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9 de noviembre de 2016

Sin machismo, los hombres serían más felices



- Sin machismo, los hombres no asesinarían a otros hombres: el 95% de los asesinos de hombres, son hombres. Así que en un mundo libre de machismo, habría menos asesinatos de hombres y de mujeres, es decir, habría menos violencia, menos sufrimiento, menos dolor. Los hombres no perderían a sus hermanos, padres, abuelos o amigos, y tampoco a las mujeres de su entorno familiar y socioafectivo. Habría menos entierros, menos duelos, menos sufrimiento: todos saldríamos ganando si pudiéramos acabar con la violencia patriarcal.  
- Sin machismo no habría dominadores ni dominados. Los hombres no tendrían que someterse a otros hombres, ni arrodillarse ante ellos, ni obedecerlos, ni vivir esclavizados para enriquecerlos. No habría jerarquías ni viviríamos en un mundo tan competitivo: los hombres no tendrían que someterse al estrés de ser los mejores en todo, no se sentirían perdedores todos los días, no tendrían que pisotear a los demás para subir más alto. No tendrían por qué tener complejos de inferioridad o superioridad: podrían relacionarse de igual a igual con otros hombres, con las mujeres, con los niños y las niñas, con los animales de su entorno, y con la Naturaleza. Su salud mental y su salud física mejoraría mucho, y podrían relacionarse con más amor, respeto y ternura entre ellos, y con nosotras. 
- Sin machismo los hombres no sentirían la necesidad de abusar y violar a los más débiles. No se sentirían mejor dominando y haciendo sufrir a otros hombres, a niños, niñas o mujeres. Tampoco sufrirían la violencia agresiones sexuales, ni violaciones, ni serían víctimas de los abusos sexuales infantiles que hoy en día sufren a manos de otros hombres. No tendrían que prostituirse ni tendrían que drogarse para soportarlo, no tendrían que vivir una vida de humillaciones y dolor. Y las mujeres tampoco tendríamos que sufrir por lo mismo. 
- Sin machismo los hombres serían mucho más libres, no tendrían por qué obedecer los mandatos de género que les obligan a ser agresivos, dominantes, ganadores. Podrían caminar, gesticular, vestirse como les diera la gana, sin sentir miedo  al qué dirán, sin sentir vergüenza de su forma de ser o de sus deseos más íntimos. Podrían amar a otros hombres sin miedo porque no existiría la homofobia ni la transfobia. 
- Son machismo, los hombres podrían vivir su sexualidad de una manera más libre y sana, con otros hombres y con las mujeres.  Podrían olvidarse de la penetración y la eyaculación y disfrutar de los goces del cuerpo entero, de arriba a abajo, sin pensar en la meta final, disfrutando del mientras tanto. Podrían disfrutar del placer anal sin los miedos de hoy en día, podrían explorar su propio placer sin tantos obstáculos y trabas, sin tener que esconderse, sin tener tanto miedo a lo desconocido. Sin machismo, estarían mucho más abiertos a aprender cosas nuevas y a entender la compleja y fascinante sexualidad femenina.
- Sin machismo, los hombres no le tendrían miedo al amor, y aprenderían a amar sin poseer y sin dominar. Serían más libres para empezar y para terminar las relaciones sentimentales con hombres o con mujeres, gozarían más sin tener que obedecer o ser obedecidos, se sentirían mejor si aprendiesen a relacionarse desde el amor y la libertad. Disfrutarían más del amor porque no tendrían complejos de infierioridad, ni sentirían la necesidad de poseer, controlar o destruir a la persona a la que amasen. No tendrían miedo de ser abandonados o traicionados porque aprenderían a respetar, a cuidar y a amar su libertad y la libertad de las personas de las que se enamoran. 
- Sin machismo los hombres podrían reírse de si mismos, hacer auto crítica, llorar en público, mostrar su vulnerabilidad, pedir ayuda cuando lo necesitan. No tendrían tanto miedo a hacer el ridículo y por tanto, se divertirían mucho más. Se sentirían mas libres, respetarían todos los modelos de masculinidad, no se verían obligados a adoptar el modelo hegemónico de masculinidad patriarcal, y no tendrían miedos ante la diversidad sexual y amorosa de la Humanidad. 
- Sin machismo los hombres no tendrían por qué acumular propiedades, acaparar el poder, o ser siempre los protagonistas de la Historia de la Humanidad. No tendrían que afrontar solos los problemas de una familia o de la comunidad, y tampoco se les exigiría que fuesen los principales proveedores de recursos económicos. Sin machismo las mujeres también tendrían acceso a las tierras y a los medios de producción, así que no dependeríamos de ellos y las relaciones serían más sanas y horizontales. No serían los jefes ni los directores ni los amos del mundo: podríamos organizarnos en equipos de cooperativas en los que ellos no acaparasen el poder político y económico.  
- Sin machismo, los hombres no tendrían que mutilarse emocionalmente, y serían  libres para expresar cómo se sienten, sin miedo a ser insultados o humillados en público. Sin machismo ninguno sentiría la necesidad de reírse o de atacar a los hombres que hablan de sus emociones y sentimientos, podrían criar a sus hijos e hijas, disfrutar de su paternidad, aprender a cuidar a sus seres queridos. Podrían disfrutar de la diversidad de afectos que se tiene cuando uno es libre y los demás a su alrededor también lo son
- Sin machismo los hombres vivirían más años porque no tendrían que perder la vida en peleas con otros hombres, no tendrían que someterse a conductas de riesgo para parecer muy machos, y podrían aprender a cuidarse a sí mismos. 
Autocuido: actualmente la mayor parte de los hombres educados en la tradición patriarcal no saben o no quieren cuidar de sí mismos porque siempre han tenido al lado a una mujer (la madre, la esposa, la hermana, etc) que se preocupa por su salud física, psicológica y emocional. Muchos de estos hombres tradicionales no hablan de sus problemas de salud ni van al médico porque les cuesta exponer su vulnerabilidad y no quieren parecer frágiles, ya que les han enseñado que la debilidad es cosa de mujeres, y lo peor para un hombre macho es que le comparen con una mujer. Les da miedo que los demás se burlen de su miedo al dolor, a la enfermedad y a la muerte, por eso no les gusta ir a los tanatorios ni a los hospitales, ni hablar de estos temas en profundidad. Generalmente son sus esposas las que se empeñan en llevarles al médico cuando les ven mal, y no suelen cuidar su dieta o su salud para prevenir enfermedades físicas. En el caso de las enfermedades mentales y emocionales, tampoco saben pedir ayuda: generalmente tratan de disimular su sufrimiento o lo expresan a través de la agresividad o la violencia. Sin machismo, los hombres tradicionales podrían aprender a pedir ayuda, a expresar sus emociones y sentimientos, a cuidarse a sí mismos como seres adultos. 
Conductas de riesgo: los hombres mueren más por accidentes de tránsito (por conducción temeraria o por no respetar las señales de tráfico o los límites de velocidad) y por accidentes relacionados con la falta de prudencia en actividades físicas o deportes de riesgo. Estas conductas temerarias son una demostración de virilidad y valentía, por eso los hombres se sienten obligados a hacer el bruto y arriesgar su vida: para ellos es fundamental que los demás les vean muy "masculinos", o sea, muy fuertes y sin miedos, porque los miedos son "cosa de mujeres", y a ellos les aterra que les comparen con una mujer.
Peleas con otros hombres: sin machismo los hombres no tendrían que batirse en duelo con otros hombres para demostrar lo valientes que son, para defender su honor o el de su familia, para castigar a otros hombres por temas de celos, para descargar la agresividad acumulada, para sentir placer con los subidones de adrenalina... Sin machismo los hombres no se burlarían de otros hombres, ni tendrían que demostrarle nada a nadie: podrían vivir sin pelearse porque no les importaría la opinión de los demás sobre su hombría. Sin machismo viviríamos en una cultura más pacífica en la que los hombres podrían resolver sus conflictos sin violencia, y por lo tanto no morirían acuchillados, golpeados, descuartizados o tiroteados. 
- Sin machismo, los hombres serían más felices porque las niñas, las mujeres adultas, las ancianas serían más felices también. Sin machismo podrían relacionarse con mujeres libres que no dependan de ellos, y no perderían sus energías en relaciones de poder: podrían relacionarse con amor con todas las mujeres y los hombres de su entorno, sin necesidad de poseer, dominar u obedecer a nadie. 
Sin machismo, saldríamos ganando todas y todos. No es solo que nosotras tengamos derecho a vivir una vida libre de violencia: también a los hombres les beneficiaría mucho el final de la cultura patriarcal. Sin machismo los hombres patriarcales podrían deshacerse de sus cadenas, de sus miedos y de sus carencias. Serían más libres, más solidarios, más buenas personas, y tendrían mucha más salud emocional y mental.
Coral Herrera Gómez


