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17 de agosto de 2023

Las tetas de Amaral y las esclavas de España



Sobre el tema de las tetas de Amaral y la Revolución de las Mujeres, contaros que me parece muy buena ocasión para contarle al mundo que España está llena de mujeres esclavas. En mi país hay tres tipos de esclavas: las sexuales, las domésticas y las campesinas.

En pleno siglo XXI, miles de mujeres viven encerradas en campos de concentración donde solo entran y salen hombres a violarlas. Pero no solo tenemos víctimas de la esclavitud sexual, también están las esclavas domésticas, mujeres que trabajan en hogares de ricos, que son en su mayoría inmigrantes sin papeles y sin derechos que solo pueden salir un día a la semana (excepto si a los dueños no les viene bien). 

Y por último, las esclavas del campo, que trabajan en pañales bajo los plásticos porque no las dejan salir a orinar, viven en condiciones inhumanas y son violadas en los asentamientos donde viven. Sus dueños son como los de la Edad Media, y aunque un señor de la ONU denunció ante el mundo el horror de la esclavitud en los campos de cultivo de España, años después siguen igual o peor, porque ahora que están organizadas, sufren más represión y violencia.

El mercado de mujeres es un negocio de hombres que se forran explotando a las mujeres, usando su energía, su fuerza de trabajo, sus cuerpos, y los bebés que gestan para otros. 

Ellas y sus hijas son el sujeto de la lucha feminista, el epicentro de la Revolución, porque son las que más sufren la explotación y la violencia del capitalismo y el patriarcado. Y no son un colectivo: son cientos, miles de mujeres. Las víctimas de Trata para la esclavitud sexual no pueden organizarse porque viven presas, pero las trabajadoras del hogar y las del campo sí. 

No salen en los medios ni encabezan las manifestaciones feministas de las grandes ciudades, pero son ellas las que están haciendo la Revolución en toda España. Son ellas las que están poniendo el cuerpo por la conquista de la libertad y los derechos de todas. Son ellas las mujeres más transgresoras y subversivas, necesitan visibilidad y apoyo del feminismo español, y es su lucha la que debe ponerse en el centro de las políticas de izquierda. 


* Para quien quiera saber más sobre la esclavitud sexual, doméstica y laboral de mujeres en España: 

Lucha contra la esclavitud en el campo

Lucha contra la esclavitud doméstica 

Lucha contra la esclavitud sexual 

España, país esclavista


Más artículos sde Coral Herreras sobre Feminismo y Mujeres en Lucha

15 de agosto de 2023

Niñas que odian ser niñas



Me devoré la serie de Los Cinco de Enid Blyton cuando era pequeña, y ahora se la estoy leyendo a Gael. Yo pasé muchas horas sumergida en sus historias, y las disfruté muchísimo, pero ahora, treinta años después, me ha chocado mucho encontrarme de nuevo con mi personaje favorito, un niña inteligente y valiente llamada Jorge. Su nombre era Georgina, pero ella quería ser tratada como un chico, así que le pide a los demás que la llamen George.

Ahora que leo con mis gafas violetas me quedo alucinada con la misoginia del personaje: cuando le preguntan por qué no quiere ser una niña ella responde con estereotipos. Jorge cree que las niñas son todas débiles, miedosas, lloronas, tontas y cobardes. Todas menos ella, que  lleva el pelo corto y viste como los chicos, y es lista, decidida, valiente, y fuerte. Es una persona segura de sí misma, es cabezona, y es noble como los chicos.

 Jorge admira mucho a sus primos, Julián y Dick, y muestra abiertamente su desprecio por la única niña de la historia, Ana, que es la hermana pequeña. 

Ana representa los estereotipos de la feminidad: cursi, charlatana, miedosa, débil y necesitada de protección. Es la que siempre mete la pata, cumpliendo así con el tradicional estereotipo de personaje femenino que con su torpeza dificulta la misión que lideran los hermanos y el "primo". Es la que, con su verborrea incontenible típica de las mujeres, le cuenta a los adultos "sin querer" los secretos del grupo, un truco narrativo muy utilizado por los hombres para poner más difícil la aventura de los varones. Sus hermanos y su prima la llaman tonta a menudo para regañarla, y hasta le dan puntapiés cuando se va de la lengua. Ella no devuelve los golpes, sino que llora y súplica para que la perdonen por su torpeza, y promete que no volverá a hablar en las comidas con adultos para no poner en peligro la misión. 

Jorge desprecia a Ana y con ella, a todo lo que tiene que ver con la feminidad patriarcal: los vestidos y zapatos de niñas, las muñecas y juguetes de niñas. Ana no se enfrenta a ella, se pone sumisa y se esfuerza por caerle bien. 

Jorge se pone furiosa si la tratan en femenino, grita iracunda porque no soporta que la metan en el grupo de las niñas, y está todo el tiempo demostrando a los demás, con sus habilidades físicas y deportivas, que no es como ellas.





 Yo de pequeña me sentía algo identificada con Jorge porque cuando veía a las mujeres cosificadas e hipersexualizadas en la televisión, tenía claro que no quería ser como ellas. La mayoría de los personajes femeninos de las historias eran mujeres superficiales, estúpidas y narcisistas, pero tuve la suerte de tener a mi alrededor a muchas mujeres a las que poder admirar. Y tuve la suerte de ser educada en el feminismo, que me enseñó que las mujeres podemos ser tan inteligentes y valientes como los hombres, y que podemos llevar pelo corto o pelo largo, falda o pantalón, y ser como queramos.


Antes las niñas solo tenían dos opciones: masculinizarse e imitar a los hombres para ser aceptadas, o convertirse en un objeto sexual para sentirse reconocidas por ellos. Hoy ya sabemos que no necesitamos renegar de nuestro sexo, ni ponernos de rodillas frente a ellos. No necesitamos su reconocimiento para sentirnos valiosas, ni rechazar a las demás mujeres para congraciarnos con ellos.


La serie de los Cinco fue escrita en los años 40 del siglo XX, pero todavía hoy los y las creadoras de cultura siguen utilizando los mismos estereotipos para construir sus personajes, y los mismos discursos sobre la feminidad y las mujeres. Los niños siguen utilizando la comparación para insultarse y humillarse (corres como una niña, lloras como una niña), y se siguen asociando las cualidades positivas a la masculinidad, y las negativas a la feminidad. 


Siguen existiendo muchísimas niñas y mujeres que han interiorizado la misoginia, que se odian a sí mismas y a las demás mujeres, que aspiran a ser como los varones, y a tener el mismo poder que ellos. Muchas tratan de diferenciarse de las demás mujeres, y por eso para ellas es todo un piropo que un hombre les diga: " tú no eres como las demás"


Esta es la razón por la cual necesitamos feminismo y coeducación en las aulas, para que las niñas sepan cómo se usan los estereotipos para perpetuar el machismo, cómo se transmite el odio contra las mujeres, y como lo interiorizamos todas en mayor o menor grado. 


A los y las creadoras culturales podemos pedirles que se animen a crear referentes de mujeres rebeldes que desobedecen a los mandatos del patriarcado, mujeres libres que se aceptan y se quieren a sí mismas tal y como son. Nosotras las feministas seguimos soñando y luchando para que llegue el día en el que todas las niñas y mujeres se sientan orgullosas de su sexo y puedan tener relaciones hermosas con las demás mujeres. 


#estereotipos #misoginia #feminidad #feminismo #niñas #mujeres #mujereslibres


Coral Herrera Gómez


25 de julio de 2023

¿Para qué sirven las mujeres?

 


¿Para qué sirven las mujeres?


- Para ofrecer servicios sexuales.

- Para el servicio reproductivo: gestar hijos e hijas, descendientes y herederos de los hombres.

