28 de septiembre de 2022

Los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres

 



  • Todas las mujeres tenemos derecho a disfrutar de una sexualidad placentera. Tenemos el derecho a decidir de forma libre, autónoma e informada sobre nuestro cuerpo y nuestra sexualidad.

  • Todas las mujeres tenemos derecho a vivir una sexualidad plena y segura, a expresar y a vivir nuestro deseo sexual sin miedo, y a relacionarnos en libertad con hombres o mujeres. 

  • Tenemos derecho a vivir unas relaciones libres de violencia, y a que no se nos someta a ningún tipo de tortura ni a tratos crueles, inhumanos o degradantes. Ni en la infancia, ni en la adultez.

  • Todas las mujeres tenemos derecho a no ser compradas, vendidas, prostituidas, regaladas o intercambiadas, y a vivir libres de la Trata y la explotación sexual y reproductiva. 

  • Todas tenemos derecho a la vida y a la salud, y a no morir durante el embarazo, en abortos clandestinos, o en el parto.

  • Todas tenemos derecho a una vida libre de abuso y violencia sexual, y libre de mutilación genital femenina, matrimonios forzados, maternidades forzadas, y esclavitud sexual o reproductiva. 

  • Las mujeres tenemos derecho a decidir libremente con quién(es) queremos relacionarnos, y con quien queremos compartir nuestra intimidad, nuestro deseo, placeres y/o afectos, de manera libre y autónoma.

  • Las mujeres tenemos derecho a vivir sin pareja, y a separarnos y romper nuestros vínculos de pareja cuando queramos, sin sufrir presiones, coacciones ni violencia por ello.

  • Las mujeres tenemos derecho a recibir educación sexual y emocional, al acceso libre a la información científica sobre sexualidad, y a tener las herramientas que necesitamos para poder tener una vida sexual segura y placentera. 

  • Todas las mujeres tenemos derecho a ejercer y disfrutar plenamente nuestra sexualidad, y tenemos derecho a tener acceso a métodos anticonceptivos y de protección para evitar embarazos y ETS (enfermedades de transmisión sexual)

  • Todas tenemos derecho a interrumpir embarazos no deseados en el sistema sanitario, en condiciones dignas, y sin poner en peligro nuestras vidas. Tenemos derecho al aborto legal, seguro y gratuito para todas. 

  • Tenemos derecho a decidir de manera libre e informada sobre nuestra vida reproductiva, si deseamos o no tener hijas(os), cuántas(os), cada cuánto tiempo, y con quién (es) 

  • Tenemos derecho a que se respete nuestra privacidad e intimidad y a que se resguarde confidencialmente nuestra información personal en todos los ámbitos de nuestra vida, incluyendo el sexual. 

  • Tenemos derecho a manifestar públicamente nuestros afectos, sin sufrir discriminación ni violencia por nuestra orientación sexual, o nuestra forma de vivir y expresar nuestro amor. 




Más información sobre derechos sexuales y reproductivos: 





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Abolición de la explotación, abolición del patriarcado



Los cinco pilares sobre los que se asienta el patriarcado son:


La explotación doméstica

La explotación laboral

La explotación emocional

La explotación sexual

La explotación reproductiva


De las mujeres 


El patriarcado es explotación de mujeres, la explotación es violencia, y la única manera de acabar con ella es acabar con el abuso, la desigualdad y la pobreza.

Las víctimas de la explotación son las mujeres, que son las que ponen el cuerpo, la energía y el tiempo para que los hombres  ganen dinero, se reproduzcan y vivan como reyes en sus casas.

Todo nuestro sistema depende del altruismo, de la generosidad, de la entrega de las mujeres, y no podría sobrevivir sin el trabajo gratis o precario de las niñas y las mujeres más pobres del mundo. 

Estamos hablando de casi 11 billones de dólares al año, es lo que aportamos las mujeres con nuestro trabajo invisible de cuidados y servicios a los hombres. 

Pero hay mucho más.

Los hombres ricos ganan millones de dólares con la industria de los cuerpos: porno, prostitución y trata, alquiler de mujeres y compraventa de bebés, más la industria de las clínicas de estética, 

todos son negocios de hombres, y todas las que ponen su cuerpo son mujeres.

Que las mujeres puedan explotarse a sí mismas no es un acto de libertad y no es una reivindicación feminista: el feminismo lleva siglos luchando contra la pobreza, la explotación, y la violencia que sufren las mujeres más pobres y oprimidas del planeta.

El feminismo es un movimiento contra la dominación y la violencia que defiende la idea de que todas las mujeres tenemos derecho a tener derechos. 

Las mujeres feministas luchamos para que todas las mujeres podamos tener una vida libres de pobreza, explotación, sufrimiento y violencia.

También luchamos contra los mitos del patriarcado que nos quieren hacer creer 

que vinimos al mundo a servir a los hombres y a ayudar a los ricos, 

que el trabajo gratuito es amor, 

y que las mujeres pobres son libres para hacer lo que quieran con su cuerpo. 


No hay libertad cuando hay necesidad. 

Así que para que las mujeres podamos ser libres, hay que abolir la explotación en todas sus formas, 

no legalizarla.


Coral Herrera Gómez 


26 de septiembre de 2022

¿Qué es la explotación emocional?



Él le pide a ella que sacrifique su carrera porque sabe que está muy enamorada. 

Él le pide a ella que se mude de país o de ciudad para estar con él, todo el mundo lo verá como un acto de amor.

Él le pide a ella que se encargue de cuidar los hijos de ambos, porque sabe que ella ha sido entrenada para entregar su vida entera al hombre que ama.

Él sabe que gracias al amor romántico ella será su sirvienta y se encargará sola de todo el trabajo del hogar, porque lleva toda su niñez y adolescencia soñando con cuidar a un hombre.

Él sabe que puede mentirle y engañarle cuanto quiera porque ella sufre dependencia emocional y baja autoestima, y soportará lo que haga falta con tal de estar en su vida.

Él sabe que puede dejarla y volver con ella cuantas veces quiera, y ella estará siempre dispuesta a perdonarle. Él sabe que ella cree que sin él no es nada, no es nadie.

Él sabe que puede gastarse el dinero de ambos en el bar, en el casino, en las casas de apuestas, en el burdel, en webs de porno, en sus amantes y amigas, dónde le de la gana, porque ella vive por y para él.

Él le pone los cuernos porque sabe que ella aguantará, y al final se resignará, como todas. 

Él sabe que ella renunciará al sexo y al amor con otras personas para que él pueda sentirse importante. Sabe que por ser hombre tiene el privilegio de ser el único que puede tener una vida sexual variada y diversa.

Él sabe que cuando ya no tenga la potencia sexual y empiece a envejecer, las demás mujeres desaparecerán y ella seguirá cuidandole y demostrando cada día su amor.

Él sabe que no morirá solo porque ella es leal y seguirá con él hasta el final. 

Él sabe que puede manipular sus emociones para controlarla y someterla porque ella es adicta al amor romántico desde muy pequeña.

Él sabe que ha sido educada para entregarse al amor, para darse por completo, para servir, sufrir, aguantar y soportar. 

Él se aprovecha de su miedo al abandono, él sabe que ella tiene miedo a la soledad, sabe que busca en él todo el amor que nunca tuvo en la infancia, sabe que está hambrienta de amor, protección y muestras de cariño.

Él sabe que ella no se quiere a sí misma y busca a su papá en los hombres, sabe que necesita la aprobación masculina para sentirse valiosa, sabe que su autoestima depende del deseo sexual o el amor que inspire en los hombres.

Él sabe que ella no soporta estar sola, que no tiene autonomía, que no sabe cuidarse a sí misma, que no se siente una mujer adulta y responsable y que necesita un Salvador. 

Él sabe que se arrastrará detrás de él lo que haga falta, que perderá su dignidad cuando sea necesario, que podrá tratarla mal para domesticarla, y que cuanto más sufra, más poder tendrá sobre ella. 

Él sabe que ella cree que su sufrimiento tendrá recompensa, y que la han hecho creer que cuanto peor lo pase, antes llegará al paraíso romántico. 

Sabe que se auto engañará todo lo que pueda, y que los demás le dirán que aguante, que el amor todo lo puede.

Sabe que ella no le va a dejar, sabe que bastará con unas palabras bonitas y unas flores para tenerla tranquila y para vivir como un rey.

Y sabe que puede tener no solo una, sino varias mujeres necesitadas de amor.

Y se aprovecha, y abusa, y disfruta de su poder. 

Se llama explotación emocional, y es uno de los cinco pilares sobre los que se configura el patriarcado: explotación doméstica, explotación laboral, explotación sexual, y explotación reproductiva. 

La explotación emocional consiste en abusar de una o varias mujeres que te aman, y en aprovecharte de su necesidad de amor, para obtener sexo y cuidados, pero también para obtener dinero, recursos, y toneladas de trabajo gratis.

