23 de mayo de 2023
Nuevo libro de Coral Herrera Gómez, este fin de semana en la Feria del Libro de Madrid
20 de mayo de 2023
El amor está en todas partes
Puedes sentirlo cuando recibes un mensaje de una de tus mejores amigas preguntándote que tal estás y si necesitas algo, en los abrazos largos y apretados que recibes en el funeral de tu hermano, en las felicitaciones que te hacen el día de tu cumpleaños toda la gente que te aprecia y te quiere.
Puedes experimentar la fuerza del amor en las enfermeras que te suben el ánimo con palabras de aliento mientras te cambian la sonda y te preparan para la operación. Puedes sentirlo en la mano que te coge tu madre para darte fuerzas y aliviar tu miedo. Puedes verlo en la mirada de tu hija cuando llegas a casa, y en los saltos de alegría de tu perra anciana.
Cuando te sientas sola, piensa que aunque no tengas pareja, estás rodeada de amor. Piensa en toda la gente que te quiere, y toma conciencia de que el amor está en todas partes: en las perras que regañan a sus cachorros cuando juegan demasiado duro, en el papá que pone pañitos húmedos en la frente de su bebé para bajarle la fiebre durante la noche, en la abuela que lleva a los nietos a comer chocolate con churros para que sus hijas tengan una tarde libre solo para ellas.
El amor está cerca de ti, dentro de tí, y todo el mundo lo lleva en su interior. Puedes sentirlo cuando acunas a tu sobrino en brazos, cuando te encuentras con una amiga de la infancia por la calle, también en el audio de 12 minutos que te ha enviado tu mamá.
Puedes verlo en la sonrisa de tu gente cuando le cuentas una buena noticia y reacciona con alegría ante tus éxitos, en los ojos de tu papá cuando te mira con orgullo, en la carta escrita a mano de tu prima la emigrante, que vive al otro lado del mundo y no se olvida nunca de ti.
También los demás se relacionan con mucho amor. Puedes verlo en esa mujer que acompaña por primera vez a terapia a su amiga cuando por fin se decide a dejar de sufrir, en la mirada de ternura del hombre que va a recoger a su amigo a la cárcel en el día de su liberación.
Lo puedes ver en los abrazos que se dan los grupos familiares cuando el doctor les dice que la operación ha salido bien y que sobrevivirá. En esa señora que rescata a un animal herido y se lo lleva a su casa para cuidarlo, en el hombre que te ofrece una lechuga y unos tomates recién sacados de su huerto.
Puedes verlo en esa niña que protege a su hermano menor en el colegio para que nadie le haga daño, en la pareja que sale corriendo del coche para socorrer a esa mujer que acaba de tener un accidente con el coche, en la gente del pueblo que se echa al monte a buscar a un niño desaparecido.
Puedes verlo en las familias de acogida cuando dan la bienvenida a un niño o a una niña sin hogar y sin familia, en los ojos de los animales que viven presos cuando recuperan su libertad y vuelven al bosque, a la montaña o al océano.
Puedes verlo en la tele cuando las cámaras nos muestran a la gente que está trabajando en campos de refugiados a causa de las guerras, las inundaciones, los tsunamis, los terremotos, los volcanes, o en épocas de sequía y hambrunas.
Puedes verlo en los ojos de las personas rescatadas en el Mediterráneo por barcos de ONGs, puedes verlo en los ojos de los perros adoptados cuando se dan cuenta de que por fin forman parte de una familia, puedes verlo en la gente que hace una cadena humana para rescatar a alguien que se está ahogando a pocos metros de la orilla.
Puedes verlo en las profesoras que le ponen todo su corazón a las clases que imparte cada día, en el enfermero que te trata con respeto y amabilidad, en la gente que se dedica a mover recursos para ayudar a otra gente, y en la gente que lucha a diario por un mundo mejor.
Puedes verlo en la mirada de un caballo cuando se acerca su cuidador, en la persona que dona sus órganos al morir a un desconocido o a varios, y en la persona que organiza una reunión con sus vecinos para resolver colectivamente un problema.
Puedes verlo en los encierros, protestas y huelgas de gente trabajadora cuando las vecinas y los vecinos llegan con mantas y comida a apoyarles. Puedes verlo cuando se abrazan al celebrar y puedes sentirlo en la sonrisa del periodistas que anuncia la victoria.
Puedes sentirlo cada vez que te das a ti misma un buen consejo, cada vez que tomas una decisión que te ayuda a estar mejor, cada vez que te permites a ti misma un tiempo para el placer y el disfrute.
Ponte las gafas del amor
El amor está en todas partes, solo tienes que ponerte las gafas para verlo, y prestar atención a los objetos y a las cosas que te rodean, porque el amor también está en la sopa de pollo que te ha hecho la vecina para que te recuperes de la gripe, en el dibujo que hace tu hija para que se te pase la pena, en la amiga que deja el teléfono a un lado para escucharte con atención amorosa durante horas.
El amor está en cada cosa que hacemos en nuestro día a día: lo mismo da que estés fregando platos, contestando un mensaje, terminando un proyecto, doblando ropa, haciendo una manualidad para el cole de tus hijas, o conduciendo por la ciudad.
El amor está en la sonrisa que le brindas a la vecina al darle los buenos días, en tu forma de tratar a tus compañeros de clase o de trabajo, en el masaje que le das a tu abuela en la espalda y en las manos, en la bufanda que le estás tejiendo a tu compañera de trabajo, en el dinero que le prestas a tu hermana cuando se queda sin empleo, en el ratito que le dedicas a una madre del cole de tu hijo que necesita desahogarse y sentirse escuchada.
El amor está también en el café que le haces a tu compañero o compañera de piso en las mañanas de los fines de semana, en la sonrisa que le dedicas a una desconocida por la calle, en la mirada llena de agradecimiento de una mujer a la que has ayudado a rellenar ese maldito formulario, en el donativo que haces a un refugio de perros.
También está en el post que publicas en tu muro para difundir el trabajo de tu amigo, y en los cuidados que le brindas a tu amiga después del parto (le cocinas unas lentejas, le tiendes una lavadora, le haces la compra, le friegas esa pila de cacharros, le haces una tarta de chocolate deliciosa, y meces al bebé para que ella pueda echarse una siesta)
El amor está en todas las ocasiones en las que te sientes útil ayudando a los demás, y cada vez que estás contribuyendo a que tu vida y las suyas sean más fáciles y más bonitas.
El amor no está solo en la pareja
Si, hay mucho amor dentro de ti, y te llega mucho de los demás también. El amor romántico es solo una forma de amor más, pero no es la única ni la más importante. Todas y todos necesitamos mucho amor, y una sola persona no nos puede cubrir esa necesidad: nuestra gente querida es esencial, porque con ellas formamos nuestras redes de cuidados y apoyo mutuo.
La soledad nos envejece, nos enferma y nos acorta la vida. Por eso es tan importante que aprendamos a cuidar el amor, y a cuidar a las personas que queremos.
Es una toma de conciencia: tengas o no tengas pareja, el amor es una enegía que mueve el mundo. No se agota: es una fuente de energía sostenible, renovable y ecológica. La producimos todo el rato, se retroalimenta a sí misma.
