26 de enero de 2023
Coral Herrera en Bilbao #Gira2023
22 de enero de 2023
Entre nosotras: cómo dejar de hacernos daño
¿Por qué nos hacemos daño las mujeres unas a otras?
Porque vivimos en una sociedad patriarcal y violenta que nos enseña a luchar por el poder, y a aplastar a los demás para conseguirlo. Las mujeres somos educadas en el patriarcado y nos lleva muchos años darnos cuenta no sólo de las violencias que sufrimos, sino también de las que ejercemos sobre las demás mujeres.
Es un proceso largo que requiere mucha autocrítica amorosa, primero hay que analizar cómo aprendimos a competir entre nosotras, cómo luchamos por el poder, y después, ponerse a pensar en cómo nos puede ayudar el feminismo a mejorar las relaciones entre nosotras.
Las mujeres educadas en el patriarcado no solemos ejercer violencia física sobre las demás mujeres, pero sí violencia psicológica y emocional, que es una forma de sentirnos superiores, inflar nuestro ego, abusar de nuestro poder, y conseguir algo que necesitamos o deseamos. Porque somos educadas para rivalizar entre nosotras por la atención y el amor de los hombres, pero también para competir en nuestro entorno profesional, y así conseguir mejores puestos y salarios.
Y esta forma de relacionarnos nos hace sufrir mucho.
No tenemos mucha admiración unas a otras, pero nos cuesta aplaudir los éxitos de las demás, porque los vemos desde nuestro ombligo, y nos preguntamos constantemente: ¿por qué ella sí y no yo?. Cuando la admiración se mezcla con el rencor, surge la envidia: no podemos alegrarnos de que a las demás les vaya bien, incluso aunque a nosotras nos vaya bien. Cuanto más éxito tiene una mujer, más rabia nos da, pero nos cuesta mucho reconocerlo, aunque sabemos que nos hace daño.
Muchas veces odiamos en otras mujeres lo que no nos gusta de nosotras mismas, son nuestro espejo y cuando nos miramos en ellas nos provoca un rechazo monumental, porque nos vemos reflejadas. A ellas las atacamos con más odio aún, porque es más fácil para nosotras juzgar a las demás que analizarnos a nosotras mismas. Cuesta mucho darse cuenta si el ego está muy grande, pero las mujeres que entrenan en la autocrítica amorosa a veces lo consiguen.
Otras veces atacamos a otras mujeres porque las vemos como una amenaza para nosotras, y cuanto más nos fascinan y nos embelesan, más amenazantes son: creeemos que la otra llega a quitarnos a nuestra pareja, o nuestro empleo, y buscamos mil razones para odiarlas, pero no lo conseguimos del todo porque en el fondo, nos gustan un montón y querríamos ser como ellas.
Nosotras también sufrimos las enfermedades de transmisión social, y somos clasistas, racistas, machistas, gordofóbicas, lesbofobas, homófobas, etc, así que atacamos a mujeres que consideramos que pertenecen a una clase social inferior, o que tienen menos rango que nosotras, sin darnos cuenta de cómo hacemos daño usando nuestros privilegios.
También, por supuesto, atacamos a las mujeres que creemos que están por encima de nosotras, porque tienen más seguidores, o tienen una familia feliz perfecta, o tienen más dinero, mejor posición social, o mayor categoría profesional, o son más jóvenes, más guapas, y más encantadoras que nosotras.
Aquí también entran en juego nuestros complejos de superioridad e inferioridad: cuanto más baja es nuestra autoestima, más complejos tenemos, y más necesitamos llamar la atención y dejar claro nuestro lugar en la jerarquía, mientras nos esforzamos en escalar peldaños para llegar a ella.
Tanto en la realidad como en las redes sociales, el ego nos lleva por la calle de la amargura. Necesitamos tener el control de todo, sentirnos las mejores, acaparar los focos y los aplausos, acumular likes y seguidores. Necesitamos sentirnos especiales y únicas, y despertar la admiración y el deseo de los demás. Cuanto más baja tenemos la autoestima, más necesitamos el reconocimiento externo, y más dependientes somos de la opinión y la atención de los demás.
También la sed de venganza es otra causa por la cual hacemos daño a alguien que nos ha perjudicado o nos ha hecho daño, y lo justificamos con esta idea del "ojo por ojo, diente por diente", que es muy antigua pero sigue en nuestro imaginario colectivo, arraigado con fuerza.Por ejemplo, si una mujer nos quita la pareja, creemos que tenemos derecho a hacerla daño con el argumento de que ella nos hizo daño primero. Es peligroso usar este argumento porque también lo usan los femicidas cuando sospechan o descubren una infidelidad, o cuando ellas quieren dejar la relación.
Creamos las leyes para no tener que usar el ojo por ojo, diente por diente. Porque si nos dejasemos llevar por esta idea, todas las familias se extinguirían como las de la mafia italiana cuando entran dos clanes en guerra. No queda uno vivo cuando les ciega la sed de venganza.
¿Cuáles son nuestras armas?
Las mujeres nos hacemos daño de muchas formas. No nos amenazamos de muerte, como hacen los hombres, pero sí nos insultamos, nos burlamos, nos humillamos públicamente unas a otras.
Nos hablamos con desprecio y con tono de superioridad, nos tratamos unas a otras como si fueramos basura, nos parece que cuando alguien nos cae mal, tenemos derecho a meternos con ella.
Nos reímos, ridiculizamos a la otra para quitarle legitimidad a sus palabras y a su figura, e invitamos a las demás a hacer lo mismo sin pararnos a pensar ni un solo momento en el daño que estamos haciendo.
Otras sí son conscientes, y lo disfrutan, por eso añaden leña al fuego siempre que pueden.
Nos inventamos bulos, chismes y rumores, descontextualizamos sus palabras, tergiversamos el sentido de lo que la otra está diciendo. Vigilamos sus publicaciones, escondidas como hienas, para saltar en cuanto se pueda e ir a la yugular directas.