Este privilegio de los hombres para disponer a su antojo de mujeres enamoradas es abuso, y es violencia machista y patriarcal.

La explotación de las mujeres es la base de nuestro sistema económico, y mientras sigamos educando a nuestras niñas para que sean yonkis del amor, siervas del Señor y vivan de rodillas frente a él, ellos podrán vivir como Dios.

Por eso es tan importante luchar por la autonomía económica y emocional de las mujeres, ofrecer a las niñas referentes de mujeres libres, y eliminar al príncipe azul de los cuentos que les contamos. 

El antídoto más efectivo contra la explotación emocional y sentimental es que todos los hombres tomen conciencia de que la explotación emocional es tan violenta como el resto de las explotaciones.

También es fundamental que todas nosotras tengamos claro que no vinimos al mundo a sufrir, 

que el amor debe ser recíproco, y si no es recíproco, es explotación emocional 

y los cuidados deben ser siempre mutuos, y si no son mutuos, son explotación doméstica. 

Coral Herrera Gómez 


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23 de septiembre de 2022

Los hombres y las víctimas de la Explotación Sexual y la Trata


Hoy 23 de septiembre es el Día Internacional contra la Trata y la Prostitución, un buen día para que los hombres reflexionen y hablen consigo mismos y con otros hombres sobre la tortura y la explotación sexual de mujeres y niñas.

Las personas que alquilan mujeres son en un 97% de los casos hombres. La mayoría de ellos creen que el intercambio de sexo por dinero no es violencia, sino una transacción comercial como otra cualquiera.

A la mayoría no les importa cómo han llegado hasta allí, ni se preocupan por la salud de las mujeres, si tienen o no papeles, si están ahí porque quieren u obligadas, si les da asco o no. 

Afirman que ellas son libres para consentirlo y que muchas lo hacen porque quieren. 

La mayoría de ellos no se para a pensar en cómo debe ser tener relaciones sexuales sin deseo, obligadas por la necesidad o por la violencia. Sólo piensan en su deseo, les basta con tener el consentimiento.

Todos tienen claro que no es una vida digna para sus hijas, madre, hermanas o compañeras, pero creen que tienen derecho a hacerlo porque disponer de los cuerpos de mujeres pobres es un derecho natural del hombre.

Les parece que es un "trabajo fácil" en el que ellas ganan mucho dinero, porque  no tienen ni idea de cómo funciona el negocio: ellos pagan a otros hombres por un servicio, no les importa cómo han conseguido la mercancía, ni en qué condiciones viven las víctimas, ni se preocupan por su salud mental, ni por cómo las tratan, ni si pueden o no salir del burdel, si tienen o no sus pasaportes, si pueden ir o no al médico, ni a cuánto asciende su deuda con los proxenetas, ni cuántos años van a tardar en poder pagarla.

No les preocupa si las permiten dormir y comer, si tienen días de descanso, si pueden salir solas, si tienen críos y familia, ni les preocupa qué pasa con ellas cuando ya están destruidas y no sirven.

La mayoría no saben que entre el 90-95% de las mujeres que alquilan están ahí en contra de su voluntad, según las estadísticas oficiales, pero es que no les importa. 

La mayoría cree que pagar a otros hombres por eyacular en orificios de mujeres que les pertenecen es algo "normal", porque se hace desde siempre, y porque les encanta tener mujeres de rodillas frente a ellos.

Aunque los puteros no saben apenas sobre las condiciones en las que viven las mujeres que alquilan, los hombres que hacen política, los hombres que imparten justicia, y los que dirigen las fuerzas de seguridad del Estado, sí saben y tienen datos sobre la explotación sexual. Pero no hacen nada para cerrar los campos de concentración de mujeres esclavizadas para la explotación sexual. 

Están en las principales carreteras de todos los países, a la vista de todo el mundo, anunciando su mercancía y sus productos con luces de neón. Solo en España hay más de 1.500, según datos de la Policía Nacional.

Los mismos que podrían acabar con la explotación de miles de mujeres, recurren a sus servicios. No es ignorancia, entonces, es maldad y es machismo.

Porque todos ellos saben, gracias a los informes de la ONU, la UNODC, el Parlamento Europeo, que: 

-Hay más de 2.5 millones de víctimas de la trata, aunque se cree que por cada víctima identificada hay 20 más. 

- Hay más de 40 millones de mujeres prostituidas en el mundo, en Europa Occidental 2 millones.

- Las víctimas del negocio son, en un 80%, mujeres y niñas de entre 13 y 25 años.

- El negocio genera unos 100.000 millones de euros al año en el mundo.

- En España, 4 de cada 10 hombres reconoce haber pagado por sexo.

-En España, el 80% de las mujeres prostituidas (casi medio millón de mujeres), son extranjeras sin papeles procedentes de Brasil, Colombia, Ucrania, Polonia..

- Las víctimas de la explotación sexual sufren homicidios y palizas, violaciones sexuales, trato degradante y humillante, lesiones variadas (contusiones, traumatismos, heridas, quemaduras, etc) 

- Muchas presentan deterioro funcional, envejecen antes, sufren afecciones del aparato digestivo, fracturas de huesos o dientes, síndromes de dolor crónico, y su esperanza de vida es muy reducida.

- Las víctimas sufren sobredosis por drogas, alcohol y psicofármacos, presentan tasas más altas de auto lesiones y suicidio, y de trastornos y enfermedades mentales: depresión, ansiedad, intentos de suicidio, ataques de pánico, fobias, trastornos de alimentación y estrés postraumático, como las víctimas de las guerras.

-Las víctimas no tienen derecho a tener derechos sexuales y reproductivos: durante el tiempo que sufren la explotación sexual, experimentan pérdida del deseo sexual, trastornos menstruales, enfermedades de transmisión sexual incluida la infección por el VIH, hepatitis B y C, sangrado y fibrosis vaginal, dispareunia (dolor durante la relación sexual), dolor pélvico crónico, infección urinaria, cáncer de cérvix, embarazos no deseados, y muerte por abortos clandestinos. 

- Las víctimas de Trata y prostitución embarazadas tienen que seguir sirviendo a los hombres hasta el final, sufren embarazos de alto riesgo, mayor mortalidad materna, anemia, hemorragia vaginal, amenaza de aborto, aborto, muerte fetal, parto prematuro, bajo peso al nacer, mayor mortalidad perinatal.

- Las víctimas de explotación sexual también son utilizadas en la industria del porno y sometidas a las humillaciones más crueles y violentas.

- Las víctimas no tienen derecho a tener derechos humanos. Los pierden todos en cuanto las secuestran y las atan con la deuda impagable.

-Mas de la mitad de lo que ganan se lo quedan los hombres que les alquilan las habitaciones en burdeles y pisos, y la otra mitad el traficante que la llevó hasta allí.


Los hombres que están en los gobiernos podrían cambiar las leyes y liberar a las mujeres, pero no lo hacen, así que hay que salir a las calles para pedir la abolición de la prostitución y la trata, la reparación del daño a las víctimas, y que juzguen a los hombres que trafican y hacen negocios con mujeres y niñas.

¿Qué más podemos hacer?

- Exigir el cierre de los 1.500 campos de concentración de mujeres, tanto burdeles como casas y pisos.

- Exigir con urgencia una ley para abolir la explotación sexual y la Trata. 

- Los hombres tienen que sentarse a escuchar a las víctimas, a pensar, a informarse, a debatir, a cuestionarse, a revisar su forma de relacionarse con las mujeres, hasta que todo el mundo entienda que la explotación sexual es una de las formas más crueles e inhumanas de ejercer la violencia machista. 

- La educación sexual en las aulas debe sensibilizar y concienciar a los niños sobre la explotación de niñas y mujeres pobres. Cada vez más adolescentes pagan por violar a otras adolescentes y mujeres adultas, y cada vez está más normalizado como un acto de consumo más. 

-Unirse a la lucha por una Renta Básica Universal para que ninguna mujer tenga que poner su cuerpo al servicio del patriarcado y el capitalismo, para erradicar la pobreza y la explotación, y para que todas podamos elegir libremente a qué queremos dedicarnos.

¡Empleo e ingresos dignos para todas!

Ninguna niña nace para puta (Sonia Sánchez)

Si no hay demanda, no hay trata.


#DiaContraLaExplotaciónSexual


Coral Herrera Gómez 



22 de septiembre de 2022

El amor y la autodestrucción: cómo querer a quien no desea vivir.

 


¿Cómo cuidar y cómo cuidarte cuando alguien a quien amas se dedica a destruirse a sí misma/o?

Yo he amado y amo a personas que han elegido el suicidio lento: viven al límite, se descuidan al máximo, y se ponen en peligro para tentar a la muerte. Se hacen boicot a sí mismas, toman malas decisiones, se esclavizan a alguna adicción, destruyen su tejido social y familiar para acelerar su carrera hacia la aniquilación.

