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7 de agosto de 2021

Día 7. Las Mujeres que ya no sufren por amor, en la Playa del Patriarcado


 

-Paz, lo primero de todo, quiero que sepas que has hecho muy bien en dejar a mi hermano. - dice Ángela mientras estira la toalla y se sienta encima.

-Gracias, Angela, mi vida. 

-Y que no tienes por qué disculparte por lo de ayer. Al revés, tienes que sentirte bien orgullosa. Tus amigas te hicieron una fiesta de la liberación preciosa, y te mereces disfrutar de este momento, que has pasado un año horrible.

-Bueno yo me sentí rara ayer cuando te vi en el bar, porque justo estábamos brindando y me dio cosa, Angela. 

-Pues para nada, yo lo veo muy bien, tienes todo el derecho del mundo a celebrar el divorcio. Por fin eres libre, ahora vas a estar mucho mejor. 

-Bueno, pero yo aún así quería hablar contigo porque te quiero mucho y siempre serás mi cuñada favorita. 

-Y yo te quiero mucho a ti, y me siento muy orgullosa de ti. Por un momento pensé que no ibas a dejarle, que te ibas a quedar a su lado, y no sabía cómo decirte: ¡dejalé, que es un pendejo! Mi madre también quería decírtelo y no se atrevía. Yo no entiendo como después de saber que tiene otra familia te quedaste tanto tiempo.

-Bueno, es el tiempo que necesité para tomar esa decisión. Me puse en terapia, hablé mucho con mis amigas, le di muchas vueltas, y fui dándome cuenta poco a poco de que tu hermano realmente ni me sabe querer, ni me sabe cuidar. 

-Pues no, y no te merece. Tú eres una tía muy grande. Mi hermano es un egoísta y un inmaduro. Te engañó durante tres años y tuvo dos mujeres y dos familias tan tranquilamente. Menos mal que le descubriste. 

-Sí, la verdad es que yo estaba tan enamorada, que me llevé un golpe brutal. Y por eso creo que necesité tiempo para ir asimilando poco a poco. Yo vivía en mi mundo feliz creyendo que tenía una familia feliz, y después del shock, él me quería hacer creer que se pueden querer dos mujeres a la vez…

-Y no estar loco, ya me sé yo el cuento. Es un manipulador, iba de víctima encima. 

Paz se puso a beber agua de su botella. 

-¿Sabes por qué son así los tíos?, porque yo es que no puedo comprenderlo. -dijo Angela, visiblemente cabreada. 

-Yo tampoco lo entendía hasta que me explicaron lo que es el patriarcado. Cuando le pones atención a cómo se aprovechan los hombres de sus privilegios para vivir como solteros y como casados, y para justificar su doble vida, es cuando comprendes en qué consiste la desigualdad y la violencia en la que vivimos. Les importa muy poco cómo se sienten las mujeres de su vida: ellos viven como reyes, y creen que tienen derecho a tenerlo todo. 

-¿Pero es egoísmo, o es machismo?

-Las dos cosas, creo. El machismo está basado en la idea de que sólo ellos pueden hacer determinadas cosas, como ser infieles y tener los hijos que les de la gana con todas las mujeres que quieren. Nosotras en cambio, obligadas a la monogamia. 

-Yo al enterarme le hubiese dejado de inmediato. 

-Sabes que pasa, que me insistía todo el tiempo en que me quería, y yo creía que sin él no soy nada. Pensaba que sola con los niños no podría tirar hacia delante. Pensaba que ya estoy mayor y que no voy a gustarle a nadie, ni voy a volver a enamorar a ningún hombre, ni a tener pareja. Todo eso me hacía quedarme, el miedo y las inseguridades, y el patriarcado que llevo dentro, que me decía: “quédate a su lado que es mejor lo malo conocido que lo bueno por conocer, y en el fondo, te quiere” No me di cuenta de que el amor no es suficiente, y que quien te miente, no te quiere realmente.  

-Cómo se nos mete dentro el patriarcado, madre mía. 

-Sí, y además está la presión social. Yo pensaba, ¿qué van a decir todos de mí?, ¿que no he sabido cuidar a mi marido?, ¿que soy una cornuda y una fracasada?, ¿que me voy a quedar sola por tonta? Ahora me he liberado de esa presión, me importa un pepino lo que puedan decir de mí, y es un alivio, de verdad. 

-Claro que sí, si te van a criticar de todos modos, siempre es mejor hacer lo que tú quieres y lo que tú necesitas. 

-También es que quiero ser un ejemplo para que mi hija vea que hay que dejar las relaciones cuando no te quieren bien y cuando no te cuidan. 

-Para mí también eres un ejemplo, Paz. Yo te admiro mucho, de verdad. Te veo tan guapa y tan radiante, es como si te hubieses quitado años de encima. ¡Estás mucho más juvenil ahora!

-Gracias, mi amor, la verdad que no ha sido fácil. Ahora me doy cuenta de lo importante que es que todas nosotras os contemos a las más jóvenes qué hay detrás del mito del amor, y por qué nos machacan tanto con el tema durante tantos años. Es súper importante que las chicas de tu edad sepáis varias cosas para que no caigáis en la trampa. 

-¿Qué cosas?

-Pues cosas como que el amor no es una cuestión de suerte, sino que es una estructura de dominación sobre las mujeres. Que nosotras no podemos negociar con los hombres en igualdad de condiciones, porque no somos iguales. Que nosotras somos educadas para ceder, para aguantar, para sacrificarnos, para renunciar, y para dar prioridad al macho, y que no puede ser. 

-Mira, eso se lo digo yo a mi amiga Rebeca, que está a punto de renunciar a una beca en Italia porque su novio no quiere que se vaya de Erasmus. Que si no va, le digo, se va a arrepentir toda su vida. Su novio es un mindundi que le pone los cuernos todo el rato. Le dice que si le quiere de verdad, no vaya, que ahora está pasando un mal momento y la necesita a su lado. Que tiene ataques de ansiedad, dice. Todo el rato se hace el enfermo para que ella se apiade de él. Es un machista, manipulador y egoísta. 

-¿Pues sabes lo que pasa, Angela? Que cuando les pasa esto a las amigas, lo vemos muy claro. Pero cuando nos pasa a nosotras, ya no lo vemos tan claro. Y esta es la cuestión. Yo a una amiga en mi situación la habría dicho: “sal de esa relación inmediatamente”, pero como me pasó a mí pensé: “seguro que puedo con esto”. Además, me autoengañé mucho pensando que podría cambiarle. 

-Es verdad que las mujeres nos autoengañamos mucho. 

-Y cuando te quitas la venda -sigue Paz, que se está untando crema de protección solar en el cuerpo- pues no te lo puedes ni creer. La cantidad de cosas que no has querido ver, la de veces que le has disculpado y has intentado comprenderle, y la manera en que tu ego te hace creer que tu amor es mágico y le cambiará... Encima te sientes culpable porque no supiste verlo o no quisiste verlo. Esta es una de las principales trampas del amor romántico. 

-¿Qué más trampas hay?

-Pues mira, te das cuenta cuando te ves sola en casa después del parto, cuidando la casa y el bebé, y cuidándote a ti misma, y esperando a que vuelva tu marido que lleva tres horas desconectado y no sabes ni donde está. Ahí dices, ¿pero qué hago yo así?, ¿cómo he llegado yo a esto? 

-Qué doloroso. 

-Me costó darme cuenta de que tu hermano solo se ilusionó con la bebé las dos primeras semanas. Luego volvió a su vida de siempre, como si su vida no hubiese cambiado, con su grupo de música, sus entrenamientos de fútbol, sus partidos de fútbol, sus sesiones de gimnasio, sus aperitivos de doce horas con los amigos los fines de semana... Me dejó sola criando, agotada, al frente de todo, y yo la verdad que cuando decidimos tener un bebé, creía que seríamos un equipo frente al mundo. La paternidad le vino muy grande. 

-Yo siempre le he visto muy inmaduro, y muy enamorado de sus amigos, a mi hermano. No ha querido nunca dejar de ser ese chaval guaperas que os conquistaba a todas en la playa. 

-No, la verdad. A mí lo que me da rabia es haberle cuidado tanto y que él no me haya cuidado nada. Y me fijo y así son muchísimos hombres: reciben amor y cuidados de sus mamás, hermanas, esposas, pero no dan nada a cambio. Tu hermano ni pañales cambiaba. Y te ves ahí de criada suya...asumiendo sus responsabilidades, limpiando su mierda, recogiendo su caos, ordenando su vida y su armario, alimentándole cada día... y te das cuenta de que el amor es una estafa. 

-Pero hay parejas en las que los hombres son más responsables y más cuidadores. 

-Sí, las hay. Pero a la mayoría les educan para que vivan como reyes y para que crean que tienen derecho a disfrutar de todo a la vez: su esposa, sus hijos, sus amantes, sus amigos, sus pasiones, y sus escapadas de hombres. 

-Yo no entiendo por qué los hombres se casan, la verdad. No debe ser muy agradable sentirse en una prisión y querer escapar todo el tiempo, y tener que mentir todo el tiempo. 

-Así estuvo tu hermano, y como no podía con una familia, se echó dos. 

-La cuestión principal es cómo detectar a los hombres así para que no nos hagan daño. No es nada fácil, Paz, al principio todos son encantadores y buena gente. Mi hermano le parece buena gente a todo el mundo, pero es un mentiroso y un machista que te ha hecho sufrir un montón.  

-Sí, y yo encima iba de comprensiva y le veía como un pobrecito. 

-A mí ya me han engañado tres chicos, y he sufrido un montón. No quiero que me vuelva a pasar. ¿Cómo detecto a los hombres con los que sí se puede disfrutar del amor? 

-Yo creo que depende en parte del nivel de machismo que tengan. Si son muy machistas, lo más probable es que te ponga a ejercer el papel de su madre y que te mienta todo el tiempo para poder sentirse libre

-Pero, ¿cómo saber si son machistas? Que muchos lo disimulan muy bien. 

