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29 de mayo de 2025

El poder de las Mujeres Solteras



Una de las cosas que están cambiando a toda velocidad en nuestra sociedad es la imagen de las mujeres solteras, su status social y el espacio que ocupan en nuestra sociedad, que es cada vez más grande. 

Las solteras han sido siempre una amenaza porque son impares en un mundo hecho por y para las parejas felices que van a fundar una familia feliz. En los eventos sociales (bodas, funerales, bautizos, comuniones, día de la Madre, cena de Nochebuena, comida de Navidad, etc) y en las renuniones sociales y familiares van solas.

Y se las ve estupendamente.

Y eso constituye en primer lugar una amenaza para los hombres, que temen que sus compañeras envidien la autonomía, la libertad y la alegría de las mujeres solteras. 

Ya no son unas fracasadas que no han conseguido novio y se sienten avergonzadas, ya no son esas mujeres que buscan emparejarse desesperadamente en las fiestas: ahora son mujeres normales y corrientes que tienen muchos seres queridos a su alrededor.

No las falta novio, no las falta amor: viven rodeadas de amigas, amigos, familia, animales domésticos, y el centro de su vida está ocupado por ellas mismas, no por un hombre. 

No las falta de ná.

Eso es lo que las hace tan peligrosas: una mujer soltera es la prueba de que las mujeres podemos vivir perfectamente sin marido. Y muchos hombres están convencidos de que son un mal ejemplo a seguir para sus parejas.

Además, ellos creen que cuando una mujer no pertenece a uno de ellos, cualquiera puede intentar tener sexo con ellas porque en realidad las mujeres sin pareja son patrimonio colectivo de los hombres. Por eso no soportan que ellas digan que no. Y tampoco soportan pensar en la envidia que sienten sus esposas de la libertad, la autonomía, y la vida sexual y amorosa de las mujeres solteras.

Para las mujeres casadas y emparejadas, también las solteras son una amenaza. Algunas creen que sus maridos podrían querer acostarse con ellas, o que ellas podrían robarle a sus maridos. Las ven como rivales, sobre todo si son guapas, jóvenes y felices.  

Las mujeres estamos dando un salto gigante porque gracias al feminismo hemos tomado conciencia de que las mujeres no deberíamos colaborar con el patriarcado, y el primer paso es no rivalizar ni competir entre nosotras.

Ya no es tan fácil distinguir en en las fiestas y demás eventos sociales a las mujeres que no tienen pareja porque hay muchas mujeres emparejadas que tienen su propia agenda y salen sin sus parejas. Las mujeres hemos conquistado (negociando con el compañero) nuestros propios espacios y nuestro propio tiempo. En las agendas de las mujeres hay tiempo para la pareja, y tiempo para una misma, y para nuestras pasiones y seres queridos.

Antiguamente toda la vida social se hacía con el marido, y luego cuando nos dejaban en casa ellos se escapaban. Ahora ya no: nosotras tenemos nuestros espacios propios con amigas, pasamos fines de semana en retiros con otras mujeres, estudiamos juntas, hacemos activismo social y político, salimos a divertirnos juntas.

Si cada vez hay más mujeres solteras es porque hay pocos hombres con ganas de trabajarse por dentro para crecer y para dedicarse al desarrollo personal. Nosotras somos cada vez más selectivas y exigentes, y no nos conformamos con migajas. Buscamos compañeros que sepan estar a la altura, que no busquen una sirvienta, que den la talla, y hay muy pocos. Así que no perdemos tiempo y energía en relaciones con hombres a los que ya sabemos que no vamos a cambiar. 

Los hombres más misóginos andan cabreadísimos, en especial los incels que declaran públicamente su odio contra las mujeres porque no queremos tener sexo ni relaciones de pareja con ellos.

No se les ocurre que igual no les elegimos porque son unos machistas, porque no saben relacionarse con nosotras como si fueramos seres humanos, porque nos siguen tratando como objetos de usar y tirar. 

Y porque ya sabemos que se está mucho mejor sola que mal acompañadas.

Mientras ellos siguen rabiando, las mujeres seguimos avanzando. Nos hemos quitado el miedo a que no nos quiera nadie, porque ahora sabemos que el amor está en todas partes. Aspiramos a juntarnos con alguien capaz de renunciar a sus privilegios, de respetar nuestros derechos humanos fundamentales, de hablar de sus emociones y sentimientos, de hacer terapia, de hablar sobre la relación. Hombres que sepan cuidarse a sí mismos y sepan cuidar sus vínculos afectivos y sentimentales. 

Y si no hay (porque los hombres capaces de hacer autocrítica amorosa no abundan), nuestras vidas siguen su curso. Nuestros proyectos, nuestra carrera profesional, nuestra red de amor y de apoyo mutuo, nuestras aficiones: nosotras disfrutamos de la vida, con y sin pareja. Y si llega alguien especial en nuestras vidas, ya sabemos cuidarnos a nosotras mismas para evitar relaciones de abuso y de maltrato. 

Como hemos tomado conciencia de que las relaciones tienen que ser recíprocas y que el amor es un trabajo de cuidados, no nos conformamos con menos.

El poder de las solteras es cada vez más grande, porque estamos trabajando mucho en nuestra autonomía, y porque cada vez se separan más mujeres de sus novios, amantes y maridos. Ya no aguantamos, no toleramos, no soportamos: tenemos cada vez más claro cómo queremos vivir las relaciones, y cómo negociar para que sean relaciones igualitarias, sanas y bonitas. 

Y este poder de las solteras no va a parar de crecer, porque ya nos hemos dado cuenta de que si no tenemos pareja no estamos solas: estamos rodeadas de gente que nos quiere y nos cuida. 

