8 de marzo de 2021

8M porque nos sobran los motivos

 



8M porque tener un bebé del sexo femenino sigue siendo una gran desgracia para millones de familias 


8M porque matan a 135 mujeres cada día, 87 mil cada año, hombres que dicen amarlas 


8M porque nos alquilan, nos venden y nos compran, y se forran usando nuestros cuerpos


8M porque ninguna niña nace para puta


8M porque trabajamos toneladas de horas gratis cada año para que los hombres vivan como reyes


8M porque aunque algunas tengamos derecho al divorcio, no tenemos autonomía económica para divorciarnos


8M porque cultivamos el 50 % de los alimentos y solo tenemos el 2% de las tierras


8M porque cobramos un 25% menos que los hombres y tenemos doble jornada laboral


8M porque nos medican para poder resistir la precariedad y la sobrecarga de trabajo


8M porque la pobreza, el analfabetismo y la desnutrición tienen rostro de mujer


8M porque nos cortan el clítoris: más de 200 millones de mujeres en el planeta sufren mutilación genital 


8M porque los hombres hacen negocio con nuestros cuerpos y nuestros bebés 


8M porque sufrimos acoso y agresiones sexuales en las calles, en el trabajo o centro de estudios, en el transporte público y en nuestros hogares 


8M porque nos siguen despidiendo por quedarnos embarazadas


8M porque no nos dejan criar a nuestros propios hijos e hijas 


8M porque millones de mujeres sufren explotación doméstica, laboral, emocional, sexual y reproductiva


8M porque millones de mujeres sufren violencia machista en sus hogares


8M porque los hombres venden a sus hijas para casarlas 


8M porque las niñas son violadas y sufren embarazos forzados en todo el mundo


8M porque millones de mujeres viven confinadas en sus domicilios de por vida bajo dominio masculino 


8M porque no salimos en los libros de Historia ni en los libros de texto 


8M porque luchamos por los derechos humanos de todas las mujeres del mundo


8M porque queremos caminar sin miedo por las calles


8M porque juntas somos más fuertes, y porque unidas somos imparables


#NosSobranLosMotivos #8M #8M2021


Coral Herrera Gómez 

6 de marzo de 2021

Amor del bueno



Cuando tu amor no le corta las alas a tu compañero o compañera, es amor del bueno


Cuando es mutuo y recíproco, es amor del bueno


Cuando hay apoyo mutuo y compañerismo, es amor del bueno


Cuando sientes que el amor saca lo mejor de ti, es amor del bueno


Cuando estás aquí  y ahora, cuando escuchas con amor y atención plena, cuando te preocupas por tu gente, cuando estás presente, es amor del bueno.


Cuando sientes que puedes ser tú misma, que tu pareja también puede serlo, cuando sentís que podéis crecer y evolucionar juntos, es amor del bueno


Cuando las dos personas tienen las mismas ganas y le ponen la misma energía, es amor del bueno


Cuando los cuidados son el centro de tu relación: cuando te cuidas, cuidas y te sientes cuidada/o, es amor del bueno


Cuando eres leal a ti misma, cuando asumes la responsabilidad afectiva y compromiso contigo misma, y con tus relaciones, es amor del bueno


Cuando ambas podéis negociar en Igualdad de condiciones, cuando ambas tenéis los mismos derechos, y no hay privilegios, es amor del bueno


Cuando respetais los pactos y los acuerdos, es amor del bueno


Cuando te relacionas desde la honestidad y la confianza, es amor del bueno


Cuando eres cómplice de tu pareja, cuando le tratas de igual a igual y no le ocultas información, es amor del bueno


Cuando tu amor no te aísla y no aísla a tu pareja de sus seres queridos, es amor del bueno


Cuando no sufres ni lloras, cuando no sientes angustia ni dolor, cuando puedes disfrutar del amor, es amor del bueno


Cuando aprendes a usar tu poder no solo en beneficio propio, sino para que los demás a tu alrededor tengan una vida mejor, es amor del bueno





Cuando cuidas tus emociones y no las usas contra tu pareja, ni contra tus seres queridos, es amor del bueno


Cuando tu miedo y tus inseguridades no afectan a la otra persona porque te las trabajas y las cuidas, es amor del bueno


Cuando te relacionas desde la empatía, la ternura, el respeto y la solidaridad, es amor del bueno


Cuando eres capaz de expresar tu enfado sin hacer daño a tu pareja, es amor del bueno.



Cuando eres capaz de tratar bien a tu pareja en momentos difíciles, y  en cualquier circunstancia, es amor del bueno


Cuando no tenéis que renunciar a vuestras pasiones y afectos, cuando la relación no te exige sacrificios, es amor del bueno


Cuando te trabajas tus celos, tu baja autoestima, y tu necesidad de dominar a tu pareja, y tu pareja también se trabaja lo suyo, es amor del bueno


Cuando amas tu libertad y la de tu pareja, cuando ambos tenéis vuestros tiempos y espacios propios, es amor del bueno


Cuando tus traumas y tus carencias no hacen sufrir a los demás, cuando cada cual se responsabiliza y se compromete con su bienestar y felicidad, es amor del bueno


Cuando no hay dependencia, cuando no te sientes necesitada ni atrapada, cuando mantienes intactas tus alas para volar, es amor del bueno


Cuando la relación está basada en el placer y el disfrute, cuando te diviertes y te sientes de maravilla a su lado, es amor del bueno


Cuando los dos cuidais la relación para que siga viva y crezca, cuando dais lo mejor de vosotros/as mismas para que funcione, es amor del bueno 




Cuando se acaba la relación y sois capaces de trataros bien y cuidaros hasta el final, es amor del bueno


Coral Herrera Gómez

2 de marzo de 2021

Igual no es amor, es aburrimiento

 



Igual no es amor romántico, sino sólo aburrimiento. 


Igual no es que estemos enamoradas del amor, sino que necesitamos emociones fuertes. 


Igual no nos enamoramos de los hombres, sino de cómo disfrutan ellos de la vida




¿Por qué nos aburrimos? 


