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10 de mayo de 2024

Cómo trabajar las Masculinidades en el ámbito de la pareja






CÓMO TRABAJAR LAS MASCULINIDADES EN EL ÁMBITO DE LA PAREJA: LOS PRIVILEGIOS DE LOS HOMBRES Y LOS DERECHOS HUMANOS DE LAS MUJERES

Coral Herrera Gómez

Capítulo 6 del libro:  Hombres en el siglo XXI. Análisis críticos de las masculinidades”, TIRANT LO BLANCH MASCULINIDADES, 2024


En las parejas que desean construir una relación igualitaria, basada en el respeto, el disfrute y los cuidados mutuos, uno de los principales problemas que surgen durante el proceso de negociación es el tema de los privilegios de los hombres y los derechos de las mujeres. Todas y cada una de las cuestiones a negociar en el seno de las parejas para la firma del contrato amoroso están atravesadas por la desigualdad estructural del sistema patriarcal. 

En este capítulo vamos a hablar del trabajo que pueden llevar a cabo los hombres para construir relaciones libres de sufrimiento, violencia y explotación, y lo haremos desde la Ética Amorosa y la Filosofía de los Cuidados, instrumentos que además de permitirnos analizar la realidad con una perspectiva feminista nos permiten también fabricar las herramientas que necesitamos para relacionarnos en igualdad y en libertad. 

 El primer paso es tomar conciencia: vamos a analizar los privilegios masculinos desde la perspectiva de los derechos humanos fundamentales de las mujeres. El segundo paso es plantear algunas de las preguntas que pueden constituir el punto de partida para que los hombres puedan trabajar en ello, individualmente y en pareja.


Tipo de relación y grado de compromiso

Cuando una pareja se plantea definir qué tipo de relación quieren tener, es fundamental tener en cuenta el contexto en el que lo hacemos: la sociedad en la que vivimos impone la monogamia a las mujeres, mientras que a los hombres les permite vivir una doble vida como hombre soltero, y como hombre casado. Desde siempre los hombres han podido gozar de una vida sexual y sentimental diversa y variada, gratuitamente o pagando, mientras las mujeres se quedaban encerradas en el hogar, privadas de todo tipo de relación sexual con otros hombres y otras mujeres. 

¿Cuál es el castigo reservado a las mujeres que se saltan esta ley del patriarcado? Muchas mujeres son asesinadas por su marido no solo por ser infieles, sino también por las sospechas de sus parejas. Lo mismo en países desarrollados que en vías de desarrollo: nos siguen matando por adulterio, y en algunos países, la impunidad de los femicidas es del 90%, como en México, según cifras de ONU Mujeres del Informe 25N de 2018.  

Otros castigos reservados para las mujeres que no obedecen las normas de la monogamia: palizas y violaciones por parte de su marido, expulsión del hogar o abandono por parte del marido, rechazo por parte del núcleo familiar, violencia psicológica y emocional por parte de la comunidad, ostracismo y aislamiento social. 

¿Cuál es el castigo que reciben los hombres por ser infieles? Tres días en el sofá, luego llega el perdón, y regresan al lecho conyugal. En el caso de ellos, lo denominamos “aventuras” o “echar unas canitas al aire”, en el de ellas, en cambio, es un atentado contra la moral, un pecado mortal, un delito imperdonable. 

La doble vida de los hombres está sustentada bajo el pacto de silencio que les protege a ellos (Celia Amorós, 2004) y les oculta la información a ellas, de manera que muchas mujeres viven en una realidad paralela que nada tiene que ver con la realidad que conocemos como objetiva o real. Y esto es violencia porque vivir en una realidad paralela no permite a las mujeres decidir si quieren estar en una relación abierta o cerrada, o si prefieren no compartir vida junto a un compañero que no respeta los pactos de exclusividad y fidelidad. 

Vivir en una vida de engaños y mentiras es muy doloroso y atenta contra nuestra dignidad y nuestra imagen. Aún los cuernos que sufrimos desatan las risas, comentarios y burlas de los demás, que nos señalan públicamente como fracasadas y como culpables del engaño de nuestros maridos. La infidelidad masculina es siempre culpa de las mujeres: por intentar robarle los maridos a las otras, o por no complacer y cuidar a los nuestros. El rol de criadas y de policías nos pone de rodillas: el deber de las mujeres es satisfacer sus necesidades y deseos, y a la vez vigilar y controlar a los esposos para evitar sus romances extraconyugales.

 Para los hombres que desean revisar sus privilegios, la cuestión principal a trabajar en este área es la honestidad. La única manera de no mentir y no engañar, es ser sincero y respetar los pactos, o reformularlos. Sea cual sea el modelo de relación que queramos, el pacto principal debe ser la honestidad y la confianza mutua, y para ello los hombres tienen que comprometerse a no ocultar información a sus compañeras, y a ser responsables para comunicar a sus parejas lo que está ocurriendo cuando se quiere romper el pacto de monogamia, o cuando se ha roto.  Solo con información podemos tener el poder para renegociar los pactos, o bien para dejar la relación. 

Esta cuestión sobre el tipo de pareja que queremos tener es muy importante, porque muchas mujeres ni siquiera se hacen esta pregunta: somos educadas para aceptar el tipo de relación que quieren nuestros compañeros masculinos, porque las necesidades de ellos son siempre más importantes que las nuestras. Y cuando somos capaces de expresar lo que nosotras necesitamos, deseamos y queremos, entonces la negociación es mucho más complicada porque puede ocurrir que no coincidamos en el tipo de relación que queremos construir. 

Si cada cual desea un modelo de relación diferente, entonces no podemos seguir adelante. Hasta ahora las mujeres aceptaban el modelo que sus parejas les imponían, porque fuimos educadas para ser dependientes y sumisas, pero cada vez hay más mujeres que quieren construir relaciones igualitarias basadas en el respeto, los buenos tratos, la igualdad, la libertad, la comunicación, la empatía y la solidaridad. Los hombres ya no pueden imponer su modelo, ahora tienen que negociarlo. Y ese modelo de monogamia impuesta para nosotras, y de poliagamia elegida para ellos, ya no nos vale. 

Desde la perspectiva de la ética amorosa, los hombres podrían preguntarse: ¿es justo pedirle a mi compañera una relación monogámica en la que yo puedo saltarme las normas cuando quiera, y ella no porque el coste de saltárselas es demasiado alto?, ¿o podríamos buscar una fórmula para pactar exclusividad renunciando a mi privilegio de hacer lo que yo quiera a base de mentiras y engaños?, ¿estoy realmente dispuesto a renunciar al privilegio de la doble vida?, si la respuesta es no, ¿podría plantearle a mi pareja una relación abierta?

El trabajo más importante en este punto es la honestidad y el compañerismo, dos de las asignaturas pendientes más difíciles para los hombres educados en el patriarcado, que deben tomar conciencia de que la monogamia impuesta a las mujeres mediante engaños y mentiras, es un acto de violencia contra nosotras porque atenta contra nuestra libertad para elegir el tipo de pareja que queremos tener.  


Placer y disfrute sexual

Un estudio publicado por UNFPA en 2021 afirma que solo el 52% de las mujeres casadas o en unión tienen autonomía corporal y son dueñas de su cuerpo, su sexualidad y su salud. Es decir, solo la mitad de mujeres en el mundo toman libremente sus propias decisiones sobre relaciones sexuales, uso de anticonceptivos y atención médica. Solo la mitad de las mujeres pueden tomar sus propias decisiones a la hora de decidir sobre la atención de su salud, y decir “no” a su pareja si no desea tener relaciones sexuales.

El privilegio masculino nos sitúa a las mujeres como sirvientas de los hombres: nuestro rol nos obliga a ser complacientes y a anteponer los deseos de nuestra pareja por encima de los nuestros. Los hombres siguen disfrutando de sus relaciones sexuales cuando les apetece y con quien les apetece, incluso aunque sus parejas no quieran tener sexo. 

Creen que tienen derecho a ello porque son hombres, y porque aportan dinero a la economía familiar. Este privilegio lo gozan no solo con sus propias esposas, sino también con mujeres pobres a las que pagan a cambio de sexo. Y cuando no pueden obtenerlo con dinero, lo obtienen a la fuerza de sus parejas: la mayor parte de las agresiones sexuales y violaciones las sufrimos en casa. 

