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10 de diciembre de 2024

Da el paso acompañada: con amigas es más fácil




Si crees que tu pareja puede reaccionar mal o muy mal si le dejas, queda con él en un sitio público con gente, a la luz del día, y convoca a tus amigas y amigos para que estén cerca, por si tu pareja se pone agresiva. Si necesitas quedar con él para que te dé tus cosas, o si tienes que hacer una mudanza, nunca lo hagas sola, pide acompañamiento a tu gente querida. Si después de la ruptura crees que puede intentar hacerte daño, deja que te acompañen tus amigas y avisa a toda la gente que puedas para que él sepa que no estás sola. 

Las mujeres que reciben cuidados y protección de su comunidad tienen más probabilidades de salir de una relación violenta, pero para las que viven en otro pueblo, otra ciudad u otro país es más difícil, porque cuando no tienes redes eres más dependiente y te sientes más vulnerable. 

Si no tienes gente querida que te ayude a salir (a menudo es un proceso que dura semanas o meses), pide ayuda a profesionales de los servicios sociales y de la salud mental, o a las asociaciones y colectivas de mujeres más cercanas. Muchas médicas y doctoras de familia ya tienen la formación para ayudarnos a todas en los centros de salud.

También tus vecinas y compañeras de estudio y de trabajo pueden ayudarte: sean o no feministas, hay muchas mujeres sororarias en el mundo. Las mujeres desde siempre nos hemos ayudado entre todas, porque llevamos milenios sufriendo, resistiendo y haciendo frente a la violencia en todas sus formas. 

Entre todas nos escuchamos, nos cuidamos y nos arropamos: todas sabemos lo difícil que es tomar conciencia de lo que nos está pasando, lo mucho que nos cuesta después hablar de ello, y la odisea que supone dar el paso hacia la liberación. 

Sabemos respetar los tiempos de cada una y acompañar todo el proceso de una forma amorosa. 

Sabemos, también, celebrar las liberaciones de cada una de nosotras, y acompañarnos en el camino hacia una nueva vida.


No lo hagas sola, déjate acompañar: solas no siempre podemos, pero con amigas, compañeras y vecinas sí que se puede.


Coral Herrera Gómez 


9 de noviembre de 2023

¿Tú tampoco soportas la violencia? Bienvenida al club


Igual que otras personas sufren intolerancia al gluten o a la lactosa, yo sufro de intolerancia a la violencia. Me he pasado la vida disimulando, antes me daba vergüenza y no podía ponerle nombre, pero ahora que sé lo que es, puedo hablar de ello. 


La cosa empezó en mi más tierna infancia. En casa ni mi hermana ni yo sufrimos exposición a la violencia, así que nunca nos acostumbramos a ella. En el colegio no podia soportar las peleas, y mientras todos miraban fascinados y animaban a uno de los contrincantes, yo siempre iba corriendo a avisar a las profesoras que estaban en el patio de guardia para que los separasen. No soportaba cuando le decían a Ricardo que se quitara las gafas porque le iban a partir la cara. Me las daba para que yo se las cuidara mientras le ponían hasta arriba de hostias. Me parecía tan humillante, y cuando quería ponerme en medio me apartaban de un empujón. No soportaba ver a niñas y niños torturando animales, yo sufría hasta cuando pisoteaban las hormigas, o cazaban cangrejos en el mar y los torturaban hasta la muerte.


A los 11 años mi abuelo, que quería inculcarnos "el amor por los toros" y nos llevó a una corrida en la plaza del pueblo. Fue una auténtica tortura tener que ver una tortura sin poder hacer nada, sentí mucho dolor e impotencia viendo a la gente reírse y aplaudir al asesino. No volví jamás a pisar una plaza de toros y me convertí en antitaurina para siempre.


Ya más mayor, recuerdo la época en la que mis amigas les dio por hacer sesiones de pelis de terror en casa de una de ellas, y yo nunca iba. No podía soportar los descuartizamientos y las torturas. 


Tampoco podía soportar el porno, ver mujeres a cuatro patas siendo escupidas, azotadas y violadas por cinco hombres a la vez me ponía mala.


Cuando me quedé embarazada mi intolerancia aumentó. Me costaba mucho ver telediarios, dejé de ver películas de ciencia ficción y futuristas porque todas tienen batallas y escenas de guerra. También deje de ver series de televisión y nunca he podido soportar los vídeos que se pusieron de moda cuando empezó Internet con niños golpeando a otros niños, o niños sufriendo accidentes que se editaban con risas enlatadas. 


Mi hijo ya es plenamente consciente de mi intolerancia: un día en casa de un amigo agarró una pistola de juguete y le apuntó a su amigo a la cabeza. Cuando aparecí por la puerta y me quedé boquiabierta me dijo: "es una pistola de amor, mamá, mira, cuando disparo es una burbuja de amor que le envuelve así" 


Yo me eché a reír, porque me di cuenta de que Gael ya había tomado conciencia de mi rechazo absoluto a las armas, tanto las de verdad como las de juguete.


No es fácil ser tan intolerante en un mundo que ha normalizado la violencia hasta el punto de no percibirla. Soy consciente de que mi intolerancia afecta al proceso de socialización de mi hijo. La mayor parte de los amigos y amigas de Gael sufren exposición a la violencia en sus hogares: sus padres les dan pantallas en las que tienen total libertad para ver todo tipo de películas y videos, y tienen acceso libre y sin restricciones a los buscadores de Google y YouTube. Son niños que ya están viendo porno o van a empezar muy pronto a verlo, y que pasan miles de horas jugando a matar y aniquilar enemigos. Son niños y niñas que no pueden comer chocolate ni azúcar a diario, pero si pueden consumir violencia en todos sus formatos, y a todas horas. 


Cuando estamos en un cumpleaños infantil y algún adulto le da una pantalla a alguno de los niños, todos los niños dejan de jugar y se pegan a ella. Así que yo le digo a Gael que nos tenemos que ir ya. Mi hijo protesta, pero como soy tan intolerante, soy inflexible con este tema. Cuando vamos a casa de niños o niñas que tienen videojuegos, le digo al padre o a la madre que Gael no soporta la violencia y que solo puede jugar a videojuegos de construcción. Cómo si fuera un defecto del niño, o como si fuera una alergia alimentaria. Los padres me miran como si fuera una marciana. 


En casa de mis amigos y amigas, como ya me conocen, les explican a sus hijos que si quieren ver una peli tiene que ser apta para la edad de Gael. Lo tratan como una excentricidad más de mi personalidad. 


Pero con los que no son mis amigos, me imagino que no me será fácil lidiar con el tema cuando Gael me pida quedarse en casa a dormir con niños o niñas expuestas a la violencia, o cuando nos pida que le compremos una consola de videojuegos, o cuando sus compas le hablen de películas que ven, y de los vídeos porno que encuentran. 

Sé que no va a ser fácil porque la mayoría de los niños sienten una fascinación brutal por las escenas de violencia, entre hombres y de hombres contra mujeres, animales e infancia, hasta que la normalizan y se insensibilizan completamente a ella. Y como además en todos los espacios públicos hay pantallas donde se muestran escenas violentas, pues más difícil todavía. Sin más lejos, los trailers de publicidad que ponen antes de las películas infantiles en los cines. 


Pero yo siento que mi deber como madre es garantizar el derecho de mi hijo a vivir una infancia libre de la exposición a la violencia. 


Mi intolerancia no tiene cura y va aumentando con el tiempo. Lo mismo que no soporto la violencia física y sexual, ni el maltrato animal, tampoco soporto la violencia psicológica y emocional. Cuando una persona adulta comienza a humillar a un niño o una niña usando bromas crueles para que los demás adultos se rían, me pongo mala.

También me pongo fatal cuando veo las batallas en las redes sociales, los linchamientos y las humillaciones públicas, las cancelaciones a mujeres. Me duele en el alma cuando las compañeras no pueden más y deciden que se van de las redes. También me duele cuando me toca a mí: me pongo a temblar cuando los haters posan sus ojos sobre mí y se lanzan a matar. 


