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Cómo disfrutar del amor,
Herramientas para transformar el amor romántico
Índice
Introducción
1.El termómetro del amor
2.El termómetro del desamor
3.Herramientas para disfrutar del
enamoramiento
4.Herramientas para desmitificar las
parejas felices
5.Herramientas para desmitificar el mito
romántico, las princesas y los príncipes
azules
6.Herramientas para disfrutar más del
sexo
7.Herramientas para trabajar el
autoengaño
8.Herramientas para la autorregulación de
las emociones
9.Herramientas para trabajar el
autoboicot y el maltrato
10.Herramientas para trabajar el miedo y los
celos
11.Herramientas para trabajar el masoquismo
romántico y el victimismo
12.Herramientas para trabajar la autoestima
13.Herramientas para trabajar la dependencia
emocional
14.Herramientas para trabajar las luchas de
poder en la pareja
15.Herramientas para una ética amorosa
16.Herramientas para gestionar la rabia y el
dolor
17.Herramientas para separarte con amor
18.Herramientas para pasar el duelo
19.Herramientas para trabajar el compromiso
contigo misma
20.Herramientas para ser práctica y realista
21.Herramientas para hacer tus propias
gafas violetas
22.Herramientas para cuidar el amor
23.Herramientas para expandir y multiplicar
el amor
24.Herramientas para llevar la teoría a la
práctica
INTRODUCCIÓN
El amor romántico
es una de las experiencias más hermosas que vivimos los seres humanos, pero
también una de las más dolorosas. Millones de personas dedican toneladas de tiempo,
energía y recursos a buscar su media naranja creyendo que así podrán transformar
su vida, salvarse a sí mismos, solucionar sus problemas, y ser muy felices. El
sueño romántico nos hace sufrir mucho porque es muy difícil encontrar a nuestra
media naranja, y cuando la encontramos nos decepcionamos porque las relaciones
no son tan bonitas, tan perfectas y maravillosas como en los cuentos y las películas.
El mito romántico
es una ilusión colectiva, un espejismo compartido por casi todas las culturas
del planeta cargado de promesas falsas. Soñamos con el paraíso romántico pero
la realidad es que pasamos más tiempo sufriendo por amor que disfrutando del
amor. Creo que las mujeres sufrimos más por amor que los hombres, porque desde
pequeñitas se nos machaca con la idea de que el amor nos salvará.
Nos enseñan a
poner el amor y los cuidados en el centro de nuestras vidas. El amor hacia un
hombre nos pone a muchas de rodillas, y sucede que sin darnos cuenta asumimos
los roles tradicionales femeninos que nos sitúan en un plano de dependencia con
respecto al hombre. Y esto nos hace sufrir porque nos genera una enorme
contradicción: queremos ser libres y autónomas, queremos construir relaciones
igualitarias, sanas y bonitas, queremos disfrutar de la vida con o sin pareja,
queremos compatibilizar nuestras ideas feministas con nuestros sentimientos y
nuestras formas de relacionarnos.
Pero es bien
difícil. Cuando una empieza a trabajarse para poder disfrutar más de la relación
con una misma, del amor y de la vida, la principal dificultad que encontramos
es poder llevar la teoría a la práctica. No recibimos ningún tipo de educación
emocional y sentimental que nos permita aprender a querernos bien: las únicas
referencias que tenemos para crear nuestro mundo emocional son las relaciones
de pareja en los adultos de nuestro círculo familiar y social más cercano, y
las novelas, películas, series y canciones de nuestra cultura.
Necesitamos herramientas
que nos ayuden a querernos y a tratarnos bien, a resolver nuestros conflictos
sin violencia, a identificar y expresar nuestras emociones para que no nos
invadan y no hagan daño a nadie. En el sistema actual educativo y de crianza, lo
único que nos enseñan es a reprimirlas, de manera diferente si somos mujeres u
hombres: nos queda muy claro desde pequeñas que las niñas no se enfadan y los
niños no lloran. Nuestra educación emocional está basada en la negación y la
represión de nuestras emociones, por eso cuando vivimos historias emocionales
muy fuertes, enfermamos: nuestra salud mental se va deteriorando en la medida
en que sufrimos. Y es entonces cuando pedimos ayuda a los profesionales: cuando
ya estamos destrozadas, por fuera y por dentro. Y en realidad estos
profesionales deberían poder ayudarnos desde el principio a comprender las
relaciones humanas, y a trabajar para que sean menos conflictivas y dolorosas.
Hasta hace muy
poco, dentro del feminismo se había asumido que el amor romántico era una
trampa para las mujeres, y que para ser libres debíamos renunciar a enamorarnos
de un hombre. Cuando devoraba libros de feminismo para la tesis, yo pensaba, no
puede ser, debe de haber alguna forma para poder reapropiarnos del amor,
resignificarlo, transformarlo, reinventarlo. Debe de haber alguna manera para
liberar al amor del machismo: y la hay.
El amor está en
permanente construcción, así que podemos quedarnos con lo mejor de nuestra
cultura amorosa, y ponernos creativas para imaginar otras formas de amar y de
quererse. Como lo romántico es político, el trabajo no sólo es personal, sino
también colectivo, y yo siento que cada vez hay más gente con ganas de
transformar el amor para poder disfrutarlo.
Creo que cada vez
somos más trabajando en una revolución amorosa que incluye no sólo el amor
romántico, sino también los cuidados y las redes de afecto que nos sostienen y
nos acompañan en el camino de la vida. El objetivo común de esta revolución
sentimental es poder amarnos bien, poder querernos más y mejor, liberar al amor
de toda su carga machista y de su estructura patriarcal, y aprender a construir
relaciones bonitas, sanas, e igualitarias.
Muchas mujeres
nos estamos juntando para imaginar otras formas de querernos al margen del
modelo romántico patriarcal, y de crear nuestras propias utopías amorosas que
nos sirvan como modelo frente a la hegemonía romántica del sadomasoquismo y la
sublimación del sufrimiento. Estamos trabajando para poder relacionarnos y
organizarnos de otra manera, para que nuestras relaciones estén libres de
violencia y explotación, para poder amarnos sin sufrir y sin hacer sufrir a los
demás. Estamos haciendo una revolución sentimental y amorosa que es a la vez personal
y política.
Escribo este libro
convencida de que podemos sufrir menos, y disfrutar más del amor. A lo largo de
mi trabajo de investigación en torno al amor romántico, he podido comprobar que
no hay una fórmula mágica para ser feliz en una relación de pareja, pero si que
podemos construir nuestras propias herramientas para intentar tener una buena
calidad de vida, para sufrir lo menos posible, y para transformar el amor de
manera que nos alcance a todos y a todas.
Hace tres años fundé
el Laboratorio del Amor, un grupo de investigación formado por mujeres de
diferentes edades y países que nos dedicamos a estudiar el amor romántico, y a
trabajar para encontrar el modo de querernos sin sufrir, ni hacer sufrir a los
demás.
Somos un poco
como las campesinas del amor: vamos sembrando semillas, y ya estamos recogiendo
los frutos del trabajo que estamos haciendo juntas. Nuestro objetivo común es disfrutar
más del sexo, del amor y de la vida, y nuestros lemas son: lo romántico es
político, y otras formas de quererse son posibles. Analizamos el romanticismo
patriarcal para identificar y desmontar los mitos con los que nos seducen, y
para entender cómo hemos interiorizado todos los mandatos de género a través
del amor. Trabajamos en el autoconocimiento desde la autocrítica amorosa:
queremos conocernos mejor, trabajar nuestros patriarcados, y aprender a
querernos bien a nosotras mismas, y a los demás.