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25 de septiembre de 2016

Se vive mejor sin religiones del amor


En el trabajo que llevo a cabo con mujeres de toda España y América Latina en el Laboratorio del Amor, trabajamos mucho el tema de las nuevas formas de querernos, y en concreto hablamos mucho de las relaciones abiertas, el anarquismo relacional, la agamia,y el poliamor. Algunas lo están disfrutando mucho, especialmente las que ya eran poliamorosas antes de leer sobre el tema, las que nunca disfrutaron  en relaciones cerradas con pactos de fidelidad rígidos, las que se han atrevido por fin a relacionarse como siempre habían soñado: sin miedos, sin culpas, sin normas ajenas.
Sin embargo, muchas otras están llevando a cabo un esfuerzo titánico para convertirse en poliamorosas, y se preguntan si este esfuerzo merece la pena. Unas han llegado a la poliamoría de la mano de sus parejas masculinas, y otras han  llegado leyendo y debatiendo con amigas o en asambleas o foros virtuales. Sin darnos cuenta, casi todo el mundo mitifica la poliamoría como la práctica amorosa ideal que acabará con el sufrimiento, las mentiras, las peleas, las luchas de poder, la infidelidad, la violencia romántica.. y sin embargo al vivirlo nos damos cuenta de que las nuevas religiones del amor pueden ser tan tiranizantes como las antiguas. 
Casi todas coincidimos en que la fase teórica es lo mejor: hablar sobre relaciones abiertas es liberador y transgresor, y no es difícil entusiasmarse con esta forma de amar que nos liberará del patriarcado para siempre. Lo difícil es llevar la teoría a la práctica, porque la mayor parte de nosotras carecemos de herramientas para gestionar nuestras emociones: no nos han enseñado a manejarlas, y no podemos obligar al cuerpo a no sentir. Se  requiere de mucho tiempo y entrenamiento para cambiar nuestras estructuras emocionales: no se pueden borrar siglos de patriarcado de un plumazo.
Lo ideal sería encontrar la fórmula mágica para convertirnos en poliamorosas de la noche a la mañana, pero eso se les da mejor a los chicos, que llevan siglos simultaneando relaciones y ahora pueden hacerlo a la luz del día, sin mentir, sin sentirse culpables y sin miedo a que les descubran. 
En nuestro análisis colectivo hemos descubierto que la poliamoría puede ser tan patriarcal (o más) que la monogamia, y que por lo tanto la poliamoría tiene que ser feminista para que sea revolucionaria, y para que podamos disfrutarla nosotras también. Durante siglos y siglos hemos tenido que reprimirnos, mentir y jugarnos la vida para poder tener varios amores. Cuando nos han descubierto, los castigos han sido, y siguen siendo en muchos países del mundo, extremadamente crueles: se nos etiqueta como adúlteras, y luego se nos dilapida, se nos quema vivas o se nos tortura hasta la muerte.  
En el mundo desarrollado, sin embargo, ahora la imposición viene del lado contrario: lo que mola y lo que se lleva ahora es ser poliamorosa, y si no lo eres puedes ser etiquetada como una antigua, una conservadora o aún peor, una mujer machista que no se abre a las tendencias más "transgresoras". 
Como la mayoría quiere evitar estas etiquetas, nos adaptamos a las modas del amor y muchas veces nos machacamos tratando de seguir con fidelidad los nuevos esquemas y modelos amorosos. Lo hacemos para que la manada y la tribu nos acepten, pero también para que nos quieran y nos elijan como pareja. 
Sin embargo, someternos a las nuevas normas duele, porque no es nada fácil hacer la transición desde el romanticismo tradicional y monógamo al romanticismo poliamoroso y abierto. De hecho, puede llegar a ser una tortura que nos machaca la autoestima y la salud emocional, porque no toda la gente que practica el poliamor sigue una ética poliamorosa. Hay mucha gente cruel que miente, que no cuida a sus compañerxs, que hace daño para alimentar su Ego, que jerarquiza y minusvalora a sus amantes para reafirmarse y demostrar su poder y su capacidad de seducción.