Así que el trabajo principal de los hombres es aceptar que no son dueños de sus compañeras, y que ellas tienen derecho a decidir si quieren o no tener sexo. Ahora que las mujeres estamos reivindicando nuestro derecho al placer y al disfrute, los hombres pueden trabajar su egoísmo, y empezar a preocuparse por el placer y las apetencias de sus compañeras. 

En este punto es necesario tener en cuenta otro dato: la mayor parte de los hombres ha aprendido a excitarse viendo en sus pantallas a mujeres sometidas y humilladas, cosificadas, traficadas, y obligadas a abrir sus orificios corporales para que los hombres se froten y eyaculen en ellos. Un 63% de los niños de 8 años ven porno habitualmente o lo han visto alguna vez, según el informe de 2020 de Save The Children. 

La mayoría de las mujeres del porno y la prostitución son mujeres sin libertad de elección, sometidas por la pobreza y la necesidad económica. Y el porno es cada vez más cruel, más machista y más violento: ¿cómo podrían los hombres desaprender a excitarse con el sufrimiento de las mujeres?, ¿es posible disfrutar del sexo sin vejar, sin humillar, sin escupir, sin orinar, sin defecar, sin abofetear y sin desgarrar vaginal y analmente a las mujeres?

Gracias a la falta de educación sexual y al porno, la mayor parte de los hombres emparejados son pésimos amantes, como lo demuestran las estadísticas que se publican cada año sobre el porcentaje de mujeres que fingen sus orgasmos: alrededor de un 70% de las mujeres. La mayoría de ellas lo hacen para  no herir el ego de sus compañeros masculinos, o para que ellos lleguen al orgasmo y terminen cuanto antes. 

La doble moral nos ha hecho creer que las mujeres que disfrutamos del sexo somos enfermas, degeneradas, desviadas, o malvadas: en el imaginario colectivo la relación de las mujeres con el sexo es utilitaria. A nosotras no nos debe gustar el sexo, solo debe ser un medio para conseguir dinero, amor, hijos, o el trono del matrimonio. Porque disfrutar es pecado para nosotras, pero hacerles disfrutar a ellos es un deber. Es obvio que tanto hombres como mujeres necesitamos educación sexual y emocional, pero además, es urgente acabar con el machismo que castiga a las mujeres que viven libremente su sexualidad. 

Así que la cuestión para trabajar este tema desde las masculinidades, es que los hombres sean capaces de eliminar sus prejuicios contra las mujeres que disfrutan, que puedan hablar de sexo con sus compañeras, que aprendan a escuchar con atención amorosa, y a experimentar e investigar con la pareja los caminos del placer femenino

Una de las claves para la transformación masculina es que sean capaces de desarrollar la empatía para preocuparse por el placer de sus compañeras tanto como se preocupan por el suyo. 


Otra de las claves del trabajo es crear las condiciones para que las mujeres podamos gozar sin peligro. ¿Cuáles son los principales peligros que corremos las mujeres? Los embarazos no deseados, las enfermedades de transmisión sexual, y la violencia sexual. 

Los hombres tienen que tomar conciencia de que todas nosotras tenemos derecho a tener relaciones deseadas y seguras en las que nuestra salud mental, emocional y física, y nuestra propia vida se vean amenazadas. Para ello se tienen que replantear dos cuestiones: una es el uso de anticonceptivos y barreras para protegerse y proteger a sus compañeras. La otra es la aceptación del no, una de las cuestiones más problemáticas de la masculinidad que vamos a analizar en los siguientes puntos. 


Salud sexual, relaciones seguras y libres de violencia

Todas las mujeres tenemos derecho a tener relaciones sexuales y sentimentales seguras, libres de coacción y de violencia, y a no morir por enfermedades de transmisión sexual, embarazos no deseados, partos o abortos legales o clandestinos.

Sin embargo, cada año mueren cerca de medio millón de mujeres como resultado de complicaciones derivadas del embarazo o el parto, según un estudio de 2017 de la Organización Mundial de la Salud: se practican más de veinticinco millones de abortos inseguros en el mundo y en ellos mueren 40 mil niñas y mujeres cada año. 

Los hombres educados en el patriarcado siguen sin responsabilizarse de su propia salud sexual y de la de sus compañeras, y esta es la razón por la cual las mujeres deben asumir solas todo lo que tiene que ver con la salud sexual y la planificación familiar, como si fuese un problema exclusivamente suyo.. 

Todas nosotras tenemos derecho a tener relaciones basadas en el deseo sexual, no en nuestra necesidad económica o en nuestro rol como objetos sexuales al servicio de los hombres. La doble moral del patriarcado nos ha hecho creer que el apetito sexual de los hombres es irrefrenable, que no pueden controlarse a sí mismos, que son incapaces de actuar con ética cuando sienten deseo sexual por una mujer. Por eso se disculpa a los hombres y se culpa a las mujeres de provocarles. 

En el imaginario colectivo somos nosotras las que les obligamos a tener relaciones fuera del matrimonio, o a violarnos, porque vamos vestidas de una forma provocativa, o porque salimos de noche, o porque caminamos solas por la calle.  

Y sin embargo, la gran mayoría de las agresiones sexuales no las sufrimos a manos de desconocidos, ni en la calle. Según el Informe del 25 de Noviembre de la ONU en 2018, nos violan en casa, y nos violan nuestros novios, maridos, padres, hermanos, abuelos, tíos, primos, y amigos de la familia. 

¿Y por qué nos violan los hombres que más dicen querernos? La antropóloga argentina Rita Segato (2017) nos lo explica de una forma clara en sus obras: los hombres no violan por apetito sexual, sino por la necesidad de sentir que tienen el poder. No es un acto sexual, sino de dominación. No les mueve el placer, solo la necesidad de sentirse importantes.  

Además, muchos hombres poseen una escasa tolerancia al rechazo y no soportan que les digan que no cuando desean tener relaciones sexuales. Les han educado para que crean que nosotras somos objetos, y que nuestros cuerpos están a su disposición, gratis o pagando. Si se casan con una mujer, son dueños de su vida, y creen que tienen derecho a penetrarlas aunque ellas no lo deseen.

En España un 13,7 % de las mujeres españolas han sufrido violencia sexual en la pareja, casi 3 millones de mujeres. El 6,6% de las mujeres que han tenido pareja manifiestan que al menos alguna de sus parejas, a lo largo de su vida, la ha obligado a mantener relaciones sexuales cuando ella no quería. Un 6,3% de las mujeres que han mantenido relaciones sexuales sin desearlo, lo han hecho por miedo a lo que su pareja les podía hacer si se negaban. Un 3,5% de las mujeres encuestadas afirman que les resultó humillante o degradante tener relaciones sexuales contra su voluntad, sobre todo cuando su pareja le impedía salir, “sujetándola o haciéndole daño”

También las cifras sobre prostitución nos demuestran que los hombres siguen abusando de su poder para tener sexo con quien deseen y cuando deseen: alrededor de un tercio de los hombres (el 32,1%) reconoció haber pagado dinero por mantener relaciones sexuales al Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) en 2008. El 10,2% señaló que solo había pagado una vez en su vida y otro 21,9% reconoció que habían sido más veces.

Estos datos nos demuestran que los hombres tienen que plantearse estas cuestiones desde la ética amorosa: ¿es justo que yo pueda tener relaciones con mujeres pobres que si pudieran no tendrían jamás sexo conmigo?, ¿es justo que mis compañeras sexuales queden embarazadas porque a mí me molesta usar preservativo?, ¿es justo que mis compañeras sexuales enfermen y su vida corra peligro porque yo tengo todas las relaciones que quiero sin usar protección?, ¿cómo puedo cuidar mi salud sexual y la de las mujeres con las que me relaciono? 

Otros temas para trabajar : la frustración al no, la necesidad de dominar, el placer del poder, y el respeto a la libertad de la pareja. Para dejar de ejercer violencia sobre sus compañeras sexuales y sentimentales es preciso desarrollar la autocrítica amorosa, aprender a cuidarse a sí mismos, escuchar a sus compañeras, y a aceptar un no cuando sus compañeras no desean tener relaciones sexuales. 


El cuidado del hogar, los familiares y los hijos e hijas


Todas las mujeres tenemos derecho a tener relaciones igualitarias en las que los cuidados sean mutuos, y a tener tiempo libre para descansar y para disfrutar de la vida. 

Sin embargo, en España las mujeres trabajamos gratis durante 43 días al año

Dedicamos una media de 6 horas (5 horas y 59 minutos) al trabajo doméstico. Los hombres emplean en este grupo de actividades menos de la mitad del tiempo, 2 horas y 20 minutos, según el Instituto de las Mujeres de España del año 2020. 