En el Laboratorio
tenemos una caja de herramientas que alimentamos con los aprendizajes que hemos
ido acumulando desde que nos enamoramos por primera vez hasta los que vamos adquiriendo
en el presente. También nutrimos nuestra caja de herramientas con buenos
consejos. Consejos de esos que les damos a nuestras amigas más queridas para
que busquen la felicidad, para que se cuiden más, para que salgan de relaciones
en las que no son felices, para que dejen de perder el tiempo con chicos que no
saben disfrutar del amor…. Estos consejos están basados en el cariño que
sentimos por ellas, y en el sentido común, que tenemos todas desde que tenemos
uso de razón. Se trata simplemente de aplicárselos una misma, de escucharse con
amor, y de ponerse manos a la obra para ayudarnos a nosotras mismas.
También
alimentamos la caja con trucos, estrategias, fórmulas que nos han funcionado
para trabajarnos los duelos, los celos, el miedo, la culpa, el sufrimiento, la
dependencia emocional, el Ego, la autoestima, la asertividad, el
empoderamiento, el autocuido, la violencia machista que hemos sufrido, y la
forma en que hemos ido trabajando todo esto para poder disfrutar del amor. Entre
todas generamos recursos y herramientas para poder hacer autocrítica amorosa,
individual y colectiva, y para poner en práctica nuestra propia utopía amorosa.
En este libro
comparto algunas de las herramientas con las que trabajamos en el Laboratorio
del Amor. Siento que desde que publiqué mi tesis doctoral hasta la actualidad, cada
vez hay más gente buscando la manera de dejar de sufrir por amor, y de
liberarse de los patriarcados que nos habitan. No lo tenemos fácil porque no
tenemos apenas referencias de gente que disfrute del amor. La mayor parte de
nuestras heroínas y héroes son grandes sufridores, y las historias de amor que
nos ofrecen están basadas en el sadomasoquismo que heredamos de la cultura
cristiana.
Así que tenemos
que hacer una revolución cultural para imaginar otras heroínas, otros héroes,
otras tramas, y otros finales felices. Hay que inventar nuevos modelos
amorosos, y redescubrir la diversidad que queda oculta tras el modelo hegemónico
de la pareja heterosexual que funda una familia feliz. Es un trabajo enorme que
tenemos que hacer juntos y juntas para poder experimentar el amor en una
dimensión mucho más amplia, sin limitarlo a la pareja romántica.
Necesitamos
explorar nuevas formas de querernos, nuevas maneras de relacionarnos y de
disfrutar dela vida: en pareja, en
grupos, y a solas. Necesitamos poner en común todas nuestras energías, nuestro
amor, nuestra imaginación, nuestra creatividad y nuestros conocimientos para
hacer la revolución amorosa, de los afectos y los cuidados.
Queremos aprender
a querernos más y mejor, y la pregunta que más me hacen en mis conferencias,
talleres y cursos en Internet es: ¿cómo? Así que en este libro he querido
compartir mi metodología de trabajo, que es muy sencilla. Parte de la idea de
que la mayor parte de nuestros problemas, no son problemas personales, sino
colectivos. Por lo tanto, las soluciones tenemos que encontrarlas
colectivamente.
Dado que el amor
nos hace sufrir tanto, es necesario entonces trabajar en ello para
transformarlo, y para liberarlo del machismo y el patriarcado. Desde siempre
las mujeres hemos hablado mucho sobre el amor, el patriarcado, la división
sexual del trabajo y de la vida, las emociones, el deseo y el erotismo, las
relaciones entre hombres y mujeres, pero hasta hace poco no se consideraba un
tema político. Hoy, gracias al feminismo hemos podido entender que sufrir por
amor no es cuestión de mala suerte sino un tema social y polític: lo que nos
pasa a una, nos pasa a todas.
El amor romántico
es una gigantesca construcción social y cultural que va cambiando según las
etapas históricas y las zonas geográficas. Aprendemos a amar en un sistema de
organización capitalista y patriarcal, heredamos las creencias y los tabúes,
asumimos las normas y las prohibiciones, reproducimos las costumbres, y cuando
tenemos interiorizado todo el romanticismo patriarcal, lo reproducimos y lo transmitimos
a las siguientes generaciones.
El primer paso para
empezar a trabajar es analizar cómo aprendemos a amar, poniendo el foco en la
diferencia entre hombres y mujeres. Somos educados de manera diferente, tenemos
expectativas diferentes sobre el amor de pareja, y por eso nos cuesta tanto
querernos bien. Además, vivimos en un sistema que se aprovecha de la mitad de
la población humana: nuestras relaciones son de explotación. Entender por qué
las mujeres nos sometemos voluntariamente a estas relaciones de dominación y
sumisión nos está sirviendo para conocer mejor nuestra cultura amorosa y para
desmontar todos los mitos con los que nos seducen para que pongamos el amor en
el centro de nuestras vidas.
El segundo paso consiste
en hacer ejercicios y generar herramientas que nos sirvan para liberar al amor
del machismo, y liberarnos de los patriarcados que nos habitan. Para poder
llevar la teoría a la práctica, es muy importante tomar conciencia de cómo
interiorizamos el romanticismo patriarcal. Una vez que identificas todo aquello
que te hace daño, que no te ayuda, que no te gusta, es más fácil diseñar una
estrategia para trabajar todo lo que deseas cambiar.
El tercer paso consiste
en poner en práctica la estrategia: es muy importante tener confianza en una
misma, y entender que ninguna mujer está condenada a sufrir por amor, que todo
puede trabajarse, que se puede disfrutar de las relaciones y también de la
soltería, que podemos vivir el amor de otra forma, que podemos evitar las
relaciones dolorosas, y podemos salir de las relaciones de violencia.
Para ello hay que
trabajar mucho la autoestima personal, y el empoderamiento colectivo. En el Laboratorio
del Amor nos ha acompañado siempre el grito de guerra de que sí se puede: el
amor es una energía que mueve el mundo, y no hay por qué reducirlo a la pareja.
Cuanto más amor tengamos en nuestras vidas, más felices seremos, y cuanto más
diversos sean nuestros amores, y más grandes nuestros afectos, más fácil y
bonita será la vida para todas y cada una de nosotras. La pareja no puede ser
la única fuente de amor: es una relación
más en la red de afectos que vamos construyendo desde la infancia hasta la
muerte.
Las herramientas en
las que trabajamos son sobre todo estrategias que diseñamos a partir de las preguntas
que vamos generando en nuestros procesos de investigación, y que nos ayudan a
mirarnos desde otra perspectiva, a vernos desde fuera, a darnos buenos
consejos, y a cuidarnos a nosotras mismas, y entre nosotras. Estas estrategias
a veces funcionan y a veces no, por eso hay que ir probando, eligiendo y
descartando. Es un proceso de investigación apasionante, y en la medida en que
lo ponemos en común con más mujeres, vamos nutriéndonos de buenos consejos, de
experiencias y aprendizajes propios y de las demás. Los relatos de las
compañeras nos ayudan a comprender lo que nos pasa, y a construir nuestro
propio relato vital.
