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28 de enero de 2022

Humildad para pedir ayuda

Ilustración de Mónica Castanys


Cuando empiezas a perder la capacidad auditiva, lo más difícil es aceptarlo, y decirte a ti misma que tienes un problema. 

Una de las peores violencias que yo cometo contra mí misma es disimular y tratar de parecer "normal", es decir, hablar con la gente haciendo como que no soy sorda. Lo he hecho mucho en el trabajo, por miedo a que se den cuenta que no oigo bien y no me contraten para dar talleres o charlas. Ahora que he tomado conciencia, soy más humilde y pido ayuda, pero ha sido todo un proceso: primero ir al médico, después asumir que tienes que usar audífonos, y luego pedirle a todo el mundo que te ayude. 

Es una discapacidad invisible, de manera que no puedes pedirle a nadie que se solidarice de forma espontánea. Con cada persona que hablas, tienes que pedirle que vocalice mejor, que eleve el volumen, o que se baje la mascarilla para poder leerle los labios. 

Hasta que admites que tienes una discapacidad, lo pasas fatal: a mucha gente le irrita que le preguntes tres veces ¿Qué?, o que le pidas que te repita lo que ha dicho. 

En Costa Rica por ejemplo nadie me elevaba el tono porque es de mala educación, y aquí en España me pasa lo contrario, que te gritan y con tono de irritación: "¡¡qué cierres la puerta, coño!!" 

De alguna manera hay gente que cree que no oyes porque no estás poniendo atención, y es más, nuestra gente nos reprocha: "oyes lo que quieres". Y esto ocurre porque hay días que el zumbido, el tinnitus o el pitido es más fuerte, y otros es más débil. Hay gente a la que entiendo súper bien y gente a la que no entiendo nada. Escucho mejor los agudos que los graves.

Hay días mejores y días peores, pero el asunto es que todo cambia cuando le dices a la gente que tienes una discapacidad y necesitas ayuda. Hay que ser muy humilde y ponerle mucho amor, y asumir que aunque los audífonos también son una tortura, ayudan a no aislarse. No nos podemos permitir el lujo de tirar la toalla porque uno de los riesgos que corremos es que la hipoacusia nos aísla, nos ensimisma, y con el tiempo produce deterioro cognitivo.

 Es decir, las personas sordas tenemos mayor tendencia a la depresión y a la demencia por este aislamiento social que llega a ser también afectivo. Yo lucho mucho contra el ensimismamiento, porque me da por quedarme en mi mundo pensando en mis cosas, para mí es muy cansado seguir las conversaciones. 

También es agotador estar en sitios con mucho ruido o con música muy alta. Para nosotras los gritos que da la gente son dolorosos. Desde que conozco el "terrorismo acústico", amo profundamente el silencio. 

Todo esto para contaros que además de la ayuda de la tecnología y de la gente, también ayuda mucho la humildad: ya no me da vergüenza , ya no intento parecer "normal", y si tengo que pedir ayuda mil veces, pues la pido. 

¿Y sabéis que? A la gente le encanta ayudar y sentirse útil, a la gran mayoría les sale lo mejor de sí mismos cuando les pides con amor que te ayuden ☺️

Esto aplica también para las personas que tienen que usar gafas, bastón, muletas, andador, silla de ruedas, e incluso también para la gente que ya no debería conducir un coche y se resiste a aceptarlo. 

No es fácil, pero ayuda mucho trabajarse la humildad, admitir que solas no podemos, y dejarnos ayudar por los demás.

#discapacidadauditiva #sordera #solidaridad #hipoacusia

Coral Herrera

16 de diciembre de 2021

Ejercicios para trabajar tu violencia



¿En cuántas lapidaciones públicas has participado en estas dos últimas semanas?, ¿has empezado tú algún linchamiento?, ¿a cuánta gente has insultado o ridiculizado?, ¿has hecho alguna publicación o comentario sin utilizar la violencia verbal en tus redes en estas dos semanas? 

¿De qué manera has dado rienda suelta a tu mal humor, y quiénes han sido tus víctimas?, ¿a quienes se dirige tu odio, son siempre las mismas personas o vas variando?, ¿cómo reciben los demás tus burlas, ironías, sarcasmos y comentarios cargados de desprecio?, ¿hay más hombres o mujeres entre tus víctimas?, ¿te sientes mejor cuando estallas tu rabia, tu cabreo y tu frustración, o no te satisfaces nunca?, ¿utilizas el humor para dar rienda suelta a tu crueldad? 

En estas dos semanas, ¿has puesto más energía en construir o en destruir?, ¿has hecho comentarios positivos, le has dicho a alguien cosas bonitas, has utilizado las redes sociales para expresar tu amor a la gente que quieres?, ¿en qué empleas más tiempo, en meterte en las guerras de las redes sociales o en cuidar tus redes afectivas?, ¿y en la vida real?, ¿has hecho algo en estas dos semanas para que alguien se sienta mejor?, ¿te has divertido haciendo bromas pesadas a alguien, has animado a los demás para que se unan a ti?, ¿has chismeado o cotilleado sobre la vida de otra persona a sus espaldas?, ¿has criticado a alguien desde la ira?, ¿has intentado hacer daño o machacar psicológica y emocionalmente a alguien a quien admiras u odias?

¿Qué sientes cuando repartes zascas en los muros de la gente?, ¿lo haces por placer o por sentirte superior a los demás?, ¿sirven de algo tus comentarios cargados de rabia y frustración, mejoran tu vida en algo?, ¿qué tipo de reacciones generan en los demás tus ingeniosos comentarios cargados de energías negativas?

Otro ejercicio estupendo es hacer un repaso de cómo te tratas tú a ti misma/o: ¿en qué tono te hablas?, ¿utilizas insultos para hablarte a ti misma/o?, ¿te dices cosas buenas o malas cuando te miras al espejo?, ¿cómo te cuidas?, ¿qué cosas haces para hacerte daño a ti mismo/a?, ¿por qué te tratas mal y permites que los demás te traten mal?, ¿disfrutas más ejerciendo o recibiendo violencia de los demás?

Si disfrutas volcando tu miseria sobre los demás, si te das cuenta de que gran parte de tu tiempo y tu energía la empleas en hacer daño para sentirte poderoso/a, para inflar tu ego, para aliviar tu frustración, si te das cuenta de que tu mierda no aporta nada a nadie, y que no sirve para hacer de este un mundo mejor, igual los demás también pueden tomar conciencia y entre todos podemos hacer algo para poner nuestro tiempo y nuestra energía en algo que no sea destruir a los demás.  

Si supiésemos hacer autocrítica individual y colectiva, podríamos podamos acabar con la violencia y disfrutar mucho más de nuestras redes sociales. Si no revisamos nuestras formas de relacionarnos, si seguimos justificando nuestra violencia con los argumentos de siempre, si seguimos echándole la culpa siempre a los demás, nada va a cambiar. 

Para acabar con la violencia y el sufrimiento, los cambios tienen que ser personales y colectivos: asume la parte que te toca a ti. Revisa tu forma de interactuar y de tratar a los demás, y busca otras maneras de comunicarte y desahogarte que no impliquen hacer daño a nadie, ni a ti mismo/a. Piensa que el mundo es mejor sin tu violencia, y que tu vida también es mejor cuando evitas sufrir y hacer sufrir a los demás. 


#autocríticaamorosa

#comunicaciónnoviolenta

#otrasformasdedivertirsesonposibles 

#otrasformasderelacionarsesonposibles

#tuviolenciatehacedañoatitambien

#éticaamorosa

#revoluciónaamorosa


Coral Herrera Gómez 


Aquí tienes más posts para trabajar la autocrítica amorosa

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14 de diciembre de 2021

Cuida a tus amores

 



Algunas de las historias de amor más importantes y hermosas de nuestra vida las disfrutamos con gente con la que no tenemos sexo ni vínculos románticos. 