-No sé, la verdad. Te diría que los puedes identificar porque no hacen tarea doméstica, ni cocinan, ni limpian. Pero hay hombres que son muy machistas y aun así asumen sus responsabilidades en el hogar. 

-¿Hay hombres honestos, Paz?

-Sí los hay. Son como las meigas, hay pocas, pero haberlas, haylas. 

 Las dos se rieron y abrieron una cerveza fresquita, una bolsa de patatas fritas y una lata de aceitunas. 

-Yo no paro de pensar que si todas las niñas entendiesen cómo funciona el mito romántico, cómo nos somete, cómo nos hace prisioneras en una jaula de oro, cono nos explotan los hombres, pues podríamos ahorrarles a todas mucho sufrimiento. Estamos como esclavizadas por el amor, hay que abrir las jaulas y liberarnos todas

-dijo Paz, llena de esperanza.

-Es que para aprender en la vida hay que sufrir, nos toca pasarlo mal para poder llegar al punto en el que estás tú. 

-Yo creo que no hace falta sufrir para aprender,  al revés. Sería mejor adquirir esas herramientas en casa y en  la escuela sin tener que pasarlo mal y sin poner en peligro nuestra salud mental. Pienso que nosotras tenemos la obligación de contarles a nuestras hijas, sobrinas, vecinas, y nietas lo que es la realidad del amor romántico, para que vayan al amor con mucho cuidado, y siempre conectadas consigo mismas. Si pudiera iría por todos lados hablando de esto, porque yo no me escuchaba a mí misma, no me hacía caso. Ahora que estoy liberada, pues veo que es super importante que nos ayudemos a liberarnos entre todas.  

-Yo y mis amigas hemos aprendido mucho de ti, y te admiramos mucho, Paz. No es nada fácil tomar la decisión de dejar a un hombre enamorada, pero tú nos has demostrado que sí se puede. Que no tenemos por qué quedarnos en una relación en la que no somos felices. Que si no hay reciprocidad, no podemos disfrutar del amor. Tú has querido mucho a mi hermano y él no ha estado a la altura. Y has sabido dejarle para ser libre y para empezar otra vida. 

-Ojalá a mí me hubieran contado la verdad y me hubieran hablado sobre lo importante que es cuidarse a una misma para que el amor no nos anule y no nos ponga de rodillas, y para que podamos quedarnos solo en las relaciones en las que los cuidados sean mutuos. 

-Yo creo que ya lo sabemos, pero a ver, es difícil llevar estas ideas a la práctica. No sabemos muy bien la teoría feminista, pero nos cuesta aplicarla en la práctica, cuando estamos enamoradas, estamos como borrachas.

-Sí, la clave del asunto es que el feminismo sea útil y nos ayude a todas en nuestra vida diaria.

-Pues habrá que entrenar entonces para ir mejorando la técnica, yo creo que es cuestión de ponerse a ello, como cuando aprendes a bailar o a tocar un instrumento. A mí me gustaría entrenar para atreverme a decir lo que siento y lo que pienso, lo que quiero y lo que no quiero, y aprender a decir que no. 

-Es bien difícil ser tú misma cuando te enamoras, pero hay que estar todo el tiempo muy despierta para no dejarnos llevar por la corriente. Que se nos olvida que sabemos nadar todas. 

-Yo lo veo todo muy difícil, porque los chicos se están quedando atrás. Nosotras ahora hablamos otros idioma, ni nos entienden cuando les hablamos del sexo y del amor. 

-Yo creo que ellos también querrían liberarse, si supieran cómo.

-Ellos para qué van a cambiar, si les va muy bien. A nosotras aún nos queda mucho por trabajar, porque son muchos años de cuentos Disney los que nos ha tocado tragar, pero estaría bien que nos enseñaran en el colegio a desmitificar el amor, a entender cómo funciona el patriarcado, y ver con claridad cómo se benefician los hombres de nuestra necesidad de amor. Aunque seamos muy feministas, estamos siempre hablando de chicos, intentando llamar la atención de los chicos, arreglándonos para enamorar a los chicos, soñando con encontrar a nuestra media naranja. 

-Es que nos educan para que les pongamos a ellos en el centro de nuestras vidas y seamos unas yonquis del amor. Y ellos se aprovechan. 

- Mira el novio de la Patri, que a escondidas se ha metido al Ejército y cuando se lo cuenta, le pide que se vaya con él al quinto pino, a no sé qué pueblo, y que deje la Universidad. Vamos, es que hay que tener morro. Estamos diciéndole a Patri que ni se le ocurra. 

-Ojalá no renuncie a sus estudios por él. -dijo Paz, poniendo los ojos en blanco y mirando al cielo. 

-O la Mina, que está muerta de miedo porque no sabe si se ha quedado embarazada, porque él no quiso ponerse condón. O la Karen, que está encerrada en casa pariendo y criando hijos con 20 años, y se ha olvidado de sus sueños. O la Yoli, que cree que puede ayudar a su chico a controlar su ira y a tratarla bien. No hay manera de que entienda que ella tiene que salir de esa relación, y que él debe buscar ayuda si quiere dejar de ser un maltratador. No la pega, pero la insulta y la humilla y la hace sufrir un montón. Y ahí estamos apoyándola, pero yo es que me siento tan impotente....

-Tiene que darse cuenta ella misma, ahora ni se escucha ni os escucha, porque quiere vivir su historia de amor a toda costa.

-Para algunas chicas es una obsesión: se han creído que sus problemas se solucionarán cuando están en pareja, y creen que ahí está la verdadera felicidad. 

-Y cuando te das cuenta de que en realidad ellos dan más problemas que soluciones, ya es tarde. Porque yo me acuerdo de lo a gusto que estaba cuando estaba soltera, y me digo, ojalá no me hubiese casado. Ojalá pudiera convenceros a todas para que no os caséis.

Las dos se echan a reír. 

-Le leí a Coral Herrera en un libro que los hombres, mejor como amantes. Que no los incluyamos en nuestros proyectos de vida, y que disfrutemos únicamente de ellos como si fueran amigos íntimos. Que es mejor que se laven ellos mismos sus calzoncillos, que sean autónomos, y se cuiden a sí mismos. Cada uno en su casita, y nosotras organizadas con nuestras amigas para la crianza y los cuidados.  Y juntarnos solo para follar y disfrutar. O también, pasar de ellos y disfrutar entre nosotras.

-Ah, pues qué buena idea. Así no acabamos de criadas de ellos. Se lo voy a contar a mis amigas. ¿Cómo se llama ese libro?

-Mujeres que ya no sufren por amor. 

-Me encanta. Yo quiero ser una de esas mujeres que ya no sufren por amor, mujeres que se liberan, mujeres que disfrutan de la vida. Como tú ahora, Paz. 


Las dos se abrazan y se mecen un rato en el abrazo. 

Es una maravilla poder escuchar estas conversaciones el último día de mis vacaciones en la Playa del Patriarcado, es como llegar a una isla en medio de un mar patriarcal inmenso. 

Me da esperanzas escuchar a las mujeres que se liberan del mito romántico y a las chicas jóvenes que se lo trabajan para desmontar el mito y no caer en la trampa. 

Y me ha hecho mucha ilusión saber que mi libro les ayudó. 

Hoy me subo a casa feliz, sabiendo que somos muchas las que ya no queremos depender de los hombres ni del amor, sabiendo que cada vez somos más las que estamos abriendo los ojos y empezando nuestro propio plan de liberación. 

Yo siento que esto además es contagioso: cuando una se libera, nos liberamos todas alrededor. Las próximas generaciones nos están viendo volar: nos ven tomar conciencia, quitarnos la venda, hacer autocrítica amorosa, aprender a cuidarnos, y romper las relaciones en las que no nos quieren bien. 

Las mujeres tenemos derecho a vivir una buena vida, al placer y al disfrute. Ya no nos engañan más: las chicas jóvenes cada vez tienen más referentes de mujeres libres que han conseguido salir de su jaula. 

Hay esperanza, me digo. Huele a feminismo en la Playa del patriarcado. El viento de levante trae aires de libertad. 

Coral Herrera Gómez


¿Dónde consigo mi libro Mujeres que ya no sufren por amor? 


¿Dónde están las Mujeres que ya no sufren por amor, cómo puedo unirme a ellas? 





Mis Vacaciones en la Playa del Patriarcado

4 de agosto de 2021

Día 6: Hombres que quieren ser libres: el Juanfran y sus amigos en la playa del Patriarcado.



Hoy el protagonista de mi historia es el Juanfran, un chico que estaba con su pandilla de amigos adolescentes junto a nosotros. Se han pasado toda la tarde jugando en la arena, bañándose en el mar, haciendo peleítas, fumando porritos, y hablando de mil cosas. 

El primero que ha llamado mi atención ha sido Juanfran, porque le veía muy suelto, muy simpático, muy buena gente, y muy divertido. Sus amigos se reían mucho con él, y se notaba que lo adoraban, pero todos se burlaban de él por turnos. 

El líder del grupo le ha regañado porque estaba demasiado cariñoso con él. "Que estás tol rato encima mío, tío, déjame respirar un poco", y ha empezado a ridiculizarle frente a los demás. 

Como Juanfran no paraba de abrazarle, el líder entonces le ha humillado con las dos comparaciones que más daño hacen a los hombres:  "Juanfran, pareces maricón", "eres igual de pesao que mi novia, todo el día encima"

El Juanfran le ha contestado burlón:

-Anda, quillo, no te pongas nervioso que no pasa . Que todos sabemos que te gustan más mis abrazos que los de tu novia. 

Los demás se han reído también, y el chico ha salido corriendo detrás de Juanfran para derribarlo en la arena y hacerle unas cuantas llaves de algún arte marcial. Se han revolcado un rato en la arena cual amantes apasionados, y después se han puesto todos a jugar a la pelota, entre risas y empujones.  