Una de las claves
de nuestro trabajo es poner en el centro el disfrute, ahorrarnos sufrimientos,
evitar problemas, gestionar nuestras emociones, ser prácticas para poder hacer
frente a la realidad. La idea es no derrochar el tiempo y las energías en
buscar a la persona ideal, o en empeñarse en sacar adelante una relación que no
funciona ni funcionará. Si estamos juntos es para disfrutar, y si no estamos
disfrutando, seguro que estamos mejor separados.
Con este afán por
disfrutar, resulta más fácil cuidarse, tomar buenas decisiones, y liberarse de
la necesidad de ser amadas. Hay que ahorrarse cuantas más lágrimas, mejor.
Sufrir nos pone muy feas y nos envejece. Es justo lo contrario a lo que sucede
cuando nos enamoramos y estamos felices: se nos ve radiantes, nos brilla el
pelo, la mirada, la piel, y todo el mundo nota nuestras noches de amor.
Cuando sufrimos,
en cambio, se nos marcan las ojeras, las bolsas, las arrugas, se nos borra la
sonrisa, se nos opaca la mirada y se nos seca la piel. Estamos más cansadas
siempre, porque sufrir nos roba las energías y la alegría de vivir.
Sufrir no es
gratis: además de envejecer, nos deteriora por dentro y por fuera. Nuestra
salud mental y emocional se daña, nuestra salud física también, nos convertimos
en yonkis del amor, nos aislamos de los demás y tenemos tal necesidad de ser
amadas que somos capaces de ponernos de rodillas para mendigar o exigir amor.
Como ya estamos
hartas de sufrir, hay que buscar la manera de reivindicar nuestro derecho al
placer, al bienestar y a la felicidad. Lo que queremos es poner en práctica
todos nuestros aprendizajes y socializarlos para que los utilice todo el mundo
en su trabajo personal. El Laboratorio es un espacio de construcción colectiva
de conocimiento en la que cada cual aporta con sus preguntas, sus lecturas, sus
aprendizajes, las experiencias personales de su pasado y su presente. Así es
como estamos construyendo toda una metodología de trabajo que nos permite
aterrizar nuestros sueños en la realidad, sin dejar de cuidarnos mucho a
nosotras mismas.
Cada cual
construye su propia utopía amorosa, pero existe una base sin la cual no es
posible disfrutar del amor: para que una relación sea bonita y sana, tiene que
ser libre, igualitaria, basada en el respeto mutuo, el buen trato, el apoyo, la
complicidad y el compañerismo. Con estos ingredientes básicos, cada cual puede construir
su propio modelo amoroso, y diseñar sus estrategias para darle forma y llevarlo
a la realidad.
Todo el trabajo
lo hacemos desde el autoconocimiento y la autocrítica amorosa, con la que
identificamos todo aquello que no nos gusta, o que podríamos mejorar, o aquello
que podríamos evitar para estar mejor. Y luego nos ponemos a pensar en cómo
eliminar esos patrones, cómo salir de los círculos de dolor en los que nos
relacionamos, cómo acabar con las luchas de poder en las parejas, cómo
trabajarnos los celos, la culpa, los miedos, el masoquismo, el victimismo, el
Ego, la autoestima, y el poder.
En este libro
comparto el trabajo que he hecho a lo largo de mi vida, y parte del que hemos
venido haciendo en estos años en el Laboratorio del Amor y en la Escuela del Amor.
Encontrarás herramientas para construir tus propias gafas violetas, para saber
si te están queriendo bien, para dejar la guerra contra ti misma, para aprender
a cuidarte y a quererte bien.
También encontrarás
claves para trabajar el duelo, para disfrutar más del sexo, para usar tu poder
sin hacer daño a los demás, para ser más realista, para evitar el victimismo,
para no someterme ni dominar al otro, para resolver tus problemas con
comunicación, empatía y asertividad.
Es mucho trabajo
el que tenemos por delante, pero hay que divertirse para poder disfrutar del
proceso. Porque no tiene fin; es un trabajo para toda la vida. Es un desafío
apasionante: se trata, nada más y nada menos, de separar el amor y el sufrimiento,
para unir el amor al placer y al disfrute. Se trata de aprender a relacionarnos
y organizarnos de otra forma, de encontrar la manera de acabar con los odios,
de vencer a la soledad, de unirnos para construir un mundo mejor en el que el
amor nos alcance a todos y a todas.
Esta revolución de
los cuidados, de los afectos y del amor, tiene que ser placentera: si lo que
queremos es dejar de sufrir, hay que disfrutar de todo este trabajo, y mi
consejo siempre es que es más divertido trabajar rodeada de mujeres y hombres
valientes que están en lo mismo que nosotras. Porque la alegría de vivir y las
ganas de disfrutar son contagiosas: cuantas más seamos, más rápido avanzaremos
en la transformación que necesitamos.
Espero que
disfrutéis mucho de estas herramientas, que os sean útiles para vuestro trabajo,
y que logre contagiaros las tremendas ganas de reinventar y gozar del amor con
las que escribo este libro.
Si estás pensando en separarte o divorciarte, hazlo bien. Es un proceso muy doloroso, pero podemos ahorrarnos toneladas de sufrimiento si somos generosos, si nos cuidamos mutuamente, si cuidamos las palabras en las negociaciones, si le deseamos a la otra persona que le vaya bien, y si nos cuidamos a nosotros mismos y nosotras mismas.
Os presento con mucha ilusión mi nuevo libro, "Cómo disfrutar del amor", de Ediciones B. Es una caja de herramientas feministas para trabajarse el tema del amor, a solas, en pareja, y con vuestras amigas y colectivas.
Es útil para trabajar en terapia, para diseñar talleres, y para todas aquellas mujeres que quieren dejar de sufrir, y empezar a disfrutar del amor, y de la vida.
Podréis adquirirlo en la web de Penguin Random House, megustaleer.com, y ya podéis reservar vuestros ejemplares en papel para que os lleguen a casa en Julio, en:
Ahora, cada vez que una mujer se inscribe en la Comunidad de Mujeres del Laboratorio, está becando a otra mujer sin recursos económicos durante dos meses. Aquí puedes unirte a nosotras, y estar todo el tiempo que necesites: un mes cuesta 30 euros, dos meses 50 euros, un año 100 euros.
Si quieres, también puedes suscribirte por 10 euros al mes.
También puedes amadrinar a otras mujeres , puedes hacer tu donación con una beca (20 euros), 2 becas (40 euros), o 3 becas (60 euros)
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Yo trabajé de cajera de supermercado, y me duele que se metan con la ministra española Irene Montero por haber trabajado de cajera.
Créanme que de todas las experiencias precarias que he tenido en el ámbito laboral, ésta me enseñó mucho más sobre el capitalismo y el patriarcado que aquellos libros que me explicaban el capitalismo sin explicarme el patriarcado.
Recuerdo el desprecio con el que me trataban los clientes clasistas, recuerdo a mi jefa pidiéndome que me maquillara más, me pusiera tacones más altos, y me subiera el bajo de la falda para entretener a los señores de familia mientras pagaban.
Recuerdo los días que no nos dejaban sentarnos y los calambres que nos daban en las piernas por la inmovilidad y los tacones.