En todo el mundo la gran mayoría de las mujeres tenemos una doble jornada laboral: una fuera de casa, remunerada generalmente con sueldos precarios, y otra en casa, sin remuneración, sin cotizar a la seguridad social, sin permiso de baja por enfermedad, sin días de descanso, sin vacaciones, y sin derecho a la jubilación. Es un trabajo que tenemos para toda la vida, algunas desde que somos niñas, y no tiene prestigio social, ni se valora, ni se paga: damos los cuidados gratis. 

Cuidamos la organización, administración y limpieza del hogar, parimos, criamos y educamos a los hijos y las hijas, cuidamos de las personas dependientes de la familia (adultos mayores, familiares con discapacidades, familiares accidentados o enfermos), de las mascotas y de las plantas, ejercemos de limpiadoras, enfermeras, cocineras, educadoras, asistentas, psicólogas, secretarias, y  asumismos toda la carga mental, la mayoría solas, sin ayuda ni colaboración, y el resultado es que ellos tienen mucho más tiempo libre que nosotras, y que nosotras estamos agotadas. 

Si los cuidados no son mutuos, son explotación doméstica, y todo tipo de explotación es violencia, porque alguien se beneficia del robo de nuestra energía y nuestro tiempo. A las mujeres nos obligan a vivir una vida de servicio, sacrificios, renuncias, y nos medican para que podamos aguantar el ritmo de vida sin protestar. 

El tema de los cuidados es una cuestión de justicia social: sin tiempo libre y sin energía, las mujeres no podemos descansar, ni disfrutar de nuestras pasiones, ni de nuestra gente querida. 

Los hombres no pueden seguir abusando de las mujeres ni pueden seguir llamando “amor” al trabajo gratuito, como afirmaba la antropóloga feminista Silvia Federici en su teoría sobre el patriarcado del salario (2018), según el cual a las mujeres nos toca el papel de las obreras, mientras los hombres actúan como la patronal. 

La sobrecarga de trabajo de las mujeres es el principal motivo para divorciarse hoy en día, según la Asociación Española de Abogados de Familia en febrero de 2022. Y es que no es posible disfrutar del amor de pareja en un contexto de abuso y explotación doméstica. 

¿Cómo se trabaja desde las masculinidades? Tomando conciencia del problema, y buscando un cambio en las relaciones de poder, para “desgenerizar” las tareas de cuidado, en palabras de Alicia Puleo (2011). En su día a día, los hombres pueden asumir su corresponsabilidad como persona adulta en las tareas de cuidados, negociando para repartir el trabajo, y organizando la logística con la compañera para igualar la carga de trabajo y de tiempo libre. 


La libertad de las mujeres y el derecho a vivir una Buena Vida

Las mujeres perdemos el derecho a la libertad cuando nos emparejamos. Primero, por una cuestión de tiempo y de dinero: además de no tener horas libres al día, tampoco tenemos autonomía económica que nos permita decidir libremente con quién queremos estar, y cuándo queremos terminar una relación sentimental. 

Pero también porque la monarquía masculina se sustenta sobre la obediencia femenina. 

Muchas niñas y mujeres en el mundo viven confinadas en sus hogares y solo tienen permiso del marido para ir al mercado, al médico y a la iglesia, pero nunca solas, siempre acompañadas por familiares. Son muchas las mujeres que no tienen libertad de movimientos, ni tienen libertad sobre sus cuerpos, su sexualidad, sus maternidades. Son muchas las que ni pueden elegir pareja, ni pueden divorciarse de ella, porque incluso aún siendo legal el divorcio, no poseen autonomía económica.

Muchas mujeres pierden su derecho a estudiar, a trabajar, a viajar, a tener sus propios proyectos personales y profesionales cuando se emparejan o se casan. En todo el mundo, son millones las mujeres que no pueden expresar sus opiniones, sus sentimientos, sus ideas y sus conocimientos en el espacio público, no pueden tomar decisiones, ni manejar su propio dinero, ni tener su propia red social y afectiva. Muchas mujeres tienen la comunicación limitada, vigilada y controlada por sus padres, novios y maridos. Cuando empiezan su primera relación con un hombre, pierden completamente el derecho a la intimidad y a la privacidad porque son obligadas a compartir sus contraseñas de correo y perfiles en redes sociales.

En España: el porcentaje de mujeres residentes de 16 y más años que manifiestan haber sufrido en algún momento de su vida los distintos actos de violencia psicológica de control por parte de alguna pareja o expareja, es del 31%, es decir, más de 6 millones y medio de mujeres.Las mujeres también sufrimos violencia emocional: al menos un 21,9% de las mujeres residentes en España, según la Macroencuesta de 2019 soportan o han tenido que soportar insultos, gritos, burlas crueles, amenazas, castigos, humillaciones, comentarios despreciativos y malos tratos.   

¿Cómo podrían los hombres trabajar sus masculinidades para dejar de limitar o prohibir el derecho a la libertad de sus compañeras? Desmontando, en primer lugar, la idea de que una mujer a la que amas es propiedad suya. Y trabajando, en segundo lugar, la necesidad de dominar, someter y tener el control sobre su compañera. 

Desde niños los hombres aprenden a valorar y a defender su libertad, pero no la de los demás, y por eso es tan necesaria una educación feminista que les ayude a comprender por qué las mujeres nacemos libres y cuales son los derechos fundamentales de los seres libres. También es necesaria la educación emocional, para que aprendan a resolver los conflictos sin violencia, y para que aprendan a cuidar sus emociones de manera que no hagan daño a nadie. 


Tema económico: gastos e ingresos

Según la Macroencuesta de 2019, un 10,8% de las mujeres residentes en España de 16 y más años ha sufrido violencia económica por parte de alguna pareja o ex pareja en algún momento de su vida: 6,9% ‘se negaba a darle dinero para los gastos del hogar cuando la pareja tenía dinero para otras cosas’, 7,2% ‘le impedía tomar decisiones relacionadas con la economía familiar y/o realizar las compras de forma independiente, 4,9% ‘no le dejaba trabajar o estudiar fuera del hogar’.

En todo el mundo, los hombres tienen en propiedad las tierras, los medios de producción y de comunicación, los bancos, las empresas, las iglesias. Nosotras las mujeres, trabajamos para ellos, por eso los grandes puestos de responsabilidad los siguen teniendo ellos, y por eso nosotras ocupamos los puestos peor valorados y peor remunerados. Nuestros salarios son más bajos, trabajamos gratis muchas horas, sufrimos más la precariedad laboral, el desempleo, y la falta de derechos laborales. Nos despiden cuando nos embarazamos, no nos contratan si tenemos bebés o críos pequeños, no ascendemos en las empresas ni en las instituciones, no obtenemos financiación para nuestros proyectos de investigación, el mundo de los expertos en cualquier cosa, es un mundo de hombres. 

A la hora de negociar en pareja cómo repartirse los gastos y los ingresos en pareja, entonces, los hombres tienen que tener en cuenta la brecha salarial de su país (en España es del 18%) La gestión de la economía de la pareja debe hacerse de manera proporcional a los ingresos de las mujeres, pero también teniendo en cuenta cómo nos afecta a las mujeres todos los factores anteriormente citados. 

¿Cómo pueden trabajar los hombres este tema? 

Lo más importante es que los hombres reconozcan lo que hacemos como trabajo, que asuman que el trabajo gratuito que hacemos es explotación, y la explotación es violencia. También deben renunciar al privilegio de la explotación doméstica, y trabajar la empatía, la solidaridad y el compañerismo para afrontar los gastos compartidos como un equipo

Cuando hay dependencia económica en la pareja, es preciso plantearse conjuntamente el tema de una posible separación y preguntarse: ¿tenemos los dos la misma libertad y las mismas condiciones para terminar la relación?, ¿cómo podríamos hacer para que ambos seamos libres para quedarnos o para irnos? 



Los cuidados en la pareja 

Las mujeres tenemos derecho a vivir relaciones libres de violencia, y a que no se nos someta a ningún tipo de tortura ni a tratos crueles, inhumanos o degradantes. Sin embargo, alrededor de 81,000 mujeres y niñas fueron asesinadas en el 2020, y la mitad, unas 47,000 de ellas, (es decir, el 58%), a manos de sus parejas o familiares. 

