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22 de octubre de 2023

Refugios de amor



En tiempos de destrucción y guerra, no solo necesitamos refugios climáticos, sino sobre todo, refugios de amor. Hay guerra en todas partes: guerra entre países, guerra en las aulas, guerra en las parejas y en las familias, guerra entre mujeres, guerra también dentro de ti misma. Para resistir y sobrevivir en un mundo lleno de odio y sufrimiento, los refugios del amor son los únicos espacios seguros y libres de violencia en los que poder dar y recibir amor a manos llenas.

Son espacios en los que te juntas con gente que te acepta tal y como eres, gente con la que puedes desnudarte y ser tú misma, y con la que puedes compartirte sin miedo a que te hagan daño. 

En los refugios del amor están tus familias, tu tribu, tus aliados y cómplices con los que puedes descansar de las luchas de poder, de las relaciones interesadas y abusivas, de las luchas entre grupos humanos. 

En los refugios del amor podemos escapar un rato de la gente tóxica, y de las relaciones basadas en la lucha, la competitividad, el abuso y la violencia. En estos refugios podemos dar y recibir abrazos, dar y recibir consuelo, llorar a gusto, bailar y cantar, celebrar los grandes acontecimientos, y soñar con una vida mejor. Son como casas grandes en las que podemos juntarnos para ahuyentar el miedo a la soledad, para olvidarnos del mundo, disfrutar del calor humano, y del abrigo de la gente que nos quiere y nos cuida. 


Estos refugios no se pueden comprar, tienes que construirlos tu junto con tu tribu, dedicarles tiempo y mimos, cuidarlos, regarlos, nutrirlos y mantenerlos, porque son nuestros hogares. 


Mi propuesta es que multipliquemos y cuidemos estas pequeñas comunidades de paz y de apoyo mutuo para poder descansar, quitarnos la máscara y la armadura, sentirnos a salvo y retomar fuerzas para poder continuar en la lucha del día a día. 


¿Y vosotras, y vosotros, tenéis algún refugio amoroso para poder descansar?, ¿sentís que los valoráis y los cuidáis como se merecen?


Coral Herrera Gómez



1 de octubre de 2024

Refugios de Mujeres: Coral Herrera en México

 



El 4 de octubre vamos a celebrar este evento en directo para contaros sobre el Proyecto Refugios de Mujeres que vamos a celebrar la última semana de octubre en México. 

Es un proyecto que ideamos Marilú Rasso y Andrea Gómez con el objetivo de recaudar fondos para el Refugio de Espacio Mujeres AC. 

El Laboratorio del Amor se ha unido a la Escuela Feminista Luna para apoyar este Refugio: voy a impartir una conferencia por la mañana y otra por la tarde en Ciudad de México el día miércoles 23 de octubre, y el fin de semana del 25 al 27 un taller en Malinalco, en una casa en el campo. 




Si quieres conocer el Refugio puedes entrar en

Aquí tienes los carteles y los enlaces para apuntarte: 




Si quieres reservar ya tus entradas para la Conferencia en Ciudad de México puedes hacerlo aquí.





Reserva aquí tu fin de semana en Malinalco con la Escuela Feminista Luna.


Más eventos de la Gira 2024: 

5 de enero de 2023

¿Por qué las mujeres no podemos divorciarnos?




La inmensa mayoría de las mujeres no podemos separarnos de nuestras parejas.

 Son muy pocas las mujeres que pueden acceder al derecho al divorcio en el mundo, y es una injusticia muy grande. 

La mayoría no pueden porque no tienen autonomía económica, y unas cuantas porque tienen miedo a la guerra del divorcio, en la que pueden ser asesinadas, o pueden perder a sus criaturas.

Si miráis los salarios, las tasas de desempleo y los precios de la vivienda es fácil entender por qué millones de mujeres no se pueden separar de sus maridos. En España un 20% de la población cobra menos de 1.000 euros al mes, y un 66%, menos de 1900 euros. Las mujeres cobramos un 23% menos que los hombres.

Las tierras son de los hombres, las casas, los medios de producción y de comunicación son de los hombres, las empresas y los bancos son de los hombres.

Nuestras leyes dicen que las mujeres somos libres, pero la realidad es que imposible separarse: el matrimonio es un auténtica trampa a la que muchas vamos ilusionadas y felices. 

Cuando estamos en ella se convierte en una cárcel de la que ya no se puede escapar. Las mujeres que lo hacen pasan a formar parte de la población en riesgo de pobreza y exclusión social. 

La mayor parte de las personas pobres en todo el mundo son mujeres con hijos e hijas y sin pareja. Cuantos más hijos tienen, más pobres son.

Sin dinero no hay libertad ni derechos. Las mujeres necesitamos dinero para poder salir de nuestros hogares, sobre todo las que sufren abusos y malos tratos.

Sin ingresos dignos las mujeres no somos libres ni podemos elegir con quién queremos compartir techo. Si el mercado laboral y el inmobiliario nos mantiene presas en relaciones en las que no queremos estar, entonces hay que garantizar los ingresos y el derecho a techo. 


La Renta Básica Universal permitiría a millones de mujeres dejar a sus parejas y liberarse de la explotación emocional, doméstica, sexual, reproductiva y laboral. Y también podrían liberarse de sus proxenetas: los hogares y los burdeles quedarían vacíos si todas nosotras tuviésemos autonomía económica.

Por eso hay tanto rechazo a la RBU: a los hombres les espanta la idea de quedarse sin criadas y sin esclavas sexuales y domésticas. 

Mientras seguimos luchando por la RBU, no nos queda otra que organizarnos entre nosotras para ayudarnos a salir de relaciones en las que no nos sentimos cuidadas, sobre todo tenemos que ayudarnos a salir de relaciones violentas basadas en el abuso y la dominación. 

Solas no podemos divorciarnos: necesitamos dinero, necesitamos refugios donde no nos encuentren los que no aceptan que nos separemos, y mucho apoyo emocional y logístico. 

Así que mientras creamos las condiciones políticas y económicas para que el divorcio sea un derecho y no un privilegio, nos tenemos que ayudar entre todas, y organizarnos entre nosotras.


Coral Herrera Gómez 



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26 de octubre de 2023

¿Cómo hacer nuevas amigas?

 


Todas mis relaciones de amistad con mujeres surgieron de una conversación íntima y larguísima. Primero nos sentimos atraídas al vernos, luego sentimos una vibra especial, y cuando nos sentamos a hablar y empezamos a desnudar las almas, comienza la magia. A medida que la otra nos demuestra que se siente segura con nosotras, nosotras nos empezamos a sentir también seguras con ellas, y se crea un clima de confianza mutua que nos permite ir abriéndonos los corazones, hasta que ambos conectan.

 Mujeres que comparten su historia de vida y reciben la tuya como un tesoro, desde la complicidad y la escucha amorosa: así forjé el vínculo del amor con todas las mujeres de mi vida, también con las de mi familia. Hay un enamoramiento en ese compartir, que se parece mucho a la magia del romanticismo, pero que es mucho mejor porque el deseo no es de conquistar ni poseer, sino de conocernos mejor y disfrutarnos mutuamente.

La magia surge cuando nos abrimos en canal, y nos mostramos tal cual somos, sin miedo a que la otra mujer use la información que le estamos dando para hacernos daño. Cuando vemos que la otra tampoco tiene miedo, y se pone generosa, nosotras nos ponemos más generosas también y nos quitamos la armadura para que nos vea tal y como somos, con nuestros defectos y virtudes, nuestras grandezas y nuestras miserias, nuestros éxitos y nuestras derrotas.

Hablando del tiempo jamás podremos hacer otra cosa que quedarnos en la superficie, no hay nada más aburrido que la gente que habla de lo político y no de lo personal. Solo se puede disfrutar el gozo de la conexión cuando nos quitamos la máscara social y nos abrimos en canal.

¿Y que pasa cuando vivimos ese momento mágico con una mujer?, ¿cómo creamos una relación amorosa?