- Para criar, educar y cuidar a las nuevas generaciones de trabajadores y sirvientas.

- Para cuidar el hogar y la familia:  limpieza, orden, alimentación, organización y administración de la logística doméstica.

- Para cuidar a los familiares dependientes: personas mayores y con discapacidades, personas que sufren accidentes o enfermedades.

- Para cuidar de los animales, plantas, árboles y huertos de la familia.

- Para cuidar las casas, los familiares y los animales de las clases privilegiadas.

- Para servir de vasijas y contenedores, para servir como mercancía en los negocios de los hombres, y para hacerles ricos usando nuestros cuerpos, y nuestros bebés.

- Para entretener, decorar y alegrar las reuniones y fiestas de los hombres. 

- Para alegrarles la vista, para darles placer y para que se sientan poderosos.

- Para aumentar el prestigio de los machos, que aumenta según el número de mujeres que logren seducir, enamorar y someter.

- Para trabajar gratis para el marido, y además trabajar cobrando para los demás un salario de miseria.

- Para apoyar a sus esposos en sus proyectos, para permanecer a su lado incondicionalmente, para facilitar su ascenso social, para cuidar sus redes sociales y afectivas, para entregarse por completo a la misión de hacerles felices.

- Para permitir la acumulación de recursos por parte de los hombres, y para sostener el capitalismo como forma de organización basada en el acaparamiento de riqueza y de poder de los hombres.


La raíz del patriarcado es la servidumbre de las mujeres, y del verbo "servir" derivan las palabras servicios, servidoras y sirvientas. 


Nos usan en los hogares, en los burdeles, en las iglesias, en los campos de cultivo, en las fábricas, en las clínicas reproductivas y en las granjas de bebés. Nos usan para sus negocios, todos en manos de hombres.

Por eso las mujeres llevamos siglos luchando contra el esclavismo y la explotación laboral, doméstica, emocional, sexual y reproductiva. Dentro y fuera del hogar.

Las mujeres, obligadas a satisfacer las necesidades y deseos de los hombres, estamos luchando para que nos dejen de tratar como a criadas, y para construir una sociedad igualitaria donde no haya jerarquías, ni relaciones de dominación y sumisión. Ni de hombres a mujeres, ni entre mujeres. 

¿Comprendéis entonces por qué el feminismo es el movimiento de liberación de las mujeres?

El objetivo principal de la lucha feminista es liberar a las niñas y a las mujeres pobres del mundo entero del abuso y la opresión que sufrimos de los maridos y de los patrones. 

Ninguna de nosotras vino al mundo a servir, ni a ofrecer servicios a hombres, y a mujeres ricas. Ni gratis, ni a cambio de unas monedas.


En esta lucha por la liberación, las mujeres nos jugamos mucho. A diario. 

Los hombres que no nos reconocen como seres libres nos usan, nos castigan, nos violan, nos alquilan, nos compran y nos venden.

Algunos nos matan cuando desobedecemos y cuando intentamos huir de la explotación y la violencia machista. 

Son 137 mujeres desobedientes asesinadas cada día en el planeta por sus parejas.

La sociedad mira para otro lado y la prensa nos culpabiliza de las violencias que sufrimos.

Nos callan cuando protestamos contra las injusticias y cuando exigimos igualdad. 


Las dos palabras clave para situarse en el tiempo presente y para comprender el mundo en el que vivimos son MUJER y SERVIR. 


Y la palabra clave para cambiar este mundo tan injusto y tan violento es LIBERACIÓN.


#NoVinimosAServir 

#NoSomosSirvientas

#servidoras 

#Servicios

#Servir

#servidumbre 

#StopExplotación

#feminismo #mujeresqueseliberan

#MujeresEnLucha 

#MovimientoDeLiberaciónDeLasMujeres

#LIBERACIÓN


Coral Herrera Gómez




Todos los libros de Coral Herrera Gómez 

15 de julio de 2023

Lecturas sobre el amor para jóvenes



Las vacaciones son el momento ideal para hablar con adolescentes con calma sobre los temas más importantes, para responder a sus dudas, para conversar relajadamente sobre temas que requieren tiempo y profundidad.

Si quieres hablar de amor y de relaciones de pareja con la gente joven de tu familia, prueba con las 100 preguntas sobre el Amor, está en papel y en ebook en todas las librerías de España y en Amazon.

Coral Herrera Gómez 

2 de junio de 2023

Estas son las 100 Preguntas sobre el Amor, de Coral Herrera Gómez


                                          



 ÍNDICE 100 PREGUNTAS SOBRE EL AMOR 


Introducción

 BIENVENIDA A LA REVOLUCIÓN AMOROSA


EL AMOR Y LA PAREJA 


1. ¿Qué es el amor? 

2. ¿Qué es el amor romántico? 

3. ¿Qué tiene que ver el amor con el matrimonio? 

4. ¿Por qué es tan importante el amor romántico para las mujeres? 

5. ¿Por qué nos gusta sufrir? 

6. ¿Por qué sufrimos tanto por amor? 

7. ¿Es el amor una droga? 

8. ¿Cómo nos enamoramos? 

9. ¿Cuánto tiempo dura el enamoramiento y por qué se acaba? 

10. ¿Por qué antes las parejas duraban juntas toda la vida? 



EL AMOR Y SUS MITOS 


11. ¿Existe el ‘amor verdadero’? 

12. ¿Es cierto que ‘quien bien te quiere te hará llorar’? 

13. ¿Por qué no encuentro a mi media naranja? 

14. ¿Por qué las princesas esperan y los príncipes viajan? 

15. ¿Por qué la mayor parte de las historias de amor son dramas o tragedias? 

16. ¿Por qué los finales felices siempre acaban en boda? 

17. ¿Qué tiene que ver el mito de la salvación con el del amor? 

18. ¿El amor transforma a las personas? 

19. ¿El amor lo puede todo? 

20. ¿Es lo mismo el amor que el odio? 



EL AMOR Y LA LIBERTAD 


21. ¿Puedo ser libre y tener pareja al mismo tiempo? 

22. ¿Por qué cuando tengo pareja me olvido de mí misma? 

23. ¿Cómo hacer para ser tú misma cuando te enamoras? 

24. ¿Qué pasa si mi pareja quiere controlarme y quitarme la libertad? 

25. ¿Necesitan los hombres dominar a las mujeres? 

26. ¿Por qué hay mujeres que intentan controlar a los hombres de los que se enamoran? 

27. ¿Es cierto que el amor no tiene edad? 

28. ¿Qué estrategias usamos para limitar la libertad de nuestra pareja? 

29. ¿Qué puedo hacer para que mi pareja se sienta libre a mi lado? 

30 ¿Qué hacer para que mi pareja no limite mi libertad? 



EL AMOR Y LA EXCLUSIVIDAD 


31. ¿Por qué somos monógamos e infieles? 

32. ¿Son más infieles los hombres o las mujeres? 

33. ¿Por qué siento celos y necesidad de poseer a mi pareja? 

34. ¿Cómo son las relaciones sin exclusividad? 

35. ¿Qué pasa si tengo pareja y me enamoro de otra persona? 

36. ¿Las infidelidades son violencia? 

37. ¿Qué puedo hacer para dejar de sufrir por celos? 

38. ¿Qué es el ego y por qué me hace sufrir tanto? 

39. ¿Qué pasa si alguien se siente atraído por mí y a mí no me gusta? 

40. ¿Qué pasa si mi pareja no quiere tener pareja? 

41. ¿Qué hago si sospecho que mi pareja quiere dejar la relación? 



EL AMOR Y LA IGUALDAD 


42. ¿Somos iguales las mujeres y los hombres? 

43. ¿Por qué el amor tiene que ser recíproco y los cuidados mutuos? 

44. ¿Qué relación hay entre el dinero y el matrimonio? 

