En estos tiempos de guerra, no solo es esencial cuidarse a una misma en el campo de batalla, y cuidar a las compañeras, también hay que cuidar a las enemigas.
¿Quienes son tus enemigas?, ¿mujeres que no piensan como tú, mujeres que defienden ideas contrarias a la tuya, mujeres que no te caen bien o no te agradan?, ¿son mujeres que te han hecho daño? ¿O quizás mujeres que sientes como una amenaza para tus intereses?, ¿Tus enemigas son mujeres que te provocan celos o envidia?, ¿mujeres que votan al partido contrario, o siguen una ideología o religión opuesta a la tuya?, ¿son las mujeres que te irritan profundamente y despiertan en tí las más bajas pasiones?
No importa quienes son, si las conoces personalmente o no, lo importante es que puedas controlar tus emociones negativas para no hacerlas daño.
¿Por qué no puedo hacer daño a mis enemigas? Porque si estamos luchando contra la violencia patriarcal, no solo tenemos que tomar conciencia de los abusos y malos tratos que sufrimos, también de los que ejercemos.
Vivimos en un estado de guerra permanente: entre los pueblos, en los centros de estudio y de trabajo, en las redes sociales, en las familias, en las parejas, y hasta dentro de tí hay una guerra tremenda. Y a veces sin darte cuenta te haces mucho daño.
Dos son las grandes fuentes de sufrimiento para la Humanidad: la falta de recursos, de libertad y derechos, por un lado, y las relaciones con los demás por otro.
Para dejar de sufrir y dejar de hacer sufrir a los demás, hay que practicar el arte del Autocuidado, pero también tienes que cuidar tus relaciones: los conflictos, abusos, luchas de poder y violencias en las relaciones nos hacen sufrir mucho.
¿Por qué cuidar a tus enemigas?
Porque son mujeres como tú, y las mujeres sufrimos mucha violencia por parte de los machos y por parte del sistema, tanto en los espacios públicos como en las redes sociales.
Y entre todas ellas, las que sufren más violencia son las mujeres feministas y las activistas de movimientos sociales y políticos.
Todas las mujeres que son señaladas y expuestas públicamente (especialmente las que ponen la cara con nombres y apellidos) corren el peligro, cuando son atacadas por mujeres, de ser linchadas por los machos más violentos, que aprovechan el ataque entre nosotras para sumarse y para rematar a las víctimas.
Cuando todas las mujeres se van, se quedan los machos amenazando con violar y matar, primero en público y después por privado.
Atacar a una mujer hoy es echarla a los leones del terror machista, por eso antes de empezar un linchamiento contra ella, tienes que ponerte a pensar en lo mucho que van a disfrutar los machos, y en el daño que vas a hacerle a esa mujer.
Puedes preguntarte, antes de exponer a una mujer, cuánto daño quieres hacerle,
y para qué,
y qué ganas tú con ello.
Probablemente quieras desahogar tu rabia y tu dolor, que es lo que hacemos todas y todos en redes sociales, o también es posible que te mueva la sed de venganza. Esa necesidad de matar simbólicamente a tu enemiga (o sea, silenciarla, hacer que se calle, que cierre su perfil en redes, que desaparezca del espacio público), es violencia.
Cuando atacas a una mujer, estás lanzando un mensaje a todas las demás mujeres: "cuidado con lo que decís, que os puede pasar igual que a ella".
El miedo a recibir ataques paraliza y silencia a las demás mujeres, lo mismo a las del bando contrario, que a las de tu propio bando.
¿Es legítimo el uso de la cancelación para eliminar a las mujeres que no son de tu agrado?
Probablemente creas que la cancelación es un instrumento muy útil para que la sociedad deje de escuchar ideas contrarias a la tuya, el pero hay dos problemas: que la inmensa mayoría de las personas canceladas son mujeres, y que un día cualquiera te puede tocar a ti.
