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10 de mayo de 2024

Cómo trabajar las Masculinidades en el ámbito de la pareja






CÓMO TRABAJAR LAS MASCULINIDADES EN EL ÁMBITO DE LA PAREJA: LOS PRIVILEGIOS DE LOS HOMBRES Y LOS DERECHOS HUMANOS DE LAS MUJERES

Coral Herrera Gómez

Capítulo 6 del libro:  Hombres en el siglo XXI. Análisis críticos de las masculinidades”, TIRANT LO BLANCH MASCULINIDADES, 2024


En las parejas que desean construir una relación igualitaria, basada en el respeto, el disfrute y los cuidados mutuos, uno de los principales problemas que surgen durante el proceso de negociación es el tema de los privilegios de los hombres y los derechos de las mujeres. Todas y cada una de las cuestiones a negociar en el seno de las parejas para la firma del contrato amoroso están atravesadas por la desigualdad estructural del sistema patriarcal. 

En este capítulo vamos a hablar del trabajo que pueden llevar a cabo los hombres para construir relaciones libres de sufrimiento, violencia y explotación, y lo haremos desde la Ética Amorosa y la Filosofía de los Cuidados, instrumentos que además de permitirnos analizar la realidad con una perspectiva feminista nos permiten también fabricar las herramientas que necesitamos para relacionarnos en igualdad y en libertad. 

 El primer paso es tomar conciencia: vamos a analizar los privilegios masculinos desde la perspectiva de los derechos humanos fundamentales de las mujeres. El segundo paso es plantear algunas de las preguntas que pueden constituir el punto de partida para que los hombres puedan trabajar en ello, individualmente y en pareja.


Tipo de relación y grado de compromiso

Cuando una pareja se plantea definir qué tipo de relación quieren tener, es fundamental tener en cuenta el contexto en el que lo hacemos: la sociedad en la que vivimos impone la monogamia a las mujeres, mientras que a los hombres les permite vivir una doble vida como hombre soltero, y como hombre casado. Desde siempre los hombres han podido gozar de una vida sexual y sentimental diversa y variada, gratuitamente o pagando, mientras las mujeres se quedaban encerradas en el hogar, privadas de todo tipo de relación sexual con otros hombres y otras mujeres. 

¿Cuál es el castigo reservado a las mujeres que se saltan esta ley del patriarcado? Muchas mujeres son asesinadas por su marido no solo por ser infieles, sino también por las sospechas de sus parejas. Lo mismo en países desarrollados que en vías de desarrollo: nos siguen matando por adulterio, y en algunos países, la impunidad de los femicidas es del 90%, como en México, según cifras de ONU Mujeres del Informe 25N de 2018.  

Otros castigos reservados para las mujeres que no obedecen las normas de la monogamia: palizas y violaciones por parte de su marido, expulsión del hogar o abandono por parte del marido, rechazo por parte del núcleo familiar, violencia psicológica y emocional por parte de la comunidad, ostracismo y aislamiento social. 

¿Cuál es el castigo que reciben los hombres por ser infieles? Tres días en el sofá, luego llega el perdón, y regresan al lecho conyugal. En el caso de ellos, lo denominamos “aventuras” o “echar unas canitas al aire”, en el de ellas, en cambio, es un atentado contra la moral, un pecado mortal, un delito imperdonable. 

La doble vida de los hombres está sustentada bajo el pacto de silencio que les protege a ellos (Celia Amorós, 2004) y les oculta la información a ellas, de manera que muchas mujeres viven en una realidad paralela que nada tiene que ver con la realidad que conocemos como objetiva o real. Y esto es violencia porque vivir en una realidad paralela no permite a las mujeres decidir si quieren estar en una relación abierta o cerrada, o si prefieren no compartir vida junto a un compañero que no respeta los pactos de exclusividad y fidelidad. 

Vivir en una vida de engaños y mentiras es muy doloroso y atenta contra nuestra dignidad y nuestra imagen. Aún los cuernos que sufrimos desatan las risas, comentarios y burlas de los demás, que nos señalan públicamente como fracasadas y como culpables del engaño de nuestros maridos. La infidelidad masculina es siempre culpa de las mujeres: por intentar robarle los maridos a las otras, o por no complacer y cuidar a los nuestros. El rol de criadas y de policías nos pone de rodillas: el deber de las mujeres es satisfacer sus necesidades y deseos, y a la vez vigilar y controlar a los esposos para evitar sus romances extraconyugales.

 Para los hombres que desean revisar sus privilegios, la cuestión principal a trabajar en este área es la honestidad. La única manera de no mentir y no engañar, es ser sincero y respetar los pactos, o reformularlos. Sea cual sea el modelo de relación que queramos, el pacto principal debe ser la honestidad y la confianza mutua, y para ello los hombres tienen que comprometerse a no ocultar información a sus compañeras, y a ser responsables para comunicar a sus parejas lo que está ocurriendo cuando se quiere romper el pacto de monogamia, o cuando se ha roto.  Solo con información podemos tener el poder para renegociar los pactos, o bien para dejar la relación. 

Esta cuestión sobre el tipo de pareja que queremos tener es muy importante, porque muchas mujeres ni siquiera se hacen esta pregunta: somos educadas para aceptar el tipo de relación que quieren nuestros compañeros masculinos, porque las necesidades de ellos son siempre más importantes que las nuestras. Y cuando somos capaces de expresar lo que nosotras necesitamos, deseamos y queremos, entonces la negociación es mucho más complicada porque puede ocurrir que no coincidamos en el tipo de relación que queremos construir. 

Si cada cual desea un modelo de relación diferente, entonces no podemos seguir adelante. Hasta ahora las mujeres aceptaban el modelo que sus parejas les imponían, porque fuimos educadas para ser dependientes y sumisas, pero cada vez hay más mujeres que quieren construir relaciones igualitarias basadas en el respeto, los buenos tratos, la igualdad, la libertad, la comunicación, la empatía y la solidaridad. Los hombres ya no pueden imponer su modelo, ahora tienen que negociarlo. Y ese modelo de monogamia impuesta para nosotras, y de poliagamia elegida para ellos, ya no nos vale. 

Desde la perspectiva de la ética amorosa, los hombres podrían preguntarse: ¿es justo pedirle a mi compañera una relación monogámica en la que yo puedo saltarme las normas cuando quiera, y ella no porque el coste de saltárselas es demasiado alto?, ¿o podríamos buscar una fórmula para pactar exclusividad renunciando a mi privilegio de hacer lo que yo quiera a base de mentiras y engaños?, ¿estoy realmente dispuesto a renunciar al privilegio de la doble vida?, si la respuesta es no, ¿podría plantearle a mi pareja una relación abierta?

El trabajo más importante en este punto es la honestidad y el compañerismo, dos de las asignaturas pendientes más difíciles para los hombres educados en el patriarcado, que deben tomar conciencia de que la monogamia impuesta a las mujeres mediante engaños y mentiras, es un acto de violencia contra nosotras porque atenta contra nuestra libertad para elegir el tipo de pareja que queremos tener.  


Placer y disfrute sexual

Un estudio publicado por UNFPA en 2021 afirma que solo el 52% de las mujeres casadas o en unión tienen autonomía corporal y son dueñas de su cuerpo, su sexualidad y su salud. Es decir, solo la mitad de mujeres en el mundo toman libremente sus propias decisiones sobre relaciones sexuales, uso de anticonceptivos y atención médica. Solo la mitad de las mujeres pueden tomar sus propias decisiones a la hora de decidir sobre la atención de su salud, y decir “no” a su pareja si no desea tener relaciones sexuales.

El privilegio masculino nos sitúa a las mujeres como sirvientas de los hombres: nuestro rol nos obliga a ser complacientes y a anteponer los deseos de nuestra pareja por encima de los nuestros. Los hombres siguen disfrutando de sus relaciones sexuales cuando les apetece y con quien les apetece, incluso aunque sus parejas no quieran tener sexo. 