En este grupo masculino de la Playa Patriarcal, se nota que hay chicos muy obedientes al patriarcado, y otros que son más rebeldes. Juanfran es el más libre de todos. No tiene sentido del ridículo y los encandila a todos inventando bailes, canciones y rimas, acrobacias y mimo, imitaciones de famosos, y creaciones de personajes extraordinarios en breves obras de teatro improvisadas. Es un verdadero clown, sus amigos se mueren de la risa con él, y se nota que le quieren mucho, pero tratan de marcar la diferencia con él. 

Le tratan de "personaje", le llaman "loco", le dicen: "tú estás fatal, chaval", "tú no tienes remedio, Juanfran", "tú estás pa que te encierren", "eres un crack, tu reino no es de este mundo" Él es diferente, y parece que se han "resignado" a quererle tal y como es, pero en realidad le admiran mucho. 

Y le admiran tanto que para que no se les note, le ridiculizan cada vez que pueden. 

Juanfran disfruta en su papel de chico extraordinario. Me asombra cómo asume con dignidad el precio que tiene que pagar para sentirse libre y ser él mismo. 

Sabe que sus amigos le envidian porque es un hombre libre. Todos han aceptado que ellos no pueden ser libres, porque saben que no podrían soportar ser objeto de burlas y risas todo el santo día. Así que prefieren perder la libertad y convertirse en soldados del ejército patriarcal. 

Además, ya lo ha dicho el líder del grupo a grito pelado: "Juanfran sólo hay uno, y nos ha tocao a nosotros" Lo que quiere decir el líder es que con un Juanfran en la pandilla es más que suficiente. Es un tío raro, es un tío especial, pero tiene que ser la excepción a la norma.  

Cada uno de ellos tiene un mote: El Negro, el Gordo, el Gafas, el Garrulo, el Marchatrás, el Kinkillero, el Intelectual y el Marqués. El Juanfran es El Juanfran. 

Los que tienen la autoestima más alta, llevan mejor lo de las bromas de los demás. Los que tienen menos autoestima son más inseguros, y cuanto más inseguros son, más poder tiene el soldado patriarcal que llevan dentro. 

En estos dos años he estado impartiendo talleres de masculinidades no violentas a adolescentes con medidas judiciales por violencia machista, así que no puedo evitarlo: cuando estoy en la calle me fijo mucho en los grupos de chicos. Puedo identificar a los obedientes y a los desobedientes, y ver la lucha que libran el soldado patriarcal y el hombre libre en el interior de cada uno de ellos. 

En este grupo, además del Juanfran, también hay varios candidatos a ser Manolo, el protagonista del primer capítulo de esta serie sobre mis vacaciones en La Playa Patriarcal, y otros pocos que podrían liberarse y construir una masculinidad más acorde con los avances del siglo XXI. Todo dependerá de si quieren vivir como reyes o si prefieren relacionarse desde la igualdad, la libertad, y el compañerismo con las mujeres de su vida. Es decir, dependerá de si deciden aprovecharse de sus privilegios o si prefieren renunciar a ellos. 

Les veo caminar hacia el mar: hoy vino poniente y trajo el agua helada. Como a todos les cuesta meterse, empiezan a jugar para salpicarse y para tirarse al agua unos a otros, y obviamente el primero en ser arrojado es el Juanfran, que protesta entre risas y gritos. 

Desde lejos observo la coreografía de la danza acuática, y la forma en que se atraen y se repelen sus cuerpos. Una de las leyes principales del patriarcado es evitar el contacto corporal y las manifestaciones de cariño entre hombres. Se suben unos encima de otros, se revuelcan en el agua, se abrazan y se reducen unos a otros, pero cuando el contacto dura demasiado, uno de los dos lo rechaza, o llega un tercero a poner orden. 

El patriarcado les deja besarse y abrazarse cuando celebran un gol, pero el resto del tiempo, permanece atento para que los hombres no tengan demasiado contacto entre ellos. 

El macho alfa del grupo, al que llaman El Marqués, se ha salido del agua y se ha sentado en su toalla.  Se queda mirando a sus compañeros con una sonrisa de orgullo. Tiene cara de tener buen corazón, pero lleva encima una coraza enorme. Siento que aún es un tipo noble, pero le siento muy rígido, su cuerpo se mueve como si le faltara aceite. Tiene unos ojos verdes preciosos, y es realmente guapo. Es un líder en toda regla, me digo, aunque debe de ser agotador ostentar el cargo de capitán de un grupo de chicos. 

Me pregunté cómo sería yo si hubiese nacido varón. Pensé que quizás sería muy parecida al Juanfran: durante varios años yo también fui la payasa de mis grupos de amigos, porque era la que menos sentido del ridículo tenía, y me encantaba escandalizar a todo el mundo mientras les hacía reír. 

Nunca he soportado la violencia ni las peleas, aunque sí que me he sometido a las pruebas de a ver quién hace más... y he sido un poco lideresa porque me ha gustado ser la gran motivadora de mis grupos. Era creativa, espontánea, y me encantaba contar y representar historias, proponer planes, hacer cosas nuevas, organizar viajes, plantear grandes debates, y estaba siempre amenizando las fiestas y las celebraciones. 

Creo que me parecería mucho más al Juanfran que al Marqués, porque me gusta más disfrutar que sufrir, y me parece muy sacrificado ejercer de líder patriarcal. Debe ser muy castrante no poder ser tú mismo, y no poder mostrar cómo te sientes a nadie. 

Debe de ser muy duro ser un adolescente y estar construyendo tu masculinidad sin apenas ejemplos de masculinidades no violentas y alternativas al modelo hegemónico. Muchos de ellos creen que ser adultos consiste en mutilarse a sí mismos para no sufrir y para convertirse en un robot que ni siente ni padece, como sus héroes. 

Yo nunca habría podido ser un líder patriarcal porque no habría podido soportar tener que reprimir la expresión de todas mis emociones. A los hombres sólo les dejan mostrar la ira y el deseo sexual. Todo lo demás: la ternura, la felicidad, el miedo, la tristeza, las inseguridades, la desolación, la esperanza, etc son "cosas de chicas". Y un hombre sólo puede ser un hombre de verdad si no es mujer, es decir, si rechaza todo aquello que tiene que ver con lo femenino, si hace todo lo contrario de lo que hacen las mujeres. 

Lo que he aprendido trabajando con adolescentes es que el proceso de dominación nunca es total: dentro de todos nosotros y nosotras, los seres libres que albergamos se resisten ferozmente a ser esclavizados. 

La teoría es que todo líder patriarcal tiene que evitar mostrarse vulnerable, evitar desnudarse por completo, y no abrir su corazón. Tiene que desconfiar de los demás, protegerse, ocultar su fragilidad, aparentar ser un tipo duro, y estar muy seguro de sí mismo. 

No pueden ser ellos mismos porque siempre tendrán dentro y alrededor ese soldado patriarcal que vigila y que le dice constantemente cómo tienen que andar, cómo se tienen que sentar, cómo deben hablar, de qué se puede hablar y de qué no, cómo deben usar su poder para dominar al resto y acumular más poder, cómo deben responder a los ataques, cómo tienen que atacar a los demás. 

Casi todos los niños, desde que son pequeños, están condenados a pasarse la vida demostrando lo machos que son. No tienen escapatoria: los demás van a pedirles pruebas de su virilidad constantemente. 

Si deciden no obedecer, tendrán que asumir el castigo y el precio que hay que pagar por ser un disidente del género masculino. 

Si en cambio quieren ser líderes u ocupar los puestos más altos en la jerarquía, tendrán que demostrar que son fuertes, valientes, que son autoritarios y dominantes, que son capaces de ponerse en peligro para obedecer las leyes. 

Una vez arriba, el líder no puede mostrar debilidad con aquellos que no le rinden pleitesía, porque está en juego su propia posición en la jerarquía. Tiene que parecer el protector de todos ellos: les va guiando en el camino, les va mostrando las normas, y no se puede permitir el lujo de caer, porque entonces perderá todo su poder y será objeto de las burlas y las humillaciones de los demás. 

Algunos de los líderes son capaces de pedirle a sus seguidores que arriesguen su vida para demostrar lo machos que son, y para pedirles pruebas de su lealtad. Por eso muchos adolescentes no llegan a adultos en América Latina: en las maras y en las bandas sólo se aceptan machos violentos, sacrificados y disciplinados.

Una de las cuestiones más importantes para el líder es evitar la homosexualidad en el grupo, pues el patriarcado les prohíbe gozar entre ellos, y al mismo tiempo, su misión es dirigir el deseo sexual de sus muchachos hacia las mujeres. 

Muchos niños se han pasado toda su vida rechazando a las niñas y tratando de no ser como ellas, pero cuando llega la pubertad, tienen la obligación de tener sexo con alguna de ellas para demostrar su virilidad. 

Para muchos no es fácil porque no saben muy bien cómo relacionarse con "las otras". 

El líder premiará a los chicos que logren follar con ellas, y castigará a los que se enamoren con burlas y bromas crueles. 

Para los machos patriarcales, las mujeres no pueden ser compañeras, ni amigas, ni cómplices: somos siempre las enemigas. Ellos no deben enamorarse si quieren ganar en la batalla del amor. Porque con nuestros encantos, las mujeres podemos cazarlos, domesticarlos y someterlos. 

Y ninguno quiere perder ni ser dominado. Para no enamorarse, los hombres tienen que dirigir su admiración hacia otros hombres, y cosificar a las mujeres como si solo fueran cuerpos que sirven para  demostrar que su apetito sexual es incontenible y poderoso, y para ganar puntos frente a sus amigos. 

La amenaza del patriarcado es que si se enamoran, perderán su poder y su libertad.

El consejo que les da el patriarcado: con las mujeres, sólo sexo. Gratis, o pagando. Con su consentimiento o sin él. Son objetos para eyacular y para alardear de su virilidad.  Pierde el que se enamora. 