Algunos son conscientes del camino que han elegido y hablan de ello.

Otros no son conscientes y no lo hablan ni consigo mismos. Desean y temen a la muerte a partes iguales.

Al principio no tenía herramientas para lidiar con ello, ni comprendía por qué lo hacían, ni sabía cómo cuidarme a mí misma. 

Poco a poco he ido aprendiendo que hay muchas formas de auto destruirse, que cada cual elige la que más le conviene, y que yo no soy nadie para juzgar a los que eligen la auto destrucción lenta.

He ido aprendiendo a lidiar con esa mezcla de emociones fuertes y contradictorias en mi interior: la tristeza, la esperanza, la impotencia, la frustración, la rabia, y el miedo a perder a la persona que amas. 

He aprendido que no puedo bajar al pozo a por ella, sino tan solo tender mi mano por si quiere trepar hacia arriba buscando la salida. 

He aprendido a manejar mi complejo de salvadora y a tener humildad para que mi ego no me lleve a una lucha de poder con la otra persona. Es difícil pero una vez que aceptas la realidad, todo va mejor y no te peleas más. Por ejemplo, cuando deciden dejar la medicación, o dejar el trabajo, o toman decisiones extrañas que les van a llevar al desastre.

He aprendido que no tengo que hacer nada, que no soy tan importante, y que es suficiente con que sepa que la quiero y que estoy ahí para aliviar su sufrimiento en lo que pueda.

Hoy sé que pese a mi necesidad de que la otra persona siga viva, tengo que respetar el camino que ha elegido. Respetar, y si no hay reciprocidad, procurar que no me dañe a mí. 

El auto cuidado es fundamental porque cuidar a quien no se cuida es devastador, emocionalmente hablando. 

Y por eso debe ser temporal u ocasional, no hay quien lo resista durante mucho tiempo seguido.

He aprendido que sola es más duro, y que por eso es tan importante tener una red hermosa para cuidarnos y apoyarnos entre todos y todas.

He aprendido que no debemos financiar su carrera auto destructiva, y que no podemos salvar a quien no quiere salvarse. 

Es duro cuando nos vemos reflejados en sus ojos, y reconocemos en ellos a ese suicida que nos habita por dentro (y que creemos que tenemos más o menos controlado/a)

He aprendido que a veces queremos ayudar a los demás para no ocuparnos de nosotras, porque es más fácil salvar al otro que salvarte a tí misma. 

He aprendido a lidiar con la culpa, y a distinguir lo que es responsabilidad mía, y lo que no. 

Algunas de estas personas amadas me han desdramatizado el futuro y han usado el humor para ayudarme y ayudarse. 

Otras se han victimizado y han abusado de su poder, y otras en cambio se han alejado para no hacernos daño. 

Para mí lo más difícil es mantener el equilibrio entre la compasión y el establecimiento de límites para que no nos arrasen. 

He aprendido que cuando la otra persona pisa el acelerador, o cuando tú misma empiezas a sufrir mucho, tienes que soltar y asumir con humildad que no puedes hacer nada. Aunque te duela el alma.

Lo más doloroso es cuando suena el teléfono y contestas a la llamada que nunca querías recibir. Pero a veces también es un alivio.

En los años que te va a tocar de duelo, inevitablemente, te va a doler no haberte podido despedir, aunque en realidad te estuviste despidiendo todo el tiempo. 

Y te vas a preguntar muchas veces por qué, y si podrías haber hecho otra cosa, si podría haber sido de otro modo, como habría sido si hubiera ocurrido algo que cambiase la realidad. 

Y fantaseas, o les echas de menos, te enfadas a ratos, otras veces te ríes recordando momentos buenos, es un proceso largo. 

Ayuda contar con una buena profesional que te enseñe a cuidarte a tí misma y al grupo con el que compartes amor y cuidados, que te ayude a aceptar la realidad, a poner límites y a despedirte por dentro cuando llegue el momento.


¿A vosotras qué es lo que os ayuda?, ¿os ha tocado alguna vez vivir esto?, ¿contabais, o contáis con una red de cuidados?


Coral Herrera Gómez 


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14 de septiembre de 2022

Masculinidad, amor romántico y relaciones de pareja




Masculinidad, amor romántico y relaciones de pareja 

Coral Herrera Gómez, doctora en Humanidades y Comunicación Audiovisual. 


Este capítulo forma parte del libro: Hombres, Masculinidad (es) e Igualdad , coordinado por Bakea Alonso e Isabel Tajahuerce, de la Editorial Aranzadi.

En él colaboran también Beatriz Ranea Triviño, Octavio Salazar , Jordi Cascales, Krizia Nardini, Miguel Lázaro, Beatriz Gimeno, Virginia Carrera Garrosa, Edurne Nieves Aranguren Vigo, Anastasia Téllez, y Magdalena Suarez.

En este capítulo vamos a tratar de responder a la pregunta: ¿es posible construir relaciones sanas e igualitarias, basadas en la libertad, el respeto, el apoyo mutuo, la solidaridad, el disfrute y los cuidados?, ¿es posible que los seres humanos podamos llegar algún día a acabar con el sufrimiento romántico y la violencia machista?, ¿cómo transformar el amor y aprender a querernos bien?. ¿qué cambios necesitamos para poder disfrutar del sexo y del amor en pareja?, ¿qué cambios necesitan hacer los hombres para poder construir relaciones igualitarias, libres de abuso y explotación?


Educación para el amor y los cuidados 

La primera cuestión para abordar el tema es entender por qué nos resulta tan difícil querernos, y cuales son las diferencias de la educación sentimental que recibimos hombres y mujeres, y la relación que tenemos con el amor romántico. 

Los hombres reciben una educación emocional diferente a la de las mujeres. La única emoción que pueden permitirse mostrar es la ira y la rabia. Todo lo demás está prohibido para ellos , excepto en el campo de juego cuando meten un gol. Fuera de él, cuando los hombres se atreven a expresar otras emociones, reciben las burlas y los comentarios humillantes de todos los hombres a su alrededor: un hombre debe ser duro, ocultar y reprimir sus emociones, y rechazar todo aquello que tenga que ver con las mujeres. 

El amor es cosa de mujeres. La ternura, el cariño, la sensibilidad, los cuidados, las muestras de afecto son cosas de mujeres. Todo lo que sostiene a esta sociedad: los cuidados, el amor, la solidaridad, las muestras de afecto y de cariño, tiene muy poco valor porque se consideran cuestiones femeninas. Todo lo que tiene que ver con nosotras carece de importancia y de valor: lo que de verdad importa en nuestra sociedad es la capacidad de acumular poder y riquezas,para destruir, dominar y someter, para aniquilar y para utilizar a los demás en beneficio propio. 

Son los valores del capitalismo unidos a los del patriarcado: a las niñas les hacemos creer que han venido al mundo a cuidar a los demás, y que las necesidades de los hombres son prioritarias, y  superiores a las necesidades propias. Desde pequeñitas, las niñas somos engañadas con la idea de que hemos venido al mundo a complacer, a amar y a servir a los hombres. 

Desde su más tierna infancia, el patriarcado educa a los varones para que valoren y defiendan su libertad, y a nosotras nos educan para que pongamos el amor romántico en el centro de nuestras vidas. A ellos les hacen creer que siempre habrá una mujer cuidándolos: primero mamá, luego la esposa. Y a nosotras, nos hacen creer que nacimos para cuidar a nuestros padres, hermanos, maridos e hijos. El papel de ellos es recibir cuidados, el nuestro, darlos. 

Pese a que hemos avanzado mucho en estas últimas décadas, las niñas siguen recibiendo mensajes contradictorios. Por una lado les pedimos que estudien y trabajen, y tengan su propio proyecto de vida, pero por otro seguimos contándoles los mismos cuentos de siempre para que sean adictas a las historias románticas y para que desarrollen una fe ciega en el paraíso del amor. El mito  romántico sigue teniendo un impacto descomunal en la construcción de la identidad femenina, y todas las niñas que no se someten a los mandatos de género son castigadas socialmente. 

¿Cómo castigamos a las desobedientes? Con comentarios cargados de reproches, y preguntas cargadas de mandatos: ¿cuando te echas novio?, ahora que tienes novio, ¿cuando te casas?, ahora que te has casado, ¿cuando tienes hijos?, ahora que tienes un hijo, ¿para cuando la parejita?. La presión social para que las niñas se casen y formen una familia feliz sigue siendo tan fuerte como hace un siglo. También las críticas hacia las que no obedecen los mandatos de género son brutales: Una mujer cuya meta vital no sea el matrimonio ni la maternidad es señalada como rara, considerada una oveja negra, y una proyecto de persona fracasada, incluso en las familias más modernas y abiertas. 

