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10 de diciembre de 2024

Da el paso acompañada: con amigas es más fácil




Si crees que tu pareja puede reaccionar mal o muy mal si le dejas, queda con él en un sitio público con gente, a la luz del día, y convoca a tus amigas y amigos para que estén cerca, por si tu pareja se pone agresiva. Si necesitas quedar con él para que te dé tus cosas, o si tienes que hacer una mudanza, nunca lo hagas sola, pide acompañamiento a tu gente querida. Si después de la ruptura crees que puede intentar hacerte daño, deja que te acompañen tus amigas y avisa a toda la gente que puedas para que él sepa que no estás sola. 

Las mujeres que reciben cuidados y protección de su comunidad tienen más probabilidades de salir de una relación violenta, pero para las que viven en otro pueblo, otra ciudad u otro país es más difícil, porque cuando no tienes redes eres más dependiente y te sientes más vulnerable. 

Si no tienes gente querida que te ayude a salir (a menudo es un proceso que dura semanas o meses), pide ayuda a profesionales de los servicios sociales y de la salud mental, o a las asociaciones y colectivas de mujeres más cercanas. Muchas médicas y doctoras de familia ya tienen la formación para ayudarnos a todas en los centros de salud.

También tus vecinas y compañeras de estudio y de trabajo pueden ayudarte: sean o no feministas, hay muchas mujeres sororarias en el mundo. Las mujeres desde siempre nos hemos ayudado entre todas, porque llevamos milenios sufriendo, resistiendo y haciendo frente a la violencia en todas sus formas. 

Entre todas nos escuchamos, nos cuidamos y nos arropamos: todas sabemos lo difícil que es tomar conciencia de lo que nos está pasando, lo mucho que nos cuesta después hablar de ello, y la odisea que supone dar el paso hacia la liberación. 

Sabemos respetar los tiempos de cada una y acompañar todo el proceso de una forma amorosa. 

Sabemos, también, celebrar las liberaciones de cada una de nosotras, y acompañarnos en el camino hacia una nueva vida.


No lo hagas sola, déjate acompañar: solas no siempre podemos, pero con amigas, compañeras y vecinas sí que se puede.


Coral Herrera Gómez 


18 de octubre de 2024

Malestares: ¿qué puedes hacer para sentirte mejor?




¿Por qué te sientes a veces tan mal? 

¿Qué puedes hacer para sentirte mejor? 

Todos y todas nos lo preguntamos en algún momento: no nos sentimos bien, pero no nos ha sucedido nada malo, ni parece que tengamos motivos para estar mal. Nuestra vida no se ha visto sacudida por ninguna desgracia, pero tú por dentro no te sientes bien del todo, no sabes muy bien por qué. Hay días mejores y peores, y no sabes de dónde vienen esos malestares.

Aquí te cuento qué es lo que te está haciendo sentir mal, porque aunque creas que lo tuyo es un asunto personal, en realidad es un asunto colectivo. Y las soluciones son colectivas. 

Estos malestares los compartimos con todos y a todas, vivimos en una sociedad enferma y violenta:

 

- Te sientes mal porque la comida que comes está envenenada: las frutas y las verduras están llenas de veneno: pesticidas y agroquímicos que entran en tu organismo y alteran tu microbiota. La carne que comes proviene de animales que viven encerrados en jaulas y sufren tortura desde que nacen hasta que mueren. Son alimentados con veneno, e hinchados a hormonas, y su vida es un auténtico infierno. Además, muchas personas son adictas al azúcar y/o a la comida basura, que nos genera alteraciones en la producción de insulina, y destrozan nuestra salud. Nuestro estado de ánimo y nuestra salud mental están en gran parte determinados por nuestro intestino: somos lo que comemos. 

 

- Te sientes mal porque el aire que respiras está contaminado, por eso hay tanta gente en las grandes ciudades que se desespera por salir a la naturaleza a respirar aire puro. Según estudios recientes, el aire contaminado constituye una amenaza significativa no solo para la salud física (mayor riesgo o exacerbación de una variedad de enfermedades, incluidas las infecciosas, alérgicas, metabólicas, neoplásicas, respiratorias y cardiovasculares), sino también para la salud mental. 

 

- Te sientes mal porque el ritmo de vida que nos impone el capitalismo es insostenible: vamos con prisa a todo, no llegamos a todo, y la vida se te está pasando demasiado rápido. Pasas la mayor parte del día corriendo de un lado a otro, sin tiempo para respirar, con la sensación de que no haces bien tu trabajo, que no eres buena madre, ni buena hija, ni buena en nada. Por eso tenemos angustia y sufrimos ansiedad permanente, y por eso nos empastillamos para poder relajarnos y para poder activarnos. El estrés nos enferma, tanto física como emocional y mentalmente: los altos niveles de cortisol nos envejecen prematuramente y nos acortan la vida.

 

- Te sientes mal porque no puedes disfrutar de la vida: apenas tienes tiempo para dormir, para disfrutar de tus pasiones, para disfrutar de tu gente querida. No podemos con tres jornadas laborales en un solo día. Nos engañaron a todas diciéndonos que era posible conciliar la vida personal, familiar y laboral: es un mito muy lindo que no se sostiene, porque pasamos la mayor parte del día trabajando, dentro y fuera de casa, más el tiempo que dedicamos al transporte. La falta de tiempo libre para descansar y para disfrutar también nos enferma: cuanto más carga de trabajo tenemos, más estrés y más frustración sientes. Hagas lo que hagas, tu bandeja está siempre llena de correos, y tu pila llena de platos y sartenes para fregar. Es un pozo sin fondo: las tareas no acaban nunca, y en cuanto tachas las que has hecho, tu agenda se vuelve a llenar. No hay forma de pararlo.  

 

- Te sientes mal por las adicciones: ¿quién no tiene una adicción? Hoy en día es muy difícil encontrar personas que no sean adictas a sus teléfonos. Pasamos una cantidad de horas frente a las pantallas brutal. Pero además, también somos adictos y adictas al azúcar, y a todo el veneno que llevan los alimentos ultraprocesados y las bebidas. Adictos a ir de compras, al alcohol, a los tranquilizantes y a los somníferos, al tabaco, la cocaína y otras drogas. Adictos al odio (especialmente en redes sociales), y adictos la violencia: no solo los adultos sufren de esta adicción, también muchos niños pequeños. La gran mayoría de los adictos al porno son varones, adultos y menores incapaces de tener relaciones sexuales sin humillar a mujeres, incapaces de tener una erección haciendo el amor. Todos somos adictos a algo, especialmente a aquellas cosas que usamos para distraernos, para ontener placer instantáneo, para evadirnos de nuestra realidad, para animarnos o para tranquilizarnos. Cuanto mayor es la adicción, mayor es la dependencia y la tiranía: no resulta nada fácil estar constantemente reprimiendo las ganas y midiendo las dosis, por eso siempre buscamos motivos para usar nuestras drogas, medicamentos, pantallas, comida... si no tuvieramos este nivel de ansiedad, de tristeza, de frustración, probablemente nos sentiríamos mucho más libres. 