Creen que tienen derecho a ello porque son hombres, y porque aportan dinero a la economía familiar. Este privilegio lo gozan no solo con sus propias esposas, sino también con mujeres pobres a las que pagan a cambio de sexo. Y cuando no pueden obtenerlo con dinero, lo obtienen a la fuerza de sus parejas: la mayor parte de las agresiones sexuales y violaciones las sufrimos en casa. 

Así que el trabajo principal de los hombres es aceptar que no son dueños de sus compañeras, y que ellas tienen derecho a decidir si quieren o no tener sexo. Ahora que las mujeres estamos reivindicando nuestro derecho al placer y al disfrute, los hombres pueden trabajar su egoísmo, y empezar a preocuparse por el placer y las apetencias de sus compañeras. 

En este punto es necesario tener en cuenta otro dato: la mayor parte de los hombres ha aprendido a excitarse viendo en sus pantallas a mujeres sometidas y humilladas, cosificadas, traficadas, y obligadas a abrir sus orificios corporales para que los hombres se froten y eyaculen en ellos. Un 63% de los niños de 8 años ven porno habitualmente o lo han visto alguna vez, según el informe de 2020 de Save The Children. 

La mayoría de las mujeres del porno y la prostitución son mujeres sin libertad de elección, sometidas por la pobreza y la necesidad económica. Y el porno es cada vez más cruel, más machista y más violento: ¿cómo podrían los hombres desaprender a excitarse con el sufrimiento de las mujeres?, ¿es posible disfrutar del sexo sin vejar, sin humillar, sin escupir, sin orinar, sin defecar, sin abofetear y sin desgarrar vaginal y analmente a las mujeres?

Gracias a la falta de educación sexual y al porno, la mayor parte de los hombres emparejados son pésimos amantes, como lo demuestran las estadísticas que se publican cada año sobre el porcentaje de mujeres que fingen sus orgasmos: alrededor de un 70% de las mujeres. La mayoría de ellas lo hacen para  no herir el ego de sus compañeros masculinos, o para que ellos lleguen al orgasmo y terminen cuanto antes. 

La doble moral nos ha hecho creer que las mujeres que disfrutamos del sexo somos enfermas, degeneradas, desviadas, o malvadas: en el imaginario colectivo la relación de las mujeres con el sexo es utilitaria. A nosotras no nos debe gustar el sexo, solo debe ser un medio para conseguir dinero, amor, hijos, o el trono del matrimonio. Porque disfrutar es pecado para nosotras, pero hacerles disfrutar a ellos es un deber. Es obvio que tanto hombres como mujeres necesitamos educación sexual y emocional, pero además, es urgente acabar con el machismo que castiga a las mujeres que viven libremente su sexualidad. 

Así que la cuestión para trabajar este tema desde las masculinidades, es que los hombres sean capaces de eliminar sus prejuicios contra las mujeres que disfrutan, que puedan hablar de sexo con sus compañeras, que aprendan a escuchar con atención amorosa, y a experimentar e investigar con la pareja los caminos del placer femenino

Una de las claves para la transformación masculina es que sean capaces de desarrollar la empatía para preocuparse por el placer de sus compañeras tanto como se preocupan por el suyo. 


Otra de las claves del trabajo es crear las condiciones para que las mujeres podamos gozar sin peligro. ¿Cuáles son los principales peligros que corremos las mujeres? Los embarazos no deseados, las enfermedades de transmisión sexual, y la violencia sexual. 

Los hombres tienen que tomar conciencia de que todas nosotras tenemos derecho a tener relaciones deseadas y seguras en las que nuestra salud mental, emocional y física, y nuestra propia vida se vean amenazadas. Para ello se tienen que replantear dos cuestiones: una es el uso de anticonceptivos y barreras para protegerse y proteger a sus compañeras. La otra es la aceptación del no, una de las cuestiones más problemáticas de la masculinidad que vamos a analizar en los siguientes puntos. 


Salud sexual, relaciones seguras y libres de violencia

Todas las mujeres tenemos derecho a tener relaciones sexuales y sentimentales seguras, libres de coacción y de violencia, y a no morir por enfermedades de transmisión sexual, embarazos no deseados, partos o abortos legales o clandestinos.

Sin embargo, cada año mueren cerca de medio millón de mujeres como resultado de complicaciones derivadas del embarazo o el parto, según un estudio de 2017 de la Organización Mundial de la Salud: se practican más de veinticinco millones de abortos inseguros en el mundo y en ellos mueren 40 mil niñas y mujeres cada año. 

Los hombres educados en el patriarcado siguen sin responsabilizarse de su propia salud sexual y de la de sus compañeras, y esta es la razón por la cual las mujeres deben asumir solas todo lo que tiene que ver con la salud sexual y la planificación familiar, como si fuese un problema exclusivamente suyo.. 

Todas nosotras tenemos derecho a tener relaciones basadas en el deseo sexual, no en nuestra necesidad económica o en nuestro rol como objetos sexuales al servicio de los hombres. La doble moral del patriarcado nos ha hecho creer que el apetito sexual de los hombres es irrefrenable, que no pueden controlarse a sí mismos, que son incapaces de actuar con ética cuando sienten deseo sexual por una mujer. Por eso se disculpa a los hombres y se culpa a las mujeres de provocarles. 

En el imaginario colectivo somos nosotras las que les obligamos a tener relaciones fuera del matrimonio, o a violarnos, porque vamos vestidas de una forma provocativa, o porque salimos de noche, o porque caminamos solas por la calle.  

Y sin embargo, la gran mayoría de las agresiones sexuales no las sufrimos a manos de desconocidos, ni en la calle. Según el Informe del 25 de Noviembre de la ONU en 2018, nos violan en casa, y nos violan nuestros novios, maridos, padres, hermanos, abuelos, tíos, primos, y amigos de la familia. 

¿Y por qué nos violan los hombres que más dicen querernos? La antropóloga argentina Rita Segato (2017) nos lo explica de una forma clara en sus obras: los hombres no violan por apetito sexual, sino por la necesidad de sentir que tienen el poder. No es un acto sexual, sino de dominación. No les mueve el placer, solo la necesidad de sentirse importantes.  

Además, muchos hombres poseen una escasa tolerancia al rechazo y no soportan que les digan que no cuando desean tener relaciones sexuales. Les han educado para que crean que nosotras somos objetos, y que nuestros cuerpos están a su disposición, gratis o pagando. Si se casan con una mujer, son dueños de su vida, y creen que tienen derecho a penetrarlas aunque ellas no lo deseen.

En España un 13,7 % de las mujeres españolas han sufrido violencia sexual en la pareja, casi 3 millones de mujeres. El 6,6% de las mujeres que han tenido pareja manifiestan que al menos alguna de sus parejas, a lo largo de su vida, la ha obligado a mantener relaciones sexuales cuando ella no quería. Un 6,3% de las mujeres que han mantenido relaciones sexuales sin desearlo, lo han hecho por miedo a lo que su pareja les podía hacer si se negaban. Un 3,5% de las mujeres encuestadas afirman que les resultó humillante o degradante tener relaciones sexuales contra su voluntad, sobre todo cuando su pareja le impedía salir, “sujetándola o haciéndole daño”

También las cifras sobre prostitución nos demuestran que los hombres siguen abusando de su poder para tener sexo con quien deseen y cuando deseen: alrededor de un tercio de los hombres (el 32,1%) reconoció haber pagado dinero por mantener relaciones sexuales al Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) en 2008. El 10,2% señaló que solo había pagado una vez en su vida y otro 21,9% reconoció que habían sido más veces.

Estos datos nos demuestran que los hombres tienen que plantearse estas cuestiones desde la ética amorosa: ¿es justo que yo pueda tener relaciones con mujeres pobres que si pudieran no tendrían jamás sexo conmigo?, ¿es justo que mis compañeras sexuales queden embarazadas porque a mí me molesta usar preservativo?, ¿es justo que mis compañeras sexuales enfermen y su vida corra peligro porque yo tengo todas las relaciones que quiero sin usar protección?, ¿cómo puedo cuidar mi salud sexual y la de las mujeres con las que me relaciono? 