Hacemos preguntas cargadas de reproches, usamos la ironía y el sarcasmo, utilizamos la información sensible que tenemos de ellas para hundirlas en la miseria. Nuestra intención no solo es silenciar a otras mujeres, sino callarlas para siempre, destruirlas simbólicamente, para que desaparezcan de las redes y se "mueran" cibernéticamente. En su entierro, brindamos con champán, convencidas de que hemos derrotado a la enemiga, hasta que aparece nuestro nuevo objetivo.
Los hombres disfrutan un montón viendo como nos machacamos entre nosotras.
Date una vuelta por las redes sociales y compruébalo por ti misma. Muchas mujeres señalan públicamente a otras, las etiquetan y les dedican toneladas de palabras de desprecio. Además las exponen para que vengan detrás los hombres a sumarse a los ataques, y disfrutan viendo como la multitud las lincha y las cancela.
Es el placer del poder, es la sed de venganza, es la superioridad moral con la que juzgamos a las demás lo que nos mueve a iniciar campañas contra otras mujeres. Algunas se dedican en cuerpo y alma a atacar a compañeras de lucha que no piensan como ellas, y tienen estrategias súper elaboradas para cancelar, machacar y borrar a las mujeres a las que odian.
Sienten un placer momentáneo, pero nunca se sacia una del todo en redes, nuestro cerebro siempre quiere más adrenalina, y las redes saben lo que tienen que darnos para que nos conectemos y nos enganchemos a ellas: emociones fuertes, chutes y subidones instantáneos, sangre, sudor y lágrimas, dolor y llanto.
¿Por qué nos odiamos tanto?
Las mujeres competimos entre nosotras por puestos de poder en una empresa, en una institución, en un partido político, en una asociación de vecinos, competimos en el deporte, en el arte, en la cultura, en las portadas de las revistas del corazón.
Y al patriarcado le encanta ver cómo nos ponemos zancadillas unas a otras, como nos damos puñaladas traperas, y no tiene que hacer nada para que nos destruyamos: ya lo hacemos contra nosotras mismas, y entre nosotras.
No solo guerreamos contra otras mujeres, también nos hacemos auto boicot, odiamos nuestro cuerpo, no nos gusta nuestra forma de ser, nos exigimos demasiado, nos tratamos con la misma crueldad que a nuestras enemigas. Nos odiamos, nos sometemos a otros, nos ponemos en riesgo en nuestras relaciones.
Piensa por un momento en cómo te hablas y te tratas a tí misma, y en cómo te descuidas, y en las relaciones que tienes con gente que no te cuida, no te trata bien y no te quiere bien.
Nos odiamos porque tenemos miedo, inseguridades, complejos, falta de autoestima. Y creemos que atacando a otras nosotras valemos más, o aparentamos que valemos más.
El patriarcado construyó para nosotras la figura de "la enemiga".
Las mujeres no solo batallamos contra nosotras mismas, también necesitamos enemigas para reafirmarnos, para sentirnos pertenecientes a un bando, para destacar en la lucha y que todas vean lo graciosas y lo crueles que podemos llegar a ser.
Nos encanta meter zascas, machacar, dejar en el fango a otras mujeres, demostrar que llevamos la razón, ridiculizar a las demás para brillar por encima de ellas, para destacar, para llevarnos a sus seguidoras a nuestros muros.
Y es cierto que cuanto más violenta seas en tus ciberbatallas, más likes y más seguidoras obtienes, así que muchas mujeres en lugar de dedicarse a crear contenido para hacerse conocidas, se dedican a destruir a su competencia, o a cualquier mujer que se vea envuelta en una polémica.
No es una actividad placentera, porque la sensación de victoria se esfuma en pocas horas: siempre hay más mujeres con más seguidoras que tú, siempre hay mujeres que destacan más que tú, y la lucha por llamar la atención en redes es desgastante, y nunca nos sacia.
En nuestras batallas entre mujeres, creemos que hay que ponerse de un bando o de otro, y que no es posible estar en medio. No hay margen para desarrollar el pensamiento crítico dentro de un bando: o estás a muerte, o te pueden acusar de ser una de las enemigas.
No sabemos pensar colectivamente, ni construir conocimiento juntas. El pensamiento más simple es el pensamiento patriarcal, en el que el blanco es lo contrario del negro, el día de la noche, la vida de la muerte, la salud de la enfermedad, lo bueno es lo contrario de lo malo, lo grande es lo contrario de lo pequeño, el bien es lo contrario del mal. El pensamiento binario nos reduce a la dicotomía entre lo positivo y lo negativo, lo masculino y lo femenino, la naturaleza y la cultura, la razón y la locura.
El pensamiento complejo, según Edgar Morín, es aquel en el que somos capaces de relacionar varios factores para construir una abstracción, y en él, la duda juega un papel fundamental.
En las redes, sin embargo, nadie duda. Todo el mundo tiene muy clara su opinión sobre el femenismo, aunque no hayan leído nada sobre el tema. Todo el mundo tiene su opinión sobre el amor, la inflacción, el cambio climático, el coronavirus, el mundial de fútbol, y todo el mundo cree que tiene derecho a opinar sobre asuntos judiciales y legislativos aunque no hayan estudiado leyes. Aunque no sepan nada sobre volcanes, aunque no hayan leído jamás nada sobre virus, aunque no se hayan interesado nunca por las emisiones de carbono, todo el mundo entiende de todo y sabe de todo.
Lanzamos nuestras opiniones creyendo que estamos soltando puras verdades, que somos muy listas y muy listos, que lo sabemos todo. Y pocas veces expresamos nuestras dudas, ni dejamos margen para todo aquello que desconocemos, y ni siquiera nos interesamos por aprender algo sobre ello, ni sentimos curiosidad para leer y debatir, y así romper nuestros propios esquemas y ensanchar nuestros horizontes.
Cada vez somos menos tolerantes, y cada vez soportamos menos a las mujeres que no piensan como nosotras. Nos cuesta mucho debatir sobre cualquier tema, porque no sabemos cuidar el tono ni las palabras, y porque interactuamos cegadas por la ira, la rabia, y el dolor.