El amor está en las pequeñas y en las grandes cosas, en el día a día, en todas tus relaciones con los demás, en la forma en que te relacionas con los espacios que habitas: tu hogar, los hogares de otros familiares, tu centro de estudios o de trabajo, el transporte público, el parque infantil, la calle... mucha gente se relaciona amorosamente con los espacios y las personas, porque ha tomado conciencia de lo importante que es respetar las normas de convivencia y educar a los demás dando ejemplo, con su forma de actuar y de relacionarse con los espacios.
El poder del amor está dentro de ti, y le llega a los demás cada día. Te llega desde fuera, te envuelve y te sostiene, te acuna en sus brazos como si fueras un bebé, y se te mete dentro. En tu interior se convierte de nuevo en amor, que vuelve a salir de tí para alimentar a los demás, en un ciclo amoroso sin fin.
Hay mucho amor, hay toneladas de amor para todos y todas, está en todas partes.
Ojalá puedas tomar conciencia de todo el amor que das y que recibes, y ojalá que puedas disfrutarlo, todos los días de tu vida.
Más artículos de la autora:
19 de mayo de 2023
¿Cómo aprenden los niños a tener miedo al amor y a las mujeres?
"Olvídala, solo traen problemas", le dice Baloo a Mogly en "El libro de la Selva" la primera vez que ve un ser humano. Y es que el ser humano es un niña, qué mala suerte. Así aprenden los niños a tener miedo al amor y a odiar a las niñas y a las mujeres, nuestra cultura está plagada de mensajes como éste, en el que los hombres adultos enseñan a los niños a protegerse con buenos consejos.
¿Y por qué solo traen problemas? Porque son malas, caprichosas, irracionales, histéricas, interesadas, manipuladoras, retorcidas, superficiales, cursis, estúpidas, y si te enamoras de ellas, caerás bajo sus garras y te pueden destrozar el corazón, vaciar la cuenta bancaria, quedarse con tu casa y con tu coche. O las domesticas y las sometes, o te chuparán la sangre hasta dejarte seco.
En lugar de plantearse una hermosa amistad entre ambos niños, nos meten una escena de amor romántico. En la siguiente escena Mogly va detrás de la niña, y en sus ojos se ve que está embobado, como cuando le hipnotizó la serpiente, otra malvada hembra. Le lleva el cántaro porque ella como es una mujer y es débil y frágil, no puede cargar peso. Está esclavizado por el amor.
El amor es cosa de niñas, y es peligroso. Por eso los mayores enseñan a los niños a defenderse de los hechizos femeninos. Y por eso los niños, para humillar a otros niños, les comparan con niñas, ¿hay algo peor en el mundo que ser una niña, o parecerse a ellas?
Desde muy pequeños los niños aprenden a construir su masculinidad rechazando a los bebés, a las niñas, y a los homosexuales. Los niños no nacen machistas, ni nacen violentos, aprenden a serlo escuchando a los mayores y a través de los cuentos, series de televisión, películas, y videojuegos. Todos están plagados de prejuicios, estereotipos, mitos y mandatos del patriarcado, para que niños y niñas aprendan los valores de la misoginia, que es el odio contra el sexo femenino, desde muy pequeños, y para que aprendan a defenderse del amor.
¿Comprendéis por qué es tan importante sensibilizar y educar en la igualdad a los futuros escritores, dibujantes, guionistas, productores, directores y productores?
No podemos dejarles solos frente a las pantallas consumiendo mitos y estereotipos, deberían poder aprender a identificarlos y a tener herramientas para que aprendan qué es un estereotipo, para qué se usa, y a quienes beneficia que se perpetúe el machismo generación tras generación.
La única manera de acabar con la violencia contra las mujeres es una revolución cultural y educativa.
#RevoluciónAmorosa
#Coeducación #estereotipos #misoginia #ViolenciaMachista
Post relacionados:
El Bestia y la Bella, el mito del masoquismo romántico
Las heroínas que necesitamos: hay tantas alternativas a Disney
El mito de la superwoman y la autoestima femenina
La mitificación del macho violento
La feminista que encontró a su príncipe azul
Claves para desmitificar el amor romántico, las princesas y los príncipes azules
El derecho a caminar de las niñas y las mujeres: las calles también son nuestras
Decálogo para liberar a la infancia del abuso y la violencia escolar
17 de mayo de 2023
El miedo y la emoción de publicar un libro
Hoy me levanté de la cama como una fiera, soltando bufidos y con una nube negra de tormenta encima de mi cabeza.
"Será que estoy premen", pensé.
Me senté frente al ordenador, y cuando iba a empezar con la tarea, me levanté a por un vaso de agua y me di cuenta de que tenía lumbago.
"Será de conducir ayer de Cádiz a Málaga", pensé (me estresé un poco porque había un coche ardiendo en la carretera y los coches empezaron a chocar unos con otros porque íbamos todos mirando el fuego y el humo, y casi me dan a mi también, llegué a casa agotada)
Me volví a sentar y a levantar mil veces, hable por teléfono con la editorial para organizar la presentación en Málaga y en Madrid, me mandaron la portada, el texto de la contraportada, envié mi bio, y volví a abrir el libro, sin conseguir avanzar apenas, hasta que me di cuenta de lo que me estaba pasando.
Es miedo, es terror, el cuerpo lo siente y me lo dice.
Me pasa siempre cuando estoy pariendo un libro. Me cuesta mucho leerme a mí misma y revisar la edición, porque tengo encima mío a la mujer insegura que pone pegas y peros, y ejerce la autocensura sin piedad. Le pido amablemente que me deje trabajar tranquila, y me quedo con la Coral creativa que sabe hacer autocrítica amorosa. Pro en cuanto me descuido, vuelve a entrar la perfeccionista a señalarme todo lo que está mal.
Ella es mi ego, que tiene mucho miedo al fracaso.
En el blog es fácil escribir, porque puedo editar mis textos las veces que quiera. Pero en papel, una vez que lo entregas a las máquinas, ya no hay nada que hacer. Es un trabajo enorme soltar, y permitir que la cría salga del nido. Ya no tienes el control, ya es un ser con identidad propia, y con autonomía.
Para soltar, tienes que trabajarte el ego y ser humilde, y pensar que lo hiciste lo mejor que pudiste. Es tu creación, pero ya no está dentro de ti, así que lo sueltas para que se multiplique y llegue a las librerías, y se meta en las casas y en las camas de la gente.
Es una responsabilidad enorme la que siente una, pensando, ojalá les guste, ojalá les ayude...
Es difícil no angustiarse pensando si habrá erratas, si pese a las mil veces que lo has repasado, se te habrá escapado algo.
¿Por qué es tan difícil este proceso final de la creación? Porque sientes que has perdido la objetividad por completo. Intentas alejarte para verlo desde lejos, como lo vería alguien que no lo conoce, y que se asoma por primera vez. Y no lo logras, porque sientes que ese libro eres tú misma.
Para no sufrir tanto, intento convencerme de que no soy yo:
"si a la gente no le gusta tu libro, no significa que tú no valgas nada"
Pero es dificilismo, el ego es tan poderoso.
Me digo que toda la gente que escribe también tiene libros fallidos, que los que componen tienen canciones maravillosas y también alguna mala, que todo el mundo se equivoca y que siguen para delante. Pero el miedo es una emoción muy intensa y muy primaria, y no se cura solo con razonamientos y sentido común. Lo fabrica el ego, por eso cuanto más te trabajas la humildad y la confianza en ti misma, más libre y confiada te sientes.
Fijaros si es poderoso el ego, que siempre que escribo un nuevo libro, me tortura con algún dolor o le da por bajar su sistema defensivo para alejarme del ordenador.