Otros temas para trabajar : la frustración al no, la necesidad de dominar, el placer del poder, y el respeto a la libertad de la pareja. Para dejar de ejercer violencia sobre sus compañeras sexuales y sentimentales es preciso desarrollar la autocrítica amorosa, aprender a cuidarse a sí mismos, escuchar a sus compañeras, y a aceptar un no cuando sus compañeras no desean tener relaciones sexuales. 


El cuidado del hogar, los familiares y los hijos e hijas


Todas las mujeres tenemos derecho a tener relaciones igualitarias en las que los cuidados sean mutuos, y a tener tiempo libre para descansar y para disfrutar de la vida. 

Sin embargo, en España las mujeres trabajamos gratis durante 43 días al año

Dedicamos una media de 6 horas (5 horas y 59 minutos) al trabajo doméstico. Los hombres emplean en este grupo de actividades menos de la mitad del tiempo, 2 horas y 20 minutos, según el Instituto de las Mujeres de España del año 2020. 

En todo el mundo la gran mayoría de las mujeres tenemos una doble jornada laboral: una fuera de casa, remunerada generalmente con sueldos precarios, y otra en casa, sin remuneración, sin cotizar a la seguridad social, sin permiso de baja por enfermedad, sin días de descanso, sin vacaciones, y sin derecho a la jubilación. Es un trabajo que tenemos para toda la vida, algunas desde que somos niñas, y no tiene prestigio social, ni se valora, ni se paga: damos los cuidados gratis. 

Cuidamos la organización, administración y limpieza del hogar, parimos, criamos y educamos a los hijos y las hijas, cuidamos de las personas dependientes de la familia (adultos mayores, familiares con discapacidades, familiares accidentados o enfermos), de las mascotas y de las plantas, ejercemos de limpiadoras, enfermeras, cocineras, educadoras, asistentas, psicólogas, secretarias, y  asumismos toda la carga mental, la mayoría solas, sin ayuda ni colaboración, y el resultado es que ellos tienen mucho más tiempo libre que nosotras, y que nosotras estamos agotadas. 

Si los cuidados no son mutuos, son explotación doméstica, y todo tipo de explotación es violencia, porque alguien se beneficia del robo de nuestra energía y nuestro tiempo. A las mujeres nos obligan a vivir una vida de servicio, sacrificios, renuncias, y nos medican para que podamos aguantar el ritmo de vida sin protestar. 

El tema de los cuidados es una cuestión de justicia social: sin tiempo libre y sin energía, las mujeres no podemos descansar, ni disfrutar de nuestras pasiones, ni de nuestra gente querida. 

Los hombres no pueden seguir abusando de las mujeres ni pueden seguir llamando “amor” al trabajo gratuito, como afirmaba la antropóloga feminista Silvia Federici en su teoría sobre el patriarcado del salario (2018), según el cual a las mujeres nos toca el papel de las obreras, mientras los hombres actúan como la patronal. 

La sobrecarga de trabajo de las mujeres es el principal motivo para divorciarse hoy en día, según la Asociación Española de Abogados de Familia en febrero de 2022. Y es que no es posible disfrutar del amor de pareja en un contexto de abuso y explotación doméstica. 

¿Cómo se trabaja desde las masculinidades? Tomando conciencia del problema, y buscando un cambio en las relaciones de poder, para “desgenerizar” las tareas de cuidado, en palabras de Alicia Puleo (2011). En su día a día, los hombres pueden asumir su corresponsabilidad como persona adulta en las tareas de cuidados, negociando para repartir el trabajo, y organizando la logística con la compañera para igualar la carga de trabajo y de tiempo libre. 


La libertad de las mujeres y el derecho a vivir una Buena Vida

Las mujeres perdemos el derecho a la libertad cuando nos emparejamos. Primero, por una cuestión de tiempo y de dinero: además de no tener horas libres al día, tampoco tenemos autonomía económica que nos permita decidir libremente con quién queremos estar, y cuándo queremos terminar una relación sentimental. 

Pero también porque la monarquía masculina se sustenta sobre la obediencia femenina. 

Muchas niñas y mujeres en el mundo viven confinadas en sus hogares y solo tienen permiso del marido para ir al mercado, al médico y a la iglesia, pero nunca solas, siempre acompañadas por familiares. Son muchas las mujeres que no tienen libertad de movimientos, ni tienen libertad sobre sus cuerpos, su sexualidad, sus maternidades. Son muchas las que ni pueden elegir pareja, ni pueden divorciarse de ella, porque incluso aún siendo legal el divorcio, no poseen autonomía económica.

Muchas mujeres pierden su derecho a estudiar, a trabajar, a viajar, a tener sus propios proyectos personales y profesionales cuando se emparejan o se casan. En todo el mundo, son millones las mujeres que no pueden expresar sus opiniones, sus sentimientos, sus ideas y sus conocimientos en el espacio público, no pueden tomar decisiones, ni manejar su propio dinero, ni tener su propia red social y afectiva. Muchas mujeres tienen la comunicación limitada, vigilada y controlada por sus padres, novios y maridos. Cuando empiezan su primera relación con un hombre, pierden completamente el derecho a la intimidad y a la privacidad porque son obligadas a compartir sus contraseñas de correo y perfiles en redes sociales.

En España: el porcentaje de mujeres residentes de 16 y más años que manifiestan haber sufrido en algún momento de su vida los distintos actos de violencia psicológica de control por parte de alguna pareja o expareja, es del 31%, es decir, más de 6 millones y medio de mujeres.Las mujeres también sufrimos violencia emocional: al menos un 21,9% de las mujeres residentes en España, según la Macroencuesta de 2019 soportan o han tenido que soportar insultos, gritos, burlas crueles, amenazas, castigos, humillaciones, comentarios despreciativos y malos tratos.   

¿Cómo podrían los hombres trabajar sus masculinidades para dejar de limitar o prohibir el derecho a la libertad de sus compañeras? Desmontando, en primer lugar, la idea de que una mujer a la que amas es propiedad suya. Y trabajando, en segundo lugar, la necesidad de dominar, someter y tener el control sobre su compañera. 

Desde niños los hombres aprenden a valorar y a defender su libertad, pero no la de los demás, y por eso es tan necesaria una educación feminista que les ayude a comprender por qué las mujeres nacemos libres y cuales son los derechos fundamentales de los seres libres. También es necesaria la educación emocional, para que aprendan a resolver los conflictos sin violencia, y para que aprendan a cuidar sus emociones de manera que no hagan daño a nadie. 


Tema económico: gastos e ingresos

Según la Macroencuesta de 2019, un 10,8% de las mujeres residentes en España de 16 y más años ha sufrido violencia económica por parte de alguna pareja o ex pareja en algún momento de su vida: 6,9% ‘se negaba a darle dinero para los gastos del hogar cuando la pareja tenía dinero para otras cosas’, 7,2% ‘le impedía tomar decisiones relacionadas con la economía familiar y/o realizar las compras de forma independiente, 4,9% ‘no le dejaba trabajar o estudiar fuera del hogar’.

En todo el mundo, los hombres tienen en propiedad las tierras, los medios de producción y de comunicación, los bancos, las empresas, las iglesias. Nosotras las mujeres, trabajamos para ellos, por eso los grandes puestos de responsabilidad los siguen teniendo ellos, y por eso nosotras ocupamos los puestos peor valorados y peor remunerados. Nuestros salarios son más bajos, trabajamos gratis muchas horas, sufrimos más la precariedad laboral, el desempleo, y la falta de derechos laborales. Nos despiden cuando nos embarazamos, no nos contratan si tenemos bebés o críos pequeños, no ascendemos en las empresas ni en las instituciones, no obtenemos financiación para nuestros proyectos de investigación, el mundo de los expertos en cualquier cosa, es un mundo de hombres. 

A la hora de negociar en pareja cómo repartirse los gastos y los ingresos en pareja, entonces, los hombres tienen que tener en cuenta la brecha salarial de su país (en España es del 18%) La gestión de la economía de la pareja debe hacerse de manera proporcional a los ingresos de las mujeres, pero también teniendo en cuenta cómo nos afecta a las mujeres todos los factores anteriormente citados. 

¿Cómo pueden trabajar los hombres este tema? 