Escribimos con el hígado hinchado, con las vísceras inflamadas, con las emociones revueltas, y por eso no medimos las palabras ni el impacto que tienen sobre las demás.
Hemos perdido el placer de la conversación: cuando intentamos dialogar: en vez de disfrutar, sufrimos. Muchas salimos heridas, y muchas, cuando acumulamos varias heridas, bajamos el perfil a cero, o nos vamos de las redes sociales porque no aguantamos más.
Y esto es otro gran triunfo del patriarcado, porque se van de las redes muchísimas más mujeres que hombres cada día.
¿Quién gana en las batallas entre mujeres?
Los hombres se aprovechan cuando queremos destruirnos a nosotras mismas y entre nosotras. Ellos y su sistema patriarcal son los ganadores de nuestras guerras.
Nosotras les damos un poder descomunal en nuestras vidas, y por eso nos peleamos por su amor. Con la ex, con la suegra, con la nuera, con la cuñada, con las amigas, con las mujeres que rodean a los hombres que amamos.
Una de nuestras principales batallas es en torno a los hombres casados. Hay mujeres que se enamoran de hombres que obligan a sus parejas a ser monógamas, mientras ellos tienen las aventuras que quieren.
¿Como las engañan? Con el argumento de que ya no aman a su compañera, o que la relación está acabada, o que va a dejarla muy pronto.
Además, muchos se sitúan como víctimas para dar pena, porque saben que ellas, para poder tener un romance con un hombre casado, necesitan creer en lo que él les dice: que ella es malvada, que es una histérica, que está loca, y que le ha hecho sufrir mucho.
En las batallas entre la mujer oficial y la otra, el único que sale ganando es el hombre.
Otra de las batallas es la que existe en torno a un hombre por parte de su compañera sentimental y su madre, y a veces hermanas. Muchas de nosotras somos nueras o suegras en algún momento de nuestras vidas, y si las relaciones son tan conflictivas es porque una de las dos, o las dos, no tienen claro su papel, y porque enseguida nos metemos en una lucha de poder a ver quién tiene más influencia por el hombre. Hacemos la guerra y obligamos al hombre a elegir: "o tu madre y tus hermanas, o yo", o bien maternamos al hijo de un modo tiránico para tener siempre poder sobre él, y por eso los choques con la nuera, que también tiene un poder y no pretende renunciar a él.
También batallamos con nuestras madres y con nuestras hijas, por ese afán que tenemos de dominarnos, controlarnos, y mandar unas sobre otras. Y apenas podemos hablar del maltrato entre madres e hijas porque se supone que las madres somos seres de luz, seres entregados a los cuidados, que amamos incondicionalmente. Pero lo cierto es que aunque nos queremos mucho, no tenemos herramientas para querernos bien entre nosotras. Y que hay madres, e hijas muy malvadas.
Otras batallas se dan en el ámbito laboral, y en el ámbito social en el que nos divertimos y nos juntamos con más gente para disfrutar. Y casi todas ellas son luchas de poder. Las mujeres ejercemos el poder desde la dominación y desde la sumisión, y somos capaces de estar años y años batallando contra nuestra pareja, para que no nos someta, o para someterle. Porque nos pasa igual que a los hombres: no nos han enseñado a relacionarnos desde un plano horizontal e igualitario, y no sabemos cómo usar nuestro poder para no hacer daño a nadie.
¿Cómo dejar de sufrir y de ejercer violencia psicológica y emocional contra otras mujeres?
Desde siempre las mujeres han sobrevivido a las guerras, las sequías, el exilio, las catástrofes medioambientales y las crisis económicas juntando sus recursos para dar de comer a toda la comunidad. En muchas culturas las mujeres se organizan para ayudarse mutuamente, para cooperar, para cuidarse en momentos de necesidad.
La obsesión del poder patriarcal es romper esas redes de resistencia y de apoyo mutuo, porque solas, las mujeres somos más dependientes, más vulnerables y más sumisas. Juntas somos una fuerza arrasadora, por lo cual los hombres prefieren que estemos aisladas, y enfrentadas entre nosotras.
Esta es la razón por la cual las princesas de los cuentos patriarcales están tan solas: ninguna tiene madre, abuelas, hermanas, primas, tías, sobrinas, amigas, o vecinas. Si las tuviesen, no necesitarían al príncipe azul para nada y saldrían de su encierro sin necesidad de caer en la trampa del amor romántico.
Así que una de las formas de dejar de ejercer violencia entre nosotras es organizarnos, juntarnos y solidarizarnos. Marcela Lagarde inventó el concepto "sororidad" para hablar del hermanamiento entre mujeres, la práctica de la empatía y el apoyo mutuo entre mujeres, para no vivir solas, y para no vivir en guerra contra otras mujeres.
Una de las cosas que más nos tenemos que trabajar es la misoginia, es decir, el odio contra las mujeres, y contra nosotras mismas por ser mujeres.
Otra cosa que nos podría ayudar mucho es dejar de obedecer a las mujeres líderesas que ejercen violencia sobre otras mujeres. Dejar de amarlas ciegamente, dejar de reirles las gracias, de aplaudir sus discursos, de apoyarlas cuando piden refuerzos para un ataque.
Es muy liberador dejar de vivir con miedo a convertirte en su próxima víctima. Empezar a pensar por ti misma y a expresar tus opiniones, aunque no sean las mismas que las de ella. Ayudas además a que las demás se liberen también de la fe ciega y el fanatismo, a que puedan expresarse sin miedo a ser atacadas por sus propias compañeras.
Nos ayudaría mucho también dejar de admirar, adorar e idolatrar a los hombres, y sobre todo, dejar de imitar sus maneras de relacionarse.
También nos ayudaría entrenar en las artes de la autocrítica amorosa, gracias a la cual podríamos identificar qué nos tenemos que trabajar para ser mejores personas, para dejar de sufrir, y para dejar de hace sufrir a las demás.