- Te sientes mal por la angustia que te genera el consumismo: a diario te bombardean por todos lados ofreciendote cosas que no necesitas. El mercado nos seduce con productos y servicios constantemente, y nos hacen creer que vamos a ser más felices consumiendo, pero lo cierto es que como apenas tenemos dinero, tenemos que estar todo el tiempo diciendo que no a todo, y reprimiendo el deseo de adquirir objetos. En cuanto logras comprarte algo que deseas, el mercado te ofrece cien cosas más: el consumismo te genera tanta insatisfacción porque se renueva constantemente, y no es posible adquirir todo lo que deseas. Así que tienes que negarte a ti misma a diario la posibilidad de gastar dinero, porque a duras penas llegas a fin de mes. No eres tú sola: así vivimos el 99% de la población, atadas a ingresos precarios y bombardeadas a diario con anuncios por todas las vías posibles. 

 

- Te sientes mal porque cuando te conviertes en adulta, tienes que ponerte una máscara y una coraza, y disimular para que los demás no vean cómo eres realmente. Medimos mucho la información que le damos a los demás, nos protegemos para que nadie vea nuestro interior, nos avergonzamos a veces de cómo somos, y tratamos de dar una imagen exitosa en nuestras redes sociales para que la gente se crea que somos felices y que nos va muy bien. Hay muy pocos espacios en los que puedes quitarte la armadura y ser realmente tú misma, espacios seguros en los que no tienes miedo a que te hagan daño, espacios en los que te sientes libre para hablar, para expresarte, para decirlo que piensas, lo que sientes, lo que quieres, lo que deseas. Pero no tienes mucho tiempo para disfrutar de esos pocos espacios, ¿verdad? 


- Te sientes mal porque no eres normal, por mucho que lo intentes. Todos y todas tenemos que adaptarnos a lo que la sociedad espera de nosotras y nosotros, y además de obedecer los mandatos sociales, tenemos que obedecer también los mandatos de género. Todos y todas simulamos ser personas “normales”, aunque es un concepto abstracto que nadie cumple al cien por cien porque todos tenemos rarezas, manías, obsesiones, todos nos salimos de la norma en algún momento de nuestras vidas. Todo en ellas está regido por normas no escritas: nuestra forma de vestir, de hablar, de caminar, nuestro comportamiento en espacios públicos, también en nuestros espacios familiares e íntimos. Tienes que simular que “eres como todo el mundo” y haces lo que hace todo el mundo para no parecer rara, loca, desviada.  


- Te sientes mal porque todos los mitos caen, uno tras otro, y te sientes engañada y estafada. Nuestra sociedad se construye con ilusiones colectivas que nos mantienen trabajando para otros a cambio de un salario precario, y nos mantienen atados a un estilo de vida que no es tan bonito como te contaron. Cuanto más te ilusionas, más te decepcionas, y aunque te resignes, tu corazón y tu mente siguen soñando con la salvación. Una salvación que tiene que ser colectiva, pero a tu alrededor todo el mundo está en la rueda, girando sin avanzar, anestesiada y cabreada: la gente sigue porque todos tenemos miedo a pararnos y a pensar. Y estamos esclavizados a la necesidad de generar ingresos, mientras vemos cómo los políticos gastan nuestro dinero en mantener a banqueros, empresarios, obispos, soldados y hombres que viven como auténticos reyes. Un dinero que tendría que ir a parar a la construcción de escuelas, universidades, centros de salud, hospitales, trenes, y protección del medioambiente: es frustrante ver como lo despilfarran en comprar armas que no necesitamos para nada. 

 

- Te sientes mal porque te han hecho creer que si te esfuerzas mucho y tienes suerte, puedes triunfar en la vida. Y no es cierto: las personas que triunfan, en su mayoría, son las que tienen herencia patrimonial o financiera, contactos y apellidos. Nos venden la idea del emprendedor que se hizo a sí mismo desde la nada, pero son muy pocos los que logran salir adelante. Hoy todo el mundo quiere ser famoso y millonario, pero el capitalismo feroz solo permite llegar a la cima a unos cuantos: todos los demás nos quedamos donde estamos, luchando por sobrevivir. Nos hacen creer que si no logramos destacar por encima de los demás, no valemos nada, por eso tu autoestima está por los suelos: cuanto más te crees el cuento de que es posible salir de la pobreza y la precariedad, más fracasada te sientes. Pero no, no es que no te hayas esforzado lo suficiente, es que no hay sitio para todos ahí arriba, y si eres mujer, menos todavía. 

 

- Te sientes mal porque te hicieron creer que encontrar al príncipe azul es la puerta de entrada al paraíso, y no lo has encontrado. O lo has encontrado y nada es como te contaron: el amor romántico te generó unas expectativas tan altas, que la realidad se te antoja demasiado dura. Porque el mito del matrimonio feliz que funda una familia feliz es una estafa: la mayoría de las mujeres trabajan de sirvientas de sus maridos e hijos, y viven en una constante batalla para no ser explotadas. Sin embargo, para muchas es imposible que los miembros de la familia se impliquen en las tareas de cuidados, prefieren vivir como reyes. No hay nada más frustrante que sentir que tus seres queridos abusan de ti y te roban el tiempo libre, y encima ni te reconocen el esfuerzo que haces. Porque da igual cuanto te esfuerces: las labores de cuidados no se valoran nada. Y no hay nada peor que darte cuenta de que no son recíprocos: a ti no te cuida nadie. 

 - Te sientes mal porque siempre te estás comparando con las demás personas, y no hay nada más frustrante en el mundo que vivir en constante competición por ser la más lista, la más guapa, la más joven, la más veloz, la más fuerte, la mejor en todo. ¿Por qué? Porque siempre que te compares vas a ver mujeres más jóvenes, más guapas, más inteligentes, más sexys, más encantadoras, más ricas, más cultas y sabias, y con más títulos y experiencia que tú. Es lindo sentir admiración por las mujeres que te rodean, pero cuando lo que sientes es envidia, entonces es cuando todo se estropea: es un sentimiento muy feo que nos lleva a portarnos mal con las demás. Competir contigo misma también es agotador: intentar superarte constantemente a ti misma, y vivir con tantas exigencias encima, es super frustrante. Porque claro, siempre podrías ser mejor, siempre podrías brillar más, siempre podrías darte por completo, pero mira una cosa: la vida es muy corta y si vives todo el tiempo rivalizando, y comparandote con los demás, no te da tiempo a disfrutar. Para poder disfrutar hay que estar en calma y en paz con una misma y con el mundo que te rodea, sin más afán que sufrir lo menos posible, y vivir lo más a gusto posible. 

- Te sientes mal porque sabes que para aguantar y resistir necesitas hacer ejercicio, comer bien, mantenerte en forma, dormir las horas que necesitas, pero por muy comprometida que estés con tu autocuidado, no logras disciplinarte a ti misma porque no tienes apenas tiempo para hacerlo, así que te sientes culpable porque los demás no te cuidan, pero tú tampoco te cuidas a ti misma. Porque la cuestión es, ¿cuando te cuidas si no tienes tiempo?

