Mostrando entradas con la etiqueta Violencia. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Violencia. Mostrar todas las entradas

7 de abril de 2022

Paremos la guerra en las aulas: desaprender la violencia



Todos aprendemos a ser violentos a través de tres vías: el hogar, los relatos y los medios, y la escuela. 

Lo primero que aprendemos al entrar en la escuela es que los niños que merecen respeto y admiración son los que ejercen violencia contra otros niños y niñas. Desde el primer día aprendemos a despreciar a los que se atreven a denunciar la violencia que sufren ellos, u otros niños. 

Hay tres insultos para someter a los niños y niñas: el primero es "chivato", y sirve para que los niños valientes se callen, y los violentos puedan actuar con libertad. El segundo es "empollón", para que creas que no hay nada peor que ser un buen estudiante, y tener buenas notas. El tercero es "pelota", y se aplica a los niños y niñas que colaboran en el aula y cuidan a sus profesores y profesoras.

Sin embargo, el insulto más humillante para un niño es "nena", y "maricón", y es el más efectivo para hacerles obedientes a los mandatos del patriarcado: a todos los varones da terror ser comparados con los seres inferiores. Las niñas son lo más despreciable que existe en la faz de la Tierra. 

Así que para no ser comparados, los niños intentan que nadie les identifique como "buenas personas";: tiene mucho más prestigio ser "malo" y "rebelde". Los que gozan de mayor popularidad son los que más hacen sufrir a los demás, incluidos profesores y profesoras: cuanto más les insultan y maltratan, cuanto más desafían su autoridad, más puntos ganan delante de los demás. 

¿Y qué ocurre con los niños que no desean hacer daño a nadie? Que se ven obligados a ser violentos para evitar agresiones y para ganarse el respeto del resto, en los centros educativos imperan dos leyes: la del derecho del pez grande a comerse al chico, y la ley del sálvese quién pueda. 

En la secundaria es aún peor: para muchas víctimas de la violencia escolar, ir al instituto cada día es un auténtico infierno. Si no eres violento y agresivo, te toca aguantar risas, bromas crueles, burlas humillantes, comentarios despreciativos...

El equipo directivo solo actúa cuando hay lesiones físicas, de manera que los agresores se dedican a destrozar emocionalmente a los demás con total impunidad. 

Nadie hace nada porque los violentos se excusan con la idea de que lo hacen para divertirse y divertir a los demás, lo hacen porque "es gracioso", y como todo el mundo se ríe, no parece violencia. Pero en realidad es una violencia brutal que destroza psicológica y emocionalmente a las víctimas. 

En mis talleres de Masculinidades No Violentas los chavales me lo explican así: "si no soy agresivo, los demás me comen vivo, es una guerra y tienes que atacar para que no te hagan daño" , es decir, todos dicen que atacan en defensa propia. Es la excusa universal para crear ejércitos, invertir en armamento, invadir países y masacrar poblaciones: todo se hace siempre en defensa propia. 

Conozco a muchos profesores y profesoras que son víctimas de esta violencia y que querrían parar esta guerra, pero apenas tienen tiempo, ni herramientas para trabajar en ello. También las madres y los padres viven aterrorizados con la amenaza del suicidio: todos los días hay chavales y chavalas que no aguantan tanto sufrimiento y se suicidan, o lo intentan.  

No sirve de nada hacer murales y cantar canciones por un mundo de paz si los centros educativos no son capaces de parar la guerra en las aulas. Es cuestión simplemente de poner en el centro lo urgente, y utilizar las herramientas que tenemos para acabar con la violencia:

- dejar de llamar bullying al maltrato y la violencia. Es importante llamar a las cosas por su nombre. 

- enseñar autocrítica amorosa en las aulas para que todos puedan tomar conciencia de la violencia que sufren, y la que ejercen en las aulas. 

-proteger a los niños y niñas que denuncian la violencia que sufren ellas mismas y los demás. 

- dejar de mitificar al macho violento, dejar de proteger a los agresores, dejar de aplaudirles y de tenerles miedo, dejarles solos y ofrecerles alternativas para que prueben a relacionarse con otras estrategias que no impliquen el uso de la violencia. 

- empoderar a los niños y niñas para que dejen de tener miedo a los agresores y se unan para hacerle frente. 

- ofrecer formación a estudiantes y profesorado, y personal no docente, sobre la cultura de la no violencia y los buenos tratos, la ética amorosa y la filosofía de los cuidados. 

-explicar la dimensión política del humor y como lo usamos para hacer sufrir a los demás.

-crear el sello de escuelas libres de violencia implementando medidas y protocolos especiales.