Valoren y cuiden a sus amores: son nuestros grandes tesoros, el único antídoto que tenemos contra la soledad y el miedo.

Dejar de sufrir y de hacer sufrir a los demás


La Revolución Amorosa empezará el día en que dejemos de disfrutar haciendo sufrir a los demás. Nuestra cultura está basada en gran parte en el placer que sentimos  humillando, insultando, haciendo burlas y machacando a la gente. Nos sentimos poderosos y nos divertimos haciendo daño a otros humanos y demás seres vivos, y hasta pagamos por asistir a espectáculos en los que se tortura, física, mental y emocionalmente a otros.

Lo podéis ver todos los días en las redes sociales, en los medios de comunicación, en las aulas y en las oficinas, y en nosotros, en nosotras mismas. A la gran mayoría de la gente le encanta meter zascas, imponer su opinión, mostrar su superioridad, y ganar seguidores destrozando a quien sea. 

Basta con convertir a alguien en nuestro enemigo para convertirnos en fieras despiadadas: no reconocemos nuestra violencia verbal como violencia, y somos incapaces de responsabilizarnos del dolor que causamos para ganar las batallas. Sentimos un intenso placer cuando demostramos que somos superiores, y el placer aumenta cuando el público nos aplaude. 

Estamos enganchados y enganchadas a las guerras cibernéticas y cada vez necesitamos más violencia para disfrutar con estos subidones de adrenalina que experimentamos a diario en redes. No nos damos cuenta de que sus dueños se están enriqueciendo con las batallas, los odios, los linchamientos, las cancelaciones y las campañas para aniquilar a los que consideramos nuestros enemigos/as. Ellos nos controlan a través de nuestro ego y de la intensidad de nuestras emociones: así es como nos hemos hecho adictos a los teléfonos y como malgastamos toneladas de tiempo y energía en guerras absurdas a través de nuestros dispositivos.

Sin embargo, no estamos condenados a vivir sufriendo y haciendo sufrir, podemos hacer muchas cosas para acabar con la violencia:

 -aprender a mantener el ego y los complejos de inferioridad y superioridad a raya, 

- aprender a usar nuestro poder sin hacer daño a nadie, 

- tomar conciencia del impacto que nuestra forma de ser y de relacionarnos tiene en los demás. 

- cuidar nuestras palabras y acciones,

- trabajarnos las emociones (el odio, el miedo, la envidia, la ira, la frustración, etc) para no hacer daño a los demás, ni a nosotros mismos/as.

- aprender las artes de la autocrítica amorosa, personal y colectiva.

- aprender las técnicas de la comunicación no violenta y los buenos tratos

- cuidar nuestra salud mental y emocional porque es sagrada, y, asumir que la salud emocional de los demás también lo es.

- practicar a diario para comunicarnos y relacionarnos desde la empatía y el respeto, la solidaridad y el compañerismo.

-construir una ética amorosa basada en la filosofía de los cuidados. 

-aprender a cuidarnos a nosotros/as mismas, cuidar las relaciones con los demás, y cuidar el planeta que compartimos

-tomar conciencia de que todos y todas tenemos derecho a una buena vida, libre de sufrimiento, explotación y violencia. 


Reivindicar y defender este derecho a una Buena Vida es el único camino hacia la utopía. Para poder vivir bien hay que acabar con el sufrimiento que nos causamos unos a otros en nuestra interacción diaria, tanto en el hogar y los espacios íntimos como en los espacios públicos, tanto en lo presencial como en lo virtual. 


Necesitamos, pues, mucha humildad y autocrítica para aprender a divertirnos de otras maneras. Y toneladas de amor del bueno y de ternura social para comunicarnos y relacionarnos de otras formas.


Vivir sin sufrir es un derecho universal de todos los seres vivos.

Vivir sin hacer sufrir es un principio fundamental para vivir en paz.


#RevoluciónaAmorosa #BuenosTratos #Cuidados #AutocríticaAmorosa #Empatía #ComunicaciónNoViolenta #AmorDelBueno #ÉticaAmorosa #SaludMental #SaludEmocional #EducaciónEmocional 

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6 de noviembre de 2021

Las bromas para hacer sufrir a los demás



¿Quién no lo ha hecho alguna vez? Agarras a un amigo, a tu sobrina, a tu pareja, a tu compañera de la oficina, y le conviertes en el centro de atención para que todo el mundo se ría de ella. Usas la información que tienes sobre su vida para hacer bromas y atacarla con indirectas y comentarios sarcásticos. Todos ríen y te aplauden, porque eres muy graciosa o muy gracioso, y porque no quieren que les hagas a ellos lo mismo. Tu ego se infla y a veces no mides el daño que estás haciendo a tu víctima porque todo el mundo se esta divirtiendo mucho. Cuando la víctima o alguien intenta pararte los pies, tú te escudas en el humor, y le reprochas a tu víctima que sea tan sensible o que no sepa reírse de sí misma. Todos te aplauden y tú te sientes muy poderosa, no malgastas ni un segundo en pensar en tu víctima, en cómo tiene la autoestima, y como se está sintiendo, porque lo importante para ti es recibir los aplausos de los demás. No te das cuenta de que tu forma de someter a los demás es violencia, porque haces daño y te estás aprovechando del sufrimiento de otra persona para sentirte una diosa. O un Dios.


Cuando hacemos daño a los demás entre risas, no parece violencia. Pero a través de las burlas podemos humillar en público a una persona  y disfrutar viendo lo incómodo, herido o dolido que se siente. Cuanto peor lo pasa, más se ríen los demás: para nosotros lo importante es que todo el mundo (menos tu víctima) se divierta y pase un buen rato. 

En realidad es una más de las estrategias que usamos para someter a los demás y para imponer nuestro poder. Y muchas veces se nos va la mano, pero pocos se atreven a señalar la crueldad porque se presupone que lo haces para alegrar la fiesta.

Pero lo cierto es que utilizar las bromas para imponerte, y aprovecharte del sufrimiento de alguien para recibir aplausos de los demás, es violencia. 

Nos han enseñado desde pequeños a divertirnos viendo pasarlo mal la gente más débil. Sin embargo, nadie quiere ser la víctima: nos gusta más ser el Gracioso y recibir los aplausos del público que ser el blanco de las humillaciones del Gracioso.

 
¿Hasta qué punto punto pasa mal la víctima? Hay gente que sabe defenderse y contraatacar cuando la utilizas para hacerte el gracioso y para sentirte importante. Pero hay gente que no puede defenderse y se siente profundamente herida por tus burlas y comentarios. Su sufrimiento nos infla el ego, a ellos les destroza la autoestima.

Es una violencia que hemos normalizado, nos toca soportarla en la infancia, y la ejercemos cuando somos adultos: nos encanta reírnos de sus torpezas y su falta de habilidades, y más gracia nos hace si el pequeño se siente humillado. 

Lo hacemos también entre nosotros, constantemente, en nuestro grupo de amigos, en el trabajo, en la escuela y aquí en redes sociales.

Nos sentimos muy poderosos cuando atacamos a alguien y nos crecemos cuando los demás nos apoyan con risas. Las víctimas preferidas son la gente rara y la gente desobediente que se desvía de la norma: la humillación es un método de disciplinamiento social que sirve para que los demás se esfuercen en obedecer los mandatos sociales y de género. Los demás generalmente le reímos la gracia al Gracioso para evitar que nos elija como víctimas.

 
Pero hay más. Disfrutamos haciendo sufrir al resto no solo porque no toleramos la diversidad y la diferencia, sino porque lo aprendemos desde la más tierna infancia: nos llevan a cárceles de animales los días festivos, nos llevan a la plaza a divertirnos mientras un tipo tortura a un animal, aplaudimos mientras el animal se retuerce de dolor agonizando. Nos divertimos apresando animales pequeños que no nos vamos a comer: lo hacemos para sentirnos fuertes y poderosos.