Esta presión social que reciben las mujeres que no se amoldan al estereotipo y al rol tradicional del heteropatriarcado demuestra que aún nos queda muchísimo por hacer. La sociedad no soporta a las mujeres libres, a las desobedientes, ni a las que se desvían de la norma. Todas ellas reciben muestras de rechazo por parte de su comunidad, y presiones variadas hasta que salen de su etapa fértil. 

En cambio a los hombres no se les presiona. A los hombres se les seduce con la idea de que si se casan, podrán llevar una doble vida (con los privilegios del hombre casado y del hombre soltero a la vez), y podrán vivir como reyes, con una cuidadora fiel y entregada que asumirá sus responsabilidades y obligaciones en el hogar y en la crianza. 

Desde muy pequeños les enseñamos a clasificar a las mujeres en dos categorías: las buenas y las malas. Las buenas son las mujeres que cumplen con el estereotipo y el mito de la princesa. Una mujer que pone en el centro de su vida el amor romántico, y que dedica todo su tiempo, energía y recursos en esperar a ser elegida por el príncipe azul. Una vez que lo logre, encontrará las puertas del paraíso: un enorme palacio en el que tendrá que vivir sola esperando a que su amado regrese de vivir sus aventuras. 

Como Penélope esperó a Ulises durante 30 años. 

Las princesas son mujeres sumisas, discretas, dulces, alegres, bondadosas, empáticas, generosas y altruistas. Son mujeres que no existen: no tienen pasado sexual ni amoroso, nunca piensan en sí mismas, y siempre están dispuestas a sacrificarse por los demás: su marido, sus padres, sus hijos, y demás hombres de la familia. 

Las princesas no se quejan, no tienen deseos propios, no tienen proyectos de vida más allá de cuidar a su amado y su prole hasta el fin de sus días. Las princesas son elegantes, cuidan su imagen física, se mantienen en forma, tienen la piel clara y el cabello rubio, son mujeres especiales que destacan por encima de las demás. 

Las mujeres buenas son las adecuadas para asentar la cabeza y formar una familia, las malas en cambio son las mujeres de usar y tirar. Las mujeres libres que tienen deseo sexual y disfrutan del sexo sin miedo y sin culpa, son señaladas por el patriarcado como mujeres malvadas, interesadas, manipuladoras, perversas, degeneradas, locas, desobedientes, salvajes e irracionales. 

Así funcionan las etiquetas del patriarcado, que les dice a los hombres que las buenas son respetables, y las malas no merecen respeto. Unas pertenecen a un hombre, y las otras a todos porque no tienen dueño. 

Los hombres creen que hay muy pocas “mujeres buenas”, y por eso se lo piensan muy bien antes de vincularse y comprometerse emocionalmente . Desconfían de las mujeres porque en el imaginario colectivo del patriarcado, persiste el miedo y el odio a las mujeres indomables que no se dejan domesticar ni someter. 

A los niños no les educamos para que se relacionen con las mujeres como compañeras. Nosotras somos siempre “las otras”, y de alguna manera, cuanto más desconfían de nosotras, más difícil les resulta tratarnos como a iguales: en la “guerra del amor”, somos las “enemigas” de las que deben defenderse. 

El patriarcado nos muestra a las mujeres como seres caprichosos con estados de ánimo cambiantes.   Son muchos los personajes de ficción que declaran no entender en absoluto a las mujeres, o que hablan en sus tramas de lo raras que somos y lo difícil que resulta relacionarse con nosotras. Somos incomprensibles porque no nos escuchan.

El miedo al poder de las mujeres es lo que ha construido el sistema defensivo de la masculinidad hegemónica patriarcal. Ya lo decía Eduardo Galeano: “El machismo es el miedo de los hombres a las mujeres sin miedo”. Sobre este miedo a las mujeres libres se ha edificado todo el imaginario colectivo en torno a la feminidad: nos han hecho creer que las mujeres que obedecen los mandatos del patriarcado van al cielo, y todas las demás, vamos al infierno. 

¿Por qué tanto miedo a la libertad y al poder de las mujeres? Porque a los hombres les educamos para que luchen por ascender en la jerarquía social, y para que se dominen unos a otros. Es un sistema muy competitivo en el cual ninguno de ellos debe dejarse dominar por las mujeres, pero sí por los demás hombres: cada uno de ellos tienen a otros por encima y por debajo, y van alternando sus posiciones de poder según con quién se relacionan. Por eso se someten al superior en el ejército, en la empresa, en los cuerpos de seguridad del Estado, en las instituciones, en sus sindicatos, partidos políticos y asociaciones, pero todos tienen el premio de consolación: sea cual sea su grado de superioridad, en su casa mandan ellos. 



Impacto de los privilegios masculinos en las relaciones sentimentales 

Ni en las sociedades más democráticas los hombres han dejado de ejercer de reyes de sus hogares: la mayor parte de ellos tienen una o varias sirvientas a su disposición. Hasta el hombre más pobre del planeta tiene una para él solo, gratis, las 24 horas del día, los 365 días de la semana. Su única obligación consiste en traer un salario a casa. Salario que a veces se gastan nada más salir de la fábrica o del campo de trabajo en fiestas, juegos, burdeles, apuestas y juergas varias. 

En los países más avanzados, los hombres están renunciando a algunos de sus privilegios y están “ayudando” en las tareas domésticas, de crianza y de cuidados. Sin embargo, las cifras sobre el uso del tiempo libre nos permiten entender que ellos siguen gozando del doble de tiempo libre que las mujeres. 

Según el Informe sobre el desarrollo mundial 2012 del Banco Mundial, en nuestro planeta las mujeres emplean 5,10 horas a los cuidados del hogar y las personas de su familia, y los hombres una media de 2 horas al día. En los países menos avanzados, las mujeres dedican, según el Informe de Oxfam, unas 14 horas al día a las labores de cuidados esenciales, y en total todo el tiempo que dedicamos las mujeres a trabajar gratis tiene un valor de 11 billones de dólares. 

¿Qué implican estas cifras? Que los hombres, en casi todos los países del mundo, tienen más tiempo para cuidarse, hacer ejercicio físico, dedicarse a sus pasiones, disfrutar de su gente querida, tener amantes y amigas, prepararse unas oposiciones, consolidar o adquirir nuevos idiomas, hacer masters o doctorados, o invertir en su carrera profesional.  

Y mientras, las mujeres, vivimos con una doble jornada laboral que daña nuestra salud mental, emocional y física: la sobrecarga de trabajo dentro y fuera de casa nos mantiene agotadas, pero también presas. Nos prometieron que el trabajo remunerado nos haría libres, pero la realidad es que como los hombres nunca se incorporaron masivamente al trabajo de cuidados, nosotras nos vimos atrapadas en dos trabajos, y condenadas a la precariedad. En España se estima que el 52 por ciento de las mujeres al frente de una familia monoparental se encuentran excluidas del mercado laboral o trabajan en condiciones de precariedad, ya que el cuidado de los hijos y la falta de medidas de conciliación les impide optar a empleos con mayores jornadas e ingresos, según datos del Informe “Más solas que nunca” de la ONG “Save the children” en 2020. 

¿Es posible, en estas condiciones, que las relaciones heterosexuales puedan llegar a ser igualitarias?  Obviamente, no. 

Para asegurar la autonomía económica de las mujeres, habría que transformar el sistema entero para garantizar el derecho a tener ingresos de todas las mujeres. No es posible construir una relación sana desde la dependencia.

Pero además, los cambios políticos tendrían que hacerse también en todos y cada uno de los hogares.  

En principio el problema parece fácil de resolver: se trataría de que los hombres renunciasen privilegio de tener una asistenta personal que hiciese de criada, y se implicasen en las tareas de cuidados (de sí mismos, de sus familiares, de su hogar, y del planeta).



La monogamia femenina y la honestidad masculina 

Sin embargo, resulta más complicado que los hombres renuncien al privilegio que les permite tener una doble vida: una como respetable padre de familia, y otra como juvenil soltero de oro. Uno de los mitos fundamentales del amor romántico es la monogamia, un sistema de exclusividad sexual pensado sólo para nosotras. La doble moral disculpa a los hombres y culpa a las mujeres de las infidelidades masculinas: nosotras somos las que no vigilamos a nuestros maridos, o las que tentamos a los hombres para robarles los maridos a las otras. Según la doble moral del patriarcado, ellos son simplemente animales con un apetito sexual inconmensurable que les convierte en víctimas de nuestros caprichos. 

La doble moral condena a las mujeres adúlteras al ostracismo o a la muerte: incluso en los países en los que ya no es legal asesinar a tu esposa infiel, muchas mujeres siguen muriendo a manos de sus esposos sólo por el hecho de ser sospechosa de adulterio. Sin embargo, el castigo para las “canitas al aire” de los hombres, sigue siendo leve: duermen tres días en el sofá de su casa y después son perdonados y pueden regresar al lecho conyugal. 

