Ayer me entrevistaron en la tele de México, son 6 minutos con Alejandra Gallardo en NMás , podéis ver la entrevista aquí.
9 de marzo de 2023
Atrevidas que transforman
Muy contenta de anunciaros que salgo en este libro de entrevistas a mujeres realizado por Susana Reina y Alejandra Watts de la organización Feminismo Inc de Venezuela.
Somos 55 mujeres de toda América Latina y España,
podéis descargaros gratuitamente el ebook aquí, en Feminismo Inc.
8 de marzo de 2023
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5 de marzo de 2023
Los últimos días. Las últimas horas
Él sabe que te quieres ir. No puede imaginar su vida sin tí. No está perdiendo a una compañera, es que además va a perder a su mamá, a su asistenta de la limpieza y el orden, cocinera, secretaria, enfermera, psicóloga, niñera, administradora, educadora. Va a perderlo todo, y según pasan los días, la desesperación es cada vez más profunda y dolorosa. Tú intentas que no se note que estás ya en el camino de la liberación, pero él sabe que no puedes más. Que has hecho todo lo que has podido, que lo has intentado durante mucho tiempo, que has aguantado y tragado, que has abierto los ojos, y que ya no puedes más.
Quieres irte, y que todo salga bien. Que él acepte la derrota con deportividad y elegancia. Que te deje marchar con tus crías, que no te declare la guerra, que no te lo ponga más difícil, que asuma la realidad.
Pero él sabe que tú estás ya a punto de liberarte, y siente una ansiedad terrible, una ira incontrolable, una desolación infinita. Y cree que si te pierde a tí, ya no tiene nada más que perder. No tiene herramientas para manejar el desborde emocional, y además no puede tolerar que tú seas libre de nuevo, y hagas tu vida sin él. Tú eres suya, eres su mujer. Tu vida no te pertenece, no puedes dejarle tirado, no puedes tomar decisiones por tu cuenta, no puedes abandonarle.
Él sabe que tienes miedo.
Él sabe que le proteges frente a los demás, que no le cuentas a tu gente querida lo mal que te está tratando porque crees que puedes hacerlo sola, sin ayuda de nadie. Él intenta aislarte todavía más para tenerte bajo su control. Pero sospecha que estás preparando la salida, y tiene ganas de matarte. Porque una parte de él te odia a muerte, a ti y a todas las mujeres. Se siente víctima. Le resulta impensable verse solo, e imaginarte a tí feliz sin él.
Él está perdiendo el poder que tiene sobre ti, y se le está acabando el tiempo. No va a pedir ayuda porque no quiere asumirlo, lo que quiere es impedir que ejerzas tu derecho a terminar la relación, porque tú para él no eres un ser humano con derechos. Eres de su propiedad. Igual que el perro, que la casa, que los críos. Son todos suyos.
A ratos mantiene la esperanza de que desistas, pero está todo el tiempo alerta, tratando de averiguar si estás a punto de dejarle. No es solo que no acepta la realidad, es que además el deseo de venganza le tiene enfermo.
Te amenaza, te chantajea, te presiona, se victimiza, te coacciona, te machaca, y todo el tiempo piensa en cómo retenerte y cómo castigarte si te atreves a desobedecer.
Él no le cuenta a nadie lo que se le pasa por la cabeza, no se desahoga con nadie, y da los buenos días a los vecinos como si no pasará nada. Pero está viviendo un infierno y está intentando que tú te hundas con él.
Los últimos días junto a él son los peores, porque tu miedo va en aumento, y a él le invade el odio, el rencor y la desesperación. Cuando se acerca el final ya no tiene control sobre sus emociones, y ya le da todo igual.
Tú cuentas los días.
Él también.
Tú cuentas las horas.
Él también.
A veces te da tiempo de ponerte a salvo.
Otras veces, no.
*el 85% de las mujeres que lograron salir de una relación de violencia contaban con una red de apoyo: amigas, familiares, vecinas, asociaciones de mujeres.
Datos de la Macroencuesta sobre la violencia contra la Mujer del Ministerio de Sanidad, España, 2019.
Coral Herrera Gómez
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26 de febrero de 2023
Vamos a contar verdades
Vamos a contar verdades: seamos solidarias con las demás mujeres, contar nuestras historias es la única forma de hacer frente a los mitos patriarcales que nos quieren hacer creer que nuestra única fuente de felicidad es la pareja y los hijos.
Igual que todas necesitamos quitarnos la venda y ponernos las gafas violetas, también necesitamos las gafas del amor, porque necesitamos desmontar los mitos y ver la realidad para poder sobrevivir a ella.
Para que las nuevas generaciones dejen de caer en la trampa del amor romántico y la maternidad, tienen que saber lo duro que es vivir en pareja, el trabajo personal enorme que requiere quererse bien, la falta de herramientas que tenemos para resolver problemas y resolver conflictos sin hacernos daño.
A las mujeres heterosexuales, hay que explicarles lo difícil que es encontrar un hombre sin problemas de honestidad y de masculinidad. Tienen que saber que maternar en un mundo anti-madres es una bestialidad.
Muchas mujeres siguen creyendo en el mito de la familia feliz porque creen que ellas no han tenido suerte. Ven a todas presumiendo en las redes sociales de su familia feliz, y se preguntan por qué ellas no pueden.
La realidad es que donde más peligro corremos las mujeres y las niñas es en el hogar, según la ONU, a manos de nuestros maridos, padres, hermanos, tíos, abuelos, padrastros, primos y amigos de la familia feliz. Es en la familia el lugar en el que más sufrimos la explotación, los malos tratos y la violencia: psicológica, emocional, económica, física sexual, vicaria.