Recuerdo el dolor de vejiga cuando tardaban media hora en dejarme ir al baño, y los problemas de salud que causaba en las compañeras más veteranas no poder ir a evacuar cuando lo necesitaban.
Recuerdo el frío que pasaba cuando me tocaba en las cajas del pasillo de congelados, y los resfriados continuos que sufríamos por el aire acondicionado.
Recuerdo la tortura de aquel CD que ponían en bucle con 8 villancicos en Navidad durante ocho horas seguidas y la carta que hicimos para pedir un poco de variedad musical.
Recuerdo mi cara en el espejo del escáner pasando productos como un robot, y recuerdo cómo el cansancio iba borrando la sonrisa de mi rostro hasta hacerla desaparecer por completo.
Recuerdo las horas no pagadas que eché haciendo caja de diez a once de la noche.
Recuerdo las presiones que sufrimos cuando se iba acercando el día de la huelga convocada en protesta porque querían abrir 24 horas, recuerdo la carta de despido a todas las que hicimos huelga ese día, lo recuerdo cada vez que voy a mi barrio y veo el super abierto todo el día y toda la noche, y veo las caras de mis antiguas compañeras.
Lo recuerdo todo, y no me olvido.
¡Que vivan las cajeras y las dependientas de las tiendas, y qué vivan las mujeres de la clase obrera!
El derecho a disfrutar gratis: yo pensaba que una de las luchas del futuro sería defender nuestro derecho a disfrutar del tiempo sin gastar dinero, pero ya llegó el futuro.
Hemos vivido durante dos meses en una distopía en la que sólo podíamos salir a la calle a trabajar o a consumir, y nos han prohibido hacer todo lo bueno de la vida (disfrutar de tu gente querida, charlar con el vecindario, pasear por la ciudad o disfrutar de la naturaleza) Lo hemos hecho por el bien común, porque somos responsables y solidarios, pero fijaos que a la hora de elaborar normas para el desconfinamiento, las únicas personas que seguimos teniendo restricciones somos las que queremos salir a pasear, hacer ejercicio o a disfrutar de la naturaleza.
En cambio, no hay horarios para la gente que quiera gastar su dinero en tiendas, bares, restaurantes y terrazas. No es casualidad que los sitios donde juegan los niños sigan cerrados mientras los adultos se aglomeran en los comercios: primero va la economía, y luego la salud mental y emocional de las personas, y su derecho a caminar por la calle y a estar al aire libre.
Nos quieren produciendo y consumiendo sin parar, y esto crea una exclusión social tremenda: quedan fuera todas las personas que se han quedado sin ingresos, o que no configuran su tiempo libre en torno al consumo. Habrá que batallar mucho para defender nuestro derecho al ocio gratis y a estar al aire libre sin dinero, para que nos dejen estar en la calle y no nos encierren en centros comerciales, y para enseñar a las nuevas generaciones a disfrutar sin consumir. Estar en la calle o en el campo gratis es un derecho al que no podemos renunciar.
Uno de los descubrimientos más importantes que he hecho en mi vida fue darme cuenta de que todas podemos elegir de quién enamorarnos, y tomar conciencia de cuándo ha llegado el momento de desenamorarnos.
Podemos sentirnos muy atraídas por alguien, pero antes de empezar a drogarnos con el amor podemos pararnos a pensar si queremos o no enamorarnos, si nos merece la pena, si nos conviene o no, y cuáles son las dosis que podemos tomar para disfrutarlo.
La gran trampa del amor romántico es que nos hace creer que cuando Cupido dispara sus flechas no podemos hacer nada, y que estamos condenadas a sufrir, e incluso a vivir una vida horrible junto a tipos que no nos aman y que no nos cuidan.
Pero cuando te das cuenta de que eres un ser libre, que tú eres dueña de tu vida, de tu cuerpo, de tu deseo, entonces lo que buscas es ahorrarte sufrimiento. Cuando te cuidas y te quieres bien, cuando tienes ganas de tener una buena vida, comprendes que no estás condenada, que puedes elegir con quien quieres estar y con quién no, que puedes utilizar el sentido común para tomar decisiones, y que por tanto no eres ninguna esclava del romanticismo patriarcal.
Tardé unos años en descubrirlo, pero fue una liberación total saber que yo soy responsable de mi felicidad, soy dueña del amor que nace en mí, y yo elijo con quien quiero vivirlo y compartirlo.
Una de las cosas que podemos hacer desde casa para cambiar el mundo es usar nuestras redes sociales para ayudar a la gente a hacerse preguntas, a pensar desde la crítica constructiva, a tomar conciencia, a activar su imaginación para imaginar un mundo mejor. Es unbuen momento para que todas y todos hagamos autocrítica y nos cuestionemos nuestro estilo de vida, y revisemos la manera en que repartimos los cuidados, la forma en que tratamos a la gente cercana y a la desconocida, la forma en que consumimos y viajamos, la forma en que nos organizamos. Hay que hacer muchos ejercicios de empatía para despertar a la gente y para ilusionar a todo el mundo con la posibilidad de transformar esta sociedad a base de solidaridad y apoyo mutuo. No es fácil hacer pedagogía, lo sé, pero pensad que al lanzar preguntas a la gente estáis sembrando semillas para despertar su sensibilidad, su creatividad y su conciencia crítica. A mí me ayuda pensar que alguna de estas semillas pueden florecer en los corazones de unas cuantas personas, aunque sean pocas. Creo que este trabajo de sensibilizar a la gente y ayudarles a tomar conciencia merece la pena y dará sus frutos, pienso que en algún momento volverá la primavera. #SembrandoSemillas#HaciendoRevolución#LlegaráLaPrimavera
Las mujeres que sufren malos tratos por parte de su pareja sienten muchas cosas, y muy diversas, y cambian con el tiempo, y hasta el tiempo que aguantan sufriendo malos tratos varía: unas están toda la vida, y otras sólo unos meses.
Cada mujer que sufre malos tiene una situación diferente: hay mujeres que pueden escapar, y otras no. Hay mujeres que sufren dependencia económica, otras dependencia emocional, otras, las dos cosas. Hay mujeres que son religiosas y otras que no lo son, a unas sus creencias las ata más al agresor, y a otras no.
Unas son conscientes desde el primer momento de lo que les está pasando, otras tardan meses o años, otras no toman conciencia nunca. Unas saben de feminismo y otras no, unas han estudiado un máster sobre violencia machista y no pueden verse como víctimas, y otras no saben ni leer pero saben el peligro que corren sin que nadie se lo diga.
MIEDO
Es la emoción más común, y la más torturante: el miedo es una emoción muy poderosa y se emplea para torturar a los enemigos en las guerras. Las mujeres victimas de violencia machista viven en guerra: a veces el miedo es puntual (cuando él llega a casa), y otras veces las mujeres lo sienten cada segundo de sus vidas. Son muchos los miedos: miedo a quedarse solas, miedo a la reacción de sus seres queridos cuando se enteren, miedo a hacer sufrir a los demás, miedo a que sus hijos e hijas sufran violencia, miedo a la pobreza, miedo a imaginar otra vida posible, miedo al qué dirán, miedo a ser culpabilizadas de la situación, miedo a que las separen de sus mascotas, miedo a que las maten, miedo a que él descubra sus deseos de huir, miedo a que maten a sus hijos, hijas y animales.