Porque tenemos todas nuestras necesidades básicas cubiertas. Si tuviéramos que pasar el día buscando comida, agua potable, techo, ropa de abrigo, entonces no tendríamos tiempo para aburrirnos, ni nos invadiría el vacío existencial.


Nos aburrimos porque nuestro día a día consiste en producir, reproducirnos y consumir: es un ciclo de rutinas en las que nos cuesta encontrarle sentido a la vida.


Nos aburrimos porque nuestras vidas son monótonas y sin apenas cambios, por eso nos gusta tanto ver a través de las pantallas la vida loca que llevan los famosos y famosas: fiestas, cenas, bailes, viajes, romances, bodas, bautizos, divorcios, herencias, guerra entre familias...


Nos encantan las novelas y películas en las que los personajes se enfrentan todo el tiempo a la muerte, arriesgan sus vidas, se aman apasionadamente, viven al límite y se transforman en el viaje.


Estamos hambrientas de emociones y de cambios: nos sentimos como robots y soñamos con una vida intensa, porque estamos anestesiados, hibernando en el sofá, viviendo todo a través de una pantalla, especialmente durante este año de pandemia: nuestras relaciones familiares, sociales, sexuales y sentimentales se han reducido al mínimo. También nuestros horizontes: estar entre cuatro paredes nos lleva a desear que ocurra algo mágico que nos cambie la vida por completo.



Mujeres que se aburren


El aburrimiento es político: el patriarcado nos quiere a todas aburridas, entretenidas con la belleza, y obsesionadas con el amor romántico.


Cuanto más aburridas estamos, más vacías están nuestras vidas, y más dependientes somos.


Cuanto más dependientes, más vulnerables somos a la adicción romántica, y por lo tanto, más sometidas estamos y más obedientes somos a los mandatos del patriarcado.


Para entender por qué nos aburrimos tanto las mujeres, echad un vistazo a los juguetes con los que juegan las niñas. Todo es rosa: nos han quitado el resto de los colores del arco iris, nuestro mundo es pequeño y monocolor, y gira en torno al dinero y la belleza, el amor romántico y la maternidad.


Las niñas desde los seis años ya tienen claro que los genios son ellos,


y en un par de años más se dan cuenta de que su gran pasión ha de ser el amor de uno de ellos.


Las mujeres nos enamoramos de los hombres que están enamorados de la vida y saben disfrutarla.


Es posible que incluso no nos enamoremos realmente de ellos, sino de su libertad, su energía, su capacidad para saborear la vida, para divertirse, para aprender, para conocer gente nueva, para sacar adelante sus proyectos y perseguir sus sueños. 


Igual no necesitamos a un hombre para salir del aburrimiento: igual lo que necesitamos es buscar el placer en otras cosas que no sean la pareja y la familia feliz. 





Las pasiones de los Hombres


Los hombres cultivan sus pasiones y encuentran placer en muchísimas áreas de la vida: la música, el arte, el deporte, el conocimiento y la ciencia, la tecnología, la espiritualidad y la religión, la magia, la cultura, la política y la economía… 


Los grandes genios de la Historia de la Humanidad son hombres obsesionados con aquello que les fascinaba, hombres que se olvidaban del mundo componiendo música, pintando cuadros o esculpiendo, escribiendo novelas, buscando fósiles, escalando montañas, buceando en las profundidades marinas, volando en artefactos, investigando temas apasionantes, defendiendo los derechos humanos y animales, montando sindicatos o partidos políticos, explorando los límites de la naturaleza, descubriendo estrellas y planetas nuevos…


Mientras, nosotras apenas tenemos referentes de mujeres apasionadas. Las únicas mujeres que vemos en las películas y las novelas son mujeres que viven obsesionadas por un hombre y que se amargan la vida si el hombre las trata mal o no las hace caso. Siempre están solas y aburridas, no tienen vínculos afectivos con otras mujeres, y si se relacionan con otras es para hacerlas sufrir. 




Mujeres que sufren por amor


No nos dejan disfrutar de la vida, porque nos dicen que hemos nacido para sufrir, para entregarnos, para sacrificarnos, para aguantar, y para renunciar a todo por el amor de un hombre.


A la mayoría de las niñas se les educa para que dediquen su tiempo y energía a estar guapas con el objetivo final de que algún hombre las elija como esposa.


Las niñas que no se adaptan a su papel, se dan cuenta enseguida que sus pasiones no son “cosas de chicas”: el patriarcado nos hace creer que las mujeres “normales” disfrutan yendo de compras, leyendo revistas de moda, y pasando la tarde en el salón de belleza. ´


Este es el modelo femenino que nos ofrecen: mujeres egocéntricas y narcisistas que están todo el día mirándose el ombligo y cuidando de su belleza, su único tesoro. Su único objetivo es ser amada.


Así es como están las princesas Disney que idolatramos en la infancia. Viven solas y esperando, encerradas y aburridas, suspirando y peinando mil veces sus dorados cabellos, hasta que llega el momento más importante de sus vidas: cuando aparece el príncipe para rescatarlas.




¿Cómo nos educan para el aburrimiento y el sufrimiento?


En primer lugar, nos enseñan que el placer es cosa de hombres: en nosotras es pecado.


En segundo lugar, nos hacen creer que hay que sacrificarse para ser feliz, y hay que renunciar a una misma para entrar en el paraíso romántico.


En tercer lugar, nos enseñan que la felicidad es individual, pero en realidad es colectiva: no podemos ser felices si los demás a nuestro alrededor sufren, y si no tenemos todos los mismos derechos.


¿Cómo nos matan las pasiones? Nos inoculan desde pequeñitas la Gran Pasión del Amor en vena, florece y se hace grande en nuestro interior, y se convierte en el centro de nuestras vidas, arrasando con todas las demás pasiones. 


Nos hacen adictas al amor romántico, por eso cuando nos preguntan, no sabemos qué nos da placer, no sabemos qué nos hace felices. A algunas mujeres les lleva años de terapia el averiguar qué es lo que necesitan realmente para vivir bien. 


