Mira dentro de tí, conecta con la niña que quería cambiar el mundo, mira hacia fuera, busca tu causa, únete a otras personas que tengan tu misma causa, y lucha por ella.
No puedes cambiar el mundo tú sola, pero sí puedes dedicar el poco tiempo y la poca energía que tienes a aportar a alguna de las miles de causas que existen en el mundo. Para saber cuál es tu causa, empieza por aquello que más te indigna, más te duele, y más te conmueve.
No te olvides que tus problemas personales son políticos, y que si estás sufriendo por algo, probablemente haya mucha gente sufriendo por lo mismo. El mundo está lleno de gente que lucha contra el machismo, la misoginia, el racismo, la xenofobia, el clasismo, la lesbofobia, el especismo, el capacitismo....
Hay gente luchando por la libertad y los derechos humanos, contra la pobreza y el hambre, la explotación y la violencia.
Hay gente luchando por sus barrios y sus pueblos, otros contra el cambio climático y la destrucción del planeta.
Hay gente que encuentra su causa en el arte, en el deporte, en la política, en la ciencia y el conocimiento, en la cultura, en las religiones, en los movimientos sociales y vecinales.
Unos luchan por los derechos de la infancia, otros por los derechos de las personas mayores, por los derechos de la gente con enfermedades o discapacidades, por los derechos de las mujeres y las niñas, por los derechos de los animales y demás seres vivos.
Otra gente está defendiendo el agua y el territorio, la biodiversidad, los árboles, los mares, la Educación, la Sanidad, los derechos laborales, la investigación científica, el decrecimiento, la distribución y el reparto equitativo de la riqueza, la subida de salarios, la reducción de horarios de trabajo, y la Renta Básica Universal.
Hay mucha gente luchando contra la evasión fiscal, el acaparamiento de recursos, la contaminación del aire y la tierra, los abusos policiales y judiciales, la usura desmedida, la manipulación de los medios de comunicación, la ciberviolencia, los desahucios, el tráfico de personas y animales, la corrupción, la exclusión social de los colectivos más empobrecidos...
Hay mucha gente ayudando a los colectivos más invisibles y más vulnerables en todo el mundo, muchos millones de personas que sueñan con un mundo mejor y nos ayudan a tomar conciencia de las injusticias.
Es gente que nos abre los ojos a realidades que no queremos o no podemos ver, y los necesitamos porque son las únicas que se dedican a visibilizar y erradicar la violencia que sufrimos y ejercemos en las aulas, en los centros de trabajo, en la familia y el entorno social, en los parlamentos y las instituciones, en los hospitales y los centros sanitarios, en las residencias de personas mayores, en los centros deportivos, en los medios de comunicación, en las redes sociales, en el transporte público, y en la calle.
Cuando encuentras tu causa, encuentras un motivo para estar vivo, o para estar viva, y aunque es muy doloroso vivir despierta y bien informada, y ser tan sensible al sufrimiento ajeno, sin duda tener una causa te hace sentir útil, te conecta con tu comunidad, te enreda con otras personas con las que compartes inquietudes y con las que se comprometen con su tarea.
Tener una causa es el mejor antidepresivo y el mejor ansiolítico del mundo, porque solas no podemos, pero con el apoyo de la gente como nosotras, todo es más fácil. Si has sufrido mucho en la vida, puedes volcarte para que nadie más tenga que pasar por ello.
Sentirte buena persona, saber que puedes ayudar a mucha gente, es una de las cosas que mejoran nuestra autoestima, nuestra confianza y nuestra relación con nosotras mismas.
Tener una causa es un salvavidas en un momento en el que tanta gente no logra encontrarle sentido a sus vidas, es la mejor medicina contra el suicidio.
Además, luchar por un mundo mejor te saca de tu egocentrismo y te permite mirar el mundo más allá de tu ombligo.
Y te permite entender que tú no puedes ser feliz mientras los demás sufren, y que el bienestar es un asunto colectivo y la felicidad un asunto político.
Busca dentro de tí qué es lo que más te mueve y te conmueve, y ponle todo el amor del mundo a tu causa: tener un motivo para luchar te hace más generosa y mejor persona.
¿Qué por dónde empiezas? Solo con investigar, reunir datos, recolectar información y ofrecer a los demás lo que has aprendido, sirve para que los demás puedan saber, abrir los ojos y tomar conciencia. Esta toma de conciencia sirve para que los medios lo visibilicen y los políticos tomen medidas, fíjate en cómo los activistas que protegen a la infancia y los activistas de la salud mental están logrando que los gobiernos empiecen a preocuparse por las altas tasas de suicidios. Pequeños actos de muy poca gente pueden cambiar la vida a millones de personas en el mundo.
Busca tu causa y busca tu gente, y lucha con ella.
Coral Herrera Gómez
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