Lo más importante es que los hombres reconozcan lo que hacemos como trabajo, que asuman que el trabajo gratuito que hacemos es explotación, y la explotación es violencia. También deben renunciar al privilegio de la explotación doméstica, y trabajar la empatía, la solidaridad y el compañerismo para afrontar los gastos compartidos como un equipo

Cuando hay dependencia económica en la pareja, es preciso plantearse conjuntamente el tema de una posible separación y preguntarse: ¿tenemos los dos la misma libertad y las mismas condiciones para terminar la relación?, ¿cómo podríamos hacer para que ambos seamos libres para quedarnos o para irnos? 



Los cuidados en la pareja 

Las mujeres tenemos derecho a vivir relaciones libres de violencia, y a que no se nos someta a ningún tipo de tortura ni a tratos crueles, inhumanos o degradantes. Sin embargo, alrededor de 81,000 mujeres y niñas fueron asesinadas en el 2020, y la mitad, unas 47,000 de ellas, (es decir, el 58%), a manos de sus parejas o familiares. 

Es una cifra que se repite cada año, según ONU Mujeres, que estima que 736 millones de mujeres -alrededor de una de cada tres- ha experimentado alguna vez en su vida violencia física o sexual por parte de una pareja íntima, o violencia sexual perpetrada por alguien que no era su pareja (el 30% de las mujeres de 15 años o más) Esto equivale a una mujer o niña asesinada cada 11 minutos por maridos y hombres de su entorno. 

¿Qué deberían trabajar los hombres para que las mujeres podamos tener nuestros derechos garantizados? En primer lugar, renunciar al privilegio de recibir cuidados sin darlos, en segundo lugar, aceptar que las mujeres son libres y que ellos no son dueños de su cuerpo ni de sus vidas. Y en tercer lugar, aceptar, como afirma Miguel Lázaro (2022) que la masculinidad patriarcal es la principal amenaza que afrontan las mujeres para su vida y su seguridad, para su desarrollo personal, y para alcanzar la igualdad individual y colectiva. 


Conclusión

A nivel colectivo, de todos los factores de cambio, según Pierre Bourdieu, los más importantes “son los que están vinculados a la transformación decisiva de la función de la institución escolar en la reproducción de la diferencia entre los sexos (...) y la transformación de las estructuras familiares”. 

Los hombres tienen que tomar conciencia de cómo funciona el patriarcado, cómo lo han interiorizado, y cómo pueden liberarse de todas las creencias, los valores y principios que les someten al rol de hombre, y a los mandatos de género. 

Es un proceso de autoconocimiento y autocrítica amorosa que les permitirá identificar sus privilegios, y  todo aquello que necesitan cambiar para aprender a relacionarse con las mujeres en condiciones de igualdad y libertad. 

En el centro de este trabajo están los cuidados: podemos educar a las nuevas generaciones de hombres para que aprendan a cuidarse a sí mismos y a cuidar sus relaciones desde la Ética Amorosa. 

Lo más urgente, es el reparto de los cuidados del hogar, la crianza, las mascotas y los familiares dependientes. Después, es necesario aprender a elaborar los pactos para que podamos construir relaciones sanas en las que ambos miembros de la pareja puedan disfrutar por igual. 

Otras formas de ser hombres son posibles: el trabajo con uno mismo contribuye al contagio social, porque los hombres que tienen alrededor se ven afectados e influenciados por los cambios que hace el resto. 

Otras formas de relacionarnos, de querernos y de organizarnos son posibles: la clave está en entrenar día a día en el desarrollo de la empatía, la honestidad, la solidaridad, el compañerismo, la igualdad y la equidad, la sensibilidad. 

Y tomar conciencia de que todos estos cambios personales y colectivos no sólo sirven para ser mejores personas, para liberarse a sí mismos y para liberar al amor del patriarcado y el machismo, sino que también contribuyen al cambio colectivo, y a la construcción de un mundo mejor. 


Coral Herrera Gómez



Este capítulo forma parte del libro colectivo :Hombres en el siglo XXI. Análisis críticos de las masculinidades”

Editado por Anastasia Téllez Infantes, Javier Eloy Martínez Guirao, Joan Sanfélix Albelda (Eds.),

TIRANT LO BLANCH MASCULINIDADES, 2024

A la venta en papel y en ebook









Otras publicaciones de Coral Herrera: 


Masculinidad, amor romántico y relaciones de pareja

Capítulo 6 del libro: 

Hombres, Masculinidad (es) e Igualdad , coordinado por Bakea Alonso e Isabel Tajahuerce, de la Editorial Aranzadi.


España, junio 2022

Formato: papel y ebook










Coral Herrera Gómez, editorial Catarata, Madrid, 2019









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20 de febrero de 2024

Hombres con miedo a las Mujeres con poder

 




"Yo cuando ligo con hombres siempre digo que trabajo en Iberia. Y entonces ellos sonríen y me ven vestida de azafata sexy. Cuando terminamos de tener relaciones, y le cuento que soy la Comandante García, y que piloto un boing 747, se le pone chiquita, y después de la primera cita, desaparecen. No pueden soportarlo, me imaginan con 400 personas en mis manos aterrizando en el aeropuerto de Nueva York, y empiezan a sentir un complejo de inferioridad, que por mucho que lo intentan, no pueden con él"

Recuerdo que todas nos reímos, estábamos en un taller de mujeres reflexionando sobre por qué cuando nos enamoramos de un hombre, disimulamos para no parecer tan inteligentes, tan trabajadoras, tan luchadoras, y tan poderosas. Nos empequeñecemos para no asustar a los hombres, para parecer buenas mujeres, mujeres en las que se puede confiar. 

Invertimos mucha energía en calmar el miedo de los hombres, y para ello lo más cómodo es elevarle a él al altar, mientras nosotras nos quedamos debajo. Ellos ahi arriba también están más cómodos, porque es el lugar que han ocupado siempre. Les gusta que les admiremos y les idealicemos, porque ellos no están acostumbrados a admirar mujeres. 

Es fácil hacer la prueba: puedes preguntar a los hombres a tu alrededor cuantas mujeres escritoras admiran, cuantas deportistas, cuantas científicas, cuantas políticas, cuántas pintoras, cuántas periodistas, cuántas influencer siguen. Les cuesta mucho porque la mayoría de ellos no leen a las mujeres, no van a verlas jugar a los estadios, no siguen a mujeres importantes en redes sociales. Algunos pueden hablar de personajes históricos como Marie Curie o Isabel la Católica, pero si les pides que cite mujeres importantes que estén vivas en estos momentos, les cuesta todavía más. 

Recuerdo que el día que yo me doctoré, salió en los periódicos la noticia de que las mujeres con titulo de doctora o titulos universitarios, ligaban menos y se emparejaban menos que las mujeres sin estudios. Y me reí, pero es verdad que a lo largo de mi vida, cuando me he enamorado de un hombre, he tratado de parecer menos inteligente y poderosa de lo que soy.

Cuando tomé conciencia del tremendo miedo que tienen los hombres a las mujeres libres y a las mujeres con poder, me di cuenta de que el problema es de ellos, no mío. Yo he tenido parejas mucho más inteligentes y cultas que yo, y otras que no tenían más que los estudios básicos, y nunca me he sentido superior o inferior. Sin embargo, ellos sí se han sentido apabullados por mi nivel, y por mi papel como figura pública a la que reconocen por la calle. 

A lo largo de estos años trabajando con mujeres, he escuchado a muchas hablandome de los problemas que genera el tener un puesto más alto que sus compañeros, o el tener un salario superior al de ellos. ¿Cuáles son esos problemas? Fundamentalmente, luchas de poder. Todas las parejas tienen luchas de poder mientras intentan domesticarse mutuamente, pero cuando el enemigo es superior a ellos, los hombres patriarcales sienten una necesidad imperiosa de ponerse siempre arriba para sentir que tienen el dominio y el control de la relación.

Cuanto más inseguro es un hombre, más depende emocionalmente de su pareja, y más complejo de inferioridad y de superioridad siente con respecto a ella. 

Un hombre acomplejado suele aplicar siempre la misma estrategia de lucha, que consiste en intentar bajar la autoestima de su compañera para hacerla creer que no vale nada, y que ella no es nadie sin él.  