La terapia nos puede ayudar, pero tiene que ser desde la perspectiva de la ética amorosa. No se trata solo de aprender a defenderte de los ataques de otras mujeres, sino también de dejar de atacar. No se trata solo de cuidarse a una misma, sino de cuidar también a las demás.
Se trata de entrenar para ser más empáticas y solidarias, para dejar de competir entre nosotras, para aprender a cuidar nuestras emociones y nuestros impulsos de manera que no nos arrasen y no arrasen a las demás mujeres.
Se trata de revisarse los privilegios, y trabajarse el racismo, la xenofobia, el clasismo, la misoginia, y todas las fobias sociales que nos hacen creer que unas estamos por encima de las otras.
Se trata de tomar conciencia de cómo se beneficia el patriarcado cuando guerreamos entre nosotras, y del impacto que tienen nuestras palabras y nuestros actos sobre las demás mujeres.
Necesitamos, además, crear espacios de debate y construcción de conocimiento colectivo, espacios libres de violencia verbal, en los que podamos debatir de los temas más polémicos sin hacernos daño, y sin exponer a las compañeras a la violencia de los hombres, como sucede en redes.
Como véis es un trabajo personal a la vez que colectivo, pues tenemos que aprender a cuidar nuestrass emociones y a controlar nuestras vísceras, a dialogar y a colaborar para acabar con las luchas de poder, aprender a escucharnos con amor y a respetarnos cuando no podamos entendernos, y entrenar juntas en las artes de la asertividad y la comunicación no violenta.
El feminismo es nuestra gran herramienta: lo que nos une a todas es la lucha contra la violencia patriarcal y la violencia machista, y la lucha para conseguir que todas las mujeres podamos disfrutar de una Buena Vida.
Nos queda mucho camino por recorrer para aprender a tratarnos bien entre nosotras, pero el primer paso es tomar conciencia no sólo de la violencia que sufrimos, sino también de la que ejercemos sobre las demás mujeres.
La autocrítica nos puede ayudar a hacer uno de los cambios más importantes de la Revolución Amorosa: que las relaciones entre nosotras se construyan desde el respeto, los buenos tratos, el compañerismo y la sororidad. Y, mientras aprendemos a cuidarnos entre nosotras, también aprendemos a cuidarnos a nosotras mismas.
Estamos en ello, seguimos soñando con un mundo mejor para todas.
Coral Herrera Gómez
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20 de enero de 2023
Masculinidades No Violentas. Herramientas metodológicas para el trabajo con adolescentes.
Aquí os presento mi Guía "Masculinidades No Violentas. Herramientas metodológicas para el trabajo con adolescentes", elaborada junto con Irene Negrín León y Diana Pérez Saavedra y publicada por la Dirección General de Juventud del Gobierno de Canarias.
Se trata de una reedición adaptada a la realidad canaria de la primera guía editada en 2019. La guía ofrece hasta 10 fichas para abordar diferentes temas como el amor romántico, el patriarcado, el feminismo, las relaciones de pareja o la inteligencia emocional. Además, incluye una ficha evaluativa y de seguimiento de cada sesión que tienen como objetivo conocer los aspectos a resaltar o las dificultades de ejecución, lo que permitirá mejorar las fichas en próximas ediciones.
Como se argumenta en la guía, las actividades se fundamentan en poner la filosofía de los cuidados en el centro para ayudar a construir relaciones basadas en los buenos tratos y el respeto mutuo, incidir en la resolución de conflictos, visibilizar que la violencia no es solo física, trabajar la autoestima, desprenderse de los miedos y trabajar la diversidad para vivir su sexualidad y sentimientos en libertad, entre otros.
Cada ficha se compone por dos lecturas y dos dinámicas que se pueden realizar en dos sesiones de aproximadamente una hora y media cada una. En cada herramienta se establecen una serie de indicaciones que determinan el orden de trabajo, así como la población juvenil destinataria recomendada y su formato de trabajo, en grupo grande o pequeño y con la opción de dividir el grupo por sexo y género, trabajando el mismo material.
Podéis descargarla gratuitamente aquí.
Otras publicaciones digitales de Coral Herrera Gómez:
Mamá se va de viaje. Cuento Infantil y Guía Didáctica
Autora: Coral Herrera Gómez
Ilustración, diseño y maquetación: Jorge Morales Carbonell
Guía Didáctica: Coral Herrera Gómez e Isabel Roda García
Coordinado por: Getting Better
Publicado por: Ayuntamiento de Humanes
Madrid, abril de 2021
17 de enero de 2023
Nos salvan las amigas
No nos salva el príncipe azul, ni la policía, ni los servicios sociales, ni los abogados, ni los jueces, ni los políticos que gobiernan. El Estado no llega nunca a tiempo. Así que no nos queda otra que cuidarnos y organizarnos entre nosotras para que no nos maten.
Las mujeres que sufren violencia machista están muy solas: a menudo no quieren preocupar a su gente y creen que pueden aguantar y resistir la situación durante meses y años. A muchas les cuesta ponerle palabras a lo que están pasando, y cuando lo logran les da mucha vergüenza admitirlo. Se culpan a sí mismas, y a veces les cuesta asumir que sus vidas corren peligro.
Cuesta mucho ir a denunciar sola, y enfrentarse a los jueces y a la burocracia de los servicios sociales sola, y reclamar nuestros derechos solas. Nos piden que denunciemos, pero los femicidas nos matan igualmente. Aunque haya orden de alejamiento, aunque les pongan la pulserita, nos matan igualmente, sobre todo cuando queremos salir de la relación, porque muchos no están dispuestos a permitir que salgamos con vida de ella.
Y cuantos más pasos damos para separarnos, más peligro corremos: los femicidas actúan cuando sienten que van a perder a su pareja y no van a poder controlarla más.
Hay mujeres que pueden tomar decisiones y actuar con rapidez, pueden contratar a un abogado, alquilarse una casa, y llamar a sus amigas para hacer la mudanza entre todas en un solo día.
