendieron en el camino de la vida.

Otras han compartido información y conocimientos, me han roto los esquemas, me han abierto los horizontes, me han escuchado con amor, me han ayudado a hacerme preguntas para trabajar en mí, y me han ayudado a tomar conciencia de mi poder y mi poderío. En estas conversaciones largas y profundas aprendo las claves para entender la realidad, para poner los pies en la tierra, para reírme de mí misma, y para seguir luchando.

Cuando emigré a Costa Rica me sentía muy sola y un grupo de mujeres sabias, todas diez años mayores que yo, me acogieron en su colectiva feminista con mucho amor. Con ellas aprendí mucho de feminismo y comunicación, y trabajamos juntas hasta que me fui.

Además, también pertenecía a un grupo de mamás feministas, todas diez años menores que yo, todas con bebés y muchas de ellas extranjeras sin redes familiares, como yo. Nos prestamos apoyo mutuo y con ellas me di cuenta de que yo también podía escuchar con amor y dar buenos consejos a las más jóvenes.
Es un regalo de la vida poder compartir tu intimidad, tus problemas, tus miedos y tus alegrias con mujeres de todas las edades.

Creo que hoy soy quien soy gracias a las mujeres desconocidas que me abren su corazón, comparten sus historias de liberación conmigo, y me dan buenos consejos para mi propia liberación.

Las mujeres mayores son una gran fuente de inspiración para mí porque ellas ya pasaron por donde estoy pasando yo ahora, porque han vivido muchas experiencias y tienen muchos más conocimientos que yo. Es todo un acto de amor que haya tantas mujeres sabias dispuestas a escuchar y a conversar en profundidad con las más jóvenes.

Ellas ya se han liberado (de la culpa, de la guerra contra sí mismas, del miedo al que dirán, de la tiranía de la belleza, del autoengaño, de las inseguridades, del miedo a envejecer, y ya tienen las cosas muy claras. Siguen aprendiendo y creciendo, pero tienen ya algunas certezas, han aprendido a aceptar su cuerpo y a cuidarse, aman su libertad y saben defender sus derechos. 
Ya saben distinguir qué es lo importante y lo que no, ya saben lo que quieren y lo que no quieren, ya son asertivas y se atreven cada vez más a decir lo que piensan, lo que desean y lo que necesitan.
Todas aprendemos de todas. Compartir conocimientos y darnos buenos consejos es una forma de cuidarnos y es amor del bueno. 
Todas formamos parte de esta red intergeneracional e internacional de mujeres, solo que vivimos en una sociedad muy individualista que nos quiere aisladas y enfrentadas. Cuando sales de tu burbuja generacional te das cuenta de lo importante que es esa transmisión de información y de conocimientos entre nosotras, de lo importante que es tener referentes de mujeres sabias, y lo necesario que es que nosotras también nos convirtamos en referentes para nuestras hijas, nuestras sobrinas y nuestras alumnas.

Las mujeres jóvenes, las adolescentes y las niñas también nos enseñan, nos rompen los esquemas, nos abren horizontes, y nos ayudan a entender los cambios brutales que estamos viviendo en la actualidad. Escucharlas y aprender de ellas es un lujo: gracias a mi profesión me relaciono con lectoras y alumnas a diario, y me siento muy afortunada porque me estimulan mucho y me motivan a seguir luchando por una vida mejor para todas.

En el mundo rural aún perviven estas redes ínter-generacionales en las que las mujeres aprendemos unas de otras, conversamos durante horas, bailamos, cantamos y nos divertimos juntas, formamos alianzas, y nos hacemos más sabias. 

La sororidad, como nos enseñó la maestra Marcela Lagarde, es uno de los tesoros más valiosos para nosotras, y también uno de los salvavidas más importantes: sigamos cuidando y ampliando estas redes de cuidados entre mujeres de todas las edades.

Hoy estaba pensando mientras gozaba de los colores y olores de la primavera, en lo valientes y maravillosas que son las chicas de las nuevas generaciones, en cómo me sentía yo a su edad, en lo mucho que me inspiran tanto las mujeres que están empezando como las que ya se han liberado, y en lo importante que es la sororidad intergeneracional entre mujeres.

Me despido con un consejo: hablad con vuestras madres y con vuestras hijas, con vuestras hermanas mayores y pequeñas, con las abuelas y las nietas, tías y sobrinas, primas, vecinas, profesoras, entrenadoras, y con desconocidas: las mujeres nos inspiramos unas a otras, y nos prestamos apoyo mutuo desde hace milenios, y es importante cuidar estas redes porque solas no podemos.

Pensad un momento en las mujeres mayores y jóvenes que os rodean y en las que os habéis encontrado en el camino: ¿cómo son los vínculos con ellas?, ¿cómo los cuidáis?, qué habéis aprendido de ellas?, ¿qué compartís con ellas?, ¿qué das y que recibes en las relaciones con ellas?

Coral Herrera Gómez




Aquí tienes toda la información sobre el Laboratorio del Amor 

11 de abril de 2025

Paremos la guerra: las mujeres queremos la Paz



Ya no podemos más. Queremos un alto el fuego y un plan para el proceso de paz. 

Las mujeres no somos las enemigas: somos la mitad de la Humanidad. 

Queremos que dejen de matarnos: la guerra contra las mujeres deja cerca de 85 mil víctimas asesinadas cada año. Una cada diez minutos. 

Queremos una tregua indefinida, que los hombres bajen las armas, que las pongan sobre la mesa, y se sienten a negociar. 