Me siento igualmente frente a la pantalla, trato de hablarme con amor, calmar mi miedo, respirar hondo, olvidarme, concentrarme, y disfrutar.
Los dolores y el miedo solo se me van trabajando, realmente.
Y cuando me ducho o lavo platos, trato de convencerme de que lo importante no es cómo va la gente a recibir la obra, y cómo van a ser las criticas. Lo importante es el amor que le pongo a todo el proceso, desde que tengo la idea, creo el título, y elaboro el índice, hasta que envío a mi editora la revisión final.
Con amor sale todo mucho mejor, lo mismo unas lentejas que un libro. Yo me digo, disfrútalo, que gozando el proceso, sabe más rico. Y visualizo ese momento glorioso en que llega el cartero y me trae mi libro impreso. Siempre me late el corazón, me da vértigo asomarme a la caja, luego lo miro, lo huelo, lo abrazo con fuerza, y se lo presento a todo el mundo llena de felicidad y de orgullo.
Ya no es mío, pero luego lo veo en todas las ciudades y pueblos a los que voy. Me explota el corazón de ternura cuando venís a mis presentaciones y me pedís que os lo firme. Lo toco y lo saludo, dejo mi energía amorosa en él, y pienso, "qué bueno que te atreviste, valiente".
Y bueno, en esas estoy, lectoras mías, animándome a mí misma, y terminando la revisión de mi octavo libro, que es el primero que escribo sobre el amor para jóvenes. Mientras le doy los últimos toques, intento no hacerme boicot a mí misma, e intento poner en práctica todos los saberes del autocuidado, la autoestima y el ego. Trato de aplicarme a mí misma lo de las Mujeres que ya no sufren... para poder disfrutar de este momento tan emocionante y tan lindo.
¿Qué os puedo contar mientras?
Que es mi octavo libro, que es para adolescentes y jóvenes, es gordito y azul, y en él hablo sobre sexo, amor, relaciones de pareja, autocuidado, derechos humanos, igualdad, libertad, autonomía, bienestar, placer y disfrute, buenos tratos, cuidados, mitos románticos, el buen vivir, quererse bien, transformación, y liberación.
Los principales temas son: ética amorosa y filosofía de los cuidados, feminismo, masculinidades, amor del bueno, otras formas de quererse son posibles, lo romántico es político, y la Revolución Amorosa.
15 de mayo de 2023
Coral Herrera en la Universidad de Málaga
No es tu culpa, es tu responsabilidad
La primera vez que me dijeron: España es un país racista, y los españoles sois racistas y xenófobos, reaccioné igual que los hombres cuando les señalas el patriarcado: "No todos los españoles somos racistas"
E hice lo mismo que hacen los hombres cuando se sienten señalados: lo primero, explicarle a la otra persona que en todos los países hay racismo y xenofobia. Luego explicaba que mi familia es una familia de inmigrantes, que mi abuela fue una refugiada de la Guerra Civil, que tuve tíos abuelos que emigraron a América Latina, que mi compañero y mi hijo son centroamericanos, y que yo misma he sido inmigrante durante 9 años. Y cómo voy a ser racista yo si tengo amigos marroquíes y latinos, a este y al otro lado del charco.
Además, me defendía siempre contando la vez aquella que estuve encerrada durante 6 meses en una parroquia del barrio de Vallekas, en Madrid, para luchar contra la Ley de Extranjería con colectivos de inmigrantes marroquíes y latinos, para demostrar que yo no soy racista y que en España hay mucha gente que lucha por los derechos humanos de las personas migrantes.
Sin embargo, si me paro a pensarlo bien, la estructura del Estado Español es completamente racista y xenófoba. Cuando voy a comprar fresas pienso en las jornaleras marroquíes que viven en condiciones de esclavitud trabajando bajo los plásticos, en unas condiciones inhumanas, achicharradas de calor, sometidas a la violencia sexual de sus patronos, cobrando salarios indecentes, durmiendo en chabolas sin agua potable y sin luz.
Pienso en el horror reflejado en los rostros de observadores internacionales cuando visitan los invernaderos del Sur de España.
Pienso en los altos muros y en las cuchillas afiladas que se clavan los niños tratando de cruzar la frontera, y pienso en las personas ahogadas en el Mediterráneo tratando de llegar a España.
Pienso en cómo nos aprovechamos los españoles de las mujeres pobres y sin papeles que están cuidando nuestras casas, y a nuestros mayores, a nuestros niños y niñas, a nuestros maridos.
Pienso en las miles de mujeres y niñas pobres sometidas a la esclavitud sexual en todas las carreteras del país.
Pienso en cómo nos aprovechamos de la guerra en Ucrania para llenar nuestros campos de concentración de esclavas sexuales y para quitarles a las mujeres sus bebés a cambio de unas monedas.
Así que entiendo que cuando alguien me dice que España es un país racista y xenófobo, me está hablando de una realidad objetiva. No me está atacando a mí, me está señalando la realidad.
¿Que puedo hacer cuando me señalan la estructura de la realidad? Puedo negarla y defenderme, o puedo:
- trabajar en mí misma todas las enfermedades de transmisión social que sufro (machismo, clasismo, xenofobia, capacitismo, edadismo, homofobia, etc) y liberarme de los mitos, los estereotipos, las creencias, y los prejuicios que me habitan.
- pensar en cómo podría hacer yo, como española, para aportar en la lucha contra el racismo y la xenofobia en mi país.
Lo mismo podrían hacer los hombres con la violencia machista: en lugar de defenderse y explicar que "no todos los hombres", podrían mirarse por dentro a ver qué les pasa y que sienten con respecto al feminismo, y ponerse a pensar en cómo aportar a la lucha contra la violencia. Para que la sociedad cambie, uno tiene que empezar por sí mismo.
Las encuestas nos dicen que los chavales se sienten culpabilizados y cada vez más a la defensiva frente al discurso feminista. ¿Por qué prefieren negar la realidad que cambiarla?
Porque es más fácil victimizarse y defenderse, que hacer autocrítica amorosa, y ponerse manos a la obra para trabajar en sí mismos, y cambiar esa realidad.
Es normal que muchos hombres reaccionen en contra del discurso feminista, porque sienten que pierden privilegios. Lo que no es normal es que afirmen que "los hombres nos matan más a nosotros que a vosotras", y no se pongan inmediatamente a luchar contra la violencia.
Si tan preocupados están por la violencia que sufren y que ejercen, podrían hacer lo mismo que nosotras, ir a la raíz del problema y hacerse preguntas: ¿por qué el 95% de la población reclusa mundial es masculina?, ¿cómo paramos los homicidios y los femicidios?, ¿cómo erradicamos las agresiones y las violaciones?, ¿cómo protegemos a las personas y los animales más vulnerables de tanta violencia?, ¿cómo hacemos para acabar con la desigualdad, la explotación, la violencia y el sufrimiento de la Humanidad?, ¿cuáles son mis privilegios como hombre, y como puedo hacer para no abusar ni hacer daño a las mujeres con las que me relaciono?