Contar nuestras historias puede ayudar a muchas mujeres para que no caigan en relaciones tóxicas o de dependencia, y para que no crean las mentiras que se traga la mayoría. Hablemos de las renuncias y sacrificios, de la carga mental y emocional, de lo que hay que aguantar para que dure la pareja, de las violaciones en el seno del matrimonio, de los malos tratos, de las mentiras y de la decadencia a medida que se acaba "el amor"
Es importante que las nuevas generaciones sepan que los hombres en su mayoría no saben amar desde el compañerismo, que los que saben cuidarse a sí mismos y a sus hogares dejan de hacer las tareas en cuanto se casan, que muchos se convierten en un hijo más para tí.
Vamos a contarles las verdades que descubrimos nosotras cuando ya era tarde. Que no todo es de color de rosa, que no acabamos de princesas sino de sirvientas, que la gran mayoría de las mujeres casadas tienen doble jornada laboral y peor salud que las solteras, y que los hombres casados viven más tiempo, y viven mejor que los divorciados o los viudos.
Tienen que saber que nosotras con el matrimonio perdemos tiempo libre y tiempo para descansar, y que ellos tienen el doble que nosotras.
Tienen que entender que la monogamia es solo para nosotras, que muchos hombres casados tiene sexo con otras mujeres, gratis o pagando, y que tienen el privilegio de la doble vida igual que tu padre y tu abuelo. Y la prueba está en la cantidad de burdeles que hay en todos los países abiertos las 24 horas, los 365 días al año, con los aparcamientos repletos de coches de hombres casados.
Tienen que saber que no es posible conciliar la carrera profesional con la maternidad, que el día no tiene horas suficientes para brillar en el trabajo, tener la casa limpia y la nevera llena, la ropa lavada y doblada, para cuidar a tus padres y a tus hijos e hijas, para cuidar a tu pareja, a tus mascotas y a tus plantas, para cuidar a tus familiares dependientes, y para cuidarte a tí misma, hacer ejercicio, ir al salón de belleza, descansar entre medias, y dormir ocho o nueve horas.
Tienen que saber que cuando pasa la emoción del parto, después de las fotos, la gente desaparece y te quedas sola con la cría, y que luego tienes que dejar a la cría con otras personas y volver a ser productiva y poder con dos y tres jornadas laborales. Tienen derecho a pensarse si les compensa gestar y parir para luego estar separada de su bebé 10 horas al día.
Hay que contarles que los bebés no son muebles, que crecen y que tienen unas necesidades tremendas que los hacen muy dependientes, especialmente si nacen con problemas de salud, sobre todo los cinco primeros años de su vida.
Los bebes no están todo el día durmiendo y hay que tener una energía tremenda para criar, y la mayor parte de las mujeres se enfrentan solas porque los padres huyen al trabajo. Y muchos, cuando llega un bebé, se van de casa para no volver. Hay hombres a los que les aterroriza la paternidad y otros que se quedan contigo pero son padres ausentes que pasan de tí y de tus hijos, y te hacen sentir inmensamente sola.
Hablemos de las hemorroides, de las estrías, del suelo pélvico, y la incontinencia. Hablemos de la falta de energía para tener sexo, del sexo después del parto, de los duelos por la muerte de los bebés que no nacieron.
Hablemos de los miedos del embarazo, de los malos tratos en el hospital, hablemos de la desolacion de la soledad, del agotamiento, del caos, de los castigos de las empresas a las mujeres que tienen hijos.
Hablemos de la dependencia emocional, de cómo penalizamos a las mujeres que no quieren tener hijos, de las críticas que recibimos cuando somos madres, del trato que recibimos en un mundo anti-niños y niñas.
Hablemos de las pastillas que nos tomamos para aguantar tanto trabajo dentro y fuera de casa, de los ansiolíticos, antidepresivos, y somníferos que tomamos para calmar la angustia, para sobrevivir al agotamiento, para sobrellevar la frustración, para poder con todo sin enfermar del todo.
Vamos a contar verdades para que las niñas y adolescentes desmitifiquen cuanto antes el matrimonio y la familia feliz, y para que puedan elegir libremente si quieren o no tener pareja y/o hijas.
Solo si conocen la realidad y tienene los pies en el suelo podrán cuidarse a sí mismas y evaluar qué es lo que realmente quieren, y qué es lo mejor para ellas.
Coral Herrera Gómez
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25 de febrero de 2023
Busca tu causa, busca tu gente, y lucha por ella.
Mira dentro de tí, conecta con la niña que quería cambiar el mundo, mira hacia fuera, busca tu causa, únete a otras personas que tengan tu misma causa, y lucha por ella.
No puedes cambiar el mundo tú sola, pero sí puedes dedicar el poco tiempo y la poca energía que tienes a aportar a alguna de las miles de causas que existen en el mundo. Para saber cuál es tu causa, empieza por aquello que más te indigna, más te duele, y más te conmueve.
No te olvides que tus problemas personales son políticos, y que si estás sufriendo por algo, probablemente haya mucha gente sufriendo por lo mismo. El mundo está lleno de gente que lucha contra el machismo, la misoginia, el racismo, la xenofobia, el clasismo, la lesbofobia, el especismo, el capacitismo....
Hay gente luchando por la libertad y los derechos humanos, contra la pobreza y el hambre, la explotación y la violencia.
Hay gente luchando por sus barrios y sus pueblos, otros contra el cambio climático y la destrucción del planeta.
Hay gente que encuentra su causa en el arte, en el deporte, en la política, en la ciencia y el conocimiento, en la cultura, en las religiones, en los movimientos sociales y vecinales.
Unos luchan por los derechos de la infancia, otros por los derechos de las personas mayores, por los derechos de la gente con enfermedades o discapacidades, por los derechos de las mujeres y las niñas, por los derechos de los animales y demás seres vivos.
