"Nena, no te enamores de mí": ¿cuántas veces habremos oído esta frase en los labios de un chico al empezar una relación?. A los hombres les encanta imitar a sus héroes patriarcales, varones con el corazón endurecido que no están dispuestos a construir un vínculo hermoso y no tienen herramientas para disfrutar del amor.
Las excusas que ponen son más o menos siempre las mismas:
- Una mujer me rompió el corazón en el año 1979,
- Necesito estar con mis amigos y sentirme libre como el viento,
- No me encuentro preparado para "asentar la cabeza" (lo dicen incluso los de 42 años),
- No sé lo que quiero en la vida, y necesito encontrarme a mi mismo,
- Busco a la princesa ideal y no la encuentro,
- Ya no creo en el amor desde que esa desalmada me dejó por otro,
- No creo en la pareja tradicional, que es una institución antigua y yo quiero ser super moderno.
A los niños les educan desde pequeños para que valoren mucho su autonomía y su libertad, y para que aprendan a defender su independencia.
Junto con estas premisas, también se les enseña que el amor es "cosa de mujeres", y además es el arma con el cual ellas ejercen su poder. El amor se convierte en matrimonio y luego en hijos, y suele ser una especie de cárcel para hombres. Si no queda otro remedio que casarse, el deber de cualquier hombre es siempre intentar que no coarten su libertad ni su independencia, y sobre todo, que la mujer no sea la ganadora en esta eterna batalla entre los sexos.
Así pues, es muy fácil entender por qué los hombres no desean emparejarse así como así: en la cultura patriarcal, las mujeres siempre intentan dominar a los hombres a través de las emociones, los sentimientos y el sexo. Por eso el amor no debe de ser jamás el centro de sus vidas, pues si le dan demasiada importancia, acabarán dominados por una mujer, y no hay peor pesadilla para un hombre que ser un calzonazos al lado de una mujer poderosa.
El tema tiene mucha tralla, porque bajo esta lógica patriarcal, cuando los hombres se enamoran de las mujeres, no solo pierden su libertad de movimientos, sino que pierden todo su poder. Además, el coste es bien alto: tendrán que trabajar duro para mantenerlas a ellas y a sus hijos. Aunque ellas trabajen y tengan éxito profesional, ellos siempre serán los últimos responsables de proveer de recursos el hogar, de modo que estarán atados al trabajo de por vida.
La mayor parte de los hombres patriarcales tiene asumido que la juventud se acaba cuando empieza el matrimonio, por las obligaciones económicas que conlleva, y por las responsabilidades que se adquieren. Dejas de ser el hijo para pasar a ser el padre, y eso es un tremendo shock, especialmente para hijos apegados a las faldas de su mamá que desearían estar toda la vida protegidos y amamantados por ellas.
Esta es la razón por la cual en las bodas los amigos solteros organizan una despedida con putas y alcohol (aunque los hombres casados siguen yendo de putas, ya la frecuencia quizás no sea la misma que cuando están solteros). En la ceremonia al flamante novio le miran con compasión y le hacen muchas bromas: otro que cae preso. Los solteros piensan: ya no es uno de los nuestros, ya no vendrá todos los fines de semana al puticlub, ya no podremos contar con él a todas horas. Enamorarse y casarse entonces es casi como caer enfermo, o estar en desgracia: un hombre cazado, casado, está inevitablemente sometido al poder de la mujer que le ha elegido.
Bajo esta lógica patriarcal, a los chicos heteros les cuesta relacionarse con mujeres independientes y empoderadas, por eso tienden a buscar mujeres patriarcales que los "aten en corto", es decir, mujeres controladoras que les vigilan, les regañan, les imponen unas normas, les castigan cuando se portan mal, les perdonan cuando se muestran arrepentidos y prometen que no lo volverán a hacer.
El matrimonio patriarcal es un pacto de renuncias y cesiones: ellos entregan su libertad a una mujer que va a ser la mamá-criada, o sea, la que te lava los calzoncillos, te da de comer, te cuida cuando estás enfermo, y te exige un montón de cosas a cambio. Las principales son: que te conviertas en un ser adulto que gana dinero, que cambies las faldas de la madre por las suyas, y que renuncies a otras mujeres.
Los que no renuncian a otras mujeres tienen que estar constantemente mintiendo, pero esto es algo muy corriente en los hombres patriarcales, y está aceptado y normalizado en nuestra cultura: las esposas siempre han de vigilar a sus esposos, y estos deben intentar hacer lo que les apetece sin que les descubran. Si les descubren, han de asumir el castigo que les corresponde, por eso luego pueden volver a "pecar": el adulterio masculino nunca es tan grave como el femenino.
Por eso hay tantos chistes sobre cómo te pilla la mujer con tu amante o con una prostituta, y por eso nos reímos tanto con las escenas en las que los hombres son atrapados en sus mentiras e infidelidades. Los hombres tienden a comportarse como eternos niños a los que puedes premiar y castigar, y siempre cumplen un doble papel: el del hombre maduro que acude cada mañana a trabajar, y el del niño que miente para hacer lo que le da la real gana.
Por eso hay tantos chistes sobre cómo te pilla la mujer con tu amante o con una prostituta, y por eso nos reímos tanto con las escenas en las que los hombres son atrapados en sus mentiras e infidelidades. Los hombres tienden a comportarse como eternos niños a los que puedes premiar y castigar, y siempre cumplen un doble papel: el del hombre maduro que acude cada mañana a trabajar, y el del niño que miente para hacer lo que le da la real gana.
Los hombres generalmente tienen miedo al amor y a las mujeres porque no quieren perder su poder, no quieren ser unos calzonazos, no quieren hincar la rodilla y someterse a las normas del patriarcado. Saben que tendrán que hacerlo tarde o temprano y que con ello van a ganar mucho, en realidad: se vive muy bien con una mujer-criada que se preocupa por tu salud, tu ropa, tu higiene, tu nutrición, tu salud, tu bienestar y tus necesidades sexuales y afectivas. Pero el precio es muy alto: el patriarcado les pide que pierdan su libertad y su autonomía, después de enseñarles a defender su tesoro durante años.
El miedo al amor tiene que ver también con el miedo a las mujeres: a muchos les cuesta tratar de tu a tu a las mujeres, o relacionarse con aquellas que desean o exigen un trato igualitario. Es siempre más cómodo juntarse con una mamá criada que te perdone todo y te ame para siempre, una mujer dependiente que no te traicione, una mujer más madre, más insegura, más tradicional. Con las mujeres modernas hay que relacionarse desde la igualdad, y no te perdonan las estupideces, los deslices, las aventurillas, las canas al aire, la falta de compromiso... te exigen que seas adulto, honesto, coherente y consecuente con tu discurso, así que son más incómodas.
Mi consejo para todxs: para la batalla de sexos que nos coloca en estas posiciones absurdas y nos provocan tantos sufrimientos innecesarios.
Para las chicas que se encuentran con hombres incapaces de disfrutar del amor: alejarse rápido, cortar la relación enseguida, olvidarse de todos aquellos que te pongan problemas, muros, obstáculos al disfrute del amor.
Para los chicos: que se pongan las pilas y aprendan a relacionarse con mujeres libres, que aprendan a relacionarse con el amor y con sus sentimientos sin miedo, que no se auto boicoteen la posibilidad de disfrutar de las relaciones horizontales e igualitarias.