Pero hay muchas mujeres que están solas, y otras que aunque tienen red familiar, tienen miedo de contarle a su gente lo que les está pasando. Mientras, los maltratadores tienen todo el apoyo de la sociedad, los medios, el poder judicial: toda nuestra cultura nos culpabiliza a nosotras y a ellos les justifica, les comprende, les absuelve a ellos.
Así que a la vez que pedimos en las calles que dejen de violarnos, de golpearnos, de matarnos y descuartizarnos, también tenemos que hacer política en nuestra vida cotidiana, con las mujeres que nos acompañan en la vida.
Las redes de cuidado entre mujeres salvan muchas vidas en todo el mundo, y ayudan a miles de mujeres a liberarse de las relaciones de dominación y violencia. En ellas nos ayudamos entre todas a identificar cuándo estamos sufriendo violencia machista por parte de nuestras parejas, y cuándo es el momento de dejar la relación. Pero además, una vez que una de nosotras quiere salir de ahí, las demás organizamos el tema de la logística: todas nuestras casas pueden convertirse en un refugio temporal para las amigas, las primas, las hermanas, las madres, las hijas, las tías, las sobrinas, y las vecinas, podemos juntar dinero entre todas para que ellas puedan sobrevivir en los primeros meses, y si corre peligro de ser asesinada, podemos turnarnos para que no se queden solas y acompañarlas a todas partes.
Cuando nos sentimos protegidas, acompañadas y cuidadas, es más difícil para el hombre violento actuar. Los asesinos necesitan víctimas vulnerables que dependan de ellos y estén solas, sin apoyo emocional y sin apoyo logístico para escapar. Por eso es tan importante que todas tengamos nuestra red de apoyo mutuo en la que dar y recibir cuidados e información, calor humano y amor de amigas, un techo para cobijarnos, y dinero para sobrevivir.
Además tenemos que apoyar también a las mujeres que no tienen amigas ni red familiar, ni compañeras con la que contar: las mujeres inmigrantes, por ejemplo, son algunos de los colectivos más vulnerables, así como las mujeres mayores y las mujeres con discapacidades que dependen al cien por cien de sus maltratadores. Las más vulnerables necesitan también ayuda de grupos de mujeres para salir adelante, tanto a nivel psicólógico y emocional, como a nivel logístico.
Y creo que una de las cuestiones fundamentales es que las nuevas generaciones entiendan la importancia de las redes de mujeres, que desde la infancia puedan construir las suyas propias, que sepan valorarlas, nutrirlas, expandirlas y cuidarlas con todo el amor del mundo.
Tenemos que ayudarles a tomar conciencia que es mejor que el tiempo y la energía que desperdician con el amor romántico, buscando a su media naranja, lo dediquen a cultivar mucho amor del bueno y a crear su red de mujeres.
No podemos seguir contandoles cuentos en los que el patriarcado les hace creer que la salvación está en el príncipe azul. En realidad son estas redes de mujeres las que nos sostienen, y en muchas ocasiones, las que nos salvan la vida.
#Redes #mujeres #ApoyoMutuo #cuidados #SalvarVidas #NiUnaMenos #VivasNosQueremos
Coral Herrera Gómez
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16 de enero de 2023
Shakira, los divorcios transoceánicos y otros temas políticos
Conocí en París a una mujer colombiana a la que su marido le dejó por otra, y no daba el permiso para que ella pudiera regresar a su país con la niña.
Estaba condenada a vivir en un país extranjero, sin su red familiar, y no lograba convalidar su título de abogada. El marido le declaró la guerra y su vida se convirtió en un infierno, y aún faltaban siete años para que su niña se hiciera mayor de edad.
No puedo parar de pensar en ella y en su niña desde que ví la noticia de Shakira, y deseo con todo mi corazón que hayan podido volver ya a Colombia, después de tantos años.
¿Comprendéis por qué lo personal es en realidad un asunto político?, ¿y por qué podemos aprovechar el tema de Shakira para hablar de asuntos que nos atañen a todas?
Mirad cuántos temas tenemos en la mesa: el derecho al divorcio, que hoy es un privilegio al alcance de muy pocas mujeres, porque no tenemos dinero para vivir solas con las crías.
Y si lo hacemos porque no aguantamos más, o porque estamos sufriendo violencia, quedamos en la más absoluta pobreza. Y si somos pobres, o precarias, no tenemos ni libertad ni derechos.
Y las que peor lo tienen, son las mujeres inmigrantes sin papeles, que quedan atrapadas durante años.
¿Y qué me decís de los hombres que no pasan la pensión alimenticia, que no quieren ver a sus criaturas, que no asumen sus responsabilidades como padres, que ni cuidan ni quieren a sus hijas e hijos, y que maltratan a sus criaturas para hacer daño a sus parejas?
En el culebrón de Piqué y Shakira se mezclan todos los temas: la emigración y la pobreza femenina, las masculinidades y las paternidades, el derecho al divorcio, el derecho a volver a tu país, el tema del compañerismo y la solidaridad en la pareja, la crianza, los mitos románticos, la autonomía económica de las mujeres... hasta da para hablar sobre la Renta Básica Universal, porque siempre que debatimos, además de analizar lo que nos pasa a las mujeres, hay que echarle imaginación y ponerse a buscar soluciones que eviten tanta violencia y sufrimiento a las mujeres.
Y además, hacer mucha pedagogía para que las adolescentes no caigan en la cárcel del amor, y no se les ocurra sacrificar su vida por el sueño de una familia feliz.
Disponemos de muchos datos y cifras que demuestran que el amor romántico es una estafa, y muchas historias de vida de mujeres atrapadas que no pueden separarse como está haciendo Shakira.
Vamos a ayudarnos una a otras a quitarnos la venda de los ojos, vamos a contarnos las verdades, sólo así podremos dejar de ser súbditas de la monarquía masculina.
Aprovechemos para liberarnos todas juntas.