Es una cifra que se repite cada año, según ONU Mujeres, que estima que 736 millones de mujeres -alrededor de una de cada tres- ha experimentado alguna vez en su vida violencia física o sexual por parte de una pareja íntima, o violencia sexual perpetrada por alguien que no era su pareja (el 30% de las mujeres de 15 años o más) Esto equivale a una mujer o niña asesinada cada 11 minutos por maridos y hombres de su entorno. 

¿Qué deberían trabajar los hombres para que las mujeres podamos tener nuestros derechos garantizados? En primer lugar, renunciar al privilegio de recibir cuidados sin darlos, en segundo lugar, aceptar que las mujeres son libres y que ellos no son dueños de su cuerpo ni de sus vidas. Y en tercer lugar, aceptar, como afirma Miguel Lázaro (2022) que la masculinidad patriarcal es la principal amenaza que afrontan las mujeres para su vida y su seguridad, para su desarrollo personal, y para alcanzar la igualdad individual y colectiva. 


Conclusión

A nivel colectivo, de todos los factores de cambio, según Pierre Bourdieu, los más importantes “son los que están vinculados a la transformación decisiva de la función de la institución escolar en la reproducción de la diferencia entre los sexos (...) y la transformación de las estructuras familiares”. 

Los hombres tienen que tomar conciencia de cómo funciona el patriarcado, cómo lo han interiorizado, y cómo pueden liberarse de todas las creencias, los valores y principios que les someten al rol de hombre, y a los mandatos de género. 

Es un proceso de autoconocimiento y autocrítica amorosa que les permitirá identificar sus privilegios, y  todo aquello que necesitan cambiar para aprender a relacionarse con las mujeres en condiciones de igualdad y libertad. 

En el centro de este trabajo están los cuidados: podemos educar a las nuevas generaciones de hombres para que aprendan a cuidarse a sí mismos y a cuidar sus relaciones desde la Ética Amorosa. 

Lo más urgente, es el reparto de los cuidados del hogar, la crianza, las mascotas y los familiares dependientes. Después, es necesario aprender a elaborar los pactos para que podamos construir relaciones sanas en las que ambos miembros de la pareja puedan disfrutar por igual. 

Otras formas de ser hombres son posibles: el trabajo con uno mismo contribuye al contagio social, porque los hombres que tienen alrededor se ven afectados e influenciados por los cambios que hace el resto. 

Otras formas de relacionarnos, de querernos y de organizarnos son posibles: la clave está en entrenar día a día en el desarrollo de la empatía, la honestidad, la solidaridad, el compañerismo, la igualdad y la equidad, la sensibilidad. 

Y tomar conciencia de que todos estos cambios personales y colectivos no sólo sirven para ser mejores personas, para liberarse a sí mismos y para liberar al amor del patriarcado y el machismo, sino que también contribuyen al cambio colectivo, y a la construcción de un mundo mejor. 


Coral Herrera Gómez



Este capítulo forma parte del libro colectivo :Hombres en el siglo XXI. Análisis críticos de las masculinidades”

Editado por Anastasia Téllez Infantes, Javier Eloy Martínez Guirao, Joan Sanfélix Albelda (Eds.),

TIRANT LO BLANCH MASCULINIDADES, 2024

A la venta en papel y en ebook









Otras publicaciones de Coral Herrera: 


Masculinidad, amor romántico y relaciones de pareja

Capítulo 6 del libro: 

Hombres, Masculinidad (es) e Igualdad , coordinado por Bakea Alonso e Isabel Tajahuerce, de la Editorial Aranzadi.


España, junio 2022

Formato: papel y ebook










Coral Herrera Gómez, editorial Catarata, Madrid, 2019









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24 de abril de 2024

No sólo es Sexo, también es Amor




Tener sexo con otro ser humano es un acto de amor. Incluso aunque os hayáis conocido hace tan solo unas horas: compartir la intimidad es un acto de amor. Dos personas desnudas que se desean, se seducen mutuamente, comparten juegos y placeres están haciendo el amor, no importa si la relación amorosa dura un fin de semana, un verano, o unos meses, si van a volver a verse o no, si hay romanticismo o no. 


Sin embargo, vivimos en una sociedad que separa el sexo del amor como si fueran dos cosas diferentes, por eso hay gente que no respeta ni trata bien a sus compañeras y compañeros sexuales, y por eso nos hablan de ellas como si fueran seres despreciables, tratando de ningunear o invisibilizar a la otra persona: "no hay nada entre nosotros, solo sexo”, “no ha sido nada, no tengo nada que ver con esa persona, fue un calentón”, "solo follamos de vez en cuando, nada más” 


“Nada”, “solo”: intentamos minimizar la importancia de la relación para no responsabilizarnos y para no vincularnos, porque nos da mucho miedo el amor y reprimimos nuestras emociones porque nos creemos que cuando nos metemos con alguien en la cama, estamos yendo a la guerra.


Pero no solo es miedo, también es patriarcado.


Los hombres tradicionales siempre han distinguido entre las mujeres dignas de recibir amor, y las que son solo para tener sexo. Unas pueden convertirse en novias o esposas, las otras son mujeres de usar y tirar. Son cuerpos, son objetos para eyacular dentro, algunos de pago y otros gratis. Los dos grupos de mujeres están a tu servicio, a unas las tratas como si fueran señoras, y a otras como putas. 


Los hombres que se aman entre ellos también hacen lo mismo, y ahora nos sumamos las mujeres, que también distinguimos entre las mujeres y los hombres con los que nos vinculamos emocionalmente, de las personas con las que ”solo” tenemos sexo, y establecemos una jerarquía en la cual dejamos claro que unas nos importan, y otras no. 


Con unos follamos vestidas, con otros si nos atrevemos a desnudarnos. Con unos podremos llegar a compartir nuestros secretos, nuestros sueños, nuestros miedos, nuestros recuerdos, nuestros planes para el futuro, nuestras emociones más íntimas. Con los otros no nos vamos a abrir en canal, no nos vamos a desnudar el alma, no nos vamos a mostrar tal cual somos ni vamos a mostrar nuestra vulnerabilidad.


Ahora tanto mujeres como hombres presumen de tener relaciones que no son importantes, pese a que no hay nada más íntimo y amoroso en el mundo que compartir placeres e intercambiar fluidos. 


Negar lo hermoso de haber encontrado a alguien con quien disfrutamos y gozamos es una forma de mutilarnos a nosotros y a nosotras mismas. Tratar a las personas como trofeos de caza nos sirve para deshumanizarlas y así poder usarlas a nuestro antojo. 


Los hombres lo hacen mucho cuando tienen pareja estable y se saltan el pacto de fidelidad, creyendo que les perdonarán más rápidamente si dicen que no fue nada, y si afirman que solo han usado a la otra persona para descargar el deseo sexual. 


Sin embargo, los hombres no perdonan infidelidades porque saben que a las mujeres nos cuesta más separar sexo y amor, y porque saben que los procesos de cortejo y seducción son en sí actos de amor. Es una estupidez negar las emociones hermosas que nos han invadido desde que se nos encendió la chispa del deseo hasta que terminamos en la cama. 


Da igual cuánto dure una relación sexual: lo mismo si dura tres horas que tres semanas o tres décadas, deberíamos ser respetuosos, amables, y lindos con las personas con las que compartimos intimidad, y con las que gozamos del sexo. 


No importa si es una relación seria o si es una relación divertida, si hay romanticismo o no, si es un hombre o una mujer: lo que importa es que seamos capaces de relacionarnos amorosamente con los demás seres humanos, en todas las circunstancias, y que seamos capaces de cuidarnos mutuamente mientras disfrutamos.


El primer paso, yo creo, es que podamos hablar de nuestras parejas sexuales con los demás sin despreciarlas, sin minusvalorarlas, sin ningunearlas y sin hablar de ellas como si fueran trofeos de caza, sin tratarlas como cosas, productos o mercancías. 


El siguiente es tomar conciencia de que todas las relaciones son amorosas, que compartir deseo y placer con alguien que te gusta mucho es un regalo de la vida, y que todos los vínculos son hermosos e importantes, duren lo que duren, sean con personas conocidas o desconocidas. 


El amor está en todas partes, en todas las relaciones, no sólo en las parejas unidas por el amor romántico. Está en las relaciones de amistad, en las relaciones familiares, en las relaciones con compañeros y compañeras de estudio o de trabajo, con el vecindario, y con las relaciones con otros seres vivos.


Yo siento que lo disfrutaríamos mucho más si dejásemos las jerarquías a un lado, si nos liberáramos del miedo al amor, y si pudiéramos tratar a todo el mundo con respeto, cariño y ternura. 