Gana el que es capaz de conquistar muchas mujeres sin enamorarse de ninguna. Cuantas más logre enamorar y penetrar, más puntos gana en la jerarquía patriarcal. 

Por eso cuanto más obedientes al patriarcado son los hombres, más les cuesta conectar con sus compañeras, y más difícil les resulta disfrutar del sexo y del amor.

¿Cómo seduce y premia el patriarcado a los chicos para que obedezcan, y al líder para que asuma su función de educador, vigilante y carcelero? Les ofrece privilegios. El más importante, el de recibir cuidados toda su vida por parte de su madre y su esposa, sin tener que cuidar a nadie, y el segundo, el  privilegio de la doble vida: todos los machos pueden vivir como respetables padres de familia, y a la vez, como juveniles solteros de oro. 

Además de los beneficios que tiene ser hombre en nuestra sociedad: ellos tienen más derechos y oportunidades en todo el planeta. Son los amos del mundo. 

¿Cómo actúa el patriarcado contra los rebeldes? El soldado patriarcal va bien armado: usa las burlas y las bromas crueles, las comparaciones con homosexuales y mujeres, y por último el desprecio y la humillación. Son los castigos que soportan los díscolos y los herejes: el líder debe marcarle la senda correcta a seguir, y demostrar a los demás cuales son las consecuencias de atreverse a transgredir los mandatos de género.  

No se dan cuenta, pero son todos ayudantes del líder, aunque a veces también ellos mismos se acerquen al límite. No sólo deben respetar la ley patriarcal, sino además imponerla sobre los demás. Cuanto más represores sean con los demás y consigo mismos, más puntos tendrán en la jerarquía de la masculinidad. Este mecanismo es muy eficaz para que todos estén alerta, vigilándose unos a otros, esperando para saltar en cuanto uno cometa una transgresión o cruce la línea. 

No hay más que ver a Juanfran bailando en el agua y pegando grititos que avergüenzan a los demás. Cuanto más vergüenza sienten y más le mandan parar, más gritos pega. Hasta que uno le hace una aguadilla eterna, y lo callan. Después de unos segundos de tensión, otro le pide al de la aguadilla que lo libere, que ya está bien. Y Juanfran puede volver a salir a la superficie a respirar.

Juanfran no es el único que transgrede: a veces, cuando están relajados,  a cualquiera de ellos le sale el hombre rebelde que llevan dentro, rompen con la norma, y aguantan después el chaparrón de burlas. Es divertido escandalizar a los otros, y además así pueden descansar: estar siempre haciendo de macho es agotador. 

Me encantaría acercarme a ellos, hablarles del tesoro, y darles el mapa y las pistas para que lo encuentren por sí mismos. Porque como os contaba antes, trabajando con varones adolescentes me he dado cuenta de que muchos de ellos, por muy machistas y violentos que sean, están deseando liberarse del carcelero que tienen dentro. 

Cuando empiezan a reflexionar sobre su forma de moverse, de relacionarse y de tratarse entre ellos, es cuando descubren, sorprendidos, a este soldado que llevan dentro. Una vez que lo ven, son capaces de elegir si quieren o no liberarse. 

No es fácil, porque el patriarcado les seduce con los privilegios constantemente, y porque sus ejemplos a seguir son guerreros violentos, narcos, mafiosos, traficantes, empresarios y multimillonarios que acaparan todo el poder, las riquezas, y las mujeres. Esos son los modelos que les ofrecemos en nuestra cultura: hombres dominados por su ego y su ansia de poder, tipos mutilados, egoístas, violentos, insaciables, destructores. 

Apenas hay modelos de héroes rebeldes que se lo trabajen para liberarse de sus patriarcados, ¿cómo van siquiera a imaginar que ellos también pueden liberarse?  

A lo largo de este tiempo, he conocido a muchos niños y adolescentes que desean liberarse del régimen tiránico al que viven sometidos, y casi todos se sienten muy solos en su lucha contra el soldado patriarcal que llevan dentro. 

Siempre que trabajo con ellos, pienso en el cambio social que podríamos conseguir si les diésemos herramientas para que aprendan a identificar el patriarcado, y a entender por qué y cómo se reprimen a sí mismos. Mi experiencia me ha demostrado que si les ofreces herramientas para cuidarse y cuidar a los demás, para imaginar al hombre que les gustaría ser, para atreverse a desobedecer, se les activa la imaginación y les entran ganas de romper las cadenas que les impiden volar. 

Algunos de ellos empiezan a soñar con poder quitarse la máscara, la armadura y las armas para caminar desnudos y relacionarse sin miedo. 

Otros sueñan con poder salir del armario algún día, y poder contarles a los demás cómo son, qué desean, de quién se enamoran... sin miedo a sufrir rechazo, burlas o comentarios despreciativos. 

Otros sienten una enorme contradicción interna cuando están con hombres libres: les admiran y les temen a la vez. 

Y otros sienten un rechazo total: cuanto más miedo sienten, más atacan a los hombres que les demuestran que hay otras formas posibles de ser hombres. Para ellos son una gran amenaza porque les rompen los esquemas y les muestran los barrotes de la cárcel en la que están. 

La esperanza está en todos aquellos que aún no han sido derrotados. Cuando ven claro que ser rebelde, en realidad, consiste en poder ser ellos mismos, empiezan a imaginar cómo sería vivir libres de miedo al qué dirán, y a las burlas de los demás. 

No es fácil asumir que la peor cárcel es la que llevan dentro, ni desalojar al policía de su interior: la presión social que tienen alrededor es fortísima. El bombardeo que sufren a diario en los medios de comunicación es constante. No es fácil ir a contracorriente en un mundo lleno de machismo, misoginia y homofobia. Y pienso que tenemos que proteger y apoyar a todos los que sueñan con ser libres.  

A mí me hace muy feliz ver a tipos como El Juanfran, que viven tan a gusto sin tener que competir con los demás, sin vivir siempre en estado de alerta, sin tener que esconderse bajo el disfraz de macho patriarcal. Pero también siento angustia porque fuera de su grupo de amigos, corren el peligro de ser retados y agredidos por otros machos. 

La disidencia de los hombres libres se reprime con mucha violencia, así que hay que ser muy valiente y tener la autoestima muy alta para ser quien realmente quieres ser, y para vivir a tu manera, desobedeciendo las leyes del patriarcado. 

¿Se imaginan el cambio radical que experimentaría nuestra sociedad si les ofreciésemos en la escuela las herramientas que necesitan para ver el patriarcado?, ¿se imaginan si pudieran aprender a usar su poder de manera que no someta a nadie?, ¿y si pudieran identificar sus privilegios, y renunciar a ellos?. 

También habría que ofrecerles herramientas para hacer autocrítica, para aprender a gestionar sus emociones, para relacionarse en libertad y en igualdad, y lo más importante: herramientas para aprender a cuidarse a sí mismos, a los demás, y al planeta. 

En una sola generación, podríamos abrir las puertas de todas las jaulas y verlos volar en libertad. Necesitamos millones de hombres libres, pienso, mientras miro a Juanfran, que en estos momentos está haciendo uno de sus números ante sus amigos. 

Bailando en la arena se acerca al Marqués, le besa en la mejilla por sorpresa, y da un salto hacia atrás. Todos ríen y el líder lo persigue para reducirlo en el suelo: se tumba encima de él y ambos se revuelcan por la arena mientras los demás les jalean. Sí que tiene razón Juanfran: al Marqués le encantan sus besos y sus abrazos. 

El sol empieza a ocultarse y sopla viento de poniente. Cuando ya hemos recogido y empezamos a caminar para salir de la Playa del Patriarcado, escucho a Juanfran cantando apasionadamente a Nino Bravo. Me vuelvo y le veo frente a sus amigos, con su micrófono imaginario en alto, cantando a pleno pulmón: 

"Libreeee, como el sol cada mañana, yo soy libre, como el mar. Libreeeeeee, como el ave que escapó de su prisión, y puede al fin volar. Libreeee, como el viento que recoge mi lamento y mi pesar, camino sin cesar detrás de la verdad, y así sabré lo que es, al fin, la libertaaaaaaaad"

¡Bravo, Juanfran! Te dedico este post con todo el amor del mundo. Gracias por existir. 

Coral Herrera Gómez 


¡Mañana más!


Capítulos anteriores de Mis Vacaciones en la Playa del Patriarcado

Día 1: Mujeres que no tienen vacaciones, en La Playa Del Patriarcado

Día 2: Las tetas liberadas, en la Playa del Patriarcado 

Día 3: La tormenta en el Mediterráneo, en la Playa del Patriarcado. 

Día 4: Las familias felices, en la Playa del Patriarcado

Día 5: Una cita romántica, en la Playa del Patriarcado 


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2 de agosto de 2021

Día 5: La cita romántica... en la Playa del Patriarcado



Hoy fuimos a tomar el aperitivo al chiringuito patriarcal. En la mesa de al lado estaban una chica y un chico, los dos muy guapos, en su primera cita. Ella tenía una rosa roja en las manos y la olía sonriente. Se les notaba porque estaban nerviosos, y porque él comentó en un momento dado que no se la imaginaba tan alta. 

- Jajja, es que a los hombres les cuesta salir con mujeres más altas que ellos, pero tú no tienes complejo de inferioridad con una tía como yo, ¿a que no? 

Yo sonreí por dentro. 

El chico se puso a presumir de su coche nuevo en voz muy alta, mientras yo, con mis lentes violetas, miraba a los camareros y camareras correr de un lado a otro, cubiertos de sudor, resoplando tras sus mascarillas. Me estaba poniendo mala con el trato del chico guapo y los comentarios despreciativos que hacía sobre el chico que les estaba sirviendo. 

El guapo hablaba muy alto y se creía muy gracioso, pero a la chica guapa se le estaba borrando la sonrisa poco a poco. Yo pensé, ojalá se le borre toda de pronto y se de cuenta de qué clase de persona tiene enfrente. 