Nos sentimos muy grandes sabiendo que podemos matar a seres más pequeños, y por eso nos parece divertido torturar a camarones, hormigas, lagartijas e insectos. También torturamos a las mascotas en casa, y en el aula nos divertimos humillando al niño con gafas, y a la niña gorda, y al niño extranjero, y a la niña con aparato en los dientes, y al niño gay. En las cenas de Navidad, los cuñados se divierten molestando al raro o a la rara de la familia con risitas, indirectas, comentarios humillantes, preguntas incómodas.

 
Cuando la víctima pretende parar el espectáculo y nos señala la violencia, nos defendemos diciendo que nuestra intención no era hacer daño, sino divertir a los demás. Es más, cuando la otra persona protesta, podemos culparle de la violencia que sufre burlandonos de su "extrema sensibilidad", para que parezca que el problema lo tiene ella o él. Así todo el mundo se pone de tu parte: "solo estaba bromeando, no seas exagerada, te falta sentido del humor".

 
Si te beneficias del dolor que generas en alguien, si recibes aplausos y aprobación de los demás, estás ejerciendo violencia. Y no sólo tú, sino la gente que te ríe las gracias para mostrar sumisión y para que no les ataques a ellos.

Cuando el humor va de arriba a abajo, no tiene gracia: desde el privilegio, el humor sirve sólo para legitimar tu posición de poder. Por eso hay tantos chistes sobre tartamudos, cojos, sordos, gangosos, gente con discapacidades, gente que no es blanca, y gente que pertenece a colectivos sociales discriminados: los chistes sobre maricones, gitanos, negros, etc sirven para perpetuar los estereotipos y los prejuicios racistas, machistas y clasistas. Al reírnos de ellos, nos situamos fuera de ellos y los señalamos como inferiores.

 
Aprender a identificar al Gracioso que llevas dentro es uno de los principales trabajos que llevo a cabo en mis talleres de Masculinidades No Violentas: los chavales están todo el tiempo reprimiéndose a sí mismos y reprimiendo a los demás utilizando el humor, que parece inofensivo pero que sirve para castigar a los chicos diferentes, y a los sensibles, es decir, a aquellos que no cumplen con el rol de macho.

Las chicas hacen lo mismo, especialmente las que se masculinizan para obtener la aprobación de los machos.

 
Cuesta mucho hacerles ver que cuando el humor sirve para humillar no tiene gracia, y que  hacer daño a los demás no es divertido.

 
Cuesta porque los adultos lo hacemos todo el tiempo y ellos ven cómo usamos el humor para someter y domesticar a los demás.

 
La única manera de parar estas violencias cotidianas es que seamos valientes y no le riamos las gracias al Gracioso o la Graciosa. 

Si no les tenemos miedo, y no les apoyamos con nuestras risas y aplausos, se quedan sin poder.

Si nos ponemos del lado del que sufre las humillaciones, el Gracioso se queda solo.

 
Ahora bien, lo más efectivo para parar la violencia es tomar conciencia e identificar cuándo somos nosotros el Gracioso o la Graciosa.

 
Uno de mis consejos para cuando sientas ganas de recibir aplausos divirtiendo a la gente: ríete de ti mismo, y ponte tú en el blanco de todas las risas. O busca otras formas de divertir a los demás y recibir aplausos que no hagan daño a nadie. 

La fórmula es muy sencilla:
Cuando te ríes de ti mismo o de ti misma para que los demás se rían, estás haciendo arte.
Cuando te ríes de otra persona para divertir a los demás y para ejercer tu poder, estás siendo violento. 

Hay otras formas de divertirse y de ganarse el respeto que no implican someter ni hacer daño a los demás. 

Coral Herrera Gómez


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El desprecio para hacer daño a los demás 


4 de agosto de 2021

Día 6: Hombres que quieren ser libres: el Juanfran y sus amigos en la playa del Patriarcado.



Hoy el protagonista de mi historia es el Juanfran, un chico que estaba con su pandilla de amigos adolescentes junto a nosotros. Se han pasado toda la tarde jugando en la arena, bañándose en el mar, haciendo peleítas, fumando porritos, y hablando de mil cosas. 

El primero que ha llamado mi atención ha sido Juanfran, porque le veía muy suelto, muy simpático, muy buena gente, y muy divertido. Sus amigos se reían mucho con él, y se notaba que lo adoraban, pero todos se burlaban de él por turnos. 

El líder del grupo le ha regañado porque estaba demasiado cariñoso con él. "Que estás tol rato encima mío, tío, déjame respirar un poco", y ha empezado a ridiculizarle frente a los demás. 

Como Juanfran no paraba de abrazarle, el líder entonces le ha humillado con las dos comparaciones que más daño hacen a los hombres:  "Juanfran, pareces maricón", "eres igual de pesao que mi novia, todo el día encima"

El Juanfran le ha contestado burlón:

-Anda, quillo, no te pongas nervioso que no pasa . Que todos sabemos que te gustan más mis abrazos que los de tu novia. 

Los demás se han reído también, y el chico ha salido corriendo detrás de Juanfran para derribarlo en la arena y hacerle unas cuantas llaves de algún arte marcial. Se han revolcado un rato en la arena cual amantes apasionados, y después se han puesto todos a jugar a la pelota, entre risas y empujones.  

En este grupo masculino de la Playa Patriarcal, se nota que hay chicos muy obedientes al patriarcado, y otros que son más rebeldes. Juanfran es el más libre de todos. No tiene sentido del ridículo y los encandila a todos inventando bailes, canciones y rimas, acrobacias y mimo, imitaciones de famosos, y creaciones de personajes extraordinarios en breves obras de teatro improvisadas. Es un verdadero clown, sus amigos se mueren de la risa con él, y se nota que le quieren mucho, pero tratan de marcar la diferencia con él. 

Le tratan de "personaje", le llaman "loco", le dicen: "tú estás fatal, chaval", "tú no tienes remedio, Juanfran", "tú estás pa que te encierren", "eres un crack, tu reino no es de este mundo" Él es diferente, y parece que se han "resignado" a quererle tal y como es, pero en realidad le admiran mucho. 

Y le admiran tanto que para que no se les note, le ridiculizan cada vez que pueden. 

Juanfran disfruta en su papel de chico extraordinario. Me asombra cómo asume con dignidad el precio que tiene que pagar para sentirse libre y ser él mismo. 

Sabe que sus amigos le envidian porque es un hombre libre. Todos han aceptado que ellos no pueden ser libres, porque saben que no podrían soportar ser objeto de burlas y risas todo el santo día. Así que prefieren perder la libertad y convertirse en soldados del ejército patriarcal. 

Además, ya lo ha dicho el líder del grupo a grito pelado: "Juanfran sólo hay uno, y nos ha tocao a nosotros" Lo que quiere decir el líder es que con un Juanfran en la pandilla es más que suficiente. Es un tío raro, es un tío especial, pero tiene que ser la excepción a la norma.  

Cada uno de ellos tiene un mote: El Negro, el Gordo, el Gafas, el Garrulo, el Marchatrás, el Kinkillero, el Intelectual y el Marqués. El Juanfran es El Juanfran. 

Los que tienen la autoestima más alta, llevan mejor lo de las bromas de los demás. Los que tienen menos autoestima son más inseguros, y cuanto más inseguros son, más poder tiene el soldado patriarcal que llevan dentro. 

En estos dos años he estado impartiendo talleres de masculinidades no violentas a adolescentes con medidas judiciales por violencia machista, así que no puedo evitarlo: cuando estoy en la calle me fijo mucho en los grupos de chicos. Puedo identificar a los obedientes y a los desobedientes, y ver la lucha que libran el soldado patriarcal y el hombre libre en el interior de cada uno de ellos. 