Igual que nos gusta que nos traten a nosotras y a nosotros, ¿verdad? Con mucho respeto y mucho amor del bueno ❤️


Coral Herrera Gómez 



Ya puedes escucharlos en todas las plataformas 

13 de abril de 2024

El Amor no es una guerra





El Amor no es una guerra.


Tu pareja no es el enemigo o la enemiga.


No tienes que obedecer a tu pareja, no perteneces a ella.


No tienes que domesticar ni disciplinar a tu pareja para que sea como tú deseas. 


El Amor no es una cárcel: en una relación amorosa los dos miembros pueden juntarse y pueden terminar la relación cuando quieran.


No tienes que renunciar a tu libertad ni a tus derechos fundamentales, ni tienes que sacrificarte por la otra persona.


Tu pareja no es tu sirvienta ni tu criada ni tu asistenta ni tu guardaespaldas. 


No tienes por qué trabajar gratis para tu pareja, ni tienes por qué pedirle a tu pareja que se encargue de todo para que tú puedas vivir como los reyes de la Edad Media.


El Amor no es una guerra. 


No tienes que cazar a tu pareja, ni conquistarla como si fuera un país, ni colonizarla para ponerla a tu servicio. 


No es necesario elegir entre dominar ni someterte a tu pareja. No tienes por qué estar batallando toda la vida y perder tu energía y tu tiempo en luchas de poder que te desgastan.


No es necesario sufrir por amor, no hay premio ni recompensa. 


En el Amor tú no tienes que ganar, ni imponerte, ni defenderte de tu pareja. No tienes que intentar llevar siempre la razón, ni salirte siempre con la tuya, ni intentar escapar de tu pareja, no es tu carcelero ni tu carcelera.


El Amor no es un campo de batalla, es un espacio de ternura, de cuidados mutuos y compartidos. 


El Amor es como un refugio en el que las dos personas trabajan como equipo para sobrevivir, se apoyan mutuamente, y construyen su relación día a día sobre las bases del respeto, la honestidad, la ternura, el compañerismo, la solidaridad, la responsabilidad y el compromiso. 


En el Amor todo se habla, todo se negocia y se llegan a acuerdos: el amor hay que cuidarlo mucho para que florezca y de sus frutos. En el Amor todo es recíproco: es una relación libre de abuso, de explotación y de violencia. 


En el Amor tú puedes ser tú misma, y expresar tus deseos, emociones y necesidades sin miedo. Puedes crecer y evolucionar, y puedes irte cuando quieras. 


Porque el amor no es una experiencia carcelaria ni un combate a muerte, no es una eterna concatenación de peleas con reconciliaciones: es una unión de dos personas o un grupo de personas que quieren acompañarse, disfrutar y compartir la vida durante un tiempo. 


Si estás en una guerra constante con tu pareja, pide un alto el fuego y sentaos a dialogar. Podéis empezar por preguntaros si hay condiciones para poder disfrutar del sexo y del amor, y si ambas personas sentís y necesitáis lo mismo.


Si decidís que queréis estar juntas, entonces hay que elaborar una serie de pactos para cuidar la relación, para que ambas personas podáis relacionarnos en igualdad. Después de las negociaciones de paz, podéis firrmar el contrato amoroso, que puede terminarse cuando lo deseéis. 


El Amor no es una condena perpetua.


Si no hay condiciones para quereros bien, o uno de los dos desea seguir el camino de la vida a solas, entonces podéis separaros y firmar los acuerdos de paz para que cada uno pueda irse y rehacer su vida. 


También cuando te separas hay que poner en el centro los cuidados: no es necesario guerrear ni herir a la pareja, no es necesario hacerse daño ni machacar al otro. 


Podéis romper la relación para siempre o podéis quereros de otra forma y transformar vuestro amor, no es necesario que viváis en guerra después de separaros. 


No tenéis que defenderos ni atacar a quién ya no quiere seguir viviendo con vosotros: lo mejor es aceptar que el amor se acaba y que no merece la pena vivir sufriendo y haciendo sufrir a tu ex pareja. 


No se trata solo de cuidar tu salud mental y emocional, sino también la de los demás: la gente que vive alrededor de una pareja en guerra constante también lo pasa muy mal. 


El Amor no es una guerra: en un mundo asolado por el odio y la violencia, tratarse bien, quererse bien y cuidarse mutuamente es un acto revolucionario, porque supone ir a contracorriente en una sociedad donde toda la gente vive luchando a diario contra todos los demás. 


Paremos las luchas contra nosotros mismos y nosotras mismas, y contra los demás: necesitamos Refugios de amor en los que poder convivir en paz.


Coral Herrera Gómez 


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30 de marzo de 2024

¿Cómo saber si estoy en una relación tóxica?



"Los amores reñidos son los más queridos", "los que más se pelean son los que más se desean", "quien bien te quiere te hará llorar", "del amor al odio hay un paso", "se amaban pero se llevaban como el perro y el gato"... nuestra cultura están plagada de refranes y dichos populares que romantizan las relaciones tóxicas. 

Sabes que estás en una relación tóxica cuando provocas una pelea para llegar al momento de la reconciliación. 

En una relación tóxica te aburres si todo va bien, porque necesitas sentirte invadida y arrasada por emociones fuertes, y porque te gusta que todo sea brutal e intenso. 

No solo disfrutas sufriendo, sino también viendo a tu pareja sufrir. No solo disfrutas llorando en las peleas, también disfrutas viendo llorar a tu pareja. Y cuánto más llora, más importante y poderosa/o te sientes tú.

Las parejas tóxicas viven en un estado de guerra permanente en el que se alternan las peleas con las reconciliaciones, y los períodos de mucho sufrimiento con etapas más pacíficas, pero lo más característico es que los dos miembros se relacionan como si fueran enemigos, y solo se unen si aparece un enemigo externo. 

Una relación tóxica es aquella en el que el proceso de domesticación es mutuo: ambos miembros luchan por dominar al otro y ambos se defienden del poder del otro, cada cual con sus armas y sus estrategias. Ambos son víctimas y victimarios: a veces les toca sufrir, y otras veces hacen sufrir a sus parejas. O las dos cosas a la vez. 

Todas las relaciones humanas son un poco "tóxicas", porque en todas hay luchas de poder, más o menos intensas, más o menos conflictivas. 

De hecho, las relaciones humanas son una de las principales fuentes de sufrimiento para todas y todos nosotros. Una fuente de sufrimiento es la que tiene que ver con el dinero y los derechos humanos: todos sufrimos ante la falta de trabajo, los salarios de miseria, la subida de los precios, las deudas y sobre todo el miedo a la exclusión social. 

Cuando no hay dinero, no hay derechos humanos. Para poder disfrutar del derecho a beber agua potable, a comer tres veces al día, o a dormir bajo techo, necesitamos ingresos dignos, y si no los tenemos, sufrimos mucho. 

La segunda fuente de sufrimiento humano surge de las relaciones entre seres humanos. No sabemos querernos bien, no sabemos tratarnos bien, no sabemos resolver nuestros conflictos sin violencia, por eso gastamos tanto tiempo y energía sufriendo por las relaciones que tenemos (o que no tenemos) con nuestros padres y madres, y familia cercana, con nuestras parejas, hijas e hijos, con compañeros/as de estudios o trabajo, con el vecindario y con la gente que convivimos a diario.

¿Por qué son tan complejas y difíciles las relaciones entre nosotros? 

Porque usamos estructuras basadas en la dominación y en la sumisión: nuestras relaciones están basadas en la explotación y el abuso. Los valores bajo los que nos relacionamos son los valores del capitalismo y del patriarcado (individualismo, egoísmo, narcisismo, avaricia, acaparamiento, dominación y sumisión) Cada cual piensa en su propio beneficio, no sabemos pensar en el Bien Común, y funcionamos bajo la filosofía del Salvese quién pueda y bajo la Ley del más fuerte. 

Muchos de nuestros conflictos surgen porque los demás se intentan aprovechar de nosotras y tenemos que poner límites, y al revés: los demás nos ponen límites y no nos sienta nada bien. 

En las relaciones heterosexuales, los hombres se benefician de sus privilegios: reciben cuidados sin darlos, disponen de criada gratis, obligan a su pareja a ser monógamas mientras ellos tienen las relaciones que quieren con otras mujeres, y viven como reyes en su hogar. La mayoría de las mujeres protestan, muchas ejercen de vigilantes y policías de sus maridos, y vivien en una frustración perpetua: es muy doloroso convivir con tipos egoístas, machistas, y mentirosos. Es muy duro que tu pareja se ría en tu cara y que los demás se rían con él. 