 

- Te sientes tan mal porque siendo mujer tienes que estar siempre alerta ante el acoso y las agresiones, tanto en las calles, como en el transporte público, como en los espacios comunes: las mujeres sufrimos violencia en el seno de nuestra propia familia, en nuestros centros de estudio y de trabajo, en los espacios de ocio y tiempo libre. Vivir siempre a la defensiva es agotador, pero lo cierto es que solo podemos relajarnos en espacios seguros en los que sabemos que nadie nos va a hacer daño. Y no abundan esos espacios seguros. 

 

- Te sientes tan mal porque lo que hacen las mujeres no es tan importante como lo que hacen los hombres, por eso tenemos que esforzarnos el doble que ellos, y por eso muchos se apropian de nuestras ideas, de nuestras creaciones, y nuestro trabajo. Sabes que es injusto, pero lo asumes como algo “normal” porque siempre ha sido así, especialmente en las profesiones más masculinizadas, y sabes también que es difícil sobrevivir en entornos competitivos en los que las mujeres luchan entre ellas para sobrevivir. Por eso buscas espacios horizontales en los que las mujeres cooperan y se prestan apoyo mutuo, pero no es fácil encontrarlos. 

 

- Te sientes tan mal porque se te cayó el mito de la familia feliz, y porque no hay condiciones para maternar y para la crianza: la gran mayoría de las mujeres no podemos cuidar a nuestros hijos e hijas, y nos vemos obligadas a dejarlos con personas desconocidas cuando tienen pocas semanas de vida. Apenas tenemos tiempo para disfrutar con ellos: también les imponemos un ritmo de vida brutal, y les drogamos con pastillas, azúcar y pantallas para tenerlos calmados y que no protesten. Mientras, tú tienes que trabajar como si fueras una mujer sin hijos, no importa cuántos tengas: tienes que ser productiva aunque no hayas dormido en toda la noche vigilando la fiebre de tu bebé, tienes que darle tu energía al dueño de tu empresa, y para tus crías solo hay migajas: tienen que conformarse con una madre estresada y agotada. Cuanto más cansancio sufres, más mala madre te sientes. 

 

- Te sientes mal porque tus relaciones con la familia son dolorosas y conflictivas, y apenas tenéis herramientas para poder comunicaros y para resolver los problemas sin haceros daño. También las relaciones en tu centro de trabajo son difíciles porque están atravesadas por las luchas de poder, y lo mismo sucede en los colectivos a los que perteneces: cuánto más competitivo es el entorno, más inhumano y hostil es. Vivimos en un mundo en el que a la gente le cuesta mucho pensar en el Bien Común: la mayoría de las personas van a lo suyo y construyen relaciones basadas en el interés y el egoísmo, por eso pasas gran parte de tu vida poniendo límites al abuso de los demás, y teniendo que aceptar los límites que te ponen a ti. Al final estás todo el día batallando, y es agotador: sabes que necesitas herramientas para cuidar tus emociones y tus relaciones, pero no sabes dónde obtenerlas. 

 

- Te sientes mal porque el futuro está cada vez más negro, y porque tienes miedo a la pobreza y a la exclusión social. Puedes perder tu trabajo y quedarte completamente indefensa ante una crisis económica, y tu gente querida está igual que tú. Somos muy vulnerables frente a las crisis que genera el capitalismo para crear mano de obra barata y desesperada. Y sabes que la salvación individual es casi imposible, pero sigues comprando lotería por si tú tuvieras suerte, aunque sabes que estás condenada de por vida a ser vulnerable y a trabajar como una bestia hasta que te jubiles (en el caso de que vivas en un país en el que haya pensión de jubilación)

 

- Te sientes mal porque tratas de ser leal a ti misma, pero es muy difícil. A veces te has traicionado y te has sentido horrible, porque no has podido actuar según tus principios y tus valores, o porque has tenido que hacer cosas que no querías hacer, en nombre de la empresa o institución en la que trabajas. en nombre del amor, en nombre de la familia, el sindicato o el partido político al que perteneces. Te sientes mal porque tu conciencia te dice una cosa, y la sociedad te pide que hagas otra, y no poder ser leal a ti misma te hace sentir una traidora. Porque a veces has tenido que callarte cuando no estabas de acuerdo, o has tenido que votar algo diferente a lo que tú querías, o te han obligado a mirar a otro lado mientras se estaba fraguando una injusticia. No es fácil ser coherente e íntegra en un mundo en el que todos se venden a sí mismos, y todos practican la hipocresía. Por miedo a las represalias del grupo o del poder, pero también por necesidad, porque no te ha quedado otro remedio. Si alguien a tu alrededor decide ser coherente con sus principios y actúa con lealtad hacia sí mismo/a, te sientes todavía peor, porque te hace ver con claridad que tú a veces te traicionas. 

 

- Te sientes mal porque alguna vez creíste que era posible crear un mundo mejor para todos y todas, pero has perdido la esperanza y la fe en la Humanidad, y a veces la realidad te parece demasiado brutal, especialmente cuando ves noticias, pero también cuando alguien de tu entorno pretende hacerte daño, aprovecharse de ti, o destruirte para ocupar tu lugar. Vivimos bajo la ley del “sálvese quien pueda”, por eso te sientes tan atrapada en la jungla, y por eso a veces sueñas con un mundo más justo, más humano, más amable, y con una vida más fácil y más bonita. Pero no hay mucha gente a tu alrededor que sueñe como tú: la mayoría han perdido la esperanza, se han resignado, y no pueden siquiera imaginar un mundo mejor.  


¿Cómo podríamos estar mejor?

Piensa en lo bien que te sientes cuando comes bien, cuando duermes bien, cuando descansas lo que necesitas. Cuando tienes tiempo para disfrutar de tus pasiones y tu gente querida, cuando estás rodeada de verde, al aire libre, mirando hacia el cielo o al mar, con la mirada perdida en el horizonte. Cuando encuentras gente como tú, cuando te juntas con más mujeres, cuando te sientes libre en espacios seguros y amorosos para conversar, para expresarte sin miedo y para ser tú misma. Cuando bailas, cuando cantas, cuando escuchas música o la tocas tú. Cuando haces cosas con tus manos.

¿Verdad que te sientes bien cuando eres útil, y cuando ayudas a que la vida de los demás sea mejor? Cuando te cuidas, cuando haces ejercicio y respiras aire puro, cuando desconectas de tus problemas, cuando te alejas de tu rutina de vida, cuando estás rodeada de naturaleza. Cuando estás tranquila y relajada, cuando tienes tiempo para estar a solas, cuando tienes tiempo para cuidar tus vínculos, cuando eres leal a ti misma, cuando desobedeces normas injustas, cuando abandonas las batallas y las luchas de poder que te están robando la paz interior. 

