Todas nosotras tenemos derecho a vivir una Buena Vida, libre de sufrimiento, explotación y violencia.
Una Buena Vida es aquella en la que tenemos todas nuestras necesidades básicas cubiertas: agua potable, techo para protegernos del viento y la lluvia, comida caliente 3 veces al día, ropa de abrigo en invierno, energía para calentarnos y refrescarnos, aire limpio, todos nuestros derechos garantizados, y una buena red amorosa de gente que nos cuide y nos quiera bien.
Una Buena Vida es aquella en la que todas tenemos derecho a tener derechos. Todas nosotras necesitamos dinero, porque sin ingresos no es posible tener nuestros derechos garantizados.
Además necesitamos tener derecho a descansar y a divertirnos: para disfrutar de la Buena Vida, necesitamos tener tiempo y energía para disfrutar de nuestras pasiones y de nuestros seres queridos.
El derecho a tener una Buena Vida es universal: todos los seres vivos de este planeta lo tenemos.
Ni los animales ni las mujeres estamos excluidas: nosotras no vinimos al mundo a servir a los hombres, ni a sufrir, ni a pasarlo mal. No vinimos aquí a sacrificarnos, sino a gozar de la existencia de la misma manera que gozan los hombres.
La vida es un regalo, y a veces es muy corta, y es solo una, así que vivir una Buena Vida es también un deber.
Los políticos están obligados a erradicar la explotación, el sufrimiento y la violencia, y a proporcionar a toda la población las condiciones necesarias para una Buena Vida.
Ninguno de nosotros podemos ser felices si los demás sufren: la Buena Vida es un asunto colectivo.
Mucha gente cree que solo unas pocas personas tienen derecho a vivir bien, y que unas se lo merecen más que otras, pero lo cierto es que no es una cuestión de méritos.
Es una cuestión de justicia social: todos y todas nacemos con este derecho.
Las mujeres y las niñas también.
A mí se me cambió la vida el día en el que me di cuenta de que yo tengo este derecho y este deber, y desde entonces no paro de contárselo a todo el mundo en mis libros, en mis charlas, en mis talleres, en mis posteos en redes.
Sentí mucha alegría y mucha fuerza al tomar conciencia de la responsabilidad que tengo: es mi deber cuidarme y procurarme una Buena Vida, a mí misma y a las demás mujeres y niñas del mundo.
Tomar conciencia de que no puedo ni debo renunciar a mi libertad y a mis derechos fundamentales en nombre del “amor” me permitió comprometerme a fondo con mi bienestar y mi salud física, mental y emocional.
Y también con mi placer y mi derecho al goce y al disfrute.
Ahora sé que para poder vivir una Buena Vida es fundamental construir relaciones basadas no en la servidumbre, sino en la reciprocidad, el compañerismo, la libertad, la solidaridad y los cuidados mutuos.
Sin redes de amor no es posible sobrevivir en un mundo tan violento y cruel. Solo el amor puede frenar la violencia y la autodestrucción, solo el amor nos puede salvar como especie: tenemos los conocimientos, las habilidades, y las capacidades necesarias para mejorar nuestras vidas, para cambiar la forma de organizarnos y de relacionarnos.
Sabemos cómo eliminar la pobreza y la explotación, cómo aprender a resolver nuestros problemas sin hacernos daño, y sabemos que para garantizar los derechos de todas las mujeres, y para que todos y todas podamos disfrutar de la Vida, hay que colectivízar y repartir los cuidados.
Muchas de nosotras ya hemos empezado con los cambios personales que necesitamos para la transformación social, porque sabemos que todo empieza en una misma, y que la principal batalla está en el hogar,
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Coral Herrera Gómez