¿En qué consiste la guerra contra las mujeres?, ¿cómo podemos comenzar a elaborar los acuerdos de paz?

Lo primero es conocer los orígenes de esta guerra, lo segundo es tomar conciencia de cómo sufrimos y ejercemos explotación y violencia. 

La guerra contra las mujeres empezó cuando dio comienzo el patriarcado, hace unos 8 o 9 mil años. La resistencia feminista comenzó en el mismo momento en que empezó la opresión y la dominación. Cuando los hombres quisieron encerrarnos en casa y usarnos como sirvientas domésticas, sexuales y reproductivas, las mujeres se resistieron y comenzaron su lucha por la liberación. 

Después de tantos miles de años, las mujeres desobedientes que no cumplen con los mandatos de género y se rebelan contra la misoginia y la violencia siguen siendo castigadas en todo el mundo con malos tratos, torturas sexuales, explotación, esclavitud, y también con la muerte. 

El enemigo número uno del patriarcado son las mujeres feministas, y todas aquellas mujeres que luchan por la igualdad y los derechos humanos de todas las mujeres. Por eso nos odian tanto los hombres machistas y sus aliadas, las mujeres patriarcales. 

Gracias al feminismo ahora contamos con datos estadísticos para explicar cómo se desarrolla la guerra contra las mujeres en todo el mundo. Sin embargo, cuantos más datos tenemos, más aumenta el negacionismo y el odio contra las que se atreven a protestar. 

La mayoría de los hombres no sienten ninguna empatia por nuestra lucha, no se solidarizan y no asumen la parte que les toca. Nosotras estamos cambiando a pasos agigantados, los hombres no quieren cambiar. Quieren seguir gozando de los privilegios que gozaban sus abuelos. 

¿Cuáles son esos privilegios? 

- Los hombres tienen el doble de tiempo libre que las mujeres en todo el mundo. Es cierto que la gran mayoría sufre explotación laboral, pero muchos de ellos tienen criadas a su servicio, sirvientas que sufren explotación emocional, doméstica, sexual y reproductiva. Unos pagan y otros lo disfrutan gratis, pero la inmensa mayoría se beneficia de la energía y del tiempo de las mujeres. 

- Explotación doméstica: millones de mujeres trabajamos para nuestro marido y descendientes sin derechos laborales: sin cobrar salario, sin días de descanso ni vacaciones, sin cotizar a la seguridad social, sin permisos por enfermedad ni derecho a la jubilación. Nosotras somos las que gestamos y parimos bebés, los cuidamos y los educamos, y además cuidamos el hogar, cuidamos a las personas mayores y a las personas dependientes de la familia, a las mascotas y animales domésticos, al ganado, el jardín y el huerto familiar. Son toneladas de horas de trabajo cada año, un trabajo del que se benefician los hombres. 

- Explotación laboral: los dueños de las tierras, las fábricas, los medios de producción y comunicación, los bancos y las empresas son en su mayoría de los hombres. La gran mayoría de las mujeres del planeta sufre, del mismo modo que los hombres, la explotación laboral, pero nuestras condiciones de trabajo son mucho peores: nos salarios son mucho más bajos, las condiciones laborales mucho más precarias, y sufrimos mucho más el desempleo. Nuestras pensiones de jubilación son más bajas, nos echan del trabajo si nos quedamos embarazadas, y además sufrimos acoso sexual de iguales y superiores en nuestros centros de trabajo. Lo mismo las secretarias que las campesinas, las abogadas, las azafatas, las ingenieras, las cocineras, las profesoras, las ganaderas, las investigadoras, las peluqueras, las artistas, las camareras, las atletas, las obreras, las enfermeras… las que más explotación y abusos sufren son las mujeres que trabajan en el sector de los cuidados (empleadas de la limpieza, trabajadoras sociales, internas domésticas, cuidadoras de personas mayores) 

- Acoso en los espacios públicos: los hombres nos castigan si salimos solas a la calle. Nos acosan en el bus, en el tren, en el metro, en las plazas, en los espacios de ocio, en fiestas populares, en los bares, las discotecas y en los conciertos, en las competiciones deportivas... solo nos dejan en paz cuando vamos acompañadas de otros hombres. 

- Matrimonio infantil, mutilación genital, violencia sexual, embarazos forzados: el lugar más peligroso para nosotras no es el espacio publico sino el hogar, donde sufrimos todo tipo de malos tratos, abusos y violencias:  en casa nos mutilan genialmente, nos encierran en burkas, nos casan cuando somos niñas con pedófilos, nos violan y nos obligan a ser madres.

- Violencia obstétrica: es la que sufrimos durante el embarazo, el parto y el posparto en los centros médicos y en los hospitales. El maltrato en momentos de tanta vulnerabilidad deja una huella profunda en nosotras, y además tenemos que hacer frente a la tremenda soledad de los primeros meses de la maternidad. Aún son mayoría los hombres que no cambian pañales ni piden permisos para cuidar de sus criaturas; se asume todavía que toda la responsabilidad de la crianza es de las madres.  

- Explotación sexual y reproductiva: los hombres ganan mucho dinero alquilando y vendiendo mujeres. Nos usan como mercancía: trafican con nuestros cuerpos y nuestras vidas, nos exponen en escaparates y en catálogos, y nos ofrecen como productos. Los hombres hacen negocios con nuestras vaginas, nuestros óvulos y nuestros bebés. Nos usan como incubadoras humanas para satisfacer los deseos y necesidades de los hombres que puedan pagar por ello, y hay precios para todos los bolsillos.  