Esta estrategia también consiste en jugar con el ego de las mujeres: cuanto más reconocimiento y afecto necesitamos de los demás, más vulnerables somos, y más inseguras nos volvemos, porque nuestra autoestima cambia según el nivel de atención y amor que recibimos de los demás. Cuanto más alto está el ego, más baja nuestra autoestima. 

Así que muchos hombres lo que hacen es darte y quitarte ese reconocimiento y ese amor, para que te sientas tan insegura como ellos. Lo que hacen es quitarte poder para defenderse de ti: es una forma de asegurarse que no vas a utilizar tu enorme poder para aprovecharte de ellos, o para dañarlos. 

A los hombres más machistas les pasa que viven una batalla muy fuerte en su interior: por un lado odian y temen a las mujeres, por otro lado admiran a sus compañeras, pero también sienten una profunda envidia. Los hombres han sido educados para rivalizar y competir con los demás, así que cuando se emparejan no saben relacionarse de tú a tú. 

Les educan desde muy pequeños para que le tengan miedo al amor y al poder de nuestros encantos, de manera que van al amor como si fueran a la guerra. 

Ellos van armados hasta los dientes, nosotras vamos desnudas, creyendo que la pareja va a ser un paraíso en el que seremos muy felices para siempre. 

¿Qué ocurre cuando nos damos cuenta de que nuestro compañero no lleva bien nuestro poder y nuestra posición? 

Generalmente intentamos empequeñecernos y alabarlos a ellos para que se sientan mejor, pero después llega un punto en que lo que queremos es dejar de batallar, y trabajar en equipo, codo a codo, con nuestro compañero. 

Es una lucha muy larga, pues los hombres están siempre alerta defendiendo su libertad y su poder: no hay nada que les aterre más que ser un calzonazos, un hombre dominado por su mujer. Los hombres patriarcales necesitan sentirse los jefes de su familia, los que mandan y ordenan, y necesitan que los demás (mujer, hijas e hijos) respeten su autoridad y obedezcan. 

Esto ya no es posible hoy en día porque ya no son los únicos proveedores de ingresos de la familia. Ahora se necesitan dos sueldos cada mes, y ya no tienen en sus manos el poder económico. Así que no saben muy bien cómo hacer para seguir justificando su necesidad de dominar.

Esto genera mucha rabia y frustración en los hombres con miedo, y cuanto más rencor se acumula en su interior, más machacan a sus compañeras, y más problemas crean. Los hombres inseguros y machistas no pueden soportar que una mujer tenga demasiado éxito en su profesión, especialmente si tienen millones de seguidores en todo el planeta. 

¿Os imagináis lo que debe de ser vivir con mujeres como Shakira, una mujer con mucho talento y mucho dinero, que viaja durante todo el año y despierta pasiones allá donde va?

Ya lo dijo el maestro Eduardo Galeano: "El machismo es el miedo de los hombres a las mujeres sin miedo”

Son muy pocos los hombres capaces de relacionarse de una forma tierna y amorosa con mujeres poderosas, pero haberlos, haylos. 

En el mundo de las estrellas, conocemos casos de hombres que han acompañado durante años a sus compañeras sin necesidad de dominarlas y sin necesidad de hacerles sufrir. Hombres que se dedican a facilitar, no a poner obstáculos, hombres que cuidan a sus compañeras, que se encargan de la casa y de la crianza, que ponen lo mejor de sí mismos para que sus mujeres brillen y triunfen, y que apoyan en los buenos y los malos momentos, también cuando se apagan los focos y pasan de moda. 

Son minoría. 

También en la vida real existen estos hombres que no necesitan sentirse superiores a sus compañeras, que están seguros de sí mismos, confían en sus parejas, construyen relaciones basadas en el compañerismo y el apoyo mutuo, y se alegran mucho por los éxitos de la mujer con la que comparten la vida. Algunos de ellos han sido educados para relacionarse en igualdad, otros en cambio han tenido que trabajarse mucho por dentro para aprender, pero todos tienen en común que son hombres valientes que se han liberado del miedo al amor y a las mujeres. 

Solo con hombres libres y valientes se puede realmente disfrutar del sexo y del amor. 

Coral Herrera Gómez


Si tú también quieres trabajarte el miedo a las mujeres y al amor, puedes leer mi libro sobre masculinidades: 





Coral Herrera Gómez, editorial Catarata, Madrid, 2019




10 de febrero de 2024

Marca España: mujeres a granel


Para entender la polémica que hay en España con la canción elegida para el festival de Eurovisión es fundamental analizar el contexto. 

España es un país pobre invadido por millones de nórdicos que vienen buscando sol, fiesta, playa, monumentos, pueblos pintorescos, arte, cultura, buena comida y mujeres bellas. 

Para ellos España es un país baratísimo. 

Gran parte de la economía de España se sustenta sobre el turismo, pero además somos el burdel de Europa del norte. 

España es un paraíso para los violadores y los puteros que vienen aquí a buscar birra y mujeres baratas, somos el tercer país del turismo sexual. 

Así que para atraer a estos señores han elegido una canción titulada "Zorras" con una puesta en escena de burdel y de estética porno. 

Lo que se pretende es que en Europa nos vean a las españolas como “mujeres de vida alegre”, divertidas, liberadas, pasionales, accesibles y disponibles, simpáticas y complacientes, tanto con los hombres de aquí como con los extranjeros. 

Ellos pueden interaccionar con nosotras en bares y discotecas, gratis. Pero también pueden hacerlo pagando, porque es más rápido y más cómodo. 

En España hay unas cien mil esclavas sexuales en los campos de concentración que hay en las carreteras de todo el país, y la canción es una buena manera de publicitar la mercancía: las hay niñas y las hay mayores, las tenemos de todos los países del mundo, y de todos los sabores y colores.

Como las feministas protestamos, las autoridades españolas justifican el enorme gasto con la idea de que es una canción que no solo sirve para potenciar la marca España y atraer al turismo, sino también para promover el "empoderamiento de las mujeres" 

Con esta canción dicen que quieren defender la "libertad sexual" de las mujeres españolas, para que se acuesten con todos los turistas que les plazca. 

No nos escuchan cuando defendemos nuestros derechos, porque no les interesa. Cuando hablan de "libertad" se refieren a la libertad para ofrecer nuestros cuerpos al capital y al patriarcado. No hay nada más empoderante para una mujer, nos dicen, que conquistar la libertad para alquilarnos y vendernos. 

La estrategia para que el patriarcado parezca feminismo es venderlo todo como algo moderno y transgresor, divertido y entretenido. 

Por eso no se escriben canciones sobre cómo se empoderan las supervivientes de la trata, las mujeres que logran huir de la violencia machista, las mujeres que escapan de la explotación y la pobreza, las mujeres que conquistan su autonomía económica y emocional. 

Se hacen canciones para que dejemos de ser unas puritanas y pasemos a ser mujeres modernas, unas "europeas de verdad". Llevamos mucho tiempo con ese complejo: en el norte nos ven como un país atrasado, pero les encanta venir a que les sirvamos copas, les cocinemos paella, les hagamos masajes, y les hagamos la cama.  

La canción que han elegido los representantes de nuestra cultura es una forma de publicidad de la marca España dirigida a puteros de todo el mundo, una buena estrategia para potenciar la economía (no la de España, sino la de los dueños de los burdeles)

Además del análisis del contexto político y económico de España, también hay que analizar la cultura española para entender por qué estamos protestando las feministas. 

"Zorra" es la palabra que más oyen las mujeres en España durante meses y años en boca de sus maridos y ex maridos: puta, zorra, guarra, loca. 

Para muchas mujeres el insulto va siempre acompañado de una amenaza: te voy a matar, zorra. 

Para otras, es la última palabra que escuchan antes de ser asesinadas. 

Según el Presidente del Gobierno y la Ministra de Igualdad, esta canción se pensó como un himno feminista. 

Yo cuando la escucho no puedo evitar acordarme de todas las víctimas acoso, malos tratos, violaciones y femicidios que la escuchan a diario. 