Coral Herrera Gómez
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Shakira y la estafa romántica: qué estamos aprendiendo con su historia
El pacto de fidelidad es un pacto de cuidados mutuos
Libros para la Revolución Amorosa
15 de enero de 2023
Shakira y la estafa romántica: qué estamos aprendiendo con su historia
El amor romántico es una estafa, la familia feliz es otra estafa, y con la historia de Shakira y Piqué estamos aprendiendo muchas cosas y estamos tratando temas súper importantes de los que normalmente no hablamos. Además nos está sirviendo para explicarles a las niñas y las adolescentes un montón de cosas, y para desmontarles los mitos uno a uno.
En casa, en el aula, en las redes, aprovechemos su fascinación con Shakira para explicarles que a las mujeres no nos compensa el matrimonio, que no nos merece la pena dejar nuestro hogar y nuestra red de amor por un hombre.
Que cruzarse un océano y sacrificar nuestro trabajo para ir detrás de un hombre, y para apoyarle en su carrera, no nos compensa.
Que ser muy guapa y muy sexy no te garantiza que un hombre vaya a tratarte bien y a cuidarte.
Que tampoco tener hijos con él te garantiza que vaya a ser fiel y a permanecer el resto de su vida junto a tí.
Que no nos sale a cuenta construir una familia feliz por que es en el hogar donde más malos tratos y violencia sufrimos las mujeres
Que sufrir por amor no tiene premio ni recompensa.
Que la infidelidad es violencia psicológica y emocional.
Que llevarse a tu amante a la cama es una maldad muy cruel.
Que aunque la mayoría de las mujeres soportan la humillación pública de los cuernos en silencio, no tenemos por que callarnos.
Que lo que le pasa a ella, nos pasa a todas, y que lo personal es político
Con respecto a Piqué, podemos aprovechar para desmontar el mito del príncipe azul, para hablar del privilegio masculino de la tener una esposa fiel y una amante joven durante meses o años, y cómo nos afecta esta doble vida a las mujeres.
Piqué nos puede servir para hablar del machismo, de los malos tratos cuando se acaba el amor, y de la violencia que ejercen los hombres infieles con sus mentiras y engaños.
Podemos desmontar a este ídolo de masas para que nuestros hijos le vean tal y como es, y reflexionen sobre la falta de ética y la forma de usar el poder de los hombres poderosos.
Otros temazos que están surgiendo con el relato del desamor son:
- el papel que nos toca cuando somos "la otra"
- la monogamia que se nos impone a las mujeres,
- la guerra del divorcio,
- la autoestima y la dependencia emocional de las mujeres.
- las relaciones de rivalidad entre mujeres , y de cómo nos hacemos daño entre nosotras.
- las relaciones de poder en la pareja
- las diferencias de edad en la pareja
- las relaciones cerradas y las relaciones abiertas
- cómo terminar las relaciones sin sufrir y sin hacer sufrir a nuestra pareja
- la maternidad, la paternidad y la crianza
- la intimidad como derecho o como negocio
- las mujeres patriarcales
- las mujeres que se liberan
- relaciones entre nueras y suegras
- divorcios transoceánicos
- cómo cuidarnos cuando nos emparejamos
- cómo cuidarnos cuando nos separamos
- cómo protegernos de los hombres machistas
- sororidad y cuidados entre mujeres
- amor romántico y violencia machista
- cómo defender nuestra libertad y nuestros derechos
- cómo pasar nuestros duelos rodeadas de amor de amigas
- cómo los medios alimentan el mito del amor verdadero y eterno, y para qué.
- cómo nos manipulan los medios a través de nuestras emociones más primarias.
- cómo los medios nos vendieron la historia romántica de la cantante y el futbolista,
- cómo nos están contando ahora la separación,
-cómo nos impactan estas historias, cómo influyen en nuestra forma de relacionarnos.
- qué valores y principios subyacen a los mensajes que nos mandan los protagonistas y los que opinan sobre los protagonistas,
- cómo usan los medios el amor romántico para perpetuar los estereotipos y los mitos del patriarcado.
- ¿por qué las mujeres no podemos separarnos cuando nos ponen los cuernos?, ¿por qué Shakira sí puede y la gran mayoría de sus fans no?
- ¿por qué a los hombres les resulta tan fácil cambiar de pareja y formar otras familias cuando se cansan de sus esposas?
Es el momento ideal además para disfrutar de la reflexión colectiva, para poner en práctica las artes de la Comunicación No Violenta, y para pensar juntas sobre cómo sufrir menos y disfrutar más de nuestras interacciones presenciales y virtuales.
Cómo veis, este tema tiene dentro mil temas, por ejemplo la ética amorosa, la dimensión económica del matrimonio, la evasión fiscal, las millonadas que están ganando los protagonistas, el sexo y el deseo...
Como engancha mucho a la gente, es ideal para lanzar preguntas y poner a pensar a todo el mundo sobre nuestras formas de comunicarnos y de contarnos historias, y sobre nuestras formas de relacionarnos, de querernos y de separarnos.
Que nos hace mucha falta a todas y a todos.
Coral Herrera Gómez
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14 de enero de 2023
¿Por qué la infidelidad es violencia?
Una de las injusticias más grandes de la infidelidad es que mientras tú gozas de tus relaciones sexuales y sentimentales, niegas a tu pareja la posibilidad de gozar también de otras relaciones.
Además, ser infiel te lleva a engañar y a mentir, y por lo tanto a hacer daño a tu pareja, que probablemente viva angustiada porque en el fondo de su corazón sabe que te estás portando mal con ella.
Y hay más, no sólo estás ejerciendo violencia psicológica y emocional sobre tu pareja, sino que también estás abusando de la confianza que ha depositado en tí, estás rompiendo los pactos de cuidado, te estás riendo de ella en su cara.
Si además tu pareja depende económica y emocionalmente de tí, te estás beneficiando de la explotación emocional que ejerces sabiendo que ella no puede romper la relación.
Es injusto que esté atrapada contigo soportando la humillación de los cuernos, y tu te estás aprovechando para vivir el mayor privilegio que te otorga el patriarcado: la doble vida. Una como soltero y otra como hombre casado y padre de familia.
