4 de agosto de 2021

Día 6: Hombres que quieren ser libres: el Juanfran y sus amigos en la playa del Patriarcado.



Hoy el protagonista de mi historia es el Juanfran, un chico que estaba con su pandilla de amigos adolescentes junto a nosotros. Se han pasado toda la tarde jugando en la arena, bañándose en el mar, haciendo peleítas, fumando porritos, y hablando de mil cosas. 

El primero que ha llamado mi atención ha sido Juanfran, porque le veía muy suelto, muy simpático, muy buena gente, y muy divertido. Sus amigos se reían mucho con él, y se notaba que lo adoraban, pero todos se burlaban de él por turnos. 

El líder del grupo le ha regañado porque estaba demasiado cariñoso con él. "Que estás tol rato encima mío, tío, déjame respirar un poco", y ha empezado a ridiculizarle frente a los demás. 

Como Juanfran no paraba de abrazarle, el líder entonces le ha humillado con las dos comparaciones que más daño hacen a los hombres:  "Juanfran, pareces maricón", "eres igual de pesao que mi novia, todo el día encima"

El Juanfran le ha contestado burlón:

-Anda, quillo, no te pongas nervioso que no pasa . Que todos sabemos que te gustan más mis abrazos que los de tu novia. 

Los demás se han reído también, y el chico ha salido corriendo detrás de Juanfran para derribarlo en la arena y hacerle unas cuantas llaves de algún arte marcial. Se han revolcado un rato en la arena cual amantes apasionados, y después se han puesto todos a jugar a la pelota, entre risas y empujones.  

En este grupo masculino de la Playa Patriarcal, se nota que hay chicos muy obedientes al patriarcado, y otros que son más rebeldes. Juanfran es el más libre de todos. No tiene sentido del ridículo y los encandila a todos inventando bailes, canciones y rimas, acrobacias y mimo, imitaciones de famosos, y creaciones de personajes extraordinarios en breves obras de teatro improvisadas. Es un verdadero clown, sus amigos se mueren de la risa con él, y se nota que le quieren mucho, pero tratan de marcar la diferencia con él. 

Le tratan de "personaje", le llaman "loco", le dicen: "tú estás fatal, chaval", "tú no tienes remedio, Juanfran", "tú estás pa que te encierren", "eres un crack, tu reino no es de este mundo" Él es diferente, y parece que se han "resignado" a quererle tal y como es, pero en realidad le admiran mucho. 

Y le admiran tanto que para que no se les note, le ridiculizan cada vez que pueden. 

Juanfran disfruta en su papel de chico extraordinario. Me asombra cómo asume con dignidad el precio que tiene que pagar para sentirse libre y ser él mismo. 

Sabe que sus amigos le envidian porque es un hombre libre. Todos han aceptado que ellos no pueden ser libres, porque saben que no podrían soportar ser objeto de burlas y risas todo el santo día. Así que prefieren perder la libertad y convertirse en soldados del ejército patriarcal. 

Además, ya lo ha dicho el líder del grupo a grito pelado: "Juanfran sólo hay uno, y nos ha tocao a nosotros" Lo que quiere decir el líder es que con un Juanfran en la pandilla es más que suficiente. Es un tío raro, es un tío especial, pero tiene que ser la excepción a la norma.  

Cada uno de ellos tiene un mote: El Negro, el Gordo, el Gafas, el Garrulo, el Marchatrás, el Kinkillero, el Intelectual y el Marqués. El Juanfran es El Juanfran. 

Los que tienen la autoestima más alta, llevan mejor lo de las bromas de los demás. Los que tienen menos autoestima son más inseguros, y cuanto más inseguros son, más poder tiene el soldado patriarcal que llevan dentro. 

En estos dos años he estado impartiendo talleres de masculinidades no violentas a adolescentes con medidas judiciales por violencia machista, así que no puedo evitarlo: cuando estoy en la calle me fijo mucho en los grupos de chicos. Puedo identificar a los obedientes y a los desobedientes, y ver la lucha que libran el soldado patriarcal y el hombre libre en el interior de cada uno de ellos. 

