“El reto actual del
feminismo es el la globalización” Celia Amorós.
Las luchas feministas de los
años 70 provocaron una revolución y promovieron una serie de cambios
institucionales, legales, políticos y económicos de enorme importancia para la
sociedad occidental. Los logros más
importantes de la revolución feminista fueron el sufragio universal de voto, la
legalización del aborto, y la ley del divorcio.
Gracias a esa lucha en la
que muchas mujeres perdieron la vida, y otras muchas resultaron heridas,
encarceladas, represaliadas y acosadas, hoy en día las mujeres occidentales:
- somos seres adultas y autónomas,
no propiedad de un padre o un marido.
- podemos votar y participar
en la política de los países democráticos,
- trabajar a cambio de un
sueldo, y la obtener la independencia económica,
- cosas que en el
franquismo no se podía hacer: poder abrir cuentas bancarias propias, montar
empresas, viajar con libertad, y elegir
con quien queremos compartir nuestra vida.
- Gracias a las relaciones
libres e igualitarias que demandaban las mujeres, y a la píldora y el condón, pudimos
disociar sexualidad y reproducción, tener relaciones sin miedo al embarazo, las enfermedades o la muerte por parto, y elegir con quién estar.
- La maternidad pasó a convertirse en algo voluntario y deseado, no en una imposición que obstaculizaba el derecho al placer.
- La maternidad pasó a convertirse en algo voluntario y deseado, no en una imposición que obstaculizaba el derecho al placer.
- El acceso de la mujer a la
enseñanza secundaria y a la superior, y a la formación profesional. Hemos dado
un salto enorme en ese sentido, porque hemos logrado acceder a profesiones
antiguamente prohibidas para nosotras y porque en los 80 las mujeres feministas
lograron avances en los derechos de las trabajadoras: sueldos dignos, jornadas
reducidas, baja maternal, baja paternal, horas de lactancia, etc.
La lucha gay se unió a la feminista
para lograr la revolución sexual, que supuso una transformación de las
relaciones sexuales, afectivas y sentimentales de gran importancia para las
sociedades actuales. Los cambios que esta revolución logró (aumento de las
tasas de divorcio, aumento de las tasas de los hogares monoparentales, descenso
del número de hijos por mujer, aumento del número de trabajadoras, etc.) han
provocado lo que derecha e Iglesia denominan “la crisis de la familia tradicional”,
que sin embargo han diversificado y enriquecido las formas de quererse, de
crear y mantener una familia.
La entrada masiva de las
mujeres en la mano de obra remunerada a partir de la Revolución industrial de
Occidente, y el incremento del número de mujeres empresarias en el mundo es,
según Helen Fisher, uno de los fenómenos más extraordinarios de la larga
trayectoria del homo sapiens, porque
supone la reaparición de la mujer con poder económico después de muchos siglos
de opresión por el solo hecho de nacer mujeres. La antropóloga afirma que las
mujeres de todo el mundo están recuperando gradualmente el peso económico que
poseyeron cientos de miles, o incluso millones de años atrás, y llega a afirmar
que “Estamos en el umbral de lo que podría ser la Era de la mujer”.
El gran logro de la lucha
feminista no ha sido sólo liberar a las mujeres; los hombres también se
benefician y se han beneficiado de estos triunfos sociales. Por ejemplo, ya no
tienen la pesada carga de ser el único proveedor de recursos para la familia,
y tienen la suerte de relacionarse con
mujeres autónomas que ya no dependen económicamente de ellos. Gracias a la
lucha feminista, pueden por fin responsabilizarse de su papel como padres y
compañeros, asumir parte de las tareas domésticas, y pueden criar y educar a
sus hijos. Los logros más importantes, entonces, se están llevando a cabo en el
terreno de lo personal, es decir, en las relaciones entre las personas, en su
vida cotidiana. En la conquista de la autonomía, la independencia, el cuidado
mutuo, el compartir desde una posición de igualdad.
PRESENTE Y FUTURO DEL FEMINISMO
Sin embargo, queda mucho por
lo que luchar aún. En todo el mundo las mujeres siguen haciendo doble jornada
laboral obligatoria porque aún la gran mayoría de sus compañeros no se han
responsabilizado de sus tareas domésticas, y porque el sistema capitalista no
permite la conciliación de la vida personal y laboral, ni para nosotras ni para
ellos. Las mujeres cumplimos una función doble: productiva (en el campo, en las
fábricas, en las oficinas), reproductiva (creación y mantenimiento de la
familia).
Sin embargo, nos siguen discriminando porque todas las actividades esenciales para la supervivencia de los hogares como acarrear agua, recoger leña, cultivar los huertos y vender en el mercado, la limpieza y la higiene, el cuidados de los niños y las personas enfermas o los ancianos, son escasísimamente valoradas, a no ser que sea un hombre el que se ponga el delantal o agarre aguja e hilo. Todas las actividades consideradas “femeninas” quedan excluidas del computo económico que valora la producción de riqueza de un país.