Los hombres siempre han gozado de una vida sexual y amorosa diversa, gratis o de pago. A la vista están los aparcamientos de los burdeles que hay en todos los pueblos, carreteras y barrios de ciudades de España, repletos de vehículos de hombres casados que rompen con las normas de la monogamia mientras sus mujeres esperan haciendo la cena en casa. 

La construcción de la masculinidad hegemónica se basa fundamentalmente en la deshonestidad: los hombres no podrían vivir sus dobles vidas si fuesen sinceros con sus compañeras, y con el resto de su entorno familiar y afectivo. Ser honesto y disfrutar de sus privilegios es completamente imposible: los hombres se ven forzados a firmar un contrato monogámico para asegurarse de que sus esposas van a ser leales y fieles al compromiso. Pero esto no implica que ellos tengan que serlo también. 

Porque en nuestro imaginario colectivo, los hombres de verdad son hombres con capacidad para dominar su entorno (o el mundo), para conquistar mujeres, y para sembrar el mundo de hijos. Estas son las tres leyes principales de la masculinidad patriarcal, junto con la ley de la libertad: casados o solteros, los hombres nacen y mueren libres. 

¿Cómo lograr que los hombres desobedezcan estas leyes, y desmonten estas estructuras de relación con las mujeres? Es complicado, porque los cambios generalmente se producen como consecuencia de una necesidad, ¿y qué necesidad tienen los hombres de cambiar, si les va bien tal y como estamos?

Los hombres tienen a su disposición millones de mujeres hermosas dispuestas a amar, y a darlo todo con tal de tener pareja. En todos los países del mundo, las mujeres han sido educadas para ser adictas al amor, para buscar a su príncipe azul, para entregarse por completo y sufrir por amor. Muchas mujeres sufren una baja autoestima y una gran dependencia emocional, y muchas creen que son mitades incompletas que necesitan a un hombre en sus vidas para ser felices. 

Son muchos años consumiendo canciones románticas, novelas, cuentos, películas, series, cómics, revistas, y productos que perpetúan el mito del amor romántico, los estereotipos y roles de género, y muchos años de terapia los que se precisan para recuperarse de la estafa romántica. 

Casi todas las niñas, gracias a los dibujos animados y los juguetes de la infancia, sueñan con ser salvadas y mantenidas por un príncipe azul, y se ven a sí mismas como futuras princesas. Cuando se dan cuenta de que en realidad son sirvientas a disposición de un hombre, entonces el mito cae por sí solo. Algunas se rebelan, y otras se hunden: la decepción y la frustración requieren de mucho trabajo personal, y en ocasiones, de apoyo terapéutico. 

Cuando las mujeres podamos liberarnos del mito y aprendamos a cuidarnos, entonces quizás los hombres se vean obligados a cambiar su forma de relacionarse. Si logramos trabajar nuestra autonomía emocional y económica, y elevar nuestros niveles de autoestima, entonces no estaremos dispuestas a vivir el engaño de la monogamia, ni a cuidar de por vida a un rey. 

El feminismo lleva muchos años luchando por la liberación de las mujeres, pero nuestra cultura patriarcal sigue educando a nuestros niños y niñas para que aprendan a ser hombres y mujeres tradicionales, y para que aprendan a relacionarse entre ellos con las mismas estructuras que sus abuelos y abuelas. 

Es necesaria entonces una revolución amorosa, tanto educativa como cultural, que nos permita transformar nuestra forma de organizarnos y de relacionarnos. 



La revolución amorosa, paso a paso

La base del patriarcado es el trabajo gratis de las mujeres, y su explotación emocional, sexual, laboral, reproductiva y doméstica. 

Sin el amor y los cuidados de las mujeres, nuestro sistema no podría funcionar. Así que uno de los primeros pasos para acabar con el patriarcado consistiría en cambiar nuestro modelo productivo para poner en el centro los cuidados, de manera que fueran una responsabilidad social compartida por todos los miembros de la sociedad. 

Podríamos empezar con las instituciones educativas para que pusieran los cuidados en el centro: uno de los pilares de la educación sería enseñar a los niños y a las niñas a cuidarse a sí mismas, a cuidar a los demás, a cuidar sus hogares y los espacios en los que estudian, trabajan y se divierten, a cuidar la naturaleza,  los demás seres vivos y el planeta. 

¿Cómo educar a los hombres para que aprendan a relacionarse desde la igualdad y puedan construir relaciones libres de explotación y violencia? Proporcionándoles herramientas para aprender las artes de la comunicación no violenta, para gestionar sus emociones, para desarrollar la empatía y la ternura, para resolver conflictos sin violencia, para controlar su ego y subir su autoestima, para aprender a tratarnos bien incluso cuando dejamos de querernos. 

Es decir, el cambio educativo supondría abandonar la filosofía competitiva del “sálvese quién pueda” y de “el pez grande se come al chico”, para abrazar la filosofía de los cuidados, basada en la igualdad, el apoyo mutuo, la empatía y la solidaridad. 

Además, tendríamos que tener también las herramientas para aprender a usar nuestro poder de manera que no haga daño a nadie, es decir, usar nuestro poder no sólo para el beneficio propio, sino orientado al Bien Común. 

Hombres y mujeres podríamos adquirir las habilidades necesarias para entrenar en el arte de la autocrítica amorosa, que nos permitirían entender qué es el patriarcado, cómo lo sufrimos y cómo lo ejercemos, y nos permitiría también trabajar juntos para liberarnos de la estructura opresiva y de las jerarquías que utilizamos para explotarnos los unos a los otros. 

El cambio educativo tendría que venir de la mano con el cambio cultural. Ahora mismo los héroes de nuestra cultura son hombres malvados que acaparan los recursos, y que explotan y hacen sufrir a miles de personas para poder acumular dinero y riquezas sin parar. La mayor parte de los héroes masculinos son asesinos, lo mismo los héroes para adultos que para niños. Son robots sin sentimientos y sin escrúpulos que aniquilan a sus enemigos y coleccionan mujeres como si fueran trofeos. So, en su mayoría, tipos traumados por algo que les pasó en su infancia, pero también egocéntricos, narcisistas, mentirosos, ambiciosos, mutilados emocionales que les hacen creer a los niños que para ser feliz hay que tener el poder. Son el ejemplo a seguir para todos los niños, y les muestran que el más violento es el que más poder acapara. Son héroes que jamás piensan en construir, sólo destruyen, jamás piensan en el Bien Común, sólo en el suyo propio.  

Los héroes son narcos, mafiosos, empresarios poderosos, militares, guerreros, policías, detectives. Nunca se elige como héroes a hombres que estén luchando por salvar el planeta de la contaminación y la destrucción, ni a hombres que se entregan en cuerpo y alma a luchar por los derechos de los seres vivos, los bosques, los animales o los derechos humanos. Los héroes son siempre mala gente: muy atractivos físicamente, pero sin ética ni principios. 

El cambio en las masculinidades está en manos de los productores de cultura y entretenimiento, que siguen obsesionados con reproducir los estereotipos y los mitos patriarcales a través de las princesas y los matones.

 ¿Cómo hacer para que empiecen a ofrecernos otros modelos de masculinidades no violentas y no dominantes, otros modelos de feminidad, otras tramas narrativas y otros finales felices? 

La única manera de hacerlo es a través de la educación. El cambio educativo no sólo transformaría nuestra cultura, también nuestras emociones, sentimientos y formas de relacionarnos. Si la base fundamental del amor de pareja fueran los cuidados mutuos, podríamos acabar con la explotación, el sufrimiento y la violencia romántica. 

Para liberar el amor del machismo y de toda su carga patriarcal, deberíamos poder desmontar la idea de que el amor y los cuidados son cosa de mujeres. Para que los niños y los adultos varones se atrevan a desobedecer el patriarcado,  tienen que entender el mundo en que vivimos: en las escuelas, institutos y universidades nos hablan mucho de capitalismo, pero apenas nos explican qué es el patriarcado. 

El sistema educativo debería poder explicar por qué ha pasado tantos años ocultando y silenciando a las mujeres, y por qué fueron expulsadas de todos los libros de texto. También debería ofrecer herramientas para entender por qué los medios de comunicación y las industrias culturales siguen cosificando o invisibilizando a las mujeres, y por qué siguen insistiendo en inocularnos los valores del patriarcado a través de los mitos. 

Es preciso explicar también los intereses económicos de todos los actores implicados en la perpetuación del patriarcado, y la manera en que nos aprovechamos todos y todas del trabajo esclavo o gratuito de las mujeres en el mundo. 