También me hace sufrir mucho la violencia contra la población por parte de los gobernantes. Me da muchísima rabia que ejerzan tanta violencia contra las personas mayores en la residencia, y contra las niñas y niños, porque son los más vulnerables. Me siento fatal cuando veo como destrozan nuestro patrimonio para entregárselo a sus amigos. Me retuerzo del dolor cuando veo que las leyes de mi país permiten llegar al gobierno a cualquier psicópata, y cuando compruebo que nuestras democracias no pueden defendernos de la gentuza que usa nuestro dinero para hacer más ricos a los ricos, y que atentan contra nuestros derechos fundamentales con una impunidad total. 


La pobreza es violencia. 

La exclusión social es violencia. La falta de derechos humanos es violencia. 

Los desahucios son violencia.

Las listas de espera son violencia.

La ratio en las aulas y en los centros médicos son violencia.


Para mí es intolerable que una persona enferma tenga cita para el especialista dentro de un año. No comprendo cómo los políticos que destrozan la Seguridad Social no están en la cárcel. Atentan contra nuestros tesoros más preciados, Sanidad y Educación, maltratan a personal sanitario y docente, destrozan nuestros templos más sagrados (escuelas y hospitales), y no van a la cárcel porque la ley les permite ejercer toda su violencia sin consecuencias penales. 


Debido a mi intolerancia, alergia o hipersensibilidad no puedo ver películas ni series, pero sí veo telediarios. Aunque me sienten tan mal y me duela todo el cuerpo, no puedo mirar para otro lado mientras vemos un Genocidio en directo. No puedo mirar para otro lado, porque estoy viviendo la Historia del tiempo presente, y hay dos millones de personas palestinas sufriendo un exterminio. Cuando estaba sucediendo el Holocausto, millones de alemanes no olían las cremaciones, no escuchaban, no veían los campos de concentración. Pero ahora todos y todas podemos verlo en directo. Y yo quisiera no tener que verlo, pero es mi deber saber qué está pasando en el mundo.


No puedo mirar para otro lado.


Lo único que me calma el dolor es ver los vídeos y las fotos de las manifestaciones que están teniendo lugar en todos los pueblos y ciudades del mundo. Veo a millones de personas en las calles pidiendo a los gobiernos que paren la violencia, y no me siento tan rara ni tan sola.


También me ayuda mucho pensar que soy muy afortunada por poder hacer pedagogía aquí, en mis redes, en mis libros, y en todas las charlas y formaciones que doy. Ayudo a la gente a tomar conciencia dando a conocer las cifras sobre los efectos de las pantallas en los cerebros de los niños y las niñas, del retraso cognitivo que provoca la sobrexposición, de la cantidad de niños adictos al porno, del aumento de las violaciones en manada, las cifras de abuso sexual infantil, de femicidios, de violencia machista.

Una vez que entienden la estructura de abuso y violencia en la que nos relacionamos, empiezo a hablarles de otras formas de divertirnos que no impliquen sufrimiento, otras formas de relacionarnos y de resolver los problemas, y les hablo de la cultura de la no violencia. 

Para mí es clave que todos y todas aprendamos a tomar conciencia no solo de las violencias que sufrimos, sino también de las que ejercemos.

Yo me trabajo las mías, porque si quiero un mundo sin violencia, tengo que empezar por mi misma. Y lo mismo que no tolero la violencia de los demás, trabajo para no tolerar tampoco la mía.

No hay fórmulas mágicas: se trata de hacer un trabajo personal continuo para ser mejor persona. Se trata de no consumir los productos culturales que exaltan al macho violento, y hacer boicot a las industrias que se dedican a normalizar y romantizar la violencia. 

Se trata de educar a las nuevas generaciones para que no se acostumbren a ella. 

Se trata de reivindicar nuestro derecho a vivir una vida sin explotación, abuso, violencia y sufrimiento, y de exigirle a los gobiernos que queremos vivir en paz, que es un derecho humano fundamental.


Yo sé que no estoy sola, que muchas y muchos de los que me leéis pensáis igual que yo, y que cada cual está tomando conciencia y ayudando a los demás a tomar conciencia de lo importante que es trabajar la violencia, a nivel personal y a nivel colectivo, para que todas y todos podamos vivir en un mundo mejor.


Y os agradezco mucho la compañía, de veras. 


Coral Herrera Gómez 


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14 de octubre de 2023

Infancia y adolescencia: libres de violencia




¿Tú también tienes miedo de que tu hijo se convierta en un monstruo?

Cada vez que vemos las noticias sobre chavales que machacan a sus compañeros hasta empujarles al suicidio, o que violan en manada a sus compañeras, pensamos, "mi hijo nunca haría eso". 

Pero en lugar de negar la realidad, es más práctico asumirla e intentar transformarla, por ejemplo si nos hacemos esta pregunta colectivamente: ¿qué podemos hacer ante la violencia que están sufriendo y ejerciendo niñas y niños?

Lo primero es tomar conciencia de que la violencia la aprenden en casa, y que exponer a los niños y a las niñas a la violencia, es violencia. 

Es decir, darle a un menor un dispositivo en el que pueda acceder libremente a buscadores, y en el que pueda ver cualquier tipo de película, serie de televisión, videojuego, etc es violencia, porque supone exponer a tus hijos a relatos basados en la glorificación del macho violento que siembra el terror y destruye todo lo que tiene a su alrededor. 

Los niños y las niñas, a través de las pantallas, aprenden a disfrutar viendo como otros seres humanos y otros animales sufren (golpes, humillaciones, torturas, palizas, tiroteos, empalamientos, descuartizamientos, etc), y con el porno aprenden a excitarse sexualmente viendo vídeos de violaciones a mujeres , adolescentes y niñas.

Se insensibilizan completamente con el sufrimiento ajeno, naturalizan y normalizan la violencia, y necesitan dosis cada vez más fuertes y brutales de odio y destrucción para poder seguir divirtiéndose. Muchos se hacen adictos a la violencia, y muchos otros al porno más bestial e inhumano.

Algunos niños ven porno por primera vez con ocho años. Les sale con solo teclear la palabra "niñas", "culo", "sexo" en Google o en Youtube. Haced la prueba vosotros mismos.

También les salen anuncios de porno en los videojuegos en línea. Lo tienen al alcance de sus manos, les bombardean a diario por todos lados. Muchos de los niños que están ahora en la cárcel de menores quisieron grabar su propio vídeo, muchos de ellos ni siquiera sabían que violar a solas o en manada es delito: "era mi novia y a ella parecía que le gustaba, ¿cuál es el problema?"

Las madres y los padres somos los que les ofrecemos los dispositivos, y luego nos quedamos horrorizados cuando la policía nos llama para decirnos que nuestro hijo y sus amigos se han meado encima de un compañero para humillarlo, o que han violado a una niña para divertirse en grupo. 

La mayoría de las madres y los padres se preguntan en qué momento su hijo se convirtió en un monstruo y en un terrorista machista, si parecía un niño normal.

Las madres y padres de niños violentos y niños violadores no saben donde aprendió su hijo a odiar a las mujeres, ni cómo aprendió a someterlas. Pero lo cierto es que sus hijos se han pasado toda la infancia consumiendo todo tipo de violencia, y la que más engancha a los machos es la violencia sexual. No buscan placer, buscan sentir que tienen el poder.

Es una irresponsabilidad total dejar a los niños y a las niñas con una pantalla sin ningún tipo de protección ni restricción, y es hora de que entendamos que es violencia, y que estamos poniendo en peligro su vida y su salud mental y emocional. 

Lo demuestran los datos: 

- el aumento de casos de violencia en las aulas

- el aumento de niños adictos al porno

- el aumento de violaciones de manadas de niños contra niñas

- el aumento de niños y niñas con problemas para concentrarse, para aprender, para relacionarse con los demás desde el respeto y la igualdad 

- el deterioro de la salud mental y emocional de la infancia y la adolescencia, y el aumento en el número de suicidios de niños y niñas que sufren violencia psicológica, emocional, física y sexual. 