Haz lo que te hace bien, lo que te da energía. Haz lo que te apetece, lo que te ayuda, lo que te da placer, lo que te sienta bien. Cuidarse por fuera y por dentro para estar bien es un acto político, porque el patriarcado nos quiere a todas aisladas, estresadas, empastilladas, anestesiadas, cabreadas, obedientes y amargadas. 

Lucha para que tú y tu gente podáis comer alimentos sanos, beber agua limpia, respirar aire sin contaminar. Lucha para que las ciudades sean vivibles, para mantener los espacios verdes, para proteger la naturaleza, para redistribuir la riqueza, para que todas y todos podamos disfrutar de nuestros derechos fundamentales.

Para que todos y todas podamos sentirnos mejor, hay que defender el derecho a vivir bien. Necesitamos un mundo de paz, igualdad y justicia social: la felicidad y el bienestar no son problemas individuales, sino asuntos políticos, y por eso requieren soluciones colectivas. 


Coral Herrera Gómez


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14 de octubre de 2024

Cómo me liberé de la droga del amor



 

Yo no lograba entender por qué cuando estaba cerca de mi droga, yo cambiaba y dejaba de ser yo. Y no solo eso: era capaz de engañarme y traicionarme a mí misma, y hacer cualquier estupidez con tal de conseguirla. Me resultaba alucinante verme a mí misma desdoblada: podía estar en la mañana pensando racionalmente y tomando decisiones sensatas y feministas, y luego en la noche hablando con él por teléfono como si nada, derretida de amor y riendole las gracias. 

Si yo había decidido que no nos veríamos más, y él llamaba para decirme que necesitaba verme, entonces me olvidaba del acuerdo conmigo misma, y le decía que sí, que podía venir a verme. Y claro, eran polvazos intensos los que echabamos, porque yo siempre juraba que iba a ser el último. Y ya sabemos que los últimos polvos, cuando estás muy enamorada, son intensos, maravillosos, e inolvidables. ...


Ya puedes escuchar o leer el capítulo 8 de mi libro: Cómo dejé de sufrir por amor. 

Cada semana publico dos nuevos capítulos en Patreon y en Ivoox para suscriptoras:


Leer en ebook

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8 de octubre de 2024

Cómo me liberé de la cárcel del amor






 

Yo estuve cuatro años esperando "a ver si él se daba cuenta". 

Cuatro años de autoengaño. 

Cuatro años esperando a que el Príncipe Azul regresara de sus batallas.

Cuatro años creyendo que estaba presa en la cárcel del amor, condenada a sufrir. 

Hasta que la que" me di cuenta" fui yo.

Me di cuenta de que los muros no eran de humo sino de titanio, que las ventanas y las puertas estaban abiertas, que la vida estaba pasando muy deprisa, y que yo no la estaba disfrutando. 

Me harté de esperar y de sufrir por amor y empecé mi camino hacia la liberación. 

En el capítulo 7 de mi nuevo libro te cuento cómo empecé a trabajar en mí, ya puedes leerlo o escucharlo y leerlo en Patreon e Ivoox: 


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22 de agosto de 2024

¿Tú tampoco puedes divorciarte? El drama de la vivienda y la cárcel del amor




¿Tú tampoco puedes divorciarte? El drama de la vivienda y la cárcel del amor 

Tengo varias amigas que se quieren divorciar y no pueden. Les mucho costó dar el paso y cuando finalmente acordaron con sus parejas la separación, se dan cuenta de que no les dan las cuentas porque los precios de compra y alquiler de casas están por las nubes. 

El sistema nos quiere de dos en dos, por eso nos castigan si no nos emparejamos. ¿En qué consiste el castigo? Hay cientos de miles las mujeres jóvenes que no pueden salir del hogar e iindependizarse porque no tienen pareja para compartir gastos, y muchas se ven obligadas a convivir con su familia o con personas desconocidas. 

El drama de la vivienda mantiene, además, a miles de mujeres atrapadas en relaciones en las que no son felices, relaciones que no funcionan, y también relaciones en las que sufren explotación doméstica, violencia psicológica y emocional, violencia económica, física y sexual. 

Muchas mujeres se irían si pudieran, pero con un solo salario no pueden irse a ninguna parte, sobre todo si tienen críos. Cuantos más hijos e hijas tienen, más difícil resulta escapar. Según las leyes, todas somos libres para divorciarnos, pero lo cierto es que sin autonomía económica no podemos. De todas ellas, las que más sufren la violencia son las mujeres pobres, las mujeres inmigrantes y las que sufren discapacidad. 

Unas pasan toda la vida soportando y resistiendo como pueden, y la violencia solo termina cuando ellos las asesinan o cuando ellos mueren. Estamos hablando de que hay mujeres que pasan 50 o 60 años sufriendo violaciones y malos tratos, y no tienen medios para huir.

Cada día resulta más difícil separarse: es un lujo al alcance de muy pocas parejas porque se necesitan dos salarios para vivir: uno va a la hipoteca o el alquiler, y el otro hay que dedicarlo a subsistir. En las grandes ciudades, en las islas y en la costa es imposible vivir sola en un apartamento, excepto para las mujeres que gozan de un buen salario y no tienen crías.

Seguimos creyendo que las mujeres en Occidente somos libres, pero las leyes que nos protegen son papel mojado. No importa si el Estado reconoce el derecho de las mujeres a divorciarse: estamos igual que en los países donde no se nos reconoce ese derecho, porque no hay condiciones para que todas podamos ejercerlo.

El matrimonio es una auténtica cárcel para millones de mujeres que no pueden romper el contrato y dejar la relación. Cuanto más pobres y precarias somos, menos derechos tenemos, y cuantos más hijos e hijas, más pobres somos y por tanto, menos libertad tenemos. No podemos elegir qué tipo de vida queremos llevar, ni con quién queremos vivir, ni cuánto tiempo queremos convivir con alguien. 

Nos casamos pensando que podremos separarnos cuando queramos, pero la realidad es que no podemos. 

Ana de Miguel lo explica muy bien: cuando tu vida está determinada por la necesidad, no eres libre. No hay derechos ni libertad de elección y de movimientos sin autonomía económica. 

La Vivienda es uno de los derechos humanos fundamentales: todos y todas necesitamos un refugio seguro y bajo techo para dormir y para vivir. 

Todas las mujeres tenemos derecho a poder vivir solas o con nuestras crías: tener pareja no puede ser una obligación, pero lo cierto es que vivimos en un mundo que nos quiere de dos en dos, consumiendo y aislados de los demás. 

Y lo cierto es también que las personas más pobres del mundo son mujeres con hijas e hijos. Por eso la lucha por los derechos humanos no sirve de nada si no se erradica la pobreza. Las mujeres que viven en la pobreza sufren más el abuso, la explotación y la violencia de sus caseros, sus jefes y sus maridos.

Ante el drama de la vivienda, muchas mujeres están organizándose en pequeños grupos para convivir juntas, compartir la crianza y compartir gastos. 