Generalmente buscamos las cosas que tenemos en común, y desde ahí proponemos planes, y elaboramos un proyecto:

a mí también me gusta mucho caminar, ¿qué te parece si nos vamos a andar juntas todos los domingos por la tarde?,

¿y si nos apuntamos a las noches de astronomía juntas?,

a mi también me gusta la poesía, vente a mi casa y leemos juntas en voz alta a nuestras autoras favoritas.

Una vez que encontramos la manera de vernos, y la excusa para juntarnos, ya todo es mucho más fácil.

Para nutrir y hacer crecer una relación hay que cuidarla mucho, y también hay que trabajarse por dentro. Nos han educado para relacionarnos desde el interés, el dominio, la competitividad, el abuso, la rivalidad, así que hay que desaprenderlo todo, y aprender a relacionarnos desde la ternura, el compañerismo, la sororidad, los ingredientes imprescindibles para poder construir relaciones igualitarias en las que todo sea mutuo y recíproco.

Lo primero es quitarte el miedo a las mujeres, lo segundo, el miedo a que te hagan daño. Hay que ser valiente para dar y recibir amor, y hay que ser generosa para compartir tu intimidad, tus miedos, tus sueños, tus recuerdos, tus traumas, tus éxtasis, tus malos y tus buenos momentos.

No necesitas dar buena imagen para que te acepten y te quieran: las amigas te quieren tan y como eres. No necesitas aparentar, ni disimular, ni fingir que eres otra, no tienes que hacerte la fuerte, con ellas puedes mostrar tu vulnerabilidad.

Desde la vulnerabilidad es desde donde podemos construir relaciones basadas en el respeto, la admiración, la cooperación, la sinceridad, el apoyo mutuo, y los cuidados.

Una vez que hemos creado el vínculo, hay que fortalecerlo. Para poder cuidar y hacer crecer estas relaciones, es fundamental que aprendamos a cuidarnos a nosotras mismas, y a trabajar todo aquello que necesitamos para ser mejores personas, y para que nuestras relaciones sean mejores. 

Para poder disfrutar del amor tenemos que entrenar en el arte de la empatía y la solidaridad, trabajarnos el egoísmo, mantener a raya el ego, aprender a hacer autocrítica amorosa, y dar lo mejor de nosotras mismas para que la relación florezca.

Lo más bonito de la amistad entre mujeres es que no está limitada por la exclusividad, como el amor romántico, así que son relaciones en las que caben muchas más mujeres: no hay nada como tener tu propia tribu de amigas con las que hacer frente a un mundo tan individualista, violento e inhumano.

Así que recuerda: lo primero es perder el miedo a las mujeres, ser valiente y generosa, y encontrar las afinidades y las cosas que tenemos en común para afianzar las relaciones. Pueden ser nuestras inquietudes sociales y políticas, artísticas o deportivas, pueden ser nuestras pasiones y aficiones, o simplemente, las ganas de socializar y construir una red de apoyo mutuo.

Lo importante es que dediquemos tiempo a nuestras relaciones, y aprendamos desde pequeñas a valorar el amor entre nosotras, y a darle a la amistad la importancia que se merece. La neurociencia ha demostrado que vivir rodeadas de amor es fundamental para cuidar tu salud mental y emocional, y que las relaciones con los demás son el pilar fundamental de nuestro bienestar y nuestra felicidad.

Las amigas no son solo buenas para la salud y para alargarnos la vida, también para resistir contra el patriarcado, que nos quiere aisladas y enfrentadas entre nosotras. Tengamos presente todo el tiempo que el amor entre mujeres es subversivo, porque no hay nada más poderoso que los grupos de mujeres unidas y organizadas. 

Y si tan difícil encontrar el tiempo y el espacio para apoyarnos y disfrutar, es precisamente porque el capitalismo nos quiere solas, y productivas. Nos quieren sobrecargadas de trabajo, nos quieren estresadas y amargadas, nos quieren medicadas hasta las cejas. Solas y presas del miedo a la soledad somos más vulnerables, por eso es tan importante crear estos espacios de amor en nuestras agendas, y dedicarle tiempo a querernos y para disfrutar de la amistad. 

Mira a tu alrededor: tu vida está llena de mujeres maravillosas con las que puedes compartir tus penas y tus alegrías. Tus vecinas, tus compañeras, tus conocidas: empieza a crear redes de amor con las mujeres de tu vida.

#mujeres #amigas #amistad #cuidados #amor #amordelbueno


Coral Herrera Gómez

Este post se lo dedico a mis amigas, que me han salvado tantas veces, y que hacen que mi vida sea más fácil y más bonita. Gracias por hacer realidad la utopía del amor compañero, me siento muy afortunada de poder recibir y dar tanto amor del bueno ❤️


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9 de enero de 2024

Desmontando el mito del Caribe



Desmontando el mito del Caribe: mis amigas de España me preguntan que por qué no pongo fotos del paraíso en mis redes sociales. Ellas están pasando frío en Madrid y yo estoy visitando a unos amigos en la playa, y he pensado que si pongo fotos también tengo que contar lo que hay detrás de las imágenes. 

Para poder disfrutar de verdad aquí hay que estar con los ojos cerrados y moverte solo por el escenario creado para los turistas y los románticos que vienen a hacer el hippie. Todos comen deliciosos rice and beans, escuchan reagge y calypso en bares decorados con la banderas de Jamaica y las fotos de Bob Marley, surfean en el mar, duermen siestas deliciosas en las hamacas, hacen fotos a monos, tucanes y osos perezosos, pasean por la selva y las exhuberantes playas, se hacen tatuajes chulísimos, posan en redes sociales con camisetas que llevan el lema "Pura Vida" 

Les encanta presumir de lo felices que son, lo mucho que ligan, y lo divertido que es salir de noche. 

Pero yo no puedo ir con los ojos cerrados para no ver las toneladas de basura que hay en las calles, en las playas, en los ríos, ni puedo taparme la nariz para evitar oler el hedor de los canales acuíferos. No puedo ir con los ojos cerrados porque aquí atropellan a gente: no hay caminos ni aceras para las personas, tenemos que caminar al borde de la carretera. 

Yo podría, aún así, intentar embriagarme con la belleza del paisaje, y cerrar los ojos para no ver las bolsas azules con las que cubren los plátanos en las enormes plantaciones de banano, y que acaban en el mar junto con los hilos que se usan para cerrarlas. Estas bolsas e hilos infectados de veneno acaban en el estómago de los peces y las tortugas. Ese mismo veneno es el que contamina el aire, la tierra y el agua de los habitantes de Limón, y enferma a los trabajadores que trabajan en bananeras y piñeras. 

Los aviones no solo fumigan los campos, también escuelas y casas, y a veces sus habitantes tienen que ser evacuados por intoxicación grave (en comentarios os adjunto las notas de prensa)

Esos bananos y esas piñas se las comen en Europa sin tener ni idea de que este es el país número uno en el uso de agroquímicos y pesticidas, y que donde hay plantaciones, los índices de cáncer están disparados incluso en la población infantil. Además hay cada vez más malformaciones genéticas, infertilidad, abortos y enfermedades terribles causadas por el veneno.

Podría intentar disfrutar de la belleza del verde de la selva y el azul del mar, y alucinar con la cantidad de animales increíbles que existen, y postear fotos bonitas todos los días. Pero basta con echar un vistazo a las cifras sobre muertes por electrocutamiento y caza furtiva de animales salvajes, y hablar con la gente de acá sobre cómo los ricos se los llevan de mascotas. 

Por mucho que quieras evitarlo, es imposible no ver la pobreza en el Caribe: esta es la región más pobre del país. Para muchas niñas, adolescentes y mujeres jefas de familias la única salida que tienen es ofrecerse como producto para el turismo sexual. El Caribe está lleno de puteros gringos y proxenetas ticos que violan pagando muy poco, Costa Rica es uno de sus destinos preferidos. 