Pensando sobre todo esto, nos dimos cuenta de que entonces es fundamental cuidarse a una misma, no permitir que nadie nos haga daño, no traspasar los límites propios, no tener miedo al "qué dirán". Es importante, pactar con una misma, respetar los acuerdos, conocerse bien, saber qué es lo que nos hace bien y lo que no, y querernos tanto como queremos a las personas con las que nos relacionamos. Es importante, también, tener la libertad para cambiar de opinión, para atrevernos o para quedarnos donde estamos: el poliamor no es la salvación, ni es la solución a todos los problemas del amor patriarcal. 
Otra conclusión a la que hemos llegado juntas es que la monogamia es una forma de relacionarse como otra cualquiera y que forma parte de la diversidad sexual y amorosa. Es decir, la monogamia ha de ser una opción libre que cualquiera de nosotrxs pueda elegir. Finalmente, sucede lo mismo que con la poliamoría: la monogamia ha de ser igualitaria, feminista y diversa. 
Todos los modelos amorosos se pueden desmitificar y despatriarcalizar.  En el Laboratorio vamos viendo que no merece la pena sufrir ni sacrificarse para alcanzar el paraíso del poliamor. Al mundo de las relaciones abiertas se ha de llegar disfrutando, sin imposiciones externas o internas, sin mitos ni normas que nos obliguen a adaptarnos al modelo hegemónico poliamoroso. 
Lo bueno de la poliamoría es que podría llamarse de otra manera, y puede vivirse y practicarse como a una le apetezca, de la manera en que a una le convenga, customizando o personalizando la experiencia como deseemos. Esto es practicar el feminismo desde una misma: sentirse libre para elegir, para entrar o salir, y para construir nuestros vínculos desde donde queramos.  
Hemos descubierto que no hay que culpabilizarse si una no es tan poliamorosa como las demás, que no pasa nada si no podemos tener varias relaciones a la vez, que no tenemos porqué torturarnos reprimiendo las emociones o tratando de disimularlas pensando en que nos van a juzgar y a etiquetar con los términos más abyectos (antiguas, mojigatas, estrechas, conservadoras, reaccionarias, patriarcales).
Hay que ser valienta y no tener miedo a las opiniones de la gente. Lo que de verdad es transgresor es disfrutar de tu vida sin pensar en los demás, sin seguir las modas, sin someterse a normas ajenas. Para las chicas del Labo, al final lo importante es sufrir menos, y disfrutar más del amor. 

Si sufres tratando de adaptarte a un nuevo esquema, no merece la pena hacer tanto esfuerzo: es legítimo intentarlo y abandonar, es legítimo probar otras formas de quererse, y es válido negarse a someterse a las nuevas o a las antiguas religiones del amor
Es importante reivindicar nuestro derecho a ser poliamorosas y a dejar de serlo cuando nos apetezca, pues nunca somos las mismas, cada pareja es un mundo, cada etapa de nuestras vidas es diferente, y lo que te apetece en un momento puede no apetecerte en otro. 
Por eso la etiqueta "poliamorosa"  debería ser como una prenda de vestir: me la pongo o me la quito cuando me apetezca, y no soy mejor o peor persona. Sigo siendo estupenda amando de una manera o de otra: lo importante es sentirnos completamente libres a la hora de relacionarnos y de construir nuestros vínculos con lxs demás.
Lo mismo sucede con la heterosexualidad: si es lo que me sale del coño y del corazón, no me hace menos feminista el amar y follar con hombres deliciosos. Si no es impuesta, la heterosexualidad es una opción tan transgresora como otra cualquiera: las lesbianas no son más feministas que las heteros. 
Quien esté libre de patriarcado, que tire la primera piedra. El patriarcado afecta lo mismo a gays, trans, lesbianas y heteros, por eso es tan importante hacer autocrítica amorosa continua, y por eso es tan importante cuestionar cualquier estructura amorosa, emocional, sexual y sentimental.
Todas las religiones y modas del amor pueden ser analizadas, repensadas, desmitificadas, despatriarcalizadas y desmontadas. La poliamoría es una liberación y un espacio de gozo para la gente poliamorosa, pero puede ser un infierno para la gente que no lo es. Por eso hay que probar y ver cómo nos sentimos, si es o no para nosotras, si nos apetece quedarnos un tiempo o para siempre, si nos sentimos nosotras mismas, si estamos a gusto, si tenemos la suerte de encontrarnos con gente linda en el proceso. 
Lo esencial para amar con alegría es poder ir más allá de las etiquetas, no arrodillarnos frente a las religiones del amor (las tradicionales o las nuevas), y sentirnos libres a la hora de elegir con quién y cómo queremos amar. Esto es el feminismo diverso: poder construir la estructura amorosa que queremos cada una, porque todas las formas de quererse son igual de válidas. Lo importante es vivirlas libremente y poder disfrutarlas.
Coral Herrera Gómez

Si quieres saber más sobre el Laboratorio del amor, visita mi web: 
laboratorio del amor final - TEXTO 3

3 de marzo de 2016

Ya tenéis igualdad, ¿qué más queréis?