La responsabilidad es un concepto mucho más poderoso y transformador que la culpa. La culpa pertenece al pasado, es algo que ya está hecho y no se puede cambiar. La responsabilidad en cambio es algo que pertenece al presente, se proyecta hacia el futuro, y la ejerces en gerundio: "yo asumo que los hombres tienen un problema con la violencia, porque lo veo a diario en las noticias. Yo soy hombre, estoy tomando conciencia de mis privilegios, me estoy trabajando muchas cosas dentro de mí, y con mi ejemplo puedo ayudar a otros hombres"
Cambiar la culpa por la responsabilidad,
y el victimismo por la autocrítica amorosa,
es la clave del cambio que necesitamos para ser mejores personas y para construir un mundo mejor.
Coral Herrera Gómez
Más artículos sobre Masculinidades
Más artículos sobre Autocrítica Amorosa
7 de mayo de 2023
Cómo cuidar a tus enemigas
En estos tiempos de guerra, no solo es esencial cuidarse a una misma en el campo de batalla, y cuidar a las compañeras, también hay que cuidar a las enemigas.
¿Quienes son tus enemigas?, ¿mujeres que no piensan como tú, mujeres que defienden ideas contrarias a la tuya, mujeres que no te caen bien o no te agradan?, ¿son mujeres que te han hecho daño? ¿O quizás mujeres que sientes como una amenaza para tus intereses?, ¿Tus enemigas son mujeres que te provocan celos o envidia?, ¿mujeres que votan al partido contrario, o siguen una ideología o religión opuesta a la tuya?, ¿son las mujeres que te irritan profundamente y despiertan en tí las más bajas pasiones?
No importa quienes son, si las conoces personalmente o no, lo importante es que puedas controlar tus emociones negativas para no hacerlas daño.
¿Por qué no puedo hacer daño a mis enemigas? Porque si estamos luchando contra la violencia patriarcal, no solo tenemos que tomar conciencia de los abusos y malos tratos que sufrimos, también de los que ejercemos.
Vivimos en un estado de guerra permanente: entre los pueblos, en los centros de estudio y de trabajo, en las redes sociales, en las familias, en las parejas, y hasta dentro de tí hay una guerra tremenda. Y a veces sin darte cuenta te haces mucho daño.
Dos son las grandes fuentes de sufrimiento para la Humanidad: la falta de recursos, de libertad y derechos, por un lado, y las relaciones con los demás por otro.
Para dejar de sufrir y dejar de hacer sufrir a los demás, hay que practicar el arte del Autocuidado, pero también tienes que cuidar tus relaciones: los conflictos, abusos, luchas de poder y violencias en las relaciones nos hacen sufrir mucho.
¿Por qué cuidar a tus enemigas?
Porque son mujeres como tú, y las mujeres sufrimos mucha violencia por parte de los machos y por parte del sistema, tanto en los espacios públicos como en las redes sociales.
Y entre todas ellas, las que sufren más violencia son las mujeres feministas y las activistas de movimientos sociales y políticos.
Todas las mujeres que son señaladas y expuestas públicamente (especialmente las que ponen la cara con nombres y apellidos) corren el peligro, cuando son atacadas por mujeres, de ser linchadas por los machos más violentos, que aprovechan el ataque entre nosotras para sumarse y para rematar a las víctimas.
Cuando todas las mujeres se van, se quedan los machos amenazando con violar y matar, primero en público y después por privado.
Atacar a una mujer hoy es echarla a los leones del terror machista, por eso antes de empezar un linchamiento contra ella, tienes que ponerte a pensar en lo mucho que van a disfrutar los machos, y en el daño que vas a hacerle a esa mujer.
Puedes preguntarte, antes de exponer a una mujer, cuánto daño quieres hacerle,
y para qué,
y qué ganas tú con ello.
Probablemente quieras desahogar tu rabia y tu dolor, que es lo que hacemos todas y todos en redes sociales, o también es posible que te mueva la sed de venganza. Esa necesidad de matar simbólicamente a tu enemiga (o sea, silenciarla, hacer que se calle, que cierre su perfil en redes, que desaparezca del espacio público), es violencia.
Cuando atacas a una mujer, estás lanzando un mensaje a todas las demás mujeres: "cuidado con lo que decís, que os puede pasar igual que a ella".
El miedo a recibir ataques paraliza y silencia a las demás mujeres, lo mismo a las del bando contrario, que a las de tu propio bando.
¿Es legítimo el uso de la cancelación para eliminar a las mujeres que no son de tu agrado?
Probablemente creas que la cancelación es un instrumento muy útil para que la sociedad deje de escuchar ideas contrarias a la tuya, el pero hay dos problemas: que la inmensa mayoría de las personas canceladas son mujeres, y que un día cualquiera te puede tocar a ti.
Y si te toca, puedes perder tu trabajo, puedes perder amigas y amigos, puedes perder tu prestigio y tu honor, puedes verte expuesta a la furia y el odio de miles de personas.
Hay gente que se divierte mucho viendo batallas entre mujeres, y cuanta más sangre ven, más aplauden, más participan, y más disfrutan. Para los votantes de derechas y de extrema derecha, machirulos, misóginos, anti derechos y anti feministas, los lichamientos entre mujeres son una fiesta.
Por eso es importante que tomemos todas conciencia de cómo sufrimos y ejercemos violencia, y de cómo podríamos discutir y debatir en redes sociales sin hacernos daño.
Porque hundir moralmente a una persona puede que te de mucho placer, pero date cuenta de aunque te dediques a ello día y noche, somos millones de mujeres las que usamos redes sociales, y no te va a dar tiempo en una sola vida para cancelarlas a todas, ni siquiera aunque todas tus compañeras se pongan a la tarea con la misma pasión.
¿Por qué nos hacemos sufrir las mujeres entre nosotras?
Porque queremos llevar la razón y demostrar que las otras están equivocadas.
Porque queremos ganar seguidoras y adquirir más visibilidad y alcance en redes sociales.
Porque nuestras víctimas tienen mucho poder y queremos quitarselo.
Porque las vemos como una amenaza para nuestros intereses.
O porque queremos sentirnos superiores a ellas, y nos da placer saber que podemos destruirlas con un solo click.
Hacemos daño porque nos da placer ver a alguien caer del podio de los dioses del Olimpo, porque nos gusta ver cómo alguien que parecía todopoderosa se quiebra por completo.
Porque nos encanta verla llorando, de rodillas pidiendo perdón, pidiendo clemencia, mostrando su vulnerabilidad.
Porque las demás mujeres la odian, y te has contagiado sin darte cuenta.
Atacamos porque queremos que las demás nos respeten, y sabemos que si las demás nos ven atacando y ganando a una enemiga, tendrán mucho cuidado de meterse con nosotras.
También nos hacemos sufrir entre nosotras porque la admiración por alguien se puede convertir en envidia, y la envidia es una emoción muy fuerte y poderosa.
También nos atacamos entre nosotras porque los algoritmos de redes sociales solo viralizan las publicaciones que generan "polémica".
Cuanto más odio y de violencia, más se viraliza, y más odio se genera. Hablamos de las publicaciones en las que la gente se lanza a la yugular: cuando las redes sociales detectan que hay pelea, amplían su visibilidad y difusión para que se sume mucha gente.
A todas las redes sociales les viene muy bien el odio, que genera mucho más movimiento que el amor.
Nos manipulan a todas y a todos despertando nuestros instintos más bajos, nuestras emociones más destructivas, nuestra parte más oscura.
Tomemos pues, conciencia de cómo nos utilizan.