Nos educan para que nos preocupemos y nos ocupemos únicamente de nuestro aspecto físico, prometiéndonos que a través de la belleza nos llegará el amor.


Así es como consiguen que las mujeres se centren en sí mismas, y en su gran pasión romántica, y no se preocupen por el resto del mundo.


Nos hacen creer:

- que nosotras hemos venido al mundo para estar bellas, para amar y cuidar a los demás

- que lo primero siempre es el amor,

- que lo normal es que renunciemos a nuestros afectos, nuestros proyectos y nuestras aficiones cuando nos emparejamos.

- que nada de lo que hacemos nosotras es importante.

- que tenemos que dedicar nuestro tiempo a cosas superficiales que no tienen ninguna importancia para la sociedad.  

- que las mujeres que se dedican a lo que de verdad les gusta, tienen que pagar un precio muy alto: se quedan solas.

- que las mujeres que han triunfado haciendo "cosas de hombres" son mujeres poco femeninas, mujeres solas, mujeres raras a las que ningún hombre desea como esposa. 

- que si te sales de la norma, te vas a quedar sola, no te va a querer nadie: es un amenaza constante.

- que los hombres no quieren mujeres volcadas en sus sueños, sino volcadas en ellos.

- que los hombres quieren mujeres que sean buenas esposas y buenas madres.


¿Qué modelos de feminidad nos ofrecen? Apenas conocemos a las mujeres activistas que luchan por los derechos humanos, ni tenemos referentes de mujeres que se preocupan por su comunidad y por su planeta.


Las mujeres que luchan por sobrevivir cada día en medio de la explotación, la pobreza y la violencia del patriarcado, y las mujeres que construyen un mundo mejor son invisibles.


¿A qué se dedican las mujeres famosas de nuestra cultura? Generalmente, a cantar, bailar, actuar y posar, a enamorarse, casarse, tener hijos y divorciarse. Ellas son un ejemplo a seguir para las niñas que las idolatran.



Mujeres que sueñan


Cuando nos preguntan qué deseamos, qué es lo que nos da placer, muchas veces no sabemos si son deseos nuestros o los hemos aprendido.


Cuando vemos a mujeres que no han hecho del amor romántico el centro de sus vidas, es cuando nos damos cuenta que igual nuestros sueños no son nuestros: los han fabricado para que creamos que la felicidad está en el amor de un hombre y el amor maternal. 


En esos sueños que no son nuestros invertimos toneladas de tiempo, de energía y recursos, y en torno a ellos configuramos nuestras vidas.


Nuestros sueños nos esclavizan porque en ellos lo más importante es un hombre. Sin ellos, no podemos ser felices. Nuestras emociones dependen de un solo hombre, y cambian según el comportamiento de un hombre.


No solo nuestras emociones, también nuestra autoestima y nuestros proyectos de vida dependen de las relaciones con los hombres. 


¿Qué ocurre cuando nos quedamos sin pareja, o cuando no encontramos pareja? Que nuestra vida pierde sentido y nos aterra el vacío, no sabemos para qué estamos vivas, no sabemos qué hacer con nuestra existencia. Nos sentimos incompletas, porque nos han repetido mil veces que somos una mitad, y sin la otra mitad, no somos nada, no somos nadie.





Mujeres en rebeldía


El feminismo reivindica el derecho de todas las mujeres al placer, al disfrute, y a vivir una buena vida.


Por eso queremos educar a las niñas para que sean autónomas, para que no se conviertan en adictas al amor romántico, para que aprendan a disfrutar igual que los niños, para que se sientan igual de libres que ellos, para que puedan unirse entre ellas,


y para que busquen el sentido de la vida en sus sueños, sus pasiones y su red de afectos, y no en una sola persona. 


Las mujeres feministas estamos trabajando por dentro para conocernos mejor, para para conectarnos con nosotras mismas, para encontrarnos con nuestras propias pasiones, y para buscar espacios y tiempos para nuestro propio placer.


Y sabemos que es importante porque el patriarcado nos quiere sufridoras, amargadas, y frustradas.


Sabemos también que la vida es algo más que trabajar, cuidar y consumir: también tenemos derecho a divertirnos, a sumergirnos en otros mundos, a compartir nuestras pasiones con otras mujeres, y a celebrar que estamos vivas.


Por eso estamos trabajando para desmitificar la pareja y la familia feliz, para sacar a los hombres del centro de nuestras vidas, y ponernos nosotras mismas en ese centro. 


Tenemos mucho amor dentro y no tenemos por qué desperdiciarlo con una sola persona: tenemos una capacidad enorme para querer a mucha gente a la vez,


para disfrutar de la vida, y para que las demás disfruten también. 


Así que si nos quieren aburridas o enamoradas,


nos van a encontrar apasionadas, alegres y en rebeldía,


¡que la vida son dos días! 


Coral Herrera Gómez



En inglés: Maybe it’s not romantic love, but just boredom.



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La feminista que encontró a su príncipe azul


Las pasiones de las mujeres 


Utopías amorosas para todas



Coral Herrera en marzo 2021

 GIRA 2021


27 de marzo, taller presencial en Madrid, Fundación Entredós. 

16 de marzo, Tamaulipas, México. 


9 de marzo, Campillos, Málaga.




12 de marzo, charla en Librería El Traspatio, Morelia, México. 



2 y 4 de Marzo: Taller en Sagunto, Valencia, España.





11 de marzo, Ayuntamiento de Móstoles, Madrid. Conferencia



                                            10 y 17 de marzo: Taller en Valladolid




Más eventos de la Gira 2021 de Coral Herrera 

28 de febrero de 2021

Leyendo juntas a Coral Herrera: Puenteras de Colombia




Durante el mes de Febrero, la organización Puenteras de Colombia convocó a cientos de mujeres de varios países para leer juntas el libro "Dueña de mi amor". Fueron seis sesiones de trabajo colectivo virtual, y yo acudí a la última sesión, en la que pude conocer a las lectoras y a todas las mujeres que participaron en las sesiones, y contestar a todas las preguntas que me hicieron. Fue un encuentro muy emocionante, saber que buscáis herramientas para cambiar vuestra vida y que mis libros, mi blog y mis podcasts os ayudan me llenan de energía para seguir,

¡ muchas gracias a Puenteras y gracias a todas las participantes!