¿Qué más queréis? Es la pregunta favorita de la gente que no sabe sobre desigualdad, que no sabe qué es el feminismo, que afirma que "no son machistas ni feministas", que no saben historia ni teoría política, que no leen los periódicos. 

¿Qué más queréis?, y suena a reproche: "las feministas siempre protestando por todo". En ese reproche se condensan todos los demás: que si nos violan es porque andamos solas de noche por las calles, que si sufrimos abusos sexuales es porque vamos vestidas en modo provocativo, que si los maridos o parejas masculinas nos matan a diario es porque "algo habremos hecho" (abandonarles, darles celos, ser infieles, desobedecerles, llevarles la contraria), o bien porque no sabemos elegir bien con quién nos juntamos....


El machista te dice: "Ya podéis votar, ya podéis estudiar y trabajar, ya no necesitais el permiso de vuestro marido para abrir una cuenta en el banco, ya podéis conducir coches, ser alcaldesas o presidentas, ya podéis hacer lo mismo que los hombres, ¿qué más queréis?". 


Pues qu
eremos que nos dejen de violar y de matar a diario en todo el mundo. Queremos que nos dejen de mutilar los genitales, queremos que no nos encierren en las casas, queremos que dejen de esclavizarnos para la trata sexual, queremos que dejen de desaparecernos, queremos que dejen de someter a las niñas a matrimonios forzados, queremos viajar solas sin que nos maten, queremos caminar libres por las calles sin miedo, queremos parir en los hospitales sin riesgo a morir o a sufrir malos tratos, queremos que nos dejen ser madres cuando elijamos, queremos que las niñas y las jóvenes puedan estudiar, queremos parar el acoso sexual en las universidades y en el trabajo, queremos empleo y salarios dignos, queremos que se nos deje de usar como botín de guerra en los conflictos armados, queremos que se garanticen nuestros derechos humanos en todo el planeta. 


23 de diciembre de 2015

El poder de las brujas


 
Revista Mente Sana, número 120 (noviembre-diciembre)


Las brujas existen, y aunque no las vemos, haberlas, haylas, y por todas partes. A diferencia de otros seres mitológicos como los duendes o las hadas, que existen sólo como figuras narrativas, las brujas de carne y hueso nos acompañan desde hace muchos siglos.

La primera referencia documentada que tenemos de ellas es del siglo X DC, y en la actualidad se cree que hay más de 200 millones de brujas en el mundo. Las brujas posmodernas son muy diversas: algunas son curanderas que ejercen en sus pueblos; unas son clandestinas y llevan una doble vida, otras son famosas y ricas; unas son brujas hippies que dominan las técnicas de sanación oriental como el reiki, la acupuntura, el yoga; otras se dedican al activismo político y social y a la defensa de los derechos de las brujas…. 

Las brujas profesionales de hoy en día estudian en academias y universidades de Brujas,  investigan y publican en revistas, se reúnen en encuentros internacionales y congresos de brujería, y fundan asociaciones y colectivos de brujas en todo el mundo.  Gracias a Internet, hoy conocemos mucho más acerca de ellas, podemos seguirlas en Facebook y Twitter, leer sus blogs, asistir virtualmente a sus conferencias, cursos y talleres, y contratar sus servicios vía skype o whattsap.

En los relatos de nuestra cultura las brujas son seres muy longevos con poderes especiales, mujeres de acción que cuando se juntan son imparables: no están solas, como las princesas, y tampoco esperan a que alguien les resuelva los problemas. Viven en sus casas con su gato negro, sus libros, sus instrumentos de trabajo, su escoba y sus hierbas, generalmente sin marido que las mande. Saben hacer y deshacer hechizos, usan pócimas mágicas, curan o provocan enfermedades, saben leer el pasado y el futuro, hacen profecías, inventan conjuros nuevos, te ponen en contacto con seres del más allá, te dan consejos sensatos o te destrozan la vida.

Los cuentos de brujas nos fascinan y nos dan miedo a partes iguales porque el poder quería que las viésemos como seres monstruosos: ellas representan a todas las mujeres libres que los hombres temen. Nos las dibujan como seres indomables y rebeldes que ponen en peligro el orden establecido con su feminidad transgresora. En el imaginario colectivo, ellas son la peor pesadilla para el poder patriarcal, porque son mujeres poderosas capaces de transformar la realidad a su antojo.

Sin embargo, en la realidad, las brujas eran tan solo mujeres cono conocimientos, como su propio nombre indica (la palabra bruja en inglés, “witch”, procede del verbo “wit”, que significa “conocimiento”). La mayor parte de ellas fueron científicas que tenían acceso a la lectura y la escritura de libros, sabias que aprendían de sus maestras y transmitían sus conocimientos a otras de su clan.

Algunas eran líderes espirituales de su comunidad, otras eran médicas, curanderas, biólogas, nutricionistas, chamanas, artesanas, científicas … todas se consideraban peligrosas para el patriarcado porque se organizaban en grupos sororarios, tenían secretos, conocían bien el cuerpo y la sexualidad de las mujeres, sabían controlar su fertilidad y ayudaban a muchas a elegir y decidir sobre su maternidad.

La Ciencia occidental se propuso eliminarlas a medida que se fue imponiendo la visión masculina en todas las áreas de investigación y conocimiento. El cuerpo de las mujeres pasó a ser “cosa de hombres”: los científicos pronto se dieron cuenta de que si les impedían ejercer la medicina, y les despojaban de sus saberes, lograrían controlar los cuerpos de todas las demás mujeres.