Para terminar, te beneficias del pacto de silencio del que gozan todos los hombres, por el cual todo el mundo ve la cornamenta de tu mujer, menos ella misma. Y además, muchos de vosotros atentais contra la salud de vuestra compañera porque no utilizais métodos de protección en vuestras relaciones, lo que pone en peligro su vida.
¿Cuál es la forma de no hacer daño y evitar la violencia y el abuso?
Contarle a tu pareja desde el principio lo que te está pasando (me gusta otra, estoy tonteando con otra, me estoy enamorando de otra) para que ella pueda tomar sus propias decisiones, como tener otras parejas igual que tú, o como dejar la pareja si no quiere tener una relación abierta.
Se trata de ser valiente y de afrontar lo que está ocurriendo con honestidad, así como de asumir las consecuencias de tus actos: si quiero tener otras parejas, mi pareja tiene derecho a hacer lo mismo, o a dejarme en cuanto se entere.
Y con tus amantes lo mismo: honestidad, respeto, transparencia, valentía y cuidados.
Coral Herrera Gómez
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13 de enero de 2023
Llevarte a tu amante a la cama de tu pareja es violencia
Una de las mayores violencias que nos puede infligir nuestra pareja es llevar a su amante a nuestra casa y tener sexo con ella en nuestra cama. Nuestra casa es un espacio sagrado, es nuestro refugio, el sitio al que llegamos a descansar después de librar nuestras batallas.
Es nuestro espacio de intimidad, nuestro nido, nuestra cueva para estar tranquilas, nuestro lugar para quitarnos la armadura, descansar, relajarnos, llorar las penas, disfrutar del sexo a solas o en pareja, tener conversaciones íntimas.
Es el espacio en el que tenemos nuestras cosas: nuestra ropa, nuestras fotos, nuestros artículos de higiene, nuestros recuerdos, nuestros libros, nuestros secretos, nuestros juguetes sexuales.
Es un lugar en el que deberíamos estar seguras de que nadie nos va a atacar, ni va a utilizar la información que tiene de nosotras para hacernos daño.
La cama es el lugar en el que nos desnudamos, soñamos, nos acurrucamos, es el espacio en el que gozamos, en el que nos abandonamos por completo al descanso: no es justo que metas a alguien ajeno a ella, es un daño simbólico irreparable.
Llevar a tu amante a la casa de tu pareja es violencia porque mientras tú gozas, estás violando el derecho fundamental que tenemos todos y todas a la privacidad y a la intimidad.
Quizás para tí y para tu amante sea muy divertido y emocionante, pero para tu pareja es humillante que otra persona entre en tu intimidad, que deje su olor, sus pelos, su sudor, sus fluidos, y sus secreciones corporales en su nido.
No sé si es verdad que Piqué se llevó a su amante a la casa de Shakira durante un año, y si ella se comió o no la mermelada de la cantante. Pero si es verdad, podemos decir tranquilamente que Piqué es un maltratador: es obvio que elegir el hogar de tu pareja e hijos para tener sexo en lugar de irse a hoteles lujosos es una decisión tomada para hacer daño. Y que Clara fue cómplice de esta violencia.
No tenían necesidad ninguna de usar el único espacio de seguridad e intimidad que tiene Shakira, y si lo hicieron, fue para disfrutar del daño que le estaban causando. Probablemente tanto Piqué como Clara se sintieron muy poderosos en su momento, pero es un ejercicio de poder muy violento y muy cruel.
Y lo peor, es posible que no hayan aprendido nada y que en el futuro Piqué le haga lo mismo a Clara, con otra chica más joven.
Nosotras, mientras, leemos y debatimos en redes, y estamos aprendiendo un montón de cosas sobre la historia entre Shakira, Piqué y Clara. Por ejemplo: que hay que ser valiente y decirle a tu pareja que ya no quieres estar con ella.
Que para separarse no hace falta hacerle daño a tu pareja poniendole los cuernos. Que todos los intentos por hacer sufrir a tu ex son violencia.
Que la guerra del divorcio no solo te afecta a tí, sino a todos tus seres queridos.
Que las mujeres no debemos ayudar a los hombres a humillar a sus parejas, ni invadir los espacios sagrados de las demás mujeres.
Que no debemos hacerle a la gente lo que no nos gustaría que nos hicieran.
Que los hombres tienen que trabajarse los patriarcados con urgencia.
Que las infidelidades son violencia psicológica y emocional.
Que las mujeres no tenemos por qué soportar los cuernos en silencio, que estamos hartas de que nos culpen por la violencia que sufrimos, que se nos juzga con mucha más severidad que a los hombres.
Que tenemos todas que revisar la forma en que ejercemos nuestro poder, que tenemos todas que trabajarnos más la empatía y la sororidad... ¿qué más estáis aprendiendo vosotras con esta historia?
Coral Herrera Gómez
Tú vales más que ella
"Tú eres mucho más grande que ella, tú eres más guapa que ella, tú vales mucho más, no te llega ni a la suela de los zapatos... "
¿A vosotras os consuela que os digan esto cuando tu pareja se va con otra mujer?
A mí jamás me ha consolado.
No me ha hecho sentir mejor compararme con la otra.
Nunca le digo a las mujeres que sufren porque han perdido a su pareja que son más guapas o valen más que la otra mujer. Porque creo que no ayuda a subir nuestra autoestima, solo nuestro ego, que siempre necesita sentirse superior a las demás mujeres.
"Tú eres mucho más grande que esa mujer, más lista, más bella y más sexy”, puede que te anime un poco escuchar esto, pero no sirve para calmar tu dolor.
Tampoco sirve criticar a la otra. Puede que minusvaloraros y despreciarla te venga bien para desahogar tu rabia y tu frustración durante un rato, pero no sirve para consolarte por una pérdida tan dolorosa.
La única forma de dejar de sufrir es aceptar que tu pareja ya no te ama, y se ha enamorado de otra mujer.
Una mujer que es diferente a tí, ni mejor, ni peor.