También vienen especuladores que están expulsando a las personas originarias de sus pueblos, el precio del alquiler y venta de casas y terrenos se ha disparado. La mayor parte de los inversores y hosteleros son extranjeros con dinero, principalmente israelíes y estadounidenses, y las ganancias van para ellos, no para la gente del pueblo. 

Las infraestructuras no están preparadas para manejar las toneladas de residuos que dejan los turistas, gran parte de los cuales acaban bajo el suelo, en el mar y en los ríos. La inmensa mayoría de los extranjeros se quedan fascinados con la postal, y no tienen ni idea del impacto medioambiental que tiene su visita, ni son conscientes de la violencia que ejercen sobre la población cuando pagan para violar a sus niñas afrocaribeñas. A los turistas no les importa cuánto cobran las personas que trabajan en hoteles, bares, restaurantes, y lugares turísticos, ni en qué condiciones trabajan. Tampoco se preguntan cómo se vive aquí en temporada baja, cuando no hay trabajo, llueve durante días enteros, y se inundan las carreteras, los puentes, los caminos y las casas. Aquí se pagan impuestos pero apenas llega el dinero del Estado. 

En temporada alta hay trabajo, pero los índices de pobreza son altísimos porque los salarios no dan para vivir con dignidad. Los alimentos están por las nubes, la inflación se ha disparado, todo es carísimo excepto para los gringos, que viven aquí como dioses.

Las mujeres y hombres que defienden la naturaleza y los derechos humanos son asesinados y amenazados (Jairo no te olvidamos), los gobernantes están destrozando la Sanidad Pública con total impunidad, los narcos del norte y del sur ya campan a sus anchas y se disputan el territorio a balazos...

¿Qué es lo positivo de este terrible escenario? Pues como siempre, la gente del pueblo que se une para luchar por sus derechos laborales, para defender el territorio, el agua, el suelo, el aire, las niñas, las plantas y los animales que vivien aquí. Los pueblos indígenas también están organizados, pero sus voces no se escuchan en el Congreso.

 También hay ambientalistas, ecologistas, y animalistas que vienen a echar una mano, construyen refugios para animales, hacen estudios e investigaciones... Y las organizaciones internacionales que se unen a las nacionales para denunciar a las empresas agroalimentaria y turisticas que están explotando la tierra y la gente, y están destrozando la naturaleza. 

Como en todas partes, hay gente sensible, concienciada y valiente que está plantando cara a las trasnacionales y está exigiendo al Gobierno de Costa Rica justicia y protección. Aquí no es nada fácil ser activista, muchas personas se juegan la vida, yo las admiro muchísimo. 


Y por eso en lugar de contribuir al mito del Caribe, prefiero mostrar la realidad, para que dejéis de comprar piñas y bananos envenenados allá en Europa. 

Y para que sepáis que el paraíso solo está al alcance de aquellos que tienen dinero y se vendan los ojos para no ver la contaminación, la pobreza y la violencia del turismo. 

A todos los que viajáis por el mundo buscando la foto ideal para Instagram, os animo a que os quitéis la venda y contéis también lo que hay detrás de las fotos bonitas, en cualquier lugar al que vayáis.

Aquí comparto unos enlaces por si queréis leer más sobre el Caribe de Costa Rica:


Vídeo mini documental sobre el Caribe realizado por ACLAC - Área de Conservación la Amistad Caribe

Asociaciones y organizaciones sociales que trabajan en Costa Rica por la naturaleza y los derechos humanos

Semanario Universidad

Informe Turismo Sexual 2023 El Observador CR

Rebelión.org: Fumigaciones en CR

Semanario Universidad: Fumigaciones Población CR

Ecología Verde: problemas ambientales en CR

La pesadilla de los agroquímicos en Costa Rica (Semanario Universidad)

El lado oscuro del turismo en Costa Rica (El País)


Otros posts de la autora sobre Mitos: 




18 de octubre de 2024

Malestares: ¿qué puedes hacer para sentirte mejor?




¿Por qué te sientes a veces tan mal? 

¿Qué puedes hacer para sentirte mejor? 

Todos y todas nos lo preguntamos en algún momento: no nos sentimos bien, pero no nos ha sucedido nada malo, ni parece que tengamos motivos para estar mal. Nuestra vida no se ha visto sacudida por ninguna desgracia, pero tú por dentro no te sientes bien del todo, no sabes muy bien por qué. Hay días mejores y peores, y no sabes de dónde vienen esos malestares.

Aquí te cuento qué es lo que te está haciendo sentir mal, porque aunque creas que lo tuyo es un asunto personal, en realidad es un asunto colectivo. Y las soluciones son colectivas. 

Estos malestares los compartimos con todos y a todas, vivimos en una sociedad enferma y violenta:

 

- Te sientes mal porque la comida que comes está envenenada: las frutas y las verduras están llenas de veneno: pesticidas y agroquímicos que entran en tu organismo y alteran tu microbiota. La carne que comes proviene de animales que viven encerrados en jaulas y sufren tortura desde que nacen hasta que mueren. Son alimentados con veneno, e hinchados a hormonas, y su vida es un auténtico infierno. Además, muchas personas son adictas al azúcar y/o a la comida basura, que nos genera alteraciones en la producción de insulina, y destrozan nuestra salud. Nuestro estado de ánimo y nuestra salud mental están en gran parte determinados por nuestro intestino: somos lo que comemos. 

 

- Te sientes mal porque el aire que respiras está contaminado, por eso hay tanta gente en las grandes ciudades que se desespera por salir a la naturaleza a respirar aire puro. Según estudios recientes, el aire contaminado constituye una amenaza significativa no solo para la salud física (mayor riesgo o exacerbación de una variedad de enfermedades, incluidas las infecciosas, alérgicas, metabólicas, neoplásicas, respiratorias y cardiovasculares), sino también para la salud mental. 

 

- Te sientes mal porque el ritmo de vida que nos impone el capitalismo es insostenible: vamos con prisa a todo, no llegamos a todo, y la vida se te está pasando demasiado rápido. Pasas la mayor parte del día corriendo de un lado a otro, sin tiempo para respirar, con la sensación de que no haces bien tu trabajo, que no eres buena madre, ni buena hija, ni buena en nada. Por eso tenemos angustia y sufrimos ansiedad permanente, y por eso nos empastillamos para poder relajarnos y para poder activarnos. El estrés nos enferma, tanto física como emocional y mentalmente: los altos niveles de cortisol nos envejecen prematuramente y nos acortan la vida.

 

- Te sientes mal porque no puedes disfrutar de la vida: apenas tienes tiempo para dormir, para disfrutar de tus pasiones, para disfrutar de tu gente querida. No podemos con tres jornadas laborales en un solo día. Nos engañaron a todas diciéndonos que era posible conciliar la vida personal, familiar y laboral: es un mito muy lindo que no se sostiene, porque pasamos la mayor parte del día trabajando, dentro y fuera de casa, más el tiempo que dedicamos al transporte. La falta de tiempo libre para descansar y para disfrutar también nos enferma: cuanto más carga de trabajo tenemos, más estrés y más frustración sientes. Hagas lo que hagas, tu bandeja está siempre llena de correos, y tu pila llena de platos y sartenes para fregar. Es un pozo sin fondo: las tareas no acaban nunca, y en cuanto tachas las que has hecho, tu agenda se vuelve a llenar. No hay forma de pararlo.  