Ahora mismo lo único que nos salva son las redes de apoyo mutuo entre nosotras, junto con la lucha feminista por la igualdad, y la lucha social a favor del derecho a la vivienda y en contra de la gentrificación, la especulación inmobiliaria, la codicia de los fondos buitre, los desahucios y el turismo depredador. 

Lo personal es político: estamos derribando los muros de la cárcel del matrimonio, y estamos reclamando políticas públicas que garanticen la autonomía económica de todas las mujeres, para que todas seamos libres y podamos elegir con quien queremos compartir la vida. 

Coral Herrera Gómez 


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30 de mayo de 2024

Feminismo en casa: cómo hacer la Revolución Amorosa en familia




La Revolución empieza en casa. Si estás hasta el moño de que tu familia te trate como a una sirvienta, en este post te cuento cómo llevar el feminismo a tu hogar, y cómo poner en práctica la Ética del Amor y la Filosofía de los Cuidados. 

Llevar la utopía a la práctica no es una tarea fácil, sobre todo cuando tus hijas e hijos se han acostumbrado, igual que tu marido, a recibir cuidados sin darlos, y a vivir como reyes s tu costa. 

No es fácil porque los miembros de tu familia no quieren que nada cambie: viven de lujo así, aunque tengan que soportar a veces tus estallidos de rabia y frustración. Les compensa recibir broncas y soportar tu malhumor, y estar todo el día en pie de guerra.

Pero tu Salud está en juego: el agotamiento y el rencor contra los que abusan de nosotras nos acaba enfermando a nosotras. Nos medican para que aguantemos, pero estamos hartas de aguantar. 

¿Por donde empezar? Mi propuesta es que convoques a tu familia a una asamblea, y que sea una reunión libre de pantallas y dispositivos. 


Aquí los pasos para celebrar la primera Asamblea Familiar:

1) Toma de conciencia: Lo primero es expresar como te sientes sin que nadie te interrumpa. Evita los reproches para que no empiecen a defenderse: es más efectivo tratar de generar empatía contando cómo te sientes, y explicando qué necesitas para sentirte mejor. 

Es importante explicar al final que no eres la única, que somos millones de mujeres en todo el mundo en la misma situación. Tu pareja, tus hijos e hijas y demás miembros de la familia tienen que darse cuenta de la injusticia social que supone la explotación doméstica que sufren las mujeres en todo el mundo. El mejor indicador para que entiendan lo que sucede es el del tiempo libre: en todo el mundo los hombres tienen el doble de  tiempo libre que las mujeres, y las mujeres sufren doble jornada laboral.

Se estima que las mujeres que son madres solo tienen una hora libre de tiempo al día, y además la mayoría no tiene derecho a permisos por enfermedad, días de descanso y vacaciones, ni salario. Tienen que comprender que el agotamiento no solo causa mal humor, también tiene un fuerte impacto en tu salud mental, emocional y física. 

Después de analizar el contexto mundial, toca aterrizar y plantearse en grupo: ¿cuánto tiempo libre tenemos cada miembro de la familia, y cómo podríamos hacer para que todos disfrutáramos del mismo número de horas para descansar y disfrutar de la vida? 

Y aquí es cuando es necesario debatir sobre cómo podemos abolir la monarquía patriarcal para sustituirla por una democracia asamblearia. 

Lo más importante es que tus seres queridos se planteen conjuntamente las estrategias para liberar a mamá de su papel de criada, y lograr que tenga todos sus derechos garantizados.

Al final de este primer paso todos y todas deben tener claro que cuando los cuidados no son mutuos, es explotación emocional y doméstica. 

Y que hay que abandonar las estructuras de abuso con las que nos relacionamos, porque los valores del capitalismo y el patriarcado están basados en los privilegios masculinos, el individualismo, la dominación, la acumulación, las jerarquías de poder y las guerras.

La revolución amorosa pretende sustituir estos valores por los del feminismo, el ecologismo, el pacifismo y los derechos humanos fundamentales: apoyo mutuo, cooperación, empatía, solidaridad, igualdad, libertad, paz, trabajo en equipo y compañerismo.


2) Soluciones

Aquí nos ponemos en plan práctico  y lanzamos la pregunta: ¿cómo cuidamos la familia entre todas, y cómo podemos mejorar nuestro hogar?

Es posible que los miembros de tu familia te propongan explotar a una mujer más pobre que te sustituya a ti y cobre poco dinero, pero esta no es una solución feminista. Lo que queremos es erradicar la explotación, no que tú te liberes explotando a otra mujer, y que los demás miembros de tu familia sigan viviendo como si fueran hijos de faraones.

La solución entonces es repartir las tareas de un modo equitativo e igualitario, de manera que cada miembro de la familia, según su edad y capacidades, aporte y colabore. 

En un hogar feliz, se practica la comunicación no violenta, todos dan y reciben cuidados, todos tienen los mismos derechos y las mismas obligaciones y nos prestamos apoyo mutuo. 


3) Cambios: este es el momento para plantearse: 

¿Qué cambios tenemos que hacer cada uno para transformar esta familia?, ¿qué necesitamos para vivir mejor?

Lo primero es que todos los miembros de la familia aprendan a cuidarse a sí mismos, empezando por el  marido, que tiene que hacer autocrítica amorosa y dar ejemplo. Los discursos sobre la igualdad no sirven de nada si los hombres adultos de la casa no dan ejemplo. Ellos son los que tienen que empezar a tratar a sus parejas como compañeras, y renunciar a sus privilegios masculinos.

El siguiente paso es que todos aprender a cuidar a su gente querida y los espacios que habitan, y para esto hay que entrenar a diario, y tomar plena conciencia de que todos y todas somos responsables del bienestar familiar y del funcionamiento del hogar. 

Los niños que se crian en un hogar feminista no necesitarán una criada cuando logren conquistar su autonomía y las niñas no querrán ser las criadas de nadie cuando sean adultas. Si te ven a ti defendiendo tu derecho a recibir cuidados, y tu derecho a tener tiempo libre para descasar y divertirte, ellas también lo harán. Si no abusan de ti, es más probable que tampoco abusen de los demás cuando se independicen y se hagan adultos.

Nosotras también tenemos que hacer cambios mientras llevamos el feminismo a nuestro hogar. Por ejemplo, tenemos que tomar conciencia de que el poder que sentimos llevando el control de todo y siendo imprescindibles para todos, en realidad nos esclaviza. Es una trampa del patriarcado. Por eso hay que aprender a soltar: nosotras no nacimos para ser policías, ni carceleras. Este papel de capitana del hogar nos convierte en sirvientas. 

No es fácil cambiar, pero se puede: se vive mucho mejor en estructuras horizontales e igualitarias basadas en el trabajo en equipo, y esta es en realidad la única manera de criar personas autónomas, solidarias , responsables y comprometidas. 

Y es también la única manera de cuidar tu salud y de procurarte a ti misma una Buena Vida. 


4) Eaboración del Pacto de Cuidados Mutuos y firma de el Contrato Amoroso:  ha llegado el momento de juntarse y ponerse a escribir. 