Para poder crear un rechazo colectivo hacia ellas, la Iglesia las convirtió en monstruos y las satanizó. Se les acusó durante mucho tiempo de trabajar para el Demonio, de asesinar a niños y niñas, de provocar catástrofes medioambientales, de enloquecer a los hombres…  por eso en todos los cuentos y canciones se las representaba como mujeres malvadas, raras, feas o deformes, salvajes, misteriosas, viejas y locas que dan miedo.

Desde el principio de los tiempos, el miedo masculino al poder de las mujeres se ha expresado a través de figuras monstruosas que chupan la sangre a los hombres, que les despojan de su voluntad, que se aprovechan de ellos, que los atraen con sus encantos para destrozarles el corazón. Las mujeres malas de nuestra cultura son desobedientes, insaciables, caprichosas, irracionales, rebeldes, violentas y por eso aparecen como hienas, serpientes, sirenas, vampiresas, diablesas, magas, hechiceras…

Las maléficas (del latín maleficae) fueron, y aún son, el monstruo femenino más grande creado por nuestra cultura. Para hacernos temer el poder de la feminidad sin domesticar, nos las han pintado como la encarnación de la belleza más perversa y la fealdad más horrenda. Ellas representan las fuerzas incontrolables de la naturaleza, son las hijas de la noche y el misterio, son las que navegan por el lado oscuro de la realidad. Son las mujeres salvajes cercanas a la locura, el éxtasis, la vida y la muerte, las drogas, la divinidad y la animalidad…

La caza de brujas que asesinó a 9 millones de mujeres durante los siglos XVI y XVII, no sólo quiso acabar con el acceso de las mujeres al conocimiento y a la Ciencia, sino también con la relación de todas nosotras con nuestra sexualidad, nuestra salud, nuestros cuerpos y nuestra maternidad. El resultado de esta guerra contra las mujeres libres fue una verdadera matanza de la que aún sabemos muy poco. No sólo quemaron vivas a las brujas, sino también a mujeres que fueron acusadas de brujería por no seguir los mandatos de género o no someterse al orden patriarcal. Por eso las ejecutaban en público: eran asesinatos ejemplares con el objetivo de impedir el contagio de la feminidad rebelde.

La Iglesia Católica y muchos Estados de Europa y América se obsesionaron con las mujeres desobedientes y se propusieron acabar con todas ellas utilizando los métodos más crueles y sanguinarios. Fueron perseguidas, violadas, y sometidas a las torturas más horrendas porque el poder necesitaba domesticarlas (o mejor, eliminarlas), para instaurar el capitalismo patriarcal moderno, según nos cuenta Silvia Federici en su libro “Calibán y la bruja”.

La Historia silenció este genocidio hasta que en el siglo XX el feminismo reivindicó la importancia de las brujas, y denunció la invisibilización de la masacre de mujeres por parte de los historiadores. Hoy, muchas feministas nos consideramos herederas de esos colectivos de mujeres rebeldes a las que tanto temían los gobiernos, la Iglesia y la Ciencia. Desde que salió a la luz la represión que han sufrido las brujas en toda la Historia, son muchas las mujeres feministas que se han dedicado a estudiar su historia, a mostrarnos  su enorme diversidad, y a reivindicar el papel fundamental que ellas jugaron durante tantos siglos de patriarcado. 


¿Cómo ser bruja hoy?


12 de noviembre de 2015

Conferencia en México: La construcción sociocultural del amor romántico desde una perspectiva Queer. Coral Herrera Gómez



Aquí tenéis el audio de mi conferencia en la Universidad Autónoma de Aguascalientes, México, impartida el día 19 de Octubre de 2015. Fue la conferencia magistral con la que se abrió el VI Congreso Internacional de Ciencias Sociales y Humanidades, 
 un poco más abajo tenéis el texto completo para descargar o leer on line: 





17 de agosto de 2015

La masculinidad patriarcal y la violencia de género



El 90% de los hombres son asesinados por hombres, el 95% de las mujeres, también. De cada 3 mujeres en el mundo, 1 sufre o ha sufrido violencia por parte de un hombre. Los feminicidios son consencuencia de la cultura patriarcal en la que vivimos, aquí unas claves para entender cómo educamos a los hombres en la cultura del machismo y la violencia, cómo podemos hacer para desaprender lo aprendido, y cómo adquirir herramientas para acabar con la desigualdad, y construir un mundo más pacífico e igualitario. 




¿Por qué matan los hombres a las mujeres?


Los hombres matan a las mujeres en todo el mundo porque han sido educados, y están siendo educados, para que resuelvan sus conflictos mediante la violencia, por eso la mayoría de ellos la usan a lo largo de toda su vida para obtener lo que desean, o para arreglar sus problemas. 

Los hombres matan a las mujeres porque creen que son dueños de sus compañeras, sus hijas e hijos, su casa, su coche y su perro. Se sienten muy superiores a ellos, y como propietarios, hacen lo que les da la gana con ellos. 

Los hombres matan a las mujeres porque han sido educados desde niños para ser los reyes absolutos de la familia, y los dictadores en su hogar. Los niños aprenden que los hombres de verdad son siempre respetados, obedecidos y adorados, y que solo por ser varones gozan del amor incondicional y perpetuo de los suyos, especialmente si dependen de sus recursos económicos. 


Los hombres matan a las mujeres porque en la televisión aparecemos representadas como objetos de posesión que pueden ser comprados y vendidos, que pueden ser violados y abusados, que suelen sentir placer obedeciendo y sometiéndose, y que están ahí para satisfacer los deseos de cualquier varón que tenga algo de dinero. Y como cualquier objeto, si no servimos o no obedecemos, pueden destrozarnos con impunidad, porque la prensa lo llamará "crímen pasional" y explicara "sus motivos" (como si hubiese motivos para justificar el asesinato de una persona). 