Otra gente está defendiendo el agua y el territorio, la biodiversidad, los árboles, los mares, la Educación, la Sanidad, los derechos laborales, la investigación científica, el decrecimiento, la distribución y el reparto equitativo de la riqueza, la subida de salarios, la reducción de horarios de trabajo, y la Renta Básica Universal.
Hay mucha gente luchando contra la evasión fiscal, el acaparamiento de recursos, la contaminación del aire y la tierra, los abusos policiales y judiciales, la usura desmedida, la manipulación de los medios de comunicación, la ciberviolencia, los desahucios, el tráfico de personas y animales, la corrupción, la exclusión social de los colectivos más empobrecidos...
Hay mucha gente ayudando a los colectivos más invisibles y más vulnerables en todo el mundo, muchos millones de personas que sueñan con un mundo mejor y nos ayudan a tomar conciencia de las injusticias.
Es gente que nos abre los ojos a realidades que no queremos o no podemos ver, y los necesitamos porque son las únicas que se dedican a visibilizar y erradicar la violencia que sufrimos y ejercemos en las aulas, en los centros de trabajo, en la familia y el entorno social, en los parlamentos y las instituciones, en los hospitales y los centros sanitarios, en las residencias de personas mayores, en los centros deportivos, en los medios de comunicación, en las redes sociales, en el transporte público, y en la calle.
Cuando encuentras tu causa, encuentras un motivo para estar vivo, o para estar viva, y aunque es muy doloroso vivir despierta y bien informada, y ser tan sensible al sufrimiento ajeno, sin duda tener una causa te hace sentir útil, te conecta con tu comunidad, te enreda con otras personas con las que compartes inquietudes y con las que se comprometen con su tarea.
Tener una causa es el mejor antidepresivo y el mejor ansiolítico del mundo, porque solas no podemos, pero con el apoyo de la gente como nosotras, todo es más fácil. Si has sufrido mucho en la vida, puedes volcarte para que nadie más tenga que pasar por ello.
Sentirte buena persona, saber que puedes ayudar a mucha gente, es una de las cosas que mejoran nuestra autoestima, nuestra confianza y nuestra relación con nosotras mismas.
Tener una causa es un salvavidas en un momento en el que tanta gente no logra encontrarle sentido a sus vidas, es la mejor medicina contra el suicidio.
Además, luchar por un mundo mejor te saca de tu egocentrismo y te permite mirar el mundo más allá de tu ombligo.
Y te permite entender que tú no puedes ser feliz mientras los demás sufren, y que el bienestar es un asunto colectivo y la felicidad un asunto político.
Busca dentro de tí qué es lo que más te mueve y te conmueve, y ponle todo el amor del mundo a tu causa: tener un motivo para luchar te hace más generosa y mejor persona.
¿Qué por dónde empiezas? Solo con investigar, reunir datos, recolectar información y ofrecer a los demás lo que has aprendido, sirve para que los demás puedan saber, abrir los ojos y tomar conciencia. Esta toma de conciencia sirve para que los medios lo visibilicen y los políticos tomen medidas, fíjate en cómo los activistas que protegen a la infancia y los activistas de la salud mental están logrando que los gobiernos empiecen a preocuparse por las altas tasas de suicidios. Pequeños actos de muy poca gente pueden cambiar la vida a millones de personas en el mundo.
Busca tu causa y busca tu gente, y lucha con ella.
Coral Herrera Gómez
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La Ética del Amor y la Filosofía de los Cuidados
Libros para la Revolución Amorosa
18 de febrero de 2023
El placer del poder
¿Qué siente un niño que corta una flor o mata una hormiga por primera vez en su vida? El placer del poder.
¿Y ese señor que camina hacia su coche despacito mientras todo el mundo espera que por fin pare esa alarma que taladra los oídos y el alma? Siente placer con las miradas suplicantes o llenas de odio de los demás. Siente el placer del poder.
¿Qué siente un vigilante que tiene una pistola en su poder y te da órdenes, te regaña, te señala lo que puedes y no puedes hacer cuando entras en el aeropuerto, en un banco o una institución? El placer del poder.
¿Qué siente la enfermera que tarda en darle el bebé recién nacido a su mamá, mientras ella suplica angustiada que le traigan a su hija? El placer del poder.
¿Qué siente una niña cuando lleva por primera vez a un perro con la correa y cuando aprende a darle órdenes?
El placer del poder.
El placer del poder también le gusta a la secretaria que podría ayudarte porque se conoce todos los trucos de la burocracia, pero opta por no hacerlo y te dice con una sonrisa falsa que no se puede hacer nada.
El placer del poder lo siente la obrera cuando es elegida por un millonario y consigue la boda de ensueño, ser portada en la prensa rosa, y despertar la envidia de las demás.
Lo siente la niña encargada de mantener el orden en el aula mientras la profesora va al baño.
Lo siente la señora cuando su criada le suplica que le conceda un día libre para despedirse de su madre antes de morir, y ella le dice que no.
Lo siente también la mujer que capta todas las miradas con su vestido sexy al llegar a una fiesta,
el catedrático que recibe el homenaje de su comunidad académica,
el tuitero que logra viralizar un tuit por primera vez en su vida,
la artista que contonea sus caderas en el escenario ante los gritos enloquecidos de miles de fans.
El placer del poder lo siente asimismo el tertuliano que mete zascas y sale victorioso del combate televisivo,
la influencer que alcanza el medio millón de seguidores,
el tipo que es nombrado Ministro cuando lo tratan de Excelentísimo.
También lo siente la señora que sostiene el cetro en sus manos el día que es nombrada alcaldesa de su pueblo,
y el Edipo Rey Niño que logra que su madre y su padre se peleen y se dejen de hablar, para poder tener a su mamá para él solo.