 

- Te sientes mal por las adicciones: ¿quién no tiene una adicción? Hoy en día es muy difícil encontrar personas que no sean adictas a sus teléfonos. Pasamos una cantidad de horas frente a las pantallas brutal. Pero además, también somos adictos y adictas al azúcar, y a todo el veneno que llevan los alimentos ultraprocesados y las bebidas. Adictos a ir de compras, al alcohol, a los tranquilizantes y a los somníferos, al tabaco, la cocaína y otras drogas. Adictos al odio (especialmente en redes sociales), y adictos la violencia: no solo los adultos sufren de esta adicción, también muchos niños pequeños. La gran mayoría de los adictos al porno son varones, adultos y menores incapaces de tener relaciones sexuales sin humillar a mujeres, incapaces de tener una erección haciendo el amor. Todos somos adictos a algo, especialmente a aquellas cosas que usamos para distraernos, para ontener placer instantáneo, para evadirnos de nuestra realidad, para animarnos o para tranquilizarnos. Cuanto mayor es la adicción, mayor es la dependencia y la tiranía: no resulta nada fácil estar constantemente reprimiendo las ganas y midiendo las dosis, por eso siempre buscamos motivos para usar nuestras drogas, medicamentos, pantallas, comida... si no tuvieramos este nivel de ansiedad, de tristeza, de frustración, probablemente nos sentiríamos mucho más libres. 

- Te sientes mal por la angustia que te genera el consumismo: a diario te bombardean por todos lados ofreciendote cosas que no necesitas. El mercado nos seduce con productos y servicios constantemente, y nos hacen creer que vamos a ser más felices consumiendo, pero lo cierto es que como apenas tenemos dinero, tenemos que estar todo el tiempo diciendo que no a todo, y reprimiendo el deseo de adquirir objetos. En cuanto logras comprarte algo que deseas, el mercado te ofrece cien cosas más: el consumismo te genera tanta insatisfacción porque se renueva constantemente, y no es posible adquirir todo lo que deseas. Así que tienes que negarte a ti misma a diario la posibilidad de gastar dinero, porque a duras penas llegas a fin de mes. No eres tú sola: así vivimos el 99% de la población, atadas a ingresos precarios y bombardeadas a diario con anuncios por todas las vías posibles. 

 

- Te sientes mal porque cuando te conviertes en adulta, tienes que ponerte una máscara y una coraza, y disimular para que los demás no vean cómo eres realmente. Medimos mucho la información que le damos a los demás, nos protegemos para que nadie vea nuestro interior, nos avergonzamos a veces de cómo somos, y tratamos de dar una imagen exitosa en nuestras redes sociales para que la gente se crea que somos felices y que nos va muy bien. Hay muy pocos espacios en los que puedes quitarte la armadura y ser realmente tú misma, espacios seguros en los que no tienes miedo a que te hagan daño, espacios en los que te sientes libre para hablar, para expresarte, para decirlo que piensas, lo que sientes, lo que quieres, lo que deseas. Pero no tienes mucho tiempo para disfrutar de esos pocos espacios, ¿verdad? 


- Te sientes mal porque no eres normal, por mucho que lo intentes. Todos y todas tenemos que adaptarnos a lo que la sociedad espera de nosotras y nosotros, y además de obedecer los mandatos sociales, tenemos que obedecer también los mandatos de género. Todos y todas simulamos ser personas “normales”, aunque es un concepto abstracto que nadie cumple al cien por cien porque todos tenemos rarezas, manías, obsesiones, todos nos salimos de la norma en algún momento de nuestras vidas. Todo en ellas está regido por normas no escritas: nuestra forma de vestir, de hablar, de caminar, nuestro comportamiento en espacios públicos, también en nuestros espacios familiares e íntimos. Tienes que simular que “eres como todo el mundo” y haces lo que hace todo el mundo para no parecer rara, loca, desviada.  


- Te sientes mal porque todos los mitos caen, uno tras otro, y te sientes engañada y estafada. Nuestra sociedad se construye con ilusiones colectivas que nos mantienen trabajando para otros a cambio de un salario precario, y nos mantienen atados a un estilo de vida que no es tan bonito como te contaron. Cuanto más te ilusionas, más te decepcionas, y aunque te resignes, tu corazón y tu mente siguen soñando con la salvación. Una salvación que tiene que ser colectiva, pero a tu alrededor todo el mundo está en la rueda, girando sin avanzar, anestesiada y cabreada: la gente sigue porque todos tenemos miedo a pararnos y a pensar. Y estamos esclavizados a la necesidad de generar ingresos, mientras vemos cómo los políticos gastan nuestro dinero en mantener a banqueros, empresarios, obispos, soldados y hombres que viven como auténticos reyes. Un dinero que tendría que ir a parar a la construcción de escuelas, universidades, centros de salud, hospitales, trenes, y protección del medioambiente: es frustrante ver como lo despilfarran en comprar armas que no necesitamos para nada. 

 

- Te sientes mal porque te han hecho creer que si te esfuerzas mucho y tienes suerte, puedes triunfar en la vida. Y no es cierto: las personas que triunfan, en su mayoría, son las que tienen herencia patrimonial o financiera, contactos y apellidos. Nos venden la idea del emprendedor que se hizo a sí mismo desde la nada, pero son muy pocos los que logran salir adelante. Hoy todo el mundo quiere ser famoso y millonario, pero el capitalismo feroz solo permite llegar a la cima a unos cuantos: todos los demás nos quedamos donde estamos, luchando por sobrevivir. Nos hacen creer que si no logramos destacar por encima de los demás, no valemos nada, por eso tu autoestima está por los suelos: cuanto más te crees el cuento de que es posible salir de la pobreza y la precariedad, más fracasada te sientes. Pero no, no es que no te hayas esforzado lo suficiente, es que no hay sitio para todos ahí arriba, y si eres mujer, menos todavía. 

 

- Te sientes mal porque te hicieron creer que encontrar al príncipe azul es la puerta de entrada al paraíso, y no lo has encontrado. O lo has encontrado y nada es como te contaron: el amor romántico te generó unas expectativas tan altas, que la realidad se te antoja demasiado dura. Porque el mito del matrimonio feliz que funda una familia feliz es una estafa: la mayoría de las mujeres trabajan de sirvientas de sus maridos e hijos, y viven en una constante batalla para no ser explotadas. Sin embargo, para muchas es imposible que los miembros de la familia se impliquen en las tareas de cuidados, prefieren vivir como reyes. No hay nada más frustrante que sentir que tus seres queridos abusan de ti y te roban el tiempo libre, y encima ni te reconocen el esfuerzo que haces. Porque da igual cuanto te esfuerces: las labores de cuidados no se valoran nada. Y no hay nada peor que darte cuenta de que no son recíprocos: a ti no te cuida nadie. 

 - Te sientes mal porque siempre te estás comparando con las demás personas, y no hay nada más frustrante en el mundo que vivir en constante competición por ser la más lista, la más guapa, la más joven, la más veloz, la más fuerte, la mejor en todo. ¿Por qué? Porque siempre que te compares vas a ver mujeres más jóvenes, más guapas, más inteligentes, más sexys, más encantadoras, más ricas, más cultas y sabias, y con más títulos y experiencia que tú. Es lindo sentir admiración por las mujeres que te rodean, pero cuando lo que sientes es envidia, entonces es cuando todo se estropea: es un sentimiento muy feo que nos lleva a portarnos mal con las demás. Competir contigo misma también es agotador: intentar superarte constantemente a ti misma, y vivir con tantas exigencias encima, es super frustrante. Porque claro, siempre podrías ser mejor, siempre podrías brillar más, siempre podrías darte por completo, pero mira una cosa: la vida es muy corta y si vives todo el tiempo rivalizando, y comparandote con los demás, no te da tiempo a disfrutar. Para poder disfrutar hay que estar en calma y en paz con una misma y con el mundo que te rodea, sin más afán que sufrir lo menos posible, y vivir lo más a gusto posible. 

- Te sientes mal porque sabes que para aguantar y resistir necesitas hacer ejercicio, comer bien, mantenerte en forma, dormir las horas que necesitas, pero por muy comprometida que estés con tu autocuidado, no logras disciplinarte a ti misma porque no tienes apenas tiempo para hacerlo, así que te sientes culpable porque los demás no te cuidan, pero tú tampoco te cuidas a ti misma. Porque la cuestión es, ¿cuando te cuidas si no tienes tiempo?