Una vez que tomemos conciencia, entonces podremos hacer el trabajo individual que necesitamos para llevar a cabo el cambio social. Como lo personal es político, hay que empezar desde uno mismo/a, y creo que una de las claves para contribuir a estos cambios es que podamos reconocer al policía patriarcal que habita dentro de cada una de nosotras y nosotros. El patriarcado interior no sólo nos oprime y nos somete, también lo utilizamos para oprimir y someter a los demás. 

Cuando podamos identificar esos valores patriarcales con los que nos han educado, entonces podremos empezar a liberarnos por dentro, y a despatriarcalizarlo todo: la masculinidad, el sexo, el amor, las relaciones que construimos, y nuestra forma de organizarnos. 

Despatriarcalizar la Ciencia, la Religión, la Comunicación, el Arte, la Justicia, las leyes, la economía, es tan importante como despatriarcalizar nuestras emociones y nuestras relaciones: todo lo que es personal es político, y viceversa.  

Si para cambiar el mundo necesitamos empezar el proceso de transformación en nosotros y nosotras mismas, entonces es fundamental que proporcionemos a los varones las herramientas que necesitan para tomar conciencia y para hacer autocrítica amorosa. 

Quizás en ese momento, los hombres puedan empezar a cuestionar la forma en que se relacionan con las mujeres de su vida, y puedan por fin empezar a renunciar a sus privilegios para poder tratar bien a sus madres, hermanas, vecinas, amigas, amantes, compañeras de trabajo y de estudios, y compañeras de vida. 

Es desde la empatía como los varones pueden tomar la decisión de quitarse la corona para relacionarse en igualdad, y para aprender a amar a las mujeres de su vida desde el respeto, la ternura y el compañerismo. 

La clave para el cambio está en transversalizar los valores del feminismo en la educación, el arte, la cultura, la comunicación, y en poner el centro los cuidados. Si enseñamos a las nuevas generaciones a cuidarse a sí mismos, los chicos no necesitarán una criada que les cuide. Si les enseñamos a relacionarse con las mujeres desde los cuidados mutuos, será más fácil para ellos relacionarse desde el buen trato y el respeto. Si les enseñamos a cuidar su hogar y su planeta, es posible que estemos a tiempo de salvarnos de la autodestrucción. 

Es fundamental, en este punto, entender que necesitamos nuevos héroes, hombres o seres fantásticos que sean capaces de utilizar sus habilidades emocionales y su inteligencia para resolver sus problemas, cumplir con sus misiones, o conseguir lo que quieren, lo que necesitan y desean. Así que debemos pedirle a los productores culturales que apuesten por otros relatos, otros modelos a seguir, otros finales felices. 

Sin los hombres, este cambio podría durar siglos. Necesitamos, pues, mucha coeducación y mucha sensibilización para poder involucrar a todos los varones en esta transformación de nuestra sociedad: los cambios personales son políticos, y lo romántico también es político. 

Para poder querernos bien, tenemos que desmontar la idea de que el amor es una guerra, y todos los mitos románticos que nos hacen creer que amar es sufrir, sacrificarse, renunciar, someterse y entregarse a un hombre. Es una labor ingente la que nos queda por hacer: desmitificar el amor romántico y transformar las masculinidades será una de las tareas principales de la revolución amorosa. 


Coral Herrera Gómez 



Puedes adquirir el libro y el ebook aquí. 

Mis libros para la Revolución Amorosa.


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7 de septiembre de 2022

Mi hijo empieza el cole




Gael empieza el cole público el lunes, y llevo todo el verano trabajandome y trabajando con él un montón de cosas. Me da mucho miedo la violencia en las aulas, tanto la que puede ejercer mi hijo cómo la que puede sufrir en ellas. Yo sufrí el bullying "normal" en la escuela porque era bajita e infantil, y luego porque me desarrollé la última y no tenía apenas tetas. 


Yo ejercí bullying también con la única compañera del aula que sufría discapacidad intelectual. Nunca nos enseñaron a tratarla bien ni a cuidarla. También se lo hice pasar mal a profesoras, porque nunca me enseñaron a cuidar a mis maestras y maestros. Ni a mí misma. No me enseñaron a cuidar mis palabras ni a cuidar mis emociones para que no hiciesen daño a nadie. 


Todo esto lo he aprendido den estos últimos años, cuando me he puesto a trabajar la autocrítica amorosa para ser mejor persona, cuando aprendí a ver el mundo desde la ética amorosa y la filosofía de los cuidados. 


Cuarenta años después, todo sigue igual. Hay colegios e institutos en los que el alumnado recibe un par de talleres sobre cuidados, buenos tratos y educación emocional, pero aún no forma parte del currículo escolar, aunque debería ser una asignatura obligatoria. 


Gael es un niño amoroso, espontáneo, sociable, risueño, buena gente, pasa el día cantando y conserva intacta su inocencia. Me da miedo que los niños violentos le obliguen a reprimirse, y le contaminen con sus valores machistas, racistas, clasistas, etc Lo que hago es llevar mi mente a otro lado, pensar que mi hijo también puede ser una buena influencia para otros niños y niñas, que él no solo se puede contagiar, sino que también puede contagiar a los demás. 


El otro día un niño le enseñó entusiasmado una metralleta y Gael fue directo a por otro juguete, porque (aún) no sabe divertirse matando. El niño se quedó sorprendido de que Gael no prestara atención a su arma con luces y sonido, y pensé, mira qué bien, alguien que le rompe los esquemas.


Sigo en redes a varias personas que son activistas de los derechos de la infancia y que están luchando contra la violencia en las escuelas, y el panorama es preocupante.


Pienso en mi propia experiencia, y no me ayuda a tranquilizarme.  Una de las cosas que aprendí en mi primer día de escuela, es que no hay nada peor que ser un chivato: si sufres violencia tienes que aguantarte porque está prohibido denunciar a los niños violentos, tienes que defenderte sola. Y si no puedes, te toca sufrir en silencio, pero jamás pedir ayuda a profesores/as, o a tus progenitores. 


Es un mecanismo super potente para defender a agresores, y perpetuar su impunidad. Para nuestra sociedad patriarcal, es mucho peor un niño chivato que un niño violento. 


No quiero asustar a Gael para que no se crea que va a estar en un espacio lleno de violencia, de bromas crueles, de comentarios despreciativos, de burlas despiadas, de empujones e insultos. 


Pero sí que intento que entienda lo importante que es respetar a los demás, y cuidar y defender a las personas más vulnerables, todas aquellas que no cumplen con los estándares de la normalidad porque son gordas, por su idioma, por su color de piel, por su pluma, por su discapacidad o su malformación, por su forma de vestir, por su enfermedad, por sus gafas, su aparato de dientes, o por su clase social. 


Le hablo de igualdad, de libertad, de compañerismo y cuidados, y mientras pienso, ojalá nadie te borre la sonrisa ni te calle la boca, ojalá seas un rebelde de los estereotipos y mandatos de género, ojalá no te rompan por dentro y pierdas tu alegría de vivir.


Tengo miedo al acoso y al suicidio infantil, pero pienso que tengo que trabajar este miedo y que puedo involucrarme en la comunidad escolar y aportar con mi visión pacifista y no violenta, con mis conocimientos y mis habilidades, para abrir los ojos a la gente y que tomen conciencia de lo importante que es enseñar al alumnado a cuidarse, a cuidar a los y las compañeras, a cuidar al profesorado, cuidar sus palabras y emociones, y cuidar los espacios que habitan. 


Y me consuela pensar que como yo, hay muchas madres, padres, profesoras y gente de la comunidad educativa que también está concienciada sobre los malos tratos y la violencia, que no estoy sola, y solo se trata de juntarnos y crear comunidad. 


Trato de pensar en el lunes con ilusión, empieza una nueva etapa en nuestras vidas...


¿Puedes firmar esta petición para la creación de una ley para que tengamos unas escuelas libres de violencia?

6 de septiembre de 2022

Cómo liberarte del deseo de venganza cuando te separas

 



Hay gente que emplea mucha energía, mucho tiempo y recursos en intentar destrozar la vida de su ex pareja, o en poner dificultades y obstáculos para que la vida de su ex sea una tortura. 

Hay gente a la que le dura el rencor unos cuantos meses, gente a la que le dura años, y gente que se pasa toda la vida en guerra contra su ex. 

Las personas educadas en el patriarcado tienen más dificultad para desearle bienestar y felicidad a su pareja cuando ya no quiere seguir con ellas, y mucha mas necesidad de vengarse porque para ellos el amor es una guerra, y quieren ganar a toda costa. 

Por eso hay gente que se enzarza en la custodia de sus hijos e hijas, aunque jamás los haya cuidado, solo por hacer daño a su anterior pareja. También hay gente que se queda con las propiedades, negocios y ahorros, y deja deudas terribles para hipotecar de por vida a sus ex. 