Y si te toca, puedes perder tu trabajo, puedes perder amigas y amigos, puedes perder tu prestigio y tu honor, puedes verte expuesta a la furia y el odio de miles de personas.
Hay gente que se divierte mucho viendo batallas entre mujeres, y cuanta más sangre ven, más aplauden, más participan, y más disfrutan. Para los votantes de derechas y de extrema derecha, machirulos, misóginos, anti derechos y anti feministas, los lichamientos entre mujeres son una fiesta.
Por eso es importante que tomemos todas conciencia de cómo sufrimos y ejercemos violencia, y de cómo podríamos discutir y debatir en redes sociales sin hacernos daño.
Porque hundir moralmente a una persona puede que te de mucho placer, pero date cuenta de aunque te dediques a ello día y noche, somos millones de mujeres las que usamos redes sociales, y no te va a dar tiempo en una sola vida para cancelarlas a todas, ni siquiera aunque todas tus compañeras se pongan a la tarea con la misma pasión.
¿Por qué nos hacemos sufrir las mujeres entre nosotras?
Porque queremos llevar la razón y demostrar que las otras están equivocadas.
Porque queremos ganar seguidoras y adquirir más visibilidad y alcance en redes sociales.
Porque nuestras víctimas tienen mucho poder y queremos quitarselo.
Porque las vemos como una amenaza para nuestros intereses.
O porque queremos sentirnos superiores a ellas, y nos da placer saber que podemos destruirlas con un solo click.
Hacemos daño porque nos da placer ver a alguien caer del podio de los dioses del Olimpo, porque nos gusta ver cómo alguien que parecía todopoderosa se quiebra por completo.
Porque nos encanta verla llorando, de rodillas pidiendo perdón, pidiendo clemencia, mostrando su vulnerabilidad.
Porque las demás mujeres la odian, y te has contagiado sin darte cuenta.
Atacamos porque queremos que las demás nos respeten, y sabemos que si las demás nos ven atacando y ganando a una enemiga, tendrán mucho cuidado de meterse con nosotras.
También nos hacemos sufrir entre nosotras porque la admiración por alguien se puede convertir en envidia, y la envidia es una emoción muy fuerte y poderosa.
También nos atacamos entre nosotras porque los algoritmos de redes sociales solo viralizan las publicaciones que generan "polémica".
Cuanto más odio y de violencia, más se viraliza, y más odio se genera. Hablamos de las publicaciones en las que la gente se lanza a la yugular: cuando las redes sociales detectan que hay pelea, amplían su visibilidad y difusión para que se sume mucha gente.
A todas las redes sociales les viene muy bien el odio, que genera mucho más movimiento que el amor.
Nos manipulan a todas y a todos despertando nuestros instintos más bajos, nuestras emociones más destructivas, nuestra parte más oscura.
Tomemos pues, conciencia de cómo nos utilizan.
Las élites del poder han usado esta estrategia desde siempre. En la época del imperio romano echaban a la gente a luchar contra los leones, y los circos estaban repletos de espectadores aplaudiendo. En la época de la Santa Inquisición, la gente abarrotaba las plazas para ver a las brujas ardiendo en la hoguera, y se peleaban por el mejor puesto para asistir a las decapitaciones, ahorcamientos, y apedreamientos en público. Hoy a la gente le encanta ver peleas en la calle y en las pantallas, vivimos en una sociedad adicta al espectaculo de la violencia.
Las víctimas son generalmente mujeres que tienen muchos seguidores/as, o figuras públicas como periodistas, escritoras, actrices, activistas famosas, académicas, defensoras de los derechos humanos, influencers.
Algunas se medican para soportar la violencia, otras se acaban rindiendo y desaparecen de las redes.
La pregunta que tenemos que hacernos es: ¿realmente queremos que solo se queden las mujeres escondidas tras avatares y nombres falsos?, ¿os parece justo que solo puedan opinar y expresarse los machos?, ¿y que solo puedan participar en redes las mujeres que piensan como tú, las de tu bando, a las que también hieren y atacan?