Aunque cada vez más padres y madres están tomando conciencia del peligro, su mayor miedo no es que sus hijos e hijas hagan daño a los demás. Su preocupación es que sus criaturas no sufran violencia, y ni siquiera se preguntan si su hijo podría estar haciendo daño a alguien en la escuela. 

No podemos seguir mirando para otro lado. Somos nosotras, las madres y los padres, quienes debemos educar a la nuevas generaciones para que aprendan a divertirse sin someter y sin hacer sufrir a nadie. 

Somos nosotras las que debemos pedirle al gobierno que prohíba el acceso al porno a menores, y quienes debemos pedirle a las industrias culturales que dejen de ensalzar constantemente al macho violento, y empiecen a tomar conciencia de los valores que están transmitiendo en sus producciones. 

Todos sus contenidos están cargados de estereotipos, mitos y mandatos de género, toda la ideología que subyace a esos contenidos está basada en el machismo, el odio, la tiranía, el acaparamiento y la acumulación de riqueza, la dominación y el poder, el dinero, la supremacía del macho blanco.

Frente a los principios del capitalismo y el patriarcado, tenemos que ofrecerles, tanto en casa como en las aulas, los principios de la ética del amor y la filosofía de los cuidados: la solidaridad, la comunidad, el bien común, la cooperación, la ternura, el compromiso, el apoyo mutuo. 

La comunidad educativa debería volcarse en enseñar a niñas y a niños a identificar las enfermedades de transmisión social que promueven (racismo, clasismo, machismo, misoginia, homofobia, gordofobia...)

Necesitan herramientas para defenderse de la exposición a la violencia, y para tomar conciencia de las violencias que sufren y ejercen contra los demás.

El Estado debe prohibir en las escuelas los dispositivos con los que enseñan porno a los niños y niñas más pequeñas en los ratos de descanso. También los usan para insultar, castigar y torturar a los y las compañeras. 

El Estado debe aprobar ya una ley para erradicar la violencia de inmediato en los centros educativos, y acompañar esa ley de medidas educativas, como una asignatura en la que aprendan los valores de la Ética del amor y la Filosofía de los Cuidados.

Todos y todas somos responsables de la violencia que ejercen nuestros hijos contra otros niños y niñas, y contra el profesorado. 

En nuestra mano está la clave del cambio que necesitamos para acabar con la violencia que sufren y ejercen nuestros hijos. Nosotras, madres y padres, somos su primer ejemplo: ellos aprenden el maltrato viendo cómo nos relacionamos entre nosotros y con ellos. Demos ejemplo, empecemos por las violencias que sufrimos y ejercemos en el hogar.

Además, necesitamos el apoyo de la industria cultural, de la comunidad educativa, y el Estado. Sin una transformación de nuestra Cultura y nuestra Educación, no podremos educar a nuestros hijos e hijas para que sean buenas personas y para que aprendan a relacionarse desde el respeto, el amor y el compañerismo.

Tu hija puede estar destrozando psicológicamente a otra niña, tu hijo puede estar machacando a su profesora, porque aunque tú le hayas intentado educar en el respeto, lo cierto es que tú criatura está rodeada de violencia y es probable que no sepa divertirse de otra manera. 

Es urgente que dejemos de mirar para otro lado y de pensar que nuestro hijo o hija jamás haría daño a los demás. Empecemos ya a tomar medidas y a proteger a nuestras criaturas de la exposición a la violencia, desde su más tierna infancia. Las pantallas les están destrozando el cerebro, y el corazón: cuidemos los contenidos que consumen igual que cuidamos su alimentación. Igual que te preocupas por su salud física, debes cuidar también su salud mental y emocional. 

Nuestros hijos tienen derecho a vivir una infancia libre de violencia, se merecen una vida mejor y un mundo mejor.


#Educación #Crianza #madres #padres

 #infancia #adolescencia 

#cuidados #etica


Coral Herrera Gómez 

7 de mayo de 2023

Cómo cuidar a tus enemigas



En estos tiempos de guerra, no solo es esencial cuidarse a una misma en el campo de batalla, y cuidar a las compañeras, también hay que cuidar a las enemigas. 

¿Quienes son tus enemigas?, ¿mujeres que no piensan como tú, mujeres que defienden ideas contrarias a la tuya, mujeres que no te caen bien o no te agradan?, ¿son mujeres que te han hecho daño? ¿O quizás mujeres que sientes como una amenaza para tus intereses?, ¿Tus enemigas son mujeres que te provocan celos o envidia?, ¿mujeres que votan al partido contrario, o siguen una ideología o religión opuesta a la tuya?, ¿son las mujeres que te irritan profundamente y despiertan en tí las más bajas pasiones?

No importa quienes son, si las conoces personalmente o no, lo importante es que puedas controlar tus emociones negativas para no hacerlas daño. 

¿Por qué no puedo hacer daño a mis enemigas? Porque si estamos luchando contra la violencia patriarcal, no solo tenemos que tomar conciencia de los abusos y malos tratos que sufrimos, también de los que ejercemos.

Vivimos en un estado de guerra permanente: entre los pueblos, en los centros de estudio y de trabajo, en las redes sociales, en las familias, en las parejas, y hasta dentro de tí hay una guerra tremenda. Y a veces sin darte cuenta te haces mucho daño. 

Dos son las grandes fuentes de sufrimiento para la Humanidad: la falta de recursos, de libertad y derechos, por un lado, y las relaciones con los demás por otro. 

Para dejar de sufrir y dejar de hacer sufrir a los demás, hay que practicar el arte del Autocuidado, pero también tienes que cuidar tus relaciones: los conflictos, abusos, luchas de poder y violencias en las relaciones nos hacen sufrir mucho.


¿Por qué cuidar a tus enemigas?

Porque son mujeres como tú, y las mujeres sufrimos mucha violencia por parte de los machos y por parte del sistema, tanto en los espacios públicos como en las redes sociales. 

Y entre todas ellas, las que sufren más violencia son las mujeres feministas y las activistas de movimientos sociales y políticos. 

Todas las mujeres que son señaladas y expuestas públicamente (especialmente las que ponen la cara con nombres y apellidos) corren el peligro, cuando son atacadas por mujeres, de ser linchadas por los machos más violentos, que aprovechan el ataque entre nosotras para sumarse y para rematar a las víctimas. 

Cuando todas las mujeres se van, se quedan los machos amenazando con violar y matar, primero en público y después por privado. 

Atacar a una mujer hoy es echarla a los leones del terror machista, por eso antes de empezar un linchamiento contra ella, tienes que ponerte a pensar en lo mucho que van a disfrutar los machos, y en el daño que vas a hacerle a esa mujer. 

Puedes preguntarte, antes de exponer a una mujer, cuánto daño quieres hacerle, 

y para qué, 

y qué ganas tú con ello. 

Probablemente quieras desahogar tu rabia y tu dolor, que es lo que hacemos todas y todos en redes sociales, o también es posible que te mueva la sed de venganza. Esa necesidad de matar simbólicamente a  tu enemiga (o sea, silenciarla, hacer que se calle, que cierre su perfil en redes, que desaparezca del espacio público), es violencia.

Cuando atacas a una mujer, estás lanzando un mensaje a todas las demás mujeres: "cuidado con lo que decís, que os puede pasar igual que a ella". 

El miedo a recibir ataques paraliza y silencia a las demás mujeres, lo mismo a las del bando contrario, que a las de tu propio bando. 

¿Es legítimo el uso de la cancelación para eliminar a las mujeres que no son de tu agrado? 

Probablemente creas que la cancelación es un instrumento muy útil para que la sociedad deje de escuchar ideas contrarias a la tuya, el pero hay dos problemas: que la inmensa mayoría de las personas canceladas son mujeres, y que un día cualquiera te puede tocar a ti. 

Y si te toca, puedes perder tu trabajo, puedes perder amigas y amigos, puedes perder tu prestigio y tu honor, puedes verte expuesta a la furia y el odio de miles de personas. 

Hay gente que se divierte mucho viendo batallas entre mujeres, y cuanta más sangre ven, más aplauden, más participan, y más disfrutan. Para los votantes de derechas y de extrema derecha, machirulos, misóginos, anti derechos y anti feministas, los lichamientos entre mujeres son una fiesta. 