En este grupo, además del Juanfran, también hay varios candidatos a ser Manolo, el protagonista del primer capítulo de esta serie sobre mis vacaciones en La Playa Patriarcal, y otros pocos que podrían liberarse y construir una masculinidad más acorde con los avances del siglo XXI. Todo dependerá de si quieren vivir como reyes o si prefieren relacionarse desde la igualdad, la libertad, y el compañerismo con las mujeres de su vida. Es decir, dependerá de si deciden aprovecharse de sus privilegios o si prefieren renunciar a ellos. 

Les veo caminar hacia el mar: hoy vino poniente y trajo el agua helada. Como a todos les cuesta meterse, empiezan a jugar para salpicarse y para tirarse al agua unos a otros, y obviamente el primero en ser arrojado es el Juanfran, que protesta entre risas y gritos. 

Desde lejos observo la coreografía de la danza acuática, y la forma en que se atraen y se repelen sus cuerpos. Una de las leyes principales del patriarcado es evitar el contacto corporal y las manifestaciones de cariño entre hombres. Se suben unos encima de otros, se revuelcan en el agua, se abrazan y se reducen unos a otros, pero cuando el contacto dura demasiado, uno de los dos lo rechaza, o llega un tercero a poner orden. 

El patriarcado les deja besarse y abrazarse cuando celebran un gol, pero el resto del tiempo, permanece atento para que los hombres no tengan demasiado contacto entre ellos. 

El macho alfa del grupo, al que llaman El Marqués, se ha salido del agua y se ha sentado en su toalla.  Se queda mirando a sus compañeros con una sonrisa de orgullo. Tiene cara de tener buen corazón, pero lleva encima una coraza enorme. Siento que aún es un tipo noble, pero le siento muy rígido, su cuerpo se mueve como si le faltara aceite. Tiene unos ojos verdes preciosos, y es realmente guapo. Es un líder en toda regla, me digo, aunque debe de ser agotador ostentar el cargo de capitán de un grupo de chicos. 

Me pregunté cómo sería yo si hubiese nacido varón. Pensé que quizás sería muy parecida al Juanfran: durante varios años yo también fui la payasa de mis grupos de amigos, porque era la que menos sentido del ridículo tenía, y me encantaba escandalizar a todo el mundo mientras les hacía reír. 

Nunca he soportado la violencia ni las peleas, aunque sí que me he sometido a las pruebas de a ver quién hace más... y he sido un poco lideresa porque me ha gustado ser la gran motivadora de mis grupos. Era creativa, espontánea, y me encantaba contar y representar historias, proponer planes, hacer cosas nuevas, organizar viajes, plantear grandes debates, y estaba siempre amenizando las fiestas y las celebraciones. 

Creo que me parecería mucho más al Juanfran que al Marqués, porque me gusta más disfrutar que sufrir, y me parece muy sacrificado ejercer de líder patriarcal. Debe ser muy castrante no poder ser tú mismo, y no poder mostrar cómo te sientes a nadie. 

Debe de ser muy duro ser un adolescente y estar construyendo tu masculinidad sin apenas ejemplos de masculinidades no violentas y alternativas al modelo hegemónico. Muchos de ellos creen que ser adultos consiste en mutilarse a sí mismos para no sufrir y para convertirse en un robot que ni siente ni padece, como sus héroes. 

Yo nunca habría podido ser un líder patriarcal porque no habría podido soportar tener que reprimir la expresión de todas mis emociones. A los hombres sólo les dejan mostrar la ira y el deseo sexual. Todo lo demás: la ternura, la felicidad, el miedo, la tristeza, las inseguridades, la desolación, la esperanza, etc son "cosas de chicas". Y un hombre sólo puede ser un hombre de verdad si no es mujer, es decir, si rechaza todo aquello que tiene que ver con lo femenino, si hace todo lo contrario de lo que hacen las mujeres. 

Lo que he aprendido trabajando con adolescentes es que el proceso de dominación nunca es total: dentro de todos nosotros y nosotras, los seres libres que albergamos se resisten ferozmente a ser esclavizados. 

La teoría es que todo líder patriarcal tiene que evitar mostrarse vulnerable, evitar desnudarse por completo, y no abrir su corazón. Tiene que desconfiar de los demás, protegerse, ocultar su fragilidad, aparentar ser un tipo duro, y estar muy seguro de sí mismo. 

No pueden ser ellos mismos porque siempre tendrán dentro y alrededor ese soldado patriarcal que vigila y que le dice constantemente cómo tienen que andar, cómo se tienen que sentar, cómo deben hablar, de qué se puede hablar y de qué no, cómo deben usar su poder para dominar al resto y acumular más poder, cómo deben responder a los ataques, cómo tienen que atacar a los demás. 

Casi todos los niños, desde que son pequeños, están condenados a pasarse la vida demostrando lo machos que son. No tienen escapatoria: los demás van a pedirles pruebas de su virilidad constantemente. 

Si deciden no obedecer, tendrán que asumir el castigo y el precio que hay que pagar por ser un disidente del género masculino. 

Si en cambio quieren ser líderes u ocupar los puestos más altos en la jerarquía, tendrán que demostrar que son fuertes, valientes, que son autoritarios y dominantes, que son capaces de ponerse en peligro para obedecer las leyes. 

Una vez arriba, el líder no puede mostrar debilidad con aquellos que no le rinden pleitesía, porque está en juego su propia posición en la jerarquía. Tiene que parecer el protector de todos ellos: les va guiando en el camino, les va mostrando las normas, y no se puede permitir el lujo de caer, porque entonces perderá todo su poder y será objeto de las burlas y las humillaciones de los demás. 

Algunos de los líderes son capaces de pedirle a sus seguidores que arriesguen su vida para demostrar lo machos que son, y para pedirles pruebas de su lealtad. Por eso muchos adolescentes no llegan a adultos en América Latina: en las maras y en las bandas sólo se aceptan machos violentos, sacrificados y disciplinados.

Una de las cuestiones más importantes para el líder es evitar la homosexualidad en el grupo, pues el patriarcado les prohíbe gozar entre ellos, y al mismo tiempo, su misión es dirigir el deseo sexual de sus muchachos hacia las mujeres. 

Muchos niños se han pasado toda su vida rechazando a las niñas y tratando de no ser como ellas, pero cuando llega la pubertad, tienen la obligación de tener sexo con alguna de ellas para demostrar su virilidad. 

Para muchos no es fácil porque no saben muy bien cómo relacionarse con "las otras". 

El líder premiará a los chicos que logren follar con ellas, y castigará a los que se enamoren con burlas y bromas crueles. 

Para los machos patriarcales, las mujeres no pueden ser compañeras, ni amigas, ni cómplices: somos siempre las enemigas. Ellos no deben enamorarse si quieren ganar en la batalla del amor. Porque con nuestros encantos, las mujeres podemos cazarlos, domesticarlos y someterlos. 

Y ninguno quiere perder ni ser dominado. Para no enamorarse, los hombres tienen que dirigir su admiración hacia otros hombres, y cosificar a las mujeres como si solo fueran cuerpos que sirven para  demostrar que su apetito sexual es incontenible y poderoso, y para ganar puntos frente a sus amigos. 

La amenaza del patriarcado es que si se enamoran, perderán su poder y su libertad.

El consejo que les da el patriarcado: con las mujeres, sólo sexo. Gratis, o pagando. Con su consentimiento o sin él. Son objetos para eyacular y para alardear de su virilidad.  Pierde el que se enamora. 

Gana el que es capaz de conquistar muchas mujeres sin enamorarse de ninguna. Cuantas más logre enamorar y penetrar, más puntos gana en la jerarquía patriarcal. 

Por eso cuanto más obedientes al patriarcado son los hombres, más les cuesta conectar con sus compañeras, y más difícil les resulta disfrutar del sexo y del amor.