Y que no nos falta de ná si no tenemos un hombre a nuestro lado.

Una vez que saboreamos la libertad, ya no tenemos ganas de volver a depender de nadie nunca más.

Coral Herrera Gómez


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22 de mayo de 2025

Siempre hay alguien más debajo de ti



Siempre hay alguien más debajo de ti. 

Todos y todas sufrimos y ejercemos violencia contra los demás. Este sistema con el que nos relacionamos y nos organizamos no obedece a las leyes de la naturaleza, se llama patriarcado. 

Si miras la viñeta, puede parecerte que el gato es la víctima, porque es el que está debajo de todos en la jerarquía, pero por debajo de él está el ratón. 

Siempre hay alguien más debajo de ti. 

Esta jerarquía de poder solo se rompe cuando tomas conciencia de la estructura en la que estás, de quién está por encima y por debajo de ti, y de cómo te aprovechas de la necesidad y de la vulnerabilidad de los demás.

No se trata solo de aprender a identificar la violencia que sufres y a defenderte de los abusos, es igual de importante aprender a identificar cómo ejerces tu poder sobre los demás. 

Llevamos dentro el patriarcado porque nos han educado para competir y dominar, para reprimirnos y para reprimir, para dar órdenes y para obedecer a los que más poder tienen. 

Trabajar en ti mismo o en ti misma para aprender a relacionarte en libertad y en igualdad, y para respetar la integridad y los derechos humanos de los demás es un acto profundamente político: cuantos más seamos, más rápido caerá el patriarcado.

Otras formas de relacionarnos y de organizarnos son posibles. 

#patriarcado #jerarquías #violencia


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6 de febrero de 2025

Encuentro virtual con Coral Herrera el 9 de febrero




El domingo 9 de febrero tenemos un encuentro virtual a las 19 horas de España en mi página de Patreon.

 Vamos a hacer juntas nuestro propio plan de liberación, y podrás lanzar a Coral todas las preguntas que quieras.


Puedes unirte pagando puntualmente 5 euros,


haciendote suscriptora de Patreon (3 euros al mes)


o convirtiéndote en mecenas (6 euros al mes)


¿Te vienes con nosotras?

22 de enero de 2025

Libre del rencor y del deseo de venganza

 




A lo largo de estos años he conocido a muchas mujeres y hombres atrapados en el rencor contra su pareja y su ex pareja. Y lo que veo es que cuando el rencor es muy grande, las parejas viven en un infierno constante. Pero cuando se separan y el rencor sigue, el infierno que viven es aún peor.

Yo les explico que si además de rencor sientes afán de venganza y tu vida gira alrededor de la necesidad de hacerle daño a tu ex pareja, el sufrimiento no solo no disminuye, sino que se hace más grande y afecta a todo tu entorno. Lo sufre tu familia, que te ve sufrir. Lo sufren tus hijos e hijas, tus amigos y amigas, y toda tu gente alrededor.

Vivir en constante estado de guerra contra tu ex te hace esclavo/a del odio, el rencor y el deseo de venganza, porque nunca se sacia, por mucho daño que le hagas a la otra persona. El odio es una emoción muy poderosa y nos destruye a nosotros también, no solo a la persona a la que odiamos

Cuando estás atrapado en el dolor resulta casi imposible rehacer tu vida, porque tus energías no están puestas en el presente y en el disfrute, sino en la guerra. Es muy difícil que una nueva pareja aparezca, y más difícil aún que soporte el grado de obsesión que tienes con tu ex. 

Porque cuando un ex está demasiado presente en una casa, para bien o para mal, la otra persona se siente desplazada. Si no has logrado cerrar una historia, todo el mundo puede ver tu herida abierta. Por mucho que disimules, tu nueva pareja sabe que esa herida está ahí, y se siente en una posición secundaria, por mucho que le digas que le  amas. 

¿Cómo saber si te está devorando el rencor? Cuando en lugar de disminuir con el paso de las semanas o los meses, aumenta. Cuando sientes que nunca has tenido suficiente y te prometes a ti mismo o a ti misma no dejar jamás de hacer sufrir a tu enemigo/a, cuando te juras que no vas a parar hasta el día en que te mueras.

Cuando el rencor te pudre por dentro, tú estás plenamente convencido/a de que como has sufrido mucho (porque tu pareja se desenamoró y te dejó, porque te puso los cuernos, porque te mintió...), tienes derecho a hacerle sufrir, y lo justificas como un acto de reparación. Pero no es cierto: no te repara portarte mal con la otra persona, porque no hay ningún momento en que te digas a ti mismo/a: "Ya está la deuda saldada, paro ya" 

Siempre necesitas más. Nunca tienes suficiente. Quieres que todo el mundo se ponga de tu parte para que la otra persona se quede sola. Piensas que tienes derecho a ser mala persona. No tienes remordimientos de ningún tipo. Todo tu afán se centra en machacar. Ni perdonas ni olvidas. Tú tienes una misión, como los héroes de las pelis de acción, y no te importan los medios para conseguir tus fines. 

No quieres volver con la otra persona, pero cuando te preguntan qué quieres, no sabes qué responder. Si te preguntan hasta cuando vas a seguir así, sumida/o en la rabia y la destrucción, tampoco sabes responder. 

Tus victorias te saben a poco. No te alivia para nada ver sufrir a la otra persona. De hecho te importa muy poco, porque crees que tu dolor es siempre más grande, así que si lo está pasando mal, tú no te conmueves lo más mínimo. 