- utilizar los medios de comunicación para sensibilizar y concienciar a la población sobre la necesidad de parar la guerra en las escuelas.


Coral Herrera Gómez


Post relacionados: 


29 de marzo de 2022

El humor es político: es violencia cuando hace daño


Reírse de una persona por su aspecto físico  para que todo el mundo se ría de ella es violencia. 

Es violencia porque hace daño.

Lo hacemos constantemente, todos los días: nos reímos de las personas gordas, de las bajitas, de las cojas, de las ciegas, de las sordas. Nos reímos de las que sufren deformidades, de las locas, de las que llevan gafas, el pelo afro, el aparato de dientes. 

Nos reímos de las personas que tienen orejas grandes, narices grandes, tetas pequeñas, piernas cortas, y también hacemos chistes humillantes hacia la gente por su color de piel, por su orientación sexual, por la pluma gay, por su edad, por su acento, por sus pecas, por su vida sexual (tanto si es nula como si es diversa y múltiple) 

Nos reímos de las discapacidades físicas y psíquicas de los demás, señalamos al diferente, a la rara, a la anormal. 

Hacemos bromas crueles sobre el aspecto físico de la gente y sobre su forma de ser, de vestir, de caminar o de hablar. 

El humor es político porque lo usamos para señalar a la gente que se desvía de la norma y desobedece los mandatos sociales: es una forma de castigo y de disciplinamiento para el que se atreve a ser él o ella misma. 

Y lo increíble es que lo hacemos sin darnos cuenta, creyendo que las bromas no hieren ni matan. 

Por eso cuando una niña se quita la vida porque no pudo soportarlo, nos preguntamos cómo ha podido pasar algo así. Nuestra salida suele ser culpar a la víctima: era demasiado sensible, no supo defenderse... Recibimos fotos y vídeos de mujeres teniendo relaciones sexuales y las compartimos porque es muy gracioso reírse de su pérdida del honor y prestigio, pero cuando se suicida nos quedamos helados, preguntándonos como algo que parecía divertido, pudo hacer sufrir tanto a alguien.

El humor es político porque perpetúa los estereotipos, los prejuicios, las jerarquías. Y porque cuando se hace desde el privilegio, de arriba hacia abajo, no tiene gracia, y perpetúa la discriminación y la violencia que sufren las personas más vulnerables. 

Nos reímos de ellas en las aulas, en los parques infantiles, en los bares, en las fábricas, en las oficinas, en los espacios deportivos, en los medios de comunicación, en los grupos de amigos, en las redes sociales, y en casa también: el humor es un arma política que marca nuestra posición de poder, y la de la persona o el colectivo de personas de las que nos estamos riendo. 

Usamos el humor para atacar y para humillar, para sentirnos importantes, para que los demás nos respeten, para ganar seguidores. 

Y además podemos defendernos diciendo que nosotros solo queríamos divertir a los demás, pero el humor no es inocente. 

El humor es político porque va cargado de ideología, y por eso puede servir para desmitificar y desenmascarar a los amos del mundo, o puede servir para lo contrario. Puede ser un medio de transformación, o puede servir para que todo siga como está. Podemos usarlo contra los más débiles, o contra los poderosos. 

Creo que por eso, desde que tengo conciencia de que el humor es político, solo me río con la gente que es capaz de reírse de sí misma, y es capaz de hacer que su audiencia pueda reírse de sí misma también. 

Y siento que si me hubiesen enseñado esto en la infancia, no me habría reído de los chistes machistas, racistas, capacitistas, xenófobos, homófobos, gordofóbicos y clasistas que me contaron. 

Y no habría participado en las risas del grupo contra el diferente, ni me habría prestado yo a ser el centro del bullying cuando me tocaba. Porque a todos y a todas nos ha tocado alguna vez aguantar con una sonrisa amarga las bromas crueles y los comentarios humillantes de los demás. Quieres que te trague la tierra o que la otra persona pare ya, pero aguantas porque si no los demás te van a decir que qué poco sentido del humor tienes, que "solo era una broma", y que qué amargada que no aguantas ni un rato. 

Lo mismo si te lanzas a defender a alguien que lo está sufriendo; te expones a que la otra persona la tome contigo y no pare. Es una guerra en la que está en juego tu dignidad y tu posición social: la gente joven vive en ella a diario en los centros educativos. Lo usan para hacerse daño porque entre risas no parece violencia. 

Pero es violencia porque hace daño.

Por eso es tan importante que en las aulas les expliquemos la dimensión política del humor, cómo funciona, para qué lo usamos, y contra quién.

 Si todos y todas tomamos conciencia del uso que hacemos del humor, y de cómo sufrimos y ejercemos violencia a través del humor, podremos usarlo para liberarnos. Y además, podremos aprender a divertirnos sin hacer daño a nadie. 