¿Cómo seduce y premia el patriarcado a los chicos para que obedezcan, y al líder para que asuma su función de educador, vigilante y carcelero? Les ofrece privilegios. El más importante, el de recibir cuidados toda su vida por parte de su madre y su esposa, sin tener que cuidar a nadie, y el segundo, el  privilegio de la doble vida: todos los machos pueden vivir como respetables padres de familia, y a la vez, como juveniles solteros de oro. 

Además de los beneficios que tiene ser hombre en nuestra sociedad: ellos tienen más derechos y oportunidades en todo el planeta. Son los amos del mundo. 

¿Cómo actúa el patriarcado contra los rebeldes? El soldado patriarcal va bien armado: usa las burlas y las bromas crueles, las comparaciones con homosexuales y mujeres, y por último el desprecio y la humillación. Son los castigos que soportan los díscolos y los herejes: el líder debe marcarle la senda correcta a seguir, y demostrar a los demás cuales son las consecuencias de atreverse a transgredir los mandatos de género.  

No se dan cuenta, pero son todos ayudantes del líder, aunque a veces también ellos mismos se acerquen al límite. No sólo deben respetar la ley patriarcal, sino además imponerla sobre los demás. Cuanto más represores sean con los demás y consigo mismos, más puntos tendrán en la jerarquía de la masculinidad. Este mecanismo es muy eficaz para que todos estén alerta, vigilándose unos a otros, esperando para saltar en cuanto uno cometa una transgresión o cruce la línea. 

No hay más que ver a Juanfran bailando en el agua y pegando grititos que avergüenzan a los demás. Cuanto más vergüenza sienten y más le mandan parar, más gritos pega. Hasta que uno le hace una aguadilla eterna, y lo callan. Después de unos segundos de tensión, otro le pide al de la aguadilla que lo libere, que ya está bien. Y Juanfran puede volver a salir a la superficie a respirar.

Juanfran no es el único que transgrede: a veces, cuando están relajados,  a cualquiera de ellos le sale el hombre rebelde que llevan dentro, rompen con la norma, y aguantan después el chaparrón de burlas. Es divertido escandalizar a los otros, y además así pueden descansar: estar siempre haciendo de macho es agotador. 

Me encantaría acercarme a ellos, hablarles del tesoro, y darles el mapa y las pistas para que lo encuentren por sí mismos. Porque como os contaba antes, trabajando con varones adolescentes me he dado cuenta de que muchos de ellos, por muy machistas y violentos que sean, están deseando liberarse del carcelero que tienen dentro. 

Cuando empiezan a reflexionar sobre su forma de moverse, de relacionarse y de tratarse entre ellos, es cuando descubren, sorprendidos, a este soldado que llevan dentro. Una vez que lo ven, son capaces de elegir si quieren o no liberarse. 

No es fácil, porque el patriarcado les seduce con los privilegios constantemente, y porque sus ejemplos a seguir son guerreros violentos, narcos, mafiosos, traficantes, empresarios y multimillonarios que acaparan todo el poder, las riquezas, y las mujeres. Esos son los modelos que les ofrecemos en nuestra cultura: hombres dominados por su ego y su ansia de poder, tipos mutilados, egoístas, violentos, insaciables, destructores. 

Apenas hay modelos de héroes rebeldes que se lo trabajen para liberarse de sus patriarcados, ¿cómo van siquiera a imaginar que ellos también pueden liberarse?  

A lo largo de este tiempo, he conocido a muchos niños y adolescentes que desean liberarse del régimen tiránico al que viven sometidos, y casi todos se sienten muy solos en su lucha contra el soldado patriarcal que llevan dentro. 

Siempre que trabajo con ellos, pienso en el cambio social que podríamos conseguir si les diésemos herramientas para que aprendan a identificar el patriarcado, y a entender por qué y cómo se reprimen a sí mismos. Mi experiencia me ha demostrado que si les ofreces herramientas para cuidarse y cuidar a los demás, para imaginar al hombre que les gustaría ser, para atreverse a desobedecer, se les activa la imaginación y les entran ganas de romper las cadenas que les impiden volar. 

Algunos de ellos empiezan a soñar con poder quitarse la máscara, la armadura y las armas para caminar desnudos y relacionarse sin miedo. 

Otros sueñan con poder salir del armario algún día, y poder contarles a los demás cómo son, qué desean, de quién se enamoran... sin miedo a sufrir rechazo, burlas o comentarios despreciativos. 

Otros sienten una enorme contradicción interna cuando están con hombres libres: les admiran y les temen a la vez. 

Y otros sienten un rechazo total: cuanto más miedo sienten, más atacan a los hombres que les demuestran que hay otras formas posibles de ser hombres. Para ellos son una gran amenaza porque les rompen los esquemas y les muestran los barrotes de la cárcel en la que están. 

La esperanza está en todos aquellos que aún no han sido derrotados. Cuando ven claro que ser rebelde, en realidad, consiste en poder ser ellos mismos, empiezan a imaginar cómo sería vivir libres de miedo al qué dirán, y a las burlas de los demás. 

No es fácil asumir que la peor cárcel es la que llevan dentro, ni desalojar al policía de su interior: la presión social que tienen alrededor es fortísima. El bombardeo que sufren a diario en los medios de comunicación es constante. No es fácil ir a contracorriente en un mundo lleno de machismo, misoginia y homofobia. Y pienso que tenemos que proteger y apoyar a todos los que sueñan con ser libres.  

A mí me hace muy feliz ver a tipos como El Juanfran, que viven tan a gusto sin tener que competir con los demás, sin vivir siempre en estado de alerta, sin tener que esconderse bajo el disfraz de macho patriarcal. Pero también siento angustia porque fuera de su grupo de amigos, corren el peligro de ser retados y agredidos por otros machos. 

La disidencia de los hombres libres se reprime con mucha violencia, así que hay que ser muy valiente y tener la autoestima muy alta para ser quien realmente quieres ser, y para vivir a tu manera, desobedeciendo las leyes del patriarcado. 

¿Se imaginan el cambio radical que experimentaría nuestra sociedad si les ofreciésemos en la escuela las herramientas que necesitan para ver el patriarcado?, ¿se imaginan si pudieran aprender a usar su poder de manera que no someta a nadie?, ¿y si pudieran identificar sus privilegios, y renunciar a ellos?. 

También habría que ofrecerles herramientas para hacer autocrítica, para aprender a gestionar sus emociones, para relacionarse en libertad y en igualdad, y lo más importante: herramientas para aprender a cuidarse a sí mismos, a los demás, y al planeta. 

En una sola generación, podríamos abrir las puertas de todas las jaulas y verlos volar en libertad. Necesitamos millones de hombres libres, pienso, mientras miro a Juanfran, que en estos momentos está haciendo uno de sus números ante sus amigos. 

Bailando en la arena se acerca al Marqués, le besa en la mejilla por sorpresa, y da un salto hacia atrás. Todos ríen y el líder lo persigue para reducirlo en el suelo: se tumba encima de él y ambos se revuelcan por la arena mientras los demás les jalean. Sí que tiene razón Juanfran: al Marqués le encantan sus besos y sus abrazos. 

El sol empieza a ocultarse y sopla viento de poniente. Cuando ya hemos recogido y empezamos a caminar para salir de la Playa del Patriarcado, escucho a Juanfran cantando apasionadamente a Nino Bravo. Me vuelvo y le veo frente a sus amigos, con su micrófono imaginario en alto, cantando a pleno pulmón: 

"Libreeee, como el sol cada mañana, yo soy libre, como el mar. Libreeeeeee, como el ave que escapó de su prisión, y puede al fin volar. Libreeee, como el viento que recoge mi lamento y mi pesar, camino sin cesar detrás de la verdad, y así sabré lo que es, al fin, la libertaaaaaaaad"

¡Bravo, Juanfran! Te dedico este post con todo el amor del mundo. Gracias por existir. 

Coral Herrera Gómez 


¡Mañana más!