El chico montó dos escenas por algo relacionado con la comida que les habían servido, y luego le soltó a la acompañante: "estos maricones no sirven para nada" 

- Mi hermano es maricón. -le dijo ella. 

- Bueno, yo no tengo nada en contra de los maricones, lo que quería decir es que este tío es un flojo que no vale pa' camarero. 

Yo resoplé y ella se movió incómoda en su asiento. 

El guapo siguió hablando, en menos de media hora soltó decenas de comentarios clasistas, machistas, y homofóbos. Cuando llegó el vendedor ambulante ofreciendo gorras y gafas de sol, el tipo lo trató fatal. Y la chica no pudo más: 

-Tú eres un votante de derechas, me parece a mí. Muy, pero que muy de derechas. 

- ¿Y qué problema hay con eso, vamos a ver?

- Que no me gustan los votantes de derechas. Que mi padre es un albañil que no sabe ni escribir, mi madre es gitana, mi hermano es maricón, yo soy peluquera. Yo vivo en el barrio del Boquetillo, y tú vives en Puerto Banús, eres un hijito de papá, un maleducado, y un privilegiado que se cree superior por tener un cochazo. Eres muy guapo pero eres un maleducado y aquí dentro no tienes ná. -se señaló el corazón y luego la cabeza.-No nos vamos a llevar bien, ya lo estoy viendo yo, así que mira, lo dejamos aquí. 

Ella se levantó, cogió su teléfono móvil, dejó un billete de diez euros, y se fue de la mesa. El se quedó como en shock, sin saber qué decir, tenía la cara roja de la humillación. 

"Puta de mierda", masculló entre dientes. 

Yo estaba super feliz, ¡qué mujer más valiente y hermosa! Y el camarero estaba también feliz, se le veía la sonrisa tras la mascarilla. 

Me pareció un regalo de la vida ver una escena tan feminista en un chiringuito patriarcal. 

Sentí que la victoria de esta mujer es la victoria de todas nosotras: pudo reconocer, en menos de una hora, que tenía delante un tipo odioso y violento, y fue capaz de verlo claro aunque hubiese acudido a la cita ilusionada.

Ojalá pudiéramos todas verlo tan rápido. En realidad, en la primera cita puedes obtener muchas pistas para saber si estás frente a una buena persona con solo fijarte en cómo trata a los camareros y las camareras, y los comentarios que hacen sobre ellas. Por muy guapo que sea, si no trata bien a las personas que le están sirviendo, no te conviene. Si sufre enfermedades de transmisión social, no te conviene. Y si no tienen control sobre sus emociones y estalla cuando se enfada, tampoco te conviene y además es un peligro. 

Porque si no trata bien a un camarero, no va a tratarte bien tampoco a ti cuando tenga confianza y no hagas las cosas como ellos quieren. 

En este caso el tipo se veía tan arrogante, tan pedante, tan seguro de sí mismo, y con esos aires de marichulo que se cree superior, que estaba bien claro que era un patán. Me puse a pensar en lo mucho que les gusta a los reyes de este estilo ejercer su poder contra la servidumbre, y los espacios en los que este tipo de hombres se sienten los amos del mundo: la casa, el burdel y el bar. Estos son los tres grandes templos de la masculinidad patriarcal. Lugares en los que pueden expresar sus deseos y esperar a que las personas que les sirven corran para complacerles, gratis o pagando. 

Estos reyes van de demócratas pero en realidad defienden a capa y espada la monarquía del patriarcado. No importa que sean pobres: tienen mentalidad de ricos, y comparten con ellos algunos de sus privilegios. Les encanta dar órdenes y sentirse obedecidos. Les gusta tener el poder, les encanta exhibir su belleza y sus habilidades deportivas, les encanta atrapar todas las miradas cuando van subidos en sus motos acuáticas o en sus cochazos. A los demás nos miran por encima del hombro, o a lo lejos, orgullosos de sentirse tan importantes. 

Siempre me quedo alucinada cuando veo a estos hombres de clase trabajadora tratar mal a sus esposas-criadas y a los camareros y camareras. No les da vergüenza, aunque ellos mismos trabajen sirviendo en empresas que no son suyas. Y es que aunque sean camareros, siempre tendrán disponible, por haber nacido hombres, servicio doméstico y sexual. Gratis o pagando: es un privilegio masculino universal: hasta el hombre más pobre de la Tierra tiene a una criada que le limpia los calzoncillos, le escucha cuando está deprimido, le cuida cuando está enfermo, y le cubre todas sus necesidades básicas. Una asistenta personal disponible las 24 horas, los 365 días del año, que prioriza tus necesidades y apetencias por encima de las tuyas. 

Le doy un sorbo a mi sangría pensando que el día en el que logremos la autonomía económica y emocional de todas las mujeres, ellos se quedarán sin sirvientas, no podrán hacer uso de sus privilegios, y caerá el patriarcado. 

El día en que acabemos con su reinado, se quedarán solos, como el patán con cara de guapo y con mentalidad de rico al que le acaban de dar plantón delante de todo el mundo.

Hoy mi post va dedicado a esta mujer tan inteligente y resuelta que supo leer las señales a tiempo y se largó enseguida de su cita romántica.  Gracias porque nos inspiras a todas. 

Coral Herrera Gómez  


Capítulos anteriores:

Día 1: Las Mujeres sin vacaciones, y los manolos. En La Playa Del Patriarcado

Día 2: Las tetas liberadas, en la Playa del Patriarcado 

Día 3: La tormenta en el Mediterráneo, en la Playa del Patriarcado. 

Día 4: Las familias felices, en la Playa del Patriarcado

Día 5: Una cita romántica, en la Playa del Patriarcado 

Día 6: Hombres que quieren ser libres: el Juanfran y sus amigos en la Playa del Patriarcado



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Día 4: Las familias felices en la Playa del Patriarcado



Un día eres joven y vas a un concierto de Kortatu, y otro día te echas a llorar cuando los Cantajuegos saltan al escenario. Hoy es el cuarto día de mis vacaciones en la Playa del Patriarcado, y fui con Gael a su primer concierto, regalo de su cumpleaños. Yo estaba súper ilusionada, porque aún no sabía que estabamos en un concierto patriarcal. 

El recinto estaba lleno de familias felices con niñas y niños de todas las edades, y me hizo gracia ver que las mamás y los papás estábamos más emocionados que los propios niños. Cuando el escenario se iluminó y se hizo la magia, nos pusimos a cantar y a dar palmas, hasta que noté algo extraño detrás de mí y vi a un padre de familia feliz que estaba gritando y provocando a otro papá de familia feliz, con ganas de bronca.

Vuelvo a mirar a Gael, que no se ha enterado, pero ya todo el mundo está mirando al papá violento. Yo me fijo en la cara de terror de las mujeres que los acompañan. Gael sigue mirando al escenario boquiabierto, ajeno a la pelea de machos, y yo miro a los críos de esos papás, y se me congela la sangre en las venas viendo el terror en sus rostros. 

Vuelvo a mirar a Gael, que mueve sus manitas siguiendo la canción y no se da cuenta de lo que está ocurriendo. La gente ya está pidiendo ayuda a los trabajadores del concierto y el tipo le ha tirado al otro las patatas fritas y la bebida al suelo, mientras la gente intenta separarlos. El otro agarra una silla y todo el mundo protesta y grita, todos los niños alrededor alucinados con la escena, y yo con el corazón a mil por hora con miedo a tener que salir con Gael en volandas. 

Los guardias de seguridad han tardado una eternidad en llegar, y cuando se los han llevado, me ha inundado la rabia, y me he puesto a llorar pensando en las miradas de las mamás aterrorizadas que intentaban separar a sus maridos, y en la mierda de infancia que estarán viviendo esos niños y niñas. 

He pensado también en todos los que han tenido que presenciar una escena tan violenta en un espacio que debería ser seguro y tranquilo para la infancia. No sólo han violado el espacio, sino que además han roto la magia a decenas de críos que estaban empezando a disfrutar del circo. 

Me siento tan furiosa y tan triste.

¿No querías analizar el patriarcado?, pensé, pues toma dos tazas. Me he puesto a mirar a las familias felices pensando en las cifras nacionales y mundiales que desmontan el mito.

La familia feliz es otra de las grandes estafas de nuestra cultura occidental junto con la del amor romántico: los datos de femicidios y huérfanos por violencia machista, los datos de violaciones dentro del matrimonio, del maltrato físico, psicológico y emocional que sufren mujeres, niñas y niños, los índices de abuso sexual infantil y las violaciones dentro de los hogares...

Todas las estadísticas tiran por tierra este mito de las familias felices: es en el "dulce hogar" donde los niños y las niñas sufren y corren más peligro. 

Y a pesar de ello, la familia feliz es la gran meta de millones de mujeres en el mundo, porque seguimos haciendo creer a las niñas que encontrar a su príncipe azul, casarse y reproducirse es la entrada al paraíso, en el que reinarán junto a su amor, con el que serán felices para siempre. 

No les contamos que la mayoría de ellas tendrán que trabajar gratis toda su vida para ellos, ni les damos autonomía económica y emocional para que sean mujeres libres, ni les apoyaremos cuando sean mamás: muchas vivirán condenadas a la dependencia de sus maridos.

A los niños les estamos educando para que sean como esos dos papás que se lían a hostias en un concierto infantil, porque no les estamos ofreciendo referencias de masculinidades no violentas, ni les estamos dando herramientas para que aprendan a gestionar sus emociones y a resolver sus problemas sin violencia. 

Los niños varones necesitan herramientas para cuestionar los mitos y los estereotipos, para rebelarse contra el patriarcado y desobedecer sus leyes, y para aprender a cuidarse y a cuidar a los demás. ¿Cuándo vamos a darnos cuenta y a cambiar la educación que les estamos dando?, me pregunto desolada.