Lo que sí te conmueve y te repatea las entrañas es que tu pareja sea feliz y le vaya bien. Eso te pone todavía más agresivo/a, y refuerza tu objetivo de hacerle la vida imposible. Es tan intenso tu rencor, que nunca te paras a pensar en cómo afecta a tus hijos e hijas, porque te sitúas en el papel de víctima y crees que eso justifica tu comportamiento. 

Curiosamente, las víctimas de violencia machista no les sucede esto. Las mujeres, por ejemplo, que han sufrido malos tratos y agresiones sexuales, físicas, psicólogicas, emocionales y económicas de sus parejas, no desean guerrear contra su ex, lo que quieren es liberarse del odio y el rencor de su ex contra ellas. No entran en batalla para  intentar joderles la vida: lo que quieren es huir y ser libres, y no volver a saber nada de esa persona. Porque ellas saben que ante la violencia de sus agresores y femicidas, nunca van a ganar. No es una lucha de poder entre dos personas: lo que desean las víctimas es no ser asesinadas, recuperar la libertad y poder vivir en paz. Muchas necesitan años y años de terapia psicológica para poder superar el trauma. 

Los hombres agresores, sin embargo, ni piden ayuda ni van a terapia. Viven atrapados en el odio y el rencor: todos los días matan a 140 mujeres en el planeta, una cada diez minutos. No soportan que su pareja quiera terminar la relación, y mucho menos si es porque se ha emparejado de nuevo: o bien las asesinan, o asesinana a sus hijos e hijas, o bien se pasan la vida intentando hacerles daño, a ellas, a sus criaturas y a sus mascotas. 

Estos hombres sienten que ya no tienen nada que perder. Están tan dañados por el rencor que se ven incapaces de rehacer su vida, de enamorarse de nuevo, de dejar el pasado atrás. Viven aferrados a ese pasado y no tienen ningún tipo de horizonte de futuro: muchos se suicidan, pero la gran mayoría matan antes a la ex compañera para que se vaya con ellos. Este es el nivel de obsesión y maldad al que llegan los hombres machistas cuando se sienten dolidos o traicionados, y cuando les invade el afán de venganza. 

Las mujeres no asesinamos a nuestros ex cuando deseamos vengarnos y nos sentimos invadidas por el rencor. Lo que intentamos es hacerles daño emocionalmente, a ellos y sobre todo a las mujeres con las que ellos se relacionan. Sí, hay mujeres muy destructivas, hay mujeres que son malas personas. Pero lo más común en nosotras es que la agresividad estalle más contra nosotras mismas y contra otras mujeres, que contra los hombres. Esta destructividad aparece en forma de adicciones, depresiones, trastornos mentales, intentos de suicidio, o tomando decisiones terribles para complicarse la vida al máximo. 

Sin embargo, a diferencia de los hombres, las mujeres tenemos más facilidad para pedir ayuda profesional cuando nos damos cuenta de que nos estamos destruyendo a nosotras mismas. Los hombres se suicidan más, y matan a sus compañeras porque no saben cómo manejar sus emociones. Las mujeres nos deprimimos y pedimos ayuda. Muchas logran salir, aunque no es nada fácil porque el sufrimiento crea adicción.  

El romanticismo patriarcal nos ha hecho creer que el amor debe ser para siempre y que si tu amado o amada deja de quererte, te está traicionando, es "el malo" de la película, y se merece pasarlo mal. Nos cuesta mucho asumir que las personas nos dejan de amar, que el amor no es eterno, y que todos y todas tenemos derecho a dejar las relaciones en las que no somos felices.

Nuestro ego herido puede llegar a ser muy violento: no soportamos el rechazo, lo sentimos como una derrota. Y por eso nuestra autoestima se desploma y se activa nuestro deseo de venganza. 

¿Qué necesitamos para aceptar que ya no nos quieren más? Mucha humildad para la aceptación. 

Y tomar conciencia de que el odio y el rencor son adictivos y te esclavizan. 

Pero además, necesitamos herramientas para separarnos con amor. No sabemos cómo decirle a la pareja con honestidad y cariño "ya no quiero seguir contigo". No sabemos cómo iniciar el proceso poniendo en el centro los cuidados. No sabemos tampoco manejar el dolor ni el rencor. No nos enseñan en el colegio a cuidar nuestras emociones para que no hagan daño a los demás. 

Porque esta es la clave para liberarte del rencor: manejar las emociones desde una perspectiva ética. Es plantearse a ti mismo/a: "¿cómo hago para que mi miedo, mis celos, mi envidia, mi rencor no me arrasen a mí y no hagan sufrir a los demás?"

Todos tenemos un mecanismo interno de regulación que nos permite controlarnos a nosotros/as mismas. Algunos lo tienen más desarrollado que otros, pero es algo en lo que se puede entrenar a diario. Cuando no nos funciona, entramos en una espiral obsesiva y destructiva. 

Esta capacidad para autorregularnos es lo que nos permite sobrevivir a los golpes de la vida. Con ella podemos calmar nuestras emociones, expresarlas, llorarlas y después de un tiempo de duelo, tirar hacia delante y empezar con ilusión una nueva etapa en nuestras vidas. 

 ¿Por qué muchos no pueden empezar una nueva etapa? El ego es obsesivo e insaciable. Puedes explicarle que jamás ganaremos la guerra, que todo el mundo saldrá herido, que las heridas no cicatrizarán nunca, que nos invadirá la amargura, pero le da igual. Cree que será feliz destruyendose y destruyendo al ex. 

Entonces, ¿cómo liberarnos? Creo que nos puede ayudar mucho el imaginarnos en el futuro libres del rencor, haciendo nuestras vidas, y en paz con nosotros mismos/as. 