Por eso es importante que tomemos todas conciencia de cómo sufrimos y ejercemos violencia, y de cómo podríamos discutir y debatir en redes sociales sin hacernos daño. 

Porque hundir moralmente a una persona puede que te de mucho placer, pero date cuenta de aunque te dediques a ello día y noche, somos millones de mujeres las que usamos redes sociales, y no te va a dar tiempo en una sola vida para cancelarlas a todas, ni siquiera aunque todas tus compañeras se pongan a la tarea con la misma pasión. 


¿Por qué nos hacemos sufrir las mujeres entre nosotras? 

Porque queremos llevar la razón y demostrar que las otras están equivocadas.

Porque queremos ganar seguidoras y adquirir más visibilidad y alcance en redes sociales. 

Porque nuestras víctimas tienen mucho poder y queremos quitarselo. 

Porque las vemos como una amenaza para nuestros intereses. 

O porque queremos sentirnos superiores a ellas, y nos da placer saber que podemos destruirlas con un solo click. 

Hacemos daño porque nos da placer ver a alguien caer del podio de los dioses del Olimpo, porque nos gusta ver cómo alguien que parecía todopoderosa se quiebra por completo.

Porque nos encanta verla llorando, de rodillas pidiendo perdón, pidiendo clemencia, mostrando su vulnerabilidad.

Porque las demás mujeres la odian, y te has contagiado sin darte cuenta. 

Atacamos porque queremos que las demás nos respeten, y sabemos que si las demás nos ven atacando  y ganando a una enemiga, tendrán mucho cuidado de meterse con nosotras. 

También nos hacemos sufrir entre nosotras porque la admiración por alguien se puede convertir en envidia, y la envidia es una emoción muy fuerte y poderosa.

También nos atacamos entre nosotras porque los algoritmos de redes sociales solo viralizan las publicaciones que generan "polémica". 

Cuanto más odio y de violencia, más se viraliza, y más odio se genera. Hablamos de las publicaciones en las que la gente se lanza a la yugular: cuando las redes sociales detectan que hay pelea, amplían su visibilidad y difusión para que se sume mucha gente. 

A todas las redes sociales les viene muy bien el odio, que genera mucho más movimiento que el amor. 

Nos manipulan a todas y a todos despertando nuestros instintos más bajos, nuestras emociones más destructivas, nuestra parte más oscura. 

Tomemos pues, conciencia de cómo nos utilizan.

Las élites del poder han usado esta estrategia desde siempre. En la época del imperio romano echaban a la gente a luchar contra los leones, y los circos estaban repletos de espectadores aplaudiendo. En la época de la Santa Inquisición, la gente abarrotaba las plazas para ver a las brujas ardiendo en la hoguera, y se peleaban por el mejor puesto para asistir a las decapitaciones, ahorcamientos, y apedreamientos en público. Hoy a la gente le encanta ver peleas en la calle y en las pantallas, vivimos en una sociedad adicta al espectaculo de la violencia. 

Las víctimas son generalmente mujeres que tienen muchos seguidores/as, o figuras públicas como periodistas, escritoras, actrices, activistas famosas, académicas, defensoras de los derechos humanos,  influencers. 

Algunas se medican para soportar la violencia, otras se acaban rindiendo y desaparecen de las redes. 

La pregunta que tenemos que hacernos es: ¿realmente queremos que solo se queden las mujeres escondidas tras avatares y nombres falsos?, ¿os parece justo que solo puedan opinar y expresarse los machos?, ¿y que solo puedan participar en redes las mujeres que piensan como tú, las de tu bando, a las que también hieren y atacan? 

Una de las cosas más importantes a tener en cuenta es que en las redes la violencia primero es virtual, pero después desemboca en violencia física: ¿has oído hablar de los empujones, tirones de pelo, escupitajos, insultos que reciben las mujeres famosas en la calle?, ¿sabías que sus atacantes ponen pegatinas en la puerta de su casa para que ellas sepan que ellos saben donde viven?, ¿sabías que las siguen cuando van a recoger a sus hijas al colegio, y qué las rayan los coches, o las rompen los vidrios?, ¿sabías que toda la familia de esa mujer son víctimas colaterales de la guerra, y que también sufren violencia cuando se encuentran a los enemigos por la calle?, 

¿sabías que los hombres no sufren estas humillaciones públicas ni estas amenazas, porque los enemigos saben que podrían responder a las agresiones?


 ¿Cómo cuidar a mis enemigas?

Tenemos metida en la cabeza la idea de que cuando detestamos profundamente a alguien, es legítimo intentar hacerle daño: la insulto porque me cae mal, la insulto para que pierda seguidoras y amigas, la insulto para castigarla por lo que ha dicho, la insulto porque es una persona horrible que se merece recibir todo el odio del mundo, la insulto para que lo pierda todo y para no verla nunca más. 

No podemos evitarlo, sentimos gozo sabiendo que tenemos un poder inmenso sobre los demás seres humanos, que con solo iniciar un ataque contra una persona, la podemos destruir en pocas horas. 

Lo mismo hacemos con los colectivos de mujeres: mejor que disparar a una, es lanzar una bomba que mate a varias. 

Y lo hacemos bajo la lógica de la guerra patriarcal: yo ataco para defenderme, yo ataco porque soy leal a mi bando, yo ataco porque sé que nuestra causa es la justa y que estoy en el lado correcto de la Historia. 

Ataco porque para que se imponga mi verdad, o nuestra verdad, es preciso eliminar la crítica, la disidencia, y las posturas contrarias a mi causa. 

Basta con acusar de fobia y de fascismo al bando contrario, y así quedará deslegitimada su causa.  

Estamos todas en la batalla por el relato. Cada cual queremos imponer nuestra visión de la realidad, por eso nos inventamos palabras y conceptos nuevos constantemente, por eso acallamos los discursos que cuestionan nuestra versión, por eso quemamos libros, cancelamos conferencias, y silenciamos a las enemigas. 

Y para silenciar lo más efectivo, siempre, es castigar a una, y que así las demás se callen por miedo a ser el próximo objetivo. 

¿Son estas técnicas de destrucción legítimas? No, porque hacen daño. 

Tu causa probablemente sea maravillosa, pero no puedes imponerla con métodos violentos, porque no es ético hacer daño a la gente para demostrar que tienes razón o que eres superior. 

Los regímenes autoritarios siempre han utilizado estos métodos contra la población desobediente, así que en nuestra mano está no repetir la historia: no podemos comportarnos como esos dictadores que no admitían críticas, ni posturas contrarias, ni desviaciones de sus normas. 

¿Y como hago para que no me invada el odio cada vez que veo a esa mujer, o a ese grupo de mujeres, en redes sociales? 

Bloquea a todas las mujeres que no te gusten, alejaté de ellas para no hacerlas daño. 

Si despiertan tu rabia cada vez que las escuchas o las lees, no las escuches, no las leas. 

Si no participo en linchamientos, ¿qué hago entonces para ganar seguidoras y ser más visible? 

Centraté en lo tuyo: difunde tu mensaje, expresa tus ideas, genera contenidos, ponte creativa, estudia técnicas de marketing, ponte a escribir, a hacer videos o podcasts, a retransmitir en directo, hay muchas cosas que puedes hacer para que la gente te siga. 

No es necesario atacar a ninguna mujer para hacerte más famosa. 

 ¿Y qué hago si son ellas las que me atacan a mí? No les contestes. No hay nada que le duela más a las y los haters que la indiferencia. Bloquealas, y si se ponen muy violentas contigo, denuncia.

 Si les haces caso, si les respondes, vendrán más a atacarte. 


Trabaja tu ego y revisa tu forma de usar el poder

Las redes sociales nos manipulan a través del ego y a través de las emociones fuertes. Saben que nuestros egos necesitan likes, que se alimentan de los aplausos y del número de seguidoras que tenemos, que nos sentimos muy heridas cuando sufrimos un ataque, y que vamos a intentar defendernos como sea. 