- Malos tratos y femicidios en el ámbito de la pareja: los hombres casados viven como reyes y nosotras como sirvientas. Accedemos voluntariamente al matrimonio, una cárcel de la que muy pocas mujeres se atreven a salir. Algunas somos asesinadas cuando queremos separarnos o divorciarnos. Seguimos siendo un bien de consumo y una propiedad privada para nuestros maridos, por eso nos castigan cuando queremos escapar. 


Cada vez más países están identificando y cuantificando la violencia y están tomando medidas para proteger a las víctimas, pero los niveles de impunidad son espantosos,  y la misoginia impregna toda nuestra cultura y en nuestra comunicación: 

En los medios de comunicación de masas nos cosifican, nos hipersexualizan y nos invisibilizan. 

- Las industrias culturales nos ofrecen productos fabricados con mitos y estereotipos para perpetuar su sistema de dominación.  

- En las redes sociales nos borran, nos linchan y nos cancelan, tanto los machos de izquierda como los de derechas, tanto los machos hegemónicos como los diversos. Los algoritmos premian la ciberviolencia contra las mujeres, y esa violencia traspasa las pantallas al mundo real. Por eso tantas figuras públicas han tenido que abandonar las redes: el mayor triunfo para el patriarcado es que solo se queden los hombres y sus aliadas más fieles.  

En esta guerra las que más sufren son las mujeres pobres, las mujeres migrantes y refugiadas, las ancianas y las niñas. Cuanto más pobres, más vulnerables somos a la explotación.

Y ya no podemos más.

Queremos una tregua para sentarnos a hablar: las mujeres queremos pedir la Paz. 

Nosotras no tenemos armas. Nos matan con pistolas, cuchillos, martillos, cadenas, machetes, puñales, nos tiran del balcón, nos ahorcan, nos arrojan ácido, nos matan a golpes. Nosotras no respondemos con violencia ante este genocidio, no nos organizamos en grupos para atacar a los hombres violentos.. solo nos organizamos para prestarnos apoyo mutuo, para romper las cadenas que nos atan, para salir de las cárceles en las que vivimos presas, para luchar por nuestros derechos humanos fundamentales. 

El feminismo no mata a los hombres ni pide venganza.

Nosotras lo que queremos es vivir en libertad, en armonía y en igualdad. 

Pedimos un alto el fuego, que se entreguen las armas, que acabe la esclavitud femenina dentro y fuera del hogar. 

Queremos que se nos reconozca como seres humanos, que los países garanticen nuestros derechos sexuales y reproductivos, y queremos poner en el centro de la mesa de negociaciones los cuidados y el amor. 

Nos puedes ver en las calles protestando, exigiendo justicia y pidiendo la Paz mundial. Nos oirás gritar que no nacimos para servir ni para sufrir: todas las mujeres del mundo tenemos derecho a vivir una Buena Vida, libre de sufrimiento, explotación y violencia. 

Nosotras no somos vuestras enemigas ni vuestras sirvientas: somos la mitad de la Humanidad.

Hombres, escuchen nuestro grito mundial: las mujeres queremos vivir en Paz. 

Coral Herrera Gómez 


Artículos relacionados: 

15 de enero de 2025

Crítica feminista a la película "Ballerina"



Ayer vi la película de Ballerina y me quedé impactada. 

Estos son algunos de los mensajes de la película:

- No importan los medios que uses para conseguir tus sueños. Si tú quieres ser una estrella no importa que hagas daño a los demás, lo importante es triunfar.

- Los que saben de verdad sobre ballet son los hombres: ellos son los verdaderos maestros de todas las artes.

- Si alguien te apoya y te cuida, y confía en ti, no pasa nada si le decepcionas: basta con pedir perdón con cara angelical. Con esta técnica podrás hacer daño a con quien quieras, todo el mundo te perdonará siempre.

- Si eres un chico y te gusta una chica ten en cuenta que primero tienes que aguantar malos tratos hasta que ella se dé cuenta de lo mucho que vales. Ellas se hacen las duras y hay que acosarlas hasta que logres ablandar su corazón.

- Si has sufrido mucho en la vida tienes derecho a aplastar a los demás, por ejemplo si eres huérfana y pobre.

- Las mujeres son malvadas entre ellas, por eso no hay que tener amigas ni fiarse de ninguna.

- Al amigo gordo hay que tratarle como si fuera un ser inferior, porque los gordos son tontos, vagos yY glotones.

- Las pobres son pobres porque quieren, porque las que de verdad quieren ser ricas se esfuerzan: tú puedes ser quien quieras ser haciendo daño a quien haga falta. 

- Las mujeres son muy complicadas y no hay forma de entenderlas, pero se derriten si les hinchas el ego y les repites todo el tiempo que son fantásticas, únicas, especiales, maravillosas e increíbles. 

- Si eres profesora o profesor es fundamental que trates mal a tus alumnas, para aprender hay que sufrir y no romper nunca la cadena de la violencia. Cuando seas profesora podrás maltratar a tus alumnas de la misma manera que te maltrataron a ti.

-A las chicas las puedes manejar como quieras si les haces creer que no son como las demás chicas. Ellas necesitan sentirse especiales porque se odian entre ellas.

-Cuando eres una estrella puedes llegar tarde a todos sitios, y cuando ensayas para una obra, el equipo de gente no importa, porque el foco está puesto en ti y eres tú la que vas a brillar. Es cierto que han ensayado muy duro, pero olvídate de tus compañeros y compañeras de reparto, lo importante es destacar siempre por encima de los demás.