En esto consiste la liberación: quitarse las cadenas, poder vivir en calma, estar tranquilo/a, y sentirse libre del pasado. Para lograrlo hay que cerrar la historia dentro de una misma/o, olvidarse del ex,  mirar al futuro con alegría y  animarnos a nosotras mismas a echar a volar.

Hay que trabajar mucho el ego y la humildad para que puedas aceptar que no se puede volver atrás y que no tienes por qué ser el centro de la vida de tu ex. Hay que trabajar mucho por dentro para entender por qué nos está costando tanto afrontar la nueva etapa de nuestras vidas, porque quizás no es tu ex lo que te impide dar el salto, sino tu miedo a los cambios.

El rencor es una cárcel en la que nos encerramos, y desde ahí no podemos aprender cosas nuevas, ni experimentar nuevas vivencias, ni construir nuevas relaciones. Tampoco podemos olvidar. Y el olvido es necesario para poder avanzar: no importa si perdonas o no perdonas. Lo importante es que la otra persona y lo que sientes por ella no tenga poder sobre tí. 

Para terminar, te propongo un ejercicio de visualización: el rencor es como un agujero negro por el que se nos va toda la energía, y por eso cuando logramos salir de ahí es cuando empezamos a amar tanto la vida. Solo con las alas desplegadas podemos apreciar todo el amor que tenemos dentro, y alrededor de nosotras. 

Cierra los ojos e imagina que te levantas, te quitas la mochila del rencor, y abres la puerta de la jaula. Respiras hondo, miras al horizonte, bates tus alas, y te lanzas al vacío: 

que disfrutes mucho del vuelo. 


Coral Herrera Gómez




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Todos los días un nuevo capítulo


17 de enero de 2025

Mujeres que se liberan: Herramientas para trabajar tu autonomía y tu liberación

 


Estoy muy feliz de presentaros el manual de Mujeres que se liberan, que consta de 20 capítulos y que podéis leer en papel, en kindle o en mi página de Patreon. 


Libre quiero ser 

Libre y autónoma 

Libre y poderosa


Libre del ego

Libre de culpa

Libre del miedo

Libre de los hombres con miedo


Libre de la tiranía del qué dirán

Libre de la necesidad de ser deseada

Libre de la necesidad de ser amada


Libre de las luchas de poder y las peleas

Libre de la esclavitud en el hogar

 

Libre de la guerra y del sufrimiento

Libre del autoengaño 

Libre del pasado

Libre de la dependencia emocional

Libre del patriarcado


Libre quiero ser



Coral Herrera Gómez



Ya tienes en papel mi libro Mujeres que se liberan: Herramientas para trabajar tu autonomía y tu liberación.


Es un manual para acompañarte en tu proceso de liberación, con herramientas para trabajar en ti y para liberarte de la culpa, del miedo, del autoengaño, de la adicción romántica, de la dependencia emocional, de la tiranía de qué dirán y del patriarcado que llevas dentro.


Lo personal es político: si tú te liberas, liberas a las mujeres que hay a tu alrededor. La liberación es muy contagiosa: una vez que conectamos con nuestro poder, y aprendemos a confiar en nosotras mismas y a poner en práctica el Autocuidado, ya nadie nos para. Y las demás ven que si se puede. 


Cada una va rompiendo las cadenas a su ritmo, nos hacemos compañía, nos animamos unas a otras y celebramos las pequeñas y las grandes victorias, las propias y las de las demás. Prueba a trabajar primero tú sola y luego comparte este libro con amigas, verás que es más fácil y divertido hacerlo acompañada.


El libro incluye un plan de liberación para entrenar cada día, con ejercicios para llevar la teoría a la práctica. Te acompaño con mi libro hasta que llegue el momento de desplegar las alas y echar a volar.



Si quieres que te lo envíen a casa, ya puedes pedirlo en Amazon y puedes echarle un vistazo a las primeras páginas aquí


Si sois mecenas y suscriptoras de Patreon  podéis leerlo gratuitamente en mi muro.  





Todos los libros de Coral Herrera Gómez


10 de diciembre de 2024

Da el paso acompañada: con amigas es más fácil




Si crees que tu pareja puede reaccionar mal o muy mal si le dejas, queda con él en un sitio público con gente, a la luz del día, y convoca a tus amigas y amigos para que estén cerca, por si tu pareja se pone agresiva. Si necesitas quedar con él para que te dé tus cosas, o si tienes que hacer una mudanza, nunca lo hagas sola, pide acompañamiento a tu gente querida. Si después de la ruptura crees que puede intentar hacerte daño, deja que te acompañen tus amigas y avisa a toda la gente que puedas para que él sepa que no estás sola. 

Las mujeres que reciben cuidados y protección de su comunidad tienen más probabilidades de salir de una relación violenta, pero para las que viven en otro pueblo, otra ciudad u otro país es más difícil, porque cuando no tienes redes eres más dependiente y te sientes más vulnerable. 

Si no tienes gente querida que te ayude a salir (a menudo es un proceso que dura semanas o meses), pide ayuda a profesionales de los servicios sociales y de la salud mental, o a las asociaciones y colectivas de mujeres más cercanas. Muchas médicas y doctoras de familia ya tienen la formación para ayudarnos a todas en los centros de salud.

También tus vecinas y compañeras de estudio y de trabajo pueden ayudarte: sean o no feministas, hay muchas mujeres sororarias en el mundo. Las mujeres desde siempre nos hemos ayudado entre todas, porque llevamos milenios sufriendo, resistiendo y haciendo frente a la violencia en todas sus formas. 