Los hombres matan a las mujeres porque la gran mayoría no sabe gestionar sus emociones y viven presos de su sufrimiento, sus miedos, su dolor, sus traumas, sus inseguridades, sus malos recuerdos, sus carencias afectivas y sus problemas más íntimos. Cuanto más miedo y dolor acumulan, más dramáticos se ponen. Cuanto más inseguros se sienten, más violentos son.



Los hombres matan a las mujeres porque son machistas: creen que en el mundo unas personas valen más que otras, y nada más nacer se les coloca en la cúspide de la jerarquía socioeconómica y se les regala una serie de privilegios: mejores salarios, los puestos políticos y empresariales más altos, la propiedad de todas las tierras del planeta son de ellos (más de un 80%). Ellos gobiernan en mayor medida que las mujeres, ellos son los dueños de los bancos, las empresas, y los medios de comunicación.... ellos tienen los bienes y los recursos, lo que les da poder sobre los demás, y especialmente, sobre las mujeres. Nosotras somos, para los machistas fundamentalistas, como los animales: un objeto que se vende, se compra, se alquila, se intercambia por ganado, se disfruta, se explota, se mutila y se maltrata. 



Los hombres matan a las mujeres porque nuestra cultura amorosa es patriarcal y está basada en el egoísmo, en el sufrimiento, en la desigualdad, en las relaciones verticales, en las luchas de poder. El capitalismo romántico nos hace egoístas, el romanticismo patriarcal perpetúa los mitos románticos y ensalza el dolor como vía para alcanzar el amor. El romanticismo patriarcal está basado en la doble moral sexual, en el placer del sufrimiento, en la dependencia emocional femenina, en la violencia de género, en el odio como forma de relación, en el esquema de dominación y sumisión, o la estructura del amo y el esclavo. Los hombres se han creído que las mujeres somos buenas o malas, y siguen teniéndole miedo a nuestra libertad y autonomía, a nuestra sexualidad y erotismo, porque no saben cómo relacionarse con nosotras de tú a tú. Han sido educados para sentirse adorados, respetados y necesitados, no para construir relaciones igualitarias. 

Los hombres matan a las mujeres porque no soportan las derrotas. No saben gestionar una ruptura sentimental porque no les han enseñado que la gente puede seguir su camino libremente, que nadie nos pertenece, que todos somos libres para unirnos y separarnos. Los niños que son educados patriarcalmente en la competición más despiadada no tienen herramientas para relacionarse en condiciones de igualdad, necesitan sentirse ganadores, y por eso una ruptura sentimental se vive como un fracaso. No tienen herramientas para superar el duelo, no pueden hablarlo con nadie para no sentirse débiles o perdedores, no tienen a quién acudir cuando se sienten desesperados porque les importa más dar una imagen de ser alguien fuerte y poderoso. No pueden desahogarse, no saben pedir ayuda, y en la tele no dejan de enviarles el mensaje de que el uso de la violencia es legítima y normal cuando uno tiene que defenderse o defender sus propiedades.



Los hombres matan porque los héroes masculinos matan y están llenos de gloria. El dios de nuestra época es un dios guerrero, un macho mitificado por su fuerza y su violencia. En la publicidad, en los cómics, en las películas, en los videojuegos se rinde culto a todas horas a los guerreros asesinos, ya sean androides o caballeros medievales. Todos nuestros héroes consiguen sus objetivos a través de la violencia, por eso las películas se desarrollan entre balazos, bombazos, flechazos, navajazos, puñetazos, machetazos, y escenas de tortura y dolor. La mayor parte de las películas que emiten en cines y televisión tienen machos alfa, armas y sangre, gritos y violencia. En todos ellos el héroe exhibe su fuerza, su valentía, y su capacidad para aniquilar a quien se le ponga en el camino... los efectos especiales y la música de la ficción espectacular aumentan su poder de seducción sobre los espectadores y las espectadoras, que admiran la sensualidad de la violencia patriarcal y la poesía del sacrificio varonil.


28 de junio de 2014

CITAS FEMINISTAS







“La actuación de la mujer no implica una participación en el poder masculino, sino cuestionar el concepto de poder”. Carla Lonzi, filósofa italiana.


“La cooperación es la convicción plena de que nadie puede llegar a la meta si no llegan todos”. Virginia Burden.

“Las mujeres constituyen la mitad de la población en todos los países. Apartar a las mujeres y excluirlas de la participación en la vida política, social, económica y cultural significaría, de hecho, tanto como privar a la población de cualquier comunidad de la mitad de sus capacidades”.
Shirin Ebadi, abogada y activista iraní.


"Me parece que las que tienen el coraje de rebelarse a cualquier edad son las que hacen posible la vida..., son las rebeldes quienes amplían las fronteras de los derechos, poco a poco..., quienes estrechan los confines del mal y los reducen a la inexistencia”. 
Natalie C. Barney"

"Las mujeres han servido durante todos estos siglos como espejos que poseyeran el poder de reflejar la figura del hombre a un tamaño doble del natural”. 
Virginia Wolf, escritora británica. 

"Ser mujer es fascinante, constituye una aventura que requiere considerable valentía, un desafío que nunca llega a aburrir".
Oriana Fallaci, periodista y escritora italiana.


“La enredadera feminista, se hace de muchos nudos y de muchos lazos, que se tienden imperceptiblemente para los ojos controladores del orden patriarcal”. Marcela Lagarde, antropóloga mexicana.


“Cada vez que una mujer da un paso, todas avanzamos”. 
Mª Teresa Fernández de la Vega, ex vice-presidenta del gobierno español.

