Muchas de las personas que se suicidan cada día en el planeta son víctimas de algún tipo de violencia: niñas y niños que sufren violencia escolar, maltrato en el hogar o abuso sexual infantil, mujeres que sufren violencia machista, mujeres y hombres que sufren acoso laboral. Estas víctimas de la violencia no cuentan en las estadísticas, y sus agresores no cuentan como asesinos, pero son una demostración del fracaso de nuestra civilización.
Pocas se atreven a pedir ayuda, y es poque sufrir violencia nos avergüenza , pero también porque nadie quiere creer a las víctimas y micha gente mira para otro lado . No es fácil denunciar al jefe que te machaca, al bullie que te agrede a diario, al cura que te viola, al marido que te destroza por dentro, al padre o al padrastro que te da palizas. En nuestra sociedad a las victimas se les culpabiliza, y muchas acaban creyendo que hay algo mal en ellas.
La mayoria no saben que no son las únicas: hay miles de niños y niñas sufriendo violencia en casa y en el colegio. Hay millones de mujeres sufriendo violencia machista en todo el mundo. Creen que solo les pasa a ellas, se sienten muy solos, muy solas, y llegan a pensar en la muerte como una forma de liberación porque no ven otra salida.
Podríamos evitar muchas muertes cada día si las personas que sufren violencia pudieran pedir ayuda a alguien en su centro escolar o en su centro de trabajo, si las instituciones y gobiernos crearan espacios seguros en los que pedir auxilio.
Si los niños y adultos violentos viesen que sus víctimas no están solas y que la sociedad entera les protege, no actuarían con la impunidad con la que actúan ahora.
Si hubiese grupos de cuidados en todos lados, si nuestra sociedad estuviera centrada en los cuidados, si recibiesen una educación nasada en la Ética del Amor y la Filosofía de los Cuidados, no disfrutarían tanto haciendo daño.
Si unas niñas le dicen a otra niña que lleva aguantando violencia durante meses que mejor se suicide, es porque han perdido su humanidad, pero también porque se sienten protegidas por la indiferencia de sus progenitores, de los y las trabajadoras del colegio, y las instituciones encargadss de velar por su seguridad.
Se salvarían muchas vidas si lográsemos que el miedo y la vergüenza cambien de bando, si pudieramos obligar a los femicidas y maltratadores a abandonar sus hogares, si pudieramos crear espacios colectivos libres de violencia,
¿se imaginan como sería si este fuese uno de los objetivos más importantes en centros escolares, institutos, universidades, instituciones, organismos y centros de trabajo?
¿A qué estamos esperando?
Se salvarían muchas vidas.
Coral Herrera Gómez
