U.N.A. ONLINE Redes con visión de Género ha publicado un monográfico sobre el amor en el que sale un artículo mío, "Amores Dependientes".
Pinchando la imagen podeis leer la revista y pasar las páginas, es una pasada.
31 de octubre de 2010
4 de octubre de 2010
Entrevista en Diario Público
Me entrevistaron en Público:
http://www.publico.es/espana/339644/-el-amor-es-tan-adictivo-como-las-drogas
Varios psiquiatras aseguran que existe la adicción al sexo,
¿existe también la adicción al amor?
Por supuesto que sí. La antropóloga Hellen Fisher realizó un
estudio con grupos de cocainómanos y enamorados y descubrió que tienen las
mismas sensaciones. De ahí que se defina el amor como una droga: ambos provocan
sentimientos placenteros y, cuando ya no están esos sentimientos, aparece el
mismo síndrome de abstinencia. El amor es tan adictivo como las drogas.
¿Existe un perfil de persona adicta al amor?
Como en cualquier otra adicción, hay gente más propensa que
otra, pero no existe un perfil exacto de adicto.
¿Qué puede causar esta "enfermedad"?
Varios factores, pero principalmente se debe a la herencia
que nos ha dejado el modelo de sociedad patriarcal, que crea dependencia mutua.
Piensa en la gente mayor de un pueblo. Si se muere un hombre: "Pobrecita
la mujer, que se queda sola"; pero si se muere una mujer es todavía peor:
"¡Qué va a hacer ahora él solo, si no sabe hacer nada!".
Pero eso ya está cambiando en las últimas generaciones, ¿no
es así?
Sí, pero la sociedad aún no está preparada para la gente
soltera. Con 4 años, tus mayores te preguntan si tienes novio cuando sales de
la guardería, a los 30 te preguntan que cuándo te casas Lo preocupante es que
ahora que, sobre todo las mujeres, hemos conseguido la independencia económica,
todavía dependemos emocionalmente de los demás. La gente sigue confundiendo los
términos. A menudo oímos eso de "te necesito, te quiero", y la
necesidad no es amor. La necesidad sólo crea una dependencia insana.
¿A qué se debe esa necesidad?
Se debe a la insatisfacción permanente que sufrimos en la
sociedad postmoderna. Cuando conseguimos una meta, enseguida buscamos otra. Y
así provocamos nuestra infelicidad permanente. Ahora lo tenemos todo, pero
siempre nos falta algo. Podemos tener una familia y unos amigos estupendos, un
buen trabajo, etc., pero si no tenemos pareja estaremos siempre deprimidos. Esa
necesidad de estar en pareja tiene, además, otras consecuencias. Como todavía
existen hombres que temen a las mujeres poderosas, independientes e
inteligentes, hay muchas mujeres que se esconden e intentan no destacar
demasiado porque piensan que, si no, jamás ligarán.
Y, según usted, la culpa es de los cuentos clásicos...
Influyen mucho en nuestra forma de actuar a la hora de
elegir una pareja porque, por culpa de las historias que nos han contado desde
pequeñitos, tampoco nos vale cualquiera. Blancanieves y Cenicienta nos han
vendido el mito del amor romántico como el único amor posible. Esa es la causa
de que las mujeres sigamos buscando a nuestro príncipe azul y ellos a su
princesa. Y esto ocurre también en las parejas homosexuales. Por eso, cuando
estamos en pareja intentamos cambiar todo lo que no nos gusta del otro, para
que sea esa persona perfecta que soñamos desde siempre. Y el problema es que el
ser humano es imperfecto por naturaleza.
¿Y cuál es la solución?