También lo siente la Electra cuando se corona como Reina del corazón de Papá.
El placer del poder lo experimentamos desde la más tierna infancia, cuando aprendemos a disfrutar haciendo sufrir a los animales.
También lo sentimos cuando humillamos a niños y niñas que no se adaptan a la norma y por tanto no son "normales".
Los niños sienten placer cuando se ríen del calvo, de la gafotas, del cojo, de la buena estudiante, del gordo, de la tartamuda, del mariquita, de la niña que lleva aparato de dientes, del hijo de inmigrantes, de la niña con pelo corto o del niño con pelo largo.
Ese placer lo siente el matón del barrio sabiendo que los demás tienen miedo de convertirse en su próximo objetivo,
lo siente también su padre contando chistes racistas, gordófobos o misóginos en la barra del bar mientras los demás aplauden.
Es un vicio este placer.
Lo siente el soldado cuando le aplauden en los desfiles, cuando le mandan a violar niñas o a matar a personas desarmadas,
Lo siente el presidente de una nación cuando declara la guerra a otro país y recibe millones de dólares de sus amigos para matar a sus enemigos.
El placer del poder lo siente el sicario que cumple su misión,
el juez que se venga de las mujeres a golpe de martillo,
el gobernante que decide los indultos,
el empresario que gracias a sus contactos, firma un contrato millonario con el Estado.
El placer del poder es el mismo en todos y todas:
en la oficinista que acosa a la compañera nueva porque la ve como una amenaza,
Y en la novia recién casada que se ha llevado "al más guapo "de la Universidad y despierta la envidia de todas sus amigas con sus fotos de la boda,
Es el mismo placer que siente la amante del "más guapo" cuando ve esas fotos, sabiendo que después de la luna de miel lo tendrá de nuevo en sus brazos.
El placer del poder lo siente el ex novio que difunde los vídeos sexuales de la mujer que osó dejarle, para arruinar su reputación y hacerle todo el daño posible,
lo siente el padre que prohíbe a su hijo estudiar lo que le gusta de verdad, y le obliga a seguir sus pasos profesionales
El placer del poder lo siente el profesor que por fin puede suspender a esa alumna que le cae tan mal,
Lo siente el niño que atrapa un cangrejo y no lo devuelve al mar mientras los demás le suplican que no lo mate.
Lo siente el chaval que tortura a una vaquilla encerrada y asustada en las fiestas de su pueblo,
y lo siente también la madre que manipula a su hija y le cortar las alas para tenerla controlada.
El mismo placer que siente el futbolista al meter el gol de la victoria en el Mundial,
o el torero cuando después de una hora de tortura, corta la oreja de un animal agonizante y recibe los aplausos de la plaza.
Este placer lo siente el rencoroso y el envidioso con el mal ajeno,
el crítico de cine cuando se dispone a hundir una película en su próxima columna,
el moribundo pensando en la sorpresa y la conmoción que va a causar su testamento en su familia,
Es también el que siente la nuera cuando gana de nuevo una batalla contra la suegra. O al revés.
Lo siente el opinólogo que quiere cambiar el relato de la realidad usando un micrófono,
lo sienten los fieles de las religiones posmodernas cuando imponen su vocabulario y su forma de nombrar las cosas,
lo sienten los miembros de las sectas cuando captan a algún famoso o cuando alcanzan puestos de poder,
lo sienten todos aquellos que escriben la Historia bajo sus intereses y su visión de la realidad.
El mismo placer que siente un cura con un cinturón en la mano viendo el terror de un niño antes de pegarle.
El mismo placer con el que el obispo manosea y desnuda a uns niña para romper su inocencia y destrozarle el alma.
El placer del poder lo sienten los chicos jóvenes cuando van juntos por la calle, ven a una mujer sola, y la acosan sexualmente.
Cuanto más miedo y enfado muestre la chica, más placer experimentan, y más poderosos se sienten.
Es un placer que comparten muchos machos en todo el mundo cuando someten, ningunean, menosprecian, dominan, maltratan y violan mujeres.
El placer del poder lo siente también el joven que logró su objetivo de follar esa noche, después de recibir muchos noes, con una chica que cree que no tiene derecho a echarse atrás cuando quiera.
Ese placer lo siente el mafioso que presiona al gobernante para que le devuelva el favor,
lo siente el pandillero que nota el miedo en los ojos de sus enemigos cuando quiere cobrarse una deuda,
lo siente el narco cuando cierra un trato importante con la policía.
Lo siente el hombre que destroza la autoestima de su esposa durante años para machacarla, hundirla, y manipularla a su antojo.
Lo siente el maltratador cuando su esposa por fin se suicida,
lo siente el violador cuando ve el terror en los ojos de su víctima,
y lo siente el femicida cuando decide castigar la desobediencia de su mujer con la muerte.
El placer del poder no es sólo cosa de personas malvadas y sin sentimientos.
El poder nos gusta a todos y a todas, pero unas personas se relacionan desde la ética amorosa, y otras carecen completamente de principios y valores.
Hay gente que acapara el poder y no tiene límite, ni escrúpulos, ni remordimiento de ningún tipo. Solo quieren ganar y ganar, acumular dinero, almacenarlo aunque se le pudra. Para acaparar hay que robarle a la gente, su energía, su tiempo o su fuerza de trabajo, y la mayor parte de la gente malvada es la que no piensa en si los medios que está usando para beneficiarse son éticos o no, si hacen daño a los demás, o no.