En este grupo, además del Juanfran, también hay varios candidatos a ser Manolo, el protagonista del primer capítulo de esta serie sobre mis vacaciones en La Playa Patriarcal, y otros pocos que podrían liberarse y construir una masculinidad más acorde con los avances del siglo XXI. Todo dependerá de si quieren vivir como reyes o si prefieren relacionarse desde la igualdad, la libertad, y el compañerismo con las mujeres de su vida. Es decir, dependerá de si deciden aprovecharse de sus privilegios o si prefieren renunciar a ellos. 

Les veo caminar hacia el mar: hoy vino poniente y trajo el agua helada. Como a todos les cuesta meterse, empiezan a jugar para salpicarse y para tirarse al agua unos a otros, y obviamente el primero en ser arrojado es el Juanfran, que protesta entre risas y gritos. 

Desde lejos observo la coreografía de la danza acuática, y la forma en que se atraen y se repelen sus cuerpos. Una de las leyes principales del patriarcado es evitar el contacto corporal y las manifestaciones de cariño entre hombres. Se suben unos encima de otros, se revuelcan en el agua, se abrazan y se reducen unos a otros, pero cuando el contacto dura demasiado, uno de los dos lo rechaza, o llega un tercero a poner orden. 

El patriarcado les deja besarse y abrazarse cuando celebran un gol, pero el resto del tiempo, permanece atento para que los hombres no tengan demasiado contacto entre ellos. 

El macho alfa del grupo, al que llaman El Marqués, se ha salido del agua y se ha sentado en su toalla.  Se queda mirando a sus compañeros con una sonrisa de orgullo. Tiene cara de tener buen corazón, pero lleva encima una coraza enorme. Siento que aún es un tipo noble, pero le siento muy rígido, su cuerpo se mueve como si le faltara aceite. Tiene unos ojos verdes preciosos, y es realmente guapo. Es un líder en toda regla, me digo, aunque debe de ser agotador ostentar el cargo de capitán de un grupo de chicos. 

Me pregunté cómo sería yo si hubiese nacido varón. Pensé que quizás sería muy parecida al Juanfran: durante varios años yo también fui la payasa de mis grupos de amigos, porque era la que menos sentido del ridículo tenía, y me encantaba escandalizar a todo el mundo mientras les hacía reír. 

Nunca he soportado la violencia ni las peleas, aunque sí que me he sometido a las pruebas de a ver quién hace más... y he sido un poco lideresa porque me ha gustado ser la gran motivadora de mis grupos. Era creativa, espontánea, y me encantaba contar y representar historias, proponer planes, hacer cosas nuevas, organizar viajes, plantear grandes debates, y estaba siempre amenizando las fiestas y las celebraciones. 

Creo que me parecería mucho más al Juanfran que al Marqués, porque me gusta más disfrutar que sufrir, y me parece muy sacrificado ejercer de líder patriarcal. Debe ser muy castrante no poder ser tú mismo, y no poder mostrar cómo te sientes a nadie. 

Debe de ser muy duro ser un adolescente y estar construyendo tu masculinidad sin apenas ejemplos de masculinidades no violentas y alternativas al modelo hegemónico. Muchos de ellos creen que ser adultos consiste en mutilarse a sí mismos para no sufrir y para convertirse en un robot que ni siente ni padece, como sus héroes. 

Yo nunca habría podido ser un líder patriarcal porque no habría podido soportar tener que reprimir la expresión de todas mis emociones. A los hombres sólo les dejan mostrar la ira y el deseo sexual. Todo lo demás: la ternura, la felicidad, el miedo, la tristeza, las inseguridades, la desolación, la esperanza, etc son "cosas de chicas". Y un hombre sólo puede ser un hombre de verdad si no es mujer, es decir, si rechaza todo aquello que tiene que ver con lo femenino, si hace todo lo contrario de lo que hacen las mujeres. 

Lo que he aprendido trabajando con adolescentes es que el proceso de dominación nunca es total: dentro de todos nosotros y nosotras, los seres libres que albergamos se resisten ferozmente a ser esclavizados. 