Capítulos anteriores de Mis Vacaciones en la Playa del Patriarcado

Día 1: Mujeres que no tienen vacaciones, en La Playa Del Patriarcado

Día 2: Las tetas liberadas, en la Playa del Patriarcado 

Día 3: La tormenta en el Mediterráneo, en la Playa del Patriarcado. 

Día 4: Las familias felices, en la Playa del Patriarcado

Día 5: Una cita romántica, en la Playa del Patriarcado 


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24 de junio de 2021

No es lo mismo ser la surfera que la novia del surfero



No es lo mismo ser la surfera que ser la novia del surfero.

No es lo mismo tener una gran pasión, que sentarte a ver cómo disfruta tu hombre en el mar, en la montaña, en la cancha, o en el escenario.

No es lo mismo ser protagonista que ser espectadora.

No es lo mismo compartir tu pasión con otras mujeres, que sentarte con las demás novias a ver cómo disfrutan ellos con sus pasiones artísticas o deportivas.

Es hora de dejar de contemplar, aplaudir y animar a los hombres y a sus héroes masculinos.

Ya es hora de ponerse en pie y gozar con nuestras propias pasiones, tengamos o no tengamos pareja.

Las mujeres nacemos para disfrutar, no para quedarnos sentadas a ver cómo los hombres disfrutan.

#mujeresquedisfrutan #mujeresenpie #nuestraspasiones


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23 de junio de 2021

Cómo me trabajo el arte de la no violencia


Yo no voy al gimnasio, pero entreno todos los días. Una de las cosas que más me trabajo es el arte de la no violencia. Cuando me enfado, cuando me invade la ira o la rabia, me cuido en tres niveles: 

-cuido la emoción para no hacerme daño ni hacer daño a nadie, 

-cuido mis palabras y mi forma de expresarme, 

-cuido el trato contra las personas que me enfadan o que me caen mal. 

Soy consciente de que yo no puedo gustarle a todo el mundo, y que no todo el mundo opina como yo, pero sí puedo exigir que me traten bien y no me hagan daño. 

Y al revés: no tengo derecho a tratar mal a nadie sólo porque yo sienta rechazo o emociones negativas hacia esa persona. 

Mi entrenamiento consiste en: 

- Tomar conciencia del dolor que siento o que puedo hacer sentir a los demás, 

-Evitar darle un tono de desprecio a mis palabras, evitar los ataques personales, los insultos, las burlas, los sarcasmos, y las humillaciones. 

- Uso los mejores argumentos que tengo para defender mi postura, y cuido el tono y el volumen de mi voz. 

-Si la otra persona empieza a atacarme e insultarme, me retiro de la conversación. Jamás me pongo a su altura, jamás intento machacar a la otra persona, aunque pueda hacerlo, porque no soporto la violencia. Ni la mía, ni la de los demás. 

-Jamás me subo al ring cuando me invitan a pelear. Esta postura no violenta le pone muy furiosa a la gente violenta: no hay nada más frustrante que intentar obligar a alguien a subirse al ring, y quedarse solo pegando puñetazos al aire.

-No malgasto mi tiempo en defenderme, porque no quiero entrar en el terreno al que quiere llevarme la otra persona.

- Tomo conciencia del daño que me hace a la autoestima y mantengo el ego a raya para que la emoción no me lleve al ring. 

-Lo importante es que las palabras no me revuelvan por dentro, porque lo que busca la persona violenta es una reacción emocional fuerte

- No me lo tomo a lo personal cuando me invitan a subirme al ring. Me digo a mí misma que el problema no soy yo, porque si yo no acepto, se aburren y buscan a otra persona. 

-Solo converso con gente que tiene el nivel suficiente para hablar sin agredir y sin hacer daño, y con gente que conversa para aprender y para disfrutar. 

-Utilizo el método de la autocrítica amorosa para identificar las violencias y los patriarcados que me habitan, y soy consciente de que la mayor parte de la gente no se identifica como violenta, ni identifica el maltrato psicológico y emocional como violencia. 

-Mi postura política ante el mundo como mujer feminista y pacifista es el NO a la guerra. 

No quiero sufrir ni ejercer violencia. 

No me gusta pelear, no soporto que me ataquen, y jamás participo en ataques colectivos. 

Me lo trabajo mucho porque quiero ser consecuente con la filosofía de los cuidados, del quererse bien, y de los buenos tratos que promuevo en mis libros y mi blog. 

La verdad que no es fácil cuidar las palabras y no caer en provocaciones, pero en las redes sociales podemos entrenar a diario. Yo he sufrido dos o tres ataques muy fuertes en redes sociales y desde entonces me auto censuro mucho y cuido mucho mis palabras, y j

También es fundamental, para entrenar, hacerlo en buenas compañías: yo practico con mis compañeras del Laboratorio del Amor cada día. Así no me siento tan rara, ni tan sola buscando la manera de ser asertiva y de evitar la violencia.  

Desde que trabajo el arte de la no violencia tengo más tiempo libre y más energía para mí, y para trabajar en las herramientas que necesitamos para tratarnos bien y para dejar de normalizar la violencia. 

Mi sueño es que algún día podamos aprender el arte de la no violencia, el arte del quererse bien y el arte de los buenos tratos en la escuela, y ahí es donde pongo las energías. 

Me ayuda mucho pensar que no estoy sola en esto, y cada vez somos más las que queremos trabajar en #elartedelanoviolencia #elartedequerersebien #elartedelosbuenostratos 

Coral Herrera Gómez


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11 de junio de 2021

Ningún hombre nace violento



Ningún hombre nace violento: les enseñamos a serlo. 

La violencia masculina no es innata, no es natural, su origen no es biológico ni genético. Los niños aprenden el machismo y la violencia en casa, en la calle y en la escuela, y lo interiorizan a través de los chistes, los refranes, las canciones, los juguetes, los anuncios publicitarios, los cuentos, las noticias y los programas de televisión, las series infantiles, las películas, el porno, los videojuegos, los vídeos de YouTube y Tiktok, y las redes sociales. 

Ni el machismo ni la violencia están en el ADN masculino. Los bebés nacen todos siendo buena gente, pero vivimos en una cultura patriarcal que mitifica y ensalza al macho violento, y que no nos ofrece apenas ejemplos de masculinidades no violentas, ni tampoco nos ofrece herramientas para resolver nuestros conflictos sin violencia.

Es urgente derribar la educación patriarcal que están recibiendo millones de niños y niñas en el mundo a base de estereotipos, mitos, creencias erróneas y mandatos de género. La violencia, lo mismo que se aprende, se desaprende también. 

  #LaViolenciaNoEsNatural

 #ElMachismoSeAprende

23 de mayo de 2021

EDUCACIÓN PARA QUERERSE BIEN



No logramos avanzar en la lucha contra el terrorismo machista porque la Educación sigue siendo patriarcal y machista, sigue sin haber apenas mujeres en los libros de texto, los niños y niñas no reciben educación emocional ni estudian la historia del movimiento de liberación de las mujeres, no les explican cómo nació, como funciona y cómo se perpetúa el patriarcado, no trabajan las masculinidades no violentas, y no saben qué es el feminismo. 

Seguimos educando a las niñas en la adicción al amor romántico, y deberíamos explicarles cómo los mitos románticos nos llevan a todas a asumir los roles de género y a obedecer los mandatos del patriarcado.

Deberíamos contarles por qué y para qué los medios nos invitan a soñar con el paraíso romántico, por qué nos siguen haciendo creer que la felicidad está en el matrimonio y la familia feliz, por qué nos engañan con la idea de que si no estamos en pareja somos unas fracasadas. 

Deberíamos enseñarles a desmitificar el romanticismo y a relacionarse desde los cuidados y el buen trato. 

Deberíamos darles las herramientas que necesitan para aprender a usar su poder y a gestionar sus emociones para que no hagan daño a nadie. 

Deberíamos explicarles que el amor no es una cárcel, que no tienen por qué trabajar gratis para los hombres, que amar no es sufrir ni sacrificarse.