Saben que nos da mucho placer meter zascas, quedar por encima de los demás, saben que nos gusta sentirnos únicas y especiales, que nos gusta infundir miedo en las demás, que nos gusta sentirnos superiores al resto. 

Y como lo saben, las redes van directas a tu ego, para que trabajes para ellas y te pongas a crear o a participar en polémicas, que acaban casi siempre en batallas campales. 

Por eso es tan importante que nos preguntemos si es ético hacer daño a una mujer para inflar nuestro ego, para calmar nuestro complejo de inferioridad, para desahogar nuestra frustración, para sentirnos mejor después de un día malo en el trabajo. 

Los dueños de las redes saben usar tu frustración, tu indignación, para atraer a mucha gente a tus publicaciones. Por eso nos hacemos adictas a la adrenalina que nos proporcionan a diario: el único antídoto es la oxitocina, la dopamina, la serotonina, sustancias que se activan en nuestro cerebro cuando estamos cerca de la gente a la que amamos, la gente que nos cuida y nos quiere. 

Es decir, el amor y la alegría de vivir te pueden ayudar a odiar menos, y a dejar de odiar a tus rivales. Vivir en guerra permanente es agotador.


Puedes derrotar a tus enemigas sin ejercer violencia sobre ellas, y sin hacerles daño. 

Más que centrarte en destruir a otras, centraté en construirte a tí misma. 

Mira a ver donde pones tu energía y tu tiempo. Si pasas la mayor parte de tu tiempo atacando a otras mujeres, igual es que tienes un problema. 

Si solo consigues seguidoras utilizando el odio contra otras, entonces igual es que no aportas nada a las redes, excepto destrucción y malas vibras. 

Y una prueba clara de que tienes un problema es cuando tú recibes el mismo nivel de odio que el que das. 

Otras formas de batallar son posibles: podemos derrotar a nuestras enemigas investigando, estudiando, recopilando datos, formandonos para adquirir conocimientos, aprendiendo.

También podemos hacer pedagogía, lanzar preguntas, y hacer circular la información para que la gente se ponga a pensar por sí misma. 

Mucha gente necesita formarse: ahora todo el mundo opina de todo y a todas horas sin saber, sin haber leído, sin haberse informado lo más mínimo. Nos creemos muy expertas, pero la realidad es que todas necesitamos escuchar, leer, debatir, pensar, y las redes sociales son un instrumento maravilloso para aprender cosas nuevas. 

En vez de utilizarlas para hacernos daño, podemos utilizarlas para explicar nuestros puntos de vista, para escuchar otras perspectivas, para generar conversaciones interesantes, para compartir fuentes, recursos y materiales, para construir conocimiento colectivo, para despertar conciencias, para dar a conocer nuestra causa, para hacer propuestas, para sensibilizar y concienciar a la población. 

Podemos debatir sobre cualquier tema si practicamos el arte de la comunicación no violenta, una herramienta poderosa que nos puede ayudar a difundir nuestro mensaje y a luchar por nuestra causa sin necesidad de destruir otros mensajes u otras causas. 

Ahora mismo existen pocos espacios virtuales y reales seguros en los que podamos conversar sin recibir ataques, así que hay que crear estos espacios libres de violencia psicológica y emocional en los que podamos expresarnos con libertad, cuidando nuestras palabras y sabiendo que nadie nos va a humillar ni a expulsar.

Si estamos luchando contra la violencia que sufren las mujeres, no podemos guerrear entre nosotras y hacerle el trabajo gratis al patriarcado. 


¿Cómo podríamos dejar de sufrir y de hacer sufrir a las demás?

Tomando conciencia de que: 

- señalar, insultar y etiquetar a una mujer para que todos sepan que pertenece al bando enemigo, y se unan a tu ataque, es violencia. 

- chantajear, amenazar, ridiculizar, menospreciar, son técnicas para hacer mucho daño, y cuando haces daño estás ejerciendo violencia. 

- humillar a alguien es violencia psicológica y emocional. 

- cuida tu forma de usar el sarcasmo y la ironía: son dos armas muy poderosas para mostrar superioridad y para desarmar a los enemigos, pero usalas con mucho cuidado, porque en ellas metemos, sin darnos cuenta, acusaciones falsas y prejuicios. 

- las mentiras, las falsas acusaciones, los rumores, los bulos, y las fake news son formas de ciberviolencia que destruyen a las personas. 

- tergiversar las palabras de alguien para que parezca que ha dicho otra cosa de la que ha dicho, dar por supuesto que piensa esto o lo otro sin saberlo realmente, es violencia.

- las burlas y las bromas crueles son violencia, especialmente si son clasistas, racistas, xenófobas, capacitistas, edadistas, o si tienen que ver con su forma de hablar, con su aspecto físico, su color de piel, su orientación sexual, su pais de origen, su religión o sus creencias.  

- dar datos privados o exponer la imagen de tu enemiga para que los demás la identifiquen y localicen es violar su derecho a la intimidad, y es un delito además.

- ¿quién se beneficia del sufrimiento que generas?, ¿quién se frota las manos viendo como destrozas a otra mujer delante de los demás?, ¿quién gana realmente cuando una mujer ataca a otra mujer?, ¿qué ocurre cada vez que una mujer decide desaparecer de las redes para no soportar más acoso?

- empatía y solidaridad: tú no naciste siendo feminista. Has tenido que leer mucho , investigar, charlar, y pasar años hasta que has llegado a entender muchas cosas que antes no veías porque no tenías las gafas feministas. Explicalé a las que no saben. Ponte en su lugar. Rompe sus esquemas, muestrale otras realidades y otros puntos de vista con generosidad. 

- tener un grupo de cuidados es fundamental: cuanto más solas estamos, más vulnerables somos. Unidas somos más fuertes, unidas no necesitamos enemigas. 


¿Qué gano yo cuidando a mis enemigas?

- Te ahorras un montón de tiempo y de energía que puedes emplear en cosas más constructivas y más placenteras. 

- Ganas en paz mental, tranquilidad interior, y te ahorras un montón de disgustos.

- Te sientes mejor persona, y tienes más tiempo para dedicarle a tu gente querida. 

- Tu vida quizás sea más aburrida, pero vivir sin malos rollos es bueno para tu salud física, mental y emocional. La rabia, el enojo, la envidia y todas esas emociones negativas te hacen sentir mal, y desahogarte contra alguien, en realidad no te hace sentir mejor. 

- Recuerda que la única guerra que se gana realmente es aquella en la que no participas. Meterte en una batalla puede hinchar tu ego, pero también te puede doler mucho si recibes el mismo odio que generas. 

- Recuerda que no necesitas infundir miedo ni respeto en los demás, lo que necesitas es poder expresarte con libertad, poder relacionarte con gente que te aprecia y que te quiere, y poder vivir una vida libre de violencia. 

- Conversar es un placer, puedes charlar e intercambiar ideas sin ser herida ni herir a nadie. No es fácil conversar sin insultar, y sin tratar de destrozar la autoestima de la otra persona, pero como todo en esta vida, se trata de practicar y entrenar. 


Coral Herrera Gómez


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30 de abril de 2023

Escuelas libres de violencia: propuestas para erradicar el sufrimiento infantil y juvenil




Decálogo para construir escuelas libres de abuso y violencia.

1. Lo primero es poner el foco en la violencia que sufren niñas y niños en sus hogares. Los índices de maltrato y abuso sexual infantil en las familias nos muestran que los niños y las niñas sufren mucha violencia desde su más tierna infancia, y aprenden a normalizarla.


2. Es en casa también donde los niños y las niñas sufren exposición a la violencia en las pantallas. Aprenden , desde muy pequeños a disfrutar con el espectáculo de la violencia, a divertirse viendo como otros sufren, primero, y luego a divertirse haciendo sufrir a los demás. Primero la normalizan, luego la interiorizan, y luego se hacen adictos a las emociones fuertes. Los niños y las niñas acostumbradas a la violencia necesitan cada vez más dolor, más sangre, más crueldad para entretenerse. Por eso cuando empiezan a ver porno,  necesitan ver imágenes cada vez más fuertes y más duras, así es cómo aprenden a excitarse viendo a mujeres humilladas y sometidas a todo tipo de castigos corporales. El siguiente paso es grabar sus propios vídeos pornográficos y compartirlos con sus amigos.