La teoría es que todo líder patriarcal tiene que evitar mostrarse vulnerable, evitar desnudarse por completo, y no abrir su corazón. Tiene que desconfiar de los demás, protegerse, ocultar su fragilidad, aparentar ser un tipo duro, y estar muy seguro de sí mismo. 

No pueden ser ellos mismos porque siempre tendrán dentro y alrededor ese soldado patriarcal que vigila y que le dice constantemente cómo tienen que andar, cómo se tienen que sentar, cómo deben hablar, de qué se puede hablar y de qué no, cómo deben usar su poder para dominar al resto y acumular más poder, cómo deben responder a los ataques, cómo tienen que atacar a los demás. 

Casi todos los niños, desde que son pequeños, están condenados a pasarse la vida demostrando lo machos que son. No tienen escapatoria: los demás van a pedirles pruebas de su virilidad constantemente. 

Si deciden no obedecer, tendrán que asumir el castigo y el precio que hay que pagar por ser un disidente del género masculino. 

Si en cambio quieren ser líderes u ocupar los puestos más altos en la jerarquía, tendrán que demostrar que son fuertes, valientes, que son autoritarios y dominantes, que son capaces de ponerse en peligro para obedecer las leyes. 

Una vez arriba, el líder no puede mostrar debilidad con aquellos que no le rinden pleitesía, porque está en juego su propia posición en la jerarquía. Tiene que parecer el protector de todos ellos: les va guiando en el camino, les va mostrando las normas, y no se puede permitir el lujo de caer, porque entonces perderá todo su poder y será objeto de las burlas y las humillaciones de los demás. 

Algunos de los líderes son capaces de pedirle a sus seguidores que arriesguen su vida para demostrar lo machos que son, y para pedirles pruebas de su lealtad. Por eso muchos adolescentes no llegan a adultos en América Latina: en las maras y en las bandas sólo se aceptan machos violentos, sacrificados y disciplinados.

Una de las cuestiones más importantes para el líder es evitar la homosexualidad en el grupo, pues el patriarcado les prohíbe gozar entre ellos, y al mismo tiempo, su misión es dirigir el deseo sexual de sus muchachos hacia las mujeres. 

Muchos niños se han pasado toda su vida rechazando a las niñas y tratando de no ser como ellas, pero cuando llega la pubertad, tienen la obligación de tener sexo con alguna de ellas para demostrar su virilidad. 

Para muchos no es fácil porque no saben muy bien cómo relacionarse con "las otras". 

El líder premiará a los chicos que logren follar con ellas, y castigará a los que se enamoren con burlas y bromas crueles. 

Para los machos patriarcales, las mujeres no pueden ser compañeras, ni amigas, ni cómplices: somos siempre las enemigas. Ellos no deben enamorarse si quieren ganar en la batalla del amor. Porque con nuestros encantos, las mujeres podemos cazarlos, domesticarlos y someterlos. 

Y ninguno quiere perder ni ser dominado. Para no enamorarse, los hombres tienen que dirigir su admiración hacia otros hombres, y cosificar a las mujeres como si solo fueran cuerpos que sirven para  demostrar que su apetito sexual es incontenible y poderoso, y para ganar puntos frente a sus amigos. 

La amenaza del patriarcado es que si se enamoran, perderán su poder y su libertad.

El consejo que les da el patriarcado: con las mujeres, sólo sexo. Gratis, o pagando. Con su consentimiento o sin él. Son objetos para eyacular y para alardear de su virilidad.  Pierde el que se enamora. 

Gana el que es capaz de conquistar muchas mujeres sin enamorarse de ninguna. Cuantas más logre enamorar y penetrar, más puntos gana en la jerarquía patriarcal. 

Por eso cuanto más obedientes al patriarcado son los hombres, más les cuesta conectar con sus compañeras, y más difícil les resulta disfrutar del sexo y del amor.

¿Cómo seduce y premia el patriarcado a los chicos para que obedezcan, y al líder para que asuma su función de educador, vigilante y carcelero? Les ofrece privilegios. El más importante, el de recibir cuidados toda su vida por parte de su madre y su esposa, sin tener que cuidar a nadie, y el segundo, el  privilegio de la doble vida: todos los machos pueden vivir como respetables padres de familia, y a la vez, como juveniles solteros de oro. 

