30 de abril de 2023

Escuelas libres de violencia: propuestas para erradicar el sufrimiento infantil y juvenil




Decálogo para construir escuelas libres de abuso y violencia.

1. Lo primero es poner el foco en la violencia que sufren niñas y niños en sus hogares. Los índices de maltrato y abuso sexual infantil en las familias nos muestran que los niños y las niñas sufren mucha violencia desde su más tierna infancia, y aprenden a normalizarla.


2. Es en casa también donde los niños y las niñas sufren exposición a la violencia en las pantallas. Aprenden , desde muy pequeños a disfrutar con el espectáculo de la violencia, a divertirse viendo como otros sufren, primero, y luego a divertirse haciendo sufrir a los demás. Primero la normalizan, luego la interiorizan, y luego se hacen adictos a las emociones fuertes. Los niños y las niñas acostumbradas a la violencia necesitan cada vez más dolor, más sangre, más crueldad para entretenerse. Por eso cuando empiezan a ver porno,  necesitan ver imágenes cada vez más fuertes y más duras, así es cómo aprenden a excitarse viendo a mujeres humilladas y sometidas a todo tipo de castigos corporales. El siguiente paso es grabar sus propios vídeos pornográficos y compartirlos con sus amigos.


3. Necesitamos urgentemente una ley contra la violencia en los centros educativos, para que las víctimas puedan contar con un grupo de cuidados, y para que los agresores sean observados en todo momento. Para que la institución educativa se tome en serio la ley, es fundamental que incluya la responsabilidad penal de los miembros de la directiva. 


4. Necesitamos campañas de sensibilización y talleres de formación para el profesorado, el alumnado, y madres y padres en la cultura de la no violencia y los buenos tratos. Formación en la ética del amor y la filosofía de los cuidados, educación sexual y emocional, que les permitan adquirir herramientas para resolver los conflictos sin violencia, y para aprender a identificar las violencias que sufrimos, y las que ejercemos. 


5. Necesitamos vacunas para prevenir las principales enfermedades de transmisión social: machismo, racismo, xenofobia, clasismo, misoginia, lesbofobia, etc. La vacuna consiste en educación para los derechos humanos, y herramientas para aprender a usar tu poder, y a ser buena persona.


6. Necesitamos tomar conciencia de que todos y todas sufrimos violencia, y también la ejercemos contra los demás. El mundo no está dividido en buenas y malas personas: todos nos hacemos daño, y apenas tenemos herramientas parea resolver conflictos sin violencia. Nos herimos unos a otros no solo físicamente, sino también emocional y psicológicamente. Nuestras relaciones son dolorosas porque abusamos de los demás, y les tratamos mal. No nos hemos dado cuenta aún de que hacer sufrir a alguien en beneficio propio es violencia, porque hace daño. No nos hemos dado cuenta de que vivimos en un estado permanente de guerra, sobre todo las mujeres, que tenemos que batallar en las guerras dentro de casa y fuera de ella: en las aulas, en los centros de trabajo, en la calle, en los espacios de ocio... Si la sociedad entera rechazase la violencia en todas sus formas, si nos resultara insoportable el aumento de violaciones grupales, las cifras de acoso escolar, los suicidios infantiles. Entonces los políticos tratarían el tema como un asunto urgente. Ahora mismo lo que están haciendo la mayor parte de los adultos es hacer como que la violencia no está sucediendo, y los medios de comunicación hacen lo mismo que con la violencia machista: nos presenta cada caso como si fuera un caso aislado, un suceso excepcional, para que no tomemos conciencia de la dimensión del problema. 


7. Defender a capa y espada a nuestros hijos e hijas cuando hacen daño a los demás no les ayuda en nada. Creer que tus hijos siempre actúan en defensa propia solo porque ellos lo dicen, es muy peligroso. Los centros de menores con delitos por violencia están llenos de niños que nunca tuvieron límites de ningún tipo. Es curioso como en casa, muchos se preocupan por el sufrimiento de sus hijos, pero a pocos nos da miedo que sean nuestras hijas e hijos los agresores. En las escuelas, tanto la directiva como el profesorado, los padres y las madres, tienen que dejar de proteger a los agresores y agresoras, y el alumnado tiene que unirse y perderles el miedo. La mayor parte de la gente violenta está protegida por el silencio y el miedo: en cuanto se ven solos y rechazados por el grupo, dejan de atacar.  

 

8. El negacionismo y la indiferencia son también una forma de violencia contra las víctimas. Las personas adultas utilizan diferentes técnicas para negar y minimizar el abuso y el acoso: lo presentan como una pelea entre dos iguales, acusan a la víctima de exagerar, culpabilizan a la víctima diciendo que provoca al agresor, etc. Esta protección genera impunidad en los menores violentos, y deja a las víctimas completamente indefensas.


9. Grupos de Cuidados para alumnado y profesorado, para que todo el mundo se sienta tranquilo y confiado en las escuelas. Grupos autónomos basados en el compañerismo y el apoyo mutuo, que ayuden a los más pequeños cuando entran en el colegio, y al alumnado con necesidades especiales y con discapacidades. Estos grupos podrían proteger a los que sufren burlas crueles, humillaciones, insultos, y acoso, y podrían enfrentarse a los agresores. También podrían ayudar a los agresores a que entiendan el daño que están haciendo, especialmente en el caso de los menores que acosan y violan en manada, pues muchos creen que es una forma de divertirse como otra cualquiera. Lo ven a diario en sus pantallas, y aunque saben que es un delito, muchos creen que amenazando a las víctimas no se atreverán a denunciar. También saben que para los menores de 14 no hay consecuencias penales. Así que necesitan ayuda para trabajar su misoginia y para desarrollar la empatía y la solidaridad, y es probable que les ayudase mucho recibir esas herramientas de sus propios compañeros y compañeras. 


10. Responsabilidad social: las industrias culturales y los medios de comunicación deberían plantearse su papel como principales transmisores del patriarcado y de la cultura de la violencia. Siguen mitificando, glorificando y promoviendo la violencia, y nos la ofrecen espectacularizada como entretenimiento. No tenemos apenas referencias de masculinidades no violentas, de hombres que consigan sus objetivos o logren sus metas sin usar la fuerza física. Necesitamos héroes y heroínas libres de estereotipos y mitos patriarcales, modelos a seguir que sean capaces de resolver sus conflictos sin violencia.


Coral Herrera Gómez


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