Las élites del poder han usado esta estrategia desde siempre. En la época del imperio romano echaban a la gente a luchar contra los leones, y los circos estaban repletos de espectadores aplaudiendo. En la época de la Santa Inquisición, la gente abarrotaba las plazas para ver a las brujas ardiendo en la hoguera, y se peleaban por el mejor puesto para asistir a las decapitaciones, ahorcamientos, y apedreamientos en público. Hoy a la gente le encanta ver peleas en la calle y en las pantallas, vivimos en una sociedad adicta al espectaculo de la violencia.
Las víctimas son generalmente mujeres que tienen muchos seguidores/as, o figuras públicas como periodistas, escritoras, actrices, activistas famosas, académicas, defensoras de los derechos humanos, influencers.
Algunas se medican para soportar la violencia, otras se acaban rindiendo y desaparecen de las redes.
La pregunta que tenemos que hacernos es: ¿realmente queremos que solo se queden las mujeres escondidas tras avatares y nombres falsos?, ¿os parece justo que solo puedan opinar y expresarse los machos?, ¿y que solo puedan participar en redes las mujeres que piensan como tú, las de tu bando, a las que también hieren y atacan?
Una de las cosas más importantes a tener en cuenta es que en las redes la violencia primero es virtual, pero después desemboca en violencia física: ¿has oído hablar de los empujones, tirones de pelo, escupitajos, insultos que reciben las mujeres famosas en la calle?, ¿sabías que sus atacantes ponen pegatinas en la puerta de su casa para que ellas sepan que ellos saben donde viven?, ¿sabías que las siguen cuando van a recoger a sus hijas al colegio, y qué las rayan los coches, o las rompen los vidrios?, ¿sabías que toda la familia de esa mujer son víctimas colaterales de la guerra, y que también sufren violencia cuando se encuentran a los enemigos por la calle?,
¿sabías que los hombres no sufren estas humillaciones públicas ni estas amenazas, porque los enemigos saben que podrían responder a las agresiones?
¿Cómo cuidar a mis enemigas?
Tenemos metida en la cabeza la idea de que cuando detestamos profundamente a alguien, es legítimo intentar hacerle daño: la insulto porque me cae mal, la insulto para que pierda seguidoras y amigas, la insulto para castigarla por lo que ha dicho, la insulto porque es una persona horrible que se merece recibir todo el odio del mundo, la insulto para que lo pierda todo y para no verla nunca más.
No podemos evitarlo, sentimos gozo sabiendo que tenemos un poder inmenso sobre los demás seres humanos, que con solo iniciar un ataque contra una persona, la podemos destruir en pocas horas.
Lo mismo hacemos con los colectivos de mujeres: mejor que disparar a una, es lanzar una bomba que mate a varias.
Y lo hacemos bajo la lógica de la guerra patriarcal: yo ataco para defenderme, yo ataco porque soy leal a mi bando, yo ataco porque sé que nuestra causa es la justa y que estoy en el lado correcto de la Historia.
Ataco porque para que se imponga mi verdad, o nuestra verdad, es preciso eliminar la crítica, la disidencia, y las posturas contrarias a mi causa.
Basta con acusar de fobia y de fascismo al bando contrario, y así quedará deslegitimada su causa.
Estamos todas en la batalla por el relato. Cada cual queremos imponer nuestra visión de la realidad, por eso nos inventamos palabras y conceptos nuevos constantemente, por eso acallamos los discursos que cuestionan nuestra versión, por eso quemamos libros, cancelamos conferencias, y silenciamos a las enemigas.
Y para silenciar lo más efectivo, siempre, es castigar a una, y que así las demás se callen por miedo a ser el próximo objetivo.
¿Son estas técnicas de destrucción legítimas? No, porque hacen daño.
Tu causa probablemente sea maravillosa, pero no puedes imponerla con métodos violentos, porque no es ético hacer daño a la gente para demostrar que tienes razón o que eres superior.
Los regímenes autoritarios siempre han utilizado estos métodos contra la población desobediente, así que en nuestra mano está no repetir la historia: no podemos comportarnos como esos dictadores que no admitían críticas, ni posturas contrarias, ni desviaciones de sus normas.
¿Y como hago para que no me invada el odio cada vez que veo a esa mujer, o a ese grupo de mujeres, en redes sociales?
Bloquea a todas las mujeres que no te gusten, alejaté de ellas para no hacerlas daño.
Si despiertan tu rabia cada vez que las escuchas o las lees, no las escuches, no las leas.
Si no participo en linchamientos, ¿qué hago entonces para ganar seguidoras y ser más visible?
Centraté en lo tuyo: difunde tu mensaje, expresa tus ideas, genera contenidos, ponte creativa, estudia técnicas de marketing, ponte a escribir, a hacer videos o podcasts, a retransmitir en directo, hay muchas cosas que puedes hacer para que la gente te siga.
No es necesario atacar a ninguna mujer para hacerte más famosa.
¿Y qué hago si son ellas las que me atacan a mí? No les contestes. No hay nada que le duela más a las y los haters que la indiferencia. Bloquealas, y si se ponen muy violentas contigo, denuncia.
Si les haces caso, si les respondes, vendrán más a atacarte.
Trabaja tu ego y revisa tu forma de usar el poder
Las redes sociales nos manipulan a través del ego y a través de las emociones fuertes. Saben que nuestros egos necesitan likes, que se alimentan de los aplausos y del número de seguidoras que tenemos, que nos sentimos muy heridas cuando sufrimos un ataque, y que vamos a intentar defendernos como sea.
Saben que nos da mucho placer meter zascas, quedar por encima de los demás, saben que nos gusta sentirnos únicas y especiales, que nos gusta infundir miedo en las demás, que nos gusta sentirnos superiores al resto.
Y como lo saben, las redes van directas a tu ego, para que trabajes para ellas y te pongas a crear o a participar en polémicas, que acaban casi siempre en batallas campales.
Por eso es tan importante que nos preguntemos si es ético hacer daño a una mujer para inflar nuestro ego, para calmar nuestro complejo de inferioridad, para desahogar nuestra frustración, para sentirnos mejor después de un día malo en el trabajo.
Los dueños de las redes saben usar tu frustración, tu indignación, para atraer a mucha gente a tus publicaciones. Por eso nos hacemos adictas a la adrenalina que nos proporcionan a diario: el único antídoto es la oxitocina, la dopamina, la serotonina, sustancias que se activan en nuestro cerebro cuando estamos cerca de la gente a la que amamos, la gente que nos cuida y nos quiere.
Es decir, el amor y la alegría de vivir te pueden ayudar a odiar menos, y a dejar de odiar a tus rivales. Vivir en guerra permanente es agotador.
Puedes derrotar a tus enemigas sin ejercer violencia sobre ellas, y sin hacerles daño.
Más que centrarte en destruir a otras, centraté en construirte a tí misma.
Mira a ver donde pones tu energía y tu tiempo. Si pasas la mayor parte de tu tiempo atacando a otras mujeres, igual es que tienes un problema.
Si solo consigues seguidoras utilizando el odio contra otras, entonces igual es que no aportas nada a las redes, excepto destrucción y malas vibras.
Y una prueba clara de que tienes un problema es cuando tú recibes el mismo nivel de odio que el que das.
Otras formas de batallar son posibles: podemos derrotar a nuestras enemigas investigando, estudiando, recopilando datos, formandonos para adquirir conocimientos, aprendiendo.
También podemos hacer pedagogía, lanzar preguntas, y hacer circular la información para que la gente se ponga a pensar por sí misma.