Es uno de los mayores retos que tenemos por delante si queremos vivir en un mundo mejor: aprender a usar el humor, y dejar de disfrutar haciendo sufrir a la gente y a los animales.

#OtrasFormasDeReírseSonPosibles

#ElHumorEsPolítico

#EsViolenciaPorqueHaceDaño


Coral Herrera Gómez

24 de enero de 2022

¿Cuando se vuelve peligroso un ex?



 ¿Cuando se vuelve peligroso un ex? 

-Cuando se niega a aceptar la separación y te pide que vuelvas con él cien mil veces, y no escucha cuando le dices que no.

-Cuando le deja de importar cómo te sientes tú y pierde totalmente la empatía hacia tí.

-Cuando se obsesiona con la separación, no puede dejar de pensar en ti, y pierde el interés por todo a su alrededor.

-Cuando trata de poner de su parte a vuestra gente en común y a tu gente querida haciéndose la víctima.

-Cuando trata de poner de su parte a los hijos/as que tenéis en común.

-Cuando su rencor, su frustración y su rabia le dominan, y pierde el control sobre sus emociones y su forma de expresarlas.

-Cuando tomas conciencia de que es un machista porque no soporta tu libertad y no respeta tu derecho a separarte.

-Cuando pasa del chantaje emocional (si no vuelves conmigo me voy a morir) a la amenaza (si no vuelves conmigo me mato/te mato/mato a los niños)

-Cuando trata mal y cuando amenaza a tu pareja o a cualquier persona a la que quieres.

-Cuando tiene el orgullo herido y el ego destrozado.

-Cuando le pides que se aleje y te deje tranquila y se pone más insistente. Cuando le pides que deje de llamarte y busca cualquier excusa para hacerlo cuando le apetece.

-Cuando se presenta en tu casa o en tu trabajo a buscarte sin pedirte permiso.

-Cuando te lo encuentras por la calle y en los lugares que frecuentas constantemente.

-Cuando daña tu coche, tu casa o cualquier cosa que tenga valor para ti.

-Cuando le pides contacto cero y no lo respeta.

-Cuando su forma de tratarte y su estado de ánimo cambian con brusquedad.

-Cuando todos los días o casi todos los días busca motivos para montarte broncas o dramas, y son cada vez más intensos y violentos.

-Cuando se pone tierno, dice que va a cambiar, y vuelve a odiarte de nuevo al día siguiente sin motivo aparente.

-Cuando trata de tener una presencia constante en tu vida y se impone todo el rato para seguir teniendo poder sobre ti.

-Cuando te habla con odio: insultos, bromas crueles, burlas despiadadas, comentarios despreciativos y humillantes, acusaciones falsas...

-Cuando te acosa a través de las redes sociales y te llama por teléfono. Cuando le bloqueas e intenta contactar contigo desde números desconocidos.

-Cuando retuerce la realidad para que se adecúe a sus deseos, y acaba por no distinguir su realidad de la realidad real.

-Cuando empiezas a tenerle miedo, se da cuenta, y disfruta de ello. 

-Cuando miras a los lados antes de entrar a tu casa.

-Cuando tomas conciencia de que él está ciego, no razona bien, y no va pedir ayuda.

-Cuando el objetivo de su vida se convierte en hacer la tuya una auténtica pesadilla.


Cuanto más grande es la obsesión y la tensión emocional, más peligro corres. Es muy importante que tu gente y su gente sepan lo que está pasando y guardes pruebas. No creas que puedes sola con ésto, ni que vas a poder pararlo de alguna manera. Pide ayuda a tu gente querida, tu red de apoyo puede salvarte la vida.

Coral Herrera Gómez


Article in english: When does an ex become dangerous?


Más artículos sobre Autocuidado

16 de diciembre de 2021

Ejercicios para trabajar tu violencia



¿En cuántas lapidaciones públicas has participado en estas dos últimas semanas?, ¿has empezado tú algún linchamiento?, ¿a cuánta gente has insultado o ridiculizado?, ¿has hecho alguna publicación o comentario sin utilizar la violencia verbal en tus redes en estas dos semanas? 

¿De qué manera has dado rienda suelta a tu mal humor, y quiénes han sido tus víctimas?, ¿a quienes se dirige tu odio, son siempre las mismas personas o vas variando?, ¿cómo reciben los demás tus burlas, ironías, sarcasmos y comentarios cargados de desprecio?, ¿hay más hombres o mujeres entre tus víctimas?, ¿te sientes mejor cuando estallas tu rabia, tu cabreo y tu frustración, o no te satisfaces nunca?, ¿utilizas el humor para dar rienda suelta a tu crueldad? 