Entre todas nos escuchamos, nos cuidamos y nos arropamos: todas sabemos lo difícil que es tomar conciencia de lo que nos está pasando, lo mucho que nos cuesta después hablar de ello, y la odisea que supone dar el paso hacia la liberación. 

Sabemos respetar los tiempos de cada una y acompañar todo el proceso de una forma amorosa. 

Sabemos, también, celebrar las liberaciones de cada una de nosotras, y acompañarnos en el camino hacia una nueva vida.


No lo hagas sola, déjate acompañar: solas no siempre podemos, pero con amigas, compañeras y vecinas sí que se puede.


Coral Herrera Gómez 


18 de octubre de 2024

Malestares: ¿qué puedes hacer para sentirte mejor?




¿Por qué te sientes a veces tan mal? 

¿Qué puedes hacer para sentirte mejor? 

Todos y todas nos lo preguntamos en algún momento: no nos sentimos bien, pero no nos ha sucedido nada malo, ni parece que tengamos motivos para estar mal. Nuestra vida no se ha visto sacudida por ninguna desgracia, pero tú por dentro no te sientes bien del todo, no sabes muy bien por qué. Hay días mejores y peores, y no sabes de dónde vienen esos malestares.

Aquí te cuento qué es lo que te está haciendo sentir mal, porque aunque creas que lo tuyo es un asunto personal, en realidad es un asunto colectivo. Y las soluciones son colectivas. 

Estos malestares los compartimos con todos y a todas, vivimos en una sociedad enferma y violenta:

 

- Te sientes mal porque la comida que comes está envenenada: las frutas y las verduras están llenas de veneno: pesticidas y agroquímicos que entran en tu organismo y alteran tu microbiota. La carne que comes proviene de animales que viven encerrados en jaulas y sufren tortura desde que nacen hasta que mueren. Son alimentados con veneno, e hinchados a hormonas, y su vida es un auténtico infierno. Además, muchas personas son adictas al azúcar y/o a la comida basura, que nos genera alteraciones en la producción de insulina, y destrozan nuestra salud. Nuestro estado de ánimo y nuestra salud mental están en gran parte determinados por nuestro intestino: somos lo que comemos. 

 

- Te sientes mal porque el aire que respiras está contaminado, por eso hay tanta gente en las grandes ciudades que se desespera por salir a la naturaleza a respirar aire puro. Según estudios recientes, el aire contaminado constituye una amenaza significativa no solo para la salud física (mayor riesgo o exacerbación de una variedad de enfermedades, incluidas las infecciosas, alérgicas, metabólicas, neoplásicas, respiratorias y cardiovasculares), sino también para la salud mental. 

 

- Te sientes mal porque el ritmo de vida que nos impone el capitalismo es insostenible: vamos con prisa a todo, no llegamos a todo, y la vida se te está pasando demasiado rápido. Pasas la mayor parte del día corriendo de un lado a otro, sin tiempo para respirar, con la sensación de que no haces bien tu trabajo, que no eres buena madre, ni buena hija, ni buena en nada. Por eso tenemos angustia y sufrimos ansiedad permanente, y por eso nos empastillamos para poder relajarnos y para poder activarnos. El estrés nos enferma, tanto física como emocional y mentalmente: los altos niveles de cortisol nos envejecen prematuramente y nos acortan la vida.

 

- Te sientes mal porque no puedes disfrutar de la vida: apenas tienes tiempo para dormir, para disfrutar de tus pasiones, para disfrutar de tu gente querida. No podemos con tres jornadas laborales en un solo día. Nos engañaron a todas diciéndonos que era posible conciliar la vida personal, familiar y laboral: es un mito muy lindo que no se sostiene, porque pasamos la mayor parte del día trabajando, dentro y fuera de casa, más el tiempo que dedicamos al transporte. La falta de tiempo libre para descansar y para disfrutar también nos enferma: cuanto más carga de trabajo tenemos, más estrés y más frustración sientes. Hagas lo que hagas, tu bandeja está siempre llena de correos, y tu pila llena de platos y sartenes para fregar. Es un pozo sin fondo: las tareas no acaban nunca, y en cuanto tachas las que has hecho, tu agenda se vuelve a llenar. No hay forma de pararlo.  

 

- Te sientes mal por las adicciones: ¿quién no tiene una adicción? Hoy en día es muy difícil encontrar personas que no sean adictas a sus teléfonos. Pasamos una cantidad de horas frente a las pantallas brutal. Pero además, también somos adictos y adictas al azúcar, y a todo el veneno que llevan los alimentos ultraprocesados y las bebidas. Adictos a ir de compras, al alcohol, a los tranquilizantes y a los somníferos, al tabaco, la cocaína y otras drogas. Adictos al odio (especialmente en redes sociales), y adictos la violencia: no solo los adultos sufren de esta adicción, también muchos niños pequeños. La gran mayoría de los adictos al porno son varones, adultos y menores incapaces de tener relaciones sexuales sin humillar a mujeres, incapaces de tener una erección haciendo el amor. Todos somos adictos a algo, especialmente a aquellas cosas que usamos para distraernos, para ontener placer instantáneo, para evadirnos de nuestra realidad, para animarnos o para tranquilizarnos. Cuanto mayor es la adicción, mayor es la dependencia y la tiranía: no resulta nada fácil estar constantemente reprimiendo las ganas y midiendo las dosis, por eso siempre buscamos motivos para usar nuestras drogas, medicamentos, pantallas, comida... si no tuvieramos este nivel de ansiedad, de tristeza, de frustración, probablemente nos sentiríamos mucho más libres. 