Aceptar que no existen los príncipes azules ni las medias
naranjas. Que uno más uno no son uno, son dos. Tenemos que aceptar a nuestra
pareja tal y como es, saber que no te pertenece y que, simplemente, es una
persona independiente que comparte tu vida. Sólo así podremos hacernos todos la
vida más fácil.
http://www.publico.es/espana/339644/-el-amor-es-tan-adictivo-como-las-drogas
Otras entrevistas:
ENTREVISTA RADIO 3
Publicado por
Coral Herrera Gómez
1 de octubre de 2010
Ni si ni no, ni blanco ni negro: más allá de las etiquetas
Los seres humanos tenemos diferentes formas de pensar dependiendo del idioma que hablemos y la cultura a la que pertenezcamos. La sociedad occidental, por ejemplo, se caracteriza por la estructura de pensamiento binaria que divide la realidad en dos grandes grupos opuestos entre sí. Y además, uno representa lo superior y el otro lo inferior, supongo que os sonará todo esto a Platón.
Según el dualismo idealizante de Platón, la realidad se presenta dividida en dos mundos distintos y contrapuestos: por una parte, el mundo superior, invisible, eterno e inmutable de las ideas y, por otra, el universo físico, visible, material, sujeto a cambios. En un polo está la biología, en otro la sociedad; en uno el cuerpo y en el otro el alma.
Aristóteles, en esta línea, también afirmó que la realidad está dividida en pares de opuestos, que son la base del pensamiento y nuestra forma de acceso al conocimiento. Esta idea culmina en la Ley del Tercio Excluso, "tertium non datur" ('una tercera (cosa) no se da), y según este principio, toda proposición es verdadera o falsa. Entre estos dos valores de verdad no se admite nada intermedio o “tercero”.
El pensamiento binario es lo que nos hace amar al Barça y odiar al Real Madrid, declararnos heteros u homos, ser cristianos y rechazar a los musulmanes, defender nuestro pueblo contra el otro pueblo, lo mío frente a lo tuyo, perseguir la delgadez y huir de la obesidad, subir del Sur hacia el Norte. El fundamentalismo existe porque pensamos desde los extremos, como si entre ambas purezas no existiese una vasta y rica gama de matices.
Esta forma de pensar hace que para nosotros la juventud y la vejez, la salud y la enfermedad, la cordura y la locura, los humanos y los animales, los hombres y las mujeres, sean cosas distintas. Y es que necesitamos categorizar todo, clasificarlo y definirlo, para tratar de mantener el orden, para garantizar la seguridad. Si un día mi madre se levantase hablándome en chino y no pudiéramos entendernos, yo pensaría probablemente que estoy trastornada de la cabeza o viviendo una pesadilla.
Por eso separamos, definimos, clasificamos todos los objetos, seres vivos, situaciones, sentimientos, sexualidades; para tener claro quiénes somos, cuál es nuestro lugar y nuestro papel. Todos necesitamos saber lo que no somos (no soy una mujer, no soy un niño, no soy pobre, no soy gitana), porque eso nos ayudará a determinar nuestro comportamiento, expectativas y trayectoria vital.
Yo defiendo la idea de que todas las etiquetas nos cierran puertas: si soy homosexual, no puedo ser hetero, si soy hombre no puedo experimentar mi feminidad, si soy paya no puedo casarme con un gitano, si soy jefa no puedo irme de marcha con mis empleados, si soy testigo de Jehová no puedo interesarme por el budismo…
Las etiquetas bipolares no sólo han empobrecido nuestro desarrollo cerebral y nuestra evolución intelectual, sino que además ha provocado una división positiva y negativa de la realidad que, por más que parezca absurdo, ha generado una profunda desigualdad y un sistema social injusto. En casi todas las sociedades patriarcales el poder degradó a lo inferior conceptos como la colectividad, la ternura, la sensibilidad, la debilidad, la contingencia, la feminidad, la naturaleza, la pasión, la irracionalidad, la animalidad, la homosexualidad, la reproducción, la oscuridad, subsumiendo a todos en una misma categoría. En la tradición misógina, la superioridad estaba representada por los conceptos de virilidad, dureza, fuerza, razón, ley, individualismo, cultura, orden, claridad, heterosexualidad, etc.