“La feminización de la pobreza es un hecho. La falta de oportunidades de empleo acordes con la formación, otro. El acoso y, cuando cabe, la violencia, otro más. Todo ello para un colectivo cuyo único defecto visible parece ser el no haber tenido la previsión de nacer con otro sexo”.
Amelia Valcárcel, filósofa española.

“Ignoramos nuestra verdadera estatura hasta que nos ponemos en pie”. 
Emily Dickinson, poeta estadounidense.

“Nos han llamado Amazonas, pero lo cierto es que nuestra gran aventura es con la vida, no con la muerte”. Natalie C. Barney, escritora norteamericana.

“Lo que les falta aprender a las mujeres es que nadie da el poder; hay que tomarlo”.
Roseanne Barr, actriz y cómica estadounidense.

“Hay mucha tiranía disfrazada de protección”. Cristal Eastman

“El estado actual del mundo exige que las mujeres se tornen menos modestas y sueñen, planeen, actúen, se arriesguen en mayor escala”. 
Charlotte Bunch, teórica y activista feminista norteamericana.


“No es grato haber nacido mujeres y lo que queremos es vivir el placer de serlo. La libertad de pensar, de decir, de hacer y de ser lo que nosotras decidamos. Incluidas la libertad de equivocarnos”. Librería de Mujeres de Milán



“Estoy convencida de que la experiencia maternal puede ser feminista y apoderada si el proceso de la gestación, el parto, el postparto y la lactancia caen bajo el control y decisión de las mujeres. Hasta ahora la maternidad patriarcal ha dominado el escenario y se nos ha condenado -y obligado- a parir violentamente y a criar patriarcalmente. Sin embargo, nuevos modelos de nacimiento y crianza afloran desde el apoderamiento, la agencia, la libertad, la solidaridad y el control de las mujeres sobre sus cuerpos. Una maternidad apoderada y feminista es posible.”
Gabriela Boichuk.



“Si analizamos por qué las mujeres sufren agresiones, la multitud de formas de violencia que las mujeres padecen, ya sean los crímenes en nombre del honor o la mutilación genital, todos ellos se basan en la idea de que las mujeres no deben controlar su sexualidad”. Charlotte Bunch


“Solo triunfaremos si no nos olvidamos de aprender”. 
Rosa Luxemburg, líder socialista alemana.


"Solamente cuando las mujeres comienzan a sentirse en su casa sobre esta tierra, vemos aparecer una Rosa Luxemburg, una madame Curie. Demuestran con brillantez que no es la inferioridad de las mujeres lo que determina su insignificancia histórica: su insignificancia histórica las condena a la inferioridad”.

Simone de Beauvoir, filósofa y escritora francesa.



“Desde la quema de brujas en la Edad Media hasta la actualidad, las mujeres han sido objeto de una imaginería en la que se recogen los temores masculinos soterrados. El caso en donde mejor se reflejan estos temores es en los Autos de Brujería en donde se muestra el odio inconsciente acumulado y proyectado en todo lo que recuerde, aunque sea de lejos, lo doméstico: la escoba, el caldero y hasta el gato (que fueron casi exterminados en el siglo XIV en Europa por ser compañía habitual de la mujer) son identificados como prácticas satánicas. Todo ello sería cómico, si no hubiesen muerto miles de mujeres”
Blanca Muñoz, 2001.

“La prolongada esclavitud de las mujeres es la página más negra en la historia humana”. Elisabet Cady Stanton, líder sufragista británica.




“Como clase, las mujeres jamás subyugamos a otro grupo; nunca emprendimos guerras de conquista en nombre de la patria. Jamás participamos en una decisión para anexionarnos el territorio de un país vecino, ni combatimos por mercados extranjeros en costas remotas. Esos son los juegos de los hombres, no de nosotras. No queremos ser ni opresoras ni oprimidas. La revolución de las mujeres es la última de todas las revoluciones”. Susan Brownmiller, periodista y teórica feminista estadounidense.

"Una mujer tiene que valer el doble que un hombre para llegar la mitad de lejos”. Fannie Hurst, guionista de cine norteamericana.

"Dado que los historiadores pertenecen al sexo masculino, rara vez se dignan a registrar las grandes y nobles acciones realizadas por las mujeres; y cuando de ellas dan noticia, lo hacen añadiendo esta sabia observación: aquellas mujeres han actuado situándose por encima de su propio sexo. Y con esto podemos intuir aquello que quieren hacer entender a su lectores: ¡las grandes acciones no fueron mujeres quienes las realizaron, sino hombres con faldas!”
Mary Astell, teórica feminista británica.



“Cuando hablamos del aborto, estamos hablando del derecho de las mujeres a decidir sobre su vida. Esto se basa en un principio no solo ético, también político: el reconocimiento de las mujeres como sujetos con capacidad moral para decidir sobre las cuestiones que la vida las presenta, y es este respeto a la decisión de la mujer lo que hace del aborto un derecho, y no una imposición: no obliga a nadie. Quienes defendemos el derecho al aborto somos las primeras en defender la educación afectivo/sexual, la información y acceso fácil a los métodos de anticoncepción, en definitiva la prevención del embarazo no deseado, porque este es el problema, y el aborto es una opción”.
FEMINISMOS 15M


"El feminismo no quiere imponer un matriarcado basado en la violencia contra el hombre, como ha sido el patriarcado hasta ahora. No desea dejarlos sin voto, ni violarlos en las guerras, ni mutilar sus genitales en pro de una tradición cultural, ni confinarlos en el ámbito doméstico, ni quiere matarlos por adulterio. El feminismo no pretende que los hombres sean propiedad de sus madres y luego de sus mujeres, ni desea que los hombres cobren salarios más reducidos, ni tampoco querría desterrarlos de las cúpulas de poder mediático, empresarial y político. No quiere traficar con cuerpos masculinos para el disfrute de los femeninos, ni desea que los niños varones estén desnutridos o abandonados en orfanatos, ni, por supuesto, promovería su marginación social o económica. Tampoco vetaría que los niños varones pudiesen ir a la escuela, ni les prohibirían el acceso a la Sanidad y la Universidad. Comprendan que eso es una locura que no promueve el feminismo". 
Coral Herrera Gómez. en El feminismo en la educación y la cultura



Otros post de citas:



12 de junio de 2014

Bodas Reales, Bodas Patriarcales de Coral Herrera Gómez




Este es el nuevo libro de Coral Herrera publicado por Haika Ediciones.