Mucha gente necesita formarse: ahora todo el mundo opina de todo y a todas horas sin saber, sin haber leído, sin haberse informado lo más mínimo. Nos creemos muy expertas, pero la realidad es que todas necesitamos escuchar, leer, debatir, pensar, y las redes sociales son un instrumento maravilloso para aprender cosas nuevas.
En vez de utilizarlas para hacernos daño, podemos utilizarlas para explicar nuestros puntos de vista, para escuchar otras perspectivas, para generar conversaciones interesantes, para compartir fuentes, recursos y materiales, para construir conocimiento colectivo, para despertar conciencias, para dar a conocer nuestra causa, para hacer propuestas, para sensibilizar y concienciar a la población.
Podemos debatir sobre cualquier tema si practicamos el arte de la comunicación no violenta, una herramienta poderosa que nos puede ayudar a difundir nuestro mensaje y a luchar por nuestra causa sin necesidad de destruir otros mensajes u otras causas.
Ahora mismo existen pocos espacios virtuales y reales seguros en los que podamos conversar sin recibir ataques, así que hay que crear estos espacios libres de violencia psicológica y emocional en los que podamos expresarnos con libertad, cuidando nuestras palabras y sabiendo que nadie nos va a humillar ni a expulsar.
Si estamos luchando contra la violencia que sufren las mujeres, no podemos guerrear entre nosotras y hacerle el trabajo gratis al patriarcado.
¿Cómo podríamos dejar de sufrir y de hacer sufrir a las demás?
Tomando conciencia de que:
- señalar, insultar y etiquetar a una mujer para que todos sepan que pertenece al bando enemigo, y se unan a tu ataque, es violencia.
- chantajear, amenazar, ridiculizar, menospreciar, son técnicas para hacer mucho daño, y cuando haces daño estás ejerciendo violencia.
- humillar a alguien es violencia psicológica y emocional.
- cuida tu forma de usar el sarcasmo y la ironía: son dos armas muy poderosas para mostrar superioridad y para desarmar a los enemigos, pero usalas con mucho cuidado, porque en ellas metemos, sin darnos cuenta, acusaciones falsas y prejuicios.
- las mentiras, las falsas acusaciones, los rumores, los bulos, y las fake news son formas de ciberviolencia que destruyen a las personas.
- tergiversar las palabras de alguien para que parezca que ha dicho otra cosa de la que ha dicho, dar por supuesto que piensa esto o lo otro sin saberlo realmente, es violencia.
- las burlas y las bromas crueles son violencia, especialmente si son clasistas, racistas, xenófobas, capacitistas, edadistas, o si tienen que ver con su forma de hablar, con su aspecto físico, su color de piel, su orientación sexual, su pais de origen, su religión o sus creencias.
- dar datos privados o exponer la imagen de tu enemiga para que los demás la identifiquen y localicen es violar su derecho a la intimidad, y es un delito además.
- ¿quién se beneficia del sufrimiento que generas?, ¿quién se frota las manos viendo como destrozas a otra mujer delante de los demás?, ¿quién gana realmente cuando una mujer ataca a otra mujer?, ¿qué ocurre cada vez que una mujer decide desaparecer de las redes para no soportar más acoso?
- empatía y solidaridad: tú no naciste siendo feminista. Has tenido que leer mucho , investigar, charlar, y pasar años hasta que has llegado a entender muchas cosas que antes no veías porque no tenías las gafas feministas. Explicalé a las que no saben. Ponte en su lugar. Rompe sus esquemas, muestrale otras realidades y otros puntos de vista con generosidad.
- tener un grupo de cuidados es fundamental: cuanto más solas estamos, más vulnerables somos. Unidas somos más fuertes, unidas no necesitamos enemigas.
¿Qué gano yo cuidando a mis enemigas?
- Te ahorras un montón de tiempo y de energía que puedes emplear en cosas más constructivas y más placenteras.
- Ganas en paz mental, tranquilidad interior, y te ahorras un montón de disgustos.
- Te sientes mejor persona, y tienes más tiempo para dedicarle a tu gente querida.
- Tu vida quizás sea más aburrida, pero vivir sin malos rollos es bueno para tu salud física, mental y emocional. La rabia, el enojo, la envidia y todas esas emociones negativas te hacen sentir mal, y desahogarte contra alguien, en realidad no te hace sentir mejor.
- Recuerda que la única guerra que se gana realmente es aquella en la que no participas. Meterte en una batalla puede hinchar tu ego, pero también te puede doler mucho si recibes el mismo odio que generas.
- Recuerda que no necesitas infundir miedo ni respeto en los demás, lo que necesitas es poder expresarte con libertad, poder relacionarte con gente que te aprecia y que te quiere, y poder vivir una vida libre de violencia.
- Conversar es un placer, puedes charlar e intercambiar ideas sin ser herida ni herir a nadie. No es fácil conversar sin insultar, y sin tratar de destrozar la autoestima de la otra persona, pero como todo en esta vida, se trata de practicar y entrenar.
Coral Herrera Gómez
Más artículos de Coral sobre autocrítica amorosa
El derecho de las madres a cuidar a sus criaturas
Cuando me convertí en madre, no pensé que iba a envejecer tan rápido por el cansancio y la falta de sueño. Mi bebé estaba sano y dormía super bien, pero yo tenía dos jornadas laborales.
Me quedé embarazada con 39 años, y era una trabajadora autónoma y precaria, en un país extranjero. Mi compañero trabajaba fuera de casa, y yo tenía 2 jornadas laborales, una empezaba a las 5 de la mañana y terminaba a las 6 de la tarde (bebé, casa), y la otra empezaba a las 6 de la tarde y terminaba cuando me quedaba dormida frente al ordenador, a veces a las 11 o las 12 de la noche.
Yo tenía dos jornadas laborales, y sin embargo, los ingresos principales eran los de mi compañero.
Estaba agotada todo el día, los primeros tres años de vida de mi hijo fueron muy duros.
Mi compañero colaboraba en el cuidado del hogar y del bebé, el bebé comía y dormía muy bien en las noches, excepto cuando enfermaba, y aún así, yo estaba siempre agotada.
Mi cuerpo me pedía que me quedara dormida junto a mi bebé a las 6 o las 7 de la noche, cuando le daba la última toma de teta. La cama tiraba de mi para que descansase, el capitalismo me sacaba de ella a diario. Cuando terminaba mi trabajo esencial, empezaba mi trabajo remunerado. Y aunque me costaba un mundo, me levantaba, me lavaba la cara, y me sentaba a trabajar.
Estaba en Costa Rica, sin mi madre, sin mi hermana, sin mis amigas, sin red de cuidados, porque toda nuestra gente trabajaba de lunes a sábado.
No tenía tiempo libre. No leía ni veía películas y series, porque me quedaba dormida.
Un día en el que lloraba de cansancio y me preguntaba a mí misma como se me había ocurrido lo de convertirme en madre, me di cuenta de que estaba muy sola y que me sobraba una jornada laboral. Podría haber disfrutado mucho más de la maternidad y de la vida si hubiera tenido tiempo, energía e ingresos.
Nunca pude dejar de trabajar, pero sí le puse remedio a mi soledad. Buscando, encontré una comunidad de crianza cerca de mi barrio en la que mamás y papas podíamos estar todo el día con nuestros bebés, y teníamos una sala de trabajo con wifi por si queríamos trabajar. Las mamás hicimos grupo, éramos casi todas mujeres de países diferentes, casi todas estábamos solas, teníamos nuestros proyectos laborales pero dependiamos de los compañeros. Nos ayudó mucho encontrar este espacio de cuidados en comunidad, en el que aprendimos a ser mamás, y nos apoyamos emocionalmente unas a otras.