Coral Herrera Gómez


Artículos relacionados: 

Las niñas no nacen siendo narcisistas




11 de enero de 2025

¿Liderazgo femenino o cooperación entre mujeres?




La gran mayoría de mujeres que están en puestos de poder dentro del mundo de la política y la economía son mujeres que imitan a los hombres patriarcales. Hacen lo mismo que ellos: financian a los bancos y las grandes empresas con el dinero que ponemos entre todos, y trabajan para los lobbys más grandes (farmacéutica, industria militar, poder religioso, explotación sexual y reproductiva, etc) 

En estos últimos años las instituciones han insistido mucho en el tema de los liderazgos femeninos, y lo importante que es que las mujeres aprendamos a ser lideresas y a ejercer el poder. Sin embargo, desde el feminismo lo que queremos es cambiar el poder, no ejercerlo igual que los hombres. Queremos abolir las jerarquías, no situarnos en la partes altas de la pirámide social. Queremos abolir las estructuras de dominación y sumisión, y estamos convencidas de que otras formas de ejercer el poder son posibles.

El liderazgo se trabaja desde el individualismo, pero podríamos trabajarlo desde lo comunitario. En lugar de enseñar a las niñas a mandar, ¿no sería mejor que les enseñáramos a todas a juntarse y a trabajar en red? 

Mi propuesta es que enseñemos a las niñas y a las mujeres a organizarse para defender sus derechos y hacer frente a las injusticias. Nosotras ya sabemos que solas no podemos, pero unidas es más fácil. Lo que creo que necesitamos es aprender a relacionarnos horizontalmente, no verticalmente, y aprender a cuidar las relaciones dentro de las redes de mujeres. 

La Historia nos demuestra que los grandes avances que hemos conseguido los hemos hecho juntas, no cada una por su lado. Que cuando aprendemos a autogestionarnos y a trabajar en equipo, cuando aprendemos a resolver conflictos sin hacernos daño, cuando no hay luchas de poder ni luchas de egos, cuando compartimos los beneficios entre todas de manera equitativa, los proyectos salen adelante. Lo mismo los proyectos políticos, sociales, artísticos, deportivos, que los científicos o empresariales: sólo es posible avanzar en comunidad y poniendo en el centro los cuidados.

Los grupos de mujeres son un salvavidas para muchas: no solo nos ayudamos económicamente entre nosotras, también nos ayudamos a transitar duelos, a liberarnos, a crecer, y a adquirir conocimientos. Los grupos de mujeres son un refugio para muchas víctimas de violencia machista y violencia vicaria, muchas se salvan de la muerte gracias al apoyo que reciben de las vecinas y las compañeras de estudios o de trabajo.

En lugar de apostar a los liderazgos, podríamos sustituir la estructura patriarcal del poder por una estructura asamblearia en las que todas seamos iguales, y todas podamos participar en las propuestas y en la toma de decisiones. 

Que todas tengamos voz y voto, que nadie tenga que obedecer a nadie, que todas aprendamos a coordinar y a cuidar la comunidad, que repartamos los recursos de forma equitativa, que nos alternemos en estas tareas para que nadie se aferre a ningún cargo, que todas podamos poner nuestro poder al servicio del bien común y no lo usemos en beneficio propio. 

Sería una forma de demostrarle al mundo que hay alternativas a las formas de organización patriarcal, sería una buena forma de llevar la teoría a la práctica y de abrir el camino a otras formas de relacionarnos y organizarnos. 

Coral Herrera Gómez


Artículos relacionados: 



10 de diciembre de 2024

Da el paso acompañada: con amigas es más fácil




Si crees que tu pareja puede reaccionar mal o muy mal si le dejas, queda con él en un sitio público con gente, a la luz del día, y convoca a tus amigas y amigos para que estén cerca, por si tu pareja se pone agresiva. Si necesitas quedar con él para que te dé tus cosas, o si tienes que hacer una mudanza, nunca lo hagas sola, pide acompañamiento a tu gente querida. Si después de la ruptura crees que puede intentar hacerte daño, deja que te acompañen tus amigas y avisa a toda la gente que puedas para que él sepa que no estás sola. 

Las mujeres que reciben cuidados y protección de su comunidad tienen más probabilidades de salir de una relación violenta, pero para las que viven en otro pueblo, otra ciudad u otro país es más difícil, porque cuando no tienes redes eres más dependiente y te sientes más vulnerable. 

Si no tienes gente querida que te ayude a salir (a menudo es un proceso que dura semanas o meses), pide ayuda a profesionales de los servicios sociales y de la salud mental, o a las asociaciones y colectivas de mujeres más cercanas. Muchas médicas y doctoras de familia ya tienen la formación para ayudarnos a todas en los centros de salud.

También tus vecinas y compañeras de estudio y de trabajo pueden ayudarte: sean o no feministas, hay muchas mujeres sororarias en el mundo. Las mujeres desde siempre nos hemos ayudado entre todas, porque llevamos milenios sufriendo, resistiendo y haciendo frente a la violencia en todas sus formas. 

Entre todas nos escuchamos, nos cuidamos y nos arropamos: todas sabemos lo difícil que es tomar conciencia de lo que nos está pasando, lo mucho que nos cuesta después hablar de ello, y la odisea que supone dar el paso hacia la liberación. 

Sabemos respetar los tiempos de cada una y acompañar todo el proceso de una forma amorosa. 

Sabemos, también, celebrar las liberaciones de cada una de nosotras, y acompañarnos en el camino hacia una nueva vida.


No lo hagas sola, déjate acompañar: solas no siempre podemos, pero con amigas, compañeras y vecinas sí que se puede.