Aquí tenéis algunos fragmentos de los audios que se grabaron: 


Sesión 1




Sesión 2






 


Sesión 3





Sesión 4








Sesión 5








Sesión 6




















Aquí puedes ver la sesión final, en la que nos reímos y lloramos conectadas desde muchos países diferentes, ¡millones de gracias a Marcela y a Puenteras por estas lecturas colectivas!

Coral Herrera Gómez

26 de febrero de 2021

El auto-cuidado es un asunto personal y político



El auto-cuidado no sólo es un asunto personal, también es un tema político. No sirve solo para preservar tu salud mental y emocional, para aprender a defenderte de los abusos, la explotación y la violencia de los demás, y para alejar de tu vida a la gente que te maltrata. También es una herramienta muy poderosa para aprender a cuidar a la gente que te quiere y te cuida.  

El auto-cuidado es una buena herramienta para aprender a relacionarte contigo misma desde la filosofía de los cuidados, y para aprender a usar tu poder de manera que no hagas daño a nadie.  Ambas cosas van siempre de la mano: los cuidados y el auto-cuidado, porque ninguno de nosotros podemos vivir bien si la gente a nuestro alrededor no vive igual de bien. 

La felicidad es política, es decir, es un asunto colectivo: no puedes ser feliz si tu gente no es feliz. Yo me cuido para estar bien, y cuanto mejor estoy, mejor puedo cuidar de los demás, y más puedo contribuir al Bien Común. 

La idea de pensar en los demás en un mundo tan individualista y narcisista, es totalmente revolucionaria. 

¿Por qué los cuidados son revolucionarios? 

Porque si pudiéramos organizar nuestra economía en torno a ellos, el mundo cambiaría de una forma radical, de arriba a abajo. 

En primer lugar, la gente que cuida tendría ingresos dignos, no como ahora: la gran mayoría de las mujeres que cuidan están condenadas a la pobreza y a la dependencia económica de otro familiar, generalmente un hombre.  

En segundo lugar, si el auto-cuidado es una responsabilidad nuestra, los cuidados son una responsabilidad social, compartida por todos y todas: si recibimos cuidados en nuestra infancia, adolescencia, vejez, y durante algunos períodos por accidentes o enfermedades (son toneladas de horas las que nuestra gente querida nos cuida), entonces todos y todas deberíamos ser capaces de devolver esos cuidados y contribuir cuando tenemos energía y salud. Ahora mismo la etapa adulta la dedicamos exclusivamente a producir y a consumir, y no nos dejan tiempo para cuidar a los demás. 

Cuidar y ser cuidada sería un derecho colectivo: los Estados tendrían que trabajar para que nadie quedase excluido de los cuidados, para eliminar el sufrimiento de la población, y velar por el bienestar de toda la ciudadanía. 


¿Y qué necesitamos para poder cuidar?

Tiempo, energía e ingresos. 

Pero también toneladas de empatía, generosidad, altruismo, y amor del bueno.


Yo imagino un mundo de cuidados en el que...

-ningún bebé sería separado de su madre al nacer, 

- todas podríamos criar a nuestras propias hijas e hijos, en lugar de tener que separarnos de ellos a las pocas semanas de nacer

- las madres recibiríamos cuidados de toda la tribu durante el puerperio, en lugar de estar solas con un bebé que necesita mucha energía y plena dedicación.

- todos y todas tendríamos tiempo para compartir en familia los cuidados de los adultos mayores o de los miembros con discapacidades o dependencia.

- las empresas no despedirían a las mujeres embarazadas.

- todas y todos podríamos pudiésemos cuidar a nuestras crías y a nuestros mayores cuando enferman.

- pudiésemos recuperarnos de una muerte dolorosa en lugar de tener que ir a trabajar el día después de enterrar a tu compañero, a tu madre, a tu hermana.

-las mujeres más empobrecidas no tendrían que dejar de cuidar a sus hijos para cuidar a los hijos de las clases medias y ricas.

- nos brindaran herramientas de auto-cuidado y cuidado a los demás desde la escuela, para parar las relaciones de odio, discriminación y violencia y sustituirlas por relaciones basadas en el respeto, en la empatía, el apoyo mutuo, la responsabilidad afectiva, y la ternura radical.  


Este es el mundo que yo deseo y por el que trabajo cada día: 

un mundo basado en la cooperación y la solidaridad, en el que todos tuviésemos tiempo e ingresos para cuidarnos y cuidar, un mundo construido en base a redes de afecto y cuidados, orientados hacia el Buen Vivir.

Por eso el auto-cuidado y los cuidados son políticos: porque son colectivos, porque son amorosos, porque son subversivos. Van de ti hacia los demás, y de los demás hacia ti, pero llegan mucho más lejos: 

me cuido, cuido a los demás, recibo cuidados de los demás, cuido mi comunidad y mi entorno, recibo cuidados de ellos, cuido a los animales, a la naturaleza, y al planeta. 

Coral Herrera Gómez


En inglés: 

Self-Care is a Political Issue


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23 de febrero de 2021

Si hizo sufrir a otras mujeres, a ti también te tratará mal

Monika Luniak


Con las demás se portó muy mal, pero contigo se transformará. 

Ha sido infiel a todas sus parejas, pero contigo será fiel. 

Ha mentido a todas sus parejas, pero a tí seguro que no te mentirá. 

Cuando estaba con sus parejas desaparecía durante días, pero contigo no lo hará. 

Sus parejas han sufrido mucho a su lado, pero tú vas a ser muy feliz con él.


¿Por qué a ti no?

Porque tú eres única y especial. Las demás son malas, están locas, no valen nada, y tú eres muy superior a ellas: de ti sí se va a enamorar locamente. 