45. ¿Se puede comprar el amor? 

46. ¿Por qué el amor romántico parece una guerra? 

47. ¿Cómo saber si estoy tratando mal a mi pareja? 

48. ¿Cómo sé si estoy sufriendo violencia machista? 

49. ¿Cómo nació el patriarcado y para qué? 

50. ¿Cómo ha sobrevivido tanto tiempo el patriarcado? 

51. ¿Cuándo se acaba el patriarcado? 

52. ¿Por qué no se suman los hombres a la revolución? 

53. ¿Cómo ayudar a un hombre a liberarse de su machismo? 

54. ¿Existen de verdad los hombres igualitarios? 

55. Soy un chico, ¿cómo puedo liberarme de mis patriarcados? 

56. ¿Y cómo hago si soy una mujer y también quiero liberarme de mis patriarcados? 

57. ¿Qué significa que lo personal es político? 

58. ¿Qué significa que lo romántico es político? 

59. ¿Podremos liberar algún día al amor del machismo y el patriarcado? 



EL AMOR, EL SEXO Y EL PLACER 


60. ¿El sexo también es político? 

61. ¿Por qué a los hombres les cuesta disfrutar del amor? 

62. ¿Por qué nos cuesta a las mujeres disfrutar del amor? 

63. ¿Por qué nos cuesta a las mujeres disfrutar del sexo? 

64. ¿Qué ocurre cuando las mujeres tenemos muchas ganas de sexo? 

65. ¿Qué ocurre cuando las mujeres no tenemos ganas de tener relaciones sexuales? 

66. ¿Por qué a algunos hombres les cuesta entender que ‘no es no’? 

67. ¿Son todas las mujeres respetables? 

68. ¿Se pueden separar el sexo y el amor? 

69. ¿Disfrutan más del sexo las mujeres lesbianas, bisexuales y gais? 

70. ¿Cómo disfrutar más del sexo? 

71. ¿Cuáles son mis derechos sexuales y reproductivos? 

72. ¿Por qué hay mujeres que renuncian a sus derechos cuando se emparejan? 

73. ¿Qué hacer si mi pareja no quiere usar protección cuando tenemos sexo? 

74. ¿Debo contarle a mi pareja mis anteriores relaciones sexuales? 

75. ¿Qué hacer si tengo pareja y me apetece tener relaciones sexuales con otras personas?

76. ¿El sexo oral y el sexo anal también deben ser mutuos? 

77. ¿El porno es violencia machista? 


AMAR ES CUIDAR 


78. ¿Cómo cuidarme a mí mismo? 

79. ¿Cómo cuidarme a mí misma? 

80. ¿Cómo cuidarme cuando estoy enamorada? 

81. ¿Los cuidados también son políticos? 

82. ¿Por qué es tan revolucionario el autocuidado? 

83. ¿Por qué es importante cuidar a tu gente querida cuando te enamoras? 

84. ¿Cómo cuidar mi relación de pareja? 

85. ¿Cuáles son los temas más importantes que tengo que acordar con mi pareja? 

86. ¿Qué pasos hay que seguir para crear nuestro contrato amoroso? 

87. ¿Qué hacemos si no tenemos las mismas ideas sobre el amor y la pareja?

88. ¿Cómo pelearnos sin hacernos daño? 

89. ¿Cuándo hay que poner fin a la pareja? 

90. ¿Cómo despedirme con amor? 

91. ¿Cómo vivir el duelo y superar la ruptura de una relación? 

92. ¿Cómo superar el miedo a la soledad? 


AMAR ES DISFRUTAR 


93. ¿Qué es la buena vida? 

94. ¿Qué quiere decir que otras formas de quererse son posibles? 

95. ¿Cómo sé si mi relación es de amor del bueno? 

96. ¿Qué son los ‘amores compañeros’? 

97. ¿En qué consiste la Revolución Amorosa? 

98. ¿Cómo trabajas tú en tu liberación? 

99. ¿Qué pueden hacer los chicos que quieren disfrutar del amor? 

100. ¿Qué pueden hacer las chicas que quieren disfrutar del amor?


Coral Herrera Gómez


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19 de mayo de 2023

¿Cómo aprenden los niños a tener miedo al amor y a las mujeres?

 






"Olvídala, solo traen problemas", le dice Baloo a Mogly en "El libro de la Selva" la primera vez que ve un ser humano. Y es que el ser humano es un niña, qué mala suerte. Así aprenden los niños a tener miedo al amor y a odiar a las niñas y a las mujeres, nuestra cultura está plagada de mensajes como éste, en el que los hombres adultos enseñan a los niños a protegerse con buenos consejos. 

¿Y por qué solo traen problemas? Porque son malas, caprichosas, irracionales, histéricas, interesadas, manipuladoras, retorcidas, superficiales, cursis, estúpidas, y si te enamoras de ellas, caerás bajo sus garras y te pueden destrozar el corazón, vaciar la cuenta bancaria,  quedarse con tu casa y con tu coche. O las domesticas y las sometes, o te chuparán la sangre hasta dejarte seco. 

En lugar de plantearse una hermosa amistad entre ambos niños, nos meten una escena de amor romántico. En la siguiente escena Mogly va detrás de la niña, y en sus ojos se ve que está embobado, como cuando le hipnotizó la serpiente, otra malvada hembra. Le lleva el cántaro porque ella como es una mujer y es débil y frágil, no puede cargar peso. Está esclavizado por el amor. 

El amor es cosa de niñas, y es peligroso. Por eso los mayores enseñan a los niños a defenderse de los hechizos femeninos. Y por eso los niños, para humillar a otros niños, les comparan con niñas, ¿hay algo peor en el mundo que ser una niña, o parecerse a ellas?

Desde muy pequeños los niños aprenden a construir su masculinidad rechazando a los bebés, a las niñas, y a los homosexuales. Los niños no nacen machistas, ni nacen violentos, aprenden a serlo escuchando a los mayores y a través de los cuentos, series de televisión, películas, y videojuegos. Todos están plagados de prejuicios, estereotipos, mitos y mandatos del patriarcado, para que niños y niñas aprendan los valores de la misoginia, que es el odio contra el sexo femenino, desde muy pequeños, y para que aprendan a defenderse del amor.

¿Comprendéis por qué es tan importante sensibilizar y educar en la igualdad a los futuros escritores, dibujantes, guionistas, productores, directores y productores? 

No podemos dejarles solos frente a las pantallas consumiendo mitos y estereotipos, deberían poder aprender a identificarlos y a tener herramientas para que aprendan qué es un estereotipo, para qué se usa, y a quienes beneficia que se perpetúe el machismo generación tras generación.

La única manera de acabar con la violencia contra las mujeres es una revolución cultural y educativa. 

 #RevoluciónAmorosa 

#Coeducación #estereotipos #misoginia #ViolenciaMachista

Coral Herrera Gómez


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15 de marzo de 2023

Están destrozando la vida a nuestras niñas



Los niños varones aprenden a los 5 años a divertirse viendo sufrir a animales pequeños y humillando a las niñas en el patio del colegio. 

A los 8 hacen su primera comunión, reciben su primer móvil y empiezan a ver porno. 

A los 10 ya son adictos y se masturban viendo violaciones grupales a mujeres.

A los 11 violan a una niña entre varios, lo graban y lo comparten en redes sociales.

A los 14 ponen dinero entre todos para turnarse y violar pagando. 


En Francia ya se han dado cuenta del problema y van a exigir un certificado digital para impedir el acceso de menores al porno. 