3. Necesitamos urgentemente una ley contra la violencia en los centros educativos, para que las víctimas puedan contar con un grupo de cuidados, y para que los agresores sean observados en todo momento. Para que la institución educativa se tome en serio la ley, es fundamental que incluya la responsabilidad penal de los miembros de la directiva. 


4. Necesitamos campañas de sensibilización y talleres de formación para el profesorado, el alumnado, y madres y padres en la cultura de la no violencia y los buenos tratos. Formación en la ética del amor y la filosofía de los cuidados, educación sexual y emocional, que les permitan adquirir herramientas para resolver los conflictos sin violencia, y para aprender a identificar las violencias que sufrimos, y las que ejercemos. 


5. Necesitamos vacunas para prevenir las principales enfermedades de transmisión social: machismo, racismo, xenofobia, clasismo, misoginia, lesbofobia, etc. La vacuna consiste en educación para los derechos humanos, y herramientas para aprender a usar tu poder, y a ser buena persona.


6. Necesitamos tomar conciencia de que todos y todas sufrimos violencia, y también la ejercemos contra los demás. El mundo no está dividido en buenas y malas personas: todos nos hacemos daño, y apenas tenemos herramientas parea resolver conflictos sin violencia. Nos herimos unos a otros no solo físicamente, sino también emocional y psicológicamente. Nuestras relaciones son dolorosas porque abusamos de los demás, y les tratamos mal. No nos hemos dado cuenta aún de que hacer sufrir a alguien en beneficio propio es violencia, porque hace daño. No nos hemos dado cuenta de que vivimos en un estado permanente de guerra, sobre todo las mujeres, que tenemos que batallar en las guerras dentro de casa y fuera de ella: en las aulas, en los centros de trabajo, en la calle, en los espacios de ocio... Si la sociedad entera rechazase la violencia en todas sus formas, si nos resultara insoportable el aumento de violaciones grupales, las cifras de acoso escolar, los suicidios infantiles. Entonces los políticos tratarían el tema como un asunto urgente. Ahora mismo lo que están haciendo la mayor parte de los adultos es hacer como que la violencia no está sucediendo, y los medios de comunicación hacen lo mismo que con la violencia machista: nos presenta cada caso como si fuera un caso aislado, un suceso excepcional, para que no tomemos conciencia de la dimensión del problema. 


7. Defender a capa y espada a nuestros hijos e hijas cuando hacen daño a los demás no les ayuda en nada. Creer que tus hijos siempre actúan en defensa propia solo porque ellos lo dicen, es muy peligroso. Los centros de menores con delitos por violencia están llenos de niños que nunca tuvieron límites de ningún tipo. Es curioso como en casa, muchos se preocupan por el sufrimiento de sus hijos, pero a pocos nos da miedo que sean nuestras hijas e hijos los agresores. En las escuelas, tanto la directiva como el profesorado, los padres y las madres, tienen que dejar de proteger a los agresores y agresoras, y el alumnado tiene que unirse y perderles el miedo. La mayor parte de la gente violenta está protegida por el silencio y el miedo: en cuanto se ven solos y rechazados por el grupo, dejan de atacar.  

 

8. El negacionismo y la indiferencia son también una forma de violencia contra las víctimas. Las personas adultas utilizan diferentes técnicas para negar y minimizar el abuso y el acoso: lo presentan como una pelea entre dos iguales, acusan a la víctima de exagerar, culpabilizan a la víctima diciendo que provoca al agresor, etc. Esta protección genera impunidad en los menores violentos, y deja a las víctimas completamente indefensas.


9. Grupos de Cuidados para alumnado y profesorado, para que todo el mundo se sienta tranquilo y confiado en las escuelas. Grupos autónomos basados en el compañerismo y el apoyo mutuo, que ayuden a los más pequeños cuando entran en el colegio, y al alumnado con necesidades especiales y con discapacidades. Estos grupos podrían proteger a los que sufren burlas crueles, humillaciones, insultos, y acoso, y podrían enfrentarse a los agresores. También podrían ayudar a los agresores a que entiendan el daño que están haciendo, especialmente en el caso de los menores que acosan y violan en manada, pues muchos creen que es una forma de divertirse como otra cualquiera. Lo ven a diario en sus pantallas, y aunque saben que es un delito, muchos creen que amenazando a las víctimas no se atreverán a denunciar. También saben que para los menores de 14 no hay consecuencias penales. Así que necesitan ayuda para trabajar su misoginia y para desarrollar la empatía y la solidaridad, y es probable que les ayudase mucho recibir esas herramientas de sus propios compañeros y compañeras. 


10. Responsabilidad social: las industrias culturales y los medios de comunicación deberían plantearse su papel como principales transmisores del patriarcado y de la cultura de la violencia. Siguen mitificando, glorificando y promoviendo la violencia, y nos la ofrecen espectacularizada como entretenimiento. No tenemos apenas referencias de masculinidades no violentas, de hombres que consigan sus objetivos o logren sus metas sin usar la fuerza física. Necesitamos héroes y heroínas libres de estereotipos y mitos patriarcales, modelos a seguir que sean capaces de resolver sus conflictos sin violencia.


Coral Herrera Gómez


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1 de abril de 2023

Aceptar la realidad: para ser mejor persona, y para cuidar tu salud mental




Aceptar la realidad: para cuidar nuestra salud mental y emocional, y acabar con el abuso y la violencia, tenemos que trabajar mucho el arte de estar con los pies en la tierra.

Necesitamos herramientas para ser realistas, para asumir con elegancia y deportividad las derrotas, para aceptar nuestra realidad física y biológica, nuestro cuerpos y nuestro aspecto físico. 

Hay que acabar con el mito de que puedes conseguirlo todo en la vida si lo deseas mucho. 

El dinero nos permite falsear, simular, maquillar, decorar la realidad, pero no transformarla. 

Las personas que usan su dinero y su poder para que otras satisfagan sus deseos, son malas personas. ¿Por qué?

Porque nadie ha venido al mundo a servir a otros, y porque nuestros deseos y nuestros sentimientos no pueden perjudicar ni limitar los derechos de los demás. 

Tenemos que aprender a aceptar los límites de la realidad, y los que nos ponen los demás. Aprender a tolerar que nos digan "NO" y aprender a respetar las leyes que nos impiden hacer lo que nos da la gana.

No podemos usar nuestros privilegios para aprovecharnos de las personas más vulnerables. 

No es justo que vayamos por la vida creyendo que podemos hacer lo que queramos si tenemos dinero para pagarlo. 

En las personas ricas ésta actitud es obscena, y se nos antoja patológica. Pero lo cierto es que aceptar la realidad nos cuesta a todos y a todas, y que necesitamos toneladas de humildad para aceptar que lo que no puede ser, no puede ser. 

Necesitamos una educación que nos hable de los derechos humanos, y nos explique que no podemos usar a nadie para que la realidad se adapte a nuestros gustos, apetencias o necesidades. 

Tener dinero no nos hace superiores a los demás. Tener poder no significa que los demás tengan que obedecernos, sacrificarse, o servirnos. 

Hay que entrenar mucho para vivir despierta, lúcida, con los pies en el suelo, con tolerancia a la frustración, y con habilidades para asumir plenamente la realidad en cada etapa de nuestras vidas. 

Si no nos gusta la realidad, podemos pedir ayuda profesional para asumir todo aquello que no podemos aceptar.

Necesitamos aprender a aceptar los límites de la realidad, y los que nos ponen los demás.

Todos los días hay que entrenar en el arte de la humildad. 

No se puede tener todo en esta vida. 

El amor no se puede comprar. 

Los seres humanos no se pueden intercambiar, donar, regalar, prestar, alquilar, vender o comprar.

Tus deseos tienen un límite. Tu dinero no te da derecho a usar a los demás para hacer tus sueños realidad. 