El correlato social y económico de esta cultura binarista y jerárquica ha sido la supremacía del hombre blanco sano, rico, heterosexual y occidental sobre otros hombres (niños, ancianos, homosexuales, hombres de cualquier otra etnia o raza) y sobre las mujeres durante siglos. En el peldaño inferior de esta gradación piramidal y excluyente se encuentra la mujer negra, pobre, lesbiana, enferma o anciana.
Esta forma binaria y jerarquizada de pensamiento fue el origen de los procesos de expansión y anexión de territorios, y se halla en la base de todas las guerras y la violencia entre pueblos y culturas. Es cierto que los animales también poseen relaciones jerárquicas y conflictos de poder, pero nosotros somos evidentemente un caso especialmente conflictivo, sobre todo para el propio planeta, pues nuestra destructividad y crueldad no conoce límites en un mundo arrasado por las guerras, el hambre y la pobreza.
Pienso que es importante entender que esta forma de pensar está cargada de ideología porque considera que los fuertes han de dominar a los más débiles. Por eso el hombre se cree con derecho a dominar y esclavizar la naturaleza, la tierra, los animales, e incluso a sus semejantes, en primer lugar las mujeres y los niños, y después, los más débiles (ancianos, pueblos pacíficos, desviados, marginados, pobres, etc.). La mayor parte de las mujeres también se mueven en esas categorías, porque el género femenino también piensa de forma binaria y ha asumido, en la mayor parte del mundo, su subordinación al hombre. Ha integrado en su interpretación de la realidad su condición de ser inferior, y ha interiorizado esta ideología patriarcal entendiéndola como natural, inevitable, lógica y eterna (Pierre Bourdieu, 1998). Prueba de ello es que las mujeres han transmitido los valores del patriarcado a su descendencia, generación tras generación, mediante la educación diferenciada de roles y estereotipos de género.
Con el desarrollo de la Antropología hemos podido comprobar que existen otras culturas humanas en las que existen otros conceptos sobre la normalidad y donde no piensan divididos entre dos categorías extremas. No es de extrañar que sean las más pacíficas e igualitarias. Además, se mueven con mucha más libertad que nosotros en el tema de los roles, y no estereotipan de una manera tan simple la realidad.
Siguiendo con Occidente, el relativismo del siglo XX vino a traer un poco de crítica a este sistema de conocimiento y de construcción social. El tiempo transcurre diferente según desde donde se esté; el vaso se ve medio lleno o medio vacío, y entre el negro y el blanco hay una bella e infinita riqueza cromática.
También el movimiento hippy nos permitió conocer la estructura mental oriental a través del budismo y el hinduismo, religiones que entienden que la vida es parte de la muerte, y que concibe la realidad como un todo. Es decir, la filosofía oriental cree que todo forma parte del mismo proceso, y eso está simbolizado en la figura del ying y el yang, en la que luz y oscuridad, feminidad y masculinidad son las dos caras de la misma moneda y se complementan a la perfección, sin contradicciones.
Uno de los intelectuales que más ha aportado a la hora de criticar el reduccionismo occidental y presentar una propuesta teórica para superarlo ha sido Edgar Morín, que propone sustituir el pensamiento único con el pensamiento complejo, que define como “un pensamiento que relaciona”: “Esto quiere decir que en oposición al modo de pensar tradicional, que divide el campo de los conocimientos en disciplinas atrincheradas y clasificadas, el pensamiento complejo es un modo de religación. Está pues contra el aislamiento de los objetos de conocimiento; reponiéndoles en su contexto, y de ser posible en la globalidad a la que pertenecen”
También Helen Fisher habla del pensamiento en Red, que parece ser más común en las mujeres: a la hora de analizar un problema y tomar una decisión hay que tener en cuenta todas las variables y las relaciones entre ellas, entendiendo que el análisis simple y en línea recta empobrece la psique humana y reduce el libre albedrío de los sujetos.