CULPA
Muchas de ellas sienten culpa porque creen que si se portaran bien y obedecieran, su marido no se pondría agresivo. Sienten que algo hacen mal, porque el maltratador las hace creer que son ellas las que le provocan. El maltratador las quiere sumisas, y siempre va a encontrar una manera de hacerlas responsables de la violencia que sufren. Algunos intentarán hacerles creer que lo hacen por su bien, o que no les quedó otro remedio.
La sociedad entera cuestiona a la víctima de violencia machista porque no se comprende como un hombre amable y educado puede llegar al desborde emocional y estallar en violencia. "Algo habrá hecho esa mujer", murmuran cuando ven que el vecino que da los buenos días en la escalera ha asesinado a su compañera.
La forma en que la sociedad disculpa a los maltratadores y asesinos es haciéndonos creer que están locos, o que se les cruzó el cable momentáneamente porque estaban sufriendo mucho. Por eso en la prensa de muchos países nos presentan un acto de odio como un acto de amor: la mató porque ella le hizo sufrir.
COMPASIÓN
Muchas mujeres permanecen con sus maltratadores y los siguen amando porque sienten pena por ellos. Las mujeres enamoradas ven lo que los demás no ven: al niño asustado que hay dentro de cada agresor. Les da ternura y pena, y quieren maternarlo, ayudarlo, guiarlo, educarlo, acompañarlo en su proceso con la esperanza de que ellos cambien algún día.
Les da mucha pena porque conocen bien a su agresor, creen que son buenas personas pero que tienen un problema... a veces justifican su maldad con la idea de que ellos han sufrido mucho en la infancia, en la adolescencia, o en la juventud. Conocen sus miedos, sus frustraciones, sus inseguridades, sus complejos de inferioridad y superioridad, sus rencores, y creen que ellos solo necesitan amor para poder cambiar y atreverse a ser buenas personas. Piensan que si ellas se van, algo malo les puede pasar, y les da pena imaginarles solos, sin saber cocinar, sin saber cuidarse a sí mismos. Algunas creen que es solo una etapa, que ellos en realidad no son así, y que volverán a ser los de antes.
ESPERANZA
Muchas creen realmente que bajo la piel de la Bestia hay un príncipe azul, y que si esperan como la Bella, si les cuidan y les apoyan, sus Bestias podrán liberarse del hechizo y podrán volver a quererlas sin hacerlas daño. Por eso priorizan el cuidado del otro al suyo propio: se entregan en cuerpo y alma porque lo ven un ser indefenso y sin herramientas para gestionar sus emociones. Creen que deben amar con todo su corazón y aguantar todo lo que puedan para que él un día se de cuenta de que ellas le aman y no merecen ser golpeadas, humilladas e insultadas.
Algunas creen que podrán escapar pronto de la casa o que podrán echar a su agresor tarde o temprano, otras se ilusionan pensando que puede ocurrir algo extraordinario y que él puede cambiar de pronto, como en las películas. Muchas se aferran a su esperanza creyendo que de tanto invocarla, algún día todo acabará.
RABIA
Hay momentos en que sienten rabia porque saben que es injusto lo que están viviendo, porque en algún momento creen que se merecen ser amadas y cuidadas, porque soñaron otro tipo de vida y les ha tocado este, porque creían que podrían cambiarle y no pueden, porque a veces parece que todo terminó, y vuelve a ocurrir lo mismo, porque están hartas del ciclo que les lleva del arrepentimiento a la agresión, y de nuevo al arrepentimiento.
La rabia podría sacar a muchas mujeres del círculo de la violencia, pero a las mujeres no nos dejan expresar la rabia. A ellos sí, pero no les dejan llorar. Nosotras si podemos llorar, todo lo que queramos, pero nada de explotar, de gritar, o de hacer escenas con nuestro enfado: tradicionalmente el papel de la mujer ha sido aguantar, aguantar y aguantar. No se nos permite expresar el cabreo, la rabia, la indignación, ni el odio: tenemos que reprimirnos y por eso acabamos dirigiendo todos esos sentimientos negativos contra nosotras mismas.
NOSTALGIA
Hay mujeres que sienten nostalgia de los tiempos en que todo iba bien, probablemente, de los inicios de la relación, cuando él se mostraba como un hombre encantador, alegre, generoso, amable y tierno. A veces se aferran a esas semanas o meses de felicidad, cuando él se esforzaba por parecer buena persona, cuando tenía gestos románticos, cuando le prometía la luna entera y soñaban juntos con una vida felices juntos. También sienten nostalgia de la época en la que no le conocían y vivían libres de violencia y sufrimiento. Nostalgia de todo aquello que soñó, nostalgia por lo que no pudo ser.
ANSIEDAD
Muchas mujeres no le cuentan a sus familias y amigas el infierno en el que viven, y como no pueden hablar de ello con nadie, sienten ansiedad. Los ratos de paz a veces duran muy poco, pero ellas están siempre en estado de alerta. Muchas tienen los nervios a flor de piel, duermen mal, comen mal, no descansan, pasan mucho miedo y nervios esperando las reacciones violentas de su marido. Algunas piden ansiolíticos y somníferos para poder soportar una vida de maltrato verbal y/o físico, pero la única manera de parar la ansiedad es escapar y llegar a un lugar seguro donde no teman por sus vidas.
ODIO
Hay mujeres que odian a su maltratador a ratos, otras lo odian todo el tiempo. Lo odian pero tienen que disimularlo para no perder su vida. Algunas quisieran verlo muerto, otras sólo lejos de ellas y de sus hijos e hijas, si los tienen. El odio de las mujeres es como la rabia: no puede expresarse en voz alta, no puede salir de nosotras a través del cuerpo, y vuelve a nosotras en forma de odio contra las demás mujeres y contra una misma.
SENSACIÓN DE OMNIPOTENCIA
Hay algunas mujeres, en algunos momentos de la relación, que creen que pueden con todo. Creen que la responsabilidad de la situación es suya, a ratos pueden hasta creer que la controlan perfectamente. Creen que pueden amansar al Bestia, que pueden ayudarlo a resolver sus problemas, que pueden aguantar durante mucho tiempo los insultos, las humillaciones, las muestras de desprecio, los golpes, los gritos, las violaciones.
Creen que son fuertes y que pueden resistirlo, y si no, sacan la fuerza de donde pueden para resistir y soportar tanto dolor. Creen que si ellas se empeñan, podrán sacar a su compañero del pozo en el que está, o podrán cambiarle a base de paciencia y amor. Muchas tratan de ocultarlo a su gente querida porque creen que no les va a pasar nada. A pesar de que están sufriendo mucho, creen que no les está pasando nada realmente grave, o que pueden aguantar, o que deben aguantar porque no hay otra.
Hay momentos en los que esta sensación de omnipotencia les hace olvidar en el daño que está sufriendo su autoestima, y su salud mental y emocional. Como el dolor no se ve, creen que puede aguantar de todo sin que les afecte demasiado: creen que las heridas curan, cicatrizan enseguida, y no se notan.
Después, cuando viene el bajón, una se da cuenta de que está destrozada y tiene que ir recomponiendo a trozos su ser para poder sanar y volver a ser la de antes. Pero después de una experiencia traumática, nadie logra volver a ser la de antes. El problema es que cuando una se siente capaz de poder con todo, ni ve el peligro que corre, ni tampoco ve el tremendo daño que le están haciendo.