- Te sientes mal por la angustia que te genera el consumismo: a diario te bombardean por todos lados ofreciendote cosas que no necesitas. El mercado nos seduce con productos y servicios constantemente, y nos hacen creer que vamos a ser más felices consumiendo, pero lo cierto es que como apenas tenemos dinero, tenemos que estar todo el tiempo diciendo que no a todo, y reprimiendo el deseo de adquirir objetos. En cuanto logras comprarte algo que deseas, el mercado te ofrece cien cosas más: el consumismo te genera tanta insatisfacción porque se renueva constantemente, y no es posible adquirir todo lo que deseas. Así que tienes que negarte a ti misma a diario la posibilidad de gastar dinero, porque a duras penas llegas a fin de mes. No eres tú sola: así vivimos el 99% de la población, atadas a ingresos precarios y bombardeadas a diario con anuncios por todas las vías posibles. 

 

- Te sientes mal porque cuando te conviertes en adulta, tienes que ponerte una máscara y una coraza, y disimular para que los demás no vean cómo eres realmente. Medimos mucho la información que le damos a los demás, nos protegemos para que nadie vea nuestro interior, nos avergonzamos a veces de cómo somos, y tratamos de dar una imagen exitosa en nuestras redes sociales para que la gente se crea que somos felices y que nos va muy bien. Hay muy pocos espacios en los que puedes quitarte la armadura y ser realmente tú misma, espacios seguros en los que no tienes miedo a que te hagan daño, espacios en los que te sientes libre para hablar, para expresarte, para decirlo que piensas, lo que sientes, lo que quieres, lo que deseas. Pero no tienes mucho tiempo para disfrutar de esos pocos espacios, ¿verdad? 


- Te sientes mal porque no eres normal, por mucho que lo intentes. Todos y todas tenemos que adaptarnos a lo que la sociedad espera de nosotras y nosotros, y además de obedecer los mandatos sociales, tenemos que obedecer también los mandatos de género. Todos y todas simulamos ser personas “normales”, aunque es un concepto abstracto que nadie cumple al cien por cien porque todos tenemos rarezas, manías, obsesiones, todos nos salimos de la norma en algún momento de nuestras vidas. Todo en ellas está regido por normas no escritas: nuestra forma de vestir, de hablar, de caminar, nuestro comportamiento en espacios públicos, también en nuestros espacios familiares e íntimos. Tienes que simular que “eres como todo el mundo” y haces lo que hace todo el mundo para no parecer rara, loca, desviada.  


- Te sientes mal porque todos los mitos caen, uno tras otro, y te sientes engañada y estafada. Nuestra sociedad se construye con ilusiones colectivas que nos mantienen trabajando para otros a cambio de un salario precario, y nos mantienen atados a un estilo de vida que no es tan bonito como te contaron. Cuanto más te ilusionas, más te decepcionas, y aunque te resignes, tu corazón y tu mente siguen soñando con la salvación. Una salvación que tiene que ser colectiva, pero a tu alrededor todo el mundo está en la rueda, girando sin avanzar, anestesiada y cabreada: la gente sigue porque todos tenemos miedo a pararnos y a pensar. Y estamos esclavizados a la necesidad de generar ingresos, mientras vemos cómo los políticos gastan nuestro dinero en mantener a banqueros, empresarios, obispos, soldados y hombres que viven como auténticos reyes. Un dinero que tendría que ir a parar a la construcción de escuelas, universidades, centros de salud, hospitales, trenes, y protección del medioambiente: es frustrante ver como lo despilfarran en comprar armas que no necesitamos para nada. 

 

- Te sientes mal porque te han hecho creer que si te esfuerzas mucho y tienes suerte, puedes triunfar en la vida. Y no es cierto: las personas que triunfan, en su mayoría, son las que tienen herencia patrimonial o financiera, contactos y apellidos. Nos venden la idea del emprendedor que se hizo a sí mismo desde la nada, pero son muy pocos los que logran salir adelante. Hoy todo el mundo quiere ser famoso y millonario, pero el capitalismo feroz solo permite llegar a la cima a unos cuantos: todos los demás nos quedamos donde estamos, luchando por sobrevivir. Nos hacen creer que si no logramos destacar por encima de los demás, no valemos nada, por eso tu autoestima está por los suelos: cuanto más te crees el cuento de que es posible salir de la pobreza y la precariedad, más fracasada te sientes. Pero no, no es que no te hayas esforzado lo suficiente, es que no hay sitio para todos ahí arriba, y si eres mujer, menos todavía. 

 

- Te sientes mal porque te hicieron creer que encontrar al príncipe azul es la puerta de entrada al paraíso, y no lo has encontrado. O lo has encontrado y nada es como te contaron: el amor romántico te generó unas expectativas tan altas, que la realidad se te antoja demasiado dura. Porque el mito del matrimonio feliz que funda una familia feliz es una estafa: la mayoría de las mujeres trabajan de sirvientas de sus maridos e hijos, y viven en una constante batalla para no ser explotadas. Sin embargo, para muchas es imposible que los miembros de la familia se impliquen en las tareas de cuidados, prefieren vivir como reyes. No hay nada más frustrante que sentir que tus seres queridos abusan de ti y te roban el tiempo libre, y encima ni te reconocen el esfuerzo que haces. Porque da igual cuanto te esfuerces: las labores de cuidados no se valoran nada. Y no hay nada peor que darte cuenta de que no son recíprocos: a ti no te cuida nadie. 