 

- Te sientes tan mal porque siendo mujer tienes que estar siempre alerta ante el acoso y las agresiones, tanto en las calles, como en el transporte público, como en los espacios comunes: las mujeres sufrimos violencia en el seno de nuestra propia familia, en nuestros centros de estudio y de trabajo, en los espacios de ocio y tiempo libre. Vivir siempre a la defensiva es agotador, pero lo cierto es que solo podemos relajarnos en espacios seguros en los que sabemos que nadie nos va a hacer daño. Y no abundan esos espacios seguros. 

 

- Te sientes tan mal porque lo que hacen las mujeres no es tan importante como lo que hacen los hombres, por eso tenemos que esforzarnos el doble que ellos, y por eso muchos se apropian de nuestras ideas, de nuestras creaciones, y nuestro trabajo. Sabes que es injusto, pero lo asumes como algo “normal” porque siempre ha sido así, especialmente en las profesiones más masculinizadas, y sabes también que es difícil sobrevivir en entornos competitivos en los que las mujeres luchan entre ellas para sobrevivir. Por eso buscas espacios horizontales en los que las mujeres cooperan y se prestan apoyo mutuo, pero no es fácil encontrarlos. 

 

- Te sientes tan mal porque se te cayó el mito de la familia feliz, y porque no hay condiciones para maternar y para la crianza: la gran mayoría de las mujeres no podemos cuidar a nuestros hijos e hijas, y nos vemos obligadas a dejarlos con personas desconocidas cuando tienen pocas semanas de vida. Apenas tenemos tiempo para disfrutar con ellos: también les imponemos un ritmo de vida brutal, y les drogamos con pastillas, azúcar y pantallas para tenerlos calmados y que no protesten. Mientras, tú tienes que trabajar como si fueras una mujer sin hijos, no importa cuántos tengas: tienes que ser productiva aunque no hayas dormido en toda la noche vigilando la fiebre de tu bebé, tienes que darle tu energía al dueño de tu empresa, y para tus crías solo hay migajas: tienen que conformarse con una madre estresada y agotada. Cuanto más cansancio sufres, más mala madre te sientes. 

 

- Te sientes mal porque tus relaciones con la familia son dolorosas y conflictivas, y apenas tenéis herramientas para poder comunicaros y para resolver los problemas sin haceros daño. También las relaciones en tu centro de trabajo son difíciles porque están atravesadas por las luchas de poder, y lo mismo sucede en los colectivos a los que perteneces: cuánto más competitivo es el entorno, más inhumano y hostil es. Vivimos en un mundo en el que a la gente le cuesta mucho pensar en el Bien Común: la mayoría de las personas van a lo suyo y construyen relaciones basadas en el interés y el egoísmo, por eso pasas gran parte de tu vida poniendo límites al abuso de los demás, y teniendo que aceptar los límites que te ponen a ti. Al final estás todo el día batallando, y es agotador: sabes que necesitas herramientas para cuidar tus emociones y tus relaciones, pero no sabes dónde obtenerlas. 

 

- Te sientes mal porque el futuro está cada vez más negro, y porque tienes miedo a la pobreza y a la exclusión social. Puedes perder tu trabajo y quedarte completamente indefensa ante una crisis económica, y tu gente querida está igual que tú. Somos muy vulnerables frente a las crisis que genera el capitalismo para crear mano de obra barata y desesperada. Y sabes que la salvación individual es casi imposible, pero sigues comprando lotería por si tú tuvieras suerte, aunque sabes que estás condenada de por vida a ser vulnerable y a trabajar como una bestia hasta que te jubiles (en el caso de que vivas en un país en el que haya pensión de jubilación)

 

- Te sientes mal porque tratas de ser leal a ti misma, pero es muy difícil. A veces te has traicionado y te has sentido horrible, porque no has podido actuar según tus principios y tus valores, o porque has tenido que hacer cosas que no querías hacer, en nombre de la empresa o institución en la que trabajas. en nombre del amor, en nombre de la familia, el sindicato o el partido político al que perteneces. Te sientes mal porque tu conciencia te dice una cosa, y la sociedad te pide que hagas otra, y no poder ser leal a ti misma te hace sentir una traidora. Porque a veces has tenido que callarte cuando no estabas de acuerdo, o has tenido que votar algo diferente a lo que tú querías, o te han obligado a mirar a otro lado mientras se estaba fraguando una injusticia. No es fácil ser coherente e íntegra en un mundo en el que todos se venden a sí mismos, y todos practican la hipocresía. Por miedo a las represalias del grupo o del poder, pero también por necesidad, porque no te ha quedado otro remedio. Si alguien a tu alrededor decide ser coherente con sus principios y actúa con lealtad hacia sí mismo/a, te sientes todavía peor, porque te hace ver con claridad que tú a veces te traicionas. 

 

- Te sientes mal porque alguna vez creíste que era posible crear un mundo mejor para todos y todas, pero has perdido la esperanza y la fe en la Humanidad, y a veces la realidad te parece demasiado brutal, especialmente cuando ves noticias, pero también cuando alguien de tu entorno pretende hacerte daño, aprovecharse de ti, o destruirte para ocupar tu lugar. Vivimos bajo la ley del “sálvese quien pueda”, por eso te sientes tan atrapada en la jungla, y por eso a veces sueñas con un mundo más justo, más humano, más amable, y con una vida más fácil y más bonita. Pero no hay mucha gente a tu alrededor que sueñe como tú: la mayoría han perdido la esperanza, se han resignado, y no pueden siquiera imaginar un mundo mejor.  


¿Cómo podríamos estar mejor?

Piensa en lo bien que te sientes cuando comes bien, cuando duermes bien, cuando descansas lo que necesitas. Cuando tienes tiempo para disfrutar de tus pasiones y tu gente querida, cuando estás rodeada de verde, al aire libre, mirando hacia el cielo o al mar, con la mirada perdida en el horizonte. Cuando encuentras gente como tú, cuando te juntas con más mujeres, cuando te sientes libre en espacios seguros y amorosos para conversar, para expresarte sin miedo y para ser tú misma. Cuando bailas, cuando cantas, cuando escuchas música o la tocas tú. Cuando haces cosas con tus manos.

¿Verdad que te sientes bien cuando eres útil, y cuando ayudas a que la vida de los demás sea mejor? Cuando te cuidas, cuando haces ejercicio y respiras aire puro, cuando desconectas de tus problemas, cuando te alejas de tu rutina de vida, cuando estás rodeada de naturaleza. Cuando estás tranquila y relajada, cuando tienes tiempo para estar a solas, cuando tienes tiempo para cuidar tus vínculos, cuando eres leal a ti misma, cuando desobedeces normas injustas, cuando abandonas las batallas y las luchas de poder que te están robando la paz interior. 

Haz lo que te hace bien, lo que te da energía. Haz lo que te apetece, lo que te ayuda, lo que te da placer, lo que te sienta bien. Cuidarse por fuera y por dentro para estar bien es un acto político, porque el patriarcado nos quiere a todas aisladas, estresadas, empastilladas, anestesiadas, cabreadas, obedientes y amargadas. 

Lucha para que tú y tu gente podáis comer alimentos sanos, beber agua limpia, respirar aire sin contaminar. Lucha para que las ciudades sean vivibles, para mantener los espacios verdes, para proteger la naturaleza, para redistribuir la riqueza, para que todas y todos podamos disfrutar de nuestros derechos fundamentales.

Para que todos y todas podamos sentirnos mejor, hay que defender el derecho a vivir bien. Necesitamos un mundo de paz, igualdad y justicia social: la felicidad y el bienestar no son problemas individuales, sino asuntos políticos, y por eso requieren soluciones colectivas. 


Coral Herrera Gómez


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27 de julio de 2024

Necesitamos apoyo y solidaridad: nos están matando




Necesitamos cuidados y ayuda de toda la población con urgencia. Necesitamos solidaridad y apoyo para acabar con el terrorismo machista. Necesitamos llenar las plazas y las calles de gente pidiendo un alto el fuego en la guerra contra las mujeres.  