El presentador del circo solo habla en masculino, así que agradezco en el alma que una de las artistas se dirija al público nombrando también a las niñas. Gael está disfrutando un montón, y yo me derrito viéndole cantar, hasta que nos levantamos a bailar el baile de la taza, tetera, cuchara, cucharón... y se encienden las luces. 

Veo en el suelo los restos de la pelea y respiro hondo. Gael aún no ha visto el patriarcado, todavía juega con su muñeca, pero dentro de poco habrá que ayudarle a construir sus propias gafas violetas. 

Le brillan los ojos y me sonríe. "Va a ser una tarea titánica educarte para que seas un hombre libre de patriarcado, pero le voy a poner todo el amor y la energía del mundo", pienso para mis adentros.

Te veo dormir, tan lindo, y me doy cuenta de que ya son las doce y media, y llegó el día de tu cumpleaños. Hace cinco años que te traje al mundo, feliz vuelta al Sol, mi vida, y gracias por existir.

#EnLaPlayaDelPatriarcado #infancia #MasculinidadesNoViolentas #crianza #mitos #familiafeliz

Coral Herrera Gómez 


Mis vacaciones en la Playa del Patriarcado

Día 1: Las Mujeres sin vacaciones y los manolos, en La Playa Del Patriarcado

Día 2: Las tetas liberadas, en la Playa del Patriarcado 

Día 3: La tormenta en el Mediterráneo, en la Playa del Patriarcado. 

Día 4: Las familias felices, en la Playa del Patriarcado

Día 5: Una cita romántica, en la Playa del Patriarcado 

Día 6: Hombres que quieren ser libres: el Juanfran y sus amigos en la Playa del Patriarcado

1 de agosto de 2021

Día 3. La tormenta en el Mediterráneo, en la Playa del Patriarcado




Hoy, día 3 de mis vacaciones en La Playa del Patriarcado, el Mediterráneo brillaba con una luz intensa, estaba más hermoso que nunca, y sin embargo, pese a su sobrecogedora belleza, es un mar que duele tanto... 

Es un mar con muchos mares dentro: el mar en el que unos se relajan y otros se mueren de miedo, el mar en el que unos descansan y otros se matan a trabajar, el mar en el que unos se divierten y otros encuentran la muerte. 

En el Mediterráneo se cruzan las pateras con los yates. 

Unos disfrutan su historia de amor viendo atardeceres con su media naranja, otros prefieren abrazarse en los amaneceres de Luna, y otros salen cada mañana temprano a saludar al Sol. 

A orillas del Mediterráneo unos barren y limpian, y otros hacen Yoga y Pilates. 

Unos se aclaran las ideas y conversan consigo mismos, otros no piensan en nada. 

Unos sobreviven y otros disfrutan de la vida.

 Unos defienden su ecosistema y su biodoversidad, otros se dedican a destrozarlo.

 Para algunos el Mediterráneo es un gran cenicero en el que tiran las colillas y las mascarillas, y para otros es una gran fosa común en la que flotan los cadáveres de miles de personas que huyen de la guerra, la miseria y el hambre. 

Hay gente que se relaja matando peces, hay gente que bucea entre ellos sin hacerles daño.

Hay gente que busca tesoros en el Mediterráneo, y otra gente que lo defiende de la contaminación, el cemento y la destrucción. Hay gente que se busca a sí misma en el mar, y mucha otra gente que se pierde. Hay gente que se acerca a esparcir las cenizas de sus seres queridos, y gente que lo cruza para empezar una nueva vida. 

Es el mar de la diversión, la aventura, y el juego, el mismo mar en el que los soldados armados vigilan la frontera desde sus buques de guerra. Es el mismo mar para los que trafican con personas, y para los que se dedican a rescatar vidas humanas. 

Para unos, el mar es placer, disfrute, fiesta y descanso, para otros, es el marco ideal para negocios de alto nivel. 

Unos gozan haciendo el amor, otros se ahogan buscando una vida mejor. 

En los cruceros del Mediterráneo unos viven como reyes, y otros se ganan la vida sirviendo a los reyes. 

El Mediterráneo es terapéutico para unos, y para otros es un cementerio. 

Al Mediterráneo acuden muchos artistas a buscar su inspiración, y otros a buscar comida y salario. 

Unos llegan a sus orillas a buscar soluciones, otros a olvidarse de sus problemas.

Es el mar en el que unos exhiben sus riquezas, sus habilidades y su belleza, y otros trabajan para ellos. Es el mar en el que flotan los cuerpos perfectos, los cuerpos arrugados, los cuerpos operados, los cuerpos mutilados, los cuerpos de los bebés que nunca tuvieron otra oportunidad. 

El Mare Nostrum está lleno de seres vivos que comen micropĺásticos y beben gasolina. Está lleno de luz y de vida, de culturas diferentes, de gente que sueña con un mundo mejor, y que no traga ya con la idea de que el mundo solo puede funcionar bajo la alianza del capitalismo y el patriarcado disfrazado de progreso. 

El Mediterráneo es un reflejo del fracaso de la civilización occidental, y de su miseria moral. 

En las aguas que separan Europa y África, los derechos humanos, las democracias, los tratados internacionales y los discursos bonitos naufragan a diario. 

Es el mar de la vida y la muerte, la miseria y el despilfarro, el disfrute y el sufrimiento: es el espejo en el que no queremos mirarnos, el resultado de muchos siglos de colonización, guerras, explotación, saqueo, violencia y destrucción. 

-Mami, ¿te vienes conmigo a bañarte?, ¡hay olas!

Gael me invita a meterme en el agua con una gran sonrisa, me lanza el salvavidas, y me saca de la tormenta en la que estoy metida.

-Voy cariño, ya voy.

-¿Que hacías? 

-Estaba pensando en lo bonito que está el Mediterráneo hoy. 

#misvacaciones en la #PlayaDelPatriarcado


No te pierdas mi mini serie sobre mis Vacaciones en la Playa del Patriarcado, aquí tienes todos los post: 

Mis vacaciones en la Playa del Patriarcado

Día 1: Las Mujeres sin vacaciones, y los manolos en La Playa Del Patriarcado

Día 2: Las tetas liberadas, en la Playa del Patriarcado 

Día 3: La tormenta en el Mediterráneo, en la Playa del Patriarcado. 

Día 4: Las familias felices, en la Playa del Patriarcado

Día 5: Una cita romántica, en la Playa del Patriarcado 

Día 6: Hombres que quieren ser libres: el Juanfran y sus amigos en la Playa del Patriarcado



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31 de julio de 2021

Día 2: Las tetas liberadas. En la Playa del Patriarcado



Hoy hemos bajado a la playa con mi amiga María, que ha hecho una parada en su viaje de Cádiz a Granada para visitarnos junto con su compañero y su hija, Malena. Cuando me quito la ropa y me siento en la toalla, noto que mi amiga me mira extrañada y cuando le pregunto que qué pasa, me dice, asombrada:

-Nada, que estaba esperando a ver si te quitas la parte de arriba del bikini, pa' ponernos las dos en tetas. ¿Ya no tomas el sol en tetas o qué?

Yo me quedé unos segundos sin saber qué decir. 

-Pues no sé si te lo podrás creer, pero como me he pasado nueve años en Costa Rica sin desnudarme en las playas, he perdido la costumbre. Me da no sé qué, Mari. 

- Jajja, Kori, pero si cuando fui a verte a Costa Rica estabas todo el día dando teta al niño en todos lados. 

-Sí, pero fíjate que no hacía top-less en la playa. Una vez vi a una gringa que se atrevió a hacerlo y todo el mundo la miraba mal, y al final se puso la parte de arriba del bikini. Yo ni cuando estábamos en playas sin gente me destetaba, me daba miedo que me montasen una escena o que viniera la poli. 

Es cierto que las tetas nutricias también molestan, y que yo defendí a capa y espada mi derechos a amamantar, y el derecho de mi bebé a comer siempre que lo necesitase. Fue una postura política frente a las miradas de desprecio y a la proliferación de salas de maternidad en los edificios públicos. Eran espacios asfixiantes, y me parecía que lo que intentaba no era tanto facilitar a las mamás la tarea, sino apartarnos del espacio público para no escandalizar a las mentes puritanas. 

Porque ya sabemos que las tetas para excitar a los hombres y para vender todo tipo de artilugios están bien vistas, pero las tetas para nutrir a nuestras crías no se aceptan porque les resultan "obscenas". 

Así que yo me pasé los cuatro años y medio de lactancia mostrando mis tetas nutricias y obscenas en los parques, en el bus, en la sala de espera de inmigración, en el banco, en las tiendas, en las reuniones familiares, en las fiestas, en las manifestaciones, en todos lados. 

Había gente que miraba para otro lado, gente que me miraba escandalizada, y mujeres que me sonreían con complicidad. 

Ahora que mis tetas ya no son nutricias, vuelven a ser tetas de mujer, pero ya no son tetas de adolescente, como antes. Crecieron muchísimo, dieron litros y litros de leche, y luego se desinflaron. Son unas tetas nuevas y no sé qué hacer con ellas. 

Mi amiga se quita el bikini y se mete en el agua. Yo de pronto escucho mi voz interior patriarcal: "Coral, ya no son tetas bonitas, ya las tienes ya un poco caídas, ¿no? Además la panza postparto que no se te ha quitado nunca, este año no estás tú muy para lucirte, ¿no?"

Aviso a los compañeros que me voy a dar un paseo, agarro mi sombrero y mis gafas violetas, y empiezo a caminar, mientras mi patriarcado interior me va dando argumentos para que abandone la idea de quitarme el bañador. 

Mientras, me fijo en las mujeres que sí se atreven, y hago un pequeño análisis sobre mis observaciones. 

La mayor parte de ellas son de cuarenta años para arriba. Unas tienen las tetas operadas y otras no, y todas están tan a gusto. 

Las adolescentes, ninguna se atreve. Todas tienen bikinis muy sexys que permiten activar la imaginación, pero están constantemente ajustándose el bikini para no enseñar más de lo que pueden enseñar.  