 - Te sientes mal porque siempre te estás comparando con las demás personas, y no hay nada más frustrante en el mundo que vivir en constante competición por ser la más lista, la más guapa, la más joven, la más veloz, la más fuerte, la mejor en todo. ¿Por qué? Porque siempre que te compares vas a ver mujeres más jóvenes, más guapas, más inteligentes, más sexys, más encantadoras, más ricas, más cultas y sabias, y con más títulos y experiencia que tú. Es lindo sentir admiración por las mujeres que te rodean, pero cuando lo que sientes es envidia, entonces es cuando todo se estropea: es un sentimiento muy feo que nos lleva a portarnos mal con las demás. Competir contigo misma también es agotador: intentar superarte constantemente a ti misma, y vivir con tantas exigencias encima, es super frustrante. Porque claro, siempre podrías ser mejor, siempre podrías brillar más, siempre podrías darte por completo, pero mira una cosa: la vida es muy corta y si vives todo el tiempo rivalizando, y comparandote con los demás, no te da tiempo a disfrutar. Para poder disfrutar hay que estar en calma y en paz con una misma y con el mundo que te rodea, sin más afán que sufrir lo menos posible, y vivir lo más a gusto posible. 

- Te sientes mal porque sabes que para aguantar y resistir necesitas hacer ejercicio, comer bien, mantenerte en forma, dormir las horas que necesitas, pero por muy comprometida que estés con tu autocuidado, no logras disciplinarte a ti misma porque no tienes apenas tiempo para hacerlo, así que te sientes culpable porque los demás no te cuidan, pero tú tampoco te cuidas a ti misma. Porque la cuestión es, ¿cuando te cuidas si no tienes tiempo?

 

- Te sientes tan mal porque siendo mujer tienes que estar siempre alerta ante el acoso y las agresiones, tanto en las calles, como en el transporte público, como en los espacios comunes: las mujeres sufrimos violencia en el seno de nuestra propia familia, en nuestros centros de estudio y de trabajo, en los espacios de ocio y tiempo libre. Vivir siempre a la defensiva es agotador, pero lo cierto es que solo podemos relajarnos en espacios seguros en los que sabemos que nadie nos va a hacer daño. Y no abundan esos espacios seguros. 

 

- Te sientes tan mal porque lo que hacen las mujeres no es tan importante como lo que hacen los hombres, por eso tenemos que esforzarnos el doble que ellos, y por eso muchos se apropian de nuestras ideas, de nuestras creaciones, y nuestro trabajo. Sabes que es injusto, pero lo asumes como algo “normal” porque siempre ha sido así, especialmente en las profesiones más masculinizadas, y sabes también que es difícil sobrevivir en entornos competitivos en los que las mujeres luchan entre ellas para sobrevivir. Por eso buscas espacios horizontales en los que las mujeres cooperan y se prestan apoyo mutuo, pero no es fácil encontrarlos. 

 

- Te sientes tan mal porque se te cayó el mito de la familia feliz, y porque no hay condiciones para maternar y para la crianza: la gran mayoría de las mujeres no podemos cuidar a nuestros hijos e hijas, y nos vemos obligadas a dejarlos con personas desconocidas cuando tienen pocas semanas de vida. Apenas tenemos tiempo para disfrutar con ellos: también les imponemos un ritmo de vida brutal, y les drogamos con pastillas, azúcar y pantallas para tenerlos calmados y que no protesten. Mientras, tú tienes que trabajar como si fueras una mujer sin hijos, no importa cuántos tengas: tienes que ser productiva aunque no hayas dormido en toda la noche vigilando la fiebre de tu bebé, tienes que darle tu energía al dueño de tu empresa, y para tus crías solo hay migajas: tienen que conformarse con una madre estresada y agotada. Cuanto más cansancio sufres, más mala madre te sientes. 

 

- Te sientes mal porque tus relaciones con la familia son dolorosas y conflictivas, y apenas tenéis herramientas para poder comunicaros y para resolver los problemas sin haceros daño. También las relaciones en tu centro de trabajo son difíciles porque están atravesadas por las luchas de poder, y lo mismo sucede en los colectivos a los que perteneces: cuánto más competitivo es el entorno, más inhumano y hostil es. Vivimos en un mundo en el que a la gente le cuesta mucho pensar en el Bien Común: la mayoría de las personas van a lo suyo y construyen relaciones basadas en el interés y el egoísmo, por eso pasas gran parte de tu vida poniendo límites al abuso de los demás, y teniendo que aceptar los límites que te ponen a ti. Al final estás todo el día batallando, y es agotador: sabes que necesitas herramientas para cuidar tus emociones y tus relaciones, pero no sabes dónde obtenerlas. 

 

- Te sientes mal porque el futuro está cada vez más negro, y porque tienes miedo a la pobreza y a la exclusión social. Puedes perder tu trabajo y quedarte completamente indefensa ante una crisis económica, y tu gente querida está igual que tú. Somos muy vulnerables frente a las crisis que genera el capitalismo para crear mano de obra barata y desesperada. Y sabes que la salvación individual es casi imposible, pero sigues comprando lotería por si tú tuvieras suerte, aunque sabes que estás condenada de por vida a ser vulnerable y a trabajar como una bestia hasta que te jubiles (en el caso de que vivas en un país en el que haya pensión de jubilación)

 

- Te sientes mal porque tratas de ser leal a ti misma, pero es muy difícil. A veces te has traicionado y te has sentido horrible, porque no has podido actuar según tus principios y tus valores, o porque has tenido que hacer cosas que no querías hacer, en nombre de la empresa o institución en la que trabajas. en nombre del amor, en nombre de la familia, el sindicato o el partido político al que perteneces. Te sientes mal porque tu conciencia te dice una cosa, y la sociedad te pide que hagas otra, y no poder ser leal a ti misma te hace sentir una traidora. Porque a veces has tenido que callarte cuando no estabas de acuerdo, o has tenido que votar algo diferente a lo que tú querías, o te han obligado a mirar a otro lado mientras se estaba fraguando una injusticia. No es fácil ser coherente e íntegra en un mundo en el que todos se venden a sí mismos, y todos practican la hipocresía. Por miedo a las represalias del grupo o del poder, pero también por necesidad, porque no te ha quedado otro remedio. Si alguien a tu alrededor decide ser coherente con sus principios y actúa con lealtad hacia sí mismo/a, te sientes todavía peor, porque te hace ver con claridad que tú a veces te traicionas. 