Nosotras las feministas apoyamos las causas de muchos movimientos sociales, asociaciones vecinales, sindicatos, colectivos ecologistas, pacifistas, antimilitaristas, LGBTIQ y sin embargo cuando salimos a la calle a pedir que dejen de matarnos, estamos solas. 

En todas las aldeas, pueblos y ciudades de España hay colectivos y mujeres feministas protestando con cada femicidio y cada asesinato de niñas y niños, pero la población no se indigna ni se conmueve. 

Necesitamos un cambio en los medios, que siguen presentándo los femicidios como casos aislados, necesitamos escuchar a las víctimas y a sus familias, y que la gente conozca las soluciones que existen para erradicar la violencia. Muchas personas creen que no se puede hacer nada para acabar con la violencia contra las mujeres, pero claro que se puede. 

Si las plazas se llenaran de miles de personas pidiendo el fin de los discursos de odio contra las mujeres, el fin del acoso y las violaciones, la erradicación de la explotación laboral, doméstica, sexual y reproductiva de las mujeres, la eliminación del abuso sexual infantil y los asesinatos de niñas y niños por violencia vicaria, los machistas se quedarían solos. 

Si el rechazo social fuese masivo, los acosadores, los maltratadores, los violadores, agresores y asesinos no podrían actuar como hacen ahora, arropados por la indiferencia de una sociedad que mira para otro lado y que sigue culpando a las víctimas de las agresiones que sufren. 

Necesitamos apoyo del sistema educativo, para que vacune a la gente joven contra la misoginia. 

Necesitamos también el apoyo de los gobernantes para que protejan a las víctimas de violencia machista y para que destinen el dinero del Fondo del Pacto de Estado Contra la Violencia Machista a los Refugios de mujeres.

Además necesitamos la solidaridad de los productores y creadores de las industrias culturales para que dejen de perpetuar los valores del patriarcado a través de los mitos y los estereotipos, y dejen de romantizar la violencia contra las mujeres en sus relatos.

Necesitamos a los movimientos sociales: a las feministas nos han pedido que abracemos todas las causas sociales, ahora nosotras os pedimos también abrazos a todos y a todas.

Que no se os olvide, sobre todo a los hombres, tanto hegemónicos como diversos, que para que las relaciones sean igualitarias, el apoyo ha de ser siempre mutuo, y los cuidados siempre recíprocos. 

El cambio que necesitamos es que los hombres tomen conciencia y se conmuevan, y salgan masivamente a las plazas a condenar los atentados que sufrimos contra nuestros derechos y nuestras vidas. 

Hombres valientes que alcen su voz y den la cara contra la injusticia, hombres que sirvan de ejemplo a otros hombres y que demuestren que nuestras vidas valen tanto como las suyas, y nuestros derechos son iguales que los suyos. 

Si los hombres no reconocen la misoginia que impregna toda nuestra cultura, y que todos llevamos dentro, no podremos acabar con los asesinatos de mujeres. 

Ya es hora de que deis un paso al frente y seáis compañeros de verdad. 

Necesitamos que seáis valientes y pongáis en práctica la la empatía, la solidaridad, la ternura, los cuidados, y el compañerismo, 

porque nos están matando y estamos solas en la lucha contra la violencia.


En España nos matan a 1 cada 3 dias. 


En México 1 cada 2 horas. 11 mujeres cada día.


En todo el planeta, 137 mujeres asesinadas cada día por sus parejas, ex parejas y otros hombres de su familia. 


 #Nosestanmatando #TerrorismoMachista #misoginia #StopViolenciaMachista #Compañerismo #Solidaridad #compañerismo #ApoyoMutuo

Coral Herrera Gómez 


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24 de agosto de 2019

¿Qué necesitan las mujeres para escapar de la violencia machista en la pareja?


Habría muchos menos femicidios si la sociedad entera se volcase en la lucha contra la violencia machista, y si mujeres pudiésemos separarnos cuando empiezan los malos tratos, pero no podemos.

La mayoría de las mujeres del mundo no pueden escapar. Esto es lo que necesitamos:
- Ingresos dignos para tener autonomía económica.
- Autonomía emocional y herramientas para trabajar la autoestima y evitar la dependencia.
- Refugios seguros para nosotras y nuestros hijos e hijas para protegernos de la reacción del maltratador.
- Una red de apoyo que nos cuide, nos sostenga emocional y afectivamente, y nos proporcione un entorno seguro para pasar el período postraumático.
- Asesoría legal y asistencia psicológica.
- Un sistema judicial modernizado con juezas y jueces formados en temas de género y especializados en violencia machista.
- Asesoria legal y asistencia psicológica.
- Un rechazo frontal de toda la sociedad hacia cualquier forma de violencia contra las mujeres y un periodismo ético que informe sin culpabilizar a las víctimas.


30 de agosto de 2024

Las heroínas del siglo XXI




Las heroínas del siglo XXI no llevan armas ni llevan capas. No están solas, luchan en grupo. No usan la violencia ni visten trajes sexys, no son mujeres atléticas, y no usan su fuerza física, sino su inteligencia, su sensibilidad, sus conocimientos, sus habilidades sociales, y su capacidad para trabajar en equipo. 

Son mujeres muy valientes que luchan por el territorio de sus comunidades, por el agua, por los derechos humanos, por la paz y la libertad. Son mujeres que se juntan para realizar diagnósticos sobre la realidad, para identificar los problemas y proponer soluciones. 

Son mujeres de todas las edades y etnias que protestan contra las injusticias, y creen que otro mundo es posible. Son mujeres generosas, solidarias, con unos valores y unos principios muy sólidos, y no se venden por unas monedas. Son mujeres honradas, y alegres que se organizan contra el narco, contra los ejércitos y los paramilitares, contra las multinacionales, contra los gobernantes tiranos que trabajan para los Señores de la Guerra y de las Farmacéuticas. 

Mujeres que se unen para erradicar la destrucción de la naturaleza, la pobreza, el hambre, la esclavitud y la trata. Juntas piden el fin de los femicidios y la violencia sexual, y luchan contra la explotación doméstica, laboral, sexual y reproductiva de las mujeres. Todas están volcadas en la tarea de acabar con las guerras y la violencia, pero muchas de ellas sufren represión , cárcel, torturas, y asesinatos. 

Porque aunque no lleven armas, tienen la capacidad de sacar a mucha gente a la calle, y de movilizar a amplios sectores de la población. Se enfrentan a los amos del mundo que están destruyendo el planeta y contaminando el aire que respiramos, los alimentos que comemos y el agua que bebemos. Ellas defienden nuestros ríos, bosques, pueblos, animales y seres vivos. Defienden a sus comunidades, pero también al ecosistema entero, y muchas pierden la vida.

Las heroínas del siglo XXI no salen en los cuentos, ni en las películas, ni en los telediarios, ni en los libros de texto. No protagonizan los cómics, ni los titulares de prensa, ni los libros de Historia. No tienen miles de seguidoras en redes sociales, no tienen dinero ni representación política. Muchas son mujeres pobres y sin estudios universitarios, muchas son indígenas, son negras, son campesinas, son madres, son lesbianas. 

Lo mismo se enfrentan a una hidroeléctrica internacional que excavan con sus manos buscando a sus hijas e hijos desaparecidos. Liberan a víctimas de la trata, ayudan a las personas migrantes, luchan por la Educación y la Sanidad, buscan a los nietos y a las nietas secuestradas, lideran los acuerdos de paz. Luchan en el campo, pero también en la ciudad, en las fronteras, en la selva, en los manglares, en el desierto, y la mayoría viven en América Latina (desde 2012 se han contabilizado cerca de 2.000 asesinatos de defensoras medioambientales y de derechos humanos en América Latina, y la mayor tasa de muertes la tiene Colombia)

Cada vez que viajo a México, Chile, Colombia… conozco a algunas de estas mujeres que luchan contra el sufrimiento de la población, y me vuelvo a España sobrecogida y llena de admiración. Sus historias me acompañan todo el tiempo, y cuando pierdo la fe en la Humanidad, acudo a ellas para volver a creer en la posibilidad de construir un mundo mejor. 