Unas arquean mucho la espalda, sacando el culo para destacar su pecho, otras en cambio hacen el arqueo al revés, haciendo joroba, para no destacar nada. 

Tienen unos cuerpos bellísimos, pero se sienten avergonzadas, especialmente las que están en grupos mixtos. Noto que las chavalas en grupos de mujeres se mueven de una forma más libre y no están tan pendientes de lo que enseñan, ni arquean tanto la espalda para destacar o para ocultar su fisonomía. 

Veo a las de 70 y 80 pasear tan a gusto con sus tetas liberadas, y me dan ganas de quitarme inmediatamente el bikini. Se las ve tan empoderadas y seguras de sí mismas, y vuelvo a ver otro grupo de adolescentes tapadas, y pienso, "madre mía, con lo que podrían disfrutar las de 20 si supieran ya lo que saben las de 70"

Y me pongo a pensar en cómo el patriarcado se nos mete dentro para que vivamos en guerra contra nosotras mismas durante los años en los que tenemos salud, alegría y energía para disfrutar de la vida. 

Pienso en todas las mujeres a las que no le gustan sus propios pechos, ni su barriga, ni sus muslos, ni sus michelines, ni sus arrugas.  Pienso en las 16 mil mujeres que se operan los pechos cada año en España para agrandarlos, reducirlos o elevarlos, las 20 millones de mujeres que se someten en el mundo cada año a intervenciones quirúrgicas por motivos estéticos, y las cientos o miles de mujeres que mueren durante o después de la intervención. 

Pienso en ese 43% de las mujeres que declaran haberse sentido incómodas por practicar la lactancia materna en público en España, y en el 14% de las madres que opta por abandonar esta práctica por este motivo, según la 'Encuesta Nacional sobre Hábitos de Lactancia', un estudio impulsado por la Iniciativa Mundial de la Lactancia Materna.

Pienso que es increíble que en pleno siglo XXI siga existiendo un rechazo tan fuerte al desnudo, con lo placentero que es y la sensación de libertad que te entra cuando tu piel entra en contacto con los rayos de sol, el viento y el agua del mar. 

La obscenidad sólo está en la mirada de la persona que se siente incómoda o excitada ante unas tetas femeninas que toman el sol o que dan leche. 

Y entonces aparece la voz de la feminista que hay en mí, y me pregunto a mi misma: ¿pero tú alguna vez has querido mostrar tus tetas para lucirlas?, ¿no, verdad?, tú te desnudas porque te encanta estar en la naturaleza sin ropa. Pues entonces lo mismo te da enseñar las tetas cuando tienes 20 años que cuando estás a punto de cumplir 44. Sigues siendo la misma mujer todo el tiempo. 

Cuando regreso a mi sombrilla, después de ver tetas de todos los tamaños, colores y formas, y tetas de todas las edades y diversos tonos de piel, y después de reflexionar sobre cómo el patriarcado y el capitalismo utilizan las tetas para someternos a todas, aún no me he decidido. Tengo claro el tema a nivel intelectual, pero,  cómo cuesta ponerlo en práctica.  

Mientras bebo agua fresquita del termo, me doy cuenta de que Malena está agarrada a su libro y no se ha quitado la camiseta de manga larga, con el calor que hace.

Malena está a punto de cumplir 11 años, pero tiene desarrollo precoz y se siente super avergonzada. Me siento junto a ella, aprovechando que los demás se están bañando en el Mar Patriarcal, y le cuento lo que me está pasando. 

- ¿Te puedes creer que yo siempre he tomado el sol con las tetas al aire libre, y que ahora me da vergüenza porque soy más mayor y las tengo un poco caídas? 

Malena aparta la vista del libro y me sonríe. 

- ¿Cuando te empezaron a salir también te daba vergüenza?

- También, sí. Al principio, en la piscina, pero como mi madre y sus amigas tomaban el sol en tetas en el pantano, me di cuenta de que se vive mejor cuando te sientes tan libre y tan tranquila. 

- Mi madre me ha contado que antes siempre ibais a playas nudistas. 

-Es que es donde mejor se está. En la naturaleza, desnuda, sintiéndote libre. No como en esta playa patriarcal, que no nos dejan desnudarnos. 

- Bueno mi madre se ha quedado en tetas, mírala. Y hay más mujeres un poco más allá: yo creo que las que son feministas van todas en tetas. Tú también eres feminista, ¿no, Kori?  

- Si, mi amor. Pero es que no veas, el patriarcado se te mete dentro, y es bien difícil no hacerle caso. No importa que seas o no feminista: es que lo llevamos aquí dentro, y por eso nos cuesta tanto hacer cosas que nos gustan.  

- ¿Y a ti qué te dice el patriarcado? .- Malena se ríe pensando que soy una tía muy graciosa. 

- Que no me quede con las tetas al aire, porque no son tetas como las de las modelos o las actrices, no son tetas para vender un producto, no son tetas para que disfruten los hombres. 

- ¿Y para qué te dice eso el patriarcado? 

- Para que me de vergüenza y me tape. Pero mira una cosa, Malena, al patriarcado hay que  desobedecerle y hay que sacarle de aquí. -le digo señalando mi cabeza. 

- ¿Y qué es el patriarcado? 

- Es esa voz interior que te hace avergonzarte de tu cuerpo, que te dice que tu cuerpo es pecado, y que eres fea, gorda, vieja, y no vales. Es esa voz que te vigila constantemente y te obliga a estar sexy, a seguir los estereotipos y las normas, a ser la mejor en todo, y que te hace la guerra a ti misma todo el día. Es una voz que te somete a la opinión de los demás, no te deja disfrutar y te fastidia todos los momentos hermosos de tu vida. 

- Yo creo que tengo ya esa voz del patriarcado dentro, tía Kori. Yo también siento vergüenza porque me están saliendo las tetas. Y es que yo aún soy una niña, pero mira lo que me está pasando. Hasta pelos me están saliendo. 

- Pues Malena, no le escuches al patriarcado, no le des poder sobre ti. Estás en un momento de transición bien bonito. Nuestros cuerpos cambian, nuestras tetas cambian, todo va cambiando en nosotras... nuestros cuerpos son nuestra casa. Hay que sacarlo fuera de nosotras para que no nos torture y no nos haga la vida imposible. Si le hiciésemos caso, las mujeres nunca haríamos nada. 

- Pero, ¿cómo se saca al patriarcado de aquí?

- Hablando con él, y llevándole la contraria todo el rato. El patriarcado nos quiere inseguras, sumisas, acomplejadas, tristes, aburridas, dependientes y miedosas. 

- Es un señor amargado, el patriarcado.

- Muy amargado, jajaj, es verdad. Yo lo que quiero en realidad es ser libre, y que todas podamos elegir si queremos o no sacar las tetas al viento. Pero para poder ser libres, tenemos que rebelarnos y ser valientes. Mis abuelas no pudieron tomar sol con las tetas al aire, pero gracias a que muchas mujeres se atrevieron a romper con las normas, hoy nosotras podemos quitarnos la parte de arriba del bikini. 

Me quité la parte de arriba del bikini. 

Malena me miró asombrada.

-Ahora me siento mucho mejor, ¿ves? -sonrío y sigo diciendo -mis tetas son mías y les encanta tomar el sol. 

- No sé por qué te da vergüenza, yo te las veo muy bonitas. 

- Gracias, cariño. 

- Yo también las voy a poner al sol. 

Malena se quitó la camiseta y yo le pasé el bote de crema: "Hay que cuidar nuestras tetas liberadas"

Cuando su madre regresó me miró con una alegría inmensa y me preguntó con la mirada: ¿cómo lo has conseguido?

- Mira, María, a las dos nos daba vergüenza, pero nuestras tetas se han liberado por fin. 

-¡Me alegro mucho, chicas! 

-¿Le damos un bañito a las tetas, Kori?

-¡Vamos!

Las dos nos metimos en el agua dando gritos de alegría por la victoria contra el patriarcado interior. 

- Ser rebelde, es ser libre, ¡nosotras somos libres! -gritaba Malena feliz

- ¡Ya no nos da más vergüenza, que vivan las tetas liberadas!- gritaba yo, eufórica.  


Yo creo que no se nos va a olvidar este acontecimiento a ninguna de las dos. Nos hemos hecho una foto para conmemorar el día en que nos atrevimos a liberar nuestras tetas en la Playa del Patriarcado. 

Pero no la subo aquí porque las tetas cuanto más libres son, más obscenas resultan a la censura: los pezones libres de las mujeres están prohibidos en las redes sociales del Patriarcado.

¿Y qué hay de vosotras, cómo hacéis con vuestras tetas en la playa?, 

¿cómo mandáis callar a la voz del patriarcado?, ¿lográis mantenerlo a  raya?

¡Mañana más!

Coral Herrera Gómez 


Mis vacaciones en la Playa del Patriarcado

Día 1: Las mujeres sin vacaciones, y los manolos, en La Playa Del Patriarcado

Día 2: Las tetas liberadas, en la Playa del Patriarcado 

Día 3: La tormenta en el Mediterráneo, en la Playa del Patriarcado. 

Día 4: Las familias felices, en la Playa del Patriarcado

Día 5: Una cita romántica, en la Playa del Patriarcado 

Día 6: Hombres que quieren ser libres: el Juanfran y sus amigos en la Playa del Patriarcado



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29 de julio de 2021

Día 1. Los manolos y las cármenes, en la Playa del Patriarcado


Empiezan mis vacaciones: llego a la playa, extiendo mi toalla en la arena, me pongo la crema solar, abro mi libro para disimular, y cuando estoy sacando del estuche las gafas violetas, mi chico me dice que intente relajarme un poco, y que deje de analizar la realidad por unos días, que me va a venir bien descansar. Dejo las violetas en su funda y me pongo las de sol, pero no hay manera, no lo puedo evitar. 