En estas dos semanas, ¿has puesto más energía en construir o en destruir?, ¿has hecho comentarios positivos, le has dicho a alguien cosas bonitas, has utilizado las redes sociales para expresar tu amor a la gente que quieres?, ¿en qué empleas más tiempo, en meterte en las guerras de las redes sociales o en cuidar tus redes afectivas?, ¿y en la vida real?, ¿has hecho algo en estas dos semanas para que alguien se sienta mejor?, ¿te has divertido haciendo bromas pesadas a alguien, has animado a los demás para que se unan a ti?, ¿has chismeado o cotilleado sobre la vida de otra persona a sus espaldas?, ¿has criticado a alguien desde la ira?, ¿has intentado hacer daño o machacar psicológica y emocionalmente a alguien a quien admiras u odias?

¿Qué sientes cuando repartes zascas en los muros de la gente?, ¿lo haces por placer o por sentirte superior a los demás?, ¿sirven de algo tus comentarios cargados de rabia y frustración, mejoran tu vida en algo?, ¿qué tipo de reacciones generan en los demás tus ingeniosos comentarios cargados de energías negativas?

Otro ejercicio estupendo es hacer un repaso de cómo te tratas tú a ti misma/o: ¿en qué tono te hablas?, ¿utilizas insultos para hablarte a ti misma/o?, ¿te dices cosas buenas o malas cuando te miras al espejo?, ¿cómo te cuidas?, ¿qué cosas haces para hacerte daño a ti mismo/a?, ¿por qué te tratas mal y permites que los demás te traten mal?, ¿disfrutas más ejerciendo o recibiendo violencia de los demás?

Si disfrutas volcando tu miseria sobre los demás, si te das cuenta de que gran parte de tu tiempo y tu energía la empleas en hacer daño para sentirte poderoso/a, para inflar tu ego, para aliviar tu frustración, si te das cuenta de que tu mierda no aporta nada a nadie, y que no sirve para hacer de este un mundo mejor, igual los demás también pueden tomar conciencia y entre todos podemos hacer algo para poner nuestro tiempo y nuestra energía en algo que no sea destruir a los demás.  

Si supiésemos hacer autocrítica individual y colectiva, podríamos podamos acabar con la violencia y disfrutar mucho más de nuestras redes sociales. Si no revisamos nuestras formas de relacionarnos, si seguimos justificando nuestra violencia con los argumentos de siempre, si seguimos echándole la culpa siempre a los demás, nada va a cambiar. 

Para acabar con la violencia y el sufrimiento, los cambios tienen que ser personales y colectivos: asume la parte que te toca a ti. Revisa tu forma de interactuar y de tratar a los demás, y busca otras maneras de comunicarte y desahogarte que no impliquen hacer daño a nadie, ni a ti mismo/a. Piensa que el mundo es mejor sin tu violencia, y que tu vida también es mejor cuando evitas sufrir y hacer sufrir a los demás. 


#autocríticaamorosa

#comunicaciónnoviolenta

#otrasformasdedivertirsesonposibles 

#otrasformasderelacionarsesonposibles

#tuviolenciatehacedañoatitambien

#éticaamorosa

#revoluciónaamorosa


Coral Herrera Gómez 


Aquí tienes más posts para trabajar la autocrítica amorosa

Si quieres trabajar la autocrítica amorosa en buenas compañías, ¡vente al Laboratorio del Amor!


5 de noviembre de 2018

¿Por qué no se van de casa las mujeres que sufren violencia machista?


¿Que por qué no se van de casa las mujeres que sufren violencia machista? Porque cuando se separan, a veces empieza un infierno mucho peor: los maltratadores se obsesionan, viven devorados por la rabia y el odio, las acosan, las persiguen por la calle, entran en su casa, la atacan en redes sociales y por teléfono, las amenazan todos los días, a algunas las pegan palizas y las violan, las destruyen psicológicamente mientras ellas tratan de aguantar. 

Muchas de las que se atreven a denunciar no reciben orden de protección, a pesar de que cuando lo hacen la violencia y el odio contra ellas se intensifica. A muchas las acaban matando porque la rabia del maltratador no disminuye con el tiempo: son capaces de estar años acosando, insultando, maltratando, y tratando de quitarle a los hijos e hijas, porque saben que es la forma de castigo más cruel que podemos sufrir cuando somos madres. 

Las mujeres no se separan para proteger a sus hijos y porque no quieren separarse de ellos, ni dejarles solos con el padre. Tienen la autoestima por los suelos, sufren depresiones y ansiedad, sus energías están puestas en sobrevivir, y viven con un miedo permanente. 