A nivel cotidiano, el placer del poder lo siente la adolescente que recibe mil likes por una foto posando sexy, y que cree que su valor reside en el número de seguidores que tiene,
Lo siente la enamorada que después de mucho insistir, conquista y pone de rodillas a su amado,
Lo siente el alumno que se convierte en profesor, y sube al estrado para ser escuchado,
Lo siente el ciudadano que se convierte en concejal,
El cabo que se convierte en capitán,
El señor insignificante que se convierte en presidente de la comunidad de vecinos,
La chica de barrio el día que es nombrada directora general de la empresa,
Lo siente también la plebeya que se convierte en reina.
Y el cantante que alimenta su alma con los aplausos de sus fieles,
Lo disfruta el guardia civil que le zampa tres multas de una vez al chaval de las rastas y los piercings,
El político que llega al poder y empieza a repartir dinero entre los suyos,
El periodista que difunde un bulo para hundir un partido político,
El policía que apalea y luego tortura a los jóvenes rebeldes que se manifestaban en la calle.
El placer del poder lo sentimos todos y todas en algún momento de nuestras vidas, y cada cual, según sean sus principios, maneja ese placer o esa necesidad de sentir placer como puede.
Es posible que te creas que tú no necesitas trabajarte este tema, porque generalmente no tenemos conciencia del daño que hacemos a los demás.
Sí, a mí me gusta también sentirme poderosa. A, todos y a todas nos gusta el placer del poder.
Por ejemplo, cuando disfrutas pensando en los llantos de tu gente en tu funeral,
cuando sueñas con la cara de tus rivales en la ceremonia de ese merecido premio,
cuando te asomas al perfil de tus ex y los ves fatal,
cuando alguien desesperado te pide dinero,
cuando gana tu equipo de fútbol y te crees superior a los de los equipos rivales.
Tú también sientes el placer del poder cuando enamoras a muchas mujeres o a muchos hombres y los tienes a todos a tus pies.
Cuando tienes información valiosa y la usas con mezquindad,
cuando vas a dar una noticia que va a dejar a los demás boquiabiertos,
cuando usas tu dinero para tener gente devota a tu alrededor,
cuando arruinas la carrera de alguien a golpe de click,
cuando vas rompiendo corazones y dejando cadáveres emocionales tras de ti.
Sientes ese placer cuando te sientes imprescindible en la vida de alguien,
cuando alguien se arrodilla ante ti arrepentido pidiendo perdón,
cuando logras quebrar a esa amiga tan segura de sí misma y le haces llorar,
cuando tu perro te pide que le des de comer o le saques a mear, y le haces esperar.
Lo sentimos todos y todas, en diversos grados y niveles: el problema es que no sabemos usar nuestro poder. No sabemos cómo medirlo, no pensamos en cómo afecta al resto, y lo peor es que nos da igual.
Además, nuestra sociedad narcisista nos hace creer que nuestros deseos son derechos, y nuestros privilegios, un salvoconducto para decir y hacer lo que nos de la gana.
Por eso abusan y nos hacen daño, por eso abusamos y hacemos daño a los demás.
No solo sufrimos la violencia de los demás a través de su poder, también la ejercemos. Por muy abajo que estemos en la jerarquía social, siempre habrá gente debajo.
En algún momento de nuestras vidas todos y todas tenemos poder sobre alguien, ya sea un bebé, una persona mayor, una persona enferma o con discapacidades, un animal que no puede escapar, un empleado, o cualquier persona que depende de nosotros y nosotras, económica o emocionalmente hablando.
Cuanto más poder tenemos, más queremos: sentimos placer dominando nuestro entorno, sintiendo que tenemos el control, sintiendo que somos los mejores, que somos los "buenos", que somos superiores, que tenemos la razón.
Nos encanta que nos aplaudan, que nos obedezcan, que nos halaguen, que nos admiren, que nos envidien, que nos rindan pleitesía y nos respeten por nuestro lugar en la jerarquía social.
Es irresistible ese placer que experimentamos cuando los demás se rinden ante nuestros encantos, nuestro dinero, nuestro talento, o nuestra posición de poder.
El placer es mayor cuando te ha tocado siempre estar abajo y cambias de posición de la noche a la mañana.
A todos y a todas nos gusta recibir alimento para el Ego, y sentirnos diferentes a los demás: nos encanta pensar que somos personas únicas y especiales, nos deleitamos sabiendo la huella que dejamos en la vida de los demás.
Es difícil no sucumbir al placer del poder cuando ponen una calle o una plaza a tu nombre,
cuando cada domingo decenas de familias acuden fielmente a verte en el altar y a escucharte durante una o varias horas soltando sermones,
o cuando presentas una obra artística que te convierte en un personaje histórico y te deleitas pensando que vas a ser recordado por los siglos de los siglos.
Ese placer del poder lo siente el alcalde cuando se apropia del dinero que pone la gente, y en lugar de hacer una escuela, se lo gasta en hacer una escultura en bronce de su personaje.
Lo sienten también los dueños de las multinacionales que se apropian del agua de un territorio para hacerse millonarios.
Tomar decisiones que afectan a millones de personas, también es un placer descomunal. Por ejemplo, los políticos de derechas que recortan en Sanidad y saben que están poniendo en peligro la vida de tanta gente. Es un placer que les recorre la espina dorsal y les provoca pequeños orgasmos: ¿hay algo más excitante en el mundo que tener vidas humanas en tu mano?
También les pone mucho recortar en Educación Pública y subvencionar la privada, sabiendo que vas a ayudar a unas pocas familias y a hacer daño a la clase obrera. Cuanto más odias a los y las trabajadoras, más placer sientes haciendo daño. A los mas sádicos les encanta hacer daño también a niños y niñas, sobre todo si son de clase obrera, ¿hay algo más placentero que arruinar su futuro desde su más tierna infancia?
También es un placer sentirte la Salvadora o el Salvador: el solucionador de problemas, el que se sacrifica por los demás, el que ayuda y saca del pozo a los demás.