El abuso masculino nos produce una tremenda desilusión a las mujeres, y cuanto más hemos idealizado al macho y al amor romántico, más grande es la decepción, la rabia y el rencor. 

Muchas mujeres heterosexuales se pasan la vida intentando que una relación que no funciona, funcione. Algunas son capaces de estar cuarenta o cincuenta años de su vida tratando de que sus maridos se porten bien, sin lograrlo jamás: se nos va mucha energía y mucho tiempo tratando de educar a hombres que se resisten a ser disciplinados. Para ellos es fundamental defender a muerte su libertad, por eso las mujeres que se meten en la jaula del amor romántico lo pasan tan mal intentando que sus parejas se encierren con ellas. 

Generalmente los hombres solo se meten en la jaula al final, cuando llega la disfunción eréctil y se acaba la potencia sexual. Solo cuando envejecen y empiezan a enfermar es cuando quieren encerrarse en el hogar y que sus compañeras se encierren también. Solo en ese momento las mujeres empiezan a sentir el poder que tienen. Cuanta más dependencia sufren ellos, más fuertes se sienten ellas. 

Las relaciones entre mujeres que se aman, y entre hombres que se aman, también pueden ser tóxicas porque están basadas en la misma estructura de dominación y sumisión. A todas y a todos nos gusta tener la razón. Nos gusta imponer nuestras ideas, nuestra manera de hacer las cosas, nuestra forma de organizarnos. Nos cuesta ceder cuando negociamos, porque vivimos en un mundo competitivo que solo nos enseña a soñar con ganar todas las batallas. Todos y todas queremos sentirnos importantes y poderosas, y queremos imponer nuestros deseos, nuestros criterios, nuestras necesidades a los demás. 

En los colegios nos educan para crear enemigos y disfrutar machacandolos: usan el deporte y los juegos para que aprendamos a guerrear contra los demás desde la más tierna infancia. Nos hacen creer que la vida consiste en estar permanentemente luchando contra los demás, por eso es tan dificil relacionarnos desde el amor. 

Las relaciones tóxicas se diferencian de las relaciones de violencia machista en que están basadas en el maltrato mutuo y en la alternancia de posiciones: cada miembro tiene su poder, y lo usa para dominar a la otra persona. Las que se sitúan en posiciones subalternas también aplican los mismos esquemas de dominación que las que ejercen el poder: cada cual con sus armas y sus estrategias intenta lograr lo que desea, lo que quiere y lo que necesita del otro. 

Nunca nos planteamos si esas estrategias son o no son éticas, si perjudican o no a la otra persona, si hacen daño o si son abusivas. Porque lo que nos enseñan bajo la ideología capitalista y patriarcal es que lo que importa son los fines, no los medios. Da igual como lo consigamos, lo importante es ganar.  

La gran mayoría de las personas no son conscientes del dolor que provocan en los demás, y cuando lo son, tratan de justificar sus actos, a menudo usando la victimización, y culpabilizando a la otra persona: "yo no quería hacerlo, pero no me dejó otra alternativa", "me saca tanto de quicio, si hiciera lo que yo le digo no habría problema", "si no razona y no cede, entonces no me queda más remedio que..."

Generalmente las relaciones tóxicas están construidas sobre la dependencia, tanto económica como emocional. Hay muchas parejas que no se soportan pero no se separan porque se sienten atrapadas en la relación, bien porque no tienen dinero para vivir separadas, o bien porque tienen un miedo terrible a la soledad.

Esta dependencia es muy común en personas que no han podido desarrollar su autonomía, y que están convencidas de que no pueden hacer nada por sí mismas. Se ven como inútiles, como eternos niños que necesitan siempre una figura de referencia y apoyo, porque no han madurado lo suficiente como para responsabilizarse de sí mismas. No saben hacer uso de su libertad, no se ven a sí mismas como personas adultas y funcionales: creen que sin la otra persona no son nada, y que están condenadas a depender siempre de esas figuras de referencia. 

Les pasa a todos aquellos y aquellas que permanecen toda la vida viviendo con sus progenitores: cuando les llega el momento de salir del nido y dar el salto, creen que tienen las alas rotas y que no pueden echar a volar solas. No importa que el médico les explique que pueden volar por sí mismas y que no tienen nada roto: están convencidas de que ellas solas no pueden, y que fuera del nido la vida es terrible. 

Muchos creen además que sus madres y padres son inmortales. No quieren pararse a pensar qué van a hacer cuando sus progenitores no estén. Suelen verse a sí mismos como eternos adolescentes, y ni se les pasa por la cabeza formar su propia familia, porque se ven siempre como hijos e hijas, y no como adultos responsables. Es decir, reciben cuidados pero no se sienten capacitados para cuidar a nadie. 

Hay gente que en lugar de echar a volar, salta a otro nido cercano. Es la gente que sale de casa de mamá para irse a la casa de otra mujer que ejerza las mismas funciones que mamá: muchos hombres sustituyen a una por otra, y así no tienen nunca que asumir sus obligaciones como adulto. Algunos de ellos tienen hijos y actúan como si fueran los hermanos mayores de sus propias criaturas. Por eso hay mujeres que bromean presentando a sus maridos como si fueran los hijos mayores. 

¿Cómo saber si mi relación es tóxica? 

Generamente solo tienes que cerrar los ojos y escuchar tu corazón. Si estás sufriendo, si lo estás pasando mal, si sientes angustia y ansiedad y tu pareja siente lo mismo, es porque os estáis haciendo daño. Si estás siempre pensando en cómo poner a tu pareja de rodillas y en como salirte con la tuya, es porque no estás disfrutando de la relación, estás siempre en guerra. 

Hay muy poco amor y mucho maltrato en las relaciones románticas tóxicas. 

Sabes que estás en una relación tóxica cuando en lugar de placer y alegría, sientes emociones intensas como el odio, la envidia, el rencor, la rabia, la frustración, y mucha amargura. Vivir luchando constantemente con un enemigo o enemiga le amarga la vida a cualquiera: hay parejas que son capaces de estar peleando toda la vida, y que no saben relacionarse si no es desde esta estructura de conflicto permanente. 

También hay parejas que cuando se les pasa el enamoramiento inicial se aburren, y se dedican a pelearse porque necesitan emociones intensas. Creen que para amar hay que sufrir y hacer sufrir a la otra persona, y que cuanto mayor sea el sufrimiento, más les van a amar. Creen que el amor de pareja es una tragedia al estilo Romeo y Julieta, con heridos y muertos, con desgarros y sangre, y muchas lágrimas, y creen que cuanto mayor es el drama y la destrucción, más grandioso es el amor romántico. 

Mucha gente cree que las guerras románticas son como un juego en el que vale todo, y en el que lo importante es ganar. Y es porque no han conocido el amor del bueno: creen que amar es sufrir y hacer sufrir, y no saben disfrutar, ni del sexo, ni del amor, ni de la vida. Solo saben atacar y defenderse, de manera que no tienen ni idea sobre cómo apoyarse mutuamente, cómo cuidarse mutuamente, y cómo construir una relación basada en el placer, el gozo y la alegría de vivir. 

Y suele ser porque nunca han gozado de relaciones de amor, creen que lo "normal" es vivir en una pelea constante, y que no hay otras formas de relacionarse. Y eso es porque en nuestras representaciones culturales, nunca nos ofrecen parejas igualitarias que en lugar de dedicarse a guerrear, se dediquen a apoyarse mutuamente. 

Nos cuesta mucho imaginar la posibilidad de querernos desde la empatía, la solidaridad, la cooperación y el compañerismo porque solo nos ofrecen representaciones de parejas que sufren y no saben arreglar sus problemas sin hacerse daño. 

En nuestro mundo, el pez grande se come al chico, y nadie quiere ser el pez chico. Incluso las mujeres, aunque finjamos ser muy patriarcales y parezca que aceptamos muy felices nuestro papel de seres inferiores y subordinados, en realidad todas luchamos con todas nuestras fuerzas contra el abuso del marido. 

Muchas relaciones lésbicas y gays funcionan con la misma estructura patriarcal. En las relaciones entre mujeres o entre hombres en las que no hay división sexual del trabajo ni reparto desigual de roles, también pueden darse relaciones de dependencia y luchas de poder basadas en la necesidad de imponerse y de dominar a la otra persona. 