Las mujeres no se van de la casa porque la mayoría no tienen donde ir, y cuando logran huir, ellos las encuentran y las amenazan en su lugar de trabajo o en la calle. 

La única forma que tienen algunas mujeres de salvar su vida es que el maltratador lleve escolta humana que le controle las 24 horas del día, pero la ley pone el foco en la víctima. Algunos jueces protegen a los agresores y les permiten convivir con sus hijos e hijas aunque sean un auténtico peligro. 

Así que a ellas no les queda más remedio que intentar "desaparecer", pero no todas pueden hacerlo. Se necesita una red de gente querida muy volcada en apoyarla, y no todas las mujeres tienen esa red. Muchas están solas y desamparadas por el Estado, y cuando el machista las mata, ningún juez es inhabilitado pese a que han negado la ayuda en una situación de peligro. Son los máximos responsables de las vidas de esas mujeres, niñas y niños que necesitan protección, y son cómplices de los machistas violentos.También la prensa es cómplice porque sigue justificando a los agresores y los asesinos, y culpabilizando a las víctimas.

¿Se entiende entonces por qué no huyen las mujeres, y qué ocurre cuando lo hacen? 

#25N #DíaInternacionalContraLaViolenciaMachista
#MachismoMata #StopFemicidios
#UnMaltratadorNoEsUnBuenPadre
#JusticiaPatriarcal #JuecesCómplices #MujeresEnLucha

2 de agosto de 2018

Mujeres que sobreviven a la violencia machista




El mundo está lleno de mujeres valientes que un día dicen basta y terminan su relación de pareja con un machista. Bien porque están hartas de cargar con todo el peso de los cuidados y las tareas domésticas, bien porque sufren malos tratos, o porque no aguantan más cuernos, porque quieren sentirse libres, porque ya están hartas de su rol de mujer sumisa que aguanta todo lo que le echen.. Les sobran los motivos.

Hay mujeres jóvenes, mujeres mayores, están en todas las clases sociales y en todas las profesiones. A ninguna nos es fácil identificar la violencia que sufrimos en nuestra relación, especialmente si no hay golpes. No es fácil darse cuenta de cuando una está en peligro, nos cuesta pedir ayuda, no queremos hacer sufrir al otro, nos autoengañamos soñando con un milagro que termine con la pesadilla que estamos viviendo. No queremos que nuestra gente sufra por nosotras, creemos que tenemos el control de la situación, y tardamos en darnos cuenta de que no lo tenemos. Creemos que podremos hacer algo pero al final nos damos cuenta de que no depende de nosotras, y de que hay que hacerlo, aunque duela, aunque nos dé miedo.

No es fácil salir de una relación machista o de malos tratos, pero muchas lo consiguen, especialmente las que tienen redes de afecto y ayuda, o recursos institucionales, cuando los hay. No salen en los medios de comunicación, pero son unas heroínas, yo siento que se merecen toda nuestra admiración y nuestro apoyo. Cada cual necesita su tiempo para salir de esas relaciones, cada una tiene una situación económica distinta, unas tienen hijos y otras no, unas aguantan semanas y otras años, cada cual tiene sus circunstancias, unas denuncian y otras no, pero cada vez que una de ellas se libera, nos liberamos un poco todas. Siembran una semilla de libertad en cada una de nosotras, porque nos demuestran que es posible salir de una relación machista, y empezar una nueva etapa en nuestras vidas.

Muchas son capaces de romper con las cadenas del miedo y la dependencia emocional, y empiezan a vivir su vida con ilusión. Hacen amigas, empiezan a salir, a saborear su libertad, retoman sus sueños y sus proyectos, aprenden a quererse y a cuidarse. Algunas son muy felices sin pareja, otras sueñan con encontrar a un hombre compañero con el que construir una relación bonita, sana, igualitaria, y amorosa.

Son las supervivientes del machismo, unas luchadoras que salen de la guerra con heridas, a veces muy rotas por dentro, pero con muchas ganas de vivir. Hoy quería hacerles un homenaje a todas, porque quiero que sepan que no están solas, que su problema no es sólo personal, también es político, y que somos muchas las que estamos luchando para que caiga el patriarcado.

Cada vez somos más las mujeres que nos solidarizamos con la lucha contra el machismo y la violencia, las que pedimos vigilancia para los agresores y los violadores, y protección y medios para estas mujeres que necesitan ayuda para dar el gran paso. Somos cada vez somos más las que ya no queremos sufrir por amor, ni aguantar por amor, ni someternos por amor. Reivindicamos nuestro derecho al placer y a la alegría, a las relaciones basadas en el compañerismo y el amor del bueno, a una vida libre de violencia y malos tratos.

