No logramos avanzar en la lucha contra el terrorismo machista porque la Educación sigue siendo patriarcal y machista, sigue sin haber apenas mujeres en los libros de texto, los niños y niñas no reciben educación emocional ni estudian la historia del movimiento de liberación de las mujeres, no les explican cómo nació, como funciona y cómo se perpetúa el patriarcado, no trabajan las masculinidades no violentas, y no saben qué es el feminismo.
Seguimos educando a las niñas en la adicción al amor romántico, y deberíamos explicarles cómo los mitos románticos nos llevan a todas a asumir los roles de género y a obedecer los mandatos del patriarcado.
Deberíamos contarles por qué y para qué los medios nos invitan a soñar con el paraíso romántico, por qué nos siguen haciendo creer que la felicidad está en el matrimonio y la familia feliz, por qué nos engañan con la idea de que si no estamos en pareja somos unas fracasadas.
Deberíamos enseñarles a desmitificar el romanticismo y a relacionarse desde los cuidados y el buen trato.
Deberíamos darles las herramientas que necesitan para aprender a usar su poder y a gestionar sus emociones para que no hagan daño a nadie.
Deberíamos explicarles que el amor no es una cárcel, que no tienen por qué trabajar gratis para los hombres, que amar no es sufrir ni sacrificarse.
Deberíamos contarles que el amor es una construcción y que podemos transformarlo y reiventarlo para acabar con la explotación, el sufrimiento y la violencia.
Deberíamos dejarles imaginar otras formas de querernos diferentes para que todas y todos podamos disfrutar del amor en igualdad y en libertad.
Hay que enseñarles a ver los valores ocultos en los mensajes que consumen a diario, y a entender por qué y para qué los dueños de los medios insisten tanto en normalizar y romantizar la violencia, y en perpetuar esta sociedad de reyes y sirvientas que creyeron que el amor las iba a convertir en princesas.
Necesitamos otras historias, otros héroes y heroínas, otros finales felices, y otras formas de quererse.
Necesitamos que sepan que lo personal es político, que lo romántico es político, y que cambiando nuestra forma de relacionarnos podemos cambiar nuestra forma de organizarnos: es única vía para transformar nuestra sociedad, nuestra economía y nuestra política.
Necesitamos, entonces una revolución educativa y cultural, y un sistema que garantice la libertad, los derechos humanos, y la autonomía emocional y económica de las mujeres.
Y esto lo sabemos desde hace décadas: ¿cuándo formará parte de los planes de estudio esta filosofía de los cuidados y del buen trato?
Las semillas de la revolución amorosa tienen que sembrarse en las aulas, para que el arte de quererse bien florezca en las nuevas generaciones.
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