Una de las preguntas básicas que debemos hacernos para saber si estamos o no en una relación tóxica es preguntarnos a nosotras mismas cómo conseguimos lo que queremos, lo que necesitamos, y lo que deseamos, qué estrategias utilizamos y cuales de ellas son éticas (y cuáles no): la seducción, la coacción, el chantaje, el soborno, la extorsión, el engaño y las mentiras.... la mayoría de estas estrategias te benefician a ti, y hacen daño a la otra persona.

 Por ejemplo, cuando usamos el chantaje para que la otra persona se sienta responsable de nuestra felicidad y se sienta culpable si estamos tristes. Sin duda la culpa funciona muy bien cuando queremos obligar a alguien a que haga algo que no quiere, y esto lo saben muy bien los grandes manipuladores. 

También el miedo es un gran arma para someter a la pareja, especialmente si es mujer, pues desde pequeñas fabrican en nosotras el miedo a que no nos quiera nadie, y el miedo al abandono y a la soledad. Así que muchas relaciones lésbicas se construyen desde este miedo y es así como surgen las relaciones de dependencia. 

Una de las características de las relaciones tóxicas, es que en ellas los dos miembros de la pareja intentan machacar la autoestima de la otra persona para poder manipularla mejor. Es una de las principales estrategias para que la pareja se sienta atada a nosotras: hacerla creer que no merece amor ni buenos tratos, que nadie va a quererla, que sola no es nadie y no sirve para nada. 

Además, muchas personas destructivas saben usar muy bien ese tono de desprecio que tanto duele cuando proviene de un ser querido. Es la mejor manera de hacer daño: hacerle sentir a tu pareja que te ha decepcionado, y hacerle creer que sientes un profundo desprecio por ella, aunque no sea verdad. 

El tono de desprecio sirve para darle énfasis a nuestro enojo, y para hacerle creer a esa persona que en medio segundo se nos fue todo el amor que sentimos por ella. Y que es culpa de ella, obviamente. 

Para acabar de hundir a tu enemiga o enemigo, también funciona muy bien usar la información que tienes de la otra persona para dar donde más duele, aprovecharse de sus miedos, sus traumas, sus puntos débiles, y usarlos para ganar la batalla. 

En las peleas de las parejas tóxicas no hay voluntad de arreglar los problemas, no se habla de cómo hacemos para que no se repita, o qué podemos mejorar para que no vuelva a suceder. Lo más normal es que nos estanquemos en el pasado y nos enfanguemos en la lluvia de reproches: "es que tú...."

Los reproches sirven para culpar a la otra persona de todo lo que sucede, para que se sienta mal y nos pida perdón. 

No importa si siempre es lo mismo: las parejas tóxicas nunca hacen autocrítica amorosa, ni se sientan a dialogar para reconocer los errores, ni reconocen sus equivocaciones, ni piden disculpas, ni tratan de reparar el daño que han hecho. 

Sus miembros no se paran a preguntarse a sí mismas qué tienen que trabajarse por dentro para ser mejores personas, ni tampoco se sientan a charlar para ver qué tienen que trabajar como pareja para que la relación sea mejor. 

Las parejas tóxicas no se plantean nunca mejorar la relación, sino más bien al revés. 

Prefieren seguir sosteniendo las dinámicas de destrucción y dolor, porque quieren ganar la batalla, y quieren a la otra persona de rodillas frente a ellas. Incluso hay parejas que cuando rompen la relación, siguen haciendose daño y tratando de destruirse toda la vida. En el fondo es porque quieren seguir unidos, quieren seguir siendo importantes para la otra persona, se niegan a romper el vínculo del todo, y creen que si mantienen la guerra podrán estar cerca de la otra persona, incluso cuando los hijos e hijas ya son mayores. 

En la relación tóxica ninguno de los dos miembros se responsabiliza: ambos encuentran que es mucho más fácil culpar a la otra persona y situarse como víctima, para que sea la otra persona la que cambie, la que haga algo, la que se someta a nuestro poder. 

En todas las relaciones tóxicas hay un intento de disciplinar y domesticar a la otra persona, y de cambiarla para que se adapte a nuestro sueño romántico. 

Las mujeres sobre todo nos hemos creído que el ogro gruñón y maltratador puede acabar siendo un príncipe azul. Y muchas se pasan la vida soñando con el milagro romántico y tratando de convencer al ogro de que es mucho más bonito ser un príncipe azul. Obvio el ogro prefiere seguir siendo quien es, sobre todo si le va bien, así que es capaz de resistir durante décadas. 

La batalla termina cuando nos resignamos y nos damos cuenta de que nuestra pareja no va a cambiar jamás. Pero para admitir la realidad es necesario trabajarse mucho la honestidad y la humildad, y la mayoría no tenemos herramientas para ello. No sabemos rendirnos ni aceptar las derrotas, y sobre todo lo que más nos cuesta es darnos cuenta de que el amor no lo puede todo, ni transforma mágicamente a las personas. 

Las personas solo cambian cuando quieren, o cuando lo necesitan.  

Las relaciones tóxicas nos hacen sufrir muchísimo porque están basadas en la contradicción (te amo y te odio, ni contigo ni sin ti, quiero irme pero estoy atrapada), y en la violencia verbal, psicológica y emocional. 

Todo intento de hacer daño a alguien para salir beneficiado/a es violencia, sobre todo cuando sabemos que esa persona nos quiere o nos necesita, o depende de nosotros/as.

¿Cómo trabajar para evitar hacer daño a tu pareja? 

Lo primero es trabajar tu ego, y tomar conciencia de que debemos aceptar a los demás tal y como son, sin intentar cambiarlos. Y asumir que para entendernos, tenemos que escucharnos, dialogar, negociar, ceder, y llegar a acuerdos. 

Una de las cuestiones más importantes para dejar de vivir en guerra permanente es darnos cuenta de que la victimización es una forma de dominación. No sólo dominamos desde el poder, también lo hacemos deede posiciones de sumisión. 

Pensemos por ejemplo en la relación tóxica que existe entre algunas personas dependientes y sus cuidadoras: incluso estando en una cama las personas dependientes ejercen su poder sobre su entorno, y pueden llegar a convertirse en auténticos tiranos y en malvados maltratadores. 

Las mujeres también tenemos nuestras armas para someter a los privilegiados, para someternos entre nosotras, para dominar a los demás. Solo que en lugar de usar la violencia sexual y la violencia física, usamos la vía del sufrimiento emocional y psicológico. Pensemos en el maltrato entre nueras y suegras, madres e hijas, o incluso en entornos laborales: nuestro ego y nuestra necesidad de dominar nos convierten en seres carentes de empatía, de ética y de bondad. 

¿Cómo hacer para no hacer daño y para que nuestras relaciones no se conviertan en relaciones tóxicas? 

Autoconocimiento: para saber quién eres, cómo eres, qué sientes, y por qué te relacionas así. 

Autodefensa para evitar el abuso,

Autocuidado para evitar el sufrimiento,

Autocrítica amorosa: para trabajar tu ego, para identificar lo que te hace sufrir, y lo que hace sufrir a los demás. 

Autonomía para evitar la dependencia, 

porque cuanto más dependientes somos de alguien, más manipulables y vulnerables somos. 

Pero también cuando alguien depende de nosotras, porque estamos igual de atadas y atrapadas. 

La necesidad (de dinero, de afecto, de compañía) es lo que nos impide construir relaciones basadas en la libertad. No es lo mismo juntarse a alguien porque nos apetece y nos fascina, que juntarse a alguien porque estamos huyendo desesperadamente de la soledad o de la precariedad económica. 

Las relaciones interesadas nos encarcelan y son una trampa, y solo nos damos cuenta cuando querríamos terminarlas y nos encontramos con que no podemos separarnos ni independizarnos. 


¿Cuál es la buena noticia? Que todo se puede trabajar en esta vida, y que de las relaciones tóxicas se puede salir. 

Basta con trabajar a fondo la autonomía para evitar la dependencia, la autocrítica amorosa para aprender a usar nuestro poder, y la autodefensa feminista para protegernos de las relaciones basadas en la dominación, la manipulación y el abuso. 

Se trata de aplicarse a una misma la Ética del Amor y la Filosofía de los Cuidados para aprender a ser mejores personas, y para mejorar nuestras relaciones afectivas, sexuales y sentimentales. 