La Teoría Queer denunció que estas clasificaciones binarias sólo sirven para discriminar, porque imponen un sistema de poder que considera que unos están arriba y otros abajo, que unos son normales y otros anormales, que unos son salvajes y otros civilizados. Es una teoría que aboga por lo Trans, es decir, el ir más allá de las etiquetas reduccionistas y explorar la complejidad de los fenómenos entendidos como procesos, no como productos acabados. Los queers se mueven en el terreno de los nadie, de la ambigüedad, la androginia; ese espacio social donde un@ puede jugar a intercambiar roles, identidades y estéticas como le plazca.
Lo Queer promueve la libertad del cuerpo y la deconstrucción de las verdades dadas por supuestas e instaladas como naturales en nuestra cultura, y el fin de las categorías excluyentes que constriñen y encajonan nuestra identidad, impidiéndonos evolucionar y limitando nuestra libertad.
Coral Herrera Gómez
Otros artículos relacionados:
"El futuro es Queer"
Manifiesto de los Amores Queer
Publicado por
Coral Herrera Gómez
24 de septiembre de 2010
El miedo masculino a la potencia sexual femenina
Entre 1970 y 1988, William Hartmann, del Centro para Problemas Maritales y Sexuales, en California, monitorizó el orgasmo de 469 mujeres y 289 hombres voluntarios. El mayor número de orgasmos en una hora fue de 134 para la mujer y 16 para el hombre.
El miedo de los hombres a la potencia arrasadora de la sexualidad femenina ha sido uno de los grandes motivos para encerrar a las mujeres en el ámbito doméstico, para cubrir sus cuerpos (desde el velo hasta el burka), para mutilarlos (dos millones de niñas al año son castradas a manos de sus familiares) y para estigmatizarnos como seres más próximos a la animalidad y la irracionalidad que a la cultura y la civilización humana.
La mayor parte de los monstruos femeninos de las culturas patriarcales son seres eróticos, voraces, insaciables sexualmente, apasionados, crueles hasta el extremo. Las Gorgonas, las Harpías, las Erinias, las Amazonas, las Sirenas, la Esfinge, las Succubus, Medusa, las Lamias, las Centaurides, las Empusas, Artemisa, Afrodita….
Otras diosas monstruosas fueron: Andras, un Espectro Bisexual; Astartea, el Ángel del Infierno; Gomory, la Maestra del Sexo; Is Dahut, la Amante Insaciable; Perséfone, la Reina del Inframundo; Zalir, la Lesbiana, Zemunín, la Prostituta.
Otras mujeres malas (malas porque se sienten libres y actúan como quieren) son Lilith (para la cultura hebrea) y Eva (para la cristiana), porque con su curiosidad corrompen la bondad del hombre.
Lilith es considerada la primera esposa de Adán en la literatura rabínica. En las leyendas populares hebreas es el espíritu del mal y la destrucción, el demonio animal con rostro de mujer. Dios no la creó a partir de la costilla del primer hombre, sino de “inmundicia y sedimento”. Según Erika Bornay (1998), Lilith y Adán nunca encontraron la paz, principalmente porque Lilith, no queriendo renunciar a su igualdad, discutía con su compañero sobre el modo y la forma de realizar su unión carnal.
Lilith consideraba ofensiva la postura recostada que él exigía. “¿Por qué he de acostarme debajo de ti?”, preguntaba, “yo también fui hecha de polvo, y por consiguiente, soy tu igual”. Como Adán trató de obligarla por la fuerza, Lilith, airada, pronunció el nombre mágico de Dios, se elevó en el aire y lo abandonó. La diablesa huyó del Edén para siempre y se fue a vivir a la región del aire “donde se unió al mayor de los demonios y engendró con él toda una estirpe de diablos”.
Las religiones monoteístas, en general, están obsesionadas con el deseo de la mujer. Su principal objetivo es controlar el erotismo femenino y reducirlo a la tarea de la reproducción. Según Erika Bornay, los penitenciales medievales revelan que el acto carnal entre un hombre y una mujer no unidos en santo matrimonio era considerado más grave que el asesinato:
“El continuo apelar a la abstinencia, esta insistencia la maldad intrínseca del goce sexual, este desprecio sin paliativos por la carne necesitó de la figura de un “impulsor”, un culpable, un ser proclive al pecado, que no fuera aquel hombre creado a “semejanza de Dios”. Se necesitaba de “otro” que por la lógica de estas filosofías patrísticas, iba a ser otra: Eva, la Mujer. Es en ella en quien los padres de la Iglesia encarnarán todas las tentaciones del mundo terrenal, el sexo y el demonio. Y ello pese a que en el Antiguo Testamento el hombre reconoce a la mujer como su igual”.