Deberíamos contarles que el amor es una construcción y que podemos transformarlo y reiventarlo para acabar con la explotación, el sufrimiento y la violencia. 

Deberíamos dejarles imaginar otras formas de querernos diferentes para que todas y todos podamos disfrutar del amor en igualdad y en libertad. 

Hay que enseñarles a ver los valores ocultos en los mensajes que consumen a diario, y a entender por qué y para qué los dueños de los medios insisten tanto en normalizar y romantizar la violencia, y en perpetuar esta sociedad de reyes y sirvientas que creyeron que el amor las iba a convertir en princesas.

Necesitamos otras historias, otros héroes y heroínas, otros finales felices, y otras formas de quererse.

Necesitamos que sepan que lo personal es político, que lo romántico es político, y que cambiando nuestra forma de relacionarnos podemos cambiar nuestra forma de organizarnos: es única vía para transformar nuestra sociedad, nuestra economía y nuestra política. 

Necesitamos, entonces una revolución educativa y cultural, y un sistema que garantice la libertad, los derechos humanos, y la autonomía emocional y económica de las mujeres. 

Y esto lo sabemos desde hace décadas: ¿cuándo formará parte de los planes de estudio esta filosofía de los cuidados y del buen trato?  

Las semillas de la revolución amorosa tienen que sembrarse en las aulas, para que el arte de quererse bien florezca en las nuevas generaciones. 

#LoRománticoEsPolítico #QuererseBien #AmarEsCuidar #OtrasFormasDeQuererseSonPosibles

11 de mayo de 2021

No hace falta sexo para disfrutar


Si quieres aprender a relacionarte desde la conexión, no desde la conquista, lo primero es que sepas que puedes disfrutar mucho de una persona sin tener sexo con ella. Si le gustas mucho a alguien pero no quiere irse a la cama contigo, no pasa nada. Si tú sientes deseo y la otra persona no te corresponde, no tienes por qué sentir que has fracasado, ni tienes que dar por terminada la relación. No tienes por qué insistir, y tampoco tienes que renunciar al placer de una larga conve
rsa, una noche loca de fiesta, o a un viaje maravilloso. 

Cuando dejas a un lado la necesidad de poseer a alguien, de pronto puedes sentirte mucho más libre para ser tú misma/o, para compartir un tiempo inolvidable, para empezar una hermosa relación de amistad y por qué no, un gran amor sin sexo. 

No hace falta follar para disfrutar de la gente ni para quererla. 

No necesitas conquistar a nadie para sentirte especial, puedes aceptarlo con humildad. Y puedes seguir siendo esa persona encantadora, generosa y divertida que eras antes de que te dijeran que no.

Coral Herrera Gómez 

25 de abril de 2021

Herramientas para trabajar los celos



    Yo siempre he estado en pareja pensando que mi compañero va a ser honesto conmigo y me va a contar lo que pasa si en algún momento tiene una relación especial con una tercera persona, si le gusta o siente algo más, si se siente en crisis con respecto a nuestra relación. 

    Es decir, no doy por sentado que mi pareja vaya a durar toda la vida, ni que los sentimientos de la otra persona sean siempre los mismos y nunca cambien. Sé que quiere estar conmigo, pero también sé que puede enamorarse de otras personas.  

Cualquiera de nosotros puede jurar amor eterno como una declaración de intenciones: «me gustaría amarte toda la vida», pero no como una promesa, pues nunca se sabe si podremos cumplirla.  Primero, porque nuestro amor y nuestra relación de pareja puede deteriorarse con el tiempo, y segundo, porque puede que sin dejar de estar enamorados o enamoradas de nuestra pareja, nos enamoremos de alguien más. El amor no es eterno, aunque nos cueste asumirlo. 

Pueden suceder muchas cosas a lo largo del tiempo, así que no culpo a mis parejas cuando se desenamoran de mí o se enamoran de otras personas. No lo siento como una traición porque a mí también me ha pasado y he roto algunos corazones. Sin embargo, creo que mis parejas en general tampoco han sentido miedo o desconfianza en la relación, porque siempre me he comprometido a fondo en ellas y he intentado ser honesta todo el tiempo. Y creo que lo he conseguido. 

Cuando yo he sentido celos ha sido cuando he tenido la autoestima más baja, con multitud de miedos e inseguridades que me han hecho sentir a las demás mujeres como una amenaza. Una vez que entendí que ese es el objetivo número uno del patriarcado, lo de dividirnos y hacernos rivalizar entre nosotras, tuve claro que no quería compararme, competir ni guerrear con otras chicas. 

    Se trata, entonces, de entender que normalmente nos ponemos celosas de mujeres que nos gustan a nosotras. Mujeres que nos atraen y que convertimos en una amenaza, sin plantearnos siquiera que tal vez no le guste a nuestra pareja. 

    A mí lo que me ha funcionado es centrarme en mi relación, analizar cómo estoy con mi pareja, evaluar si confío en su honestidad y compromiso, valorar la solidez de nuestra unión amorosa. 

    Los celos no son sólo un asunto tuyo: hay gente que disfruta haciendo sentir celos a su pareja, y que utiliza los celos para hacer sufrir a su pareja de una forma consciente, con un propósito claro: provocar reacciones emocionales fuertes, para aprovecharse del sentimiento de fragilidad y miedo que nos invade cuando tenemos celos. 

    Así que hay que estar muy atenta a esta cuestión: ¿disfruta mi pareja cuando yo siento celos?, ¿se aprovecha de mis inseguridades?, ¿cómo se beneficia de mis celos y mi vulnerabilidad?

    Es más fácil no sentir celos cuando te juntas con una persona honesta que se compromete en la relación. No tienes ninguna garantía de que no vaya a ser infiel o a sentir ganas de serlo, pero sí puedes tener la certeza de que podrá contártelo porque te considera su compañera y no quiere que te enteres por otras personas. Es más fácil confiar en el otro cuando sabes que te quiere, te cuida y es honesto.  

    En las relaciones heterosexuales es fundamental tener en cuenta el nivel de machismo de tu pareja, y sus problemas de masculinidad. Los hombres de masculinidad frágil que necesitan reafirmar constantemente su virilidad son más mentirosos y más infieles, los hombres más patriarcales son aquellos que viven obsesionados por acumular conquistas, y engañar a todas sus parejas para poder hacer lo que les da la gana. 

  Cuanto más machista es un hombre, menos honesto es. Y cuanto más inseguro es un hombre,  más probabilidades hay de que te haga sufrir. 

Algo que a mí me ha ayudado mucho es poder hablar de mis celos sin complejos. Cuando era más joven, los disimulaba, y me los trabajaba yo sola a base de mandarme mensajes para la calma y para controlar mis emociones. Me daba vergüenza sentir celos, y además me parecía poco digno demostrarlos, así que los reprimía y me aguantaba yo sola con mi tortura. Ahora puedo hablar de ello con mi pareja, y hasta puedo reírme de mí misma. 

Con el tiempo acepté que los celos son naturales, que los sentimos todos en varios momentos de nuestras vidas, y que hay que trabajarlos para que no nos hagan daño, y no hagan daño a los demás. 

    Este es un principio fundamental para mí: nunca hacer sufrir a nadie por mis celos, ni a mi pareja, ni a las mujeres de las que me siento celosa. 

Yo sufro dos tipos de celos: los imaginarios y los reales. A veces vienen mezclados, pero me ha ayudado darme cuenta de que a veces los imaginarios son una forma de autoboicot. Me hago daño a mí misma cuando, sin motivos para ello, los celos nacen en mi cabeza, se me expanden por todo el cuerpo, me descompensan, y me hacen un agujero negro en el estómago. Estas son las dos herramientas que tengo para controlarlos:

            Cuidar mi cuerpo y mis emociones: respiraciones profundas, sesión de relajación y meditación, mensajes tranquilizadores y consejos a mí misma, tratar de no darle poder sobre mí a esa emoción, distraerme y estar activa.