Si quieres trabajar en ello, o ayudar a otras personas a trabajar en ello, vente con nosotras al curso virtual que empieza el lunes. Puedes apuntarte desde cualquier país y asistir al directo que se celebrará todos los lunes de abril durante dos horas, de 6 a 8 pm hora Española (si no puedes, quedan las sesiones grabadas para que las veas cuando quieras)





Mujeres que se liberan: herramientas feministas para la prevención de las relaciones tóxicas, 
es un curso certificado de 25 horas dirigido a mujeres que quieren trabajar en su autonomía y autocuidado frente a las relaciones basadas en el abuso y el maltrato, y a profesionales que trabajan con mujeres (educadoras sociales, trabajadoras sociales, psicólogas, terapeutas, sexólogas, técnicas de igualdad, profesoras, etc.) 

Coral Herrera Gómez



5 de marzo de 2024

No te cases nunca: vamos a contar verdades



Los hombres casados viven más años que los solteros. Su salud es mucho mejor, y son más felices que los hombres solteros, divorciados y viudos. 

Las mujeres solteras viven más años,  gozan de mejor salud y son más felices que las mujeres casadas. 

Estas fueron las conclusiones de Paul Dolan, profesor de Ciencias del Comportamiento en London School of Economics en el estudio que publicó en 2019 y su conclusión fue: "Si eres hombre, quizás deberías casarte. Si eres mujer, estás mejor sola" 


¿Y por qué será que el matrimonio solo beneficia a los hombres?

Pues porque al casarse, todos son premiados con una mujer-criada, una mamá-esposa, una mujer que ejerce de secretaria, cocinera, limpiadora, niñera, enfermera, asistente, psicóloga, maestra, lo hace gratis, y además te trata con amor. 

¿Y cómo es tener una cuidadora todos los días de la semana, todos los días del año, hasta el final de tus días?

 Una mujer que no sólo trabaja gratis, sino que además no tiene días de descanso ni vacaciones, no puede pedir permiso por enfermedad, no cotiza a la seguridad social, y no cobra salario. Está siempre disponible para ti, siempre a tu servicio.

Todo son ventajas, porque además, ahora las esposas-madres también traen dinero a casa: aguantan sin rechistar la doble jornada laboral, y no solo son unas excelentes profesionales, también son buenas trabajadoras del hogar, buenas mamás, buenas vecinas, buenas esposas.

Tienen la casa limpia, la nevera llena, la comida hecha, llevan la administración del hogar, la contabilidad, la carga mental, y además están listas todas las noches para ofrecerte servicios sexuales. 

A los hombres les viene muy bien tener una sustituta de mamá con la que poder tener sexo, una mujer que les cuide cuando enferman, y que les ate en corto. porque los hombres ya sabemos que no tienen auto control y no saben regularse a sí mismos: necesitan una mujer que sea a la vez madre, maestra, vigilante y carcelera. Una mujer que les guíe por el camino del bien, y haga todo el trabajo que les toca hacer a ellos en la casa y con los hijos. 

¿Cuales son los incovenientes para los hombres? 

Que no todas sirven a los hombres con alegría. Muchas protestan por la explotación y el abuso, por las escapaditas masculinas y por los cuernos que llevan. No todas las mujeres obedecen todo el tiempo; hay muchas que reclaman, patalean, lloran, montan broncas una tras otra. Por eso hay tantos chistes sobre hombres que escapan de mujeres gruñonas. Para ellos la mujer ideal es la que no se queja, la que se resigna y se deprime, la que se calla y se aguanta. 

 Hay mujeres que se pasan años intentando educar a sus maridos para que cambien, otras son más prácticas y más realistas, y hacen su vida pasando de sus maridos, y otras logran liberarse de la carga y echan a volar.

A la mayor parte de los hombres les compensa tener una esposa gruñona y amargada que pasa todo el tiempo enfadada.

A quienes no nos compensa es a nosotras.  

El matrimonio es una estafa, y es una trampa. Creemos que al casarnos el hombre se comportará como un compañero, que trabajaremos en equipo, que recibiremos los mismos cuidados que damos. Todas soñamos con un hombre autónomo que sepa cuidarse a sí mismo y sepa cuidar a sus seres queridos, pero apenas hay hombres así.

Después de la boda nos encontramos maternando a un hijo mayor, y después nos toca maternar a nuestros hijos pequeños, y cuantos más hijos tienes, más atrapada estás en el matrimonio.

Cuando comprendes en tus carnes la profunda injusticia que supone no tener tiempo libre para que tu marido viva como un rey, ya es demasiado tarde. Los hombres gozan del doble de tiempo libre que las mujeres en todo el mundo, lo que significa que pueden dedicarse a sus pasiones, hacer ejercicio y practicar deporte, pueden divertirse con los amigos, pueden pasar tiempo con sus familiares, pueden estudiar idiomas, o másters, o doctorados, pueden descansar y dormir más, y pueden tener las amantes que quieran.

Las mujeres tenemos apenas una hora libre al día. Por eso somos nosotras las que pedimos mayoritariamente el divorcio: antes el principal motivo era la infidelidad masculina, ahora es la sobrecarga doméstica.

¿Qué impacto tiene en nuestra salud mental, emocional y física la doble y triple jornada laboral? Pues en España, por ejemplo, las mujeres somos las que más psicofármacos estamos consumiendo en toda Europa, para poder aguantar un ritmo de vida tan estresante y agotador: antidepresivos, ansiolíticos, somniferos...

La falta de sueño y descanso, unido al estrés y la sobrecarga de trabajo, son factores fundamentales para explicar por qué las mujeres casadas tienen menos esperanza de vida que las solteras.

Vivir trabajando para los hombres, tanto dentro como fuera de casa, es agotador.

Y muy frustrante.

La frustración, el enojo, la decepción, la rabia, nos amarga la vida. Cuanto más nos creemos el mito romántico, más nos duele el darnos cuenta de que el amor romántico es una estafa, y la "familia feliz" una trampa.

Miramos a las mujeres solteras y sin hijos con envidia, porque ellas no tienen que servir a los hombres, ni tienen que aguantar cuernos, ni tienen que pasarse el día trabajando para que la familia feliz sea feliz.

Las mujeres solteras creen que las casadas son muy felices porque generalmente las casadas no cuentan las verdades, ni muestran públicamente cómo se sienten. Ponen fotos en redes sociales para que los demás crean que tienen un marido maravilloso, unos hijos maravillosos, y una vida maravillosa. Por eso cuando deciden divorciarse nadie entiende nada, "con lo felices que se os veía en las fotos"

A nosotras no nos compensa el matrimonio, porque los privilegios y los abusos de los hombres nos amargan la existencia, nos quitan tiempo para disfrutar de la vida, nos enferman y nos quitan años de vida. 

Vivir en guerra constante es muy frustrante, porque ellos juegan con ventaja, no se dejan domesticar, y casi siempre ganan las batallas.

Así que para vivir mejor, las mujeres tenemos que evitar el matrimonio, y nunca convivir bajo el mismo techo que nuestros amantes. 

La mejor fórmula es que cada uno viva en su casa, porque los hombres ganan en tiempo y calidad de vida, y nosotras perdemos. Perdemos la salud, perdemos horas al día, perdemos la alegría: el matrimonio solo les beneficia a ellos.

Para que las mujeres jovenes no caigan en la trampa, vamos a contar verdades.

Vamos a dejar de fingir que somos felices en redes sociales.

Vamos a explicarles que no es una cuestión de mala o de buena suerte: el matrimonio es una estructura basada en la dominación masculina y en los privilegios de los hombres.

Las nuevas generaciones de hombres y mujeres tienen que tener claro que cuando los cuidados no son mutuos, están en relaciones de abuso y de explotación. 

A los niños hay que hablarles de justicia social y derechos humanos, y a las niñas hay que contarlas la verdad del matrimonio, para que no se conviertan en criadas y no acaben atrapadas, amargadas y empastilladas.

Para muchas mujeres el matrimonio es una trampa mortal, pues todos los días son asesinadas 137 mujeres en el planeta por desobedecer a sus maridos o por intentar escapar de la cárcel del matrimonio. El lugar más peligroso del mundo para las mujeres y las niñas es el hogar: las violan y las matan los maridos, los padres, padrastros, abuelos, tíos, primos, y amigos de la familia.

Por eso es tan importante desmontar el mito romántico. Ellas tienen derecho a saber la verdad, a escuchar a sus madres, abuelas, tías, primas, y vecinas, a enfrentarse a la vida con los ojos abiertos, sin la venda que les ponemos en los ojos cuando son pequeñas.

Todas tienen que saber, además, que tienen derecho a vivir una Buena Vida, y que la mejor manera para vivir mejor es permanecer soltera.

Coral Herrera Gómez



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