La moral patriarcal ha dividido a las mujeres en dos grupos: las seductoras, que destacan por su erotismo y sexualidad; sus artes sensuales sirven para desorientar y manipular a los hombres, que tienen que huir de ellas para no sentirse dominados. Y por otro lado están las discretas, que aparentan no sentir deseo alguno. Las primeras son malas porque son promiscuas, y porque no son sumisas a la autoridad masculina, ni se sienten objeto perteneciente a ningún dueño. Las segundas son las madres y las esposas, esas mujeres complacientes y bondadosas que tienen sexo solo por complacer a sus maridos, no porque lo deseen por ellas mismas.
Esta idea implica que su cuerpo, de algún modo, no es suyo, sino del hombre con el que se casa, del cura que la confiesa, del médico que la explora, del gobernador que ejecuta las leyes, de los parlamentarios que las aprueban. Su cuerpo reproductor es un bien social, por eso la maternidad se contempla como algo obligatorio, natural y necesario para las mujeres.
Ya sabemos que a las mujeres que han elegido un camino distinto haciendo ejercicio de su libertad les ha tocado morir torturadas, asesinadas, y quemadas en la hoguera. La figura de la bruja, la vampiresa, la loba, la hiena, ha sido común para representar a las mujeres con deseo sexual, y forma parte de las pesadillas del imaginario masculino la mujer a la que ningún hombre sacia.
En nuestra cultura, las mujeres que han disfrutado de su cuerpo y su sexualidad han sido siempre estigmatizadas socialmente como malas mujeres, mujeres de vida alegre, mujeres de la calle, putas o ninfómanas. En definitiva, las mujeres que se apartan de sus estereotipos y roles de género, y su función reproductora, son penalizadas socialmente por ello, y esto ha sido así durante muchos siglos.
Por eso han tenido que recurrir siempre a cómplices y ayudantes para poder vivir su sexualidad al margen de la moral patriarcal. En el caso de las lesbianas, el ambiente doméstico propició de alguna manera que las mujeres pudieran compartir placeres y cariño sin la represión masculina, aunque siempre en la clandestinidad.
En el caso de las heterosexuales, son las alcahuetas, celestinas, criadas… las que ayudaban a las mujeres recluidas en su casa destinadas a un matrimonio de conveniencia. Ellas facilitaban los acercamientos masculinos, el establecimiento de las citas clandestinas, el reparamiento de virgos antes de las bodas, el adulterio sostenido de las casadas. Y es que la hipocresía cristiana y burguesa daba por sentado que las mujeres no tenían deseos propios y que su deber era guardarse del deseo masculino, siempre potente y desbocado.
En el caso de las heterosexuales, son las alcahuetas, celestinas, criadas… las que ayudaban a las mujeres recluidas en su casa destinadas a un matrimonio de conveniencia. Ellas facilitaban los acercamientos masculinos, el establecimiento de las citas clandestinas, el reparamiento de virgos antes de las bodas, el adulterio sostenido de las casadas. Y es que la hipocresía cristiana y burguesa daba por sentado que las mujeres no tenían deseos propios y que su deber era guardarse del deseo masculino, siempre potente y desbocado.
En el caso de los hombres, el orgasmo es esencial para la inseminación: las embestidas empujan los espermatozoides dentro de la vagina. El óvulo de la mujer, sin embargo, es expulsado naturalmente por el ovario una vez al mes, independientemente de su respuesta sexual; esto es lo que hace incomprensible la función del orgasmo múltiple para los científicos.