Estamos unidas contra el machismo, por eso cada vez que una se libera de relaciones machistas, hay que celebrarlo: es un triunfo colectivo. Los machistas se quedarán sólos a medida que vayamos siendo más, esto no ha hecho más que empezar.

#SupervivientesDelMachismo #MujeresEmpoderadas #SíSePuede #MachistasSolos #Autocuido #Sororidad #UnidasContraLaViolencia #Feminismo #Amor

2 de julio de 2018

La crueldad en el embarazo, el parto y la infancia


Joe Webb
 

Crueldad en el embarazo y el nacimiento: violencia obstétrica

Somos gente cruel: vivimos en un mundo que ha normalizado y naturalizado la violencia hasta tal punto que no la vemos. Vivimos en un mundo en el que todos ejercemos nuestro poder sobre los demás en la medida en que nos dejan, o en que podemos. Es la ley del más fuerte: el pez grande se come al chico. 

Con los bebés es con quien más nos cebamos a la hora de aplicar nuestra maldad sin ningún tipo de remordimientos. Un ejemplo es cuando después de nacer alguien te pide que dejes al bebé en la cuna. No lo hace porque sea mala persona, sino porque a ella le dieron el mismo consejo transmitido por generaciones y generaciones bajo los más absurdos argumentos: "No le cojas mucho en brazos que se malacostumbra". 

¿Qué tiene de malo que un ser humano se acostumbre a los brazos, a los besos, a los mimos, al calor humano, a las palabras de amor?, ¿hay algo malo en un bebé que necesita cariño y demanda atención?

La cultura de la crueldad consiste en creer que hay que separar al niño y a la madre porque les viene bien a los dos: "así ella descansa, así el niño descansa, así se le pasa el calor, está mejor solito en su cuna". Es lo que siempre se aconseja, por lo tanto ya es una costumbre, por lo tanto no se cuestiona. Es lo normal, lo común, lo natural. 

La crueldad con los bebés empieza desde antes de salir del útero de las madres. Las mujeres embarazadas tenemos que llevar el seguimiento de nuestro embarazo en una estructura patriarcal como la Medicina moderna, que nos trata como a enfermas, que nos toma por ignorantes, que nos somete a pruebas dolorosas e invasivas, que toma decisiones sin consultar sobre nuestros cuerpos y nuestras vidas, que nos trata mal cuando no nos informan de lo que está pasando, que no nos deja parir en la posición que nos pide el cuerpo en ese momento, que nos medica sin nuestro consentimiento.

Cuando aceleran el parto sin respetar los ritmos de la mamá y el bebé, cuando nos hacen miles de tactos innecesarios, cuando nos gritan de malos modos para que pujemos, cuando nos aplican procedimientos que no hemos autorizado, cuando nos hacen cesáreas innecesarias. Todo se hace por el “protocolo”, y  aunque ya hay muchos países tratando de adaptarse a las nuevas recomendaciones de la OMS sobre el parto respetuoso, lo cierto es que el personal sanitario tiene unos horarios terribles, unos turnos de trabajo inhumanos, y unos salarios indecentes que les hacen víctimas y a la vez agentes de la crueldad del sistema laboral y médico. 

El parto es un momento trascendental en nuestras vidas, pero puede ser una experiencia hermosa o una auténtica tortura. En webs como ElPartoEsNuestro podéis leer historias de violencia hacia las madres en uno de los momentos en los que somos más vulnerables. El maltrato a las parturientas es una práctica común en muchos países del mundo: damos a luz la vida en condiciones de estrés, agotamiento, miedo, angustia, y dolor. Nada más nacer el personal sanitario suele tener mucha prisa para separar a madre e hija, y llevarse al bebé a hacer unas pruebas que podrían hacerse perfectamente estando el bebé sobre el pecho de la madre. Pero no lo hacen porque el primer acto de crueldad cultural es separar al bebé y a la mamá: así les demostramos a ambos quién manda sobre sus cuerpos, sobre su salud, sus afectos y sus vidas. 

Están más que comprobados los beneficios físicos, mentales y emocionales de los partos respetados en lo que no se separa a los bebés de sus madres en sus primeras horas de vida. Cuando ambos están juntos les mejora la presión sanguínea y la respiración, se regula la temperatura corporal, se estabiliza el latido cardiaco, y no hay cuna ni incubadora en el mundo que pueda sustituir a una madre o un padre haciendo el piel con piel con su bebé. Las máquinas no susurran palabras de tranquilidad al oído, no huelen a nada, no proporcionan consuelo frente al miedo, no cantan la canción que los bebés han estado escuchando durante meses en el vientre materno.