No todas las estrategias que usamos para manipular la realidad son éticas, porque no está bien manipular a los demás si solo te beneficias tú. 

No está bien aprovecharte de tu poder y tus privilegios para conseguir todo lo que quieres y lo que necesitas. 

No está bien abusar de los demás sólo porque crees que son seres inferiores a tu servicio.

Sería estupendo si pudiéramos aprender todo esto en casa y en la escuela. 

Estamos hablando de nociones básicas de la ética amorosa, la salud mental, el bienestar y auto cuidado.

Estamos hablando de ser mejores personas y de construir un mundo mejor. 

Estamos hablando de igualdad, de derechos, de libertad, de justicia social.

La revolución empieza por uno mismo, por una misma: hay que ser muy valiente y muy humilde para renunciar a imponer tus deseos, y para aceptar la realidad. 

Coral Herrera Gómez


 #éticaamorosa 

#filosofíadeloscuidados 

#realidad #saludmental

#justiciasocial

#otraeducaciónesposible

#OtroMundoEsPosible


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15 de marzo de 2023

Están destrozando la vida a nuestras niñas



Los niños varones aprenden a los 5 años a divertirse viendo sufrir a animales pequeños y humillando a las niñas en el patio del colegio. 

A los 8 hacen su primera comunión, reciben su primer móvil y empiezan a ver porno. 

A los 10 ya son adictos y se masturban viendo violaciones grupales a mujeres.

A los 11 violan a una niña entre varios, lo graban y lo comparten en redes sociales.

A los 14 ponen dinero entre todos para turnarse y violar pagando. 


En Francia ya se han dado cuenta del problema y van a exigir un certificado digital para impedir el acceso de menores al porno. 


En España solo van a recibir educación sexual obligatoria los niños que violan, cuando ya es demasiado tarde. Los centros de menores están cada vez más llenos de niños con delitos por violencia sexual y violencia machista. Después de trabajar con ellos 4 años, os aseguro que la mayor parte de ellos ven la violencia como algo normal,  creen que las mujeres estamos para servirles, y que somos objetos de usar y tirar. Todos quieren salir de la cárcel pero fuera de ella actúan como carceleros: les imponen a sus novias un confinamiento bajo régimen carcelario super estricto y autoritario. Las embarazan para robarles la infancia y mantenerlas atadas al hogar y a la crianza. Nunca han oído, y no quieren oír hablar de feminismo, igualdad, libertad y derechos humanos de las mujeres. 


Las niñas se cosifican e hipersexualizan desde los 6 años, y por supuesto, también ven porno desde los 8 años, y aprenden rápido cual es su papel. A los 15 ya adoptan la estética de las actrices del porno y ya están obsesionadas con despertar el deseo sexual de los hombres porque creen que solo tienen valor si resultan sexys.


Echando un vistazo al incremento de agresiones y violaciones grupales a niñas y adolescentes, es fácil deducir que nuestra cultura y nuestro sistema educativo es un absoluto fracaso. 


Bastaría con que las personas adultas entendiéramos que las violaciones no son un asunto de deseo sexual, sino un ejercicio de poder para torturar a mujeres.


Bastaría con enseñarles en la escuela a usar su poder y a cuidar sus emociones para no hacer daño a nadie. 


Bastaría con darles herramientas para que aprendan el arte de la empatía y la solidaridad, para que aprendan a tratarnos como compañeras, para que asuman los valores y principios del Feminismo, de la Ética del Amor y la Filosofía de los Cuidados. 


Tenemos esas herramientas, y podemos evitar que nuestros hijos vean porno. No podemos seguir engañandonos y pensando que los nuestros no van a usar su teléfono para ver porno. Se saltan los controles parentales como quieren, saben mucho más de tecnología que nosotros. 

Como madre de un niño varón de 6 años siento una enorme responsabilidad. Siento que tenemos que organizarnos desde las asociaciones de madres y padres de los colegios. No es un problema personal, es un problema político. No podemos seguir mirando para otro lado.


Están destrozando la vida a nuestras niñas.


No son casos aislados, se llama patriarcado.


#feminismo #DerechosHumanos #educaciónsexual #éticadelamor #filosofíadeloscuidados

5 de marzo de 2023

Los últimos días. Las últimas horas


Él sabe que te quieres ir. No puede imaginar su vida sin tí. No está perdiendo a una compañera, es que además va a perder a su mamá, a su asistenta de la limpieza y el orden, cocinera, secretaria, enfermera, psicóloga, niñera, administradora, educadora. Va a perderlo todo, y según pasan los días, la desesperación es cada vez más profunda y dolorosa. Tú intentas que no se note que estás ya en el camino de la liberación, pero él sabe que no puedes más. Que has hecho todo lo que has podido, que lo has intentado durante mucho tiempo, que has aguantado y tragado, que has abierto los ojos, y que ya no puedes más. 


Quieres irte, y que todo salga bien. Que él acepte la derrota con deportividad y elegancia. Que te deje marchar con tus crías, que no te declare la guerra, que no te lo ponga más difícil, que asuma la realidad. 


Pero él sabe que tú estás ya a punto de liberarte, y siente una ansiedad terrible, una ira incontrolable, una desolación infinita. Y cree que si te pierde a tí, ya no tiene nada más que perder. No tiene herramientas para manejar el desborde emocional, y además no puede tolerar que tú seas libre de nuevo, y hagas tu vida sin él. Tú eres suya, eres su mujer. Tu vida no te pertenece, no puedes dejarle tirado, no puedes tomar decisiones por tu cuenta, no puedes abandonarle. 


Él sabe que tienes miedo. 

Él sabe que le proteges frente a los demás, que no le cuentas a tu gente querida lo mal que te está tratando porque crees que puedes hacerlo sola, sin ayuda de nadie. Él intenta aislarte todavía más para tenerte bajo su control. Pero sospecha que estás preparando la salida, y tiene ganas de matarte. Porque una parte de él te odia a muerte, a ti y a todas las mujeres. Se siente víctima. Le resulta impensable verse solo, e imaginarte a tí feliz sin él. 


Él está perdiendo el poder que tiene sobre ti, y se le está acabando el tiempo. No va a pedir ayuda porque no quiere asumirlo, lo que quiere es impedir que ejerzas tu derecho a terminar la relación, porque tú para él no eres un ser humano con derechos. Eres de su propiedad. Igual que el perro, que la casa, que los críos. Son todos suyos.


 A ratos mantiene la esperanza de que desistas, pero está todo el tiempo alerta, tratando de averiguar si estás a punto de dejarle. No es solo que no acepta la realidad, es que además el deseo de venganza le tiene enfermo. 


Te amenaza, te chantajea, te presiona, se victimiza, te coacciona, te machaca, y todo el tiempo piensa en cómo retenerte y cómo castigarte si te atreves a desobedecer. 


Él no le cuenta a nadie lo que se le pasa por la cabeza, no se desahoga con nadie, y da los buenos días a los vecinos como si no pasará nada. Pero está viviendo un infierno y está intentando que tú te hundas con él.


Los últimos días junto a él son los peores, porque tu miedo va en aumento, y a él le invade el odio, el rencor y la desesperación. Cuando se acerca el final ya no tiene control sobre sus emociones, y ya le da todo igual.

Tú cuentas los días. 

Él también. 

Tú cuentas las horas. 

Él también.

A veces te da tiempo de ponerte a salvo. 

Otras veces, no.


*el 85% de las mujeres que lograron salir de una relación de violencia contaban con una red de apoyo: amigas, familiares, vecinas, asociaciones de mujeres. 

Datos de la Macroencuesta sobre la violencia contra la Mujer del Ministerio de Sanidad, España, 2019.


Coral Herrera Gómez 


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17 de enero de 2023

Nos salvan las amigas





No nos salva el príncipe azul, ni la policía, ni los servicios sociales, ni los abogados, ni los jueces, ni los políticos que gobiernan. El Estado no llega nunca a tiempo. Así que no nos queda otra que cuidarnos y organizarnos entre nosotras para que no nos maten.