Y entonces te dicen, qué poco sentido del humor, qué exagerada eres, no es tan terrible que te llamen zorra, deberías sentirte orgullosa cuando te lo llaman, hay muchas mujeres a las que les encanta. 

Seguro que te estás preguntando, ¿y cómo se trata en España a las putas y a las zorras?

En España se denuncia una violación cada dos horas, pero el 90% de las violaciones no se denuncian. 

En España más de 75 mil mujeres están bajo el control de Viogen, el sistema de protección para víctimas de violencia machista, y para sus hijos e hijas. 

Los niños ven porno desde los ocho años y cada vez más chavales cometen violaciones en grupo, y las graban. No lo hacen por un tema de placer sexual, es un método de tortura contra niñas y adolescentes. 

Dice el gobierno que está muy preocupado por el brutal aumento de la violencia sexual en España, pero mientras, financia productos para atraer puteros nacionales e internacionales. 

Gran parte de los espectadores de Eurovisión son niños y niñas, y los organizadores lo saben. Y saben que la mejor forma de adoctrinar a las masas infantiles es disfrazar la ideología patriarcal de diversión y entretenimiento. 

Saben que las canciones de Eurovisión se cantan en todos los colegios, y que la música es un mecanismo para transmitir principios, valores, creencias, ideología por un tubo. 

Esta canción servirá para que las niñas se acostumbren, lo canten, lo bailen, y no se lo tomen como un insulto, sino como un piropo. Así van ensayando para cuando rebajen por fin la edad del consentimiento en España. 

A las españolas nos quieren de rodillas o a cuatro patas, agarradas al micrófono y sonrientes.

En casa, en el burdel, en la iglesia, en el escenario, pero siempre de rodillas o a cuatro patas. 


¿Y como nos seducen para que nos creamos que servir a los hombres es una forma de liberarse?

Empoderamiento y consentimiento son los conceptos clave para el sostenimiento del patriarcado: en estas semanas nos han estado hablando de "violencia consentida" y de "violencia pactada" con tu agresor, para que lo vayamos normalizando. 

Cuando las feministas protestamos y afirmamos que la violencia consentida es violencia, y que no nacimos para servir a los hombres, nos llaman puritanas, estrechas, y mojigatas. 

La canción está pensanda para que dejemos de ser tan rancias y empezemos por fin a sentirnos libres para hipersexualizarnos, cosificarnos, y ofrecernos a los hombres que nos tratan como objetos de usar y tirar. 

La estrategia es que ellos están redefiniendo, resiginificando y apropiandose del concepto" mujer" y del concepto "feminismo", mientras nos piden a nosotras que resignifiquemos la violencia machista, y nos la apropiemos, y la cantemos, y la bailemos. 

A mí me da vergüenza esta marca España, y también me avergüenza profundamente que mi país no se niegue a compartir escenario con Israel. Israel no debería estar en ninguna competición deportiva o artística: están exterminando a una población entera.

Me da rabia que tengamos que financiar la banalizacion y erotización de la violencia machista con nuestro dinero. 

Me da rabia que se haga todo esto solo para crear polémica y que unos pocos se forren con ella. Porque ante todo Eurovisión es un escaparate, una valla publicitaria, y un tremendo negocio en el que se mueve mucho dinero. 

Nunca he visto Eurovisión, pero este año me uno al llamamiento para que nadie encienda la tele: se merecen que les hagamos un boicot masivo.  

Coral Herrera Gómez 

#eurovision2024 #Eurovision #Genocidio #misoginia #europa #Israel #CeaseFireNow #BoicotEurovision

29 de enero de 2024

Son muy pocos hombres

 



Son muy pocos


Los hombres que no tienen miedo al amor y a las mujeres. 


Son muy pocos


Los hombres que se atreven a quitarse la armadura, a mostrarse tal cual son, a compartir su intimidad y desnudez, y a mostrar su vilnerabilidad.


Son muy pocos 

Los hombres dispuestos a quitarse la corona, abdicar del trono, renunciar a sus privilegios, y abandonar las estructuras de relación basadas en la dominación.


Son muy pocos

Los hombres que se relacionan de igual a igual y tratan a las mujeres como compañeras.


Son muy pocos

Los hombres que comparten las tareas de cuidados al cincuenta por ciento con sus parejas.


Son muy pocos

Los hombres que trabajan en su crecimiento y su desarrollo personal, y muy pocos los que se trabajan sus patriarcados para ser mejores personas.


Son muy pocos

Los hombres que piden ayuda cuando se sienten mal. Y muy pocos los que van a terapia a sanar las mutilaciones de la infancia y las heridas de las batallas de la vida.


Son muy pocos

Los hombres que saben cuidarse a sí mismos, y muy pocos los que saben cuidar sus relaciones con las personas más queridas. Y son muchos los que reciben cuidados sin darlos.


Son muy pocos

Los que se trabajan la honestidad y la sinceridad, y evitan usar el privilegio de la mentira y la doble vida.


Son muy pocos

Los hombres que aprenden a usar su poder para no abusar, y a controlar sus emociones para no hacer daño a nadie.


Son muy pocos

Los hombres que tienen autonomía total y no necesitan una criada. Y son muchos los que se aprovechan del amor de las mujeres de su vida.


Son muy pocos

Los hombres que leen y escuchan a mujeres, y los hombres que tienen referentes e ídolas femeninas. Son muy pocos los hombres que admiran a las mujeres importantes.


Son muy pocos 

Los hombres que hablan y practican la igualdad, la ternura, los buenos tratos, la responsabilidad afectiva, los cuidados mutuos y el amor del bueno.


Son muy pocos

Los que crían a sus hijos y los que les educan desde los valores y principios de los derechos humanos, la igualdad, la libertad, el respeto, la empatía, la solidaridad, el apoyo mutuo, la cooperación y el trabajo en equipo.


Son muy pocos 

Los hombres que están en contra de la explotación doméstica, sexual y reproductiva de las mujeres, y son muchos los que se benefician de ella.


Son muy pocos 

Los hombres con capacidad para la autocrítica, para respetar los límites y para aceptar las derrotas.


Son muy pocos 

Los hombres que aceptan con humildad y empatía un NO de las mujeres.


Son muy pocos

Los hombres que se atreven a hablar de sus abusos y agresiones, y a intentar reparar el daño causado.


Son muy pocos

Los hombres que se enfrentan a sus amigos o conocidos y se atreven a señalar su machismo y su misoginia.


Son muy pocos 

Los hombres que se atreven a denunciar a los colegas de profesión cuando se enteran de que han abusado o agredido a las compañeras.


Son muy pocos

Los hombres que protestan por los femicidios de cada semana y las violaciones de cada día.


Son muy pocos.


Muy pocos.


Para construir un mundo mejor, más justo y pacífico, más igualitario y amoroso, hacen falta más hombres buenos, honestos, valientes y comprometidos.


Coral Herrera Gómez 


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Los hombres que me gustan









1 de octubre de 2023

Los hombres que me gustan




Los hombres que me gustan 

No llevan traje y corbata

No usan relojes caros

No tienen coches de lujo

No son ricos ni famosos

No son hombres poderosos


Los hombres que me gustan 

No tienen cuerpos perfectos y musculados

No tienen millones pudriéndose en el banco

No son violentos ni agresivos,

No sueñan con ser presidentes, mafiosos o narcos.


Los hombres que me gustan no usan su fuerza y su poder para imponer sus deseos

No odian a las mujeres 

No se sienten superiores a ellas

No se sienten dueños de sus vidas

No buscan una sirvienta

Buscan a una compañera con la que compartir la vida y las tareas.


Los hombres que me gustan no le tienen miedo al amor ni a las mujeres, 

no le tienen miedo al sexo ni al placer femenino, 

son hombres con capacidad para dar y recibir cariño y ternura.


Los hombres que me gustan son hombres sensibles, 

honestos 

e inteligentes.


Son hombres que cuidan y 

se comprometen con las causas en las que creen, y con la gente a la que quieren.


Los hombres que me gustan son hombres que leen, estudian e investigan, 

hombres que escuchan, 

hombres que crecen y evolucionan, 

y se lo trabajan para ser mejores personas.