El que te da consejos para mejorar, el que te ofrece soluciones mágicas para transformar tu vida, el que te consuela cuando tropiezas de nuevo, el que te guía en el camino hacia el éxito, la gloria y la eternidad.... les encanta sentir que pueden manipular e influenciar a cientos o a miles de personas.
Lo curioso del poder y sus placeres es que a veces nos toca obedecer (al jefe en la oficina), otras veces ser obedecidos (por la esposa, la empleada doméstica, o los hijos)
A veces nos toca aplaudir, otras ser aplaudidos, a veces toca soportar humillaciones, otras veces somos nosotros los que humillamos y hacemos daño.
En un mismo día podemos estar en cualquiera de las dos posiciones varias veces.
Y aunque a la mayoría lo que nos toca es obedecer, tenemos el consuelo de que aunque no podamos mandar sobre los demás, ni manipularlos a nuestro antojo, al menos podemos formar una familia y sentirnos los reyes o las reinas de nuestro hogar.
En casa podemos sentirnos obedecidos, importantes, necesarios, admirados, temidos, y cuidados, y esto sucede lo mismo en las familias de clase muy alta que en las de clase media, baja y muy baja. Por eso son tan vulnerables nuestras frías y nuestras mascotas: están en nuestras manos, son nuestros, podemos destrozarles la vida si queremos.
El placer del poder es adictivo y peligroso, porque está controlado por el ego, que es insaciable y siempre quiere más.
Más aplausos, más likes, más dinero, más fieles, más riquezas, más conquistas, más placer, más poder.
Uno de los principales mensajes que nos lanzan en los productos culturales del patriarcado es que si somos superiores a los demás, tenemos derecho a aprovecharnos de nuestros privilegios, a abusar lo que queramos, a mandar y a manipular a los demás a nuestro antojo.
Muy pocas personas en este mundo tienen herramientas para liberarse de sus egos, para trabajarse la humildad, para aprender a pensar en el Bien Común, para liberarse del afán de acaparar y acumular recursos, para usar el poder de forma que no perjudique ni explote a nadie.
La mayor parte de nosotros somos educados para pensar solo en nosotros mismos, para desconfiar de los demás, y para sacar partido de cualquier situación.
Educar a las nuevas generaciones para que aprendan a usar su poder sin hacer daño a nadie es toda una odisea, sobre todo porque los teléfonos nos crean la falsa ilusión de que podemos controlar el mundo con los dedos pulgares.
A través de las pantallas nos sentimos libres para opinar de todos los temas, para ejercer violencia verbal creyendo que no tiene consecuencias, para participar en linchamientos públicos y para destrozar la carrera de cualquier famoso.
Las asistentas virtuales nos hacen creer que nuestros deseos son órdenes: podemos hacer que trabajen para nosotros, podemos insultarles, mandarles callar, desactivarles.
Podemos decir lo que queramos y no hace falta que empleemos buenos modales con ellas. Son nuestras esclavas-robot, nos buscan información, encienden la calefacción, nos ofrecen entretenimiento, nos escuchan con atención.
El placer del poder lo usan también las élites a través de la publicidad para engañarnos y para que creamos que un producto mágico nos puede convertir en auténticas diosas del Olimpo: con este desodorante tendrás a todas las mujeres a tus pies, con este pintalabios seducirás a todos los hombres de la oficina, con este coche los demás te van a tener envidia, con este reloj tan sofisticado te ganarás el respeto de los demás, con unas tetas nuevas nadie podrá resistirse a tus encantos.
La publicidad gana mucho dinero aprovechándose de la fragilidad de nuestros egos y de la necesidad de sentirnos admirados y obedecidos por los demás.
La única manera de no caer en la trampa del placer del poder es entender cómo lo usan para manipularnos, y como lo usamos nosotros para manipular y dominar a los demás.
No es fácil liberarse de la necesidad de tener el poder y de sentir ese placer.
Pero todo en esta vida se puede trabajar.
Coral Herrera Gómez
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17 de febrero de 2023
La fórmula mágica para dejar de sufrir
El sufrimiento es un asunto político, porque es colectivo, y masivo.
Sufrimos por dos grandes motivos: por nuestras relaciones con los demás seres humanos, y por la falta de dinero, de derechos y libertades.
Vamos a ver los motivos por los cuales sufrimos, y a continuación la fórmula mágica para dejar de sufrir.
Listado de cosas que nos hacen sufrir:
- Vivir con dolor permanente o crónico.
- La pérdida de un ser querido, por muerte, separación o divorcio.
- El sufrimiento de nuestros seres queridos, tanto humanos como animales, nos hace sufrir mucho.
- El abandono y la falta de amor y cuidados por parte de las personas que más amamos.
- Enfermar, o tener un accidente y no recibir asistencia médica.
- No tener techo para resguardarnos del frío, del viento, del calor, de la lluvia y la nieve.
- No poder comer tres veces al día ni alimentarnos adecuadamente.
- No tener agua potable y tener que ir a buscar y transportar unos cuantos litros todos los días.
- No tener ropa de abrigo ni energía para soportar las altas y las bajas temperaturas.
- No tener ducha de agua caliente en invierno.
- No poder salvar tu vida cuando sufres una enfermedad curable porque no tienes derecho a la salud o por las listas de espera del sistema sanitario de tu comunidad.
- No tener ingresos, o tener ingresos que no nos permiten vivir con dignidad y sin deudas.
- No poder cubrir las necesidades básicas de nuestros hijos/as.
- La soledad nos hace sufrir mucho, y el miedo a la soledad también.
- No ser aceptado/a tal y como somos por nuestra familia y nuestra comunidad
- No tener acceso a la educación, no poder aprender a leer, no entender las nuevas tecnologías para manejar tu día a día.