Coral Herrera Gómez 


6 de octubre de 2024

Diana y Las Sabinas: Madres Autónomas en lucha




Diana Luz Vázquez: "Salvavidas para madres solteras autónomas. Un manual de respuestas para maternar en solitario", Editorial Planeta, México, 2024.

 Prólogo de Coral Herrera 


Solas no podemos. Juntas sí.

Un día de verano, Diana Luz se detuvo en medio de la calle, miró hacia las copas de los árboles y se dio cuenta, de pronto, que el calvario por el que estaba pasando y el dolor que sentía, no solo era suyo. Lo compartía con más de 4 millones de mujeres en México, y con cientos de millones de mujeres en el mundo. 

Diana había leído mucho sobre feminismo, y por eso sabía que nuestros problemas no son solo personales, son colectivos, porque afectan a millones de mujeres. 

Y sabía también que las soluciones no son solo individuales, son ante todo sociales. 

Por eso mientras estaba luchando por los derechos de su hija, comenzó a ayudar a otras madres y juntas comenzaron a pedir justicia para todas las niñas y niños de México que sufren el abandono de sus padres. 

Un día las sabinas tomaron conciencia de que en realidad eran millones, y que sólo tenían que juntarse y organizarse:  gracias al movimiento YoSíTeCreo y al Movimiento YoTambién - MeeToo, se dieron cuenta de que el pacto de silencio que protegía a los hombres se había roto para siempre. 

Ahora muchos hombres tienen miedo de ser acusados por todos los abusos y las violencias que han cometido, porque saben que las víctimas han comenzado a hablar y ya no gozan de la protección de antes. 

Lo mismo les está pasando ahora a los padres ausentes y a los deudores alimentarios: las mujeres están rompiendo su silencio, y están organizadas: los padres abandónicos ya no disfrutan de la impunidad de antaño. 

Durante siglos, los hombres han abandonado a sus hijos e hijas, han reconocido a unos y han repudiado a otros, han ejercido las paternidades desde la ausencia, y han podido hacerlo porque las leyes, el poder judicial, y la sociedad entera, se lo han permitido. 

Hasta ahora. 

Porque después de muchos años de lucha, Diana Luz, la autora de este libro, ha conseguido que se apruebe la Ley Sabina a nivel federal en México. El objetivo de esta ley es crear un registro nacional de deudores alimentarios abiertos al público, que el Estado asuma el costo de la prueba de ADN, que los padres deudores no puedan salir del país, y que el poder judicial deje de ampararlos y protegerlos, y apliquen la ley.    

Cuando conoces a Diana en persona te quedas fascinada: tiene una luz extraordinaria. Es una mujer muy valiente y generosa que ha sufrido mucho en su propio proceso, y que ha luchado con todas sus fuerzas para que se haga justicia. 

Empezó exponiendo sola al padre de su hija, se unieron más madres a ella, y hoy ya tenemos una red de mujeres inmensa que no para de crecer: ya ha desbordado las fronteras de México y han creado una Coordinadora Internacional de Madres Autónomas en las que participan activistas de Argentina,Uruguay, Colombia, Venezuela, Perú, Ecuador, Guatemala, Paraguay, y recientemente, España. 

Diana Luz Vázquez es una mujer muy inteligente, muy trabajadora y muy comprometida que está ayudando a miles de mujeres en el mundo a abrir los ojos y a luchar por sus derechos: gracias a ella y a sus compañeras, muchas infancias van a poder tener su pensión alimenticia, y los hombres van a ir perdiendo sus privilegios.

Algunos están furiosos porque para ellos la pensión es un arma de guerra: les sirve para hundir a la madre de sus hijos en la pobreza o en la precariedad, y lo hacen por puro odio.

Muchos se dedican a humillarlas con pensiones de 2.000 o 3.000 pesos, y la mayoría tiene dinero para pagar buenos abogados. No pagan la pensión porque no tengan dinero: lo hacen porque son machistas y han sido educados bajo la idea de que las mujeres somos malvadas y nos embarazamos adrede para sacarles la plata y romperles el corazón. 

En el imaginario colectivo del patriarcado persiste la idea de que las mujeres malas son mujeres desobedientes, libres, odiosas, manipuladoras, y que los hombres deben defenderse de ellas, y tratarlas como se trata a tu peor enemigo. 

El odio contra las mujeres se llama misoginia, y parte del miedo y la desconfianza que sienten los hombres contra todas las mujeres. Es un miedo que les lleva a domesticarnos cuando estamos en pareja, o a castigarnos cuando ya no lo somos. 

Piensan que todo lo que hacen (ocultar sus bienes, vaciar sus cuentas bancarias, mentir ante el juez, hacer acusaciones falsas contra la madre de sus hijos) lo hacen en defensa propia, pero además es que disfrutan haciéndolo: viven en guerra permanente contra sus hijos e hijas, y contra la madre. 

El mayor placer es hundir a la mujer en la pobreza o la precariedad, por eso no pagan la pensión. Es una forma de castigo y de venganza, contra ella y contra sus propias criaturas. Se vengan de ellas haciéndole daño a sus propios hijos e hijas, atentando contra los derechos fundamentales de la infancia, y haciéndoles sufrir, pues saben que no hay nada más doloroso para los niños que un padre que no les quiere, y que vive obsesionado con hacerles daño. 

Estos hombres actúan así porque saben que las madres apenas cuentan con recursos para hacer frente al proceso, y que los jueces están de su lado. Saben que la sociedad está de su lado. 