Además de los beneficios que tiene ser hombre en nuestra sociedad: ellos tienen más derechos y oportunidades en todo el planeta. Son los amos del mundo. 

¿Cómo actúa el patriarcado contra los rebeldes? El soldado patriarcal va bien armado: usa las burlas y las bromas crueles, las comparaciones con homosexuales y mujeres, y por último el desprecio y la humillación. Son los castigos que soportan los díscolos y los herejes: el líder debe marcarle la senda correcta a seguir, y demostrar a los demás cuales son las consecuencias de atreverse a transgredir los mandatos de género.  

No se dan cuenta, pero son todos ayudantes del líder, aunque a veces también ellos mismos se acerquen al límite. No sólo deben respetar la ley patriarcal, sino además imponerla sobre los demás. Cuanto más represores sean con los demás y consigo mismos, más puntos tendrán en la jerarquía de la masculinidad. Este mecanismo es muy eficaz para que todos estén alerta, vigilándose unos a otros, esperando para saltar en cuanto uno cometa una transgresión o cruce la línea. 

No hay más que ver a Juanfran bailando en el agua y pegando grititos que avergüenzan a los demás. Cuanto más vergüenza sienten y más le mandan parar, más gritos pega. Hasta que uno le hace una aguadilla eterna, y lo callan. Después de unos segundos de tensión, otro le pide al de la aguadilla que lo libere, que ya está bien. Y Juanfran puede volver a salir a la superficie a respirar.

Juanfran no es el único que transgrede: a veces, cuando están relajados,  a cualquiera de ellos le sale el hombre rebelde que llevan dentro, rompen con la norma, y aguantan después el chaparrón de burlas. Es divertido escandalizar a los otros, y además así pueden descansar: estar siempre haciendo de macho es agotador. 

Me encantaría acercarme a ellos, hablarles del tesoro, y darles el mapa y las pistas para que lo encuentren por sí mismos. Porque como os contaba antes, trabajando con varones adolescentes me he dado cuenta de que muchos de ellos, por muy machistas y violentos que sean, están deseando liberarse del carcelero que tienen dentro. 

Cuando empiezan a reflexionar sobre su forma de moverse, de relacionarse y de tratarse entre ellos, es cuando descubren, sorprendidos, a este soldado que llevan dentro. Una vez que lo ven, son capaces de elegir si quieren o no liberarse. 

No es fácil, porque el patriarcado les seduce con los privilegios constantemente, y porque sus ejemplos a seguir son guerreros violentos, narcos, mafiosos, traficantes, empresarios y multimillonarios que acaparan todo el poder, las riquezas, y las mujeres. Esos son los modelos que les ofrecemos en nuestra cultura: hombres dominados por su ego y su ansia de poder, tipos mutilados, egoístas, violentos, insaciables, destructores. 

Apenas hay modelos de héroes rebeldes que se lo trabajen para liberarse de sus patriarcados, ¿cómo van siquiera a imaginar que ellos también pueden liberarse?  

A lo largo de este tiempo, he conocido a muchos niños y adolescentes que desean liberarse del régimen tiránico al que viven sometidos, y casi todos se sienten muy solos en su lucha contra el soldado patriarcal que llevan dentro. 

Siempre que trabajo con ellos, pienso en el cambio social que podríamos conseguir si les diésemos herramientas para que aprendan a identificar el patriarcado, y a entender por qué y cómo se reprimen a sí mismos. Mi experiencia me ha demostrado que si les ofreces herramientas para cuidarse y cuidar a los demás, para imaginar al hombre que les gustaría ser, para atreverse a desobedecer, se les activa la imaginación y les entran ganas de romper las cadenas que les impiden volar. 

Algunos de ellos empiezan a soñar con poder quitarse la máscara, la armadura y las armas para caminar desnudos y relacionarse sin miedo. 

Otros sueñan con poder salir del armario algún día, y poder contarles a los demás cómo son, qué desean, de quién se enamoran... sin miedo a sufrir rechazo, burlas o comentarios despreciativos. 