Cuando me preguntan por qué Gael es un niño tan feliz, yo siempre contesto: "creo que es porque no ha sufrido". Hay mucha gente que sigue creyendo que es necesario hacer sufrir a los bebés para que sepan lo dura que es la vida, para que se acostumbren, y para disciplinarlos. Ya hay estudios que demuestran que el estrés, la angustia y el sufrimiento dañan el sistema nervioso y producen un deterioro cognitivo en los seres humanos, y es el origen de muchos trastornos y enfermedades. Pero en nuestro imaginario colectivo seguimos apostando por la crueldad: a las mamás se nos invita a dejar llorar a nuestros bebés y a ir en contra de nuestros instintos.
Yo tuve suerte porque leí mucho sobre el sufrimiento y porque siendo autónoma podía criar yo misma a mi bebé. No tuvo que sufrir el trauma de la separación, ni el terror que experimentan todas las criaturas cuando les dejan en brazos desconocidos, en sitios desconocidos, sin saber si van a volver o no a por ellos. No tuvo que pasar 8 o 9 horas al día lejos de sus progenitores, yo no tuve que pasar la angustia y el miedo que pasan las madres cuando se ven obligadas a delegar el cuidado en otras mujeres. Gael no sufrió ningún tipo de estrés en su primera infancia. Nada de cortisol: en su vida todo fue oxitocina, dopamina y serotonina.
Nosotros en cambio tuvimos momentos muy duros, por el cansancio, la falta de sueño, y la angustia por los ingresos.
Yo dejé de viajar al extranjero durante los dos primeros años, así que gané menos dinero. Después tuve que volver a salir, y me los llevaba a trabajar, a él y a mi compañero, en mis giras por México y España. Metíamos en el coche el carrito, la sillita del coche, la cuna portátil, y nos recorríamos el país, yo dando teta en todos lados.
Cuando el niño cumplió tres años y medio nos fuimos a vivir a España, y se invirtieron los papeles. Yo asumí el papel de principal proveedora, mi chico se encargó de todo en la casa, empecé a viajar sola, y ahora trato de compatibilizar el trabajo con la maternidad como puedo, sabiendo que soy privilegiada porque tengo un compañero que me apoya al cien por cien.
Pero no me olvido nunca de las mujeres que quieren criar a sus propios bebés en los primeros años de vida, y no pueden porque el Estado les obliga a ser productivas y a simular que no son madres.
No paro de pensar en las mujeres que no tienen pareja, o cuya pareja no se implica lo más mínimo en la crianza, y tampoco tienen red de cuidados, y no duermen, y lo hacen todo solas.
No paro de pensar en los bebés que tienen que pasar ocho o diez horas al día separados de sus mamás y sus papás.
Y en las cuidadoras que pasan horas y horas con bebés que lloran desesperadamente hasta que dejan de protestar y se resignan.
No paro de pensar en los salarios que cobran esas mujeres, ni en los bebés de esas mujeres que cuidan a otros bebés, que también lloran porque no pueden estar con sus mamás.
Por eso hoy, el Día de la madre, yo reivindico el derecho que tenemos todas las mujeres a cuidar y a criar a nuestras propias hijas e hijos. Ahora mismo son muy pocas las que pueden elegir, y tienen todo en contra.
Se ven condenadas a la precariedad y a la dependencia económica de sus maridos o de sus padres, y no es justo.
Tampoco es justo tener que dejar a tu bebé con tan pocas semanas de vida en manos de tu madre o de tu suegra, porque ellas tienen derecho a descansar después de pasar toda su vida cuidando a sus hermanos/as, abuelos/as, madres, padres e hijos/as.
O en manos de personas desconocidas que no tienen ningún vínculo emocional ni sentimental con el bebé.
El derecho a ser cuidado por tus propios progenitores es un derecho humano fundamental de todos los seres vivos.
Los humanos recién nacidos necesitan a sus mamás, y las mamás necesitamos una tribu de cuidados.
Las mujeres, para criar, necesitamos tiempo, dinero, energía y la solidaridad de toda la familia y la gente querida. Necesitamos apoyo del Estado, de nuestra comunidad, y de nuestra pareja, y no son suficientes ni dieciséis, ni veinte semanas. Son al menos los primeros cuatro años de vida, hasta que niñas y niños adquieren cierta autonomía.
Las mamás necesitamos espacios de crianza comunitaria, y necesitamos que nuestra gente querida tenga tiempo para colaborar en la crianza y para garantizar nuestro derecho al descanso y al tiempo libre.
Maternar y cuidar son trabajos esenciales para el sistema, y si cada vez tenemos menos criaturas es porque no podemos con todo. Las soluciones que nos proponen no sirven: ni explotar a otras mujeres más pobres pagándoles la mitad de nuestros salarios, ni medicarnos y empastillarnos para que aguantemos este ritmo infernal.
Ya no pueden seguir engañandonos con el mito de la conciliación, y ya sabemos quién se beneficia de la cantidad de horas que dedicamos las mujeres a trabajar gratis.
Es cierto que hay mujeres que tienen trabajos apasionantes y maravillosos, y bien pagados, donde se sienten realizadas, valoradas y felices. Si ellas quieren seguir trabajando a tiempo parcial o a tiempo completo cuando son mamás, pueden elegir con libertad. Sin embargo, la gran mayoría de mujeres no tiene trabajos apasionantes ni bien pagados.
Nos engañaron a todas cuando nos incorporamos al mercado laboral, con la promesa de que teniendo autonomía económica seríamos libres y podríamos separarnos del marido. Ahora ni tenemos ni autonomía, ni podemos separarnos del marido, lo que tenemos todas es doble jornada laboral.
Casi ninguna mujer puede elegir si quiere cuidar a sus propios hijos o si prefiere que los cuiden otras mujeres, son muy pocas las que pueden conciliar de verdad.
Para poder maternar en condiciones, las mujeres madres necesitamos:
-que los compañeros se incorporen a los cuidados, y compartamos en igualdad las tareas.
- derecho a descansar y al tiempo libre, el mismo que tienen nuestros compañeros.
- una Renta Básica Maternal, para no depender de ellos, para tener la libertad de elegir si queremos o no trabajar fuera de casa, cuántas criaturas queremos tener, cuánto tiempo queremos dedicarle a los cuidados.
- un salario decente para las que se dedican profesionalmente a los cuidados, salarios altos, jornadas reducidas, derechos laborales garantizados, y derecho a maternar a sus propias criaturas.
- permisos pagados y soluciones como jornadas laborales de 8 horas: 4 dentro y otras 4 fuera de casa.
- una sociedad que ponga en el centro de la vida los cuidados, que no castigue a las madres y que garantice los derechos humanos fundamentales de la infancia.
En esto consiste La Revolución de los Cuidados:
#Feminismo #maternidad #crianza #DerechosHumanos #DerechosInfancia
Más artículos de Coral sobre crianza y cuidados
3 de mayo de 2023
El sufrimiento es un asunto politico
Sufrir no sirve para nada. No nos hace seres especiales, ni diferentes: todas y todos sufrimos. Vivimos en un mundo muy injusto, desigual, y violento. Todas y todos sufrimos en los conflictos con los demás, todos tenemos miedo, todos lloramos la pérdida de nuestros seres queridos.
