Este post es un capítulo del libro "Los Cuidados", es un proyecto transmedia autogestionado que además del libro ha realizado un documental. Podéis ver el trailer aquí.
El amor y los cuidados nos han permitido sobrevivir y evolucionar como
especie: hoy estamos aquí gracias a nuestra capacidad para la empatía, la
solidaridad, la generosidad y la cooperación. Cuidar a los nuevos miembros de
la tribu, y a los que no pueden valerse por sí solos (enfermos, gente anciana,
gente con discapacidades) nos ha permitido llegar vivos hasta el siglo XXI, multiplicarnos
y expandirnos por todo el planeta.
Pasamos muchos años de nuestra vida siendo cuidados por las mujeres: los
humanos tenemos infancias muy largas, y ahora también se está alargando la vejez,
a medida que aumenta la esperanza de vida humana. Incluso cuando estamos
jóvenes y sanos, y tenemos autonomía económica, requerimos cuidados de los
demás: cuando tenemos accidentes, cuando enfermamos, cuando sufrimos crisis
emocionales, cuando pasamos por momentos duros de nuestras vidas.
Sólo pasamos un tercio de nuestras vidas, en la etapa de la adultez, disfrutando
de la autonomía y con nuestras facultades físicas, mentales y emocionales en
buen estado. Es cuando tenemos salud y energías para cuidarnos a nosotras mismas y a los demás. Pero
es también el momento en que tenemos que volcarnos en la producción y en la
generación de ingresos, ahorro y pensiones, así que se hace imposible del todo
compatibilizar ambas responsabilidades a la vez.
Todos necesitamos compañía: somos seres profundamente sociales y
emocionales. Necesitamos amor, palabras de aliento, calor humano, sentirnos
arropados, recibir y dar demostraciones de cariño. Necesitamos sentirnos aceptados
por nuestra familia y nuestra comunidad cercana, y necesitamos las redes de
afecto y apoyo mutuo para sobrevivir en un mundo hostil, desigual y violento.
Solos no podemos: necesitamos a nuestra gente para aprender, para celebrar,
para ayudarnos mutuamente, para apoyarnos en momentos duros, para compartir la
vida. Esas redes que nos sostienen se están perdiendo en la actualidad, por eso
aumentan las enfermedades mentales, los trastornos emocionales, las depresiones
y los suicidios: en la medida en que nos sentimos solos y aislados del resto,
nuestra calidad de vida y nuestra salud mental y emocional se va deteriorando progresivamente.
En nuestra sociedad actual hemos roto con el concepto de “tribu” y vivimos
en familias aisladas formadas por dos adultos o una mujer adulta, con uno o
varios hijos e hijas. Aún en el mundo rural, la familia extensa (abuelos,
abuelas, tías, tíos, primas, etc) sigue funcionando como una red de cuido, pero
en las grandes ciudades nos come la soledad. Los ancianos se mueren solos, y de
vez en cuando sucede que nadie los echa de menos hasta que el vecindario huele
el cadáver en descomposición.
El ritmo de producción es incompatible con la vida: no tenemos espacio ni
tiempo para cuidar a los demás porque pasamos todo el día fuera de casa,
produciendo para ganar un salario, y atascados en las horas punta de las
grandes ciudades. Hemos externalizado los cuidados, y dejamos a nuestros bebés,
ancianos y ancianas, y familiares enfermos o con discapacidades, a cargo de
mujeres. Unas lo hacen gratis, otras precariamente, y otras en condiciones de
semiesclavitud o esclavitud.
Somos nosotras las que sostenemos el mundo con nuestro trabajo de crianza,
cuidados y labores domésticas. Pero la mayor carga recae en las mujeres pobres:
sin ellas no podríamos producir ni reproducirnos. El capitalismo se sostiene
gracias a la explotación de miles de millones de mujeres pobres y del trabajo
gratis que realizan todas las mujeres en sus hogares.
Las mujeres que cuidan necesitan que garanticemos su derecho a la autonomía
económica, a cotizar en la seguridad social, a salarios dignos, a vacaciones y
descansos, a tener pensión de jubilación, a disfrutar de tiempo libre, y a
recibir los cuidados de la comunidad para poder ejercer su trabajo en óptimas
condiciones psicológicas, emocionales y físicas.
No es justo que no se valore social y económicamente a las madres, las
enfermeras, las parteras, las niñeras, las maestras, las cocineras, las
cuidadoras, las empleadas de limpieza. No es justo que las madres tengan que
separarse de sus crías y no puedan cuidarlas, no es justo que estos cuidados
los asuma otra mujer de bajos recursos a cambio de un salario indecente. No es
justo que los hombres tengan libres 3 horas más al día que las mujeres. No es
justo que tengamos que elegir entre maternidad y carrera profesional, no es
justo que si criamos tengamos que renunciar a tener ingresos. No es justo que no se reconozca la
inmensa labor que hacen los y las profesionales que se encargan de educar, de
curar, de cuidar, de alimentar, de acompañar a las personas que más lo
necesitan.
Para cambiar el mundo necesitamos hacernos cargo de los cuidados
colectivamente: es un asunto político, social y económico de primer orden. Es
urgente dejar de cargarnos a las mujeres toda la carga reproductiva y
doméstica, y además obligarnos a asumir también la producción, a costa de nuestra
salud y nuestro tiempo libre.
