La Revolución Amorosa empezará el día en que dejemos de disfrutar haciendo sufrir a los demás. Nuestra cultura está basada en gran parte en el placer que sentimos humillando, insultando, haciendo burlas y machacando a la gente. Nos sentimos poderosos y nos divertimos haciendo daño a otros humanos y demás seres vivos, y hasta pagamos por asistir a espectáculos en los que se tortura, física, mental y emocionalmente a otros.
Lo podéis ver todos los días en las redes sociales, en los medios de comunicación, en las aulas y en las oficinas, y en nosotros, en nosotras mismas. A la gran mayoría de la gente le encanta meter zascas, imponer su opinión, mostrar su superioridad, y ganar seguidores destrozando a quien sea.
Basta con convertir a alguien en nuestro enemigo para convertirnos en fieras despiadadas: no reconocemos nuestra violencia verbal como violencia, y somos incapaces de responsabilizarnos del dolor que causamos para ganar las batallas. Sentimos un intenso placer cuando demostramos que somos superiores, y el placer aumenta cuando el público nos aplaude.
Estamos enganchados y enganchadas a las guerras cibernéticas y cada vez necesitamos más violencia para disfrutar con estos subidones de adrenalina que experimentamos a diario en redes. No nos damos cuenta de que sus dueños se están enriqueciendo con las batallas, los odios, los linchamientos, las cancelaciones y las campañas para aniquilar a los que consideramos nuestros enemigos/as. Ellos nos controlan a través de nuestro ego y de la intensidad de nuestras emociones: así es como nos hemos hecho adictos a los teléfonos y como malgastamos toneladas de tiempo y energía en guerras absurdas a través de nuestros dispositivos.
Sin embargo, no estamos condenados a vivir sufriendo y haciendo sufrir, podemos hacer muchas cosas para acabar con la violencia:
-aprender a mantener el ego y los complejos de inferioridad y superioridad a raya,
- aprender a usar nuestro poder sin hacer daño a nadie,
- tomar conciencia del impacto que nuestra forma de ser y de relacionarnos tiene en los demás.
- cuidar nuestras palabras y acciones,
- trabajarnos las emociones (el odio, el miedo, la envidia, la ira, la frustración, etc) para no hacer daño a los demás, ni a nosotros mismos/as.
- aprender las artes de la autocrítica amorosa, personal y colectiva.
- aprender las técnicas de la comunicación no violenta y los buenos tratos
- cuidar nuestra salud mental y emocional porque es sagrada, y, asumir que la salud emocional de los demás también lo es.
- practicar a diario para comunicarnos y relacionarnos desde la empatía y el respeto, la solidaridad y el compañerismo.
-construir una ética amorosa basada en la filosofía de los cuidados.
-aprender a cuidarnos a nosotros/as mismas, cuidar las relaciones con los demás, y cuidar el planeta que compartimos
-tomar conciencia de que todos y todas tenemos derecho a una buena vida, libre de sufrimiento, explotación y violencia.
Reivindicar y defender este derecho a una Buena Vida es el único camino hacia la utopía. Para poder vivir bien hay que acabar con el sufrimiento que nos causamos unos a otros en nuestra interacción diaria, tanto en el hogar y los espacios íntimos como en los espacios públicos, tanto en lo presencial como en lo virtual.
Necesitamos, pues, mucha humildad y autocrítica para aprender a divertirnos de otras maneras. Y toneladas de amor del bueno y de ternura social para comunicarnos y relacionarnos de otras formas.
Vivir sin sufrir es un derecho universal de todos los seres vivos.
Vivir sin hacer sufrir es un principio fundamental para vivir en paz.
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