No se os olvide que para cualquier ser humano es más fácil cumplir con las normas en cuya creación ha participado, que cumplir con las normas impuestas por otros.

En esta fase del proyecto revolucionario se establecen las normas de convivencia, y se reparten las tareas equitativamente. 

Poned todo el tiempo el foco en cómo vamos a cuidar el ambiente y la atmósfera familiar, cómo vamos a expresar nuestras emociones y cómo vamos a resolver los problemas sin hacernos daño. 

También hay que establecer la periodicidad de las asambleas familiares, y la forma de evaluar si los pactos se están cumpliendo y si el proyecto está funcionando. En estos espacios es importante que todos y todas podamos contar cómo nos estamos sintiendo, y qué necesitamos para estar mejor, y cómo podríamos mejorar el proyecto. 

Se trata de poner en el centro el Bien Común y el Buen Vivir, y aplicar la ética del amor y la filosofía de los cuidados a vuestra vida cotidiana. Se aprende tomando conciencia, practicando la autocrítica amorosa, y entrenando día a día.


5) Celebración: hay que celebrarlo con una buena fiesta, repartiendo las tareas para organizar el evento entre todos y todas, y poniendo en marcha el Pacto de Cuidados. Buena comida, música y baile: empieza una nueva etapa en vuestras vidas.

Parece fácil así planteado, ¿verdad?

Pero, ¿qué hacer si los miembros de tu familia no quieren cambiar, o dicen que van a cambiar pero te toca a ti estar detrás de ellos para que cumplan sus acuerdos? 

Mi consejo es que apliques las estrategias de lucha de la clase obrera, incluida la huelga general. Y si nada sirve, amenazas con que te vas. Y si no te creen, vete unos días a casa de tu amiga. Y al final haces lo que hacen muchas mujeres, cada vez más: demanda de divorcio al canto.

Piensa que en esta batalla no estás sola: todos los días todas las mujeres protestan y luchan en sus hogares contra el abuso, la explotación y la violencia. En todo el mundo. En todas las casas. Lo mismo las que son feministas que las que no lo son: la lucha por los buenos tratos, la justicia y los derechos humanos de las mujeres tiene siglos de Historia y es universal. 

Apoyaté en otras mujeres, y busca más familias revolucionarias, verás que las transformaciones son contagiosas, y que es posible llevar la utopía a la práctica. Tú y todas las mujeres del mundo tenemos derecho a vivir una Buena Vida. 

Coral Herrera Gómez 


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Si tú también estás haciendo la Revolución Amorosa y quieres sentirte acompañada, 

 ¡vente con nosotras al Laboratorio del Amor! 

28 de abril de 2024

Cómo liberarte del rencor hacia tu ex




Hay parejas que aunque se divorcien, no se separan jamás. Algunas lo logran cuando los hijos e hijas se hacen mayores y ya no hay nada que discutir. Otros en cambio pasan odiándose y jodiendose mutuamente toda la vida. 

Hay parejas que no viven en guerra constante, pero sienten un rencor tremendo por la otra persona, con una intensidad que no se va con el paso de los años. Por eso los ex ocupan un lugar central en su vida, y jamás se liberan de ellos. 

Hay parejas que pasan toda la relación guerreando, y siguen guerreando muchos años después. Hay otras que se quisieron mucho pero acabaron fatal: sea cual sea tu caso, hoy vengo a hablarte de la tremenda liberación que se siente cuando tu ex deja de tener importancia en tu vida y te das cuenta de que no le necesitas para nada. 

Porque hay una cosa que es evidente: si tu ex sigue teniendo mucho espacio en tu vida, y ocupa mucho tiempo en tu mente y en tu corazón, es más difícil disfrutar de tu nueva vida, y también es más difícil que entre alguien nuevo en tu corazón.

Es una cuestión de saber dónde poner tu energía y tu tiempo: tú eliges si malgastarlos en machacar a tu ex o en defenderte de tu ex, o si prefieres poner el foco en ti y en las ganas que tienes de disfrutar de tu soltería. 

Hay gente que se amarga la existencia cada vez que al ex o a la ex le pasa algo bueno, y preferirían que a su ex le fuese fatal, lo que no es muy práctico si tenéis hijos e hijas en común. Cuanto mejor le vaya a tu ex, mejor les irá a tus criaturas y al revés: si tu ex sufre y tiene problemas, eso va a afectar a tus criaturas inevitablemente. Así que no le des más vueltas: es mejor que a tu ex le vaya bien. 

Es normal que si a ti no te va tan bien como a tu ex, sientas a veces mucha rabia. Pero esa rabia a ti no te viene bien. Ni el odio, ni el rencor, ni la envidia, ni la ira que sientes te hacen bien. Y no son útiles, no sirven de nada, no te ayudan en nada.

El rencor es una emoción que te lleva muy fácilmente a la obsesión, y en la medida en que malgastas tu tiempo y tu energía en sufrir y hacer sufrir a tu ex, menos tienes para ti, para tus proyectos profesionales o personales, y para tu gente querida. 

El rencor también te lleva al victimismo, es decir, a una posición en la que tú no asumes ninguna responsabilidad de los conflictos que tienes con tu pareja o ex pareja, y le culpabilizas de todo lo que sucede. Y te atrapa ahí, en un círculo del que es muy difícil salir.

La guerra no solo te afecta a ti y a tu ex; si pides a los demás les piden empatía y apoyo, y que se posicionen de tu lado, no te vas a sentir mejor. Es una forma de desmoralizar y hundir a tu ex, porque no hay nada que duela más que quedarse solo/a, pero no te ayuda a sentirte mejor.

Y además no es justo pedirle a los demás que elijan entre tú y tu ex.

Con el rencor no solo sufres tú, también intentas que el otro sufra lo mismo que tú, y así sufren todos vuestros seres queridos, que lo que quieren es veros bien a los dos. 

El rencor también te lleva al afán de venganza, que es una emoción muy humana, sobre todo si no ha habido justicia ni reparación del daño que nos han causado, pero es muy destructiva y arrasa con todo. 

Incluso con tu propia salud mental.

Si el odio que sientes persiste a lo largo del tiempo, se vuelve maligno, te devora por dentro. Hay gente que siente tantísimo rencor que es incapaz de distraerse con otras cosas, y enfoca toda su vida en destruir a su pareja porque cree que eso le va ayudar a sentirse mejor. Y no. 

No te sientes mejor haciéndole la vida imposible a tu ex. Ni a tu ex ni a nadie. Siempre vas a necesitar más. 

Hacer daño a tu ex puede llegar a convertirse en un placer sádico e insaciable.

Y es muy peligroso para el ego.

Porque aquí el ego juega un papel fundamental. El ego siempre quiere ser el protagonista. Siempre está batallando con otros egos, nunca tiene suficiente, siempre quiere llevar la razón y ganar todas las batallas. Y cuando pierde, lo lleva muy mal.

Al ego se le puede controlar con muchas dosis de humildad. Es la única manera de aceptar las derrotas con deportividad.