Hasta ahora, porque gracias a este libro vamos a saber cuales son sus estrategias, qué armas tienen, y cómo hacer para protegernos entre nosotras, y lograr que nos proteja la ley. 

El Estado debería promover las paternidades corresponsables, y la industria cultural poner de relieve el papel de los hombres capaces de cuidarse a sí mismos, y de cuidar a sus seres queridos. 

Necesitamos referentes de masculinidades positivas, de padres amorosos que se vuelcan en la crianza al mismo nivel que las madres, sean o no pareja. 

Muchos adultos viven traumados por el dolor que les causó un padre que no solo no les quería sino que además pasó años intentando hacerles la vida imposible y usando su poder para destrozarles la existencia, a ellos y a su madre. Se preguntan de dónde viene tanto odio, y resulta que está en toda nuestra cultura: canciones, telenovelas, series de televisión, películas… también en redes sociales encontramos miles de discursos de odio contra las mujeres. 

Este odio es el que sienten los proxenetas, los violadores, los femicidas, solo que en este caso también niñas y niños indefensos son víctimas del machismo. 

Ellas y ellos son los más vulnerables, y por ellos luchan las madres autónomas y las madres protectoras. 

En este libro Diana nos demuestra que cuando las mujeres nos juntamos, estudiamos e investigamos juntas, y adquirimos conocimientos sobre las leyes, podemos cambiarlas y mejorarlas, podemos ampliarlas, podemos presionar al poder judicial y al ejecutivo, podemos concienciar a la sociedad, podemos sensibilizar a los medios de comunicación y formar a las instituciones.

Hasta ahora las mamás autónomas estaban solas, pero la ley Sabina es una demostración de que sí se puede cuando nos juntamos. 


Diana Luz estuvo años luchando para que su hija Sabina tuviera su pensión, y se dio cuenta de que la mejor manera era exponer a los padres públicamente. Y resulta que suele ser más efectiva esta estrategia que confiar en el buen hacer de los jueces. 

No es sólo que la denuncia pública es una medida de presión para los hombres, además es una herramienta muy útil porque todas las mujeres pueden acudir a las listas para saber si sus parejas son padres abandónicos: cada vez hay menos hombres protegidos por el silencio. 

La autora se convirtió en una experta en el laberinto administrativo y judicial, y en este libro detalla de una forma muy amena todo el proceso que tiene que atravesar una madre para demandar la pensión alimenticia al padre abandónico. Los saberes que comparte en esta obra son muy útiles tanto para las madres como para las profesionales que trabajan en el área social: abogadas, psicólogas, orientadoras, trabajadoras sociales, educadoras, terapeutas, y expertas en leyes. 

En este libro Vázquez nos enseña a manejar los conceptos más básicos del proceso judicial, nos cuenta los obstáculos que nos vamos a enfrentar en el camino, y cómo podemos hacerle frente. Nos proporciona cientos de buenos consejos, y nos orienta para ahorrar tiempo y dinero. 

Denunciar a los padres que abandonan a sus hijos e hijas es un proceso complejo pero Diana nos muestra por dónde empezar, y cómo llegar hasta el final de forma tan clara y sencilla. No solo resuelve dudas técnicas y nos explica las diferentes estrategias a seguir, sino que además nos cuenta su historia y otras historias de mujeres que lo lograron

A lo largo de toda la obra, mezcla su experiencia con el contexto en el que vive: nos da muchos datos sobre México y el contexto internacional para que podamos comprender la magnitud del problema, y para que podamos conocer nuestros derechos. 

Además, también nos cuenta cómo cuidarnos, cómo protegernos, como cuidar a nuestras criaturas, cómo hablar con ellas del tema, cómo explicárselo a la familia y a los amigos, y cómo cuidar los grupos de apoyo mutuo entre mujeres. 

Vázquez nos ofrece una mirada del problema desde todas sus dimensiones: política, económica, legislativa, cultural, social y emocional.

Nos cuenta por qué los hombres abandonan a sus criaturas, por qué las personas más pobres del mundo son las mujeres que encabezan los hogares monomarentales, por qué las leyes han permitido a los hombres desentenderse de sus obligaciones como padre, y por qué es tan importante pedir justicia para nuestras criaturas. 

También nos cuenta cómo cuidar nuestra salud mental y emocional durante todo el camino, cuáles son los sentimientos que experimentan las madres cuando sus parejas abandonan a las crías que tienen en común, y con su propia experiencia nos cuenta de dónde sacó fuerza ella para la batalla personal y colectiva que emprendió hace unos años. 


¿Sabéis lo más hermoso de Diana Luz? Que ella cree en un mundo mejor, y que sabe que su sueño puede hacerse realidad si lucha día a día: esta batalla por los derechos de la infancia y de las madres autónomas es su forma de aportar a la construcción de un mundo más justo y amoroso. 

Su energía es contagiosa, su sabiduría y generosidad es admirable: en este libro ha volcado todos sus saberes, y ha dado voz a las madres protectoras que están luchando contra todo un sistema que las penaliza y las culpabiliza de los abusos y las violencias que sufren ellas y sus criaturas. 

Cada mujer que gana un juicio y logra la pensión para sus crías, está abriendo el camino a todas las que vienen detrás. No es un proceso fácil, pero cuantas más mujeres luchen por sus derechos, más cambios tendrán que hacer las autoridades para facilitar el proceso, y para obligar a los padres a cumplir con sus obligaciones. 

Se acabó el silencio. 

Se acabó la impunidad.