Sí, eres una mujer pero no eres como las demás mujeres: eres una diosa y aunque él haya sido muy violento y haya hecho sufrir mucho a sus parejas, tú no vas a sufrir porque eres maravillosa: tú te mereces que te amen y te cuiden. 


¿Por qué las demás no merecieron buenos tratos? 

Es que él no había encontrado el amor verdadero, por eso no las trató bien. 

A tí en cambio si te querrá porque tu amor es puro y auténtico, 

y le vas a querer tanto y tan bien que siempre estará contento. 

No necesitará a otras mujeres, porque tú eres mucha mujer. 


¿Por qué alguien que se ha portado mal con las mujeres ahora se va a convertir en un tipo maravilloso? 

Porque como tú eres especial, tu amor le cambiará y le convertirá en un hombre amoroso, cariñoso, sincero, honesto, comprometido, trabajador, generoso, tierno y sensible. 

El amor todo lo puede: si consigues enamorarle, le tendrás bajo tu poder y podrás convertirle en una buena persona. 

Tu amor le salvará del machismo, tu amor le hará darse cuenta de lo maravillosa que eres, tu amor le transformará en un hombre bueno.


Así te habla el patriarcado, compañera, con mensajes que van directos a tu ego. 

No caigas en la trampa: tú no eres mejor que las demás. 

No existen los milagros románticos: tu amor no le cambiará 

No es cierto que tú seas superior a las demás mujeres, 

no es cierto que las demás merezcan sufrir, 

no es cierto que tú puedas cambiar a alguien (solo puedes cambiarte a ti misma, y con mucho trabajo),   

Si él es un hombre infiel, mentiroso y maltratador lo seguirá siendo, y a ti te va a machacar igual que a las demás. 

Primero te tendrá en una luna de miel, luego te bajará a los infiernos, te destrozará la autoestima, te mentirá y te estafará como a todas las demás. Y te costará mucho dinero y mucho tiempo recomponer tu corazón y superar el trauma: ahórratelo. 


¿Por qué no puede cambiar un hombre a través del amor? 

Porque para que ese macho misógino cambie, tendría que querer cambiar, y no lo necesita: tiene a su  disposición a millones de mujeres dispuestas a sufrir por amor, a aguantar, a arrastrarse detrás de él. Si tú no te arrodillas, lo hará otra: el mundo está lleno de mujeres adictas al amor. 


¿Te engañan, o te auto-engañas?

A veces los hombres nos engañan, pero cuando tenemos información, es un deber evitar el autoengaño y utilizarla para cuidarnos a nosotras mismas, y para cuidarnos entre nosotras.

Saber que un hombre ha hecho sufrir a otras mujeres y creer que a nosotras no nos va a hacer daño es la gran trampa del amor romántico que nos pone a todas en peligro. No podemos permitirnos el lujo de engañarnos, ni dejar que nos engañen. 

Saber que ese hombre ha hecho sufrir a otras mujeres nos convierte en responsables máximas de nuestro cuidado y nuestro bienestar: lanzarse a una relación sabiendo que esa persona ha mentido, ha roto los pactos y ha maltratado a otras mujeres es un acto de auto-destrucción suicida. 


¿Por qué quiero estar con él aún sabiendo lo que sé? 

Porque no estás comprometida contigo misma, ni te estás haciendo responsable de tu salud mental y emocional. 

Nos comportamos como adictas, porque es más cómodo pensar que así es el amor, que es inevitable, y que no podemos hacer nada para dejar nuestra droga preferida. 

Nos convertimos en su cómplice si además nos dedicamos a defenderle en público, porque en realidad lo que queremos es defender la elección que hemos hecho, para no reconocer que nos hemos equivocado. Así funciona el ego. 

Y así estamos demostrando que las mujeres que han sufrido por su culpa nos importan bien poco, con lo cual no sólo nos traicionamos a nosotras mismas, sino también a las demás.


Cuídate y cuida a las demás: deja esa relación, y que circule la información

Es una cuestión de justicia social: los hombres que disfrutan haciendo sufrir a las mujeres deberían quedarse solos, completamente solos, sin nadie que les ame y les cuide. 

Cuidarnos a nosotras mismas es un acto político: en un mundo que nos quiere de rodillas, hay que ponerse en pie. El patriarcado necesita que vivamos en guerra contra nosotras mismas, atrapadas en relaciones horribles, y nos quiere amargadas y sufriendo. 

Por eso la mayor rebeldía es tener una buena vida, 

y para poder vivir bien tenemos que ahorrarnos toneladas de sufrimiento romántico, 

a nosotras mismas y a las demás. 

¡Que el amor no es para sufrir, es para disfrutar!

Coral Herrera Gómez 


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20 de febrero de 2021

¿Cómo usamos las mujeres el poder?




¿Como usamos las mujeres el poder? Una reflexión sobre la relación de las mujeres con el poder, y un ejercicio de autocrítica amorosa para que nuestra forma de ejercerlo no haga sufrir a nadie. Es desde los cuidados, la solidaridad y el compañerismo como podemos aprender a usar nuestro poder


No nos enseñan a usar nuestro poder. La mayor parte de las personas con más poder en la Tierra lo usan para beneficio propio, no para el Bien Común. Son inmensamente ricas y famosas, acaparan el dinero y las propiedades, explotan seres humanos sin misericordia, financian y provocan guerras, contaminan el agua, los suelos y el aire, destrozan el planeta sin escrúpulos, arrasan bosques, y se alían entre ellos para acumular todavía más poder, y más riqueza. 

También hay personas que utilizan su poder para que los demás seres humanos vivan mejor: trabajan defendiendo los derechos humanos, la naturaleza y los animales, contribuyen al cuidado del planeta, ponen en marcha estrategias para mejorar la calidad de vida de las poblaciones humanas, financian o inventan técnicas y artefactos, medicinas y tratamientos, luchan por la paz y la igualdad, idean utopías posibles para construir un mundo mejor para todos y todas. 

