Vinieron amigas a vernos: baños en el río, paseitos nocturnos para ver las estrellas, comidas ricas, conversaciones largas… y en mi cabeza y mi corazón la imagen de los niños y niñas palestinas yendo a los puntos de distribución de alimentos tiroteados por el ejército israelí.
Imposible disfrutar: la hambruna en Gaza me tenia encogido el estómago. Nos fuimos a ver a la familia a Alicante: baños en el Mediterráneo, paseitos junto a la costa, una paella junto al mar, juegos con mi hijo y mi sobrino, y mientras los niños palestinos desnutridos entrando en el punto de no retorno y en fase terminal.
Unos días después nos vinimos al pueblo de mi madre en Ávila, y comenzaron los incendios. Báñitos en el pantano, paseos por el bosque, siestas largas, helicópteros e hidroaviones recogiendo agua para los incendios. Cada día más rabia, más pena, más miedo y más angustia.
Paseos con la familia bajo la luna llena, atardeceres hermosos junto al embalse, y mientras por dentro, yo presa de una ansiedad terrible pensando en la gente en las aldeas luchando contra el fuego.
Es imposible disfrutar cuando sabes que hay miles de personas y de animales envueltos en humo y llamas, pidiendo ayuda desesperadamente.
Es una catástrofe brutal: Parques Nacionales, Reservas de la Biosfera, Monumentos Naturales Patrimonio de la Humanidad destruidos por completo.
Se acaban las vacaciones, no podemos subir a casa porque arde toda Castilla y Portugal, y no se puede entrar a Galicia ni por carretera ni en tren. Seguimos en Ávila con la familia mientras hablamos con nuestra gente en Ourense y seguimos minuto a minuto la evolución de los incendios.
Todos los días focos nuevos.
Temperaturas extremas, vientos implacables. Pirómanos detenidos, políticos frotándose las manos ante los millones que podrán repartir entre sus amigos.
Lloro de rabia y de impotencia, se me quita el hambre y el sueño, no se puede vivir como si nada estuviera pasando, por mucho que lo intentes.
El sufrimiento de tantos seres vivos es desgarrador, sobre todo cuando sabes que todo este horror podría haberse prevenido y que estamos en manos de psicópatas que gozan de una impunidad total. Nadie nos defiende de ellos, estamos completamente indefensos.
Las palabras no me alcanzan para expresar todo el dolor, la rabia y la pena que siento.
Sí, han sido unas vacaciones inolvidables.
Coral Herrera Gómez
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