Según Helen Fisher (2007), una de las causas del orgasmo femenino radica en el placer que siente la mujer: “para la mujer el orgasmo es un viaje, un estado alterado de conciencia, una realidad diferente que la eleva por una espiral que llega hasta el caos, y que luego le proporciona sensaciones de calma, ternura, y cariño que tienden a cimentar la relación con el compañero”.
Otros autores inciden en la idea de que el orgasmo sacia a la mujer, y eso la induce a permanecer acostada, lo que impide que la esperma escape del canal vaginal. El antropólogo Donald Symons piensa que, al no tener el orgasmo femenino una utilidad directa en la concepción, es un fenómeno anatómico y fisiológico innecesario que ha subsistido a la evolución femenina solo por su importancia para los hombres. Como el orgasmo es señal de haber llegado a la máxima satisfacción, a los hombres les gusta que la mujer lo experimente porque es la prueba de la gratificación de su compañera, y tal vez porque suponen que de ese modo tenderá menos a buscar aventuras sexuales.
Desde esta óptica (poco afortunada a mi entender), el orgasmo femenino sirve o existe para alimentar el Ego del macho y lo prueba el hecho de que muchas fingen tenerlo para no herir a su compañero. Catharine MacKinnon, por ejemplo, ve en la “simulación del orgasmo” una demostración ejemplar del poder masculino de conformar la interacción entre los sexos de acuerdo con la visión de los hombres, que esperan del orgasmo femenino una prueba de su virilidad y el placer asegurado por esta forma suprema de sumisión.
Como el placer femenino no ha de ser retenido, ni cae en picado como sucede en la eyaculación, la mujer que disfruta está siempre en el cénit, navegando por las cumbres del éxtasis. Es, en este sentido, un placer desordenado, sin principio ni fin: “En su erupción voluptuosa, el cuerpo femenino es desobediencia civil a la anatomía impuesta; induce metafóricamente una nueva socialidad, un nuevo exceso; y demuestra lo siguiente, que lo genital y sus placeres localizados son una limitación a la que un día, hace poco, obligamos al cuerpo”. (Pascal Bruckner, 1977)
La sexualidad femenina confunde al hombre, según este autor, porque constituye, aun hoy en día, un tipo de sexualidad diferente a la suya, un mundo, pues desconocido y temible. El hombre nunca puede estar seguro de si su aparato sexual va a funcionar como es debido, si después de una erección podrá lograr otra.
A veces se encuentra atrapado en su propio falo mientras el placer de la mujer se expande en el tiempo y el espacio: “En los orgasmos de las mujeres habitan unos universos increíbles de los que nos enamoramos locamente a pesar de su distancia insuperable. Aun cuando los gestos de la amada parecen dirigidos y dedicados a nosotros, siguen expresando las oscuras regiones que nos excluyen”. (Bruckner, 1977)
Las mujeres deben orientar y definir su erotismo de acuerdo con las normas dominantes y simultáneamente, con las específicas de su género. Las mujeres tienen así, según Marcela Lagarde, una doble asignación erótica: tienen deberes, límites, y prohibiciones, por ser miembros de una determinada cultura, y otros específicos por ser mujeres.
Una de las razones por las que existen entre 85 y 114 millones de niñas y mujeres mutiladas en el planeta es porque se piensa que sin capacidad para tener orgasmo, serán mujeres fieles a sus maridos. Si se mutilan masivamente es porque se sabe que todas las mujeres tienen una sexualidad tan “fuerte” o mayor que la del hombre, y por eso se trata de eliminarla. Porque se entiende el cuerpo femenino como para ser usado por un hombre, no para ser disfrutado por la propia mujer. Y también porque se entiende que la sexualidad femenina ha de ser controlada, constreñida, arrancada, para que no se desparrame y provoque el caos social y económico. El fantasma de la promiscuidad femenina sigue planenado en nuestra cultura como un peligro que atenta contra la inocencia de los niños y niñas, la estabilidad de las familias, el orden de las cosas.