El patriarcado nos quiere en guerra a las mujeres, y en dos niveles: guerra entre nosotras, y guerra dentro de una misma.
Nosotras somos siempre las culpables de la infidelidad masculina, bien porque no vigilamos a nuestras parejas, o bien porque intentamos quitarles las parejas a otras mujeres. Parece que ellos son muñecos a merced de nuestra maldad y que simplemente se dejan arrastrar por la más dominante, pero no es cierto. Para muchísimos hombres la infidelidad es un deporte nacional.
Con quien tienes que estar dolida es con tu ex, no con su nueva pareja. La responsabilidad la tiene tu pareja, que es la persona con la que acordaste un pacto de compromiso y la que lo rompe.
Todos y todas tenemos derecho a dejar una relación, y a empezar otra nueva. Pero no tenemos derecho a hacer sufrir a los demás. Podemos dejar una relación poniendo los cuidados en el centro.
Lo que más duele de una separación son las mentiras, los engaños y la traición: si tu pareja no se porta bien en este proceso, ni te cuida, lo más importante es alejarte y cuidarte a ti misma para sufrir lo menos posible.
A mí lo que me ha ayudado de verdad en los duelos no es meterme en guerra con mi ex pareja ni con su nueva pareja, sino el amor de mi gente querida, y el tomar conciencia de todo el amor que hay dentro de mí, y a mi alrededor.
Ojalá no necesitáramos sentirnos superiores a nadie para sentirnos mejor, ni para reforzar nuestra autoestima, porque en esta batalla entre mujeres, quien gana es el patriarcado.
Coral Herrera Gómez
Libros para la Revolución Amorosa
El pacto de fidelidad es un pacto de cuidados mutuos
Cuando hacemos un pacto de fidelidad, no estamos prometiendo a nuestra pareja que jamás nos sentiremos atraídos por alguien más, ni que jamás nos enamoraremos de otra persona.
Eso no se puede prometer, porque no sabemos si sucederá.
Sí que puedes expresar que te gustaría amarle toda tu vida, pero no puedes jurar que el amor no se te va a acabar.
Lo único que podemos prometernos al juntarnos es que, pase lo que pase, vamos a ser leales y a cuidarnos.
El pacto de fidelidad en realidad es un pacto de cuidados mutuos por el cual nos comprometemos a ser honestos/as con nuestra pareja si se nos acaba el amor o si nos enamoramos de otra persona.
Es un pacto en el que nos comprometemos a ser sinceros si nos gusta mucho alguien o si estamos empezando a sentir algo fuerte por alguien. Vamos a compartir lo que está sucediendo y lo que estamos sintiendo, para poder gestionar la crisis o el final sin violencia.
Porque el engaño y la mentira hacen mucho daño, así que como nos queremos, no vamos a hacernos sufrir. O al menos, vamos a intentarlo con todo nuestro corazon.
Yo confío en mi pareja, pero no pienso que jamás dejará de amarme, ni que nunca se enamorará de otra.
Confío en que si algún día le ocurre, seré la primera persona en enterarme, confío en que no me va a mentir ni a engañarme. Confío en que no va a estar en dos relaciones a la vez durante meses o años. Confío en que la otra persona no va a meter a nadie en mi casa ni en mi cama. Confío en que la otra persona va a cuidarme incluso cuando se empiece a desvincular románticamente de mí.
Así entiendo yo, al menos, el pacto de cuidados sobre el que construyo mis relaciones de pareja: yo no puedo prometer que voy a amarte para siempre.
Pero en el tiempo que estemos juntos, y también si llega el desamor, voy a ser valiente para contarte cómo me siento, para escuchar como te sientes. Nos vamos a cuidar mutuamente, y vamos a valorar juntos si queremos o no seguir la relación, o si es mejor terminarla.
Vamos a seguir siendo cómplices y compañeros hasta el final, y no vamos a meternos en guerras, porque nos hemos comprometido a cuidarnos, en las buenas y en las malas, desde el primer hasta el último día.
Coral Herrera Gómez
Libros para la Revolución Amorosa
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10 de enero de 2023
¿Por qué nos matan?
Collectivo Boca, en Bonito, Italia. |
Nos matan por desobedecerles.
Nos matan por rechazarles cuando nos desean.
Nos matan cuando queremos terminar la relación.
Nos matan porque no queremos cuidarles más.
Nos matan para sentir el placer del poder.
Nos matan porque les falta humildad y no tienen tolerancia a la frustración.
Nos matan porque no nos pueden enjaular.
Nos matan porque nuestra cultura les hace creer que las mujeres somos cosas y que cuando nos emparejamos con ellos, les pertenecemos.
Nos matan porque creen que son seres superiores que deben ser obedecidos, venerados y cuidados por mujeres sumisas.
Nos matan porque no soportan que les digan que no.
Nos matan porque no soportan que sus parejas se sientan libres para irse o para quedarse.
Nos matan porque no son capaces de tolerar un no, un "se acabó", un "no aguanto más," un "me voy".
Nos matan cuando sienten que pierden control sobre nosotras.
Nos matan porque no saben perder, ni afrontar las derrotas de la vida con dignidad y elegancia.
Nos matan porque tienen miedo y viven presos de sus inseguridades y sus complejos de inferioridad.
Nos matan porque se obsesionan con su necesidad de dominar y controlar.
Nos matan porque son misóginos y machistas.
Nos matan porque quieren tener la razón.
Nos matan porque tienen el ego muy alto y la autoestima muy baja.
Nos matan porque sufrieron y quieren vengarse.
Nos matan porque no saben relacionarse en igualdad y en libertad.
Nos matan porque están invadidos por el rencor y la rabia.
Nos matan porque odian a las mujeres.
Nos matan porque la prensa les apoya.
Nos matan porque los jueces están de su lado.
Nos matan porque los femicidios ni conmueven ni indignan a nuestra sociedad.
Nos matan porque los vecinos miran para otro lado.
Nos matan porque parecen casos aislados.
Nos matan porque se saben impunes.
Nos matan para que las demás aprendamos la lección.
Coral Herrera Gómez
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