- No tener redes de amor y apoyo mutuo, ni familia, ni amigos ni amigas, ni compañeras/os de barrio, de estudio o de trabajo.
-Saber que alguien a quien amamos está sufriendo violencia psicológica y emocional, acoso y violencia física en su hogar, en el colegio, en la calle, o en su centro de trabajo.
- La falta de autonomía, depender de los demás nos hace sufrir mucho.
- No tener libertad para elegir, para hacer cambios, para tomar decisiones, para abandonar un lugar, para movernos con libertad.
- No tener libertad por estar en relaciones basadas en la dependencia, o por sentirnos presionadas o coaccionadas por otras personas.
- No poder ser quien soy realmente, y no tener libertad para poder decir lo que siento, lo que necesito y lo que pienso.
- Las relaciones sin correspondencia ni reciprocidad.
- Las relaciones basadas en el interés o la dependencia.
- Las relaciones basadas en el abuso y la explotación.
- La envidia y la rivalidad que establecen los demás contra nosotras/os.
- La indiferencia y el rechazo de los demás.
- La falta de información y la falta de comunicación con nuestros seres queridos.
- La infidelidad en la pareja, y la falta de lealtad de nuestros seres queridos.
- La violencia psicológica y emocional:
- Los insultos y las demostraciones de desprecio.
- El engaño, las mentiras y la manipulación emocional.
- Los chantajes, las amenazas, los castigos, el soborno y la extorsión.
- Las preguntas cargadas de reproches y los comentarios con doble sentido,
- El sarcasmo utilizado para herir, la ironía para hacer daño.
- Las burlas, las bromas crueles, las humillaciones públicas.
- Las críticas destructivas y los ataques en grupo.
- Las falsas noticias, los bulos, los rumores y los chismes sobre nosotras.
- La ciberviolencia en redes sociales.
- El acoso psicológico y el acoso sexual en los centros de estudio y de trabajo, en los movimientos sociales, en las organizaciones políticas.
- El acoso sexual en las calles, en el transporte público, en los espacios de ocio y diversión.
- La violencia sexual, el abuso y las agresiones sexuales, las violaciones.
- La violencia física y la tortura, física y emocional.
- La explotación en todas sus formas (laboral, doméstica, sexual, reproductiva y emocional)
- La injusticia, la desigualdad y la exclusión social.
- La subida de los precios, la inflación, las crisis económicas que provocan las élites del poder para tener mano de obra barata y desesperada.
- Las guerras: sufrimos cuando las élites del poder entran en guerra y nos obligan a soportar los bombardeos y a financiarla con nuestro dinero, mientras destruyen nuestras casas, escuelas, hospitales, parques y plazas y matan a nuestra gente querida.
-Los desastres naturales: volcanes, terremotos, tsunamis, incendios... que destrozan nuestras casas, pueblos, caminos, ciudades y bosques.
- El cambio climático también nos hace sufrir: las sequías, las inundaciones, las bajadas y subidas bruscas de las temperaturas, la desertización de la tierra...
- El exilio: sufrimos cuando tenemos que irnos de nuestro país huyendo de la precariedad, de la pobreza, del hambre, o de la violencia.
- El racismo y la xenofobia: sufrimos cuando nos cuesta integrarnos en el país de destino, cuando nos sentimos discriminados, cuando nos tratan con desprecio por no haber nacido en ese país.
- Los mandatos de género: sufrimos si no obedecemos y asumismos los roles, los estereotipos y los mandatos de género, si no nos comportamos dentro de los parámetros de la "normalidad", sufrimos cuando los demás nos señalan y nos critican.
- La falta de derechos: derecho al permiso por enfermedad, derecho a la jubilación, derecho a tener días de descanso y vacaciones, derecho a decir que no, derecho a ser dueñas de nuestros cuerpos y de nuestra sexualidad, derecho a movernos con libertad, derecho a decirle que no a nuestras parejas, derecho a vivir una Buena Vida libre de violencia y sufrimiento.
- La falta de derechos durante el embarazo, el parto y el postparto. Los malos tratos y la separación entre una madre y un hijo recién nacido.
- No poder cuidar a nuestros propios hijos e hijas, y tener que dejarlos con personas desconocidas con los que no tienen ningún tipo de vínculo emocional.
- Embarazos no deseados y Maternidades forzadas: cuando nos obligan a ser madres, cuando no podemos elegir el número de hijas e hijos que queremos tener, cuando no tenemos acceso a educación sexual ni a anticonceptivos.
-Maternidades elegidas: sufrimos cuando deseamos ser madres y la situación económica o la carga laboral no nos lo permite.
- Violencia matrimonial: cuando nos obligan a casarnos con hombres pederastas en la infancia, cuando tenemos relaciones sexuales en las que el deseo no es mutuo, cuando nos sentimos obligadas por la necesidad a servir a los hombres, cuando nos obligan o nos coaccionan para que lo hagamos.
-Explotación doméstica: vivir como criadas de nuestros maridos, recibiendo cuidados sin darlos, sin salario, sin baja por enfermedad, sin vacaciones y sin jubilación.
- El agotamiento mental y físico, la falta de energía y de tiempo para vivir: el cansancio, el ritmo de vida y los altos niveles de estrés nos hacen sufrir y nos enferman.
- La incertidumbre ante el presente y el futuro: no saber si vamos a tener ingresos, si nos van a contratar de nuevo en el trabajo, si vamos a tener salud y energía para seguir luchando.
- Esperar: las personas y las instituciones nos hacen esperar, se aprovechan de la angustia que nos causa la incertidumbre y del poder que tienen sobre nosotras y nosotros. Hacer esperar cuando algo es importante para alguien es una forma de hacer daño que corresponde al formato de la violencia pasivo-agresiva: cuando esperamos, estamos en manos de la persona que nos hace esperar. Lo mismo para las buenas, que para las malas noticias.