En el caso de las mujeres, sucede que nos pasamos años soñando con un hombre maravilloso que nos cuide, que nos haga felices, que sea leal y honesto, que cuide a nuestros hijos e hijas, que sepa cuidarse a sí mismo, y sepa cuidar su hogar y asumir sus responsabilidades como un adulto. 

La enorme frustración que nos genera comprobar que el príncipe azul es un mito, y que ellos siguen su vida tan tranquilamente después de tener hijos, verles disfrutando de sus escapadas con otras mujeres, vernos a nosotras como criadas de ellos, pidiendo permisos para poder conciliar las tres jornadas laborales, y ver que ellos viven como reyes mientras nosotras estamos agotadas, nos puede llevar al odio total. Sobre todo cuando el marido se harta de broncas, se desentiende del todo con otra familia, se echa una novia más joven, y se marcha con ella a fundar otra nueva. 

Las infidelidades masculinas y el machismo en tareas de cuidados son las dos principales causas de divorcio, y la prueba de que el amor romántico es una estafa total, y global. El rencor que nos genera sentirnos engañadas, utilizadas y abandonadas nos lleva de cabeza a muchas a la necesidad de vengarnos de alguna manera: si el amor es una guerra, nosotras somos siempre las perdedoras.  

En el caso de los hombres, ellos se sienten también estafados porque les hicieron creer que nosotras tenemos que estar a su servicio, que sólo ellos tienen derecho a divorciarse, y que las mujeres son objetos de su propiedad y les debemos obediencia. Estos hombres son los que no toleran que las mujeres hagan uso de su libertad y sus derechos fundamentales. 

Los más obsesivos, machistas y misóginos violan y matan a sus compañeras cuando ellas desobedecen, cuando sospechan que están intentando huir, o a sus ex compañeras cuando rehacen su vida y tienen nueva pareja. Al menos 137 hombres se vengan cada día de sus novias y esposas, quitándoles la vida. Algunos matan a los hijos e hijas y dejan viva a la madre, solo por hacer daño a su ex.

Sin embargo, la mayoría de la gente que anda cegada con su necesidad de vengarse, no comete delitos. Simplemente se dedica a hacer daño y a vengarse en pequeñas dosis, en la cotidianidad del día a día, intentando estar presentes en la vida y en la mente de su ex. 

Otras personas convierten al ex en el centro de sus vidas, se convierte en una obsesión, y hacen todo lo posible para que sus divorcios no acaben nunca, ni siquiera cuando las criaturas en común alcanzan la mayoría de edad. 

Para esta gente es muy difícil tener parejas nuevas porque no logran romper del todo en su interior con la ex o con el ex. Viven esclavizados a su figura, y al trauma del divorcio. 

Casi todos ellos disfrutan sintiendo que tienen mucho poder sobre su ex, y a la vez usan el victimismo para justificar su afán de venganza: "me hizo daño, me las pagará", " si no es feliz conmigo, no será feliz con nadie", "no se va a librar de mí tan fácilmente", "me destrozó la vida, que lo pague para siempre"


¿Cómo liberarnos del deseo de venganza? 

Lo primero es aceptar la separación. Separarse no es seguir peleando cada cual en su casa, sino dejar de pelear. 

Cuando tomamos conciencia de que las luchas de poder son agotadoras, nos chupan la energía, y no suelen servir para nada, es más fácil aceptar la separación.  

¿Qué más cosas hay que aceptar para no meterse en guerras?

- Si quieres seguir teniendo un vínculo con tu ex, no hace falta hacerle daño, puedes tener una relación buena si quieres seguir interactuando y estando en su vida. 

- Por muy mal que nos portemos, los ex y las ex no volverán con nosotros, no se arrepentirán, y no pedirán perdón, y de hecho cuanto peor nos portemos, más se alegrarán de haberse divorciado. 

- A tí no te va a ir mejor, ni te vas a sentir mejor porque a tu ex le vaya fatal, le deje su nueva pareja, enferme, le ocurra algo grave, o se quede sin trabajo. Si tenéis hijos en común, además, lo mejor es que a tu ex le vaya bien, no lo dudes. 

- Vengarte no satisface para nada tus ansias de venganza. No se sacia en una sola vez. Es adictiva, y engancha. La única manera de manejarlas es controlarlas para que no te dominen, y dejar que pierdan intensidad dentro de tí. 

- El problema de la necesidad de vengarse es que provoca en la otra persona el mismo deseo de venganza, y es cuando nos vemos atrapados en una guerra sin fin, en el concurso de a ver quién es más violento y quién hace más daño.


¿Quiero vivir en guerra permanente? 

Prueba a hacerte esta pregunta: ¿quiero vivir esclavizado/a por el odio contra mi ex, o quiero vivir libre y hacer mi vida?

Es pararte a pensar en dónde quieres poner tu tiempo y energía, cuales son las batallas que quieres pelear, si te compensa, si esas batallas te quitan el tiempo y la energía que necesitas para salir adelante, y para disfrutar de la vida. 

Desde mi posición pacifista y en contra de la violencia, creo que en las guerras no hay ganadores y que  las únicas personas que no pierden en una guerra, son las que no participan en ellas. Es decir, que estando en guerra a veces vas a perder y otras a ganar, pero al final lo que pierdes en ellas es tu derecho a estar tranquila y a vivir en paz. 

Porque las guerras tienen un fuerte impacto en nuestra salud mental y física, en nuestro descanso y nuestro sueño, en nuestra sexualidad, en nuestras relaciones, y en nuestro bolsillo también. 

Aunque a veces creas que vas ganando, en realidad en una guerra no dejas de perder (horas de sueño, tiempo, alegría, energía, paz interior, etc) 


¿Y cómo se repara el daño? 

Si tu ex se ha portado muy mal contigo, el daño solo puede repararse si es capaz de hacer autocrítica amorosa, de analizar su comportamiento, de pedir perdón, de preguntarte cómo podría hacer para reparar el daño que te causó.

 Y si no sale de él mismo o de ella misma, no hay nada que se pueda hacer. Es decir, nada de lo que tú hagas le inclinará a sentirse arrepentido: tiene que ser algo que nazca en él o en ella, fruto de su diálogo con su propia conciencia.

A veces con el tiempo las personas somos capaces de analizarnos desde otra perspectiva y atrevernos a pedir perdón, otras no pueden hacerlo jamás.

Pero en el caso de agresores y maltratadores, recuerda siempre que el daño causado por la violencia no se repara jamás . Lo mejor es que no se acerque a tí de ninguna manera durante el resto de tu vida

Cuando hemos sufrido violencia y malos tratos durante la relación y en la separación, lo primero que tenemos que hacer no es vengarnos, sino ponernos a salvo y pedir ayuda para bloquear toda posibilidad de que el ex pueda volver a hacerte daño. 

En algunos países del mundo podemos acudir a los tribunales para que se haga justicia. En otros, las leyes protegen a los acosadores, los violadores y los femicidas, así que la única ayuda con la que podrías contar es con tus grupos familiares, grupos de mujeres, y gente querida para que te protejan y para que él no pueda comunicarse contigo nunca más.

Un maltratador no puede reparar de ninguna manera el daño que te causó. 

Lo único que puede hacer un tipo violento es no volver a acercarse a su víctima nunca más, y no volver a agredir a ninguna mujer.

Muchas mujeres me preguntan, pero si un hombre te ha maltratado, o si te abandona por otra, si te roba y te deja endeudada, ¿no es injusto que quede impune, que se vaya tan tranquilo, no sería lícito en este caso usar el "ojo por ojo, diente por diente"?

Es un tema muy polémico, porque hay gente que defiende la idea de que ante la violencia, uno debe tomarse la justicia por su mano y que es legítimo usar la violencia contra quien la ejerce primero. Y sin embargo, esto es lo que se hacía antes, cuando no existía un conjunto de normas y de leyes que nos permitieran convivir en paz y solucionar nuestros conflictos sin violencia. Se supone que hemos progresado y que existen mecanismos de reparación de daño, de castigo y de reinserción para aquellas personas que cometen delitos y hacen daño a otras personas. 

Si no fuese así, estaríamos permanentemente bañados en sangre: los ciclos de la venganza no tienen fin, y prueba de ello son las películas de mafiosos y narcos. Cuando un miembro de un clan mata al miembro de otro clan, empiezan los asesinatos en cadena hasta que no queda vivo nadie de los dos clanes. Pueden morir en la trama sesenta o cien personas, y solo se para cuando ya no hay nadie a quien poder matar. 

La única salida que yo veo para pedir justicia y reparación es la que toman las mujeres que toman conciencia de que son millones en todo el mundo, las que se juntan y se organizan para luchar juntas, las que exigen la erradicación de la violencia machista, de la explotación sexual, el acoso sexual en las calles y en los centros de estudio y de trabajo. Solas no podemos contra todo el sistema patriarcal, pero unidas estamos logrando cambiar las leyes y concienciar a la sociedad.