Pero la humildad hay que entrenarla. Y no todo el mundo se la quiere o se la puede trabajar. Y cuando estamos dolidos y dolidas, es más difícil todavía.

¿Y si tenemos claro que no queremos volver nunca con nuestro/a ex, pero seguimos sintiendo un rencor obsesivo? 

Creo que te puede ayudar el tomar conciencia de que lo que peor lleva el ego es la indiferencia, el no poder soportar que tu pareja se olvide de ti y empiece una nueva vida como si tú no existieras. 

Y es que uno de los principales motivos que tenemos para estar en guerra con los y las ex es porque queremos permanecer en su vida, en su corazón y en su mente, ocupando un espacio descomunal. 

En el fondo del alma, no queremos irnos de su vida y preferimos estar “a las malas”, que no estar. 

Preferimos que no odien a que nos olviden. 

Mucha gente no sabe que es mejor separarse bien que separarse mal. No sabe que las relaciones amorosas no tienen por qué acabarse, sino solo transformarse en otra cosa, y por eso le cuesta imaginar una relación bonita ( o al menos cordial) con su ex. 

Algunas parejas no saben que no hace falta vivir en permanente estado de guerra, y que de hecho puedes estar en la vida de tu ex para siempre si lo deseas y si te lo trabajas (si ambos os lo trabajáis)

A mucha gente le cuesta reconocer que no ha sabido aceptar ni asumir la ruptura, que no quiere que la otra persona haga su vida, y que probablemente por eso el rencor en vez de ir a menos ha ido a más. 

Cuando vives preso/a del rencor, es imposible hacer vida normal. Tu vida entera se ve afectada. Todos a tu alrededor también. 


¿Qué pasa cuando no puedes controlar tu odio y tu rencor?

El extremo más brutal lo tenemos en los hombres que asesinan a sus parejas como castigo por haberles abandonado. También muchas mujeres son asesinadas cuando rehacen su vida y vuelven a emparejarse. 

El odio que sienten esos femicidas está cargado de victimismo y sobre todo lo que más les mueve es la necesidad de vengarse. “Sin mí tú no vas a ser feliz”, piensan ellos cuando planean su castigo: “te voy a dar donde más duele”, dicen cuando planean dejar viva a su ex y matar a sus hijos. 


¿Qué ocurre cuando tu ex ha sido una persona violenta, te ha maltratado, te ha machacado emocional y psicológicamente? 

El rencor es normal y ayuda a desvincularse románticamente del ex. El despecho y la ira pueden ser muy útiles para alejarse definitivamente.  Cuando una persona te ha hecho mucho daño y te ha hundido la vida, no tienes por qué perdonarle, y no hay reparación posible. 

Solo cabe apelar a la justicia para que te proteja de tu maltratador y pague en años de cárcel la violencia que ha ejercido sobre ti.

Pero una vez que actúa la justicia, lo más importante para una víctima de violencia machista es desalojar al ex para siempre de su vida, de su cabeza y de su corazón. 

Liberarse es fundamental para que su ex no tenga ya más poder sobre ellas, y desaparezcan para siempre de sus vidas.

No es fácil porque hay hombres que no controlan su odio y pasan toda su vida obsesionados e invadidos de rencor, y necesitan vengarse. Por eso hay tantas mujeres que pasan tanto miedo cuando ellos salen de la cárcel. Porque algunos sienten que ya no tienen nada más que perder, y estos son los más peligrosos.


A estos extremos nos lleva el odio y el rencor. Lo destruyen todo y nos destruyen a nosotros mismos. Por eso es tan importante liberarnos. Porque para poder vivir bien es fundamental sentirnos libres de emociones destructivas, dejar atrás el pasado y mirar hacia delante.

Ojalá este post ayude a toda la gente que vive encerrada en la jaula del rencor y no logra romper con su ex. Ojalá le sirva a mucha gente para hacer autocrítica, para pedir un alto el fuego, para llegar a acuerdos, y para fumar la pipa de La Paz con su ex. 

O al menos, si no se puede fumar esa pipa, que sirva para que cada cual pueda liberarse del odio, y pueda vivir en paz, y con tranquilidad,  que ya demasiadas guerras libramos en nuestro día a día. 

Tú decides dónde quieres poner tu tiempo, tu corazón y tu energía.


Coral Herrera Gómez 


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6 de febrero de 2024

¿Como nos empoderamos las mujeres?




 ¿Cómo nos empoderamos las mujeres?

Nos empoderamos juntas, no cada una por su lado. 
Las mujeres nos empoderamos cuando salimos de la pobreza y la precariedad. Porque cuando tenemos ingresos dignos, empezamos a tener derechos humanos, y empezamos a poder tomar decisiones y hacer elecciones con mayor libertad. 

Las mujeres nos empoderamos cuando aprendemos a decir que no, a poner límites, y a desobedecer los mandatos del patriarcado. 

Nos empoderamos cuando nos liberamos del miedo y de la culpa, 
cuando alcanzamos la autonomía económica y emocional,
cuando nos divorciamos,
cuando nos liberamos de la necesidad de tener pareja, 
cuando escapamos de relaciones de dominación y violencia. 

Nos empoderamos cuando nos ayudamos y protegemos entre nosotras, 
cuando dejamos de tener miedo a la soledad, 
cuando nos liberamos de la tiranía de la belleza y dejamos de torturar nuestros cuerpos y de ponerlos al servicio del patriarcado.

Nos empoderamos cuando podemos estudiar y elegir la profesión que queremos, 
y cuando nos pagan bien, y nos cuidan en el trabajo.

Nos empoderamos cuando viajamos solas, y en grupo, 
cuando nos liberamos de la opresión de los padres y los esposos,
cuando escapamos de los proxenetas y demás explotadores. 

Nos empoderamos
cuando decimos adiós al jefe, 
cuando somos nosotras nuestras propias jefas. 

Nos empoderamos cuando dejamos de trabajar gratis para los maridos, 
Cuando nos negamos a ser sus sirvientas, 
cuando negociamos con ellos y logramos un reparto igualitario de tareas.

Las mujeres nos empoderamos en espacios seguros y libres de violencia,
en sitios en los que sabemos que no nos van a hacer daño, 
Y en lugares en las que podemos ser nosotras mismas. 

Nos empoderamos cuando nos escuchan, 
cuando nos tienen en cuenta, 
cuando no nos mandan callar, 
cuando estamos en espacios en los que no hay que pedir perdón por ser mujeres, o por tu orientación sexual, o por tu color de piel,
cuando no nos cancelan y nos amenazan de muerte para silenciarnos.

Nos empoderamos cuando les pedimos a los hombres que dejen de explicarnos lo que es el feminismo, 
cuando logramos crear espacios de mujeres en los que ellos no pueden participar, 
cuando logramos que respeten los espacios no mixtos.


Nos empoderamos cuando aprendemos a cuidarnos a nosotras mismas y entre nosotras, 
Cuando aprendemos a valorar la salud mental y emocional, 
Cuando nos hacemos responsables y nos comprometemos con nuestro derecho a vivir una Buena Vida.

