Nos marchamos sin despedirnos cuando la pareja nos está haciendo mucho daño o cuando corremos algún peligro. Esta es la razón por la cual podemos desaparecer de la vida de una persona sin tener que dar explicaciones, porque debemos proteger nuestra vida, y nuestra salud mental y emocional.
Cuando no se dan estas circunstancias extremas, si no que simplemente queremos dejar de compartir la vida y romper la relación, entonces sí que debemos despedirnos.
No siempre es necesario explicar nuestras razones, ni hay que detallarlas con precisión, lo importante es que la otra persona tenga claro qué es lo que está sucediendo, sin ambigüedades. No es el "por qué", es el "qué" está pasando.
Decir adiós es un acto de amor que requiere mucha honestidad y mucha valentía, no es nada fácil decirle a alguien que ya no estás enamorado o enamorada, no es fácil tampoco decir que quieres separarte para seguir tu camino a solas o con otras compañías, pero hay que hacerlo.
Lo llaman ghosting, pero es maltrato y es violencia, porque desaparecer sin más de la vida de otra persona hace mucho daño.
Cuando te dejan de contestar a los mensajes y no te cogen nunca más el teléfono, cuando te bloquean en redes sociales y cortan las vías de comunicación, es fácil pensar que la culpa es tuya, que has hecho algo malo, que te lo mereces por alguna causa.
Nuestro cerebro se pone en estado de alerta, dispara la adrenalina, nos pone el corazón a mil, y la mente comienza a hacerse preguntas, a darle vueltas, a imaginar y a hacer elucubraciones que nos atormentan mucho.
Cuando aparentemente todo va bien y de repente alguien corta la relación sin decir adiós, nuestro mundo de hunde por completo, se trastoca nuestra vida entera.
Cuando alguien desaparece de la noche a la mañana de tu día a día, el duelo es muchísimo más difícil y más largo, porque antes de llegar a la aceptación nos toca pasar un auténtico calvario.
Nuestra autoestima se hunde, nos sentimos perdidas y vulnerables, nos enfadamos y protestamos, nos ahogamos en lágrimas, nos desesperamos, y a veces, nos obsesionamos.
Nos cuesta comer, nos cuesta dormir, nos cuesta asumir y nos aferramos a la esperanza de que sea algo puntual, con el miedo de que en realidad sea para siempre, y que nunca lleguemos a saber qué pasó.
No importa si tu relación ha durado diez años o un fin de semana, hay que armarse de valor y contar con calma a la otra persona lo que te está ocurriendo, lo que estás sintiendo, y la decisión que quieres tomar.
Si no quieres hacerlo por miedo, si sospechas que la otra persona puede perder los papeles, agredirte o agredirse a sí misma, hazlo al aire libre, a plena luz del dia, en un sitio donde haya gente cerca. Pero hazlo: las historias hay que cerrarlas bien, hay que saber ponerle punto y final a las relaciones, hay que ponerle amor a las despedidas.
Si ya no sientes lo mismo por tu pareja, o si hay cosas de ella que no te gustan, si sientes que no sois compatibles, si no le ves futuro a la relación, dilo con suavidad y firmeza.
Si quieres empezar otra etapa de tu vida, si quieres vivir otras historias, si te has enamorado de otra persona, dilo con cariño y claridad.
Si acabas de empezar la relación pero te das cuenta de que en realidad no estás a gusto, por lo que sea, puedes decirlo, porque tienes derecho a empezar y a terminar tus relaciones cuando quieras.
Lo que no tienes derecho es a hacer sufrir a alguien con quien has compartido tu intimidad personal y sexual, y con quien has compartido fluidos, besos y abrazos.
Porque irse sin más para no tener que dar la cara es de cobardes, y hace sufrir mucho a la otra persona. Ojalá todos tuviéramos la fortaleza para mandar al carajo a quien no nos coge el teléfono, y la autoestima tan alta como para soportar una muestra de desprecio tan cruel. Pero no la tenemos.
Somos seres muy frágiles, somos muy vulnerables, y nos duele mucho que nos traten mal. Cuando confiamos en nuestra pareja, es porque creemos que nos va a tratar bien todo el tiempo: antes, durante, y al final de la relación.
Lo llamamos cuidados, lo llamamos responsabilidad afectiva, es una cuestión de justicia y compañerismo.
Es difícil pero con empatía, solidaridad y amor del bueno se consigue: todos y todas merecemos poder decir adiós, y dar y recibir cuidados hasta el final.
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Coral Herrera Gómez
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