Vivimos una época de exaltación del sufrimiento individual en el que se organizan concursos y exhibiciones de a ver quién sufre más, mientras se ignora el sufrimiento colectivo. Se habla mucho del Autocuidado, pero muy poco del poder revolucionario del Amor y los Cuidados Mutuos.
Muy poca gente ha tomado conciencia de que lo personal es político y que lo que le pasa a una, nos pasa a todas.
Nuestros problemas no son solo personales, sino también colectivos. Las soluciones han de ser, por tanto, colectivas.
Solas no podemos, ya lo sabemos. Pero nos romantizan el sufrimiento para hincharnos el ego y para vendernos soluciones individuales y milagros personalizados.
Porque no hay nada más peligroso para el sistema que la gente que se cuida y cuida a los demás, que se contagia de la alegría de vivir y se junta para soñar un mundo mejor, y para reivindicar su derecho a vivir una Buena Vida.
El patriarcado y el capitalismo nos quieren en guerra constante contra nosotras mismas, y entre nosotras. Nos necesitan deprimidas, frustradas, acomplejadas, miedosas, sufridoras, sumisas, enfrentadas entre nosotras, angustiadas y ansiosas, vencidas, resignadas y adaptadas a un sistema enfermo.
Un sistema individualista, narcisista, violento y autodestructivo, lleno de egos compitiendo entre sí para ver quien sufre más, y quién merece más atención y más cuidados.
Exhibir tu sufrimiento y usarlo para chantajear a los demás y conseguir lo que quieres es narcisismo, egocentrismo, y es violencia.
Los cuidados no solo se reciben, también se dan. Usar el sufrimiento no es una buena estrategia para que te quieran más. Siempre habrá gente que sufre más que tú.
Y no hay recompensa alguna por sufrir. El romanticismo del sufrimiento solo sirve para someternos, y para que nos destruyamos a nosotras mismas, y entre nosotras.
Nosotras las mujeres no vinimos a este mundo a llorar y a sufrir, y creedme, no hay nada más revolucionario que la alegría de vivir. La felicidad es un asunto político: no es una búsqueda individual, es una búsqueda colectiva.
Si nos quieren solas, derrotadas y sufriendo, nuestra mayor rebeldía es
Estar bien,
Estar juntas,
Querernos
y cuidarnos mucho,
A nosotras mismas,
Y entre nosotras.
Coral Herrera Gómez
#ElSufrimientoEsPolítico
#LaAlegríaEsRevolucionaria
#EstarBien #EstarJuntas #cuidados #amor
#LaFelicidadEsPolítica
#LaRevoluciónAmorosa
2 de mayo de 2023
La Revolución de los Cuidados
La Revolución está en los Cuidados
Acompáñame a imaginar los cambios que se producirían si los hombres se unieran masivamente al sistema de Cuidados, de la misma manera que nosotras nos incorporamos masivamente al mercado laboral en el siglo XX.
Vamos a soñar con la posibilidad de que en este siglo XXI, toda la población pueda dedicar 4 horas al trabajo remunerado, y 4 horas a las tareas de cuidados (crianza y educación de hijos e hijas, cuidados del hogar, cuidados a personas mayores adultas, mascotas y plantas, jardines y huertos, familiares dependientes por enfermedad o discapacidad, autocuidado).
Si le sumamos 1 hora de transporte al trabajo fuera del hogar (como máximo media hora de ida y media de vuelta), y 8 o 9 horas de sueño, nos quedarían 6 horas al día libres.
Si los hombres cuidasen, y tuviéramos ingresos y derechos humanos garantizados, los principales cambios serían estos:
-al reducir las jornadas laborales a la mitad, habría trabajo para todo el mundo (y si no hubiese empleo para todo el mundo, el Estado garantizaría que nadie se quede sin ingresos)
-nuestra salud mejoraría muchísimo, porque ahora enfermamos por el estrés y la sobrecarga de trabajo, y además la medicación que tomamos para resistirlo también nos quita años de vida.
- podríamos descansar y dormir más horas, y dedicar más tiempo al ejercicio físico, al bienestar, y al autocuidado.
- nuestra salud mental y emocional también mejoraría porque tendríamos más tiempo libre para disfrutar de nuestras pasiones y de nuestra gente querida.
- no tendríamos que ser cuidados por gente desconocida y mal pagada: nuestra gente podría cuidarnos, y nosotros podríamos cuidar a nuestra gente, porque todos tendríamos más tiempo para turnarnos en los cuidados de hijos, hijas, sobrinas, madres, padres, abuelos, amigas y vecinas.
- acabaríamos con la explotación doméstica, pues no sería necesario cargar a una mujer pobre con todo a cambio de un salario de miseria, podríamos repartirnos el trabajo doméstico y de cuidados entre todas y todos.
- la vida de nuestras niñas y niños sería mejor: podríamos dejar de medicarles y dejar de obligarles a seguir nuestro ritmo de vida infernal. Podríamos dedicarles más tiempo de calidad, así se acabarían muchos de los trastornos que sufren hoy en día por falta de atención, de cuidados y de amor.
- nuestras vidas serían mejores porque nos podríamos liberar de la prisa, de la culpa y de la angustia que nos genera hoy no tener ingresos suficientes y no tener tiempo para nada.
- las relaciones de pareja mejorarían mucho porque los cuidados serían mutuos, nos querríamos mucho más, nos pelearíamos menos, tendríamos más ganas y más tiempo para hacer el amor. Por fin podríamos amarnos en igualdad, y construir relaciones libres de abuso y explotación.
- las relaciones con los demás también mejorarían porque tendríamos mejor humor, menos rabia acumulada, y menos frustración. Al estar más contentos y relajados, trataríamos mejor a nuestra gente y a la gente desconocida.
- tendríamos más tiempo para crecer y para aprender cosas nuevas, para investigar y adquirir conocimientos, para hacer deporte, para disfrutar del arte y la cultura, para poner en marcha nuestros proyectos y emprendimientos.
- tendríamos más energía y más tiempo para disfrutar de la vida, para cuidarnos y apoyarnos entre todos y todas, para organizarnos y luchar por nuestros derechos, y para divertirnos cantando, bailando, y celebrando la vida.
Con los cuidados en el centro,
más nuestros derechos fundamentales garantizados,
más una Renta Básica Universal,
cambiaríamos de forma radical nuestras formas de relacionarnos y de organizarnos.
Es decir, cambiaríamos nuestro sistema social, político y económico, y entonces sí podríamos lograr el objetivo común de construir un mundo mejor.
¿Creéis que los hombres estarían dispuestos a unirse a la Revolución de los Cuidados?, ¿les imaginais renunciando a sus privilegios?, ¿les veis en las calles exigiendo a los gobernantes y a los empresarios tiempo y dinero para cuidar de sus padres, de sus hijos, de su hogar, de sus mascotas, y de sí mismos?
Yo si me lo imagino, para eso estoy educando a mi niño. Para que sea una persona responsable, autónoma y solidaria. Para que nunca se aproveche de sus privilegios. Para que no abuse nunca de los demás, para que se relacione en igualdad y en libertad con las mujeres, para que sepa cuidarse y cuidar a los demás. Para que sueñe y trabaje por un mundo mejor.
.
#RevoluciónDeLosCuidados
#RevoluciónAmorosa
#cuidados #crianza #masculinidades #hombres
#HombresQueCuidan