Las mujeres nos empoderamos cuando dejamos de odiar nuestros cuerpos y cuando dejamos de poner el cuerpo para que los usen los hombres.

Nos empoderamos cuando podemos tener relaciones sexuales basadas en el deseo mutuo, en el respeto y el buen trato. 

Nos empoderamos cuando nos sentimos libres para amarnos entre nosotras. 

Nos empoderamos cuando la sociedad nos nombra, nos reconoce, nos visibiliza, nos apoya en nuestros proyectos, nos hace homenajes, nos otorga premios y nos da trabajo.

Las mujeres nos empoderamos cuando nos unimos a otras mujeres para protestar contra las injusticias, y para denunciar las agresiones que sufrimos. 

Nos empoderamos cuando logramos romper el silencio, 
cuando juntas gritamos basta, 
cuando nos unimos para luchar por la libertad y por nuestros derechos.

Nos empoderamos cuando logramos que los hombres nos respeten cuando decimos que no,
y cuando exigimos nuestro derecho a vivir bien, a tener una vida mejor, libre de explotación, abuso y violencia. 

Nos empoderamos cuando cortamos las relaciones en las que no nos sentimos queridas o cuidadas, o cuando nos alejamos de relaciones de abuso y sufrimiento. 

Nos empoderamos cuando podemos disfrutar de nuestros derechos sexuales y reproductivos, 

Y cuando no sufrimos discriminación, acoso, agresiones, abusos, violaciones, y femicidios.

Cosificarse, hipersexualizarse, someterse, pornificarse y ofrecerse como un objeto para ser usado gratis o a cambio de dinero, no es empoderante. Disfrazarte de estrella porno para que te aplaudan los hombres no es empoderante. 

Es el patriarcado de siempre disfrazado de feminismo.

Lo que nos empodera es tener ingresos dignos y todos nuestros derechos garantizados, y liberarnos de la angustia de no llegar a fin de mes.

No hay nada más empoderante que tener autonomía y dinero para que ningún hombre pueda explotarnos en casa, en la fábrica, en el campo, en la oficina o en un burdel. 

Ya no nos engañáis más con la estrategia del empoderamiento: solo os preocupa nuestra libertad sexual para alquilarnos y vendernos. Nuestras vidas y nuestros derechos humanos fundamentales no os importan nada. 

#empoderamientofemenino #empoderamiento #feminismo #mujeres

Coral Herrera Gómez 

10 de septiembre de 2023

Mujeres que se liberan, en Sevilla


Mujeres que se liberan: mi plan de liberación

Impartido por: Coral Herrera.

Formato: presencial

Dónde: Sala Mera, Sevilla

Día: Sábado 14 de octubre 2023

Horario: de 16 a 21h.

Ubicación: calle María Ràfols, 21

Contenido del taller: 

En este taller vamos a elaborar un plan de liberación personal y colectivo para empezar la Revolución por una misma. 

Nos vamos a liberar de la culpa, del miedo, de la guerra contra nosotras mismas, del autoengaño y el autoboicot, de la voz patriarcal que llevamos dentro. 

Nos vamos a liberar del pasado, del machismo, de los mitos, y de todo aquello que nos hace sufrir y hace sufrir a los demás.

Y nos vamos a liberar juntas: en este taller vamos a fabricar nuestras propias herramientas para trabajar en el autoconocimiento, la autoestima, el autocuidado, la autonomía y la autocrítica amorosa. 

Y vamos a poner en el centro el disfrute, el placer y los cuidados para aplicar la teoría feminista a nuestras vidas cotidianas, ¿te vienes?

El objetivo es liberarnos haciendo unos pactos con nosotras mismas que nos permitan vivir mejor, sufrir menos y disfrutar más de nuestros afectos, nuestra sexualidad y nuestras relaciones amorosas.


Precios:

Taller presencial: 30 euros


Taller presencial + 1 mes en el Laboratorio del Amor: 60 euros


¡Vente al #FindeFeminista en Sevilla que ha organizado Alicia Murillo Ruiz!

tienes toda la información en la web de la Sala Mera ❤️



Y si no puedes venir presencialmente, 

Únete virtualmente: 

puedes apuntarte al curso virtual de Mujeres que se liberan en el Laboratorio del Amor.


23 de agosto de 2023

Movimiento de Liberación de las Mujeres




Si no tienes claro quién es el sujeto del feminismo, no te olvides que el feminismo es, por definición, un Movimiento de Liberación de Mujeres.

La protagonistas del 8 de marzo son las que sufren explotación y violencia dentro de los hogares, de las fábricas, de los campos de cultivo, y los campos de concentración para esclavas sexuales.

Las mujeres víctimas de la esclavitud y sus hijas son el epicentro de la lucha feminista. La mayoría son mujeres inmigrantes, las que sacan el alimento de la tierra, las que cuidan a nuestros padres, a nuestros hijos e hijas, a nuestros familiares enfermos, las que limpian nuestras casas, las que sufren violaciones pagadas en todas las carreteras de España.

Son las víctimas de la prostitución y la trata, y las que sufren explotación laboral, doméstica, sexual y reproductiva. 

Son las que no tienen dinero ni papeles, no tienen derechos, no tienen voz ni voto, no tienen escapatoria.

Unas sirven a un solo señor, otras tienen varios patronos. 

Los políticos no gobiernan para ellas, y no las vemos en los medios excepto cuando arden las casas de cartón en las que viven, o cuando cae un traficante, o cuando salen a protestar y algún medio les da visibilidad. 

Pero están por todas partes. Son las mujeres pobres las que ponen el cuerpo y la energía en sostener el monstruoso sistema capitalista y patriarcal. 

Un sistema que coloniza sus cuerpos y practica el extractivismo para extraer de ellas todo lo que se pueda comercializar: su tiempo y su energía, su fuerza de trabajo, sus vaginas, sus úteros, sus óvulos, sus bebés, y su leche materna. 

Y por eso el feminismo es un movimiento de liberación de mujeres, y por eso las protagonistas son ellas, las refugiadas, las sirvientas y las esclavas.

Las que jamás saldrán de la pobreza, las que viven atadas a una deuda imposible de pagar, las que viven confinadas en campos de concentración para mujeres o viven atrapadas en sus hogares y explotadas por su marido. 

Son las que sufren toda su vida doble y triple jornada laboral, las que sufren abuso y violencia sexual, las que cruzan las fronteras huyendo del hambre, la pobreza, la guerra y el colapso medioambiental.

En estos tiempos de oscuridad, piensa en ellas y en su lucha por la dignidad, la libertad, la igualdad, la justicia social y los derechos humanos fundamentales. Su lucha es el faro que nos ilumina a todas en el camino hacia la liberación y el cambio social.

#mujeres #feminismo #explotación #esclavitud  #movimientodeliberacióndelasmujeres  #MujeresEnLucha #DerechosHumanos #JusticiaSocial #liberación

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Coral Herrera Gómez


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