Coral Herrera es Doctora en Humanidades  y Comunicación, es feminista queer, escritora y bloggera, docente y consultora, madrileña de nacimiento y costarricense de adopción. Esta obra forma parte de su tesis doctoral "La construcción sociocultural del amor romántico", en la que analiza los mitos del romanticismo patriarcal en la cultura y los medios de comunicación. Bajo el lema con el que ha venido trabajando estos años "Lo romántico es político", lleva a cabo un análisis multidisciplinar de la boda de los Príncipes de Asturias con un enfoque queer.


 La boda real española fue un producto perfecto: un ritual espectacular y un derroche de mitos sirvió para legitimar la monarquía española y entretener a millones de personas en todo el planeta durante un par de semanas. La adaptación del cuento de hadas a la española fue una muestra del poderío empresarial, religioso, político, y militar: el amor invisibiliza la ideología patriarcal, capitalista y democrática que subyace a estos relatos de príncipes y princesas “de carne y hueso”. Con sus historias de amor perpetúan las estructuras obsoletas de nuestras sociedades; con este análisis de sus romances la intención es desmitificar estos productos mediáticos y aportar a la construcción de nuevas estructuras sentimentales y afectivas … porque otras formas de quererse y de organizarse son posibles. 











Artículos de Coral: 





9 de junio de 2014

Los retos de las mujeres en América Latina




Este artículo fue publicado en Esglobal el 9 de Junio de 2014.  

El día que Dilma Rousseff ganó las elecciones en Brasil, las portadas de los periódicos eligieron la foto de la nueva presidenta arropada por el señor Lula, quien le da un beso en la frente mientras rodea su cabeza con un gesto de ternura. También Cristina Fernández de Kirchner tuvo a su lado en las portadas a un hombre el día que pasó de ser Primera Dama a ser presidenta de Argentina: su marido le ayudó a sostener y alzar el cetro presidencial. Su gesto paternal sirvió para legitimar de forma simbólica la victoria electoral de su esposa.  
América Latina ha dado pasos de gigante en estos últimos años hacia la igualdad: las presidencias de Rousseff y Fernández, junto con las de Michelle Bachelet en Chile y la de Laura Chinchilla en Costa Rica, han supuesto un hito histórico y tienen un enorme valor simbólico. Sin embargo, la cuestión es si sus liderazgos están contribuyendo al empoderamiento colectivo y a la paridad democrática.
Las presidencias femeninas apenas han transformado las estructuras de poder patriarcal de las democracias de sus países, que siguen basadas en el modelo presidencial: una figura de máxima jerarquía rodeada de un núcleo pequeño de gente que toma decisiones.  Las estadísticas nos demuestran que las mujeres de América Latina y el Caribe han aumentado su tasa de participación política en algunas áreas, principalmente en los parlamentos: en Argentina el número de mujeres parlamentarias ha aumentado del 6% al 37,4% en diez años, según datos de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) en 2014. En Costa Rica aumentó del 10% al 38%, en Chile del 7,5% al 14,2% y en Brasil del 5 al 8%, país en el que también aumentó  el porcentaje de mujeres en los gabinetes ministeriales, pasando del 10,7% al 22,6%. 
En paralelo, se percibe un ligero aumento de la participación de las mujeres en el ámbito de la política local: el porcentaje promedio de concejalas de América Latina y el Caribe aumentó desde el 13.7% en 1998, al 25.2% en 2012. Muchos países, sin embargo, se encuentran lejos de las cuotas de paridad: en Argentina, el número de alcaldesas aumentó del 6 al 10%; en Chile, del 9 al 12%; en Bolivia, del 3 al 7%, según datos de CEPAL de este año. 
Algunos países latinoamericanos han puesto en marcha una serie de medidas para incentivar la participación política de las mujeres, como por ejemplo garantizar el acceso de miles de ellas a la obtención de papeles y documentos legales o la aprobación de una ley para eliminar la violencia y la discriminación hacia mujeres que participan en actividades políticas. En Bolivia estas medidas han supuesto un notable incremento de la participación de las mujeres en sindicatos, partidos políticos, organizaciones vecinales, corporaciones municipales y movimientos sociales.
Aunque las presidentas acaparen los focos de atención, las organizaciones de mujeres están jugando un papel fundamental en el camino hacia el desarrollo de toda América Latina y el Caribe. Asuntos como el derecho al agua de las poblaciones, el derecho a la tierra del campesinado, la soberanía alimentaria, los derechos de los pueblos indígenas, la defensa del medioambiente, los derechos de la población LGBTQ, la lucha contra el turismo sexual o la trata de mujeres y niñas son algunas de sus demandas.
Bajo mi punto de vista, ellas son las verdaderas protagonistas de los cambios en todo el continente. Con su trabajo están contribuyendo al empoderamiento colectivo, porque con sus luchas están aportando en  la mejora y transformación de sus comunidades, de sus países y de la región. Muchas organizaciones están trabajando desde otros modelos de liderazgo femenino que no están basados en figuras autoritarias que representan al resto. Cada vez son más las mujeres latinoamericanas trabajando en redes horizontales, locales, nacionales e internacionales y están experimentando diversas metodologías de trabajo e equipo que involucran a toda la comunidad. Este modelo participativo convierte a todos sus miembros en beneficiarios y, a la vez, en actores principales de sus proyectos. 

Coral Herrera Gómez Blog

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