En España solo van a recibir educación sexual obligatoria los niños que violan, cuando ya es demasiado tarde. Los centros de menores están cada vez más llenos de niños con delitos por violencia sexual y violencia machista. Después de trabajar con ellos 4 años, os aseguro que la mayor parte de ellos ven la violencia como algo normal,  creen que las mujeres estamos para servirles, y que somos objetos de usar y tirar. Todos quieren salir de la cárcel pero fuera de ella actúan como carceleros: les imponen a sus novias un confinamiento bajo régimen carcelario super estricto y autoritario. Las embarazan para robarles la infancia y mantenerlas atadas al hogar y a la crianza. Nunca han oído, y no quieren oír hablar de feminismo, igualdad, libertad y derechos humanos de las mujeres. 


Las niñas se cosifican e hipersexualizan desde los 6 años, y por supuesto, también ven porno desde los 8 años, y aprenden rápido cual es su papel. A los 15 ya adoptan la estética de las actrices del porno y ya están obsesionadas con despertar el deseo sexual de los hombres porque creen que solo tienen valor si resultan sexys.


Echando un vistazo al incremento de agresiones y violaciones grupales a niñas y adolescentes, es fácil deducir que nuestra cultura y nuestro sistema educativo es un absoluto fracaso. 


Bastaría con que las personas adultas entendiéramos que las violaciones no son un asunto de deseo sexual, sino un ejercicio de poder para torturar a mujeres.


Bastaría con enseñarles en la escuela a usar su poder y a cuidar sus emociones para no hacer daño a nadie. 


Bastaría con darles herramientas para que aprendan el arte de la empatía y la solidaridad, para que aprendan a tratarnos como compañeras, para que asuman los valores y principios del Feminismo, de la Ética del Amor y la Filosofía de los Cuidados. 


Tenemos esas herramientas, y podemos evitar que nuestros hijos vean porno. No podemos seguir engañandonos y pensando que los nuestros no van a usar su teléfono para ver porno. Se saltan los controles parentales como quieren, saben mucho más de tecnología que nosotros. 

Como madre de un niño varón de 6 años siento una enorme responsabilidad. Siento que tenemos que organizarnos desde las asociaciones de madres y padres de los colegios. No es un problema personal, es un problema político. No podemos seguir mirando para otro lado.


Están destrozando la vida a nuestras niñas.


No son casos aislados, se llama patriarcado.


#feminismo #DerechosHumanos #educaciónsexual #éticadelamor #filosofíadeloscuidados

5 de marzo de 2023

Los últimos días. Las últimas horas


Él sabe que te quieres ir. No puede imaginar su vida sin tí. No está perdiendo a una compañera, es que además va a perder a su mamá, a su asistenta de la limpieza y el orden, cocinera, secretaria, enfermera, psicóloga, niñera, administradora, educadora. Va a perderlo todo, y según pasan los días, la desesperación es cada vez más profunda y dolorosa. Tú intentas que no se note que estás ya en el camino de la liberación, pero él sabe que no puedes más. Que has hecho todo lo que has podido, que lo has intentado durante mucho tiempo, que has aguantado y tragado, que has abierto los ojos, y que ya no puedes más. 


Quieres irte, y que todo salga bien. Que él acepte la derrota con deportividad y elegancia. Que te deje marchar con tus crías, que no te declare la guerra, que no te lo ponga más difícil, que asuma la realidad. 


Pero él sabe que tú estás ya a punto de liberarte, y siente una ansiedad terrible, una ira incontrolable, una desolación infinita. Y cree que si te pierde a tí, ya no tiene nada más que perder. No tiene herramientas para manejar el desborde emocional, y además no puede tolerar que tú seas libre de nuevo, y hagas tu vida sin él. Tú eres suya, eres su mujer. Tu vida no te pertenece, no puedes dejarle tirado, no puedes tomar decisiones por tu cuenta, no puedes abandonarle. 


Él sabe que tienes miedo. 

Él sabe que le proteges frente a los demás, que no le cuentas a tu gente querida lo mal que te está tratando porque crees que puedes hacerlo sola, sin ayuda de nadie. Él intenta aislarte todavía más para tenerte bajo su control. Pero sospecha que estás preparando la salida, y tiene ganas de matarte. Porque una parte de él te odia a muerte, a ti y a todas las mujeres. Se siente víctima. Le resulta impensable verse solo, e imaginarte a tí feliz sin él. 


Él está perdiendo el poder que tiene sobre ti, y se le está acabando el tiempo. No va a pedir ayuda porque no quiere asumirlo, lo que quiere es impedir que ejerzas tu derecho a terminar la relación, porque tú para él no eres un ser humano con derechos. Eres de su propiedad. Igual que el perro, que la casa, que los críos. Son todos suyos.


 A ratos mantiene la esperanza de que desistas, pero está todo el tiempo alerta, tratando de averiguar si estás a punto de dejarle. No es solo que no acepta la realidad, es que además el deseo de venganza le tiene enfermo. 


Te amenaza, te chantajea, te presiona, se victimiza, te coacciona, te machaca, y todo el tiempo piensa en cómo retenerte y cómo castigarte si te atreves a desobedecer. 


Él no le cuenta a nadie lo que se le pasa por la cabeza, no se desahoga con nadie, y da los buenos días a los vecinos como si no pasará nada. Pero está viviendo un infierno y está intentando que tú te hundas con él.


Los últimos días junto a él son los peores, porque tu miedo va en aumento, y a él le invade el odio, el rencor y la desesperación. Cuando se acerca el final ya no tiene control sobre sus emociones, y ya le da todo igual.

Tú cuentas los días. 

Él también. 

Tú cuentas las horas. 

Él también.

A veces te da tiempo de ponerte a salvo. 

Otras veces, no.


*el 85% de las mujeres que lograron salir de una relación de violencia contaban con una red de apoyo: amigas, familiares, vecinas, asociaciones de mujeres. 

Datos de la Macroencuesta sobre la violencia contra la Mujer del Ministerio de Sanidad, España, 2019.


Coral Herrera Gómez 


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26 de febrero de 2023

Vamos a contar verdades



Vamos a contar verdades: seamos solidarias con las demás mujeres, contar nuestras historias es la única forma de hacer frente a los mitos patriarcales que nos quieren hacer creer que nuestra única fuente de felicidad es la pareja y los hijos. 

Igual que todas necesitamos quitarnos la venda y ponernos las gafas violetas, también necesitamos las gafas del amor, porque necesitamos desmontar los mitos y ver la realidad para poder sobrevivir a ella.

Para que las nuevas generaciones dejen de caer en la trampa del amor romántico y la maternidad, tienen que saber lo duro que es vivir en pareja, el trabajo personal enorme que requiere quererse bien, la falta de herramientas que tenemos para resolver problemas y resolver conflictos sin hacernos daño.

A las mujeres heterosexuales, hay que explicarles lo difícil que es encontrar un hombre sin problemas de honestidad y de masculinidad. Tienen que saber que maternar en un mundo anti-madres es una bestialidad. 

Muchas mujeres siguen creyendo en el mito de la familia feliz porque creen que ellas no han tenido suerte. Ven a todas presumiendo en las redes sociales de su familia feliz, y se preguntan por qué ellas no pueden. 

La realidad es que donde más peligro corremos las mujeres y las niñas es en el hogar, según la ONU, a manos de nuestros maridos, padres, hermanos, tíos, abuelos, padrastros, primos y amigos de la familia feliz. Es en la familia el lugar en el que más sufrimos la explotación, los malos tratos y la violencia: psicológica, emocional, económica, física sexual, vicaria. 

 Contar nuestras historias puede ayudar a muchas mujeres para que no caigan en relaciones tóxicas o de dependencia, y para que no crean las mentiras que se traga la mayoría. Hablemos de las renuncias y sacrificios, de la carga mental y emocional, de lo que hay que aguantar para que dure la pareja, de las violaciones en el seno del matrimonio, de los malos tratos, de las mentiras y de la decadencia a medida que se acaba "el amor"

Es importante que las nuevas generaciones sepan que los hombres en su mayoría no saben amar desde el compañerismo, que los que saben cuidarse a sí mismos y a sus hogares dejan de hacer las tareas en cuanto se casan, que muchos se convierten en un hijo más para tí.