Otro asunto es la promiscuidad masculina, inevitable ante la naturaleza del macho que necesita esparcir sus millones de espermatozoides por doquier. De ahí la doble moral sexual, que entiende que en ellos es un pecadillo perdonable, y en ellas una monstruosidad aberrante.
Otro asunto es la promiscuidad masculina, inevitable ante la naturaleza del macho que necesita esparcir sus millones de espermatozoides por doquier. De ahí la doble moral sexual, que entiende que en ellos es un pecadillo perdonable, y en ellas una monstruosidad aberrante.
1) Barash, David P y Lipton, Judith Eve: “El mito de la monogamia”, siglo XXI, Madrid, 2003.
2) Bornay, Erika: “Las hijas de Lilith”, Ensayos Arte Cátedra, Madrid, 1998
3) Bourdieu, Pierre: “La dominación masculina”, Anagrama, Colección Argumentos, Barcelona, 2000.
4) Bruckner, Pascal, y Finkielkraut, Alain: “El nuevo desorden amoroso”, Anagrama, Barcelona, 1979.
5) Fisher, Helen: “El primer sexo”, Taurus, Madrid, 2000.
6) Yela García, Carlos: “El amor desde la psicología social. Ni tan libres, ni tan racionales”, Ediciones Pirámide, Madrid, 2002.
Otros artículos de la autora:
¿Están los hombres en crisis?
EL AMOR, UTOPÍA EMOCIONAL
Publicado por
Coral Herrera Gómez
18 de septiembre de 2010
Manifiesto de los Amores Queer
1. El Amor Queer es un proceso a disfrutar, no una meta a la que llegar.
2. Los amores Queer reniegan de las tradicionales historias de amor que venden promesas de eternidad y felicidad, y proponen acabar con la exclusividad sobre los penes, los coños y los corazones de otras personas.
3. Los y las amantes queer rechazan la tiranía del orgasmo y expanden el erotismo al cuerpo entero, sin quedarse estancados en los genitales, potenciando la sensibilidad de todas las partes, descubriendo nuevos caminos en el sexo más allá de la gimnasia pornográfica tradicional.
4. Los amores queer no comparten los anhelos de eternidad ni el trauma del divorcio, porque disfrutan de las historias hasta que se acaban, felices de haberlas sentido y sin sensación de haber perdido nada "para siempre".
5. A los amantes Queer les asquea el infierno de la convivencia forzada,y reniegan la idealización y la desilusión constante de la pareja tradicional. No desean seguir el modelo monogámico, reproductivo y heterosexual que nos imponen las industrias culturales a través de los relatos.
Por eso los amantes queer no sufren la frustración que crea el amor romántico y les encanta disfrutar de la vida, el sexo y las emociones con la gente de carne y hueso.
6. El Amor Queer aboga por las relaciones basadas en la libertad y las ganas de compartir, por la autonomía de los enamorad@s, y la ruptura con la tradicional división de roles que reparten las tareas de un modo desigual y abusivo.
7. Todas las personas tienen derecho a vivir sus performances de amor creados entre dos o más personas para vivir una ilusión ficticia a través del cuerpo y el sexo. También pueden vivir amores virtuales, imposibles, platónicos, a la edad que quieran y con quien les de la gana, pasando del realismo.
8.Los amores Queer abogan por una sociedad donde el erotismo se libere de la represión emocional y física de los cuerpos, y donde tod@s puedan relacionarse en libertad y del modo en que les venga en gana. Por eso cada amor queer es diferente; hay tantos como gente desviada de la normalidad hetero, homofóbica y misógina.
9. Los amantes Queer son gente de las periferias, pero no excluyen a nadie. El movimiento Queer incluye a hombres, mujeres, personas intersexuales, transexuales travestid@s, maricas bolleras, prostitutas, chaperos, negr@s, latin@s, gente de todas las edades y clases socioeconómicas, de todos los gustos, de todas las razas y religiones, sin discriminacíón por etiquetas.
