Ser buena persona consiste en ser capaz de relacionarse con amor con los demás, en ser honesta, generosa, sincera, solidaria, sensible, y con capacidad para la empatía.
Ser buena persona es trabajartelo para evitar que tu comportamiento haga daño a los demás.
Ser buena persona es tener capacidad para la autocrítica, para poder conocerte mejor y cambiar todo lo que tengas que cambiar en ti, para no ser egoísta, para no aprovecharte de los demás.
Las buenas personas se lo trabajan para tratar bien a la gente conocida y a la desconocida, para aportar al bien común y a la transformación social, para compartir conocimientos y recursos, para colaborar en la construcción de un mundo mejor, para cuidar y ser cuidada por los demás.
Ser buena persona es difícil en una estructura violenta basada en la opresión y en la explotación, pero es cuestión de trabajarselo individual y colectivamente: necesitamos recuperar la confianza en la condición humana para contagiarnos los unos a los otros, para ponernos todos generosos, para dejar de batallar entre nosotros, para sacudirnos la indiferencia.
Tenemos que recuperar la sensibilidad que nos permita luchar contra las injusticias y el sufrimiento de tantos millones de personas en el mundo.
Ser buena persona no debería ser una moda, sino una ética que podamos poner en práctica en el día a día y cambie nuestra forma de relacionarnos y de organizarnos, que nos sirva para que nos vaya bien a todos, no sólo unos pocos.
Las buenas personas están ahí, a tu alrededor, y las ves a diario en tu barrio, en tu pueblo, y en los espacios de resistencia al capitalismo y al patriarcado, trabajando en equipo para hacer de este un mundo más humano en el que quepamos todos y todas.