Porque ellas lo tienen todo en contra, ocupan la escala más baja de la pirámide social, no tienen derechos humanos, sufren todo tipo de abusos, explotación y violencia del capitalismo y del patriarcado, pero no se rinden porque no pueden: no dejan de luchar porque les va la vida en ello. 

Cuando se me baja el ánimo y me invade la desesperanza y la desolación, pienso en todo lo que están consiguiendo las heroínas del siglo XXI, en sus pequeñas y grandes victorias, y me siento muy afortunada por poder visitar sus países y poder aprender de ellas. Son nuestro modelo a seguir, son el ejemplo que necesitan las nuevas generaciones de niñas y adolescentes para sobrevivir en un mundo tan injusto y desigual. 

Con sus historias lo que una aprende todo el tiempo es que lo personal es político y que para construir un mundo mejor necesitamos aprender a pensar en el Bien Común y a organizarnos con otras mujeres para luchar juntas para transformar la realidad.

Las heroínas del siglo XXI nos guían como las estrellas en el firmamento: ellas caminan adelante para que todas podamos soñar con un mundo mejor.

Coral Herrera Gómez 


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13 de abril de 2024

El Amor no es una guerra





El Amor no es una guerra.


Tu pareja no es el enemigo o la enemiga.


No tienes que obedecer a tu pareja, no perteneces a ella.


No tienes que domesticar ni disciplinar a tu pareja para que sea como tú deseas. 


El Amor no es una cárcel: en una relación amorosa los dos miembros pueden juntarse y pueden terminar la relación cuando quieran.


No tienes que renunciar a tu libertad ni a tus derechos fundamentales, ni tienes que sacrificarte por la otra persona.


Tu pareja no es tu sirvienta ni tu criada ni tu asistenta ni tu guardaespaldas. 


No tienes por qué trabajar gratis para tu pareja, ni tienes por qué pedirle a tu pareja que se encargue de todo para que tú puedas vivir como los reyes de la Edad Media.


El Amor no es una guerra. 


No tienes que cazar a tu pareja, ni conquistarla como si fuera un país, ni colonizarla para ponerla a tu servicio. 


No es necesario elegir entre dominar ni someterte a tu pareja. No tienes por qué estar batallando toda la vida y perder tu energía y tu tiempo en luchas de poder que te desgastan.


No es necesario sufrir por amor, no hay premio ni recompensa. 


En el Amor tú no tienes que ganar, ni imponerte, ni defenderte de tu pareja. No tienes que intentar llevar siempre la razón, ni salirte siempre con la tuya, ni intentar escapar de tu pareja, no es tu carcelero ni tu carcelera.


El Amor no es un campo de batalla, es un espacio de ternura, de cuidados mutuos y compartidos. 


El Amor es como un refugio en el que las dos personas trabajan como equipo para sobrevivir, se apoyan mutuamente, y construyen su relación día a día sobre las bases del respeto, la honestidad, la ternura, el compañerismo, la solidaridad, la responsabilidad y el compromiso. 


En el Amor todo se habla, todo se negocia y se llegan a acuerdos: el amor hay que cuidarlo mucho para que florezca y de sus frutos. En el Amor todo es recíproco: es una relación libre de abuso, de explotación y de violencia. 


En el Amor tú puedes ser tú misma, y expresar tus deseos, emociones y necesidades sin miedo. Puedes crecer y evolucionar, y puedes irte cuando quieras. 


Porque el amor no es una experiencia carcelaria ni un combate a muerte, no es una eterna concatenación de peleas con reconciliaciones: es una unión de dos personas o un grupo de personas que quieren acompañarse, disfrutar y compartir la vida durante un tiempo. 


Si estás en una guerra constante con tu pareja, pide un alto el fuego y sentaos a dialogar. Podéis empezar por preguntaros si hay condiciones para poder disfrutar del sexo y del amor, y si ambas personas sentís y necesitáis lo mismo.


Si decidís que queréis estar juntas, entonces hay que elaborar una serie de pactos para cuidar la relación, para que ambas personas podáis relacionarnos en igualdad. Después de las negociaciones de paz, podéis firrmar el contrato amoroso, que puede terminarse cuando lo deseéis. 


El Amor no es una condena perpetua.


Si no hay condiciones para quereros bien, o uno de los dos desea seguir el camino de la vida a solas, entonces podéis separaros y firmar los acuerdos de paz para que cada uno pueda irse y rehacer su vida. 


También cuando te separas hay que poner en el centro los cuidados: no es necesario guerrear ni herir a la pareja, no es necesario hacerse daño ni machacar al otro. 


Podéis romper la relación para siempre o podéis quereros de otra forma y transformar vuestro amor, no es necesario que viváis en guerra después de separaros. 


No tenéis que defenderos ni atacar a quién ya no quiere seguir viviendo con vosotros: lo mejor es aceptar que el amor se acaba y que no merece la pena vivir sufriendo y haciendo sufrir a tu ex pareja. 


No se trata solo de cuidar tu salud mental y emocional, sino también la de los demás: la gente que vive alrededor de una pareja en guerra constante también lo pasa muy mal. 


El Amor no es una guerra: en un mundo asolado por el odio y la violencia, tratarse bien, quererse bien y cuidarse mutuamente es un acto revolucionario, porque supone ir a contracorriente en una sociedad donde toda la gente vive luchando a diario contra todos los demás. 


Paremos las luchas contra nosotros mismos y nosotras mismas, y contra los demás: necesitamos Refugios de amor en los que poder convivir en paz.


Coral Herrera Gómez 


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6 de junio de 2024

¿Qué es "lo normal"?, ¿Quién es "normal"?







"Cuando un juicio no puede enunciarse en términos de bien y de mal se lo expresa en términos de normal y de anormal. Y cuando se trata de justificar esta última distinción, se hacen consideraciones sobre lo que es bueno o nocivo para el individuo. Son expresiones de un dualismo constitutivo de la conciencia occidental". 
Michel Foucault




Lo normal, la normalidad, lo normativo, son conceptos que hemos creado para tratar de definir el conjunto de normas que regulan nuestra convivencia. Tiene que ver, según la RAE, con la costumbre, lo habitual, lo corriente, lo común, lo frecuente, lo acostumbrado, lo razonable y lo lógico. En su lado opuesto, está lo anormal, asociado con la rareza y lo insólito. 


El concepto "normal" nos sirve para distinguir entre lo correcto y lo incorrecto, lo que está bien y mal. Pero la normalidad sirve, además, para discriminar a todas las personas y grupos humanos que no se ajustan a los patrones y modelos que sigue la mayoría. 


Aquellos que son diferentes se etiquetan como anormales, inadaptados, raros, desviados.

Los que no obedecen los mandatos sociales y de género son también considerados locos, chalados, marcianos, dementes.


Las personas que más rechazo generan son aquellos que resultan inclasificables: por mucho que lo intentemos no podemos etiquetarles ni definirles según los estereotipos. 


¿Qué son los estereotipos? Son imágenes agrupadas en categorías que se usan para simplificar la realidad mediante la generalización. Por ejemplo: “los andaluces son fiesteros”, “los latinos son apasionados”, “los pobres son vagos”, “las madrastras son malas”, “las niñas son cursis y débiles”


¿Para qué sirven los estereotipos? Para que todo siga como está, para que el orden social se mantenga intacto, y para perpetuar la jerarquía social y los valores del capitalismo y del patriarcado: la acumulación de poder, el abuso y la explotación, el acaparamiento, el individualismo y el consumismo, las relaciones basadas en la estructura de la dominación y la sumisión. 