Más allá de los héores y heroínas, estamos los seres humanos corrientes, que tampoco sabemos usar bien nuestro poder, porque consciente o inconscientemente, hacemos daño a los demás o les perjudicamos con el objetivo de dominar nuestro entorno y vivir mejor.  

¿Y las mujeres, como nos relacionamos con el poder? 

Nosotras no somos propietarias de las grandes fortunas, de las tierras del planeta, de los medios de producción y comunicación. Las pocas mujeres ricas que existen, lo son porque han accedido a los recursos a través del matrimonio o de las herencias familiares. 

Los grandes puestos de la empresa, los ejércitos, los cleros religiosos y la política siguen siendo de los hombres. 

Nos han borrado de los libros de Historia, no se habla de nosotras en los libros de texto: cuando hemos tenido poder nos han invisibilizado en todas partes.  

¿Dónde ejercemos nosotras, entonces, el poder? En el ámbito doméstico, principalmente, y en nuestras redes sociales y afectivas. Es en estos espacios en los que nosotras podemos utilizar nuestro poder para vivir mejor y para que los demás a nuestro alrededor vivan mejor, o para hacer sufrir a la gente que tenemos cerca. 

Los encantos femeninos

En la cultura patriarcal nos enseñan a ejercer el poder a través de nuestros encantos y nuestro erotismo, por eso las mujeres nos sometemos a la tiranía de la belleza y gastamos toneladas de tiempo, de energía y de recursos en estar guapas, estar a la moda, y resultar atractivas para los hombres. 

En un mundo que no nos pertenece, y en el que cobramos menos salario que los hombres y nos tratan peor que a ellos (sufrimos más la precariedad y el desempleo, nos siguen despidiendo por quedarnos embarazadas, etc), nos ofrecen la posibilidad de explotar nuestros encantos femeninos para conseguir marido, recursos, o posición social. 

Además, nos ponen a competir y a rivalizar entre nosotras para seducir y enamorar a los hombres, de manera que usamos nuestro poder para hundir a las "enemigas" y a las posibles enemigas, creyendo que en esta guerra del amor, entre nosotras vale todo. 

Y no, no vale todo. 

No vale tratar mal a una ex de tu pareja, ni tratar de seducir a tu ex cuando ha rehecho su vida, ni ser cómplice de un hombre infiel que obliga a su pareja a vivir en monogamia mientras se divierte contigo. No está bien ver al marido de tu amiga en Tinder y no contarle nada, o dejar que otras mujeres vivan en la ignorancia cuando todo el mundo sabe que su marido la obliga a ser monógama y él no lo es. 

Las mujeres necesitamos información para combatir el autoengaño y la estafa romántica, y para poder tomar decisiones que nos liberen de relaciones basadas en la mentira o la explotación. 

No deberíamos ser cómplices de los machos que, para dominar a sus parejas, las hacen sentir inseguras y las manipulan tratando de despertar sus celos. 

No deberíamos competir por el afecto de un macho poliamoroso que nos junta a todas en el mismo espacio para sentirse poderoso, 

ni intentar hacerte amiga de una pareja sólo porque te gusta uno de los dos y quieres aprovechar la "amistad" para estar cerca de esa persona. 


Usar el poder contra otras mujeres

También dentro de las relaciones familiares las mujeres nos tratamos mal y nos hacemos sufrir unas a otras. Un ejemplo de esta guerra es la que se da entre nueras y suegras en torno al amor del macho. Hay mujeres que tratan mal a la madre de su compañero, hay mujeres que tratan mal a la compañera de su hijo, tratando de separarlo emocionalmente de la otra a través de crueles estrategias de guerra que nos hacen sufrir durante años, o toda la vida. 

Nos gusta cuando ganamos, nos da rabia cuando gana la otra: cuando te metes en luchas de poder infernales, es muy complicado salir de ellas, y sacan lo peor de ti. Puedes ser muy buena persona, pero cuando sientes mucha rabia, mucho dolor, odio, o envidia, es muy dificil portarte bien. Y lo peor, cuanto peor te portas con la otra persona, peor persona te sientes, y más dolorosa se vuelve la situación. Tenemos que salir de esas luchas de poder contra otras mujeres, porque la rabia nos acaba devorando y nos hace daño a nosotras mismas, y a toda la gente que está alrededor.  

También competimos con nuestras propias amigas, con compañeras de trabajo, con vecinas, con compañeras de lucha, o con las amigas de nuestra pareja. Las mujeres hemos interiorizado la guerra mundial que existe contra nosotras, y la aplicamos contra nosotras mismas, y entre nosotras.

Podéis verlo en las redes sociales con las mujeres que para ganar seguidores y seguidoras, abren hilos para generar polémica y atraer a sus muros a las seguidoras de la mujer que están atacando. Las guerras en redes sociales siguen todas el mismo patrón: exponemos y señalamos a una compañera, la atacamos, las demás nos aplauden, vienen las defensoras de la atacada, y empieza el jaleo: se cruzan los insultos, las humillaciones, los sarcasmos, las puñaladas, las burlas, los castigos, y cuando una de las dos se queja, se le acusa de estar victimizandose, porque lo que la gente quiere ver en las redes es sangre. 

Igual que en el circo romano hace dos mil años: a la gente le encantan las polémicas y disfruta repartiendo zascas, y viendo como alguna mujer reparte zascas a otra. Son como los vídeos de las mujeres peleando en el barro: provocan adicción. Y llega un momento en que la gente necesita más y más, por eso cada semana le toca sufrir un ataque a una mujer nueva, por eso tantas están abandonado las redes y están quedando silenciadas: es como si se murieran en la vida virtual. 

Las técnicas para ejercer la violencia y la crueldad en redes son siempre las mismas: un tono horrible de desprecio y asco al hablar de la persona a la que vas a atacar, la generación de malentendidos, bulos, y fakes, el sacar de contexto las palabras de alguien para que parezcan lo contrario de lo que quiso decir, la humillación mediante la burla, el acoso constante para intimidar y silenciar a la persona atacada... 