CONFUSIÓN Y CONTRADICCIÓN: AUTOENGAÑO
Lo que lleva a las mujeres al autoengaño es la enorme contradicción que sienten en algunos momentos, o durante todo el tiempo. Muchas saben que están sufriendo demasiado, que no se lo merecen, y que tendrían que salir de ahí, pero por otro lado piensan que es solo una etapa, que puede que todo cambie de repente, que puede que él algún día se de cuenta... Muchas mujeres saben que tienen que cuidarse a sí mismas, que se merecen mucho amor del bueno, que deberían compartir con alguien lo que les pasa para tener otra perspectiva sobre el tema, y para escuchar consejos sensatos.
La única forma de no autoengañarse es hablarlo con su gente querida, pero creen que es mejor no decirlo para no complicar más el asunto, y además les da verguenza, y no quieren preocupar a nadie, y creen que pueden gestionarlo solas sin ayuda. La contradicción es permanente: pueden verlo todo muy claro en una hermana o una amiga, pero no en ellas mismas, porque sienten una gran confusión y porque a la vez quieren salir de ahí, y les da pena, mucha pena, su agresor.
TRISTEZA, IMPOTENCIA, RESIGNACIÓN
Hay mujeres que viven sumidas en la tristeza, otras sólo pasan cortos períodos sintiéndose tristes. Unas lloran, otras no pueden llorar, pero son muchas las que sufren depresión. Sobre todo cuando se dan cuenta de que en realidad no pueden con la situación, no la controlan, y no logran cambiar nada. Muchas caen en la tristeza cuando se sienten resignadas o completamente atrapadas por las razones que sean, cuando sienten que no pueden hacer nada para transformar a su pareja, cuando creen que no pueden hacer nada para escapar.
La tristeza llega cuando pierden las fuerzas, la valentía, y la energía para seguir adelante. A la tristeza se suman la impotencia y el cansancio: cuanto más agotadas están, más se sienten encarceladas y condenadas a seguir así para siempre. Se mueren de pena cuando sienten que nadie puede ayudarlas, y que tampoco pueden ayudarse a sí mismas.
DESEOS DE CUIDAR
Las mujeres víctimas de violencia machista por lo general quieren proteger a su familia y amigos para que no sufran por ella, mientras protegen también a su agresor para que nadie le denuncie. Se les olvida cuidarse a sí mismas porque están pendientes del dolor de los demás, pero no del suyo propio, que a veces asumen como una condena, o como un castigo que les ha tocado, aunque no sepan por qué, ni para qué.
A muchas mujeres les salva este deseo de cuidar a los más vulnerables: sus hijos, hijas y mascotas, y se animan a denunciar porque quieren protegerlos a ellos. No piensan tanto en sí mismas como en los más vulnerables, aunque también quieran cuidar a su agresor. En algún momento ellas comprenden que es injusto vivir en un clima de terror y que aunque ella se lo merezca, sus seres más queridos no. Y es cuando esos deseos de cuidar a sus amores puede acrecentar su deseo de escapar y de pedir ayuda.
DESEOS DE ESCAPAR
Algunas de ellas sólo sienten deseo de escapar cuando ya no pueden más, cuando la situación se hace insostenible, y otras están deseando escapar todo el tiempo, desde que empezaron los malos tratos. Este deseo de escapar es producto del instinto de supervivencia, y late en sus corazones de forma más o menos consciente.
A muchas les salva la vida este deseo, especialmente cuando empiezan a imaginar una vida libre de violencia y llena de amor del bueno, cuando empiezan a creer que tienen derecho a tener una buena vida y a disfrutar del amor, pero sobre todo, cuando tienen ayuda por parte del Estado, de su familia, de su red de amigos y amigas para huir y para salir adelante.
"Estás loca y tienes un problema muy gordo", "Me duele que no confíes en mí", "tus celos coartan mi libertad", "eres una paranoica y una celosa patológica", "¿en quién confías más, en mí o en ti, que estás mal de la cabeza?"
Así consiguen los hombres infieles la libertad que necesitan para poder tener varias parejas mientras tú te mantienes fiel y monógama. Su estrategia es que te creas que el problema lo tienes tú, que pidas perdón por tus ataques de celos, que confíes más en el otro que en ti misma, que te sientas mal por buscar indicios de su infidelidad. No sólo mienten compulsivamente para poder hacer lo que les da la gana, además son egoístas porque no permiten que tú también tengas otras parejas. Son hombres que mienten sin parar y te machacan la autoestima para que dudes de ti misma y para que no des problemas. Mucho cuidado.
Los hombres infieles que tienen pareja oficial utilizan varias estrategias para engañar a sus compañeras. El objetivo es compatibilizar el matrimonio con la vida de soltero y así poder tener una esposa oficial y varias parejas, o al menos, una gran lista de mujeres disponibles, pendientes, y deseosas de tener sexo con él.
Estos hombres practican la infidelidad como si fuera un deporte: su forma de mentir y engañarte, y obligarte a ser monógama es violencia. Para salir de estas relaciones de malos tratos, lo más importante es que entiendas la forma en que te hace sufrir.
La estrategia más común es hacerte creer que eres una gran celosa sin tener motivos para ello: te acusan de querer amargarles la vida y te hacen sentir mal todo el tiempo. Incluso cuando encuentras pruebas de su infidelidad, él monta una gran bronca y te niega lo que están viendo tus ojos o lo que están escuchando tus oídos. Te repite que no es lo que parece, que estás loca y quiere que dudes de ti misma para que le pidas perdón tú a él.
Cuando te humillas y le pides perdón, se siente el rey del mambo: se está riendo de tí en tu cara.
¿Por qué lo hace? Porque es un machista que cree que tú no tienes derecho a tener más parejas porque eres mujer, y él si tiene derecho a estar con quien quiera, porque es un hombre.
¿Cómo lo hace? Haciéndote sentir culpable y haciéndote creer que el problema lo tienes tú porque estás coartando su libertad. Te hace creer que la falta de libertad le está haciendo sufrir mucho y que eres una maltratadora, así puede hacerse la víctima y protestar porque no le gusta sentirse vigilado o controlado, aunque en el fondo le encanta porque si pudiera ponerte los cuernos con libertad, no le resultaría tan divertido y excitante.
Su estrategia es hacerte sufrir para él poder disfrutar de sus privilegios de hombre. Te pide que confíes en él como un acto de fe, es decir, ciegamente, como si él fuese un dios.
Así es como se asegura de que cuando tengas indicios claros de su infidelidad, rápidamente confíes en él y desconfíes de ti misma. El objetivo es que no des crédito a lo que ves, lo que oyes y lo que piensas, y que dudes de tu cordura. Por eso te dice que estás loca, que tienes paranoias, que te inventas las cosas para torturarle. Así te instala en la duda permanente y te reprimes a ti misma cada vez que sospechas de él.
Porque si queda claro que tienes problemas de celos, él podrá hacerse la víctima todo el tiempo e incluso podrá explicarle a los demás que tú eres la mala de la película, con el objetivo de que los demás te presionen también y te sientas más culpable aún. Así cada vez que él tenga una cita para serte infiel, tú te quedarás sola pensando que tienes alucinaciones o estás perdiendo la cabeza, y cuando él llegue no dirás nada, para que parezca que no has sufrido y que todo está bien.
