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28 de octubre de 2018

Que tus emociones no hagan daño a nadie: primer principio de la ética amorosa





"Que tus emociones no hagan daño a nadie" es una de las leyes fundamentales del amor y los afectos. También es un principio básico de la autocrítica amorosa: por gigantesco que sea el tsunami emocional que te arrasa, que no deje víctimas a su paso, que no duela a los demás, que no se multiplique. 

Funciona muy bien, por ejemplo, para evitar reproducir la cadena familiar de los malos tratos, o para trabajar los celos, el odio, la pena, los miedos... es justo lo contrario al pensamiento patriarcal que legitima la sed de venganza del amante dolido, y con el que se justifica, por ejemplo, la violencia machista.


Creo que controlar las emociones para que no hagan daño a los demás y tampoco a nosotras mismas, es una de las mejores herramientas para mejorar nuestras relaciones y para cuidar nuestra salud mental y emocional. Las emociones suben de intensidad cuando las estallamos contra la otra persona, y nunca nos hace sentirnos bien. Además no suele provocar reacciones positivas en ella, sino más bien lo contrario. Es así, en realidad, como iniciamos las guerras, los conflictos, y las peleas, con la idea de que si nosotras estamos dolidas, entonces la otra persona tiene que sufrir también.  
La única forma de desahogarnos sin hacer daño a nadie es cuando podemos compartir lo que sentimos con nuestra gente querida. Si tenemos el espacio afectivo para hablar de ellas, si logramos  desahogarnos sin que nuestras palabras hieran a nadie, entonces se van diluyendo poco a poco, bajan en intensidad y volumen, se hacen más manejables para trabajar con ellas. Necesitamos hablar de lo que sentimos, pensar la emoción para lograr que no nos arrase. Necesitamos racionalizarla, tomar distancia, coger otras perspectivas del tema, y escuchar buenos consejos de las amigas y los amigos que nos quieren. A veces, incluso, necesitamos ayuda profesional para tener herramientas que nos permitan trabajar las emociones.
Al compartirlas y sacarlas de las profundidades de nuestro ser, creo que dejan de tener tanto poder sobre nosotras. De pronto no parecen ya monstruos gigantescos y no nos sentimos tan vulnerables. Una vez que las vemos manejables, es más fácil sentarse a hablar con la persona con la que hemos tenido el conflicto, por ejemplo. Para solucionarlo y elaborar nuevos pactos, o para separarnos sin hacer la guerra. 
Mi propuesta es que tomemos esta idea como un principio fundamental de la ética amorosa: que mis emociones no hagan daño a nadie, ni a mi misma. Tenemos que aprender a manejar la ira, la pena, la frustración, el dolor, el desamparo, el odio, los miedos, la rabia y la tristeza para que no nos destruyan, y no destruyan a los demás.
De lo que se trata al fin y al cabo, es de disfrutar de la vida y del amor, y para eso es fundamental aprender a surfear en los tsunamis emocionales, a sacar toda la emoción sin que estalle contra nadie, a convivir con las emociones, a expresarlas y compartirlas, a manejarlas para que no nos inunden, y para que podamos tener calidad de vida. Y porque nos merecemos estar bien, y ser felices. 

Coral Herrera Gómez