Esta ciberviolencia no se considera maltrato ni violencia: la hemos naturalizado como si las ciberguerras fueran algo natural, algo que forma parte intrínseca de estar en redes sociales. Es más: hay muchísima gente que se aburre si entra en redes sociales y no encuentra peleas ni linchamientos: hemos aprendido a disfrutar sufriendo y haciendo sufrir a los demás, y tenemos muchos argumentos para justificar nuestros ataques, pensando que las otras están equivocadas. 

Nos juzgamos unas a otras, propagamos chismes, ridiculizamos a las mujeres que no nos caen bien... en lugar de ignorarlas, las atacamos, y nos dan enormes subidones de adrenalina cuando vamos ganando la batalla. 

Nosotras siempre llevamos la razón, la culpa es de las otras.   


¿Qué ocurre cuando nunca hemos tenido poder y un día de pronto lo tenemos? 

Cuando, por ejemplo, resultamos elegidas alcaldesas en nuestro pueblo, o somos ascendidas a jefas en nuestra empresa, o tenemos un cargo en un sindicato, una institución, o un colectivo, o cuando entramos en los cuerpos de seguridad del Estado, ¿cómo usamos el poder nosotras?. 

De la misma manera que los hombres, porque nos han educado en el patriarcado, lo hemos interiorizado, lo llevamos dentro, lo sufrimos y lo ejercemos sobre los demás

Todos tenemos por encima a gente que tiene más poder que nosotros, y también tenemos por debajo mucha gente que tiene menos poder, lo que implica que igual que nos explotan a nosotras, nosotras también podemos explotar a los demás. 

Y lo hacemos, por eso hay mujeres empresarias que evaden impuestos, jefas abusonas, mujeres políticas que roban a los ciudadanos, mujeres policías que maltratan a los detenidos. 

Vivimos en un mundo patriarcal: todos y todas somos patriarcado, porque hemos nacido en él y nuestra cultura entera está volcada en mitificar a la gente que acumula poder y somete al resto.  

¿Y nosotras, las mujeres de a pie que no tenemos cargos, ni fama, ni dinero, como ejercemos nuestro poder?

Lo hacemos a través del dinero y la explotación de las mujeres más empobrecidas: ejercemos el poder patriarcal, por ejemplo cundo ganamos un salario precario y contratamos a una mujer que nos sustituya en la casa y los cuidados pagándole un salario de miseria. 

O cuando compramos ropa barata y muy barata cosida en condiciones de esclavitud por mujeres y niñas en la pobreza. 

O cuando alquilamos una mujer para comprarle su bebé, porque nosotras no podemos realizar nuestro gran sueño de ser madres. 

Las mujeres imitamos a los hombres y ejercemos el poder de forma patriarcal porque la mayoría de las mujeres no conocemos otras formas de organizarnos que no sean jerárquicas. O las conocemos (¿quién no ha oído hablar de la cooperación, la solidaridad, el trabajo en equipo, las redes de apoyo mutuo, el altruismo?), pero vivimos en un mundo en el que el pez grande se come al chico, y para sobrevivir y llegar a algo en la vida nos han dicho que tenemos que pisotear a las demás.  

En el entorno laboral, por ejemplo, las mujeres podemos maltratar a nuestras compañeras o a nuestras subordinadas, podemos apropiarnos de su trabajo, podemos hablar mal de ellas, tratar de hundir su prestigio, y difundir rumores falsos para que la despidan, o para que nos den su puesto a nosotras. 

Es la alianza entre el capitalismo y el patriarcado: mujeres competitivas que se hacen daño entre ellas para obtener recursos y poder. 

Lo hacemos también dentro de los colectivos a los que pertenecemos, y en los movimientos sociales en los que batallamos, con todas aquellas mujeres que no piensan como nosotras, o con mujeres que envidiamos y con quien competimos para alcanzar puestos de liderazgo. 

A veces las detestamos, pero otras veces en realidad las admiramos y nos atraen poderosamente, sólo que nos han hecho creer que para brillar una, es necesario apagar el brillo de las demás. 

Por eso practicamos con tanto entusiasmo la cultura de la cancelación, porque nos sentimos poderosas cuando queremos cerrarle la boca a las mujeres poderosas, que se callen, que desaparezcan, que mueran en el mundo virtual. Creemos que al cancelarlas a ellas, debilitamos a todas las que piensan como ellas, y les enseñamos lo que les puede pasar si se posicionan públicamente en cualquier tema. Es una advertencia para las del otro bando: si expones tus ideas, te hacemos desaparecer. 

Lo llamamos empoderamiento femenino, pero en realidad es dominación patriarcal ejercida por mujeres. 

Perdemos demasiado tiempo y energía en esas batallas, y dejamos de lado lo verdaderamente importante: que hay millones de mujeres sufriendo los efectos de la pandemia, encerradas con sus maltratadores, sin trabajo y sin ayudas, sin ingresos de ningún tipo, algunas sin papeles. Mujeres explotadas en el campo, en los hospitales, en las residencias de mayores, en las casas de gente rica: se nos olvidan porque estamos enfrascadas en otras batallas que nos revuelven las emociones y nos enganchan poderosamente. 

Y es que, ¿qué sentimos sabiendo que podemos destrozar la carrera de cualquier persona con un solo click? Desde casa, gozando del anonimato, unas denuncian a otras y se sienten como diosas: basta un segundo para ejercer tu poder y hundir a alguien que no te gusta. Los propietarios de las redes lo saben, por eso refuerzan el enfrentamiento y la polarización, y por eso dan más visibilidad a las publicaciones violentas, a las polémicas y a los linchamientos que al resto de las publicaciones. 


¿Como usamos nuestro poder con la gente que nos quiere? 

Al enamorarnos, algunas de nosotras le damos todo nuestro poder a un solo hombre. Se lo damos gratis, altruistamente, como si no lo necesitásemos para nada. Les damos poder aunque no nos quieran y no nos traten bien: creemos que en eso consiste el amor, en darle todo el poder a la otra persona para que nos ame de un modo total y absoluto. 