Una de las cosas más importantes a tener en cuenta es que en las redes la violencia primero es virtual, pero después desemboca en violencia física: ¿has oído hablar de los empujones, tirones de pelo, escupitajos, insultos que reciben las mujeres famosas en la calle?, ¿sabías que sus atacantes ponen pegatinas en la puerta de su casa para que ellas sepan que ellos saben donde viven?, ¿sabías que las siguen cuando van a recoger a sus hijas al colegio, y qué las rayan los coches, o las rompen los vidrios?, ¿sabías que toda la familia de esa mujer son víctimas colaterales de la guerra, y que también sufren violencia cuando se encuentran a los enemigos por la calle?,
¿sabías que los hombres no sufren estas humillaciones públicas ni estas amenazas, porque los enemigos saben que podrían responder a las agresiones?
¿Cómo cuidar a mis enemigas?
Tenemos metida en la cabeza la idea de que cuando detestamos profundamente a alguien, es legítimo intentar hacerle daño: la insulto porque me cae mal, la insulto para que pierda seguidoras y amigas, la insulto para castigarla por lo que ha dicho, la insulto porque es una persona horrible que se merece recibir todo el odio del mundo, la insulto para que lo pierda todo y para no verla nunca más.
No podemos evitarlo, sentimos gozo sabiendo que tenemos un poder inmenso sobre los demás seres humanos, que con solo iniciar un ataque contra una persona, la podemos destruir en pocas horas.
Lo mismo hacemos con los colectivos de mujeres: mejor que disparar a una, es lanzar una bomba que mate a varias.
Y lo hacemos bajo la lógica de la guerra patriarcal: yo ataco para defenderme, yo ataco porque soy leal a mi bando, yo ataco porque sé que nuestra causa es la justa y que estoy en el lado correcto de la Historia.
Ataco porque para que se imponga mi verdad, o nuestra verdad, es preciso eliminar la crítica, la disidencia, y las posturas contrarias a mi causa.
Basta con acusar de fobia y de fascismo al bando contrario, y así quedará deslegitimada su causa.
Estamos todas en la batalla por el relato. Cada cual queremos imponer nuestra visión de la realidad, por eso nos inventamos palabras y conceptos nuevos constantemente, por eso acallamos los discursos que cuestionan nuestra versión, por eso quemamos libros, cancelamos conferencias, y silenciamos a las enemigas.
Y para silenciar lo más efectivo, siempre, es castigar a una, y que así las demás se callen por miedo a ser el próximo objetivo.
¿Son estas técnicas de destrucción legítimas? No, porque hacen daño.
Tu causa probablemente sea maravillosa, pero no puedes imponerla con métodos violentos, porque no es ético hacer daño a la gente para demostrar que tienes razón o que eres superior.
Los regímenes autoritarios siempre han utilizado estos métodos contra la población desobediente, así que en nuestra mano está no repetir la historia: no podemos comportarnos como esos dictadores que no admitían críticas, ni posturas contrarias, ni desviaciones de sus normas.
¿Y como hago para que no me invada el odio cada vez que veo a esa mujer, o a ese grupo de mujeres, en redes sociales?
Bloquea a todas las mujeres que no te gusten, alejaté de ellas para no hacerlas daño.
Si despiertan tu rabia cada vez que las escuchas o las lees, no las escuches, no las leas.
Si no participo en linchamientos, ¿qué hago entonces para ganar seguidoras y ser más visible?
Centraté en lo tuyo: difunde tu mensaje, expresa tus ideas, genera contenidos, ponte creativa, estudia técnicas de marketing, ponte a escribir, a hacer videos o podcasts, a retransmitir en directo, hay muchas cosas que puedes hacer para que la gente te siga.
No es necesario atacar a ninguna mujer para hacerte más famosa.