            Compartir lo que siento: hablarlo con amigas y, esencial, con mi pareja, para poder desintegrarlo y que no tengan poder sobre mí. Para reírme un poco de mí misma y entender cosas simples como que es normal que yo o mi pareja nos sintamos atraídos por alguien más en algún momento. 

    En cuanto compruebo que el nivel de compromiso sigue siendo el mismo, me relajo y a otra cosa mariposa.

    Mis celos desaparecen cuando mi compañero o compañera me confirma que me quiere, y que quiere estar conmigo. Cuando además, sabes que si en algún momento quisieran estar con otras personas, van a poder ser honestas contigo. 

    También he aprendido que no puedo estar constantemente pidiendo a mi pareja que me confirme el compromiso afectivo que tiene conmigo porque es agotador, y porque desgasta mucho tener constantemente conflictos: es más bonito que las pruebas de amor surjan en el día a día, desde los cuidados. 

    Los celos reales son los que sientes cuando tienes motivos. Por ejemplo, cuando sabes que tu pareja ha sido infiel con todas sus parejas, y les ha obligado a todas a ser monógamas mientras él no lo era. ¿Cómo no sospechar que a ti te va a hacer lo mismo?, ¿por qué no te va a engañar a ti, porque eres especial?

    Hay algunos que practican la infidelidad como un deporte y no les importa el sufrimiento que causan: muchos viven convencidos de que no hacen nada malo y son muy buenas personas. A esos hay que tenerlos bien lejos de nuestras vidas. 

   La mentira y el engaño parecen consustanciales a la infidelidad, pero no lo son. Hay infieles que son sinceros y asumen las consecuencias de sus actos, por ejemplo, pierden a su pareja. O bien se comprometen a trabajar en ella para intentar superar la crisis. 

    La mayoría no lo cuentan porque son egoístas y malas personas: hay gente que se pasa la vida entera mintiendo y tratando de no ser descubierta, sobre todo los hombres, que han sido educados para no renunciar a una vida sexual amorosa diversa aunque se casen. 

    Para muchas mujeres, el problema con los celos es que nos bajan la autoestima. Pensamos que es culpa nuestra que el otro sea infiel porque no nos hemos cuidado lo suficiente, porque no hemos sabido darle lo que necesita, o porque no valemos nada y hay muchas mujeres más guapas, más sexis y más complacientes. Cuanto más bajo es nuestro nivel de autoestima, más celos sentimos: la inseguridad se retroalimenta en la medida en que creemos que los celos son un problema individual. Y en realidad es colectivo: se trata de que la monogamia es un mito construido por y para las mujeres. 

    Se trata, también, del miedo que nos inoculan desde pequeñas a que nos dejen de querer, a no recibir toda la atención y los cuidados que necesitamos, y a tener que compartirlos con los demás. Este miedo nos hace desconfiar de nosotras mismas y de nuestras parejas, y a veces convierte la relación en una auténtica pesadilla. 

    Para trabajar los celos creo que es muy importante trabajar la confianza y la comunicación dentro de la pareja, y que cada uno se trabaje la honestidad y la autoestima. Pero también es esencial evitar relacionarse, en la medida de lo posible, con hombres inseguros y con problemas de masculinidad: la honestidad no es una cualidad del hombre patriarcal, y nos hace sufrir demasiado. 

    La clave para trabajar los celos, entonces, es cuidarnos mucho a nosotras mismas, hablar de ello con nuestra pareja, trabajar nuestra autoestima, evitar compararnos con otras mujeres, y alejarnos de los hombres con problemas de honestidad, porque no son buenos compañeros para disfrutar del amor.

Coral Herrera Gómez




Este es el capítulo 10 del libro: "Cómo disfrutar del amor: Herramientas para transformar el mito romántico" , en el que podrás encontrar muchas más herramientas: para disfrutar del enamoramiento, para desmitificar las parejas felices, para trabajar tu autoestima, el autoboicot, el autoengaño, el miedo, la dependencia emocional, los duelos, para cuidarte a ti misma, para cuidar tus relaciones, para llevar la utopía a la práctica... 

Puedes leer el prólogo aquí, y puedes adquirir tu libro 


y también en Buscalibre y Amazon
 




Si quieres trabajarte los celos y muchas cosas más en compañía de más mujeres, 


16 de abril de 2021

Mamá se va de viaje. Cuento infantil de Coral Herrera Gómez


Mamá se va de viaje

Autora: Coral Herrera Gómez

Ilustración, diseño y maquetación: Jorge Morales Carbonell

Guía Didáctica: Coral Herrera Gómez e Isabel Roda García

Coordinado por: Getting Better

Publicado por: Ayuntamiento de Humanes

Madrid, abril de 2021


El día en que Mariana le comunica a su familia que va a hacer un viaje con sus amigas más queridas, su compañero y sus hijos se sienten desolados. Manu, el protagonista, nos cuenta cómo Mamá logra que todos se pongan en su lugar, que expresen sus emociones, y que reflexionen sobre los derechos fundamentales de las mujeres. 

Manu podrá ver, por primera vez en su vida, a la persona que está detrás de su mamá, y tomará conciencia de lo importante que es aprender a cuidarse a sí mismos, a cuidar el hogar, y a cuidar a los demás. Entre todos reorganizan y reparten las tareas domésticas para que mamá pueda tener el mismo tiempo libre que los demás. Desde aquel viaje, todo cambió en la vida de Manu y su familia... ¿quieres saber cómo lo lograron?


En este cuento pensado para niñas y niños de 8 a 14 años, Coral Herrera trata el tema de los cuidados compartidos y del derecho que tenemos todas las mujeres a descansar y a tener tiempo libre. 


Ilustraciones de Jorge Morales Carbonell


En la Guía Didáctica que acompaña al cuento, las madres, los padres y el personal docente encontrarán herramientas para trabajar en casa o en el aula el tema de la igualdad entre hombres y mujeres, y también el derecho de las mamás a viajar y a descansar, y a tener un espacio y un tiempo para sí mismas.

Bajo la filosofía de los cuidados, se proponen actividades para trabajar temas como la conciliación, la corresponsabilidad, la justicia, el compañerismo, el trabajo en equipo, la expresión de las emociones, el reparto equitativo de las tareas en casa, la amistad y el amor, la empatía y la solidaridad,  los privilegios y las relaciones de poder, y la resolución pacífica de los conflictos en la pareja y en la familia. 


¡Espero que os gusten mucho y os sean muy útiles!


Coral Herrera Gómez 

 



4 de abril de 2021

Mujeres que desobedecen


La primera lección que tienen que aprender las adolescentes del amor romántico es la desobediencia, para que cuando un novio les diga qué ropa pueden o no ponerse, desobedezcan a la primera.

Si desde pequeñas sienten una rebeldía radical y feroz hacia los hombres que quieren dominarlas, podrán negarse cuando ellos quieran obligarles a irse a casa o a quedarse en ella, cuando intenten violar su privacidad o controlar su vida social y afectiva. Necesitan mucha valentía para desobedecer a cualquier chico que quiera coartar su libertad de movimientos o aislarles de su gente querida.

La desobediencia en las mujeres es fundamental para que no se sientan obligadas a tener sexo cuando no les apetece, para que no respeten la autoridad de ningún hombre "por amor", y para que ninguno pueda ponerlas de rodillas.

La desobediencia hacia las prohibiciones y normas de los hombres puede salvar a muchas niñas y adolescentes de relaciones violentas: cultivemos en ellas la rebeldía para que distingan desde el principio cuándo es amor y cuándo es machismo, para que conozcan las estrategias control y dominación masculina, y para que defiendan su autonomía y su libertad con uñas y dientes.

#mujeresdesobedientes #desobediencia #rebeldía #libertad

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