- La competitividad: cuando no logramos llevar a cabo nuestros proyectos, cuando no logramos nuestros sueños, cuando competimos con los demás y no ganamos, cuando sentimos que hemos fracasado.
- La guerra contra una misma: el autoengaño, el autoboicot, las adicciones, la autodestrucción y la traición a una misma.
- Las enfermedades mentales y los trastornos emocionales, la falta de apoyo psicológico y de herramientas para enfrentar estos procesos.
- No tener tiempo para descansar, ni para divertirnos, ni para compartir la vida con nuestros seres queridos.
- La vulnerabilidad: las personas más vulnerables son las que más protección necesitan. Hablamos de la infancia, las personas mayores adultas, las personas con discapacidad, las víctimas de las guerras y el hambre. Sufren mucho más abuso y violencia que las personas adultas que conocen sus derechos y pueden defenderse.
-La falta de derechos cuando enfermamos y no recibimos atención médica, o cuando somos hospitalizados y no somos tenidos en cuenta para nuestro propio proceso de curación, o cuando no nos tratan con respeto en residencias y centros para personas dependientes.
- Muerte digna: sufrimos cuando no podemos morirnos tranquilos/as, sin dolor y rodeados de nuestra gente querida.
La fórmula mágica para dejar de sufrir es:
-Acabar con la pobreza, la discriminación y la exclusión social, y garantizar las libertades y los derechos humanos de toda la población.
-Ser mejores personas y contribuir a la construcción de un mundo mejor, aprender a cuidar la relación con nosotras mismas, con los demás, y con el planeta que habitamos.
Este es el listado que deberían tener todas las personas que se dedican a la política: su deber principal es velar por nuestra integridad, bienestar y seguridad, e implementar las políticas públicas necesarias para lograr la justicia social, y para erradicar el sufrimiento humano y animal.
Tenemos los conocimientos, la tecnología y los medios para acabar con el sufrimiento, pero ningún gobierno se atreve: solo ofrecen ayudas, limosnas y parches para intentar que la gente no se muera de hambre y no estallen las revueltas.
Pero no pueden acabar con la pobreza porque el poder necesita mucha mano de obra barata, endeudada y desesperada.
Y porque el dinero que ponemos entre todos, va a parar mayoritariamente a los bolsillos de los poderosos.
Y porque los derechos humanos son un gran negocio, sobre todo el derecho a la Sanidad y la Educación.
Y porque no gobiernan realmente ellos, sino la banca, la industria farmacéutica, la armamentística, las empresas energéticas, las petroleras y demás grupos de poder.
No podemos contar con ellos. Tenemos que organizarnos entre nosotros, el problema es que no sabemos cuidar nuestras relaciones, y por eso sufrimos tanto.
¿Que necesitamos para evitar hacernos daño?
Herramientas para relacionarnos con nosotros mismos y con los demás, y formación para aprender a ser mejores personas, desde la Ética amorosa y la Filosofía de los Cuidados.
La fórmula mágica es la pedagogía de los cuidados: educar a la población para que todos entendamos que somos seres interdependientes, y para que aprendamos a pensar y a trabajar por el Bien Común, a resolver nuestros conflictos sin violencia, a abrazar la diversidad, a hacer autocrítica amorosa, y a trabajar todo aquello que nos hace sufrir y hace sufrir a los demás: el egoísmo, el individualismo, la codicia, la avaricia, el acaparamiento, la mezquindad, el odio, el miedo, la crueldad y el afán de acaparar el poder aplastando a los demás.
También necesitamos tomar conciencia de que no podemos seguir votando a partidos políticos que no nos cuidan y no se preocupan por nuestro bienestar.
Y tampoco podemos esperar a que hagan algo. Tenemos que aprender a cuidarnos, a organizarnos entre nosotras, a crear redes de apoyo mutuo y de cuidados.
Para dejar de sufrir hay que aprender a cuidarse y cuidar a los demás, trabajar para ser mejor persona, y al mismo tiempo, aportar a la construcción de un mundo mejor.
Coral Herrera Gómez
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14 de febrero de 2023
Si todo es mutuo, es Amor del Bueno
En el sexo y el amor todo debe ser mutuo. Las ganas, los sentimientos, el deseo sexual, la ternura y los cuidados.
Solo se puede disfrutar del sexo y del amor cuando hay correspondencia entre ambas personas, cuando a ambas les apetece lo mismo, y quieren un tipo de relación similar. Si hay reciprocidad, si tenemos la misma libertad y los mismos derechos, si las tareas se reparten por igual, si nos relacionamos en horizontal, de tú a tú, de igual a igual, podemos lanzarnos a disfrutar, y a vivir una bonita historia de amor.
Las relaciones en las que el amor no es mutuo nos hacen sufrir mucho. Cuando lo damos todo y la otra persona tiene el privilegio de recibir amor y cuidados sin darlos, está abusando de nuestra generosidad y de nuestra vulnerabilidad.
Si el amor no es mutuo, es explotación emocional.
Si los cuidados no son mutuos, es explotación doméstica.
Si el deseo sexual no es mutuo, si el placer no es mutuo, es explotación y violencia sexual.
Si nos quedamos a esperar el milagro romántico, vamos a sufrir mucho. Así que lo mejor es dejar la relación en cuanto notes que no es mutuo, lo mismo si te enamoras que si no te enamoras. Así no sufres, ni haces sufrir a tu pareja.
Recuerda siempre:
Es Amor del Bueno si todo es mutuo.
Coral Herrera Gómez
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Entrevista a Coral Herrera #14F
Aquí mi entrevista para el Consejo de la Juventud de España en el que hablo de cómo otras formas de quererse son posibles.