¿Y qué hago si son ellas las que me atacan a mí? No les contestes. No hay nada que le duela más a las y los haters que la indiferencia. Bloquealas, y si se ponen muy violentas contigo, denuncia.
Si les haces caso, si les respondes, vendrán más a atacarte.
Trabaja tu ego y revisa tu forma de usar el poder
Las redes sociales nos manipulan a través del ego y a través de las emociones fuertes. Saben que nuestros egos necesitan likes, que se alimentan de los aplausos y del número de seguidoras que tenemos, que nos sentimos muy heridas cuando sufrimos un ataque, y que vamos a intentar defendernos como sea.
Saben que nos da mucho placer meter zascas, quedar por encima de los demás, saben que nos gusta sentirnos únicas y especiales, que nos gusta infundir miedo en las demás, que nos gusta sentirnos superiores al resto.
Y como lo saben, las redes van directas a tu ego, para que trabajes para ellas y te pongas a crear o a participar en polémicas, que acaban casi siempre en batallas campales.
Por eso es tan importante que nos preguntemos si es ético hacer daño a una mujer para inflar nuestro ego, para calmar nuestro complejo de inferioridad, para desahogar nuestra frustración, para sentirnos mejor después de un día malo en el trabajo.
Los dueños de las redes saben usar tu frustración, tu indignación, para atraer a mucha gente a tus publicaciones. Por eso nos hacemos adictas a la adrenalina que nos proporcionan a diario: el único antídoto es la oxitocina, la dopamina, la serotonina, sustancias que se activan en nuestro cerebro cuando estamos cerca de la gente a la que amamos, la gente que nos cuida y nos quiere.
Es decir, el amor y la alegría de vivir te pueden ayudar a odiar menos, y a dejar de odiar a tus rivales. Vivir en guerra permanente es agotador.
Puedes derrotar a tus enemigas sin ejercer violencia sobre ellas, y sin hacerles daño.
Más que centrarte en destruir a otras, centraté en construirte a tí misma.
Mira a ver donde pones tu energía y tu tiempo. Si pasas la mayor parte de tu tiempo atacando a otras mujeres, igual es que tienes un problema.
Si solo consigues seguidoras utilizando el odio contra otras, entonces igual es que no aportas nada a las redes, excepto destrucción y malas vibras.
Y una prueba clara de que tienes un problema es cuando tú recibes el mismo nivel de odio que el que das.
Otras formas de batallar son posibles: podemos derrotar a nuestras enemigas investigando, estudiando, recopilando datos, formandonos para adquirir conocimientos, aprendiendo.
También podemos hacer pedagogía, lanzar preguntas, y hacer circular la información para que la gente se ponga a pensar por sí misma.
Mucha gente necesita formarse: ahora todo el mundo opina de todo y a todas horas sin saber, sin haber leído, sin haberse informado lo más mínimo. Nos creemos muy expertas, pero la realidad es que todas necesitamos escuchar, leer, debatir, pensar, y las redes sociales son un instrumento maravilloso para aprender cosas nuevas.
En vez de utilizarlas para hacernos daño, podemos utilizarlas para explicar nuestros puntos de vista, para escuchar otras perspectivas, para generar conversaciones interesantes, para compartir fuentes, recursos y materiales, para construir conocimiento colectivo, para despertar conciencias, para dar a conocer nuestra causa, para hacer propuestas, para sensibilizar y concienciar a la población.
Podemos debatir sobre cualquier tema si practicamos el arte de la comunicación no violenta, una herramienta poderosa que nos puede ayudar a difundir nuestro mensaje y a luchar por nuestra causa sin necesidad de destruir otros mensajes u otras causas.
Ahora mismo existen pocos espacios virtuales y reales seguros en los que podamos conversar sin recibir ataques, así que hay que crear estos espacios libres de violencia psicológica y emocional en los que podamos expresarnos con libertad, cuidando nuestras palabras y sabiendo que nadie nos va a humillar ni a expulsar.