Las mujeres que sufren violencia machista están muy solas: a menudo no quieren preocupar a su gente y creen que pueden aguantar y resistir la situación durante meses y años. A muchas les cuesta ponerle palabras a lo que están pasando, y cuando lo logran les da mucha vergüenza admitirlo. Se culpan a sí mismas, y a veces les cuesta asumir que sus vidas corren peligro.

Cuesta mucho ir a denunciar sola, y enfrentarse a los jueces y a la burocracia de los servicios sociales sola, y reclamar nuestros derechos solas. Nos piden que denunciemos, pero los femicidas nos matan igualmente. Aunque haya orden de alejamiento, aunque les pongan la pulserita, nos matan igualmente, sobre todo cuando queremos salir de la relación, porque muchos no están dispuestos a permitir que salgamos con vida de ella. 

Y cuantos más pasos damos para separarnos, más peligro corremos: los femicidas actúan cuando sienten que van a perder a su pareja y no van a poder controlarla más. 

Hay mujeres que pueden tomar decisiones y actuar con rapidez, pueden contratar a un abogado, alquilarse una casa, y llamar a sus amigas para hacer la mudanza entre todas en un solo día. 

Pero hay muchas mujeres que están solas, y otras que aunque tienen red familiar, tienen miedo de contarle a su gente lo que les está pasando. Mientras, los maltratadores tienen todo el apoyo de la sociedad, los medios, el poder judicial: toda nuestra cultura nos culpabiliza a nosotras y a ellos les justifica, les comprende, les absuelve a ellos. 

Así que a la vez que pedimos en las calles que dejen de violarnos, de golpearnos, de matarnos y descuartizarnos, también tenemos que hacer política en nuestra vida cotidiana, con las mujeres que nos acompañan en la vida. 

Las redes de cuidado entre mujeres salvan muchas vidas en todo el mundo, y ayudan a miles de mujeres a liberarse de las relaciones de dominación y violencia. En ellas nos ayudamos entre todas a identificar cuándo estamos sufriendo violencia machista por parte de nuestras parejas, y cuándo es el momento de dejar la relación. Pero además, una vez que una de nosotras quiere salir de ahí, las demás organizamos el tema de la logística: todas nuestras casas pueden convertirse en un refugio temporal para las amigas, las primas, las hermanas, las madres, las hijas, las tías, las sobrinas, y las vecinas, podemos juntar  dinero entre todas para que ellas puedan sobrevivir en los primeros meses, y si corre peligro de ser asesinada, podemos turnarnos para que no se queden solas y acompañarlas a todas partes. 

Cuando nos sentimos protegidas, acompañadas y cuidadas, es más difícil para el hombre violento actuar. Los asesinos necesitan víctimas vulnerables que dependan de ellos y estén solas, sin apoyo emocional y sin apoyo logístico para escapar. Por eso es tan importante que todas tengamos nuestra red de apoyo mutuo en la que dar y recibir cuidados e información, calor humano y amor de amigas, un techo para cobijarnos, y dinero para sobrevivir.  

Además tenemos que apoyar también a las mujeres que no tienen amigas ni red familiar, ni compañeras con la que contar: las mujeres inmigrantes, por ejemplo, son algunos de los colectivos más vulnerables, así como las mujeres mayores y las mujeres con discapacidades que dependen al cien por cien de sus maltratadores. Las más vulnerables necesitan también ayuda de grupos de mujeres para salir adelante, tanto a nivel psicólógico y emocional, como a nivel logístico. 

Y creo que una de las cuestiones fundamentales es que las nuevas generaciones entiendan la importancia de las redes de mujeres, que desde la infancia puedan construir las suyas propias, que sepan valorarlas, nutrirlas, expandirlas y cuidarlas con todo el amor del mundo. 

Tenemos que ayudarles a tomar conciencia que es mejor que el tiempo y la energía que desperdician con el amor romántico, buscando a su media naranja, lo dediquen a cultivar mucho amor del bueno y a crear su red de mujeres. 

No podemos seguir contandoles cuentos en los que el patriarcado les hace creer que la salvación está en el príncipe azul. En realidad son estas redes de mujeres las que nos sostienen, y en muchas ocasiones, las que nos salvan la vida. 

#Redes #mujeres #ApoyoMutuo #cuidados #SalvarVidas #NiUnaMenos #VivasNosQueremos

Coral Herrera Gómez



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13 de enero de 2023

Llevarte a tu amante a la cama de tu pareja es violencia




Una de las mayores violencias que nos puede infligir nuestra pareja es llevar a su amante a nuestra casa y tener sexo con ella en nuestra cama. Nuestra casa es un espacio sagrado, es nuestro refugio, el sitio al que llegamos a descansar después de librar nuestras batallas. 

Es nuestro espacio de intimidad, nuestro nido, nuestra cueva para estar tranquilas, nuestro lugar para quitarnos la armadura, descansar, relajarnos, llorar las penas, disfrutar del sexo a solas o en pareja, tener conversaciones íntimas. 

Es el espacio en el que tenemos nuestras cosas: nuestra ropa, nuestras fotos, nuestros artículos de higiene, nuestros recuerdos, nuestros libros, nuestros secretos, nuestros juguetes sexuales. 

Es un lugar en el que deberíamos estar seguras de que nadie nos va a atacar, ni va a utilizar la información que tiene de nosotras para hacernos daño. 

La cama es el lugar en el que nos desnudamos, soñamos, nos acurrucamos, es el espacio en el que gozamos, en el que nos abandonamos por completo al descanso: no es justo que metas a alguien ajeno a ella, es un daño simbólico irreparable.

  

Llevar a tu amante a la casa de tu pareja es violencia porque mientras tú gozas, estás violando el derecho fundamental que tenemos todos y todas a la privacidad y a la intimidad. 

Quizás para tí y para tu amante sea muy divertido y emocionante, pero para tu pareja es humillante que otra persona entre en tu intimidad, que deje su olor, sus pelos, su sudor, sus fluidos, y sus secreciones corporales en su nido. 

No sé si es verdad que Piqué se llevó a su amante a la casa de Shakira durante un año, y si ella se comió o no la mermelada de la cantante. Pero si es verdad, podemos decir tranquilamente que Piqué es un maltratador: es obvio que elegir el hogar de tu pareja e hijos para tener sexo en lugar de irse a hoteles lujosos es una decisión tomada para hacer daño. Y que Clara fue cómplice de esta violencia. 

No tenían necesidad ninguna de usar el único espacio de seguridad e intimidad que tiene Shakira, y si lo hicieron, fue para disfrutar del daño que le estaban causando. Probablemente tanto Piqué como Clara se sintieron muy poderosos en su momento, pero es un ejercicio de poder muy violento y muy cruel. 


Y lo peor, es posible que no hayan aprendido nada y que en el futuro Piqué le haga lo mismo a Clara, con otra chica más joven.


Nosotras, mientras, leemos y debatimos en redes, y estamos aprendiendo un montón de cosas sobre la historia entre Shakira, Piqué y Clara. Por ejemplo: que hay que ser valiente y decirle a tu pareja que ya no quieres estar con ella. 

Que para separarse no hace falta hacerle daño a tu pareja poniendole los cuernos. Que todos los intentos por hacer sufrir a tu ex son violencia. 

Que la guerra del divorcio no solo te afecta a tí, sino a todos tus seres queridos. 

Que las mujeres no debemos ayudar a los hombres a humillar a sus parejas, ni invadir los espacios sagrados de las demás mujeres. 

Que no debemos hacerle a la gente lo que no nos gustaría que nos hicieran.

Que los hombres tienen que trabajarse los patriarcados con urgencia. 

Que las infidelidades son violencia psicológica y emocional. 

Que las mujeres no tenemos por qué soportar los cuernos en silencio, que estamos hartas de que nos culpen por la violencia que sufrimos, que se nos juzga con mucha más severidad que a los hombres. 

Que tenemos todas que revisar la forma en que ejercemos nuestro poder, que tenemos todas que trabajarnos más la empatía y la sororidad... ¿qué más estáis aprendiendo vosotras con esta historia?


Coral Herrera Gómez



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