Otros sienten una enorme contradicción interna cuando están con hombres libres: les admiran y les temen a la vez. 

Y otros sienten un rechazo total: cuanto más miedo sienten, más atacan a los hombres que les demuestran que hay otras formas posibles de ser hombres. Para ellos son una gran amenaza porque les rompen los esquemas y les muestran los barrotes de la cárcel en la que están. 

La esperanza está en todos aquellos que aún no han sido derrotados. Cuando ven claro que ser rebelde, en realidad, consiste en poder ser ellos mismos, empiezan a imaginar cómo sería vivir libres de miedo al qué dirán, y a las burlas de los demás. 

No es fácil asumir que la peor cárcel es la que llevan dentro, ni desalojar al policía de su interior: la presión social que tienen alrededor es fortísima. El bombardeo que sufren a diario en los medios de comunicación es constante. No es fácil ir a contracorriente en un mundo lleno de machismo, misoginia y homofobia. Y pienso que tenemos que proteger y apoyar a todos los que sueñan con ser libres.  

A mí me hace muy feliz ver a tipos como El Juanfran, que viven tan a gusto sin tener que competir con los demás, sin vivir siempre en estado de alerta, sin tener que esconderse bajo el disfraz de macho patriarcal. Pero también siento angustia porque fuera de su grupo de amigos, corren el peligro de ser retados y agredidos por otros machos. 

La disidencia de los hombres libres se reprime con mucha violencia, así que hay que ser muy valiente y tener la autoestima muy alta para ser quien realmente quieres ser, y para vivir a tu manera, desobedeciendo las leyes del patriarcado. 

¿Se imaginan el cambio radical que experimentaría nuestra sociedad si les ofreciésemos en la escuela las herramientas que necesitan para ver el patriarcado?, ¿se imaginan si pudieran aprender a usar su poder de manera que no someta a nadie?, ¿y si pudieran identificar sus privilegios, y renunciar a ellos?. 

También habría que ofrecerles herramientas para hacer autocrítica, para aprender a gestionar sus emociones, para relacionarse en libertad y en igualdad, y lo más importante: herramientas para aprender a cuidarse a sí mismos, a los demás, y al planeta. 

En una sola generación, podríamos abrir las puertas de todas las jaulas y verlos volar en libertad. Necesitamos millones de hombres libres, pienso, mientras miro a Juanfran, que en estos momentos está haciendo uno de sus números ante sus amigos. 

Bailando en la arena se acerca al Marqués, le besa en la mejilla por sorpresa, y da un salto hacia atrás. Todos ríen y el líder lo persigue para reducirlo en el suelo: se tumba encima de él y ambos se revuelcan por la arena mientras los demás les jalean. Sí que tiene razón Juanfran: al Marqués le encantan sus besos y sus abrazos. 

El sol empieza a ocultarse y sopla viento de poniente. Cuando ya hemos recogido y empezamos a caminar para salir de la Playa del Patriarcado, escucho a Juanfran cantando apasionadamente a Nino Bravo. Me vuelvo y le veo frente a sus amigos, con su micrófono imaginario en alto, cantando a pleno pulmón: 

"Libreeee, como el sol cada mañana, yo soy libre, como el mar. Libreeeeeee, como el ave que escapó de su prisión, y puede al fin volar. Libreeee, como el viento que recoge mi lamento y mi pesar, camino sin cesar detrás de la verdad, y así sabré lo que es, al fin, la libertaaaaaaaad"

¡Bravo, Juanfran! Te dedico este post con todo el amor del mundo. Gracias por existir. 

Coral Herrera Gómez 


¡Mañana más!


Capítulos anteriores de Mis Vacaciones en la Playa del Patriarcado

Día 1: Mujeres que no tienen vacaciones, en La Playa Del Patriarcado

Día 2: Las tetas liberadas, en la Playa del Patriarcado 

Día 3: La tormenta en el Mediterráneo, en la Playa del Patriarcado. 

Día 4: Las familias felices, en la Playa del Patriarcado

Día 5: Una cita romántica, en la Playa del Patriarcado 


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