Llega una familia formada por un señor llamado Manolo, su esposa Carmen, dos hijas treintañeras, cinco nietas y un nieto. Nada más llegar, Manolo mira el horizonte, toma aire, tensa sus músculos, y se dispone a realizar uno de los trabajos más duros y más valorados en época estival: hace un pequeño agujero en la arena para colocar la bandera, en este caso, una sombrilla de color verde, y la clava con la misma valentía y la solemnidad con la que el astronauta clavó la bandera en la luna en 1969. 

Desplega el artefacto protector, es decir, la sombrilla, y abre él solo, sin ningún tipo de ayuda, una de las sillas. Se quita él solo su camiseta, se descalza, se sienta en la silla, y se enciende un cigarro, mirando al horizonte patriarcal con cara de orgullo y satisfacción por la hazaña realizada.  

Carmen le pasa el cenicero playero, saca de la nevera una cerveza fresquita para darsela a Manolo. Para que no tenga que mover un dedo, ella misma la abre y se la pasa. Él ni la mira, ni le da las gracias, anda siguiendo con la vista a dos mujeres que caminan por la orilla haciendo topless, mientras se relame el sudor del bigote pensando en lo que les haría si se dejasen. 

Carmen tiene ganas de estamparle una silla a su marido en la cabeza, pero se pone a trabajar. 

Abre las demás sillas y la mesa, 

coloca las neveras, 

 abre la bolsa con los juguetes del playa. 

Su hija mayor empieza a dar crema solar a cada niña mientas su hija menor cambia los pañales del bebé. 

Entre las tres hinchan manguitos y flotadores, y después se ponen crema en sus propios cuerpos. 

La hija menor se pone al bebé en la teta, y la mayor, llena de esperanza, saca un libro. Pero no tiene éxito: las niñas se están peleando por el delfín de plástico y se acaba metiendo con ellas en el agua. 

Mientras, Carmen acuna a la bebé, y le canta canciones. Manolo se rasca la panza. 

Carmen aprovecha que el bebé se ha quedado dormido para llamar a su hermana: lleva todo el día buscando un hueco para preguntarle por su brazo escayolado, y por los resultados del análisis de su hijo. Cuando termina de charlar, se remoja un poco en la orilla y empieza con los preparativos para la comida. 

Al ver el menú me di cuenta del trabajo que habían estado haciendo las mujeres bien temprano: 

fueron a la compra 

y cocinaron tortilla de patatas, 

ensalada campera, 

boquerones en vinagre, 

filetes empanados, 

y bizcocho casero de postre. 

Cerveza para las adultas, agua y zumos para las niñas. 

Después de comer, Manolo enciende otro cigarro y las mujeres lo recogen todo. Carmen se lleva la basura al contenedor, Manolo echa para atrás su tumbona y se pone a dormir la siesta, mientras sus hijas recogen y limpian. 

Carmen juega con sus nietas, y su hija mayor contesta unos mensajes en el teléfono mientras la otra hija habla con su amiga Pili, que parece que se quiere separar del marido. Ella le anima: "si, Pili, sí, te tienes que separar de ese desgraciado, hazlo ya, de verdad que no te imaginas lo bien que se vive sin marido", mientras su hermana asiente con la cabeza. 

Manolo se despierta de su siesta playera y se va a bañar. Cuando vuelve, le pide a Carmen una bolsa de patatas y una cerveza. Carmen le sirve y luego se pone a dar crema a las niñas, que están discutiendo entre ellas porque unas quieren jugar a la oca y otras al parchís. 

Carmen se levanta y le dice a su hija que se va a dar un paseo sola por la orilla Manolo la mira con cara de fastidio, pero sabe que si necesita algo sus hijas correrán a complacerle. Para eso es el rey de su hogar, el puto amo de su casa, el pilar fundamental de su familia. 

Carmen vuelve al cabo de un rato del paseo, para decepción mía. Yo estaba soñando con que Carmen se fuese para siempre, y Manolo se quedase solo. Pero claro, al ver a las hijas ya supe a quienes les tocaría hacer el papel de sirvienta, de enfermera, de cocinera, de limpiadora, de secretaria, de psicóloga y de cuidadora. Así que Carmen vuelve después de un paseo de apenas 20 minutos.

Manolo ni la saluda, se va a bañar de nuevo, y después se toma su tercera cerveza y fuma su quinto cigarro, disfrutando de la fiesta de los cuerpos en la playa, y mirando a las jovencitas con cara de viejo verde.  

Cuando la sombra de los edificios les alcanza, Carmen empieza a levantar el campamento. 

Lo primero, la bolsa de la basura, donde va metiendo las latas de cerveza, las bolsas de patatas, las servilletas usadas, el pañal del bebé, 

después le quita la arena a los juguetes de las niñas y los guarda en la bolsa, 

recoge los bañadores humedos y dobla las toallas tendidas en la sombrilla y las sillas, 

mete las cremas y las toallas en la bolsa, 

vacía de agua la nevera,

ordena las bolsas de la comida y empaca los restos,

y luego ayuda a sus hijas que están desinflando los flotadores y los manguitos. 

Manolo se espera sentado en su silla a que las sirvientas terminen de hacerlo todo. 


Cuando Carmen le dice: "Vamos ya, Manolo", 

él se levanta, 

saca la parte de arriba de la sombrilla, 

la cierra, 

y saca el palo principal del agujero. 

Manolo mira a su alrededor como esperando aplausos y resopla, es demasiado esfuerzo, su panza demasiado grande, la gesta demasiado heroica. Se seca el sudor de la frente y se pone la camisa.

Carmen cierra la silla de Manolo y le pasa la nevera. Manolo la agarra con determinación y valentía, y camina hasta las duchas con la familia. 

Mientras las mujeres se dedican a quitarse la arena y quitársela a los niños y a los juguetes de los niños bajo la ducha de la playa, él revisa su móvil, ajeno a la dinámica familiar.  

Cuando le toca a él, Carmen le invita a acercarse al grifo y se agacha para quitarle la arena de los pies y las piernas. A Manolo no le da ninguna vergüenza, pero a las hijas sí, porque miran para otro lado. 

Cuando ya le han lavado los pies, se encamina hacia su coche tan feliz. Mientras las mujeres meten los bártulos en el maletero, él sostiene la tapa, y yo me pregunto qué sería de esa familia sin un hombre tan imprescindible y necesario. 

Manolo entra en el coche, dispuesto a llevar a su familia al apartamento, sabiendo que sin él, no irían a ninguna parte (aunque Carmen y sus hijas tienen carnet de conducir y conducen mucho mejor que él)

Lo que viene después no lo veo, pero me lo imagino: 

Manolo llega al apartamento, 

pone el televisor, 

y enciende el ventilador. 

Le pide una birra a Carmen, 

enciende un cigarro, 

y le grita a las nietas que no molesten que está viendo el fútbol. 

Carmen y sus hijas siguen trabajando: 

tienden las toallas y los bañadores mojados, 

duchan a las niñas, 

cambian los pañales al bebé, 

ponen una lavadora, 

doblan la ropa de la lavadora anterior, 

limpian los tappers de la playa, 

median en una pelea de las niñas, 

Empiezan a hacer la cena, 

ponen la mesa, 

la sirven, 

recogen todo después de cenar, 

tienden la lavadora, 

y cuando han terminado y las hijas se van a dormir a las nietas, Carmen empieza a preparar la comida del día siguiente:

un gazpacho, 

una ensalada con aceitunas, huevo, atún, tomate, lechuga, cebolla, espárragos, pimientos y maíz, 

unos calamares rebozados, 

y un arroz tres delicias para acompañar.   

Carmen se sienta por primera vez en todo el día, son las doce y media de la noche y abre su abanico. Está agotada y hace mucho calor aún a esta hora. Mira su teléfono un ratito, hasta que Manolo con un gesto le invita a ir a la cama. 

Carmen aún no ha terminado de trabajar, ahora le toca cumplir en la cama con Manolo. Se levanta y suspira, resignada. No le apetece, no le ha apetecido nunca, pero es lo que hay.

La Playa del Patriarcado está llena de Carmenes y de Manolos. Las cármenes no tienen días libres, 

ni vacaciones, 

ni baja por enfermedad, 

ni días de descanso, 

ni siquiera un salario,

jamás cobrarán pensión. 

Como ellas, hay millones de mujeres trabajando gratis y sirviendo a sus maridos. Resoplo pensando en la estafa romántica, y me revuelvo pensando en lo felices que serían todas las cármenes sin los manolos. 

Yo siempre que veo a los manolos fantaseo con la idea de que se queden todos solos. No es justo que reciban tantos cuidados y que ellos no cuiden a nadie en toda su vida. 

Sé que Manolo, cuando ya no pueda poner la sombrilla por sí solo, cuando ya no pueda conducir el coche para llevar a su familia a la playa, se va a deprimir y va a cargar su frustración contra Carmen, que será la que, con mucha paciencia, le de sus medicinas, le de de comer, le duche, le lleve al médico, le tenga la ropa limpia y le haga absolutamente todo. 

Me pregunto si las nietas de Carmen serán también las sirvientas de sus maridos. Me pregunto si el nieto heredará la corona y los privilegios de su abuelo, o si querrá trabajar en equipo junto a sus compañeras, compartiendo las tareas por igual. 

Ya se ha puesto el sol y la playa se va vaciando poco a poco de manolos. Mañana será otro día en la Playa del Patriarcado....


Coral Herrera Gómez 


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Día 1: Los manolos y las cármenes en La Playa Del Patriarcado

Día 2: Las tetas liberadas, en la Playa del Patriarcado 

Día 3: La tormenta en el Mediterráneo, en la Playa del Patriarcado. 

Día 4: Las familias felices, en la Playa del Patriarcado

Día 5: Una cita romántica, en la Playa del Patriarcado 

Día 6: El Juanfran y sus amigos en la Playa del Patriarcado

Día 7: Las Mujeres que ya no sufren por amor, en la Playa del Patriarcado



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