Vamos a contarles las verdades que descubrimos nosotras cuando ya era tarde. Que no todo es de color de rosa, que no acabamos de princesas sino de sirvientas, que la gran mayoría de las mujeres casadas tienen doble jornada laboral y peor salud que las solteras, y que los hombres casados viven más tiempo, y viven mejor que los divorciados o los viudos.

Tienen que saber que nosotras con el matrimonio perdemos tiempo libre y tiempo para descansar, y que ellos tienen el doble que nosotras.

Tienen que entender que la monogamia es solo para nosotras, que muchos hombres casados tiene sexo con otras mujeres, gratis o pagando, y que tienen el privilegio de la doble vida igual que tu padre y tu abuelo. Y la prueba está en la cantidad de burdeles que hay en todos los países abiertos las 24 horas, los 365 días al año, con los aparcamientos repletos de coches de hombres casados.

Tienen que saber que no es posible conciliar la carrera profesional con la maternidad, que el día no tiene horas suficientes para brillar en el trabajo, tener la casa limpia y la nevera llena, la ropa lavada y doblada, para cuidar a tus padres y a tus hijos e hijas, para cuidar a tu pareja, a tus mascotas y a tus plantas, para cuidar a tus familiares dependientes, y para cuidarte a tí misma, hacer ejercicio, ir al salón de belleza, descansar entre medias, y dormir ocho o nueve horas. 

Tienen que saber que cuando pasa la emoción del parto, después de las fotos, la gente desaparece y te quedas sola con la cría, y que luego tienes que dejar a la cría con otras personas y volver a ser productiva y poder con dos y tres jornadas laborales. Tienen derecho a pensarse si les compensa gestar y parir para luego estar separada de su bebé 10 horas al día. 

Hay que contarles que los bebés no son muebles, que crecen y que tienen unas necesidades tremendas que los hacen muy dependientes, especialmente si nacen con problemas de salud, sobre todo los cinco primeros años de su vida.

Los bebes no están todo el día durmiendo y hay que tener una energía tremenda para criar, y la mayor parte de las mujeres se enfrentan solas porque los padres huyen al trabajo. Y muchos, cuando llega un bebé, se van de casa para no volver. Hay hombres a los que les aterroriza la paternidad y otros que se quedan contigo pero son padres ausentes que pasan de tí y de tus hijos, y te hacen sentir inmensamente sola. 

Hablemos de las hemorroides, de las estrías, del suelo pélvico, y la incontinencia. Hablemos de la falta de energía para tener sexo, del sexo después del parto, de los duelos por la muerte de los bebés que no nacieron.

Hablemos de los miedos del embarazo, de los malos tratos en el hospital, hablemos de la desolacion de la soledad, del agotamiento, del caos, de los castigos de las empresas a las mujeres que tienen hijos. 

Hablemos de la dependencia emocional, de cómo penalizamos a las mujeres que no quieren tener hijos, de las críticas que recibimos cuando somos madres, del trato que recibimos en un mundo anti-niños y niñas.

Hablemos de las pastillas que nos tomamos para aguantar tanto trabajo dentro y fuera de casa, de los ansiolíticos, antidepresivos, y somníferos que tomamos para calmar la angustia, para sobrevivir al agotamiento, para sobrellevar la frustración, para poder con todo sin enfermar del todo.

Vamos a contar verdades para que las niñas y adolescentes desmitifiquen cuanto antes el matrimonio y la familia feliz, y para que puedan elegir libremente si quieren o no tener pareja y/o hijas. 

Solo si conocen la realidad y tienene los pies en el suelo podrán cuidarse a sí mismas y evaluar qué es lo que realmente quieren, y qué es lo mejor para ellas.

Coral Herrera Gómez 


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22 de enero de 2023

Entre nosotras: cómo dejar de hacernos daño




¿Por qué nos hacemos daño las mujeres unas a otras? 

Porque vivimos en una sociedad patriarcal y violenta que nos enseña a luchar por el poder, y a aplastar a los demás para conseguirlo. Las mujeres somos educadas en el patriarcado y nos lleva muchos años darnos cuenta no sólo de las violencias que sufrimos, sino también de las que ejercemos sobre las demás mujeres. 

Es un proceso largo que requiere mucha autocrítica amorosa, primero hay que analizar cómo aprendimos a competir entre nosotras, cómo luchamos por el poder, y después, ponerse a pensar en cómo nos puede ayudar el feminismo a mejorar las relaciones entre nosotras. 

Las mujeres educadas en el patriarcado no solemos ejercer violencia física sobre las demás mujeres, pero sí violencia psicológica y emocional, que es una forma de sentirnos superiores, inflar nuestro ego,  abusar de nuestro poder, y conseguir algo que necesitamos o deseamos. Porque somos educadas para rivalizar entre nosotras por la atención y el amor de los hombres, pero también para competir en nuestro entorno profesional, y así conseguir mejores puestos y salarios.

Y esta forma de relacionarnos nos hace sufrir mucho. 

No tenemos mucha admiración unas a otras, pero nos cuesta aplaudir los éxitos de las demás, porque los vemos desde nuestro ombligo, y nos preguntamos constantemente: ¿por qué ella sí y no yo?. Cuando la admiración se mezcla con el rencor, surge la envidia: no podemos alegrarnos de que a las demás les vaya bien, incluso aunque a nosotras nos vaya bien. Cuanto más éxito tiene una mujer, más rabia nos da, pero nos cuesta mucho reconocerlo, aunque sabemos que nos hace daño.

Muchas veces odiamos en otras mujeres lo que no nos gusta de nosotras mismas, son nuestro espejo y cuando nos miramos en ellas nos provoca un rechazo monumental, porque nos vemos reflejadas. A ellas las atacamos con más odio aún, porque es más fácil para nosotras juzgar a las demás que analizarnos a nosotras mismas. Cuesta mucho darse cuenta si el ego está muy grande, pero las mujeres que entrenan en la autocrítica amorosa a veces lo consiguen.

Otras veces atacamos a otras mujeres porque las vemos como una amenaza para nosotras, y cuanto más nos fascinan y nos embelesan, más amenazantes son: creeemos que la otra llega a quitarnos a nuestra pareja, o nuestro empleo, y buscamos mil razones para odiarlas, pero no lo conseguimos del todo porque en el fondo, nos gustan un montón y querríamos ser como ellas.  

Nosotras también sufrimos las enfermedades de transmisión social, y somos clasistas, racistas, machistas, gordofóbicas, lesbofobas, homófobas, etc, así que atacamos a mujeres que consideramos que pertenecen a una clase social inferior, o que tienen menos rango que nosotras, sin darnos cuenta de cómo hacemos daño usando nuestros privilegios. 

También, por supuesto, atacamos a las mujeres que creemos que están por encima de nosotras, porque tienen más seguidores, o tienen una familia feliz perfecta, o tienen más dinero, mejor posición social, o mayor categoría profesional, o son más jóvenes, más guapas, y más encantadoras que nosotras. 

Aquí también entran en juego nuestros complejos de superioridad e inferioridad: cuanto más baja es nuestra autoestima, más complejos tenemos, y más necesitamos llamar la atención y dejar claro nuestro lugar en la jerarquía, mientras nos esforzamos en escalar peldaños para llegar a ella. 