Y si la madre se rebela ante la crueldad de la separación, todo el mundo le exige que sea obediente, paciente, y se resigne a las normas obsoletas y crueles del hospital. 

Desde estas primeras horas en adelante, toda la sabiduría popular consiste en machacar a la madre para que no mime demasiado al hijo. Para que sea dura y firme, para que no se deje manipular por el pequeño bicho que quiere tiranizarla. Este es más o menos el argumento para justificar todos los comentarios acerca de lo importante que es la disciplina para un bebé desde los inicios de vida: dejarlos llorar para que ensanchen los pulmones, dejarlos resignarse para que se duerman después de pedir auxilio durante un rato a lágrima viva, dejarlos que se den cuenta de que sus necesidades no son importantes. 

La crueldad ignora la extrema vulnerabilidad de un bebé, que necesita sentirse seguro y protegido todo el tiempo. Su supervivencia depende de nosotros, de la atención que pongamos, de los cuidados que le brindemos, y esto nos hace sentirnos poderosos. En lugar de despertar ternura, en muchos adultos y adultas se despierta una sensación de triunfo: "este ser es mío, depende de mí, yo mando en él". 

Es curioso que cuando un familiar llora en una celebración nadie dice: "dejarle solo que le viene bien para ensanchar pulmones, no le hagáis ni caso". Generalmente nuestro impulso natural es ir a consolar a nuestro ser querido. Pero en los bebés es diferente: se entiende que lloran para molestarte, para interrumpirte, para llamar la atención, para tiranizarte. Entonces se les aplica esta forma sutil de maltrato para que su cerebro entienda que la vida es dura y cruel desde sus primeros segundos de vida hasta los últimos.

Otro de los actos máximos de crueldad consiste en no dejar que las mamás y los papás críen a sus bebés. La sociedad separa a las familias durante más de diez horas al día, y medica a los niños que viven con dolor esa separación forzosa. En algunos países los bebés sólo tienen derecho a estar con sus madres tres meses, en la mayoría los padres no tienen derecho a cuidar a sus hijos e hijas ni un sólo día. 

Es cruel que el mercado laboral nos aleje de nuestros bebés para que los cuiden otras personas a cambio de salarios bajos o muy bajos, y en condiciones poco idóneas por la cantidad de bebés y de niños y niñas que algunas profesionales tienen que cuidar. Deberíamos poder, las mamás que quisiéramos, encargarnos personalmente de la crianza y educación de nuestros bebés junto con nuestros compañeros y nuestra comunidad. Es monstruoso que sólo podamos vernos una, dos o tres horas al día, generalmente con una acumulación de cansancio atroz. No tiene sentido que nos presionen para ser mamás y luego no nos permitan serlo.

 
Crueldad en la infancia

Desde los primeros días de vida se nos fuerza de manera más o menos violenta a tener horarios, a distinguir entre el día y la noche, a comer cuando dice el pediatra, (no cuando tengamos hambre) a dormir cuando dice el pediatra (no cuando estemos cansados). Se escriben miles de libros con consejos para obligar a los niños a dormir toda la noche sin despertarse, para que sean niños-mueble que no den guerra durante el día, para que madruguen, para que corran a cumplir con los horarios del colegio y las extraescolares, para que no griten y no molesten, para que obedezcan en todo y no den problemas. Pero no encontramos la solución: es imposible tratar de conciliar el capitalismo con la infancia. 

Los niños y las niñas tienen otro ritmo, y necesitan mucho amor y mucha libertad de movimientos. Necesitan estar al aire libre, en contacto con la naturaleza, haciendo ejercicio y jugando. Los obligamos a permanecer miles de horas sentados en clase y ir de un lado a otro para cumplir con todas las obligaciones del día: es cruel que sólo puedan estar con su familia dos o tres horas al final del día, cuando todos están cansados y sin ganas de jugar, cuando a los adultos les toca hacer la cena, preparar el baño, recoger la habitación y la cocina. Cuando todo el mundo está de mal humor, vaya, y con prisas para desactivar por fin a los niños.

La cultura de la crueldad se aprende en las escuelas. Aún hay maestros y maestras que creen que la letra con sangre entra. Que para aprender hay que sufrir, hay que pasarlo mal, hay que disciplinarse y soportar estoicamente los gritos, insultos y golpes de los profesores. Ello incluye también los abusos sexuales, no sólo en la escuela, también en la familia: vivimos en una sociedad monstruosa que viola a diario a los niños y a las niñas. Y no es para satisfacer el deseo sexual de los adultos: es para ejercer el poder y el control sobre los seres más débiles y más vulnerables. 