Los estereotipos, además, sirven para reforzar el machismo, el clasismo, el racismo, la xenofobia, la aporofobia, la lesbofobia, la homofobia, la misoginia, y demás enfermedades de transmisión social. 


La “normalidad” es un dispositivo de control social que nos somete a las leyes de un grupo. En ellas se nos dice cómo debemos vestirnos, cómo debemos movernos, cómo debemos pensar y actuar, cuáles deben ser nuestras metas y aspiraciones, cuáles deben ser nuestras emociones y cómo deben ser nuestras relaciones con los demás. 


¿Cómo consigue el poder que obedezcamos la norma? 


Asociando lo “normal” a lo “natural”, es decir, asociando lo “normal” a la naturaleza, la biología, y la realidad material. Un ejemplo es la idea de que las mujeres nacemos con un don natural para cuidar a servir a los demás, y que no necesitamos nada a cambio. Nosotras, por naturaleza, somos sacrificadas y entregadas, y nuestro papel en el mundo es servir a los hombres para que vivan como reyes. 


También se nos asigna el rol de sirvientas con la excusa de que así nos han tratado siempre. Cuando nos dicen que “la vida es así”, en realidad nos quieren hacer creer que no hay nada que podamos hacer para cambiar las cosas: son así desde el principio de los tiempos. Este es el argumento que usan para defender las tradiciones culturales en las que se ejerce violencia contra las mujeres o los animales: atentan contra los derechos humanos, pero “es su cultura y hay que respetarla” 


Los mandatos del orden social no están escritos en ninguna parte, pero todos los seres humanos los aprendemos desde pequeños en casa, en el colegio y a través de la cultura y los medios de comunicación. Aprendemos que los niños no lloran y  las niñas no se enfadan, aprendemos a obedecer a los más fuertes y a abusar de los más débiles, aprendemos rápidamente quienes mandan y quienes merecen mayor respeto, y cuál es nuestro lugar dentro de la jerarquía social.  


¿Cuál es el castigo para todos y todas aquellas que se desvíen de la norma, o la desobedezcan? 


El rechazo y el ostracismo. No hay nada que nos duela más que nos critiquen y que nos condenen a la soledad. Cuando no existían las cárceles, las personas que causaban daño a algún miembro del clan eran expulsadas del grupo, y el tener que marcharse y dejar de contar con la protección de la comunidad significaba la muerte. 


Y es que los seres humanos no podemos sobrevivir sin los demás: somos animales gregarios. Las especies que viven en manadas sobreviven más tiempo, y la Humanidad es una especie muy vulnerable que ha podido sobrevivir gracias a su inteligencia colectiva, y a su capacidad para trabajar en equipo y para cooperar. 

Hoy en día castigamos a las personas que son diferentes o que se desvían de nuestro concepto de “normalidad” mediante la expulsión hacia los márgenes y la periferia. 


Nadie desea caer en la exclusión social, por eso tendemos hacia la homogeneización: la diferencia nos asusta, y todo aquello que nos rompe los esquemas mentales y las creencias, nos da miedo. Por eso nos esforzamos por cumplir con los mandatos sociales y por hacer “lo que todo el mundo hace”, aunque para ello tengamos que traicionarnos a nosotros mismos. 


La normalidad también tiene que ver con la hegemonía, es decir, el grupo de poder que decide lo que es normal y lo que no lo es, y por tanto, quién es normal y quién no lo es. 


A través de la cultura estos grupos nos imponen su ideología y su visión de mundo como si fuera la única posible. Por eso podemos afirmar que la normalidad es un concepto arbitrario que sirve como mecanismo para crear sentido y para imponerlo como si fuera producto de la naturaleza o la ley divina. 


Sin embargo, el concepto de normalidad cambia según las culturas y las generaciones. Lo que es "normal" para mí, no lo es para mi abuela. Las normas son diferentes según donde hayas nacido: por eso lo que es “normal” para una mujer europea, puede no serlo para una niña saharaui o para una anciana japonesa. 


Cada comunidad tiene sus costumbres, cosmovisiones, tradiciones, creencias y supersticiones, cada religión tiene sus mandamientos, cada pueblo establece sus propias normas.


La normalidad varía no sólo según las zonas geográficas, sino también según las épocas históricas, la clase social, la etnia, el género.... y las circunstancias personales. Cada uno de nosotros tiene una idea particular de cosas que son "normales" y cosas que no lo son. 


Nos obligan a “normalizarnos” para que nos reprimamos y nos disciplinemos, y sigamos la senda marcada: el coste de ser uno mismo o una misma en esta sociedad es demasiado alto. Por eso todos y todas llevamos una máscara social y simulamos que estamos completamente adaptados a la norma, aunque la realidad es que nadie se adapta de un modo total y absoluto. 


Prueba de ello es que, como nos contaba Foucault, el sistema tiene que vigilar, controlar y castigar a la población constantemente para que no nos desviemos de la norma. 


En general, nos cuesta más asumir normas que nos han sido impuestas, y nos cuesta menos aceptarlas cuando participamos en su elaboración y aprobación. Por eso al poder le cuesta tanto imponer las suyas, y por eso invierte tanto dinero y energía en los sistemas represivos y de control. 


En la posmodernidad sólo se nos permite la transgresión a un nivel estético. Nuestras jerarquías son una gran fuente de violencia y sufrimiento, pero solo nos atrevemos a innovar en el ámbito de la imagen, la moda y del consumo. 


Otras normas son posibles, otra normalidad es posible: ¿cómo podríamos cambiarla? 


En primer lugar, desalojando al policía patriarcal que llevas dentro de ti y con el que te juzgas a ti mismo/a, y a los demás. Cuando dejas de preocuparte por encajar en la sociedad, entonces te liberas a ti y también liberas a los demás, para que puedan ser ellos mismos y ellas mismas.


El limite a la libertad ya sabemos cuál es: tu puedes ser como quieras, siempre y cuando no abuses del resto, y no hagas daño a los demás.


En segundo lugar, tenemos que asumir colectivamente que la normalidad es un asunto político, que solas y solos no podemos, y que necesitamos a los demás para cambiar las normas y para cambiar nuestra realidad. 


Y en tercer lugar, trascendiendo lo estético y llevando a cabo una revolución ética que realmente sea transformadora, y a partir de la cual podamos inventar nuevas normas.


La revolución no está en la imagen que ofrecemos ni en nuestro aspecto físico, sino en los cambios personales que haces para intentar ser mejor persona, y en los cambios sociales que hacemos juntas para transformar nuestras formas de relacionarnos y de organizarnos económica, sexual y afectivamente. 


Que no se nos olvide que las mejores normas son las que elegimos y establecemos nosotros y nosotras en comunidad, no las que vienen impuestas por los grupos de hombres con poder. 

Otras normas son posibles, otras realidades son posibles.

Coral Herrera Gómez



Este artículo fue publicado en la Revista Valors, número 226

con el título:

“La normalitat, un assumpte polític”



Según el Diccionario de María Moliner: Norma

"Regla sobre la manera como se debe hacer o está establecido que se haga cierta cosa: "La provisión de cargos está sujeta a ciertas normas". 

Norma general. Norma de conducta. 

Uso, costumbre: "Las normas sociales varían de un país a otro". Conjunto de las reglas de fabricación de un producto destinadas a estandarizar y a garantizar su funcionamiento, seguridad, evitar efectos nocivos, etc."

Según la RAE, Normal es:

1. adj. Dicho de una cosa: Que se halla en su estado natural.
2. adj. Que sirve de norma o regla.
3. adj. Dicho de una cosa: Que, por su naturaleza, forma o magnitud, se ajusta a ciertas normas fijadas de antemano.


Normalizar es: 
1. tr. Regularizar o poner en orden lo que no lo estaba.
2. tr. Hacer que algo se estabilice en la normalidad. Normalizar políticamente.
3. tr. tipificar (‖ ajustar a un tipo o norma).





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