Tanto en la realidad como en las redes sociales, el ego nos lleva por la calle de la amargura. Necesitamos tener el control de todo, sentirnos las mejores, acaparar los focos y los aplausos, acumular likes y seguidores. Necesitamos sentirnos especiales y únicas, y despertar la admiración y el deseo de los demás. Cuanto más baja tenemos la autoestima, más necesitamos el reconocimiento externo, y más dependientes somos de la opinión y la atención de los demás.

También la sed de venganza es otra causa por la cual hacemos daño a alguien que nos ha perjudicado o nos ha hecho daño, y lo justificamos con esta idea del "ojo por ojo, diente por diente", que es muy antigua pero sigue en nuestro imaginario colectivo, arraigado con fuerza.Por ejemplo, si una mujer nos quita la pareja, creemos que tenemos derecho a hacerla daño con el argumento de que ella nos hizo daño primero. Es peligroso usar este argumento porque también lo usan los femicidas cuando sospechan o descubren una infidelidad, o cuando ellas quieren dejar la relación. 

Creamos las leyes para no tener que usar el ojo por ojo, diente por diente. Porque si nos dejasemos llevar por esta idea, todas las familias se extinguirían como las de la mafia italiana cuando entran dos clanes en guerra. No queda uno vivo cuando les ciega la sed de venganza. 


¿Cuáles son nuestras armas? 

Las mujeres nos hacemos daño de muchas formas. No nos amenazamos de muerte, como hacen los hombres, pero sí nos insultamos, nos burlamos, nos humillamos públicamente unas a otras.

Nos hablamos con desprecio y con tono de superioridad, nos tratamos unas a otras como si fueramos basura, nos parece que cuando alguien nos cae mal, tenemos derecho a meternos con ella. 

Nos reímos, ridiculizamos a la otra para quitarle legitimidad a sus palabras y a su figura, e invitamos a las demás a hacer lo mismo sin pararnos a pensar ni un solo momento en el daño que estamos haciendo. 

Otras sí son conscientes, y lo disfrutan, por eso añaden leña al fuego siempre que pueden. 

Nos inventamos bulos, chismes y rumores, descontextualizamos sus palabras, tergiversamos el sentido de lo que la otra está diciendo. Vigilamos sus publicaciones, escondidas como hienas, para saltar en cuanto se pueda e ir a la yugular directas. 

Hacemos preguntas cargadas de reproches, usamos la ironía y el sarcasmo, utilizamos la información sensible que tenemos de ellas para hundirlas en la miseria. Nuestra intención no solo es silenciar a otras mujeres, sino callarlas para siempre, destruirlas simbólicamente, para que desaparezcan de las redes y se "mueran" cibernéticamente. En su entierro, brindamos con champán, convencidas de que hemos derrotado a la enemiga, hasta que aparece nuestro nuevo objetivo. 

Los hombres disfrutan un montón viendo como nos machacamos entre nosotras. 

Date una vuelta por las redes sociales y compruébalo por ti misma. Muchas mujeres señalan públicamente a otras, las etiquetan y les dedican toneladas de palabras de desprecio. Además las exponen para que vengan detrás los hombres a sumarse a los ataques, y disfrutan viendo como la multitud las lincha y las cancela. 

Es el placer del poder, es la sed de venganza, es la superioridad moral con la que juzgamos a las demás lo que nos mueve a iniciar campañas contra otras mujeres. Algunas se dedican en cuerpo y alma a atacar a compañeras de lucha que no piensan como ellas, y tienen estrategias súper elaboradas para cancelar, machacar y borrar a las mujeres a las que odian. 

Sienten un placer momentáneo, pero nunca se sacia una del todo en redes, nuestro cerebro siempre quiere más adrenalina, y las redes saben lo que tienen que darnos para que nos conectemos y nos enganchemos a ellas: emociones fuertes, chutes y subidones instantáneos, sangre, sudor y lágrimas, dolor y llanto. 


¿Por qué nos odiamos tanto? 

Las mujeres competimos entre nosotras por puestos de poder en una empresa, en una institución, en un partido político, en una asociación de vecinos, competimos en el deporte, en el arte, en la cultura, en las portadas de las revistas del corazón. 

Y al patriarcado le encanta ver cómo nos ponemos zancadillas unas a otras, como nos damos puñaladas traperas, y no tiene que hacer nada para que nos destruyamos: ya lo hacemos contra nosotras mismas, y entre nosotras. 

No solo guerreamos contra otras mujeres, también nos hacemos auto boicot, odiamos nuestro cuerpo, no nos gusta nuestra forma de ser, nos exigimos demasiado, nos tratamos con la misma crueldad que a nuestras enemigas. Nos odiamos, nos sometemos a otros, nos ponemos en riesgo en nuestras relaciones.

Piensa por un momento en cómo te hablas y te tratas a tí misma, y en cómo te descuidas, y en las relaciones que tienes con gente que no te cuida, no te trata bien y no te quiere bien. 

Nos odiamos porque tenemos miedo, inseguridades, complejos, falta de autoestima. Y creemos que atacando a otras nosotras valemos más, o aparentamos que valemos más. 

El patriarcado construyó para nosotras la figura de "la enemiga". 

Las mujeres no solo batallamos contra nosotras mismas, también necesitamos enemigas para reafirmarnos, para sentirnos pertenecientes a un bando, para destacar en la lucha y que todas vean lo graciosas y lo crueles que podemos llegar a ser. 

Nos encanta meter zascas, machacar, dejar en el fango a otras mujeres, demostrar que llevamos la  razón, ridiculizar a las demás para brillar por encima de ellas, para destacar, para llevarnos a sus seguidoras a nuestros muros. 

Y es cierto que cuanto más violenta seas en tus ciberbatallas, más likes y más seguidoras obtienes, así que muchas mujeres en lugar de dedicarse a crear contenido para hacerse conocidas, se dedican a destruir a su competencia, o a cualquier mujer que se vea envuelta en una polémica. 

No es una actividad placentera, porque la sensación de victoria se esfuma en pocas horas: siempre hay más mujeres con más seguidoras que tú, siempre hay mujeres que destacan más que tú, y la lucha por llamar la atención en redes es desgastante, y nunca nos sacia. 

En nuestras batallas entre mujeres, creemos que hay que ponerse de un bando o de otro, y que no es posible estar en medio. No hay margen para desarrollar el pensamiento crítico dentro de un bando: o estás a muerte, o te pueden acusar de ser una de las enemigas. 

No sabemos pensar colectivamente, ni construir conocimiento juntas. El pensamiento más simple es el pensamiento patriarcal, en el que el blanco es lo contrario del negro, el día de la noche, la vida de la muerte, la salud de la enfermedad, lo bueno es lo contrario de lo malo, lo grande es lo contrario de lo pequeño, el bien es lo contrario del mal. El pensamiento binario nos reduce a la dicotomía entre lo positivo y lo negativo, lo masculino y lo femenino, la naturaleza y la cultura, la razón y la locura.

El pensamiento complejo, según Edgar Morín, es aquel en el que somos capaces de relacionar varios factores para construir una abstracción, y en él, la duda juega un papel fundamental. 

En las redes, sin embargo, nadie duda. Todo el mundo tiene muy clara su opinión sobre el femenismo, aunque no hayan leído nada sobre el tema. Todo el mundo tiene su opinión sobre el amor, la inflacción,  el cambio climático, el coronavirus, el mundial de fútbol, y todo el mundo cree que tiene derecho a opinar sobre asuntos judiciales y legislativos aunque no hayan estudiado leyes. Aunque no sepan nada sobre volcanes, aunque no hayan leído jamás nada sobre virus, aunque no se hayan interesado nunca por las emisiones de carbono, todo el mundo entiende de todo y sabe de todo.  

Lanzamos nuestras opiniones creyendo que estamos soltando puras verdades, que somos muy listas y muy listos, que lo sabemos todo. Y pocas veces expresamos nuestras dudas, ni dejamos margen para todo aquello que desconocemos, y ni siquiera nos interesamos por aprender algo sobre ello, ni sentimos curiosidad para leer y debatir, y así romper nuestros propios esquemas y ensanchar nuestros horizontes. 