Cuando Diana logró que su hija tuviera sus derechos garantizados, siguió luchando para convertir su batalla en un movimiento social. Gracias a su determinación y su compromiso, hoy hay grupos de sabinas en todas las ciudades y en muchos pueblos de México sacando sus tenderetes con las fotos de los deudores alimentarios, con sus nombres y apellidos. 

Queda mucho trabajo por hacer para transformar al poder judicial que protege a los deudores, para concienciar a una sociedad que mira para otro lado, para señalar a los  medios que justifican a estos señores y lavan su imagen. 

Pero esta ola es ya imparable, porque las madres saben que tienen razón, y les ampara la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y la Declaración de los Derechos del Niño y la Niña.

Diana y las sabinas quieren construir un mundo libre de violencias en el que los niños y las niñas tengan sus derechos garantizados. Reivindican unas maternidades dignas: todos los seres humanos tenemos derecho a tener derechos, y en nuestro sistema patriarcal, el colectivo de personas que menos derechos tienen son las madres que lideran los hogares monomarentales, porque ellas son las que sufren más pobreza y explotación. 

La autora nos ayuda a tomar conciencia de lo duro que es ser madre en esta sociedad, y la odisea que supone hacerlo en solitario. Las madres que crían solas están obligadas a trabajar dos jornadas laborales, una dentro y otra fuera de casa, y al mismo tiempo deben criar y educar a sus hijos e hijas sin ningún tipo de apoyo. 

Un solo salario no alcanza: las madres que crían solas no tienen tiempo libre, no tienen días de descanso ni vacaciones, no tienen apoyos para conciliar la vida laboral y los cuidados, no encuentran más que trabas para poder sobrevivir en un mundo que les pide a las mujeres que no sean egoístas y tengan más descendencia, pero luego cuando son madres, las abandona. 

Son las que más problemas de salud tienen debido a la sobrecarga de trabajo, pero la sociedad lo único que hace es darle pastillas contra la depresión. A nadie le preocupa el agotamiento y la angustia que les causa la precariedad económica, ni la violencia que ejercen los padres obligándolas a gastar dinero en abogados y abogadas. 

A nadie le preocupa que las madres con bebés no puedan ir a trabajar: el mundo entero asume que tendrán el apoyo de otras mujeres de su familia, y que entre todas saldrán adelante. Porque ha sido así desde siempre: las mujeres nos hemos cuidado y apoyado entre nosotras. 


¿Y qué es lo que les pasa a los hombres? Que sienten un profundo rechazo con todo lo que tiene que ver con el amor, los cuidados, la ternura. Los hombres tienen un miedo tremendo al amor, y también a la vida. Se resisten a cambiar y se aferran a sus privilegios intentando frenar los avances de las mujeres. 

Esta resistencia es feroz para algunos hombres que no soportan que las mujeres vayan conquistando derecho a derecho, porque sienten que se está acabando su mundo, y patalean porque no quieren que nada cambie. Antes ellos podían tener miles de hijos por el mundo sin preocuparse lo más mínimo, y ahora ya no. Y por eso están tan rabiosos: porque no pueden hacer nada parar el feminismo y para que nada cambie.  

Es cierto que algunos hombres sí se están adaptando a los nuevos tiempos y están empezando a disfrutar de su paternidad, y a asumir plenamente toda su responsabilidad en la crianza y educación de sus descendientes. Pero aún son muy pocos. 

Nosotras no podemos seguir esperando a que los hombres cambien: si ellos no quieren cuidar a sus crías, el Estado tendrá que obligarles a cumplir sus obligaciones y a mantenerlas económicamente. 

La lucha de las sabinas es mundial, porque en todos los países los jueces protegen a los padres abandónicos: si ellos deciden ejercer su paternidad, les otorga privilegios de padre. Si ellos deciden no ejercerla, les otorga impunidad total. 


Los padres abandónicos, además, están organizados: se ayudan entre ellos a eludir el pago de la pensión, comparten información y estrategias para evadir la justicia. Antes contaban con apoyo social: ahora ya la sociedad no puede seguir mirando para otro lado, porque el mundo se está llenando de madres que buscan a sus hijos e hijas desaparecidas, de madres que luchan contra el abuso y la violencia sexual contra la infancia, madres que luchan contra la violencia escolar, madres que luchan contra la explotación sexual y contra la violencia vicaria. 

Diana ha abierto el camino de las madres autónomas en México y América Latina, y sabe que hoy la información es poder: por eso comparte sus experiencias y saberes con todas las madres autónomas, porque sabe que cuantos más conocimientos tengamos, y más apoyos reunamos, más recursos y más fuerza tendremos para luchar. 


El 8 de marzo desfié con las sabinas en Ciudad de México y fue una experiencia inolvidable. Sentí un orgullo enorme al verlas con su tenderete denunciando a sus deudores en público, y una tremenda ternura al ver a sus crías marchar orgullosas junto a sus mamás. Antes cada una de esas mamás estaba sola, y desesperada, ahora están unidas, y se dan apoyo mutuo, y siguen presionando para que el Gobierno y el poder judicial pongan en marcha la ley y apliquen las medidas necesarias para acabar con la impunidad masculina.

Cuando me despedí de ellas pensé, ojalá el mundo se llene de sabinas y ojalá los hombres tomen pronto conciencia de lo importante que es la paternidad. El mundo está lleno de mujeres y hombres heridos por culpa de la ausencia o el abandono del padre, algunos tan traumados que pasan la vida sufriendo emocional y psíquicamente, y lo podemos ver en muchos relatos de nuestra cultura: novelas, películas, cuentos, series de televisión…

Es uno de los grandes temas de la Humanidad: el abandono parental y las huellas profundas que deja en nuestro corazón y nuestra psique. 

