"Yo ahora tengo novio, sí, tengo varios novios, pero no lavo ni un calzoncillo más en mi vida", "a mí me encanta enamorarme, pero ya no soy sirvienta de nadie", "yo novios y amigos íntimos solo los domingos, el resto de los días los tengo muy ocupados", así hablan las Señoras que... han alcanzado la liberación.
La mayoría cayó en su juventud en la trampa del amor romántico, y después de criar a sus hijos e hijas, y trabajar toda su vida sin descanso, enviudan o se divorcian, y empiezan una nueva etapa de sus vidas. Las veo tan liberadas y lo tienen tan claro: los hombres sólo para disfrutar. Nada de compartir techo: quedan con ellos para ir al cine, a manifestaciones, al museo, a pasear por el campo. Disfrutan sus sesiones de sexo y amor, leen juntos, escuchan música juntos, aprenden y practican bailes de salón, asisten a tertulias literarias, hacen deporte, o se escapan unos días a conocer sitios nuevos, pero su vida no gira en torno a ellos.
A estas Señoras las escucho hablar y me da subidón. Las miro y las admiro: disfrutan de su jubilación y sus ahorros, disfrutan de sus amigas, de sus nietos y nietas, se apuntan a clases de mil cosas, viajan, van a conciertos y al teatro, o hacen ellas mismas teatro, militan en grupos de mujeres y movimientos sociales, hacen nuevas amistades, se cuidan mucho a sí mismas y entre ellas, y están como nunca. Por fin tienen tiempo para sí mismas, para dedicarse a sus pasiones, y los hombres no son el centro de su existencia, sino un afecto más en una red de afectos múltiples.
Son Señoras que tienen más de 65 años y que se han liberado del mito romántico: ya se ilusionaron, ya se decepcionaron, y ahora no tienen tiempo que perder: los años que les queden de vida, quieren pasarlos bien, quieren vivir sin sufrimientos, sin sacrificios, sin tener que aguantar, y sin tener que renunciar a todo lo que renunciaron durante 30 o 40 años de sus vidas. Quieren disfrutar, y ya saben lo que quieren y lo que no, lo que les conviene y lo que no. Ojalá lo tuviéramos todas tan claro cómo ellas.
Cuando escribí el libro "Dueña de mi amor" pensé en ellas, y en cómo podríamos contarle a las chicas más jóvenes todo lo que hay después de la boda romántica, para que no tengan que pasar por lo mismo, y para que puedan amar en libertad. Y me di cuenta de que la fórmula de las Señoras es la mejor... la más realista y la más práctica. Viven tan a gusto gozando de su libertad, de su dinero, de su energía de su tiempo, libres de su rol tradicional, autónomas y empoderadas...
Los hombres mejor como amantes: ellos en su casa, nosotras en las nuestras. Todo son ventajas: el amor no se deteriora con la convivencia, no hay relaciones de abuso ni dominación, tienes mucho más tiempo libre, piensas más en ti y en tu placer, te da tiempo a echar de menos a tu chico y que te entren ganas de verle, y cuando os juntáis, aprovecháis el presente y lo vivís con mayor intensidad. Ambos os sentís libres, ambos tenéis vuestros propios espacios y tiempos, y no se acumula el rencor por las peleas cotidianas ni por la explotación doméstica, porque cada cual se encarga de lo suyo.
Cuando los hombres desaparecen del centro de tu vida, apareces tú, y gente maravillosa que te quiere y te cuida, y tus redes afectivas se multiplican: es entonces cuando comprendes que el amor está en todas partes, y que la pareja es una más de tus relaciones.
Tú en tu casa, yo en la mía: así es más fácil quererse bien y disfrutar del sexo y del amor, con una red de gente estupenda, y una pareja que no ocupe todo el espacio ni el tiempo, los dos grandes tesoros de las Señoras que ya no sufren por amor.
La gran pregunta que me hacen las mujeres de treinta años es: ¿ y como tenemos hijos con hombres sin vivir con ellos? Yo les hablo de las Mosuo, una tribu de Nepal en la que las mujeres no conviven con los hombres: comparten lecho en la noche con sus amados, pero por el día comparten cuidados, y están organizadas entre ellas para trabajar y criar. Así, cuando una relación sentimental se rompe, sufren por el dolor de la pérdida, pero no se hunden porque sus vidas siguen igual. Siguen viviendo en una red de afecto y apoyo mutuo: para ellas no tener pareja no significa quedarse sola.
Y para las Señoras que, tampoco. Si lo que queremos es sufrir menos, y disfrutar más del amor, mi propuesta es que convirtamos a nuestros amados en nuestros amantes, al menos hasta que nosotras dejemos de caer en el gran estafa romántica, y ellos aprendan a relacionarse con mujeres libres y autónomas. Nosotras llevamos años trabajándonos los patriarcados, pero no podemos sentarnos a esperar a que empiecen ellos. De momento, no lo necesitan.
Si no podemos tener relaciones de amor compañero con ellos, si no podemos construir parejas igualitarias basadas en los cuidados mutuos, entonces mejor ser prácticas y juntarnos con los hombres sólo para divertirnos y para disfrutar. Para compartir la vida podemos crear otro tipo de familias, con nuestra gente querida, con nuestras redes de mujeres.
¿Y qué pasaría con los hombres si nos negamos a formar un hogar y una familia feliz con ellos? Creo que para ellos también sería muy positivo. Tendrían que aprender a cuidarse a sí mismos, y a cuidar a los demás, y serían más autónomos. Al principio les costaría renunciar a tener una asistenta personal gratis, y les costaría aprender a relacionarse con mujeres libres. Se sentirían como reyes destronados, pero podrían juntarse entre ellos para hablar de sus sentimientos y desahogarse.
Sin duda se sentirían desorientados al no poder ocupar el centro de la vida de las mujeres, y al no ser necesarios para nada, pero con el tiempo empezarían a trabajarse los patriarcados para poder tener pareja y para poder disfrutar de sus hijos e hijas, los que quisieran ser papás. Como ya no tendrían a su disposición millones de mujeres deseosas y necesitadas de amor, entonces por fin necesitarán hacer cambios para adaptarse a los nuevos tiempos. Es posible que entonces puedan hacer autocrítica amorosa, personal y colectiva, pero eso no depende de nosotras.
Nosotras solo podemos trabajar en nuestro proceso de liberación para ser autónomas emocional y económicamente, para apoyarnos y cuidarnos entre nosotras, y para poder construir relaciones con los hombres desde la libertad, no desde la necesidad ni la dependencia.
¿Se imaginan los enormes cambios políticos y económicos que desataría esta transformación de nuestras relaciones?
Coral Herrera
Del capítulo: "Convierte a tu amado en tu amante: amor sin romanticismo, y otras utopías" en el libro "Dueña de mi amor: mujeres contra la gran estafa romántica".