Cada vez somos menos tolerantes, y cada vez soportamos menos a las mujeres que no piensan como nosotras. Nos cuesta mucho debatir sobre cualquier tema, porque no sabemos cuidar el tono ni las palabras, y porque interactuamos cegadas por la ira, la rabia, y el dolor.

Escribimos con el hígado hinchado, con las vísceras inflamadas, con las emociones revueltas, y por eso no medimos las palabras ni el impacto que tienen sobre las demás. 

Hemos perdido el placer de la conversación: cuando intentamos dialogar: en vez de disfrutar, sufrimos. Muchas salimos heridas, y muchas, cuando acumulamos varias heridas, bajamos el perfil a cero, o nos vamos de las redes sociales porque no aguantamos más. 

Y esto es otro gran triunfo del patriarcado, porque se van de las redes muchísimas más mujeres que hombres cada día. 


¿Quién gana en las batallas entre mujeres?

Los hombres se aprovechan cuando queremos destruirnos a nosotras mismas y entre nosotras. Ellos y su sistema patriarcal son los ganadores de nuestras guerras.

Nosotras les damos un poder descomunal en nuestras vidas, y por eso nos peleamos por su amor. Con la ex, con la suegra, con la nuera, con la cuñada, con las amigas, con las mujeres que rodean a los hombres que amamos.

Una de nuestras principales batallas es en torno a los hombres casados. Hay mujeres que se enamoran de hombres que obligan a sus parejas a ser monógamas, mientras ellos tienen las aventuras que quieren.

¿Como las engañan? Con el argumento de que ya no aman a su compañera, o que la relación está acabada, o que va a dejarla muy pronto. 

Además, muchos se sitúan como víctimas para dar pena, porque saben que ellas, para poder tener un romance con un hombre casado, necesitan creer en lo que él les dice: que ella es malvada, que es una histérica, que está loca, y que le ha hecho sufrir mucho. 

En las batallas entre la mujer oficial y la otra, el único que sale ganando es el hombre. 

Otra de las batallas es la que existe en torno a un hombre por parte de su compañera sentimental y su madre, y a veces hermanas. Muchas de nosotras somos nueras o suegras en algún momento de nuestras vidas, y si las relaciones son tan conflictivas es porque una de las dos, o las dos, no tienen claro su papel, y porque enseguida nos metemos en una lucha de poder a ver quién tiene más influencia por el hombre. Hacemos la guerra y obligamos al hombre a elegir: "o tu madre y tus hermanas, o yo", o bien maternamos al hijo de un modo tiránico para tener siempre poder sobre él, y por eso los choques con la nuera, que también tiene un poder y no pretende renunciar a él. 

También batallamos con nuestras madres y con nuestras hijas, por ese afán que tenemos de dominarnos, controlarnos, y mandar unas sobre otras. Y apenas podemos hablar del maltrato entre madres e hijas porque se supone que las madres somos seres de luz, seres entregados a los cuidados, que amamos incondicionalmente. Pero lo cierto es que aunque nos queremos mucho, no tenemos herramientas para querernos bien entre nosotras. Y que hay madres, e hijas muy malvadas.

Otras batallas se dan en el ámbito laboral, y en el ámbito social en el que nos divertimos y nos juntamos con más gente para disfrutar. Y casi todas ellas son luchas de poder. Las mujeres ejercemos el poder desde la dominación y desde la sumisión, y somos capaces de estar años y años batallando contra nuestra pareja, para que no nos someta, o para someterle. Porque nos pasa igual que a los hombres: no nos han enseñado a relacionarnos desde un plano horizontal e igualitario, y no sabemos cómo usar nuestro poder para no hacer daño a nadie. 


¿Cómo dejar de sufrir y de ejercer violencia psicológica y emocional contra otras mujeres? 

Desde siempre las mujeres han sobrevivido a las guerras, las sequías, el exilio, las catástrofes medioambientales y las crisis económicas juntando sus recursos para dar de comer a toda la comunidad. En muchas culturas las mujeres se organizan para ayudarse mutuamente, para cooperar, para cuidarse en momentos de necesidad. 

La obsesión del poder patriarcal es romper esas redes de resistencia y de apoyo mutuo, porque solas, las mujeres somos más dependientes, más vulnerables y más sumisas.  Juntas somos una fuerza arrasadora, por lo cual los hombres prefieren que estemos aisladas, y enfrentadas entre nosotras.

Esta es la razón por la cual las princesas de los cuentos patriarcales están tan solas: ninguna tiene madre, abuelas, hermanas, primas, tías, sobrinas, amigas, o vecinas. Si las tuviesen, no necesitarían al príncipe azul para nada y saldrían de su encierro sin necesidad de caer en la trampa del amor romántico. 

Así que una de las formas de dejar de ejercer violencia entre nosotras es organizarnos, juntarnos y solidarizarnos. Marcela Lagarde inventó el concepto "sororidad" para hablar del hermanamiento entre mujeres, la práctica de la empatía y el apoyo mutuo entre mujeres, para no vivir solas, y para no vivir en guerra contra otras mujeres. 

Una de las cosas que más nos tenemos que trabajar es la misoginia, es decir, el odio contra las mujeres, y contra nosotras mismas por ser mujeres. 

Otra cosa que nos podría ayudar mucho es dejar de obedecer a las mujeres líderesas que ejercen violencia sobre otras mujeres. Dejar de amarlas ciegamente, dejar de reirles las gracias, de aplaudir sus discursos, de apoyarlas cuando piden refuerzos para un ataque. 

Es muy liberador dejar de vivir con miedo a convertirte en su próxima víctima. Empezar a pensar por ti misma y a expresar tus opiniones, aunque no sean las mismas que las de ella. Ayudas además a que las demás se liberen también de la fe ciega y el fanatismo, a que puedan expresarse sin miedo a ser atacadas por sus propias compañeras.  

Nos ayudaría mucho también dejar de admirar, adorar e idolatrar a los hombres, y sobre todo, dejar de imitar sus maneras de relacionarse. 

También nos ayudaría entrenar en las artes de la autocrítica amorosa, gracias a la cual podríamos identificar qué nos tenemos que trabajar para ser mejores personas, para dejar de sufrir, y para dejar de hace sufrir a las demás. 

La terapia nos puede ayudar, pero tiene que ser desde la perspectiva de la ética amorosa. No se trata solo de aprender a defenderte de los ataques de otras mujeres, sino también de dejar de atacar. No se trata solo de cuidarse a una misma, sino de cuidar también a las demás. 

Se trata de entrenar para ser más empáticas y solidarias, para dejar de competir entre nosotras, para aprender a cuidar nuestras emociones y nuestros impulsos de manera que no nos arrasen y no arrasen a las demás mujeres.

Se trata de revisarse los privilegios, y trabajarse el racismo, la xenofobia, el clasismo, la misoginia, y todas las fobias sociales que nos hacen creer que unas estamos por encima de las otras.

Se trata de tomar conciencia de cómo se beneficia el patriarcado cuando guerreamos entre nosotras, y del impacto que tienen nuestras palabras y nuestros actos sobre las demás mujeres. 

Necesitamos, además, crear espacios de debate y construcción de conocimiento colectivo, espacios libres de violencia verbal, en los que podamos debatir de los temas más polémicos sin hacernos daño, y sin exponer a las compañeras a la violencia de los hombres, como sucede en redes.

Como véis es un trabajo personal a la vez que colectivo, pues tenemos que aprender a cuidar nuestrass emociones y a controlar nuestras vísceras, a dialogar y a colaborar para acabar con las luchas de poder, aprender a escucharnos con amor y a respetarnos cuando no podamos entendernos, y entrenar juntas en las artes de la asertividad y la comunicación no violenta.