Los hombres que me gustan son 

los hombres que creen en la justicia social, en la igualdad, en la libertad, en los derechos humanos. 

Son hombres que crean un mundo mejor, y contribuyen desde su vida cotidiana a hacer real la utopía.

Los hombres que me gustan no se aprovechan de las mujeres más pobres para satisfacer sus deseos y cubrir sus necesidades, 

no se forran explotando a mujeres y niñas, 

no utilizan a sus parejas para liberarse de las tareas domésticas y vivir como reyes.

Los hombres que me gustan son hombres rebosantes de energía y de alegría de vivir, 

hombres que cuidan sus emociones para no sufrir y no hacer sufrir a los demás, hombres que no necesitan dominar ni someter a los demás. 

Son hombres que valoran y abrazan la vida.

Los que más me gustan son los hombres humildes y conscientes de sus límites, hombres que se revisan, se cuestionan a sí mismos, saben aceptar con deportividad las derrotas, y saben pedir ayuda cuando lo necesitan. 

Los hombres que me gustan son aquellos que disfrutan desnudando su alma, 

y saben hablar de sus emociones,

y se abren en canal ante ti, 

y pueden mostrar su vulnerabilidad sin miedo.

Son hombres leales a sus principios, hombres valientes que no obedecen los mandatos del patriarcado, que se rebelan ante los abusos de poder, que renuncian a sus privilegios masculinos porque saben que lo personal es político y que la revolución empieza dentro de uno mismo. 

Los que más me gustan son los que han tomado conciencia de que el frente de batalla de las mujeres está en la cama y en la casa. Y que si ellos cambian, los demás se contagian.

Los hombres que me gustan no niegan su racismo, se trabajan su racismo. 

Y su clasismo, su xenofobia, su machismo, su homofobia, y todas las enfermedades de transmisión social.

Los hombres que me gustan son honestos y sinceros, 

saben hacer autocrítica amorosa, 

saben cuidarse a sí mismos, 

y saben cuidar sus relaciones, también cuando se terminan.

Los hombres que me gustan me seducen con sus actos, no con discursos. Me encandilan con su forma de ser y de relacionarse, no con palabras vacías.

Los hombres que me gustan son los hombres que ya no hacen sufrir por amor a sus compañeras.

A mi me gustan y me encantan los hombres que aman y respetan la naturaleza, no se dedican a destruirla ni a destruirse a sí mismos. 

Son esos hombres que caminan descalzos, con los pies en la tierra, y a veces miran al cielo, y sueñan con un planeta sin pobreza, 

sin violencia 

y sin guerras.


Los hombres que me gustan son hombres autónomos que no necesitan criada. Son hombres que se trabajan sus patriarcados, y que se quitan la corona para aprender a relacionarse con las mujeres de igual a igual. 

Los que me gustan, son esos hombres en permanente construcción que están educando a sus hijos para que no sean como sus abuelos, y a sus hijas para que sean mujeres libres y autónomas.

Los hombres que más me gustan, sin duda alguna, son los que han comprendido la dimensión política del amor y los cuidados. 

Son esos hombres que cambian pañales, que limpian el cuarto de baño, que barren y friegan, que se intercambian recetas de cocina con los amigos. 

Son los hombres que hacen lavadoras, doblan y colocan la ropa, compran la comida, la cocinan y la sirven en la mesa. Son hombres que cuidan los espacios que habitan, y sus redes afectivas: no solo disfrutan de sus paternidades, también cuidan de sus padres, madres, hermanas y hermanos, nietos y nietas, cuidan a sus parejas, a sus amigos y amigas, y cuidan las comunidades a las que pertenecen. 

Son hombres con capacidad para reírse de sí mismos y para llorar contigo si lo necesitan. Son hombres que saben reconocer sus errores, aprender de ellos, y pedir una disculpa sincera.

Los hombres que me gustan son pocos,

pero los reconozco enseguida 

porque me miran a los ojos, 

me hablan de tú a tú, 

no me tienen miedo,

y me tratan como a una compañera.


Coral Herrera Gómez 






Coral Herrera Gómez, editorial Catarata, Madrid, 2019




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29 de agosto de 2023

Los hombres necesitan su propia utopía





Las mujeres también somos patriarcales, en el mundo hay millones de mujeres machistas. La diferencia con los hombres es que nosotras tenemos un movimiento internacional y una propuesta teórica para cambiar la sociedad y mejorarla: el feminismo. 

Con el feminismo, las mujeres hacemos pedagogía y activismo social, luchamos por nuestros derechos, y creamos redes de apoyo mutuo. Gracias a la teoría feminista las mujeres podemos hacer autocrítica amorosa para tomar conciencia y liberarnos de los patriarcados que llevamos dentro, y ayudar a las demás mujeres a que se liberen también. 

Mientras que los hombres no tienen un movimiento propio para luchar contra las jerarquías, los mandatos de género, el abuso, la explotación y la violencia machista. Si los hombres se uniesen para luchar contra el patriarcado y el capitalismo, y tuviesen su propia utopía social, también podrían liberarse, hacer pedagogía y autocrítica, y podríamos trabajar juntos para construir un mundo mejor. 

Este es un pensamiento que me viene siempre que leo a los hombres que protestan porque a ellos los matan más, y es cierto: los hombres no solo nos explotan a nosotras, también se oprimen y se matan entre ellos. Pero la mayoría no logra entender que esta forma de relacionarse desde la dominación y la violencia es una estructura, y siguen creyendo que la lucha feminista es una guerra de sexos. 

Así que a los hombres aún les queda mucho camino hasta que logren comprender cómo usan su poder, cómo sufren y como ejercen el patriarcado. 

El primer paso es que entiendan que lo personal es político, y que la transformación de la sociedad es tanto individual como colectiva. Hay que empezar por uno mismo, y después juntarse con otros que estén en ello, y solo cuando sean muchos, podrán transformar la estructura con la cual nos organizamos y nos relacionamos. 

Y entonces podrán ponerle un nombre propio a su lucha, y podremos crear alianzas y caminar juntos hacia la utopía.

#movimientodeliberación #mujeres #hombres #Utopías  #masculinidades #feminismo

#MujeresEnLucha  #OtroMundoEsPosible


Coral Herrera Gómez


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2 de agosto de 2023

Héroes de carne y hueso: buscando referentes de masculinidades diferentes




Antes me preocupaba mucho pensar que mis hijos y mis sobrinos varones no tenían referentes masculinos de hombres ejemplares. En las pantallas solo ven a hombres poderosos y violentos haciendo todo tipo de maldades: acaparan riquezas, practican la corrupción y el tráfico de influencias, someten a mujeres, destrozan ciudades y pueblos, destruyen la naturaleza, roban, se forran con el negocio de las guerras y la prostitución, dirigen gobiernos y mafias, evaden impuestos... En el ámbito del deporte, la gran mayoría de sus dioses son multimillonarios rodeados de mujeres bellas. En los dibujos animados hay muy pocos héroes que usan su poder para hacer el Bien a la Humanidad, la mayoría solo tienen el don de aniquilar a sus enemigos, no de salvar vidas ni de mejorar la vida de la gente. 


¡No encuentro referentes de masculinidades no violentas para mi hijo!, decía yo angustiada. Hasta que me di cuenta de que yo tampoco tuve modelos de mujeres libres, inteligentes, solidarias, luchadoras en mi infancia. En las pantallas solo veía mujeres egocéntricas y narcisistas, interesadas y superficiales, obsesionadas con la belleza y el dinero, que se peleaban entre ellas por un hombre. Afortunadamente yo me crié rodeada de mujeres potentes que me inspiraron a ser quien soy hoy: mis abuelas, mis tías, las amigas de mi mamá, las vecinas, las profesoras...


Un día que estaba mi niño jugando con su abuelo y su tío Mikel pensé, ¡claro, aquí mismo están! ¡Son ellos! Mi papá, su papá, su hermano mayor, mi suegro, mi cuñado, sus tíos, mis amigos varones, mis ex parejas, mis vecinos, y los hijos de todos ellos. 