Cuanto más culpable te sientes por tener celos y sospechas, más libre intentas que se sienta tu pareja. Cuanto peor tienes la autoestima, más sumisa eres con tu pareja y más aguantas los cuernos, ya que crees que es todo una invención en tu cabeza.
Así él puede acostarse con sus parejas tranquilamente mientras tú estás ocupada yendo al psicólogo para que te ayude a ser menos celosa.
A la larga, empiezas a obsesionarte con tu celotipia: lees posts sobre cómo dejar de ser celosa, vas a charlas y conferencias, entras en foros para conocer a otras mujeres celosas, intentas sanar tus celos... mientras tu pareja sigue divirtiéndose con sus amigas y amantes riéndose en tu cara.
La única manera de salir de esta relación de violencia y malos tratos es darte cuenta de que este tipo mentiroso e infiel es un tipo violento, aunque no te insulte ni te golpee. Cualquier tipo que quiera hacerte creer que estás loca está ejerciendo violencia sobre ti.
Así que si estás sufriendo porque estás junto a un hombre infiel, es muy importante que la dejes de inmediato y tomes conciencia de que para muchos hombres la infidelidad es un estilo de vida y una forma de estar en el mundo, es un deporte más de la masculinidad patriarcal: creen que tienen derecho a tener varias parejas, y que tú no tienes el mismo derecho que ellos.
Es machismo puro y duro: es la doble moral según la cual la infidelidad de los hombres es "normal" o "natural", y la de las mujeres es un pecado que pagamos con la muerte. A ellos se les perdonan las aventuras después de tres días durmiendo en el sofá, y a nosotras nos asesinan. Nos educan desde muy pequeñas para que:
- aprendamos a ser celosas y vivamos la vida como policías del amor, intentando amarrar a ese hombre promiscuo mediante técnicas de vigilancia, coacción, y castigo
- intentemos complacerle constantemente para que no se vaya con otras.
- aprendamos a vivir con los cuernos y los llevemos con resignación y con dignidad.
Por eso es tan importante que nos demos cuenta de que no tenemos por qué aguantar, ni sufrir, ni resignarnos, y que no podemos estar con hombres tan machistas y violentos porque destrozan nuestra salud mental con sus técnicas de manipulación.
Los que realmente tienen que acudir a terapia son ellos: necesitan trabajar el tema de la honestidad porque son educados para mentir sin parar, y para obligar a sus parejas a ser monógamas mientras ellos no lo son. Es un problema social y cultural que tiene que ver con cómo los hombres construyen su masculinidad: ahora mismo hay millones de hombres en el mundo que siendo promiscuos se emparejan en monogamia y se casan para seguir su vida de soltero como si nada. Y este es todo el problema, en realidad: que no quieren tener una sola pareja y que para poder vivir su vida como quieren, tienen que mentir y hacer sufrir a muchas mujeres.
Tener esto en cuenta es fundamental para dejar de tener celos: nosotras no tenemos por qué cargar con los problemas de honestidad de la masculinidad tradicional, ni tenemos por qué aguantar malos tratos en ninguna relación.
El amor es para disfrutar, no para sufrir:
mucho cuidado con los hombres que te dicen que estás loca.
Gente famosa y gente importante: es el momento ideal para que la televisión nos hable de la gente verdaderamente importante, y deje de endiosar a las personas menos útiles y productivas de nuestra sociedad: futbolistas, princesas, millonarios, famosas del corazón, herederas de imperios y demás personajes. Porque no son un ejemplo a seguir para nadie, ni aportan nada, aunque haya tanta gente que los admire.
Yo los veo a todos, en general, gente muy vaga, insolidaria y egoísta, y me cuesta entender que tantas personas quieran ser como ellos. Estaría bien que desaparecieran de las pantallas, porque en realidad no nos sienta nada bien la frustración y la envidia que tantos sienten viendo sus cochazos de lujo, sus mansiones, sus viajes en yate o avión, y sus toneladas de tiempo libre.
Yo le daría espacio en los medios a las historias de la gente de la que dependemos ahora: las enfermeras de urgencias con sus turnos de 48 horas, las cajeras y reponedoras que están expuestas a la pandemia cada día, las cuidadoras de las residencias que acogen bebés, niños y gente mayor poniendo en riesgo su vida, la gente que recoge frutas y verduras en condiciones infrahumanas en el campo para que podamos comer, las mujeres que limpian y cocinan en hospitales y cárceles, los transportistas que distribuyen la comida y los suministros sanitarios.
Su trabajo es indispensable para nuestra superviviencia, y los medios pueden ayudar a dignificar sus profesiones si nos muestran sus rostros y nos cuentan sus historias de lucha y superación personal. Hasta ahora sólo nos invitaban a aplaudir a chavales que patean balones, chavalas que cuentan su vida en platós, herederos que viven como reyes, y que pagan mucho menos de impuestos que los trabajadores y trabajadoras más precarias...
Ahora que aplaudimos a la gente más necesaria desde nuestros balcones, es un buen momento para que los medios dejen a un lado a los famosos y las famosas, y pongan el foco en la gente más trabajadora, valiente, y solidaria. La gente más importante.
Hoy pensaba en lo felices que tienen que estar las parejas recién enamoradas que han podido confinarse juntas, y se pasan el día follando como locos, contándose la vida, imaginando su futuro juntos, diseñando su proyecto en común, comiendo rico, durmiendo como leones, jugando a todas horas, y abriéndose en canal para deslumbrar al otro con su alma desnuda. Ahora muchas de estas parejas no tienen que abandonar la cama para ir a trabajar, ya no sufren por la falta de tiempo para amar, y pueden olvidarse de los relojes durante varias horas al día para saborear el presente como nunca.
También imagino felices a las pocas parejas que se quieren y se llevan bien, algunas quizás llevan juntas muchos años y disfrutan de las mieles del amor compañero. Su etapa de enamoramiento terminó hace mucho tiempo, pero han logrado formar equipo, apoyarse mutuamente en los momentos difíciles, y hacer frente a las crisis de pareja y a la pesadez de la convivencia y la rutina. Algunas han sacado adelante una familia con hijos e hijas y hoy probablemente tienen que estar solos, sin verlos y sin disfrutar de los nietos y nietas si los hay, pero contentos porque se tienen mutuamente y disfrutan de la compañía y la ayuda mutua que se prestan.
Pienso en las parejas separadas por el confinamiento, bien en la misma ciudad, o en diferentes ciudades o países, sufriendo por la distancia, deseandose brutalmente, haciendo videollamadas a diario, soñando con el día en el que podrán juntarse de nuevo y saborearse el uno al otro con una intensidad brutal. Pienso sobre todo en los y las adolescentes, su sed de besos, de caricias, de frotamientos, su necesidad de oler y tocarse, los abrazos que no pueden darse.
También pienso en las parejas que trabajan en hospitales o lugares de riesgo y no pueden hacer el amor, ni siquiera tocarse, para no contagiarse. E imagino las ganas tremendas que se tienen, y los momentos duros que les estará tocando vivir teniendo a su pareja tan cerca y tan lejos a la vez.
Pienso en las parejas que están sufriendo porque les toca estar juntos. Bien porque ya tenían pensado separarse pero les sobrevino la crisis y no les dio tiempo, bien porque no se pueden divorciar porque no tienen ingresos suficientes para vivir por separado y con la situación actual y la que viene, no podrán hacerlo tampoco ni aunque quieran. Los imagino compartiendo techo pero no lecho, intentando no hablar, intentando disimular frente a los hijos e hijas, quienes los tengan, y soñando con poder emprender pronto el vuelo.