En algunos países nórdicos se han tomado algunas medidas para alargar los
permisos de maternidad, y para repartir los cuidados a bebés entre hombres y
mujeres, pero no es suficiente: necesitamos un cambio radical en nuestro
sistema productivo que nos permita a todos tener tiempo y dinero para cuidar a
nuestra gente querida.
Sólo podremos garantizar a los niños y niñas una infancia feliz si esta se
desarrolla en un ambiente familiar y seguro, con diversas fuentes de afecto,
que le permitan ir construyendo su identidad sin miedos, y sin la angustia de
la separación de sus vínculos de referencia. Los bebés se merecen ser cuidados
por gente que les quiera, les proteja, les cuide y les eduque con amor. Los
ancianos, las ancianas, las personas con discapacidades o enfermas también. Son
los más vulnerables, y los que más sufren la crueldad de un sistema que los
deja fuera y que no permite que los suyos puedan cuidarlos.
Es el momento de colectivizar los cuidados, y de que todos y todas podamos asumir
nuestra responsabilidad en las tareas básicas para la supervivencia
(alimentación, higiene y limpieza, administración de los recursos, cuidados a
los que necesitan ayuda, crianza y educación de bebés, niños y niñas, cuidados
a animales y plantas domésticas). Todos, y también todas, tenemos derecho a ser
cuidados y a cuidar a los demás, con el disfrute y las obligaciones que ello
conlleva.
Cuidar es una tarea titánica: necesitamos una tribu, necesitamos tiempo y dinero,
y condiciones laborales que nos permitan implicarnos activamente en nuestras
tareas de crianza y cuidados. Necesitamos expandir los cuidados a la comunidad,
ampliar el concepto de familia más allá de la pareja y del parentesco, y construir
nuestras redes de cuido en grupos de gente unida por vínculos de afecto y de
apoyo mutuo. Cuanto más grande sea la red y más gente comparta los cuidados,
más tiempo libre tendremos todos, y más calidad de vida habrá para todos y
todas.
Tenemos que poner los cuidados y la crianza en el centro de nuestros
movimientos sociales y políticos, y situarlos como una prioridad en la agenda
de los gobiernos. También es fundamental un cambio social y cultural: tenemos
que aprender a trabajar en equipo, a ser más solidarios y ayudarnos mutuamente, a tratarnos bien, a
querernos bien, a cooperar con la gente para que la vida se nos haga más fácil
y más bonita a todos y a todas.
Compartir los cuidados y querernos bien es una forma de resistencia política
frente a un sistema que nos quiere solos y solas, aisladas unas de otras,
compitiendo con las demás, sobreviviendo cada cual como puede. Los
problemas personales son en su mayoría sociales y políticos, por eso tenemos
que buscar soluciones colectivas, no individuales.
Tenemos a favor el avance de la lucha feminista en todo el mundo, y el
tremendo salto tecnológico que vamos a dar en las próximas décadas: el mundo
laboral va a cambiar de una forma drástica con la llegada de los robots. Ya no
será necesario explotar económicamente a miles de millones de personas, así que
podremos acabar con la esclavitud femenina y la esclavitud infantil.
Si somos capaces de transformar nuestro sistema productivo de manera que
nos beneficie a todos y a todas, podremos asegurar una renta básica para toda
la población. Con un ingreso básico asegurado, podríamos cuidar, criar, educar
y construir redes afectivas de apoyo mutuo para repartir el trabajo entre todas
y todos de una manera equitativa.
El cambio que propone la lucha feminista en nuestra forma de organizarnos y
de cuidarnos nos permitiría garantizar los derechos humanos de todas las
mujeres, niñas y niños, y personas dependientes: derechos sexuales y
reproductivos, derecho a techo y a comida, derecho a una educación y una
sanidad pública y de calidad. Derecho a cuidar y a ser cuidados, derecho a
vivir una vida libre de violencia, derecho a tener tiempo libre para vivir la vida
y disfrutarla con nuestra gente querida.
Colectivizar los cuidados es, desde mi punto de vista, una de las
principales vías para acabar con el patriarcado y el capitalismo. La tarea no
es fácil pues se trata de encontrar nuevas formas de organizarnos, de producir
y de consumir, nuevas formas de convivir y relacionarnos, nuevas formas de
querernos y de cuidarnos. Pero sin duda es un proceso apasionante, porque forma
parte de la revolución sexual y emocional, cultural y social, económica y
política que estamos llevando a cabo desde los feminismos.
Otras formas de cuidarnos son posibles: desde
los cuidados podemos transformar la economía, la política, y la sociedad
entera. Colectivizar los cuidados es hoy, por hoy, la única manera de acabar
con la desigualdad, la explotación, y la violencia patriarcal, y de transformar
el mundo que habitamos en un lugar más pacífico, igualitario y amoroso.
Coral Herrera Gómez
El libro "Los Cuidados" ha sido coordinado por Antonio Girón y Raquel Congosto junto con Ecologistas en Acción. Tanto el libro como el documental son una propuesta de intervención en territorios para reflexionar y aprender sobre el cuidado y lo común. Han participado asociaciones vecinales, colectivos de barrio, y personal de la Sanidad Pública española.
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