El feminismo es nuestra gran herramienta: lo que nos une a todas es la lucha contra la violencia patriarcal y la violencia machista, y la lucha para conseguir que todas las mujeres podamos disfrutar de una Buena Vida. 

Nos queda mucho camino por recorrer para aprender a tratarnos bien entre nosotras, pero el primer paso es tomar conciencia no sólo de la violencia que sufrimos, sino también de la que ejercemos sobre las demás mujeres. 

La autocrítica nos puede ayudar a hacer uno de los cambios más importantes de la Revolución Amorosa: que las relaciones entre nosotras se construyan desde el respeto, los buenos tratos, el compañerismo y la sororidad. Y, mientras aprendemos a cuidarnos entre nosotras, también aprendemos a cuidarnos a nosotras mismas. 

Estamos en ello, seguimos soñando con un mundo mejor para todas. 

 

Coral Herrera Gómez


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17 de enero de 2023

Nos salvan las amigas





No nos salva el príncipe azul, ni la policía, ni los servicios sociales, ni los abogados, ni los jueces, ni los políticos que gobiernan. El Estado no llega nunca a tiempo. Así que no nos queda otra que cuidarnos y organizarnos entre nosotras para que no nos maten.

Las mujeres que sufren violencia machista están muy solas: a menudo no quieren preocupar a su gente y creen que pueden aguantar y resistir la situación durante meses y años. A muchas les cuesta ponerle palabras a lo que están pasando, y cuando lo logran les da mucha vergüenza admitirlo. Se culpan a sí mismas, y a veces les cuesta asumir que sus vidas corren peligro.

Cuesta mucho ir a denunciar sola, y enfrentarse a los jueces y a la burocracia de los servicios sociales sola, y reclamar nuestros derechos solas. Nos piden que denunciemos, pero los femicidas nos matan igualmente. Aunque haya orden de alejamiento, aunque les pongan la pulserita, nos matan igualmente, sobre todo cuando queremos salir de la relación, porque muchos no están dispuestos a permitir que salgamos con vida de ella. 

Y cuantos más pasos damos para separarnos, más peligro corremos: los femicidas actúan cuando sienten que van a perder a su pareja y no van a poder controlarla más. 

Hay mujeres que pueden tomar decisiones y actuar con rapidez, pueden contratar a un abogado, alquilarse una casa, y llamar a sus amigas para hacer la mudanza entre todas en un solo día. 

Pero hay muchas mujeres que están solas, y otras que aunque tienen red familiar, tienen miedo de contarle a su gente lo que les está pasando. Mientras, los maltratadores tienen todo el apoyo de la sociedad, los medios, el poder judicial: toda nuestra cultura nos culpabiliza a nosotras y a ellos les justifica, les comprende, les absuelve a ellos. 

Así que a la vez que pedimos en las calles que dejen de violarnos, de golpearnos, de matarnos y descuartizarnos, también tenemos que hacer política en nuestra vida cotidiana, con las mujeres que nos acompañan en la vida. 

Las redes de cuidado entre mujeres salvan muchas vidas en todo el mundo, y ayudan a miles de mujeres a liberarse de las relaciones de dominación y violencia. En ellas nos ayudamos entre todas a identificar cuándo estamos sufriendo violencia machista por parte de nuestras parejas, y cuándo es el momento de dejar la relación. Pero además, una vez que una de nosotras quiere salir de ahí, las demás organizamos el tema de la logística: todas nuestras casas pueden convertirse en un refugio temporal para las amigas, las primas, las hermanas, las madres, las hijas, las tías, las sobrinas, y las vecinas, podemos juntar  dinero entre todas para que ellas puedan sobrevivir en los primeros meses, y si corre peligro de ser asesinada, podemos turnarnos para que no se queden solas y acompañarlas a todas partes. 

Cuando nos sentimos protegidas, acompañadas y cuidadas, es más difícil para el hombre violento actuar. Los asesinos necesitan víctimas vulnerables que dependan de ellos y estén solas, sin apoyo emocional y sin apoyo logístico para escapar. Por eso es tan importante que todas tengamos nuestra red de apoyo mutuo en la que dar y recibir cuidados e información, calor humano y amor de amigas, un techo para cobijarnos, y dinero para sobrevivir.  

Además tenemos que apoyar también a las mujeres que no tienen amigas ni red familiar, ni compañeras con la que contar: las mujeres inmigrantes, por ejemplo, son algunos de los colectivos más vulnerables, así como las mujeres mayores y las mujeres con discapacidades que dependen al cien por cien de sus maltratadores. Las más vulnerables necesitan también ayuda de grupos de mujeres para salir adelante, tanto a nivel psicólógico y emocional, como a nivel logístico. 

Y creo que una de las cuestiones fundamentales es que las nuevas generaciones entiendan la importancia de las redes de mujeres, que desde la infancia puedan construir las suyas propias, que sepan valorarlas, nutrirlas, expandirlas y cuidarlas con todo el amor del mundo. 

Tenemos que ayudarles a tomar conciencia que es mejor que el tiempo y la energía que desperdician con el amor romántico, buscando a su media naranja, lo dediquen a cultivar mucho amor del bueno y a crear su red de mujeres. 

No podemos seguir contandoles cuentos en los que el patriarcado les hace creer que la salvación está en el príncipe azul. En realidad son estas redes de mujeres las que nos sostienen, y en muchas ocasiones, las que nos salvan la vida. 

#Redes #mujeres #ApoyoMutuo #cuidados #SalvarVidas #NiUnaMenos #VivasNosQueremos

Coral Herrera Gómez



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10 de enero de 2023

¿Por qué nos matan?


Collectivo Boca, en Bonito, Italia.


Nos matan por desobedecerles. 

Nos matan por rechazarles cuando nos desean.

Nos matan cuando queremos terminar la relación. 

Nos matan porque no queremos cuidarles más.

Nos matan para sentir el placer del poder.

Nos matan porque les falta humildad y no tienen tolerancia a la frustración.


Nos matan porque no nos pueden enjaular. 


Nos matan porque nuestra cultura les hace creer que las mujeres somos cosas y que cuando nos emparejamos con ellos, les pertenecemos.


Nos matan porque creen que son seres superiores que deben ser obedecidos, venerados y cuidados por mujeres sumisas.


Nos matan porque no soportan que les digan que no.


Nos matan porque no soportan que sus parejas se sientan libres para irse o para quedarse. 


Nos matan porque no son capaces de tolerar un no, un "se acabó", un "no aguanto más," un "me voy". 


Nos matan cuando sienten que pierden control sobre nosotras. 


Nos matan porque no saben perder, ni afrontar las derrotas de la vida con dignidad y elegancia.


Nos matan porque tienen miedo y viven presos de sus inseguridades y sus complejos de inferioridad. 


Nos matan porque se obsesionan con su necesidad de dominar y controlar. 


Nos matan porque son misóginos y machistas.


Nos matan porque quieren tener la razón. 


Nos matan porque tienen el ego muy alto y la autoestima muy baja.


Nos matan porque sufrieron y quieren vengarse.


Nos matan porque no saben relacionarse en igualdad y en libertad. 


Nos matan porque están invadidos por el rencor y la rabia.


Nos matan porque odian a las mujeres. 


Nos matan porque la prensa les apoya.


Nos matan porque los jueces están de su lado.


Nos matan porque los femicidios ni conmueven ni indignan a nuestra sociedad.


Nos matan porque los vecinos miran para otro lado. 


Nos matan porque parecen casos aislados.


Nos matan porque se saben impunes.


Nos matan para que las demás aprendamos la lección.


Coral Herrera Gómez 


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