Y sin embargo, las mujeres también ejercemos el poder desde la sumisión. Y muchas tenemos poder sobre nuestras parejas, sobre todo si son dependientes económica o emocionalmente. Hacemos cosas como salvarle la vida a hombres alcohólicos, ludópatas, toxicómanos o con problemas economicos para generar una deuda eterna, porque creemos que cuando se recuperen nos tendrán que amar para siempre. 

Pero sobre todo, las mujeres tenemos poder sobre las personas y animales que dependen por completo de nosotras: familiares con discapacidades, enfermos o accidentados, mascotas, niños y niñas.

Cuanto más dependen de nosotras, más grande es nuestro poder, y muchas de nosotras no sabemos cómo hacer para que nuestro poder le haga bien a los demás. Porque no nos han enseñado, y vivimos en una cultura individualista, narcisista y egocéntrica. 

Nos gusta sentirnos necesarias, importantes, imprescindibles, por eso hay mujeres que no enseñan a sus hijos varones a ser autónomos y a cuidarse a sí mismos, de manera que dependan siempre de ellas.  

El poder de los hombres ha sido siempre desde la tiranía: yo os mantengo, así que me obedecéis todos. Desde su poder económico dominan, manipulan, controlan y explotan a sus mujeres, hijas e hijos, sirvientes y criadas: muchos hombres viven en sus casas como reyes, lo mismo en la sociedad feudal como en la actual. La democracia no ha entrado aún en millones de hogares. 

¿Y las mujeres, cómo sometemos y explotamos a los demás? 

Por un lado, es cierto que cuantos más derechos y privilegios tiene una mujer por su color de piel, clase social, idioma, orientación sexual, capacidades, etc., más poder tiene. 

Pero también es cierto que todas las mujeres del mundo tienen su poder en el mundo de los afectos, las emociones y los sentimientos: es el único terreno en el que hemos podido triunfar y ganar batallas. 

Un ejemplo está en las guerras entre madres e hijas, entre nueras y suegras, entre cuñadas. La familia feliz es un mito: sufrimos tanto en el entorno familiar porque los seres humanos buscamos la manera de controlar, dominar, explotar a los demás en beneficio propio. Son los valores del capitalismo, que te obligan a quitarle a los demás su riqueza para que tú puedas acumularla y acapararla. 

Este es el origen de casi todas las luchas de poder: la necesidad de cumplir nuestros deseos y satisfacer nuestras necesidades sin tener en cuenta la dimensión ética de esos deseos y esas necesidades. No nos enseñan a pensar sobre cómo podríamos ejercer nuestro poder sin hacer el mal, y sin hacer sufrir a nadie. 

Las mujeres hemos aprendido a dominar desde posiciones de sumisión y subordinación, primero como estrategia de supervivencia, y además por la necesidad de acumular poder para que no nos dominen los demás. O para que crean que nos dominan, pero en realidad no. 

El mito del amor romántico nos ha engañado haciéndonos creer que si enamoramos al príncipe azul nos convertiremos en reinas de nuestro hogar, en emperatrices de nuestro pequeño mundo. Nos han hecho creer que podemos manejar a los hombres seduciéndoles y enamorándoles, por eso nos sentimos tan fracasadas cuando no logramos que se rindan a nuestros pies. Y en parte, por eso nos quedamos en relaciones en las que no nos quieren bien y no nos cuidan bien: porque nos empeñamos en que algún día la tortilla de la vuelta. 

¿Y cuando da la vuelta la tortilla?

 Generalmente las mujeres tienen que esperar treinta o cuarenta años, es decir, empezamos a tener poder sobre nuestras parejas cuando los hombres envejecen y empiezan a depender más y más de nosotras. Cuando enferman, cuando caen en depresión, cuando pierden su fuerza física, cuando pierden su puesto de trabajo, cuando se debilitan sus erecciones, cuando no pueden cumplir con su rol de proveedor principal... es entonces cuando los hombres empiezan a encerrarse en casa y a pedirles a sus esposas que se encierren con ellos para cuidarles y acompañarles. 

¿Cómo podríamos hacer para aprender a usar nuestro poder? 

Lo primero es tomar conciencia de cómo podríamos hacer para que nuestro poder no haga sufrir a los demás: ni a nuestras iguales, ni a la gente que es más vulnerable que nosotras. 

Lo segundo, tomar conciencia de que la violencia verbal, psicológica y emocional es violencia, y tomar conciencia de cómo nos duele sufrirla, y cómo les duele a los demás. 

En tercer lugar, pararte a pensar cómo llevar el feminismo a la práctica, qué estás aportando a tu comunidad en el día a día, cómo contribuyes al Bien Común, cómo ayudas a la gente, qué impacto tienen tus estrategias en los demás.

En cuarto lugar, tomar conciencia de que la felicidad es política: no puedes ser feliz si a tu alrededor la gente sufre. La felicidad tiene que ser para todos y todas, no sólo para ti. 

Y por último, es urgente que entendamos que nuestras emociones no pueden hacer daño a nadie, que hay que acabar con el sufrimiento de la gente, cuidar nuestra salud mental y emocional, y ponernos a pensar cómo hacer construir relaciones basadas en el respeto, la sororidad, el apoyo mutuo, la solidaridad y el compañerismo. No es necesario que estemos de acuerdo en todo: basta con que aprendamos a comunicarnos y a relacionarnos desde la filosofía de los cuidados y la no violencia. 

Los cuidados son la clave para aprender a usar tu poder: los cuidados hacia ti misma, los cuidados que recibes de los demás, y los cuidados que das a los demás.  Desde esta filosofía, tu poder puede servirte a ti sin tener que perjudicar a los demás. 

Basta con hacer un poco de autocrítica amorosa para tomar conciencia de como nuestros deseos, emociones, palabras y acciones impactan en la vida de los demás. Es el único camino para liberarnos del poder patriarcal que nos tiene en guerra permanente con el mundo, con nosotras mismas y con las demás mujeres: trabajarnos los patriarcados que nos habitan, y aprender a querernos bien. 

Coral Herrera Gómez 

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