Muchos de los padres que abandonan fueron abandonados. Ya es hora de romper esa cadena de padres abandónicos que se suceden generación tras generación. Ahora les toca a los hombres usar anticonceptivos si no quieren tener hijos, o volcarse en la crianza si quieren tenerlos. 

La mayoría de los hombres no se responsabilizan porque creen que cuidar es cosa de mujeres, y que nosotras debemos ser las que saquemos adelante a las criaturas mientras ellos siguen su vida como si nada. 

Las leyes han apoyado a estos hombres durante muchos años, hasta el punto de que les permite desentenderse de sus criaturas y luego en la vejez exigirles cuidados y dinero. Los que no pagan pensión alimenticia cuando son jóvenes, la piden cuando envejecen y ya no pueden valerse por sí mismos. Es una tremenda injusticia que los hombres sigan manteniendo el privilegio de recibir cuidados sin darlos. 

Del mismo modo que las mujeres nos incorporamos masivamente al mundo laboral, los hombres tienen que incorporarse masivamente al sistema de cuidados. No vamos a lograr la igualdad hasta que los hombres aprendan a cuidarse a sí mismos, a cuidar a sus padres y madres, a sus bebés, a sus familiares enfermos o con discapacidad, y tienen que aprender a cuidar también los espacios que habitan y el planeta en el que viven. 

Los gobiernos aún no están implicados a fondo en el cambio que necesitamos para construir una sociedad más justa e igualitaria, basada en la Ética del Amor y la Filosofía de los Cuidados, pero las personas que trabajamos por un mundo mejor sabemos que la herramienta fundamental es la pedagogía. 

Nosotras, las mujeres feministas, estamos educando a nuestros hijos e hijas para que entiendan que sin cuidados no hay vida, y que no es justo que las mujeres sean las únicas que cuiden. 

Nosotras estamos tomando conciencia de que no hemos nacido para servir, ni para sufrir, ni para sacrificarnos: no somos las criadas de los hombres, y no tenemos por qué asumir sus obligaciones. Nosotras tenemos derecho a tener derechos, y nuestras criaturas se merecen una vida buena con todas sus necesidades cubiertas, y sus derechos garantizados. 

Mientras los hombres siguen resistiéndose a cuidar y a asumir sus paternidades, nosotras tenemos que seguir luchando para que el Estado se haga cargo del problema y obligue a los deudores a realizar sus pagos mensuales y los gastos extraordinarios que necesitan sus hijos e hijas.

Nosotras no tenemos por qué estar todos los meses pidiendo a los padres de nuestras criaturas que depositen la plata, ni tenemos por qué encargarnos de perseguirlos para que no se atrasen: es el Estado el que debe exigirles el pago cada primero de mes. 

Es el Estado el que debe vigilar que las leyes se cumplan y que los niños y las niñas tengan el dinero necesario para poder tener una vida digna. 

Es el Estado el que debe proteger a las madres y a las infancias, y para ello necesitamos que la sociedad entienda la problemática, tome conciencia, y apoye nuestras reivindicaciones. 

Adquirir este libro es una forma de apoyar la lucha de las sabinas, pero también es un salvavidas y un manual de supervivencia que ayudará a las madres y a las profesionales que trabajan con mujeres e infancia a denunciar individual y colectivamente a los padres abandónicos. 


Lo más importante es que todas nosotras tengamos una red de apoyo para poder desahogarnos, para sentirnos escuchadas y acompañadas, para protegernos entre nosotras, para compartir información, para comprender el sistema judicial, para obtener recursos, para compartir los momentos duros y para celebrar las victorias. Cuando las mujeres compartimos nuestros saberes y nuestras herramientas, vamos dando pasos, y vamos avanzando todas juntas. 

Me llena de esperanza pensar que este libro va a ayudar a miles de mujeres, niñas y niños, y de que la red que está tejiendo Diana de madres que luchan por todo el mundo va a ser cada vez más gigantesca. 

La suya es una lucha histórica: algún día cuando echemos la vista atrás, nos parecerá una monstruosidad los datos sobre la cantidad de niños y niñas abandonadas por sus padres en la actualidad. Nos preguntaremos, ¿cómo la sociedad pudo permitir tanta violencia contra las infancias?, ¿cómo el Estado pudo permitir a los padres abandonar a sus hijos e hijas?, ¿cómo fue posible que tantos hombres huyeran de sus responsabilidades parentales, sumiendo a sus hijos e hijas en la pobreza?

Aún nos queda mucho camino que recorrer, pero hay que ir celebrando todas las victorias, una a una, y hay que conseguir que la lucha de las sabinas llegue poco a poco a más países y se convierta en una de las principales reivindicaciones del feminismo. 

Vamos a lograr que la sociedad tome conciencia del problema, que proteja a las infancias, que ponga los cuidados en el centro, y que apoye a las madres que crían solas. 


Juntas sí podemos.


Coral Herrera Gómez

Aquí para saber más sobre la Ley Sabina 

Aquí puedes seguir a Diana Luz Váquez

Ya puedes leer  en papel o escuchar el audiolibro de Diana Luz Vázquez: "Salvavidas para madres solteras autónomas. Un manual de respuestas para maternar en solitario", Editorial Grijalbo, México, 2024.





Coral Herrera Gómez Blog

Formulario de contacto

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *

Únete al Laboratorio del Amor

Únete al Laboratorio del Amor
Para saber más pincha en la imagen

Regalos

Regalos
Visita mi tienda