También hay parejas que están sufriendo porque se han dado cuenta de que no soportan a la otra persona, y algunas, de que no se soportan ni a sí mismas. Quizás lo sabían pero con el jaleo de la vida "normal" no tenían tiempo para plantearselo, quizás vivían en lucha perpetua pero algunas tenían amantes que les hacían más fácil sobrellevar su matrimonio. Y en una situación de encierro, lo que antes parecía una crisis puede que ahora sea una catástrofe, y la sensación de estar atrapada o atrapado puede empeorar mucho este sufrimiento de tener que pasar las 24 horas del día con alguien a quien no quieren, y con quien no se llevan bien.
Hay parejas que se quieren mucho pero no pueden convivir juntas porque se pelean: unas habrán optado por estar separados y echarse de menos, que tampoco viene nada mal, y otras habrán optado por intentar convivir para darse compañía y calorcito. Habrá incluso ex parejas de estas que se llevan de maravilla que habrán podido optar por juntarse temporalmente si tienen hijos en común y no quieren estar cambiando a los niños y niñas de casa.
También imagino a las parejas clandestinas: habrá gente escapando de sus hogares para ir a pasar una noche con sus parejas, sorteando a la policía, rezando para que no les descubran yendo a ver a sus amores.
Habrá parejas que estén haciendo terapia para intentar salvar su relación, dando lo mejor de sí mismos, hablando mucho, llorando a mares, tratando de recomponer la relación, viendo a ver si es posible empezar de nuevo...
Imagino que habrá parejas en las que uno de ellos, o los dos, estén amargados echando de menos a sus amantes y odiando a su esposo o esposa, habrá parejas que se estarán conociendo de verdad y puede que les guste mucho (o nada) lo que están descubriendo.
Habrá parejas en las que uno de los dos no se siente correspondido o correspondida y está sufriendo porque sabe que su pareja se iría si pudiera.
Seguro que hay también gente que está reconectando después de haber pasado un tiempo desconectados o distanciados, parejas unidas por el miedo a la soledad, o parejas que quieren volver a intentarlo cuando termine el aislamiento.
Habrá parejas que se han dado cuenta con tristeza de que se les ha acabado el amor y que lo mejor es separarse cuando todo esto termine, y están viviendo sus últimos días con una mezcla de nostalgia, miedo, dolor y pena.
Habrá parejas que estén haciendo números cuando los niños duermen, desesperados porque les rebajaron el sueldo, les echaron del trabajo, o se les cayeron todos los proyectos de los siguientes meses y no saben cómo van a pagar el alquiler de la casa o la hipoteca, las facturas de luz y agua, y la comida de cada mes. Las imagino angustiadas con la situación, especialmente a toda la gente que vive al día, a la gente que si no trabaja no come, a las personas autónomas que no tienen salario, a las personas que antes tenían salario y ahora no. Y las imagino a algunas unidas haciendo frente al miedo y la incertidumbre, dándose calorcito humano y apoyándose.
A otras parejas las imagino peleando, y sufriendo por la cantidad de tensión y de rencor acumulado, intentando convivir en paz, o bien en constante batalla campal. Habrá gente que esté intentando practicar la comunicación no violenta, y gente que no tiene herramientas para gestionar la ira, el miedo, el cabreo, o la sensación de estar sufriendo como un animal enjaulado.
Pero en quienes más pienso, es en las mujeres que conviven con sus agresores, antes atrapadas por la dependencia económica y la emocional, o las amenazas de muerte de él si decidían separarse, y que ahora están encerradas con ellos sin posibilidad de hablar con su familia o amigas sobre el infierno que están viviendo. Pienso también en sus hijos, hijas y mascotas, y el miedo que deben de sentir todos ante los estallidos de ira con violencia, el miedo a que un mal golpe mate a su madre, y la sensación horrible de que no hay una salida, y que después del encierro probablemente tampoco la habrá. Pienso mucho en las que no van a sobrevivir porque serán víctimas de femicidio: no podrán volver a la calle, no podrán volver a abrazar a los suyos, no podrán volver a la normalidad, porque sus maridos no han recibido la vacuna contra la violencia machista, aunque la descubrimos hace mucho.
Pienso tambièn en las que están pidiendo ayuda en los teléfonos de emergencia pese a lo difícil de la situación, las que han podido ir a una casa de acogida para escapar de su agresor, las que han recibido ayuda de sus familias, amistades, el gobierno o colectivas feministas para salir del hogar, y me aferro con esperanza pensando en todas las que sí van a salvarse gracias a las redes de apoyo y cuidados. Las imagino tranquilas lejos de su agresor, las imagino pudiendo dormir bien por las noches, las imagino soñando con un futuro mejor.
En muchas pelis románticas nos mandan el mensaje de que "el que la sigue la consigue" y nos hacen creer que la insistencia es una demostración de amor y compromiso.
Nos ponen de parte del protagonista hasta tal punto que no entendemos por qué la chica le rechaza una y otra vez mientras él la persigue.
Se supone que lo que más desea una mujer es un hombre que la ame con toda su alma, y nos cuesta entender que lo que vemos es amor no correspondido. Aplaudimos cuando ella finalmente cede y "se da cuenta" de que la felicidad está llamando a su puerta y que no hay nada mas lindo que ser amada con tanta devoción e insistencia.
Por eso no vemos el acoso ni nos ponemos en su lugar, en el horror y el miedo que puede llegar a sentir una mujer que ha dicho no una vez, y tiene que vivir diciendo que no mil veces, y huyendo del pesado de turno que no entiende que no, es no. Estos pesados han visto en las pelis que los acosadores logran su objetivo si se empeñan, si son originales y divertidos, y perseveran en su empeño: la chica acaba derretida a sus pies.
Dejemos de romantizar el acoso y a respetar a la gente que no nos corresponde. En la ficción y en la realidad. Si no hay reciprocidad, respeta.
"Las pasiones nos ayudan mucho a desconectar de la realidad, a centrarnos en una sola cosa, a crecer y a obtener placer. Nos hacen sentir bien. Esto nos ayuda mucho a mantener el ánimo, a conocernos mejor y a aprender a disfrutar de nuestra propia compañía.
Las pasiones nos hacen más autónomas, nos cambian la percepción del paso del tiempo y nos permiten saborear la soledad. A la vez, nos facilita el conectar con gente desconocida con la que compartimos las mismas pasiones y sentimos que pertenecemos a una comunidad de gente diversa que interactúa unida por las pasiones
Tener nuestras propias pasiones nos permite superar la dependencia emocional en nuestras relaciones y nos ayuda a manejar nuestro miedo a la soledad: estamos comprobando que para estar bien necesitamos ante todo estar bien con nosotras mismas.
Nuestras pasiones nos conectan con el placer y, cuanto mayor es el placer que sentimos, más calidad de vida, salud física, mental y emocional tenemos"
Hay ex que se resisten a ser guardados en el rinconcito de nuestro corazón en el que están todos los amores del pasado, y que se empeñan en formar parte del presente a toda costa. Son egocéntricos, inseguros, y necesitan estar siempre en primer plano. Si no quieren quedarse en el rinconcito, mejor sácalos de tu corazón.