 

Libre se vive mejor

El deseo de vengarse, ¿quién no lo ha sentido alguna vez?

Es una emoción como otra cualquiera, y es normal cuando nos sentimos dolidos/as, pero la buena noticia es que es pasajera, como las demás emociones. 

Podemos sentir las peores emociones del mundo (envidia, celos, odio, ira, rabia, deseos de matar o de que se mueran nuestros enemigos, etc), pero no duran para siempre. No sirve de nada estallar nuestro dolor causando más dolor, no ayuda en nada multiplicar el sufrimiento y expandirlo a nuestros seres queridos.

 Y no es justo que tus emociones dañen a los demás. 

La única manera de liberarse es cuidar las emociones para que no nos arrasen, y no arrasen a los demás, hasta que bajen de intensidad y no nos dominen más. 

El ansia de vengarnos nos hace mucho daño a nosotros/as también, y de alguna manera nos encarcela al pasado, y nos esclaviza emocionalmente. El rencor, el dolor, el odio, no se van cuando nos vengamos, al revés, se incendian, están todo el tiempo en nuestro interior, y nos condicionan la vida de arriba a abajo. 

Lo sabemos porque cuando nos bajamos del ring de combate, abandonamos el campo de batalla, dejamos atrás el pasado y nos liberamos del deseo de vengarnos, empieza una nueva etapa en nuestras vidas. 

Cuando nos da igual cómo le vaya a nuestros ex, es cuando nos situamos en el presente con ilusión, comienzan los cambios en ti y a tu alrededor, y desaparece el rencor. 

Cuando centramos nuestra atención en nuestro propio proyecto de vida, en disfrutar, ser felices, mejorar nuestras vidas, es cuando nos implicamos más en la tarea de poder vivir mejor. 

Recuerda que tú no has venido a este mundo a sufrir, y que tienes derecho a vivir una Buena Vida. 

Este derecho nos pertenece a todas y a todos. 

Y sí, también a tu ex. 


Coral Herrera Gómez


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4 de septiembre de 2022

Otras formas de enfadarse son posibles




Es posible que te sorprenda saber que no es necesario hacer daño a alguien cuando te enfadas. Pero así es: puedes arreglar tus problemas con los demás sin sufrir y sin hacerles sufrir. Todos podemos resolver los conflictos sin violencia, aunque muy pocas personas saben cómo hacerlo. 

Lo primero es tomar conciencia de que tus emociones no pueden hacer daño a nadie, y no puedes usarlas para justificar malos tratos. No importa si estás invadido por la cólera, la rabia, la tristeza, el dolor, la frustración, si estás nervioso o estresado: no tienes derecho a hacer daño a los demás. Ni a tu pareja, ni a tus seres queridos, ni a desconocidos: debes auto controlar tu ira para que no estalle contra los demás en forma de insultos, humillaciones, o agresiones físicas.

Una de las claves para saber si estás tratando mal a una persona, es el nivel de desprecio con el que le hablas cuando estás tenso, cabreado, preocupado, celoso o dolido. Probablemente crees que es lo "normal" porque lo hace todo el mundo, y crees que cuando te enfadas puedes decir lo que te apetezca, y como te apetezca. Crees que es una forma "natural" de desahogarse, y piensas que con pedir perdón, después podrás arreglarlo. 

Pero no.

Cuando alguien ejerce violencia psicológica o emocional contra tí, tu corazón queda dañado para siempre. Es como si arrugas un papel, haces una bola, y luego tratas de que quede liso como antes. Nunca volverá a su estado original.

Puedes expresar tu enojo o tu ira tranquilamente, sin herir y sin hacer sufrir a la otra persona. Es, de hecho la única manera de arreglar las cosas, hablando con calma y sin hacerse daño. Quizás para poder calmarte necesitas un par de horas, o un día entero: lo importante es que cuando hables con la otra persona para expresar tu malestar, tu miedo o tu rabia, puedas hacerlo de una forma asertiva, siendo firme y sincera, hablando de cómo te sientes y cuidando tus palabras para no tener que arrepentirte después. 

Todos y todas somos impulsivas, y todas nos tenemos que trabajar la asertividad. Además, hay que buscar soluciones al problema: machacando a la otra persona y juzgando su forma de ser, solo consigues que se ponga a la defensiva y entre al ataque. Las lluvias de reproches, las amenazas, los insultos, los comentarios sarcásticos, las burlas, las ironías y demás no sirven para arreglar el conflicto, solo para que la otra persona se defienda y ataque a su vez con las mismas armas que estás usando tú.

Así que no solo hay que cuidar la expresión de las emociones y las palabras que usamos, también hay que poner atención al volumen y al tono de nuestra voz, y hay que tener asimismo la capacidad para hacer autocrítica amorosa y admitir la parte que nos toca, pedir perdón si es necesario, y encontrar la manera de reparar el daño que nos han hecho o que hemos hecho.

Esta es la única manera de que tus relaciones duren: los buenos tratos y los cuidados. Podemos cuidarnos y cuidar a los demás aun cuando nuestro dolor, nuestra ira y nuestra rabia sean muy intensas. 

Se trata de aprender a regularte a ti mismo/a, y de aprender a dialogar y a negociar con la otra persona. Como nuestras relaciones son tan conflictivas, puedes entrenar a diario.

Prueba a hacerlo cada vez que te pelees con alguien, 

pon atención a cómo te tratas a ti mismo/a,

aprende a medir tus niveles de desprecio, 

aprende a cuidar tus emociones para que no hagan daño, 

y a cuidar tus palabras con amor. 


Coral Herrera Gómez 

#AutocríticaAmorosa 

#comunicaciónnoviolenta 

#cuidatuspalabras

#entrenamientopersonal


Coral Herrera Gómez


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1 de septiembre de 2022

Otras formas de divertirse son posibles





La mayor parte de las violencias cotidianas las ejercemos y las sufrimos entre bromas y risas, y en entornos festivos.

Humillar, ridiculizar, burlarse de la gente para que los demás se rían de alguien en su cara o a sus espaldas, no es divertido. 

Es violencia. 

Cazar animales pequeños para torturarlos, o asistir a un espacio público a ver cómo torturan a animales grandes que no pueden escapar, no es divertido. 

Es violencia.

Criticar el aspecto de alguien, o señalarle por su forma de ser, de vestir, de caminar, de relacionarse, no es divertido, es violencia.

Aprovechar que alguien está siendo atacado en redes sociales para lanzarte tú a atacar también, aplaudir mientras alguien está siendo despedazado en público, ponerte a lanzar piedras para lapidarle, no es divertido. 

Es violencia.

Reírse de la discapacidad, las malformaciones, las enfermedades o la falta de habilidades de alguien para que los demás se rían también, no es divertido, 

es violencia.

Acosar a las personas que no cumplen con las normas sociales, que son raras o diferentes, que no son "normales" según tu punto de vista, no es divertido, 

es violencia.

Gastar bromas crueles, usar ironías y sarcasmos contra niños y niñas que no las entienden y no pueden defenderse, 

es violencia.

Meterse con personas de colectivos discriminados,  personas sin hogar, personas con problemas de salud mental, personas mayores, dependientes y/ o vulnerables, no es divertido. 

Es violencia.

¿Cómo saber cuándo ejerces violencia psicológica y emocional? Cuando causas daño a alguien, consciente o inconscientemente, y obtienes un beneficio. 

Por ejemplo, cuando quieres hacer reír a los demás haciendo daño a alguien para sentirte superior, para que te aplaudan, para que te respeten, para aumentar tu prestigio, o para parecer muy gracioso, estás ejerciendo violencia. 

Cuando tu víctima protesta y tú le tachas de exagerado/a, de amargado/a, de no tener sentido del humor, estás ejerciendo violencia. Y cuando justificas tu comportamiento usando la excusa de que es una broma, y que tu intención no es hacer daño, también estás haciendo daño. Porque ningunear o minimizar el sufrimiento de tu víctima mientras la machacas, es violencia. 

Lo sabes porque cuando te toca a tí, no te hace gracia, y no lo pasas bien. 

Y a veces, lo pasas realmente mal.

Recuerda que no necesitas hacer daño a nadie para divertirte y divertir a los demás, 

que el humor hay que ejercerlo de abajo a arriba, no al revés, 

y que si realmente quieres divertirte y hacer reír a la gente, puedes empezar por exponerte a ti mismo/a, e invitar a los demás a que se rían contigo, de tí. 


Tomemos conciencia: aunque forme parte de nuestra cultura y lo hagamos a diario, ni es normal, ni es inevitable. 

El maltrato no tiene gracia.

Que no se te olvide nunca que otras formas de divertirse son posibles. Y no tengas miedo de recordárselo a tu gente querida:


Coral Herrera Gómez 


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