Sentí tanto alivio al darme cuenta de que Gael está rodeado de hombres que cuidan a sus parejas y a sus hijos e hijas, de hombres trabajadores, inteligentes, cultos, sensibles, que no usan ni abusan de sus privilegios de macho. 

Son hombres que leen, que cambian pañales, que cocinan, que limpian, que colaboran en las tareas comunitarias, que son honestos, que disfrutan de su paternidad, que están implicados y comprometidos con la crianza y los cuidados. Son hombres que aprenden constantemente, que transmiten a los críos sus conocimientos con ternura, que los están educando desde los valores de la igualdad, la cooperación, el apoyo mutuo, la libertad, el pensamiento crítico, los buenos tratos, la ética amorosa. 


Los hombres de mi vida sin duda tienen mucho que trabajar en sí mismos, pero precisamente por eso son un buen modelo de masculinidad para mi hijo, que es muy afortunado porque tiene en su día a día modelos de hombres en construcción en los que inspirarse y apoyarse para construir su propia identidad. 


Me alivió mucho pensar que las personas de carne y hueso con las que nos relacionamos tienen mucha más influencia e impacto que los de las pantallas. Así que hoy sé que la fórmula para que Gael sea un buen hombre y una buena persona es que viva alejado de las pantallas y pase mucho más tiempo con los hombres de mi familia y de mis tribus. Y quería compartirlo con vosotras y vosotros, que estáis criando varones, por si os ayuda.


Y quería también dar las gracias a los hombres de mi vida, por cuidar de mí y de mi hijo con tanto amor 💜


#otrasformasdeserhombresonposibles 

#crianza #niños

 #MasculinidadesNoViolentas 

#hombres #masculinidades


Coral Herrera Gómez


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31 de julio de 2023

Amor de Padre: otras formas de paternar son posibles


¿Cuánto tiempo estuvo enamorado del bebé o de la bebé?, ya sabéis, esos primeros días o semanas en las que el papá no puede separarse del bebé, no para de hacerle fotos, y lo tiene siempre cogido en brazos. 

¿Cuánto tiempo pasó junto a vosotras hasta que empezó a hacer vida normal y a vivir igual que antes de tener una criatura contigo?, 

¿cómo te sentiste cuando te diste cuenta de que tu pareja no era un compañero, y no iba a compartir contigo ni lo bueno ni lo malo de la crianza?, 

¿en qué momento comprendiste que te tocaba maternar a tu pareja y a tus hijos, y que a ti no te iba a cuidar nadie?,

 ¿cuántas mujeres a tu alrededor creyeron que la paternidad cambiaría a sus maridos y les transformaría en adultos funcionales, responsables, y maduros?

Basta con echar un vistazo a las cifras en todo el mundo de abandono parental, a las cifras de las diferencias entre hombres y mujeres que piden permisos para cuidar, y a las estadísticas sobre papás que ni siquiera pagan la pensión alimenticia de sus hijos e hijas, para darnos cuenta de que la paternidad transforma a muy pocos hombres, y que el enamoramiento hacia los bebés no sirve para que se involucren en los cuidados como por arte de magia.

Hay papás a los que el enamoramiento les dura toda la vida, y que pasan completamente volcados en la crianza y los cuidados durante toda la infancia y la adolescencia. 

Otros en cambio tardan apenas unos días o semanas en retomar sus rutinas de siempre, muchos siguen saliendo de fiesta, yendo al gimnasio, haciendo deporte, tomando algo después del trabajo, o ensayando con su grupo de música como si nada. 

Algunos dejan pasar la tarde en la barra de un bar con tal de no llegar a casa y encontrarse con el caos del hogar y con la esposa cansada y cabreada. 

Algunos se van porque sienten que les queda muy grande el papel de papá, porque se sienten atrapados en casa, porque se sienten demasiado jóvenes, y retoman su vida de antes sin preocuparse por el daño emocional que causa en las criaturas la figura del padre ausente, o del padre que va y viene, pero nunca está.

A las mujeres nos engañan con el mito de la familia feliz, y la promesa de que los hombres, al tener criaturas, se pueden convertir en amorosos compañeros, comprometidos con la tremenda tarea de educar y cuidar a uno o a varios seres humanos durante al menos veinte años de su vida.

Es cierto que hay hombres que cambian con la paternidad, pero esta transformación no es mágica: el amor hacia un bebé, por muy grande que sea, no los cambia de la noche a la mañana.

Lo único que transforma a los hombres es su responsabilidad y compromiso con los cuidados. 

Hay varones que al convertirse en papás abandonan la eterna adolescencia y aprenden a cuidarse y a cuidar a toda su familia (pareja, padres, abuelos, hijos), pero hay muchos otros que se convierten en el hijo mayor. 

Esta es la razón por la cual muchas parejas no sobreviven al primer año de vida de sus criaturas: las mujeres se acaban hartando de pedirle a sus chicos que dejen de abusar, y que se comporten como compañeros.

La sobrecarga de trabajo doméstico es hoy el principal motivo de divorcio en países como España. 

Muchas mujeres se han dado cuenta de que la única manera de dejar de trabajar gratis para su marido y para que empiece de verdad a cuidar a sus criaturas y a ser responsable con su paternidad, es separarse con custodia compartida. 

Algunos hombres lo logran, y asumen lo que les toca. Otros tiran de sustitutas (novias, madres y hermanas). Muchos de ellos (los que no han cambiado pañales ni han vigilado fiebres) optan por los dos fines de semana al mes reglamentarios, algunos no cumplen siquiera con el régimen de visitas que contempla la ley. 

Para las criaturas no hay nada más doloroso que tener cerca a un padre que no les cuida y no se cuida a sí mismo. Este sufrimiento es uno de los principales motivos por los cuales los adultos sufrimos tantas depresiones, enfermedades mentales y trastornos emocionales. 


Por eso el tema de la paternidad responsable y afectiva es tan urgente: necesitamos hombres adultos que puedan criar niños y niñas sanas, que compartan la crianza y los cuidados del hogar con nosotras, que asuman sus responsabilidades a todos los niveles (no solo el tema logístico y económico, sino también el tema emocional) 

Las mujeres estamos luchando en cada hogar contra el abuso y la explotación, todos los días de nuestra vida, y tenemos todo en contra: la sociedad sigue pensando que los hombres deben ser libres y tener tiempo para sí mismos, y las mujeres debemos estar a su servicio y al de toda la familia, con doble y triple jornada laboral si es necesario. 

Las personas más pobres del mundo son las mujeres con hijos y sin pareja, para que comprendáis la tremenda injusticia que supone que haya millones de mujeres criando solas y sin ningún tipo de ayuda.

La mayoría de la sociedad no ha tomado conciencia de que tener hijos para vivir como si no los tuvieras, es un privilegio masculino, y es violencia. Porque hace mucho daño, y destroza por dentro a seres inocentes, a veces para toda la vida. 


Pero falta poco para esta toma de conciencia, porque cada vez somos más mujeres abriendo los ojos y reclamando justicia, para nosotras y para nuestras crías. Y porque nos ayudamos entre nosotras. Y porque estamos criando niños que elegirán libre y responsablemente si quieren o no ser padres, y si deciden traer seres humanos a este mundo, serán buenos papás.

¿Comprendéis ya por qué es tan urgente que los hombres tomen conciencia y empiecen los cambios? 

La transformación que necesitamos está en el trabajo personal y colectivo que tienen que hacer los hombres con respecto al amor y a los cuidados: lo primero es renunciar a los privilegios, aprender a relacionarse en igualdad con las mujeres, y aprender a cuidarse y a cuidar a los demás. 

Lo segundo, entender que la forma de ejercer la paternidad de sus padres y abuelos era machismo puro, y que las mujeres ya no aguantamos como las abuelas o las madres.

Yo os invito a mirar hacia delante, todo está cambiando a un ritmo vertiginoso: ya no podéis seguir igual. 

No estáis condenados a repetir los mismos errores que vuestros antecesores: sois los habitantes del siglo XXI.

Otras formas de paternar son posibles 


Coral Herrera Gómez 

#paternidad #paternidades #paternidadresponsable 

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