10. El Amor Queer es bisex, trisex, y se extiende hasta el infinito. No categoriza la orientación sexual tradicional (homo, hetero, bisexual) porque no entiende las relaciones como solo "cosa de dos", ni tampoco divide a la Humanidad en dos géneros opuestos (mujeres, hombres) con la cantidad de grados de intensidad que tienen las identidades posmodernas, y la cantidad de máscaras y performances teatrales que somos capaces de llevar a cabo en un mismo día.
11. Los amores Queer incluyen también a la gente asexual, a los y las solitarias, a los y las promiscuas,a los adictos y a los inapetentes, a l@s frikies, los raros y las raras, a las minorías de cualquier tipo, y a todo aquel o aquella que tenga curiosidad por ampliar horizontes en su mente, su cuerpo, su sexo.
12 El Amor Queer no excluye al sexo del sentimiento, ni al sentimiento del sexo. Las relaciones queer no dividen a la población entre la gente con la que se folla y con la que un@ se enamora, porque todo el mundo es follable y amable.
Los amantes queer asumen sus contradicciones y no distinguen entre cuerpo y alma, mente y emoción, sino que lo viven como un todo, aceptando y enriqueciéndose con la complejidad de los sentimientos y el deseo humano.
13 El Amor Queer explora en las relaciones de poder llevándolas al juego sexual, y liberándolas de las categorías binarias sumsión-dominación fuera de él. Las relaciones queer pretenden ser igualitarias porque nadie será superior cuando desaparezcan las clasificaciones discriminatorias.
14 Los amores Queer rechazan la necesidad como base de una relación amorosa y denuncian la dependencia mutua (emocional y económica) que sostiene el sistema amoroso patriarcal. Es más bonito amar desde el deseo y la libertad que desde el contrato monogámico y exclusivista.
15 El Amor Queer cree que ninguna institución (ni la Iglesia, ni Hacienda, ni el Estado) debe seguir teniendo poder sobre la vida intima de las personas, sobre sus relaciones sexuales y amorosas, sobre su vida reproductiva. L@s amantes no necesitan bendiciones, sino libertad para ir y venir, amar y compartir, sin ataduras que conviertan el compromiso en una prisión.
16 Los queers no discriminan a nadie por su altura o su pequeñez, por su delgadez o su obesidad, ni por sus arrugas, sus imperfecciones, sus deformaciones; el amor queer se libera de la tiranía de la belleza y el fascismo del culto al cuerpo.
17 El Amor Queer denuncia la hipocresía del romanticismo burgués en torno a la fidelidad femenina y la promiscuidad masculina, el adulterio y la prostitución como vía de escape al aburrimiento del matrimonio.
18 Las relaciones sexuales y afectivas deben alejarse del egoísmo intrínseco al sistema capitalista y democrático, basado en el deseo de posesión de cuerpos y mentes ajenas. Las personas tenemos que liberarnos de la fidelidad como exigencia para vivir una aventura amorosa con alguien, y dejar de considerar a los demás como objetos hechos para nuestro disfrute.
19 Los amores queer son dinámicos, están vivos, en continuo movimento. Y no por ello sus sentimientos son menos profundos, sino más auténticos, porque no están sujetos a tabúes, prohibiciones, normas rígidas.
Los amores queer se alejan de la mentira y la traición, de la culpabildad y la represíón, porque no las necesitan para relacionarse con gente libre.
20 Los amores queer no necesitan, tampoco, las estructuras amorosas tradicionales. Trabajan en crear nuevas estructuras más abiertas y flexibles, donde la gente se dedique más a gozar y menos a soñar. La aventura de inventar formas nuevas es excitantemente queer, porque cada uno se crea las suyas con quien quiere.
Los amores Queer se retroalimentan a sí mismos, no mueren, porque no se concentran, sino que se dispersan y se multiplican. No se destruyen, sino que se regeneran a sí mismos, creando redes, aunando químicas, insaciablemente.
Publicado por
Coral Herrera Gómez
Etiquetas:
AMOR,
Coral Herrera Gómez,
Género,
LGBT QUEER,
Luchas y Movimientos,
Masculinidades,
Material Didáctico,
MUJERES
Suscribirse a:
Entradas (Atom)