Las niñas son más vulnerables que los niños, pero toda nuestra cultura se vuelca en enseñarnos que las niñas tienen que aguantarse, y que si los niños las pegan es porque les gusta. Sin embargo, cuando un niño se queja de maltrato, se le invita a hacer frente a su agresor y a convertirse en agresor a su vez: “defiéndete y ataca, que sepa que mandas tú y que no puede tratarte mal".  Es decir, a las niñas les hacemos ver que el maltrato es una prueba de amor, y que aguantar el maltrato también es una prueba de amor. Y a los niños, que la violencia es algo normal y que tienen que aprender a ser violentos si no quieren recibir hostias por todos lados, y a diario.

Los niños nos imitan: establecen jerarquías de poder y tratan mal a los que están por debajo de ellos. Utilizan motes para reírse de las singularidades de cada cual (gordo, orejón, cabezón, gafotas, enano, moro, chino, negro, loco, etc.), y reproducen todo el racismo, el clasismo, la homofobia, el machismo, y los odios que aprenden en casa y ven en la tele. En un aula de niños de 9 años, ya hay supremacismo blanco y patriarcado en cantidades industriales: ya hay grupitos de niños alfa haciendo de matones con los más débiles. Toda la crueldad con la que tratan a sus compañeros la han aprendido viendo a los adultos y adultas relacionarse, pero también tiene que ver con sus instintos primarios, y sobre todo, con su necesidad de tener el poder y el control. 

Se supone que en el proceso de socialización tenemos que enseñarlos a ser solidarios, a sentir empatía por los demás, a ser generosos, a compartir sus juguetes, a no acaparar todos los juguetes de los demás niños, a no resolver los conflictos con violencia. Esto debería formar parte de la educación que reciben en casa y en la escuela, pero no hay manera de que los adultos nos den ejemplo cuando somos niños. Si ellos acaparan recursos, y resuelven sus conflictos de poder con violencia, aprendemos a hacer lo mismo que los adultos. 

Creemos que la única manera de pasar de la infancia a la adultez es sufriendo para después hacer sufrir a los demás e inflingirles el mismo dolor que sentimos en la infancia. Así se perpetúa el ciclo de la violencia psicológica, emocional y física; creyendo que es el mejor método para aprender a ser humanos. Por eso castigamos a los niños, les imponemos nuestras normas, les hacemos sentir un estorbo, les mandamos callar, les neutralizamos con drogas, les desconectamos con pantallas para que nos dejen en paz un rato. 

Somos crueles con las niñas y los niños porque no los consideramos ciudadanos de pleno derecho, para nosotros no son sujetos, y no tienen derechos: somos nosotros, los padres y las madres, los que ponemos las normas y aplicamos las sanciones. Somos los presidentes, los legisladores, la policía, y los jueces de nuestra propia casa, así que los niños están completamente indefensos ante los abusos de poder, el sadismo y la violencia de los adultos.

Las estadísticas sobre maltrato infantil, abuso sexual, violaciones, y asesinatos de niños y niñas son atroces en todo el mundo. Los niños pobres y los refugiados son los más vulnerables: mueren huyendo de guerras, pasan toda su vida entre las bombas y llorando a sus muertos, se juegan la vida en el mar, sufren violaciones, secuestros y son esclavizados en redes de traficantes de niños para su explotación sexual o para robarles algún órgano y desaparecerles del mapa. 

Los niños son los que más sufren la violencia patriarcal, el hambre, el miedo, el horror de la guerra, la esclavitud, la soledad, las enfermedades mentales y los trastornos emocionales. Y hasta que no pare la explotación y la violencia en el mundo, no dejaremos de destruir a las nuevas generaciones para que lleguen heridas a la adultez, y reproduzcan la misma violencia que sufrieron. La crueldad que sembramos se vuelve contra nosotros: el dolor se perpetúa durante generaciones, vivimos en un mundo enfermo lleno de gente que necesita mucho amor, mucho cariño, muchas atenciones, mucha ternura. 

Para cambiar el mundo en el que vivimos, tenemos que empezar por la forma en que las mujeres parimos, por nuestros derechos sexuales y reproductivos, por garantizar a todas las madres un parto respetado, por permitir a las madres y a los padres criar a sus bebés. 
Y desaprender toda la cultura de la crueldad para poder aprender a disfrutar de la infancia, de la crianza, de la comunidad afectiva en la que nacemos y vivimos los primeros años de nuestras vidas.

Coral Herrera Gómez 

Coral Herrera Gómez Blog

Formulario de contacto

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *

Únete al Laboratorio del Amor

Únete al Laboratorio del Amor
Para saber más pincha en la imagen