Sin embargo, nos siguen discriminando porque todas las actividades esenciales para la supervivencia de los hogares como acarrear agua, recoger leña, cultivar los huertos y vender en el mercado, la limpieza y la higiene, el cuidados de los niños y las personas enfermas o los ancianos, son escasísimamente valoradas, a no ser que sea un hombre el que se ponga el delantal o agarre aguja e hilo. Todas las actividades consideradas “femeninas” quedan excluidas del computo económico que valora la producción de riqueza de un país.
El Informe sobre Desarrollo
Humano de 1995 señala que el producto de las actividades no mercantiles y el
trabajo no remunerado supone un total de 16 trillones de dólares, un 70% del
producto mundial (23 trillones de dólares sólo en Estados Unidos); es, pues, indignante, la invisibilización de
todo este aporte económico, de tiempo y energía
de las mujeres a la sociedad.
Además, la gran lucha del
feminismo actual es contra la violencia de género y los feminicidios. Las
mujeres seguimos muriendo diariamente a manos de la violencia machista, las niñas siguen
siendo mutiladas genitalmente, millones de jóvenes son secuestradas y esclavizadas
sexualmente en las redes de tratas, seguimos siendo mayoría de refugiadas e inmigrantes,
víctimas de las violaciones y el maltrato, y además somos en todo le planeta
más pobres, y existen muchas más mujeres analfabetas que hombres.
En Europa nuestros salarios
siguen siendo más bajos que los de los hombres, nos despiden por estar
embarazadas, nuestra precariedad laboral es peor que la de los hombres, porque
sufrimos en mayor medida el paro. A medida que avanza la crisis económica y la
derecha en países como España, Francia, Alemania, nuestras condiciones de vida
van empeorando, y todos los logros sociales y políticos van eliminándose. Un
ejemplo de ello es la ley del aborto del Ministro Gallardón en España, que
retrocede en el túnel del tiempo hasta el franquismo, durante el cual las
mujeres ricas se iban a abortar a Londres y las pobres morían desangradas o
víctimas de infecciones severas.
Lo más importante, creo, es que la lucha de las mujeres se ha revelado como esencial en las revoluciones árabes; salir a la calle en los países más represivos es un acto de valentía extrema, porque la represión es el doble de cruel para ellas.
La marea violeta que recorre las plazas de Tahir, Sol, Damasco, Túnez,
Marruecos, y muchas ciudades europeas, latinoamericanas, estadounidenses, saldrá de nuevo hoy, 8 de Marzo, para exigir igualdad, libertad y derechos fundamentales, para acordarse de las mujeres asesinadas, de las víctimas de la
violencia de género, para protestar por el recorte del gasto
social, y la discriminación de las mujeres en todos los ámbitos sociales, políticos y económicos.
Este recorte de derechos y
libertades en Occidente está eliminando los logros de la lucha obrera y de la
lucha feminista, por eso más que nunca es necesario la lucha global, como dice
Celia Amorós, y tenemos que hacerla tod@s junt@s.. Ha de ser necesariamente global
porque en ella cabemos mujeres blancas, negras, gitanas, asiáticas, eslavas,
mestizas, rumanas, andinas, mesoamericanas, indias. Cabemos niñas,
adolescentes, adultas y ancianas; cabemos las ateas, las cristianas, las
musulmanas, las budistas, las evangelistas, las agnósticas, las mujeres
bisexuales, lesbianas, heterosexuales, las ricas, las de clase media y las
pobres, las gordas, las flacas, las mujeres discapacitadas, las analfabetas y las
intelectuales, las de campo y las de ciudad.
Coincido con Amorós en que solamente se puede afrontar tramando pactos
entre mujeres cada vez más amplios y más sólidos. Las mujeres han
tejido siempre redes de solidaridad y ayuda mutua entre ellas. A veces en
pequeños grupos, como las familias o la vecindad, y a veces las uniones se articulan políticamente, por eso cientos de miles de mujeres salen a la calle a pedir más igualdad, derechos y
libertades, junto con otros grupos como el ecologismo, el pacifismo, el
sindicalismo, la inmigración.
Johnson-Sirleaf, Leymah Gbowee y Tawakkul Karman, premios Nobel de la Paz 2011.
Ahora, creo, es esencial potenciar el trabajo en red, porque podamos ayudarnos las unas a las otras, intercambiar información, convocar protestas internacionales, visibilizar en mayor medida nuestro trabajo, abrirnos a trabajar con los hombres feministas, con los y las kuir, con todos los movimientos sociales que luchan por un mundo mejor. La red es el futuro porque nos conecta a tod@s incluso en los países más represivos. Porque la desigualdad es un fenómeno global en casi todas las culturas del planeta, la lucha y su eliminación tienen que ser globales también.
Coral Herrera Gómez
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