Si estamos luchando contra la violencia que sufren las mujeres, no podemos guerrear entre nosotras y hacerle el trabajo gratis al patriarcado.
¿Cómo podríamos dejar de sufrir y de hacer sufrir a las demás?
Tomando conciencia de que:
- señalar, insultar y etiquetar a una mujer para que todos sepan que pertenece al bando enemigo, y se unan a tu ataque, es violencia.
- chantajear, amenazar, ridiculizar, menospreciar, son técnicas para hacer mucho daño, y cuando haces daño estás ejerciendo violencia.
- humillar a alguien es violencia psicológica y emocional.
- cuida tu forma de usar el sarcasmo y la ironía: son dos armas muy poderosas para mostrar superioridad y para desarmar a los enemigos, pero usalas con mucho cuidado, porque en ellas metemos, sin darnos cuenta, acusaciones falsas y prejuicios.
- las mentiras, las falsas acusaciones, los rumores, los bulos, y las fake news son formas de ciberviolencia que destruyen a las personas.
- tergiversar las palabras de alguien para que parezca que ha dicho otra cosa de la que ha dicho, dar por supuesto que piensa esto o lo otro sin saberlo realmente, es violencia.
- las burlas y las bromas crueles son violencia, especialmente si son clasistas, racistas, xenófobas, capacitistas, edadistas, o si tienen que ver con su forma de hablar, con su aspecto físico, su color de piel, su orientación sexual, su pais de origen, su religión o sus creencias.
- dar datos privados o exponer la imagen de tu enemiga para que los demás la identifiquen y localicen es violar su derecho a la intimidad, y es un delito además.
- ¿quién se beneficia del sufrimiento que generas?, ¿quién se frota las manos viendo como destrozas a otra mujer delante de los demás?, ¿quién gana realmente cuando una mujer ataca a otra mujer?, ¿qué ocurre cada vez que una mujer decide desaparecer de las redes para no soportar más acoso?
- empatía y solidaridad: tú no naciste siendo feminista. Has tenido que leer mucho , investigar, charlar, y pasar años hasta que has llegado a entender muchas cosas que antes no veías porque no tenías las gafas feministas. Explicalé a las que no saben. Ponte en su lugar. Rompe sus esquemas, muestrale otras realidades y otros puntos de vista con generosidad.
- tener un grupo de cuidados es fundamental: cuanto más solas estamos, más vulnerables somos. Unidas somos más fuertes, unidas no necesitamos enemigas.
¿Qué gano yo cuidando a mis enemigas?
- Te ahorras un montón de tiempo y de energía que puedes emplear en cosas más constructivas y más placenteras.
- Ganas en paz mental, tranquilidad interior, y te ahorras un montón de disgustos.
- Te sientes mejor persona, y tienes más tiempo para dedicarle a tu gente querida.
- Tu vida quizás sea más aburrida, pero vivir sin malos rollos es bueno para tu salud física, mental y emocional. La rabia, el enojo, la envidia y todas esas emociones negativas te hacen sentir mal, y desahogarte contra alguien, en realidad no te hace sentir mejor.
- Recuerda que la única guerra que se gana realmente es aquella en la que no participas. Meterte en una batalla puede hinchar tu ego, pero también te puede doler mucho si recibes el mismo odio que generas.
- Recuerda que no necesitas infundir miedo ni respeto en los demás, lo que necesitas es poder expresarte con libertad, poder relacionarte con gente que te aprecia y que te quiere, y poder vivir una vida libre de violencia.
- Conversar es un placer, puedes charlar e intercambiar ideas sin ser herida ni herir a nadie. No es fácil conversar sin insultar, y sin tratar de destrozar la autoestima de la otra persona, pero como todo en esta vida, se trata de practicar y entrenar.
Coral Herrera Gómez
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