 

- Te sientes mal porque alguna vez creíste que era posible crear un mundo mejor para todos y todas, pero has perdido la esperanza y la fe en la Humanidad, y a veces la realidad te parece demasiado brutal, especialmente cuando ves noticias, pero también cuando alguien de tu entorno pretende hacerte daño, aprovecharse de ti, o destruirte para ocupar tu lugar. Vivimos bajo la ley del “sálvese quien pueda”, por eso te sientes tan atrapada en la jungla, y por eso a veces sueñas con un mundo más justo, más humano, más amable, y con una vida más fácil y más bonita. Pero no hay mucha gente a tu alrededor que sueñe como tú: la mayoría han perdido la esperanza, se han resignado, y no pueden siquiera imaginar un mundo mejor.  


¿Cómo podríamos estar mejor?

Piensa en lo bien que te sientes cuando comes bien, cuando duermes bien, cuando descansas lo que necesitas. Cuando tienes tiempo para disfrutar de tus pasiones y tu gente querida, cuando estás rodeada de verde, al aire libre, mirando hacia el cielo o al mar, con la mirada perdida en el horizonte. Cuando encuentras gente como tú, cuando te juntas con más mujeres, cuando te sientes libre en espacios seguros y amorosos para conversar, para expresarte sin miedo y para ser tú misma. Cuando bailas, cuando cantas, cuando escuchas música o la tocas tú. Cuando haces cosas con tus manos.

¿Verdad que te sientes bien cuando eres útil, y cuando ayudas a que la vida de los demás sea mejor? Cuando te cuidas, cuando haces ejercicio y respiras aire puro, cuando desconectas de tus problemas, cuando te alejas de tu rutina de vida, cuando estás rodeada de naturaleza. Cuando estás tranquila y relajada, cuando tienes tiempo para estar a solas, cuando tienes tiempo para cuidar tus vínculos, cuando eres leal a ti misma, cuando desobedeces normas injustas, cuando abandonas las batallas y las luchas de poder que te están robando la paz interior. 

Haz lo que te hace bien, lo que te da energía. Haz lo que te apetece, lo que te ayuda, lo que te da placer, lo que te sienta bien. Cuidarse por fuera y por dentro para estar bien es un acto político, porque el patriarcado nos quiere a todas aisladas, estresadas, empastilladas, anestesiadas, cabreadas, obedientes y amargadas. 

Lucha para que tú y tu gente podáis comer alimentos sanos, beber agua limpia, respirar aire sin contaminar. Lucha para que las ciudades sean vivibles, para mantener los espacios verdes, para proteger la naturaleza, para redistribuir la riqueza, para que todas y todos podamos disfrutar de nuestros derechos fundamentales.

Para que todos y todas podamos sentirnos mejor, hay que defender el derecho a vivir bien. Necesitamos un mundo de paz, igualdad y justicia social: la felicidad y el bienestar no son problemas individuales, sino asuntos políticos, y por eso requieren soluciones colectivas. 


Coral Herrera Gómez


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14 de octubre de 2024

Cómo me liberé de la droga del amor



 

Yo no lograba entender por qué cuando estaba cerca de mi droga, yo cambiaba y dejaba de ser yo. Y no solo eso: era capaz de engañarme y traicionarme a mí misma, y hacer cualquier estupidez con tal de conseguirla. Me resultaba alucinante verme a mí misma desdoblada: podía estar en la mañana pensando racionalmente y tomando decisiones sensatas y feministas, y luego en la noche hablando con él por teléfono como si nada, derretida de amor y riendole las gracias. 

Si yo había decidido que no nos veríamos más, y él llamaba para decirme que necesitaba verme, entonces me olvidaba del acuerdo conmigo misma, y le decía que sí, que podía venir a verme. Y claro, eran polvazos intensos los que echabamos, porque yo siempre juraba que iba a ser el último. Y ya sabemos que los últimos polvos, cuando estás muy enamorada, son intensos, maravillosos, e inolvidables. ...


Ya puedes escuchar o leer el capítulo 8 de mi libro: Cómo dejé de sufrir por amor. 

Cada semana publico dos nuevos capítulos en Patreon y en Ivoox para suscriptoras:


Leer en ebook

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Escuchar en Ivoox 




8 de octubre de 2024

Cómo me liberé de la cárcel del amor






 

Yo estuve cuatro años esperando "a ver si él se daba cuenta". 

Cuatro años de autoengaño. 

Cuatro años esperando a que el Príncipe Azul regresara de sus batallas.

Cuatro años creyendo que estaba presa en la cárcel del amor, condenada a sufrir. 

Hasta que la que" me di cuenta" fui yo.

Me di cuenta de que los muros no eran de humo sino de titanio, que las ventanas y las puertas estaban abiertas, que la vida estaba pasando muy deprisa, y que yo no la estaba disfrutando. 

Me harté de esperar y de sufrir por amor y empecé mi camino hacia la liberación. 

En el capítulo 7 de mi nuevo libro te cuento cómo empecé a trabajar en mí, ya puedes leerlo o escucharlo y leerlo en Patreon e Ivoox: 


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